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-Casado con el mismo hombre- por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Hola, preciosos... No estoy molesta D: si me percibieron enojada en cap anterior, no es verdad :P Yo soy muy directa y bueno, yo los amo a todos. 

Les traigo este cap, que es MUY HERMOSO. Me ha encantado escribirlo. De verdad... sé que lo amarán... YO LO SÉ.. <3 

Sale nuestro nuevo personaje y quiero por favor que disfruten xDD

Notas: Vuelvo a hacer spoiler de las series, para que no se enojen.

Capítulo 4

“La mujer más hermosa del mundo”

Vestía mallas muy sexys, unos tenis sin calcetines y su rostro parecía más suave que de costumbre. En las noches anteriores, Nicolás se había puesto mascarillas para cuidar su cutis e incluso había comenzado a bailar de todo género para subirlo en vídeos cortos a Youtube. De hecho hasta Salomón visitaba su canal y se había suscrito con su cuenta recién activada.  Sin embargo, ahora estaba un poco acobardado por la presencia de Oliver. Sabía que quería huir de él pues se tiraría a él para golpearlo duro o para comérselo a besos, aunque  podía combinar un poco de aquellas dos.

Sinceramente no sabía. Sólo deseaba que Oliver se apartara de su vista en esos momentos. Nuevamente el sentimiento de traición lo invadió y lo obligó a odiarlo en esos momentos. 

Pero aunque su cuerpo temblara, encaró a su esposo, curveando una sonrisa malvada y cruzándose de brazos, dejando a la vista una cadera muy seductora y un bolso grande color negro.

—¿Cómo has estado? —Aunque no quería decir eso de principio, lo hizo.

El rostro de Nicolás se alargó, pero logró responder:

—Bien.

Su voz sonó completa, más no molesta. Era el tono de voz que siempre tenía con todos, sólo que muy serio y aunque no se sentía tranquilo frente a Oliver, logró que sonara muy relajado. 

—¿Te molesta que esté aquí?

—¿Debería de molestarme? —Nicolás lo interrogó con mucha sensatez.

—Supongo que es duro para ti, y aunque no lo creas también lo es para mí…

—Sí. Me molestas —declaró con poca gesticulación—. Vete —Le instó.

—Te he extrañado mucho todos estos días, mi amor. Y sé que puede escucharse hipócrita, pero he trabajado mucho y no he dejado de amarte. Durante estos días  he aprendido a amarte como lo hice desde un principio, sólo quiero que sepas que te sigo amando y que aunque sea de lejos, sigo esperando a que puedas cumplir todos tus sueños, para luego volver  a empezar. Yo en verdad quiero que te des cuenta que aunque estemos separados yo siempre seguiré queriéndote y esperándote…

—¿Y quién quiere que todo vuelva a ser como antes? —Sin cerrar los ojos, le pidió una explicación sincera —. Yo no quiero que volvamos a empezar. No quiero si quiera que te me acerques.

Cada palabra fue expresada de manera directa. No había errores en pronunciación y no existía arrepentimiento ni semblante lamentable. Al parecer Nicolás hablaba con mucha mesura y aunque a Oliver le resultara descabellado, lo aceptó. Entendía. Podía comprender el estado molesto del enano y lo respetaría.

—Estoy orgulloso de ti, ¿lo sabes, no?

El pelirrojo sonrió con bastante vileza, negándose muy lentamente, sin dejar de observar los grisáceos ojos de su esposo. 

—No lo necesito. No necesito que estés orgulloso de mí —objetó, mintiéndole totalmente.

Su corazón martilló su pecho, tratando de persuadirlo para retirar lo espetado, pero no podía. De sus labios no podía salir ninguna palabra reconfortante para el empresario. Era su lucha interna comenzando, extendiéndose por todo su cuerpo. 

—Te amo.

Las pestañas de Noah se mecieron en un parpadeo muy visible. Esas palabras le habían llegado al corazón, pero no reaccionó como éste quería:

—No. No me amas —se lo objetó con tinte molesto. Se sentía gravemente indignado con Oliver.

—Y tú también me amas.

—No te amo —siseó, manteniendo una de sus cejas alzada.

—¿Seguro?

Y apenas preguntó, se acercó, dando un paso hacia el frente. Nico viró hasta el suelo y se alucinó, pero levantó la mano, interponiéndola entre los dos, para evitar que sus cuerpos estuvieran demasiado juntos.

—No te me acerques —le pidió, achinando la mirada.

—Me amas tanto como yo te amo a ti —declaró, acercándosele lentamente, importándole un comino, cuidando y viendo su reacción. Esta vez, Nico no se movió —. No es malo. Querernos no tiene nada de malo.

—¿Y quién dijo que sí? —Sonrió con ironía, desafiándolo—.Me engañaste, Oliver. Me abandonaste y eso nunca te lo voy a perdonar.  

—Esto tenía que pasar —Yael añadió, considerando ese punto. Se lamentó, pero no se encogió de hombros ni se retiró rápidamente de ahí. No lo haría. Nunca se rendiría —. Pero no retiraré lo dicho. Te amo. Estoy orgulloso de ti. Te extraño. Y es realmente imposible que renuncie a ti tan fácilmente, así que nunca lo olvides.  

—¿Me toca a mí? —Sonrió de lado, retador —. Bien. Yo no te amo. No estoy para nada orgulloso de algo, y no te extraño. Yo ya he renunciado a ti, a todo lo que prometiste y que nunca cumpliste. No te quiero volver a ver. No vuelvas a aparecerte por mi camino, porque te arrepentirás. —Sin duda, lo amenazó —. ¡Lárgate! —Gritó, totalmente desesperado.

Los ojos de Oliver se oscurecieron ante la feroz reacción del pelirrojo. Sus azules ojos gritaban repugnancia y aunque el cuerpo de Noah fuera pequeño y escuálido a comparación con el de Oliver, podía mirarse que estaba cargado de energía. Funcionaba como si todo el coraje lo hiciera agrandar su ego y su pestilente y violento ser oculto.

Para Oliver no funcionaba de esa manera, pero al alzar una mano tratando con ésta de tocar el suave y angelical rostro del pecoso, éste en vez de retirarse le golpeó el brazo con un poderoso manotazo. Y dolía. Había dolido ese golpe, demostrando que si seguía permaneciendo ahí, conocería al violento Nicolás. Porque era violento. Lo era y mucho. Tanto que hasta sus ojos querían romper en mil pedazos la gigantesca extensión de Oliver. 

El peso y la altura se diferenciaban mucho, no obstante, el que parecía más fuerte era el menor. Y si Oliver seguía ahí, lo más seguro era que las cosas se pusieran muy feas. Y aunque Oliver pensara que Nico era incapaz de ponerle una mano encima, cambió de opinión al verlo muy cabreado y con los puños ligeramente cerrados.

—Nunca olvides que te amo. Estos días cuida bien de tu salud, y recuerda que estoy muy orgulloso de ti —musitó como despedida. Se relamió el labio inferior con mucha rapidez, echándole una última miradita al pequeño, respiró con profundidad y en silencio se retiró.

Cuando apenas se marchó, las manos de Nico comenzaron a temblar, al igual que sus piernas. Se había puesto débil al sentirlo alejado; recordaba cuando hace poco tiempo se dejaron totalmente libres y no dudó en comparar el momento y vivirlo de nuevo en carne propia. Oliver se había ido y no sabía si regresaría, no tenía idea de si después de esos gritos seguiría queriéndolo. A los pocos segundos de estar solo, el pelirrojo se dio la media vuelta, tratando de encontrar rastro lejano de su marido, pero no encontró nada.

Lo extrañaba mucho y aunque en esa ocasión lo corrió de su vista, se arrepentía. Pero todo era culpa de su extraño sentimiento de coraje. Nico no quería que lo abandonara nuevamente, incluso deseaba besarlo ahí mismo, pero no podía hacerlo. No ahora. Y no sabía cuándo podría dejar de estar bloqueado y volver a recibirlo.  Simplemente anhelaba que con el paso del tiempo ese rencor desapareciera, porque se trataba de un coraje enfermizo que lógicamente creció a raíz de la repentina separación.

Nico sabía que gracias a Oliver estaba creciendo como antes debió ser. Agradecía a Oliver en silencio por haberle regalado la oportunidad de hacer que su padre y él se hicieran más que amigos. Hacía honor a esos regalos, pero su interior estaba dañado y perdonar a Oliver en la actual situación no era muy recomendable. 

Sólo cuando la situación emocional y mental de Nicolás estuviera sana, entonces perdonaría a Oliver. Antes no.

::::  ::::

 

Las clases de bellet se agudizaron, hasta el punto más brutal. Se suponía que sería relajante para Nico, pero pararse de puntas por mucho tiempo no era muy fácil para él, aunque tratara de compararlo con aquella ocasión en la que usó tacones muy altos. No estaba acostumbrado a verse ligero y equilibrado, pues sus habilidades para el baile eran mucho más  rápidas y brutas a la hora de bailar. El ballet era más lento y tenía que ser perfecto para que pudiera ser una obra de arte, lo cual era frustrante para el chico.

Pero a pesar de todos los errores que Nico cometía en cada paso que daba, la maestra lo premiaba, diciéndole que estaba bien como lo hacía. Era por eso que Nico se sentía honrado por tener a una instructora tan amable. Sin embargo, todos aquellos errores lo ayudaron a percatarse y a trabajar para transformarlos en habilidades.

::::   ::::  ::::

 

Era miércoles y habían pasado justamente dos semanas después de haber visto a su esposo. Nicolás ya había terminado de ver Queer as Folk, y sí, padeció de depresión post serie. Aunque rápidamente se puso a ver Looking y al acabar la primera temporada, también sintió esa extraña sensación de pérdida. Lo más perturbador lo sintió Tomás, pues éste fue el pañuelo de Nico por todos esos días. El rubio maldecía por esas jodidas series que ponían de cabeza al pecoso. Si Nico no las hubiera encontrado y visto, entonces jamás se tomaría tan en serio la actuación y el amor homosexual. Pero ya era demasiado tarde como para lamentarse.

—¿Puedes dejar de hablar del final inconcluso de Queer as Folk? Pensé que ya lo habías superado…

—¡No! Esto es insuperable. Es que fue tan…¡No sabemos si Justin volvió! Aunque algo me dice que sí,  pero yo necesitaba verlo volver con Brian.

—Estoy seguro que volvió. —Tomás expresó su opinión por milésima vez.

Nico se negó.

—Necesitamos ver eso para poder estar seguros —terció con inquietud.

Diariamente hablaban de lo mismo y aunque se la pasaran debatiendo con el final de esa larga y exótica serie, igual disfrutaban de otros momentos. Por las tardes, Nico le ponía mascarillas a su amigo, le exfoliaba los pies y lo obligaba a hacer yoga. No estaba loco ni era exagerado, sólo era que estaba muy entusiasmado con lo que aprendía cada día.

Y referente a las redes sociales, el crío ya tenía 10 vídeos de baile en su canal de Youtube. Sus suscriptores aumentaron, teniendo 500 en tan poco tiempo. Las visitas de cada vídeo pasaban de las 3 mil y aunque era poco, Nico se sentía debutado. Durante ese corto tiempo, el chiquillo se había cambiado de look, a uno muy delicado. Su cabello estaba un poco más corto, y se había puesto un nuevo piercing. Pensó demasiado en qué parte del rostro ponerlo, pero logró decidirse por uno en la nariz, uno del lado derecho. Sin dudarlo se dejó el del ombligo y esta vez por decisión propia se apartó los de los labios para siempre. El único arete que tendría en el rostro sería en la nariz y le gustaba su nuevo estilo, era fresco y muy sexy.

Su cuerpo se miraba igual de delgado, pero estaba ejercitando un poco para no verse tan insípido. Pronto se teñiría el cabello, pero no estaba seguro de si en color negro o castaño, aunque deseaba que fuera negro para que sus azules ojos resaltaran al máximo. Otro cambió que tuvo durante su nueva ‹‹vida›› fue su ropa interior. Actualmente se compraba bóxer de encaje, para hombre, claro estaba, pero muy personalizados. En la mayoría de ocasiones vestía con tangas cómodas para llevar bajo las mallas e inclusive para dormir usaba bellos calzoncillos de delgada tela transparente y lo acompañaba con hermosas y cortas blusas de tirantes de seda, que al verse en conjunto con sus pequeñísimas prendas interiores parecía ser como un baby doll masculino.

Tomás algunas veces tuvo el privilegio de verlo de tal forma, pero en vez de reírse, reconocía que Nico se miraba muy, pero muy sexy. No tenía ni puta idea de cómo había sido el cambio ni cuando se decidió, sólo podía aceptar que su mejor amigo se miraba jodidamente ardiente y fino. 

Esa tarde, Nico se bañó  e inmediatamente se vistió con unos casuales pantalones cagados color grises y de tala gruesa. Acompañó esos costosos pantalones adidas con una camiseta de cuello ovalado y muy ajustada, que dejaba muy a la vista sus pezones marcados por debajo de aquella lycra. Combinó con uno tenis de botín color azul y se fue, cubriéndose con una chamarra color negra. 

Cuando apenas se estacionó en una enorme tienda de música, su celular vibró. Era Tomás.

 

No voy a poder llegar, Caroline me ha invitado con sus tíos y no pude decirle que no. ¿Puedes ir sin mí a comprar la batería?

 

Los cabellos pelirrojos de Nico volaron con el viento que golpeó su blanco rostro. Rápidamente le mandó:

 

Puedo, no te preocupes. Mucha suerte con Caroline.

 

*

Al entrar al lugar, contempló todo lo necesario y compró una batería muy chula. Quiso adquirir una guitarra eléctrica, pero el dinero no le había alcanzado. Luego la compraría. Al salir, subió al coche y manejó hasta el parque en el cual anteriormente había ido junto a su esposo. Ese lugar le traía muchos recuerdos hermosos y reflexivos.

Se dirigió, casi corriendo hasta la banca en la cual aquella vez, en su cita, se sentó con Oliver. Al encontrarla, su ceja se alzó. Justo ahí había una intrusa y no quería que nadie se sentara en ese lugar tan especial. 

—Disculpe —expuso con calma, tratando de ir al grano y decirle a la señora que estaba sentada ahí, que ese lugar era muy especial y que desearía estar sentado a solas ahí, a menos que Oliver viniera y compartiera esa tarde junto a él. No obstante, no pudo hacerlo. La señora levantó el rostro y observó a Nico con un semblante ingenuo.

La mujer era algo regordeta, y muy chaparra –por lo que se alcanzaba a ver-, su cabello permanecía ligeramente peinado con una diadema brillante, se lucía de un rubio con un poco de canas apenas saliendo,  y su mirada era muy verde. Era mayor, pero se miraba demasiado cuidada como para usar bastón o algo parecido.

—¡El chico que me llevó a la casa y pagó lo faltante en el supermercado! —Impactadísima, ella elevó la voz.

Su tono era muy dulce, demasiado tranquilo para Nico, quien se arrepintió tramar  correrla de su banca especial. Consciente de la situación actual, el chico se alzó de hombros, incapaz de recordar aquel rostro angelical, aunque en el fondo algo le decía que ella era familiar. 

—¿De verdad? —Tratando de recordarla, se sentó junto a ella, en la banca. 

De repente sacó de su bolso de cuero dos leches de sabores. Una era de fresa y la otra de vainilla. Extrañaba tanto a Oliver que pensaba imaginarse que él se encontraba a su lado, tomándose la leche sabor vainilla, mientras éste se tomaba la de fresa. No compró nieve pues estaba comenzando a refrescar y se enfermaría después. Anonadado por la compañía tan fresca que tenía a un lado, decidió ofrecerle la leche a la mujer, en todo caso a él no le gustaba mucho la vainilla y lo mejor era no desperdiciar.

La mujer aceptó el regalo tan inesperado, y siguió tejiendo muy lentamente. Ella no dijo nada, no tenía nada bueno que decir y sabía que sería aburrido si nada más se la pasaba agradeciéndole por todo lo bueno que hizo por ella en las semanas anteriores, ya que era una desconocida y se suponía que nunca se debía confiar en cualquier gente. La orgullosa anciana dejó al pelirrojo en plena concentración y sentado muy relajado en la banca, justo a un lado de ella. Se miraba tan cansado que prefirió dejarlo ahí y con los ojos cerrados; cuidaría su sueño y ese podría ser una recompensa por apiadarse de una anciana, aunque no era tan grande de edad, sólo era una persona mayor y nada más.

Cuando apenas cerró los ojos, Nico recordó cada palabra que dijo ante su esposo. Aquella vez Oliver lo había llevado a pasear, aquella dulce vez habían comprado nieve y se hicieron preguntas importantes para conocerse más. Aquella vez le propuso matrimonio por segunda vez y eso lo había hecho tan feliz. A su vez, recordó que al hablar de sus gustos, Oliver le preguntó sobre sus sueños y en ellos estaban el ballet y el yoga. Sueños que ahora estaba cumpliendo  y disfrutando al máximo. También organizó sus recuerdos y llevó al presente aquella conversación sobre la familia y los hijos. Esa noche planearon alquilar un vientre para ser padres por primera vez, pero ahora Nico no sabía nada sobre aquel plan. Sabía que era de ambos y sería muy cruel que Oliver se adelantara y que alquilara el vientre mientras Nicolás estuviera fuera de su alcance. Nicolás le temía a eso; no quería perderse una alegría tan grande como esa.

Y quiso recordar aquellos besos que se dieron, aquellos abrazos, aquellos berrinches y todas las peleas que antes sufrió, pero una insistente mirada lo desconcentró. Nico abrió los ojos de golpe, rodó la cabeza y se encontró con la entusiasmada cara de la mujer. Ella le extendió un gorro tejido color  gris con pompón rojo y orilla negra. Nicolás abrió mucho los ojos y luego agarró el presente. Nadie le había regalado algo hecho a mano y no podía creer que la señora terminara rápido ese gorro.

—Te va bien este color —señaló el tejido gris. Nico se puso el regalo, sacando un espejo de su gran bolso –casi pañalera-, para vérselo.

—Woah—musitó, portando una gran sonrisa en el rostro —. Es hermoso, abuela —agradeció en alto y posando frente al espejo con su nuevo gorro gris. Ella aplaudió por lo bajo y guardó sus objetos de tejido. Bebió de la leche sabor vainilla, tomándose el último sorbo y esperó a que el chico dijera algo más —. Nadie me había regalado un gorro, gracias —La miró con mucha atención, sintiéndose cargado de energía. La aludida le acomodó mejor el gorro y le palmeó la cabeza, como si de un gato se tratara. Tal toque hizo que Noah recordara a Hunter y a Requetemiau ¿Ellos estarían bien? Se lo preguntó mentalmente.

—Me llamo Kelle Müller, ¿tú eres?

Nico giró todo su cuerpo hacia ella y muy emocionado, le contó que se llamaba Nicolás, Noah Nicolás y que tenía 16 años, y precisamente segundos después le contó que estaba en clases de ballet y yoga, y le contó también sobre los vídeos que había subido a su canal de Youtube. Prácticamente le contó toda su biografía, gustos y habilidades. Lo único que no hizo fue hablarle de Oliver, pues no quería ser señalado. Era mejor protegerse un poco, o hasta que la mujer descubriera que era bisexual.

Aquella tarde Nico habló mucho, más de lo que había hablado desde que cayó en depresión. Y lo más impactante era que estaba agradecido que aquella mujer de ojos verdes lo escuchara y se riera de sus ocurrencias, a pesar de ser mayor de edad. Nico no tenía abuelitos y aunque antes decía que no necesitaba de uno ni tampoco de una madre, ahora pensaba diferente. Kelle era una persona muy sabia y parecía contenta con su presencia. La gente mayor se cansaban muy rápido con los jóvenes, pero Kelle era diferente, era como si ella deseara tener a alguien que le hiciera compañía.

Aquellos dos platicaron tanto, que incluso la noche cayó. Nico llevó a la mujer a su casa y se despidieron, citándose para verse al día siguiente. Ninguno supo cómo era que había pasado, pero congeniaban bien y no sería bueno perder esa oportunidad. Cada noche, Nico le contaba a su padre y a Tomás que tenía una nueva amiga y que era muy cool, que era mayor, mucho mayor, pero que actuaba como una adolescente. Aquellos no le creyeron al principio, pero cuando conocieron a Kelle en persona, supieron que ella era demasiado especial, que era como un alien que podía cambiar el mundo con sólo alzar un dedo. Ella era muy divertida y ocurrente: le gustaba bailar cumbias, usar lencería sexi, hacer bromas y le encantaban las fiestas. La señora bebía alcohol y no se embriagaba rápido a pesar de su edad. Parecía muy limpia y NO tenía nada de pura e ingenua. Nico recordaba que tenía un rostro de “yo no rompo ni un plato”, pero la verdad era que ella si quería rompía la vajilla completa.

Era una completa adolescente metida en cuerpo maduro. Simplemente era impresionante, incluso fue muy especial cuando le dijo a Nico que ella sabía que era bisexual, pero con más inclinación por los machos, y que por supuesto, era el pasivo:

::::   ::::

Después de varios días tratándose, aquellos dos estaban en la casa de Kelle. Ella era dueña de casas de renta y aquella tarde estaban viendo algunas revistas con chicos desnudos, que por supuesto, Kelle tenía guardadas en uno de sus cajones  secretos.

—¿También tienes una caja completa de películas porno? —Nico aplaudió y se sentó en la cama, poniendo en sus piernas la caja completa. Había de todo, como por ejemplo: “La dueña quiere leche” “Húmedos penes” “Rubias y sus coños” “El sueño de toda folladora” “Los siente vergones y la chupapollas” “Buenas noches, linda polla”  “Culona disfrutando de una enorme polla” “Cuarto oscuro” “Los pasos más importantes para dar sexo oral” etc…

—Son los vídeos que más me han gustado, ¿te gusta mi colección? —Dio un brinquito a la cama y se sentó junto al pelirrojo.

—Esto es genial. ¿No me digas que también….? —No pudo preguntar; se rió pervertidamente al ver que bajo esas películas había dos dildos enormes. Eran de color negro y tenían forma de pene. Estaban orgullosamente duros y Nico no sabía si eso era posible, pero al recordar que Kelle era una chiva loca, aceptó que tuviera objetos sexuales como aquellos.

—Esos son los que menos me gustan. Mira —Se levantó de la cama, dando otro brinquito coqueto y se hincó para abrir otro de sus cajones secretos. Vaciló un poco, pero logró abrirlo y sacar unos bonitos vibradores, unos en forma de pene y otros no.

—Joder. —Maldijo el chico, dejando las películas a un lado para hincarse junto a Kelle — Eres una demonia.

—Son sólo juguetitos, de esos que guardas con todo tu corazón  —contó ella alegremente. Nico agarró un vibrador y quiso encenderlo, pero Kelle se lo arrebató de las manos y lo aventó a una esquina de la habitación, totalmente asustada.

Kelle algunas veces era muy ágil cuando se trataba de cuidar la integridad de los demás.

—Puede estar sucio —se excusó, sonriéndole dulcemente —. Ya sabes… polvo y esas mierditas. —Rodó los ojos, ocultando que posiblemente lo había utilizado hace dos días atrás y que Nico no podía tocarlo, no hasta que lo limpiara bien. Luego buscó una caja color plateada y se la entregó—. Es nuevo y me gustaría que lo utilizaras. Me ha costado muchos euros en una sexshop reconocida,  pero apuesto a que se vería mejor contigo que conmigo.

Nico acogió la caja con sus suaves manos y valoró mucho ese presente, pues sabía que Kelle era muy seria cuando hablaba de sexualidad. 

—¿Dónde está la maldita llave? —Nicolás elevó la cabeza, totalmente desesperado. La caja tenía candado, uno pequeño y necesitaba la llave. Sólo Kelle la tenía y ya quería ver su juguete. Tanteándolo, Kelle levantó la mano derecha, meciendo la lleve de un lado a otro y entregándosela por fin.

—Espero que podamos ir juntos a una Sexshop, ya sabes… compraríamos muchas cosas muy eróticas y seduciríamos a muchas personas —añadió ella, esperando la reacción del adolescente, quien apenas abría la caja y miraba con rostro fascinante el vibrador.

—Es perfecto —dijo, aplaudiendo y agitando a Kelle una y  otra vez. Ella asintió; sabía que ese vibrador era perfecto. Había costado una fortuna y además era demasiado bonito. El regalo de Nico era color rosa, pero a diferencia de otros, éste poseía una textura que disfrutaría cada vez que jugara —. Tienes tantas cosas… tantos juguetes

Kelle se negó a pesar de ser verdad. Quería ser humilde ante todo.

—Sólo son los necesarios….

—¿Y sólo los tienes aquí?

Ella movió la cabeza de izquierda a derecha, pensando en aquella vez que sucedió lo de su motoneta.

—Hace un año compré dos vibradores muy bonitos, recuerdo haber ido con mi motoneta y que para verme elegante los guardé en la caja de abajo, pero cuando quise sacarlos… ya no pude. Los mamones vibran cada vez que salgo a pasear con ella —comentó muy seria y alzándose de hombros, quitándose así ese peso de encima.

—¡Pero qué mierda! —Bufó el menor.

—Yo ya lo superé, es hora de que tú también lo hagas —anunció rotundamente, soltando un suspiro y asentando con la cabeza, pensando que quizá en esos momentos sus vibradores estaban jugando en la motoneta.

—Pero… ¿Cómo supiste que…?

—¿Qué eras maricona? —Terminó la pregunta. Nicolás se sonrojó —. Es fácil, cuando vi tu cara pude ver que tenía un letrero que decía: “Me encantan los penes entre mis nalgas” Pero no te preocupes, a mí también me gustan los penes, así que puedes contarme todos tus secretos —lo animó, dándole unas palmaditas en los hombros.

—Pero no me gustan todos los penes ¿Sabes?

—Tampoco a mí, yo sólo me fijo en los más grandes y gruesos, de esos que destrozan quijadas y ocupan un enorme lugar en el interior —agregó, tomándoselo con calma, y recordando que muchas veces había tenido experiencias con pollas monstruosas —. Ahora hay muchas pollas viejas que ni siquiera se levantan para decir hola. ¿Tú les has hablado? Pocas se levantan cuando les dices “hola”… pero tendrás más suerte si lo haces en las mañanas —le contó con una voz demasiado seria, instruyendo de ese modo a Nico.

Éste se rió y asentó con la cabeza, entendiendo bien el consejo, luego se encogió de hombros.

—Supongo que me entiendes a la perfección —el crío se levantó del piso al ver que su celular vibraba.

Era su padre pidiéndole estar temprano para cenar e invitando a la vez a Kelle para que también fuera, pues Tomás asistiría a la cena. Nico le respondió con un de acuerdo. A pesar de la más que amistad que tenía con Kelle, no se olvidaba que tenía a su mejor amigo y algunas veces salían juntos, pero otras Tomás se quedaba pasándola bien con Caroline.

Esa tarde, Kelle debía ir al banco y Noah no dudó en acompañarla. Al llegar, se formaron para ser atendidos. Kelle sacaría dinero y sería peligroso que llevara efectivo sola y más siendo mujer, aunque a decir verdad, Nico se miraba demasiado femenino como para defenderla como un macho, pero al menos iba acompañada y eso era lo que contaba.

Durante unos minutos, se mantuvieron callados, por respeto al lugar, pero fortuitamente, Kelle le picó las costillas al pelirrojo, tratando de ese modo llamar su atención.

—¿Ya viste esa espalda y ese trasero? ¿Así te gustan o me equivoco? —Despistadamente, apuntó a un alto hombre que estaba a tres personas de ellos. Nicolás alzó la ceja derecha y su corazón comenzó a martillar su pecho una y otra vez. Kelle se refería a Oliver, al esposo de Nicolás.

—No es como si fuera mi tipo —mirándose las manos, el pecoso se encogió de hombros, escondiéndose de los comentarios de Kelle. ¿Cómo era que su esposo estaba ahí? A lo mejor estaba depositándole dinero a su cuenta antes de tiempo y personalmente. O quizá tenía problemas con alguna de sus tantas tarjetas de crédito. Y quería saberlo, pero lo importante ahora era que Kelle no sabía que estaba casado ni mucho menos que ese guapísimo hombre era su esposo. Estaba seguro que si ella se enteraba de que estaba casado y de que su esposo era un cabrón guapísimo, entonces haría todo lo posible por convencerlo para que volviera con él y disfrutara de toda la carne.

—¿No? Parece que lo tiene grandísimo. —Subió la mano y la extendió, tanteando más o menos el tamaño. Nico le agarró la mano y la miró con mucho nerviosismo. Kelle no mentía. Oliver tenía una hermosa polla y nadie mejor que él para saberlo, pero tampoco le diría frente a tanta gente, pues sabía que cuando hablaban de sexualidad, ella se emocionaba y gritaba energéticamente. Kelle era tan seria con los tamaños de los falos y el disfrute sexual… ella era tan especial no sólo en esos temas, sino en otros. Y no sólo en temas, también era especial para Nicolás.

Kelle se había ganado la confianza del chico y cada vez que platicaba con ella, podía compararse y preguntarse ¿Por qué una mujer de 59 años de edad era más feliz que un adolescente? ¿Por qué ella no se deprimía al estar sola? ¿Por qué? ¿Por qué todo se lo tomaba con calma y no se estresaba? Por eso la admiraba, porque pese a su edad, ella era un ejemplo para todas las personas mayores y para los adolescentes depresivos, sin importar que algunas veces fuera una sucia de primera y que guardara películas pornográficas, así como también todos esos juguetes sexuales. No importaba que usara tanga, ella era feliz con eso y no se avergonzaba… ella era demasiado feliz y disfrutaba la vida como muchos no lo hacían. Kelle era muy genial. Ella era una persona única y Nico quería aprender de ella. Por eso, decidió que le contaría más tarde sobre su estado civil y sobre todo su asunto amoroso. Porque Kelle sabía que había entrado en las drogas, pero todavía faltaba más por contar y Nico le diría.

—¿No te gusta? Ándale… ve con él y conversa… quizá le gusten los tíos o si no, entonces nada pierdes con hacerlo bisexual. Esa es tu gran oportunidad —le susurró en el oído,  pensando en empujarlo para que Nico chocara accidentalmente con aquel hombre, o mejor dicho, con Oliver.  

Notas finales:

Espero que dejen sus opiniones :P a mí me ha encantado. Ahora sí será muy divertido LOL ajajajajajajaja espero que les guste mucho, hasta el otro fin n_n


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