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Logra tus deseos. por Lizama24

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Takashima era un idiota. Desde el principio hasta el final. Nunca, en todo el tiempo en que estuve tratandole en el pasado, se me hizo alguien racional. Era inteligente, de cojones. Pero era porque estaba obsesionado con Takanori y debía hacer hasta lo imposible porque nadie se lo quitara.

 

Takashima es talentoso. Tiene una habilidad para la guitarra propia de los dioses, pero se la cobraron con la habilidad para cantar. Canta peor que un ogro. Preferirías meter tu cabeza en un escusado antes de escucharlo diez segundos cantando. Pero fuera de eso, daba lo mismo. Todos podían ver su gran talento con las guitarras y darías todo por convertirte en una y sentir sus dedos por ti; nada sexual, cerdos.

 

Takashima era un misterio. Un horroroso pozo negro del cual podía salirte o un hamster, o un monstruo capaz de devorarte la cabeza de un mordisco. Esa “princesa”, como sólo yo le llamaba para joderlo, podía ser la bruja más malvada de tu cuento de princesas favorito y convertir el “vivieron felices por siempre” en un “ningún puto final feliz”. Y era idiota, ¡ah! Que ya lo dije. Pues sí, es un idiota, gilipollas, que no piensa ni pensara en su vida. La cosa aquí es, ¿entonces por qué estoy apunto de coger con él?

 

 No estuvo en mis planes esto cuando le dije si quería compartir la habitación conmigo esta vez. Yo, como el buen líder que soy, quería darle la oportunidad de hablar conmigo un poco más luego de haberlo ignorado por varias semanas. Íbamos ya en el octavo concierto de nuestra gira y hoy era el día de festejar para mañana descansar un día antes de irnos. Todos estaban deshechos por el trabajo en el concierto, así que dijeron que mejor mañana. Pero, como el gran líder que soy, creo que los dioses quisieron darme un obsequio y dejarme festejar a mí: tirándome a Takashima.

 

No estaba ebrio, pero claro que había bebido antes y después del concierto; lo comprobaba mientras mi lengua jugaba con aquella que se dedicaba a recorrer mi cavidad con ansias. Estaba demás decir que sus labios eran suaves, eso todos podían saberlo con sólo mirarlo. Lo bueno era que yo podía devorarlos en este mismísimo instante.

 

 Lo había desnudado en cuanto hubo tocado la cama y me había dedicado a darle un rápido vistazo a ese cuerpo que en poco recorrería por completo. Mis brazos estaban apoyados a los lados de su cuerpo, mientras los suyos se aferraban a mi cuello para manterme presa de esa deliciosa boca. Pronto me cansé de esa incómoda posición para dejarme caer sobre él, hundiendo mis labios contra su pecho, el cual recorrí sin dejar una sola zona sin su merecido beso. Luego mordisquee uno de sus rosados pezones, oyendo un jadeo ser pronunciado por su grave voz. Recorría su cuerpo con mis manos: sus costados, caderas y esas piernas que parecían querer encerrarme. Estaba caliente. Su piel me quemaba, o quizá era yo.

 

Continué bajando por su plano abdomen, mordisqueando varias veces para poder escuchar los sonidos que viajaban por su garganta hasta mis oídos. Los dedos de Kouyou se peleaban en mis cabellos y a veces en mis brazos. Era un tremendo desconsiderado al pellizcarme. Tomé su erección, igual de ansiosa que la mía, masajeando con velocidad toda su extensión. Escuché sus jadeos y gemidos más desesperados, y reí. Y él me golpeó. Mis dientes jugaban con la piel de una de sus piernas, tironeando y haciendo unas marcas bastante bellas. Si pensaba volver a dejarme, me iba a asegurar de que me recordara algunos días.

 

Él pareció molesto al no poder tocarme como se debe, por lo que se escabulló de entre mis brazos con facilidad. Con tanta facilidad como la que tiene para gustarme… Exagero, no tanta. Su cuerpo desnudo era una perdición. Era como él decía: la ropa deja bastante a la imaginación, te seduce. Y yo podría agregar: que cuando la quitas, te das cuenta que es mucho mejor que tu fantasía.

 

Se metió entre mis piernas, engullendo mi miembro tan profesional que me hizo sentir celos, aunque bueno, tampoco es como si yo fuera virgen. Ahora yo estaba recostado, viendo el techo algo borroso y no era por mi mala vista. Sentía su lengua por mi caliente carne, y a veces el calor incrementeba al estar encerrado en esa cavidad bucal. Gemí, está demás decirlo. Le di el gusto de que manoseara mis piernas y mi abdomen, porque hacía muy bien su trabajo. Veía su rubia cabellera moverse de arriba abajo. Sí, estaba muy amarillo su cabello y recordé que Aoi quería teñirse de rosa para el último concierto, pero no de un rosa tan exagerado como ese maldito amarillo que hasta encandilaba. Pero joder, ¿por qué pienso en el cabello de Aoi en este instante?

 

Cuando estuve seguro de que me correría sin poder avisarle a mi acompañante, o quizá sin querer hacerlo por malvado, le vi apartarse. Me sonrió al estar satisfecho de mi expresión de extremo gozo. Tuve al poco tiempo su trasero sobre mis piernas y su boca cerca de la mía. Le mordí el labio inferior, recibiendo una risa como premio.

 

—¿Tengo que prepararte? —Mi voz sonaba tan sofocada que lejos de sexo parecía estar peleando por mi vida.

 

Rió, metiendose dos de mis dedos a su boca, empapandolos de su saliva. Tenía una sonrisa en su rostro que nunca me había mostrado, una que me excitaba demasiado. Metí uno de mis dígitos en su interior, él recargó su frente en mi hombro y movió sus caderas de forma que yo sólo prestaba mi dedo. Pero no estaba conforme y por ello yo me puse a prepararlo, entrando y saliendo de él. Suspiraba, y se aferraba a mí con fuerza. Un segundo dedo se hizo paso, dilatando aún más su anillo de carne. Lo escuché susurrar y me atreví a preguntar un “¿Qué?” pero no volví a oír más que sus jadeos.

 

Al poco tiempo estaba listo y mi pene bastante emputado conmigo. Retiré mis dedos y llevé el glande hasta esa entrada, empujando suavemente contra la misma. Él se incorporó al haber estado tirado sobre mí. Se elevó dejándome entrar con más facilidad. Su sonrisa me tenía más embobado que el sentir su interior apresar mi erección. Él empezó a moverse, meneandose y subiendo antes de dejarse caer. Apretaba sus párpados al igual que mis hombros, con la misma fuerza. Su piel tan blanca brillaba por el sudor que la cubría, aún más que su escandaloso cabello. Era como si me estuviera follando una estrella, sin romanticismos: una estrella real.

 

Lo sujeté por su cadera con mis manos y me di a la tarea de embestirle, con más rapidez y cada vez más fuerte. Me sentía jodidamente bien; el placer se mezclaba con una sensación cálida en mi cerebro al saber que aquel era Takashima. Lo escuchaba chillar mi nombre. Sí, mi nombre de pila salía de sus carnosos labios. Se apresuraba a sí mismo, al saltar con más frecuencia, al olvidar sus cansadas piernas para poder seguir recibiendome en su interior. Gritó al mismo tiempo que yo cuando di con su próstata. Era un puto ruidoso y mañana no podría escapar de las burlas del resto de nuestros compañeros de banda.

 

Lo masturbé, logrando se retorciera aún más con eso. Estaba sintiendo mi clímax tan cerca que me daba vergüenza fuera demasiado pronto. Pero lo sentí a él correrse en mi mano y supe que todo estaba bien. Me vine dentro, aunque no hubiera querido Takashima no parecía dispuesto a levantarse. Sus ojos estaban llorosos, temblaba y hace rato que sus uñas estaban por arrancarme la piel. Se tiró de nuevo sobre mí, no tardando en ser rodeado por mis brazos. Tenía el pulso acelerado y la cabeza hecha un lío, tanto así que no volví a escuchar lo que susurró. Besé su cabeza, por si acaso.

 

—Tu novia… —Le oí susurrar mientras ya estaba quedándome dormido. Reí por lo tonto que sonaba aquello, ¿no pensó en ella antes?

 

—Yo no termino con las personas por mensaje. Debes esperar a que volvamos, entonces tú podrás ser mi novia.

 

Quizá no razonó mis palabras, porque sólo escuché un “De acuerdo”, antes de que se durmiera sobre mí.

 

Lo arropé luego de acomodarlo en su cama y me quedé contemplandolo. ¿Era más bello que mi novia? Por supuesto. ¿Me gustaba más? Eso era obvio. ¿Era igual de pendejo que él? Efectivamente.

 

Diablos. ¿Y si la termino por video llamada? 


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