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-Casado con el mismo hombre- por Monnyca16

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Notas del capitulo:

He tardado mucho. Muchos meses, casi medio año, creo. Pero sólo les digo que ya tengo el final de la historia. No se desanimen, voy a seguir publicando cada sábado, como antes. 

Muchas gracias por sus comentarios y por preocuparse por mí. Espero estén bien y no hayan olvidado la historia.

Capítulo 29


Estaba a punto de un colapso. Sentía que sus piernas temblaban y las lágrimas caían duramente en el piso, produciendo un sonido escalofriante. Si no se hubiera dormido…Pero joder, según él ni siquiera tenía sueño, entonces ¿por qué se había dormido? Su cuerpo lo había traicionado de sobremanera y tenía miedo de lo que Oliver le fuera a decir, temía ya nunca encontrar a sus hijos, incluso temía perder a los que llevaba en el vientre.


—¿Sucedió algo? —Oliver caminó rápidamente hasta Nico, agarrándolo de los hombros, impaciente —. ¿Por qué estás llorando? ¿Pasó algo? ¿Te sientes mal? ¿Te duele? ¿Le pasó algo a tu padre? —La línea de cuestionamientos abrumó al pelirrojo, que negó varias veces, con los ojos totalmente rojos y con la boca tiritando —. ¿Dónde están los niños? ¿Les sucedió algo?


Sí. Debía decirle, pero no le salía la voz aunque abriera la boca. Estaba mudo y lleno de pánico. Estaba histérico.


—No te fuerces —murmuró Oliver, asustado, cargando a Nico y sentándolo en el sillón más cercano. Al tenerlo bien asegurado ahí, le acarició la cara con las manos temblorosas —. Respira profundo y mírame a los ojos. No pasa nada, mi amor. Todo está bien, respira hondo.


Nico obedeció, pero sin dejar de llorar, acariciándose a la vez la barriga. Oliver le dio un beso en el vientre y lo sobó pacientemente ahí para que se relajara. Noah parecía más tranquilo con su presencia, sin embargo su corazón se aceleró duramente al escuchar que de los labios del chiquillo salía una noticia que no se esperaba, algo que lo derrotó rápidamente:


—Los niños…no sé dónde están. No…no…


Un sentimiento poderoso golpeó el pecho de Oliver,  entornó los ojos y dio dos pasos hacia atrás. Esa noticia había sido lo que podía incluso hacerlo caer al piso, y de hecho sus piernas amenazaban con doblarse, pero Nico lo necesitaba, por ello sacudió la cabeza y respiró profundo, forzándose.


No podía dejarse llevar por el miedo, por el terror. Nicolás no pensaba fríamente y el que debía anivelar la tensión era Oliver. Pero por primera vez no supo qué hacer; su mente se había puesto en blanco y los nervios lo consumieron dolorosamente.


Cerró los ojos y apretó las manos hasta hacerlas puños. Tenía miedo y coraje. Estaba molesto, desesperado, angustiado. No obstante, aspiró ruidosamente y suspiró, calmándose a sí mismo. Lo primero que le pasó por la cabeza fue lo peor. Tal vez sus hijos estaban perdidos en la casa o quizá se habían herido. Joder, la alberca…las escaleras, el sin fin de objetos pesados que pudieran haberles hecho daño. 


Luego miró a Nicolás, que había comenzado a llorar más furiosamente, descontrolado, parándose del sillón para caminar nuevamente por la sala, por los alrededores, pero Oliver lo detuvo y lo obligó a sentarse. Temía que se cayera al suelo y se hiciera daño. Le resultaría mejor que Nico se quedara quieto.


—No te muevas, hazlo por mí. Te quiero aquí, quieto. ¿Me escuchaste? —Nico asintió, tragando saliva y ocultándose el rostro con los antebrazos. Por un momento se sintió tan inútil que su barriga se endureció a consecuencia. ¿Cómo Oliver le pedía eso?  En cambio, al mismo tiempo vio a Oliver como un súper héroe y calmó su ansiedad.


 Debía tranquilizarse. Estaba embarazado y no podía poner en peligro a los bebés que venían en camino. Suspiró ahogado y cerró los ojos, pensando positivo, rogando a todos los Dioses que todo estuviera bien y que la pesadilla terminara.


Oliver revisó que Nicolás estuviese bien y, sin esperar más tiempo, corrió hasta la cocina para traerle un vaso de agua; necesitaba tranquilizarlo, estaba embarazado y no podía dejar que se enfermara por el susto y la preocupación.


Vació agua fresca en un vaso de plástico para que más accidentes no ocurrieran y sus manos temblaban tanto que por un momento creyó que el vaso se le resbalaba de la palma. Su garganta ardía, asfixiándolo. Los acelerados latidos de su corazón dolían como nunca antes y sus grises ojos se llenaron de lágrimas. Sentía impotencia y al mismo tiempo tanta fragilidad que pesadas lágrimas comenzaron a salir de sus ojos con lentitud, sofocándolo.


—Papá —una vocecilla se oyó a corta distancia. Oliver dejó caer el vaso de agua y miró hacia todos lados, creyendo que por un instante estaba alucinando.


Pero no. En el piso Dominik gateaba para luego, con cuidado, irse levantando, con una vasija de plástico en la cabeza, como sombrero. Más atrás se hallaba Jordana, con otro casco similar. Ambos se dirigieron a Oliver como imán, balbuceando cosas incoherentes de repente.


Las rodillas de Oliver golpearon fuertemente el suelo al hincarse de pronto, casi con violencia y, sin esperar a que ellos llegaran, se estiró lo suficiente para atraerlos él mismo, haciendo que el casco de Berit cayera al piso. Ni siquiera le dio tiempo de verificar que no tuvieran ningún daño, sólo los cargó en brazos con descomunal protección, esta vez ya más lleno de energía y se dirigió a la sala, repleto de adrenalina, olvidando de repente el vaso de agua.


Era necesario que Nico viera a los niños para que su ansiedad disminuyera y terminara por tranquilizarse.  Por eso, entretanto vio a Nico con las manos puestas en sus ojos, todavía llorando, se hincó frente a él e inmediatamente, cuando Nico notó su presencia, miró lo que tenía al frente.


Sus hijos manotearon al verlo, jugueteando y Nico abrió los ojos enormemente, estirando los brazos rápido, casi torpe, buscando contacto con ellos.


Oliver le puso a los niños en cada pierna y reposó su cabeza en la barriga de su esposo, sosteniendo con sus brazos a sus hijos y descansando un poco. Su pecho dolía demasiado y sus ojos seguían expulsando lágrimas, al mismo tiempo que su respiración resonaba con más fuerza. Se sentía emocionado y aliviado.


Había un revoltijo de sentimientos y emociones, y Nico, que no podía acariciar a su esposo, ya que abrazaba a sus hijos, se inclinó y recostó su mejilla en el cabello azabache que se movía debido al llanto.


No dijeron nada, solamente permanecieron así, acurrucados todos juntos, como si temieran volver a separarse.


 ***


Luego del incidente ambos se disculparon y trataron de eliminar los sentimientos de culpa. Después de todo, los niños estaban jugando en la cocina, bajo la mesa, y nada grave les había sucedido. Nicolás recordaba haberlos buscado en la cocina, pero seguramente no pudo verlos a causa de los nervios que lo cegaron. Esa había sido una experiencia inolvidable, que seguramente les contarían cuando estuvieran grandes para entenderlo.


Nicolás no enfermó después del susto, no por ahora. Y Oliver por primera ocasión no había humillado con sus palabras directas y honestas, más bien se había controlado lo suficiente para que todo saliera bien.


Ambos habían llorado juntos, expresando sus miedos, todas las preocupaciones que no querían volver a sufrir.


Fue entonces que dos semanas cursaron, días completos de felicidad pura. El vientre de Nicolás crecía cada vez más, dejándolo más curvilíneo y Oliver lo disfrutaba, como esa noche después del trabajo.


Justo habían cenado, estaban viendo una película infantil con sus hijos, pero éstos durmieron antes de que el film terminara y ahora Oliver continuaba con los besos que depositaba en los hombros desnudos de Nicolás.


Estaban sentados en el sillón, Nicolás entre las piernas de su marido, mientras que sus hijos profundamente dormidos yacían en una colchoneta infantil posada sobre la alfombra, muy separada de ellos y su acto.


—Mm, qué rico…—murmuró Nico, gimiendo al sentir que Oliver hundía sus largos dedos en su pelirroja cabellera para hacerle un masaje. Podía sentir su respiración detrás de su oreja izquierda y la mano sobrante  acariciándole la enorme barriga.


Llevaban más de cinco minutos jugueteando entre ellos; Nicolás recibiendo los calurosos besos en sus hombros desnudos, en su cuello y en la nuca. Oliver lentamente le había bajado la camiseta de tirantes que traía puesta, hasta descubrirlo lo suficiente por la parte superior, al mismo tiempo que Noah se removía entre sus piernas y miraba de re ojo a sus hijos, temiendo que se fueran a despertar.


Cuando Oliver estaba excitado no había nada que lo detuviera, no por ahora. En todo caso los niños estaban dormidos…


—Oliver…—murmuró, volteando hacia atrás para encontrarse con él. Sus miradas se cruzaron y coqueto,  se sonrojó, encogiéndose de hombros —.  No podemos hacer el amor —dijo quedito, cómplice—. Nos lo han prohibido.


Oliver gruñó, atreviéndose a mover su pelvis para que su grueso pene erecto y adolorido se restregara con el trasero del más joven. Al percibir la férvida fricción, Nico entrecerró los ojos y gimió bajito, sosteniendo una sonrisa de medio lado bastante atrevida.


Hacía mucho tiempo que no se sentían de esa forma el uno con el otro y querían continuar, aunque no llegaran a compactar sus cuerpos con ayuda de una penetración.


—Pero estás tan duro —susurró en consuelo sobre sus labios, meneando su trasero circularmente, ganándose otro gruñido ronco por parte de Oliver. Le mordió un labio al voltear un poco más su cara hacia atrás y sonrió, levantándose del sillón para después girarse y quedar frente a frente a su marido.


Se inclinó un poco para apresar sus labios y llevar ambas manos al elástico del pantalón de chándal  gris que Oliver traía puesto. Se separó un centímetro de su boca, depositó un beso en su mejilla y con un poco de ayuda por parte de su esposo le bajó el pantalón hasta los talones para posteriormente  hincarse en la alfombra y hundir su cabeza en el trabajado abdomen poco descubierto, darle una pausada lamida a la punta al craso miembro que rosaba las comisuras de sus labios y observar la reacción de Oliver.


El líquido pre seminal que manaba a borbotones del glande de Oliver mojó sus labios y, sin apartar el contacto de sus azules ojos con los agrisados, agarró con una mano la base del pedazo de carne y se lo metió a la boca; desde la punta hasta la mitad, apretando suavemente el prepucio con los labios y moviendo la cabeza de arriba abajo, ocupando la mano opuesta para masajear sus grandes testículos, apreciando la suavidad y el calor que expelían.


Oliver llevó la cabeza hacia atrás, tomando con ambas manos la cabeza de Nico. Su respiración se entrecortó  y su pelvis se meneó de arriba abajo, buscando entrar y salir de la pequeña boca que lo besaba.


Con su húmeda lengua, Nico chupó el glande en círculos, masturbando con la mano que sostenía el falo, bombeándolo cada vez más rápido. De nueva cuenta tragó el falo desde la punta hasta donde su boca alcanzó, conteniendo el aliento y emprendiendo de nuevo el movimiento de su cabeza, aumentando la velocidad en cuestión de segundos.


Sus cabellos caían en su rostro y Oliver tuvo que ponérselos tras la oreja para seguir viéndolo. Gimió alto, sin contenerse más, presionó la cabeza de Nico contra su entre pierna, levantando las caderas y permaneció así, convulso en demasía, disfrutando de su orgasmo. Sus ojos se entrecerraron y su pecho subió y bajo, agitado.


Nico tragó con facilidad el semen que explotó en su cavidad, alejándose un poco cuando hubo terminado. De su boca escurrían residuos de semen, pero en vez de quitárselos con su propia lengua, sonrió y se metió a la boca uno de los testículos que sobresalían bajo el tronco del miembro todavía palpitante frente a su nariz.


Oliver jadeó, incorporándose un poco. De su frente escurrían gotas de sudor y sus piernas todavía temblaban por la avalancha de éxtasis.


—Ven aquí —llamó el pelinegro, ayudándolo a levantarse del suelo. Lo sentó en su regazo, frente a frente, con el vientre entre sus cuerpos. Nico correspondió el húmedo beso que su esposo le daba, fundiéndose en su tibia boca, gimió y pegó la frente con la suya, suspirando —. Te amo.


—Te amo —confesó Nico, correspondiéndole de igual modo. Escuchando eso, Oliver le bajó el pijama, le acarició el trasero con una mano, con cuidado, y depositó un beso en su clavícula.


Nico sujetó una de las manos de Oliver y se llevó dos dedos a la boca para chuparlos. Oliver lo miró fijamente, sabiendo que aquellos dedos húmedos pronto pararían a la entrada que esperaba ser estimulada.


Esa noche disfrutarían de una manera diferente. 

Notas finales:

Los siguientes caps vienen buenos, ya tengo las ideas y partes de los caps escritas, sólo falta acabar de escribir y subirlo. Muchas gracias.


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