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De Soledad y Recuerdos por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

¡¡Hola!! Mis linduras, este es el último capítulo de esta historia. Pero el próximo martes subiré un epílogo de la historia.

Espero que les guste y sea de su agrado.

No se olviden de pasarse a comentar. Una opinión siempre es valiosa y será bien recibida xD

Capitulo XVI: El calor de las sábanas blancas

 

Cuando despertó, sintió su cuerpo caliente, demasiado caliente para ser normal; debía tener fiebre. Trató de moverse y al instante sintió una punzada de dolor en el hombro izquierdo que le impidió hasta respirar; era un dolor agudo que le atravesaba el cuerpo. Cuando quiso abrir los ojos, se dio cuenta que sus párpados pesados se lo impedían.

—¿Jean? —preguntó una voz al lado suyo.

Su cerebro febril pensó rápido; sabía que conocía esa voz suave, era Armin. El chico le pasó una mano por la frente, seguramente tratando de tomarle la temperatura, y como le encontró la temperatura alta, pronto reemplazó su mano por un paño frío.

—¿Jean, estás despierto? —volvió a preguntar.

—Eren... —Fue lo único que pudo susurrar. El dolor que sintió al hablar había sido como un desgarro en la garganta. El ramalazo que sentía era insoportable: le dolía hablar, le dolía respirar, le dolía todo...

—Eren está bien, no te preocupes —dijo Armin—. No está aquí porque justo ahora está descansando; Mikasa lo llevó a la fuerza a su cuarto para que durmiera un poco, porque ha estado todo el tiempo a tu lado, esperando a que despiertes —explicó—. Sólo se apartaba de tu lado para los cientos de reuniones en los que han estado todos los líderes, Eren incluido, después de lo que pasó en Roothmar. Y bueno, esta es de las pocas veces que logramos que se fuera a su cuarto a dormir. Ahora debe estar descansando, pero está bien, no te preocupes.

El cerebro de Jean empezó a agudizarse de a poco, volvía a ser astuto, analítico, y recordó lo que había pasado: la traición de muchos de sus superiores, el disparo que había recibido y el peligro en que había estado Eren. Armin decía que estaba bien, pero a él no le constaba.

—Eren… —volvió a susurrar con voz cada vez más débil.

—Realmente quieres verlo... —susurró Armin. Jean sólo tuvo una visión fugaz y borrosa de su rostro entre preocupado y afable, mientras trataba de abrir los ojos con todas sus fuerzas, sólo logró tres parpadeos rápidos, y luego sus ojos se volvieron a cerrar—. Está bien, iré a su cuarto a traerlo, no me tardo.

Escuchó cómo Armin se ponía de pie y se alejaba, haciendo que los tablones de madera del piso crujieran bajo su peso. Abrió la puerta, que emitió un chirrido suave, porque había sido abierta con delicadeza. Estuvo ausente unos minutos, no supo cuántos con exactitud, hasta que la puerta volvió a abrirse, estaba vez azotándose contra la pared. Aunque no había abierto los ojos, Jean supo por ese gesto impulsivo, que se trataba de Eren.

Lo sintió arrodillarse en la cama, junto a él, antes de tomarle la mano. Su calidez le traspasó la piel.

—Jean... ¿estás despierto? —le preguntó. Luchó con todas sus fuerzas para abrir los ojos. Aun veía borroso, pero ahí estaba Eren; sus ojos turquesa estaban acuosos de lágrimas, pero sonreía, se veía encantador cuando se reía.

—Eren... —susurró, y sus párpados traidores volvieron a cerrarse, quitándole la vista de Eren; el chico más turbador que alguna vez había conocido.

—Estaba tan asustado por ti, creí que no volverías a despertar nunca. Han pasado tres semanas desde que te dispararon —le explicó.

—¿Estás bien? —logró articular con dificultad.

Luchó otra vez contra sus párpados: uno, dos, tres, sólo en el cuarto intento logró mantener los ojos abiertos. Su visión ya no era tan borrosa, podía ver la sonrisa de Eren con claridad; no había sufrido ni un rasguño después de que lo hirieron.

—Sí, estoy bien —dijo Eren asintiendo también con la cabeza—. Todo gracias a ti.

—Me alegro —dijo soltando un suspiro.

—El único que ha estado en peligro eres tú, Jean. Creí que tendría que morir para ir a darte patadas en el culo por haber roto nuestra promesa —bromeó.

—Yo nunca rompería una promesa contigo, gatito —respondió.

Eren sonrió de nuevo, pero esta vez se agachó en la cama hasta capturarle los labios con la boca. El contacto arrojó una ola de calor a sus labios, bajó por su pecho y se instaló en la boca de su estómago. Un contacto mínimo que lo hizo sentir vivo. Reunió toda la fuerza que le quedaba en el cuerpo débil, y con dificultad, levantó la mano derecha y la usó para acariciarle el rostro a Eren. Necesitaba con desesperación asegurarse que el chico estaba bien, que eso no era un sueño; enredó los dedos en su cabello castaño y suave.

—Me alegro que estés bien, Eren.

—A mí me alegra más que tú estés bien, Jean.

Le sonrió de vuelta y dejó que su mirada se perdiera más allá del rostro de Eren. Reconoció las vigas de roble del techo, los muros de piedra y el viejo mobiliario; estaba dentro de su cuarto, esa cama tibia, esas sabanas cálidas, eran las suyas. Estaba en el castillo de la Legión de Reconocimiento. Pero, ¿eso era posible?

—¿Qué pasó? ¿Estamos... Dónde estamos? —preguntó haciendo un esfuerzo, forzando a su cerebro a pensar con rapidez.

—Estamos en el castillo. Estamos seguros, Jean, no te preocupes.

—¿En el castillo? ¿Pero cómo? ¿Y el conde?

Las dudas lo impactaron como una bofetada directa en la mejilla. Estaba tan confundido, aun temiendo por la vida de Eren, que trató de incorporarse, desesperado, pero el dolor agudo que le atravesó el hombro, lo hizo soltar un quejido y cerrar los ojos; el dolor que sintió fue insoportable.

—Jean, tranquilo. —Eren le puso una mano en el pecho y lo recostó otra vez—. No te muevas.

—Debes mantenerte quieto, Jean —ordenó Armin—. La Mayor Hanji te trató las heridas lo mejor que pudo. Por suerte fue una herida limpia que entró y salió, sin producir mayor daño. Un par de huesos rotos cerca del hombro, pero el yeso que te pusimos hará que con suerte, los huesos se suelden, sin dejar secuelas del impacto de bala que sufriste. —Mientras escuchaba la explicación de Armin, Jean se dio cuenta que la venda que tenía sobre el hombro había sido endurecida y ahora le ayudaba a tenerlo fijo—. Pero para eso, debes descansar adecuadamente —terminó.

Jean soltó un suspiro hondo y volvió a cerrar los ojos; le ardían y la luz radiante del mediodía le molestaba, tal vez debido a que estuvo mucho tiempo dormido.

—¿Quieres algo? —le preguntó Armin. Jean abrió los ojos, y lo vio asomado hacia su cama; había preocupación en su mirada.

—Agua. —Sólo en ese momento se dio cuenta de la sed que tenía. Sus labios estaban resecos, su garganta rasposa y su estómago vacío.

Armin caminó hasta el mueble de la ropa, encima había una jarra de loza blanca y un vaso de vidrio. Llenó de agua fresca el vaso y se lo trajo de vuelta, pero antes de poder dárselo, Eren lo interceptó y le quitó el vaso de las manos. El chico tuvo que levantarle la cabeza para ayudarlo a beber, pero debido a la posición, un poco de agua resbaló por las comisuras de su boca y empapó la almohada.

—Gracias —susurró. El agua fresca había bajado por su garganta, humedeciéndola; ya no le dolía tanto al hablar.

—Te hemos estado alimentando con miel diluida en agua —le contó Armin—, como has estado inconsciente todo este tiempo.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —Estaba desorientado aún, su cerebro no terminaba de funcionar con la celeridad que a él le habría gustado.

—Han pasado tres semanas —le respondió Eren.

—Tres semanas...

—Ya había empezado a perder las esperanzas de recuperarte —susurró Eren. Su voz y su mirada eran tristes—. Me diste un susto de muerte, idiota.

—Cuéntame qué pasó —volvió a pedir.

—Luego de que Strauss te disparara, Historia lo mató.

—¿Que? —Jean lo miró desconcertado—. Pero si Historia estaba con él, era otra más del grupo de traidores.

—No, no era una traidora, sólo se hizo pasar por una para ganarse la confianza de Strauss —mintió—. Pero bueno, luego que ella lo mató, entre los dos curamos tus heridas. Al rato llegaron el resto de las tropas. El Comandante Smith decidió que debíamos trasladarte. El camino de regreso fue complicado; fuimos atacados por varios Titanes, así que me tuve transformar para destruirlos a todos sin arriesgar nuevas bajas. También fui yo quien capturó los dos especímenes que había pedido el conde.

»Cuando él nos vio llegar al castillo con los dos Titanes, conmigo vivo y con todos sus traidores muertos, no supo qué decir. ¡Quedó mudo de la impresión! Pero el Comandante Smith no le dejó saber que habíamos descubierto su traición. Le dijo que habíamos tenido un imprevisto, que habíamos sido atacados antes de llegar a Roothmar y que debido a ello, habíamos perdido a muchos importantes miembros. El Comandante le entregó una lista con los soldados caídos en batalla, dentro de la que estaban todos sus traidores. Así que por parte del conde, él no tiene idea de que sus intenciones fueron descubiertas.

—¿Y renunció a sus intenciones de matarte así nada más?

—Estuvo aquí un par de semanas, estudiando a los Titanes, pero pronto se aburrió; todo había sido una pantalla, nunca estuvo interesado en saber sobre la naturaleza de las bestias. Se marchó resguardado por su comitiva de la Policía Militar hace menos de diez días.

—El Comandante Smith y el Capitán Levi tomaron todas las precauciones para mantener a Eren a salvo —intervino Armin—. Como es lógico, ahora existe mucho temor de un nuevo atentado contra la vida de Eren, incluso aquí. Así que ha estado acompañado todo el tiempo; el Capitán Levi o Mikasa se encargan de cuidarlo.

—Me queda claro, pero... ¿Qué vamos a hacer? De ahora en adelante, quiero decir.

—Ya sabemos que no podemos confiar en nadie más —respondió Armin—. El Comandante Smith planea jugar una estrategia de doble cara: aparentando desconocimiento de las intenciones de los burgueses de Sina, pero tomando todos los resguardos para que una situación así no vuelva a ocurrir.

—Así, la próxima vez que intenten algo —intervino Eren—, estaremos preparados.

—Eso suena típico del Comandante Smith.

Con el pulgar, Eren delineó los labios de Jean en una caricia suave antes de capturárselos con la boca. Se perdieron cada uno en el otro: en los labios, en las manos, en el sabor, en el olor, en todo. 

—Te extrañé mucho, Jean —Eren susurró contra sus labios y lo volvió a besar, suave. Pero fueron interrumpidos por la tos de Armin; el chico estaba incómodo.

—Voy a ir a informar a la Mayor Hanji que has despertado —les dijo antes de caminar hacia la puerta.

—¿Él lo sabe? —preguntó Jean. Eren sólo se encogió de hombros y le sonrió.

—Ahora lo sabe.

—¡Hey! No podemos ser así de despreocupados —dijo Jean; miraba los ojos profundos de Eren con el ceño apretado en un gesto de preocupación—. Armin es nuestro amigo y es alguien de confianza, pero lo que hay entre tú y yo no es algo que pueda saber todo el mundo.

—Lo sé, no te preocupes —respondió Eren, riendo suave. Con la yema de los dedos delineó la pequeña cicatriz que había quedado en la barbilla de Jean—. Hasta ahora, los que lo saben con seguridad son Levi y Hanji, y después de esto, Armin. Mikasa creo que lo sospecha, pero no sabe nada con seguridad —dijo encogiéndose de hombros—. No planeo que nadie más se entere.

—Bien. —Jean le tomó la mano y le acarició los dedos con suavidad; sus ojos estaban fijos en los dedos largos de Eren—. No lo digo porque me avergüence de ti o algo por el estilo —dijo de pronto, levantando la mirada de golpe—. Puede ser peligroso. Nunca se sabe cómo puede reaccionar la gente a una noticia así.

—Lo sé, no te preocupes.

Se miraron a los ojos por minutos, reconociéndose mutuamente. Parecía un milagro que ambos hubieran sobrevivido y ahora tenían la esperanza de un futuro, juntos.

Jean, levantó el brazo derecho con dificultad y lo usó para rodear la cintura de Eren, lo atrajo hacia sí hasta que el chico quedó reposando sobre su pecho.

—Extrañé tanto tu olor… —susurró hundiendo la nariz en los cabellos castaños de Eren.

—Yo extrañé tus besos.

Tuvieron un par de minutos para compartir una mirada cómplice, antes de ser interrumpidos.

La puerta fue tocada con suavidad. Eren se separó de él y caminó hasta abrirla. La primera en entrar fue Hanji, casi corriendo y con una sonrisa pintada en el rostro. A ella, la siguieron el Comandante Smith, que lo miró con una mezcla de mirada serena y sonrisa mínima, y finalmente entró el Capitán Levi, con una expresión indescifrable en el rostro.

—¡Jean! Qué alegría que estés despierto —dijo Hanji, alegre. La mujer se le acercó y empezó a inspeccionarlo: le revisó los ojos, le hizo abrir la boca, le tomó la temperatura—. Pareces estar recuperado. ¡A ver! Mueve el brazo —le ordenó. Jean aún no podía levantar el brazo por el dolor que esto provocaba en su hombro, pero movió cada uno de los dedos y abrió y cerró la mano—. Parece ser que no quedaste con ninguna secuela que implique la movilidad de tu brazo izquierdo.

—Aún me duele mucho el hombro —contó. Paseó la mirada de la mujer, hasta el resto de sus superiores; Eren y Armin estaban junto a la puerta—. Pero supongo que se me pasará en cuanto la herida sane por completo.

—Probablemente el dolor nunca se vaya del todo —le explicó la mujer—. Se sabe de casos de gente que ha recibido disparos con consecuentes huesos dañados, y sufren de dolores permanentes, sobre todo a causa del frío.

—Supongo que me tendré que acostumbrar. —Jean sonrió afable. Intentó encogerse de hombros, en un gesto natural, pero sólo consiguió mover el hombro sano—. En todo caso, es un precio barato a cambio de una vida.

—Tiene razón, Kirschtein —dijo Smith; su voz era tan dura como siempre—. Su comportamiento fue ejemplar, incluso se podría decir que fue extraordinario. No todos podrían haber actuado con tanta lucidez bajo una situación como la que vivimos en Roothmar.

—Lo único que hice fue cumplir con mis órdenes, señor —respondió, solemne—. La misión del Equipo de Operaciones Especiales era mantener con vida a Eren, aunque esto nos costara la vida.

—Tiene razón, Kirschtein —dijo Smith—. Sin embargo, usted mejor que nadie sabe que no todos son capaces de cumplir con lo que les ha sido encomendado. Los soldados sólo siguen órdenes, no tienen derecho a tomar decisiones, pero bajo circunstancias límite, puede darse en caso que no cumplan con su deber. —Smith y Levi, ambos de pie al costado de su cama, lo miraron impasibles—. Fue muy acertado haber incluido a un soldado como tú en el equipo. Aun me pregunto si fue sólo cosa de suerte que Levi haya decidido nombrarte.

—No fue suerte —dijo Levi. Era la primera intervención que hacía, hasta el momento se había limitado a mirarlo fijo, con los brazos cruzados y la espalda apoyada en la pared—. Yo sabía que Kirschtein era el soldado más indicado para cumplir la misión de mantener a Eren con vida, incluso más calificado que yo.

Con esta declaración, todos ladearon el cuello para mirar a Levi, extrañados.

—¿Y eso por qué? —Smith verbalizó la pregunta que se hacían todos.

—Es sólo una intuición —respondió encogiéndose de hombros—. Siempre he sabido leer a las personas por su mirada. Kirschtein tenía la mirada adecuada.

Jean no supo con certeza qué era lo que estaba intentando decir Levi, así que sólo bajó la mirada y guardó silencio, al igual que el resto de los presentes en la habitación.

—Sugiero que nos marchemos ya y dejemos a Jean descansar. —Hanji soltó un suspiro amplio—. Todavía tiene que reponer sus fuerzas. —Caminó hasta la salida y abrió la puerta, pero antes de perderse en el pasillo, giró el cuello para mirar a Jean—. Voy a mandar a alguien que te traiga una comida de verdad. Supongo que después de semanas sin comer, ya lo extrañas.

—¡Yo puedo ir por ella! —dijo Eren: si iba por la comida, tendría una excusa para estar más tiempo con Jean—. Sasha está en la cocina hoy, así que apuesto a que es un buen almuerzo.

—Bien —aceptó el Comandante Smith con un movimiento de cabeza—. Descanse, soldado Kirschtein. Esperamos su completa recuperación prontamente.

Todos se encaminaron a la salida, el último era Levi, pero el hombre no salió de su dormitorio, se limitó a cerrar la puerta tras los demás y darse la vuelta para ver a Jean; inspeccionándolo con sus fríos ojos grises.

—¿Capitán? —le preguntó, intrigado—. ¿Pasa algo?

—¿Quieres saber por qué te sugerí a ti como miembro del Escuadrón de Operaciones Especiales? —dijo Levi sin previo aviso—. Es porque ese día, cuando vi la forma en que lo mirabas, supe que tú estabas dispuesto a morir por él.

Aunque Levi no había mencionado nombre alguno, ambos sabían que estaba hablando de Eren. Jean guardó silencio, no había nada que pudiera decir.

—Yo a Eren lo amé —reconoció Levi. Su voz átona se oía extrañamente suave—. Lo amé muchísimo, pero yo no podría protegerlo de la forma en que lo haces tú. ¡No sólo como soldado! Lo que quiero decir es que tú puedes darle lo que necesita. —Levi desvió la vista hacia la ventana; había cierta melancolía en su mirada—. Así que ámalo, ámalo de la forma en que yo nunca pude hacerlo y que él necesita.

Jean lo miró atónito por varios segundos, sin saber cómo reaccionar a una petición tan imprevista como esa, hasta que finalmente sólo pudo responder con la verdad.

—Sí, señor.

 

Notas finales:

Ojalá les haya gustado el capítulo final. Recuerden que hay epílogo.

¡¡Besos!!


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