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De Soledad y Recuerdos por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

He decidido retomar este fic que tenía en pausa hace mucho. Voy a actualizar todos los sábado. 

Capítulo IV: La cómplice luz plateada de luna


 


 


—Marco…


Eren detuvo todo movimiento y alejó sus dedos del rostro de Jean, sin poder evitar sentir una extraña amargura en el corazón. Se giró en la cama, quedando boca arriba y cruzó los brazos bajo su cabeza. De un momento a otro, el techo de su habitación se transformó en la cosa más interesante del mundo, pues no pudo apartar su verdosa mirada de las viejas y oscuras vigas de roble. Suspiró hondo y una sonrisa amarga se formó en su rostro.


No estaba seguro a qué se debía ese dolor que había sentido en el pecho. O tal vez lo supo desde un principio y no lo quiso aceptar, pensando ilusamente que si no lo reconocía, sería como si nunca hubiera pasado.


Cuidando de hacer el menor ruido posible, se deslizó fuera de la cama y volviendo a calzarse las botas, cogió la capa verde y salió. La noche estaba helada, pero la llovizna del día anterior había despejado el cielo por completo, haciendo que el día de hoy, la plateada luz de la luna llena iluminara con su tenue reflejo cada rincón de la estancia.


Cuando salió al patio central, tuvo que cubrirse con la capa, porque la brisa nocturna le caló los huesos. El sonido de los adoquines resonó bajo sus botas haciendo eco en los largos pasillos del castillo, magnificando sus sonidos por el abrumador silencio nocturno, pero no detuvo su caminar enérgico hasta que hubo llegado por fin a su destino: el viejo bosque de coníferas que rodeaba el castillo.


Esa noche vagó como un sonámbulo por el oscuro bosque; daba el lúgubre aspecto de un alma en pena. La luz de la luna se colaba por el follaje, creando alargadas sombras por el suelo amortiguado de hojas muertas y los retorcidos troncos de los árboles creaban confusas siluetas que parecían moverse en la penumbra.


Por un segundo dejó que la amargura lo consumiera y se sintió inmensamente solo.


Pero al segundo se obligó a recordar que él y Jean no eran nada. Jean sólo tenía un único y gran amor... Y ese era Marco.


La situación de Jean ni siquiera podía compararse con la suya. Él y Levi habían mantenido una relación por un tiempo, pero había sido el mismo Levi quien decidió terminarla. A Jean le habían arrebatado a Marco, fue la muerte quien lo alejó de su lado. En su caso, había sido Levi quien se fue por voluntad propia.


En cierto modo, entendía a Jean. Marco era un muchacho dulce y preocupado, ¿cómo no se iba a enamorar de él?, ¿cómo no iba a extrañarlo? Además, Marco también era su amigo. Si él había sufrido con su prematura e inesperada muerte, no quería imaginarse cómo se había sentido Jean en ese instante, el dolor debió haber sido insoportable.


Sí, era verdad, el amor de Jean era Marco. La relación de ellos era apenas un paliativo para soportar las duras noches de soledad. ¡Ni siquiera eran amigos! Lo de ellos era un intercambio de sexo y placer, no había sentimientos de por medio; lo que sentía su corazón ahora era completamente irrelevante.


—Así que de eso se trataba todo, Eren.


El castaño se sobresaltó al instante de escuchar esa voz fría e impersonal a sus espaldas, sabiendo a la perfección quién era el dueño.


—Ni siquiera tuve que esforzarme en reunir la información, tú me la entregaste en bandeja de plata —Levi caminaba con pasos ligeros y cautelosos, apenas audibles incluso para los oídos entrenados de Eren—. Caíste en la trampa.


Eren se dio la vuelta rápido para mirarlo asustado. No tenía idea del porqué de ese temor repentino, era como si hubiera sido descubierto cometiendo una falta grave. Un escalofrío recorrió su espalda y le erizó la piel, y no fue producto del frío ambiente, se debía a la gélida mirada de ese hombre. A Eren no le constaba, pero estaba seguro que el otro hablaba de Jean.


—Sólo bastó con dejarte una noche sin guardias y se descubrió el misterio —Levi caminaba en su dirección, ahora que estaba más cerca se podía oír el crujir de las hojas secas bajo sus pasos—. Ya me había parecido extraña tu desaparición anoche. ¿Por qué no bajaste cuando sonó la alarma? ¿Por qué no estabas en tu cuarto cuando te fueron a buscar? ¿Y si no estabas ahí, dónde estabas?


—¿De qué va todo esto? —el castaño encaró a su superior con mirada huraña.


—Nunca me imaginé que te estuvieras acostando con Kirschtein —Levi continuó como si no hubiera oído la pregunta del menor. Cuando estuvo a un par de metros de su cuerpo se paró de frente, su mirada era igual de imperturbable que siempre—. Sólo empecé a sospecharlo anoche, cuando los vi llegar a ambos tarde a la formación.


—No sabía que le importara tanto para que me vigilara de esa manera, Heichou.


—¡No te pases, mocoso! —Su voz, que se había mantenido calmada todo ese tiempo, pareció perder su gélida quietud y se alzó a modo de advertencia—. Yo personalmente estoy a cargo de tu custodia y anoche me hiciste quedar como un verdadero incompetente.


Eren afiló la mirada y contraatacó.


—¿Es sólo eso?


—¿Qué más esperabas, mocoso?


—No lo sé, parece celoso, Heichou —Eren le respondió con una sonrisa altiva, encogiéndose de hombros en un gesto casual.


—¡Deja de delirar!


—¿Entonces por qué tanto escándalo? Francamente no veo cuál es el problema —Eren parecía haber olvidado la tensión inicial que le provocó la presencia de Levi, porque ahora se veía completamente relajado, incluso se permitió quitarse la capucha y enseñar con toda libertad la sonrisa que adornaba su rostro—. Mi vida personal es privada. No tiene nada que ver con mi rol como soldado.


—Estás muy equivocado, mocoso. No podemos arriesgarnos a que algo interfiera en tu desempeño —Levi respondió cortante; no se dejó influenciar con la soltura de Eren, continuó hablándole tan serio como siempre—. Tú no eres más que un arma. La más poderosa con la que cuenta la humanidad ahora, mantenerte dentro de ese estatus es nuestra prioridad como Tropa de Reconocimiento y mi misión en específico.


—¡No recuerdo que eso haya sido un problema cuando me acostaba contigo!


Eren estaba furioso. Si había algo que no soportaba era la hipocresía y en el caso de Levi, ésta era por partida doble. Cuando estaban juntos había dicho amarlo y ahora que estaban separados decía que no le importaba, pero aun así, parecía celarlo. ¡De qué rayos iba todo eso!


—¡¿Qué significan todas estas palabras ahora?! —Eren gritó enfurecido. El latido de su corazón era inestable; estaba perdiendo el control de sí mismo— Si tú te fuiste sin siquiera decir adiós.


—Eren, no lo has pensado en detenimiento —Levi replicó serio, su voz calmada como el agua quieta de un estanque—. ¿Qué pasará si en el futuro debemos salir a una nueva expedición y ustedes quedan en grupos separados?


Eren frunció el ceño, pero no respondió. Sabía lo que Levi intentaba decir, aunque no quería darle la razón.


—Te diré lo que pasará —Levi continuó—: Tú estarás tan preocupado por saber cómo está él y viceversa, que ninguno de los dos podrá cumplir con el deber que se les ha encomendado y ambos morirán —hizo una pausa para leer la reacción del menor, éste se veía ensimismado—. Es así de simple.


Eren se mordió los labios, sentía que las lágrimas estaban a punto de caer por la comisura de sus ojos, pero las mantuvo en su sitio por pura fuerza de voluntad. Ahora entendía todo a la perfección: lo que trataba de decirle Levi. Mucho tiempo atrás ya se lo había dicho, que él no era más que un chiquillo, un adolescente iluso que aún creía en cuentos de hadas, y ahora demostraba que había tenido toda la razón.


No había pensado las consecuencias de sus acciones, se había dejado llevar por el momentáneo confort que le daba la compañía de Jean sin medir consecuencias. Y ahora todo era confuso…


—Estamos en una guerra ¡Una guerra por la sobrevivencia de la especie humana! —La forma de pensar, más lógica y menos emocional del adulto, habló— ¿Por qué aún no te das cuenta que el amor es una estupidez? ¿Qué no ves que ese sentimiento los va a llevar a la muerte a ambos?


—O tal vez ese sentimiento nos daría la fuerza para luchar hasta el final —Eren replicó luego de un largo rato de silencio, se veía convencido.


—Creí que después de todo este tiempo, de todo por lo que has pasado, finalmente crecerías un poco, Eren —Levi antes que todo era un soldado, y ahora dejó que el soldado hable por él. No podía sentir apego por nadie más, ya había perdido a demasiadas personas queridas—. ¡No es el momento para andar buscando a tu príncipe azul! Esta es la realidad que nos tocó vivir, entiéndelo de una vez.


—No sé por qué pierdo mi tiempo tratando de explicarte, tú no lo entiendes —la voz de Eren era llana y sin emoción—. ¡Te es imposible comprender un sentimiento así!


Levi no le respondió. Había decidido pasar por alto la desfachatez y altanería del menor, después del tiempo que lo conocía, ya se había acostumbrado a su actitud rebelde y hasta tenía que reconocer que el chico le recordaba a él mismo antes de unirse a las Tropas de Reconocimiento. Pero si había algo que no soportaba era su estúpida e ilusa forma de pensar.


Entendía a la perfección la silenciosa recriminación que le estaba haciendo Eren. Era lógico, después de haber empezado una relación con él, de haber dicho que lo amaba, de haber tomado su cuerpo y su inocencia, lo abandonó a su suerte sin derecho a apelación alguna, escudado en la vil excusa de la traición de la que se sentía objeto por parte del menor. Y aunque esa noche de la fría despedida, el chico había llorado y suplicado, él había sido intransigente en su decisión y había permanecido inamovible todo ese tiempo.


Después de todo, Levi creía que eso era lo mejor para ambos, pero sobre todo para Eren.


—Aún eres un niño, Eren —el rostro de Levi se veía cansado, como si de un momento a otro, el peso de los años de dolor hubiera caído sobre él, aplastándolo—. Un niño que busca desesperadamente amor y protección. Lo intentaste buscar en mí, porque soy la única figura de autoridad en tu vida… Pero te equivocaste.


La máscara de hierro y frialdad en el rostro de Levi se cayó por unos instantes. Instantes en los que creó la ilusión de ser un hombre más, un hombre común y corriente, con dolores, sufrimientos, culpas y recriminaciones.


—¿Cómo sabes que mi felicidad no está junto a ti? —Eren lo miraba fijo, su mirada intensa no parecía haberse dado cuenta del cambio efectuado en el mayor; sus ojos estaban cegados por el rencor.


—Eso no es verdad.


—Eso no lo sabes —el brillo del odio fulguró en la superficie cristalina de los ojos turquesa de Eren—. No lo sabes, porque nunca quisiste intentarlo.


—Puede ser…


Ahora hasta la voz de Levi parecía haber perdido toda su fría autoridad y se oía con el inconfundible timbre que crea la sombra del arrepentimiento. Soltó un suspiro y se masajeó el entrecejo en gesto cansado al mismo tiempo que esquivaba la mirada intensa de Eren fija en él. Le dio la espalda al chico y se internó de nuevo en la espesura del bosque de coníferas, hasta encontrar un viejo tronco recto donde descansó la espalda.


—¿Cómo sabes que es amor lo que sientes? —Levi le habló al menor desde la distancia; tuvo que alzar la voz para que éste lo escuchara— Tal vez es admiración.


—Tal vez son ambas cosas, que se transformaron en una sola —Eren replicó con seriedad, como siempre sus palabras sólo expresaron la firme resolución de su voluntad. Por un instante dio la impresión de ser mayor de lo que realmente era, porque la sólida madurez acompañó sus palabras—. Todo lo que se admira, a la vez se ama.


—Tal vez…


Eren endureció la mirada, su entrecejo estaba apretado en un gesto de recriminación. Esa actitud errática en Levi lo desconcertaba.


—Tú representas todo lo que yo idealizo —Eren continuó; su voz estaba ronca de dolor, pero bien podía ser interpretado como consecuencia del frío nocturno—. Como soldado, como hombre…


La luz de la luna iluminaba el claro de bosque donde podía verse sin problemas la figura de Eren: alto y delgado, envuelto en la larga capa verde de invierno que le llegaba hasta los tobillos, la amplia capucha estaba abajo, abultaba su espalda y le despejaba por completo la cabeza, por lo que cada una de las expresiones de su rostro podían verse con claridad.


Pero Levi, se encontraba escondido en la penumbra del enorme bosque; era sólo una sombra sin forma a los ojos del menor. Si Eren no lo hubiera seguido con la mirada, con toda probabilidad no sabría dónde se encontraba ahora, así que sin despegar los ojos de su figura, se encaminó hacia él; quería verle la cara de frente. A medida que se acercaba, el cuerpo menudo de Levi fue adquiriendo forma hasta que la claridad plateada de la luna le permitió a Eren vislumbrar apenas la mitad izquierda de su pálido rostro.


—No te imaginas la forma en que me rompiste el corazón al dejarme —Eren se paró cuando estuvo a centímetros del cuerpo del mayor; cuando habló, su tibio aliento le rozó la piel.


Levi guardó silencio; parecía estudiarlo, pero su silencioso recaudo sólo enfureció más a Eren; sintió que el mayor no lo tomaba en serio, en realidad le parecía que nunca lo había hecho, por eso le dolía tanto. Y movido por el resentimiento, se propuso sincerarse con Levi de una vez por todas; si esta iba a ser la última vez que hablaban, al menos se aseguraría de decirle todo lo que pensaba.


—Tú nunca fuiste capaz de creer en la sinceridad de mis sentimientos por ti —habló con voz áspera y cortante;  una voz cargada de rencor—. Antes me lo cuestionaba siempre. Creí que era mi culpa, me creí incapaz de expresarte todo lo que realmente sentía. Pero ahora sé que no fue por eso —Eren hizo una pausa, tuvo que respirar hondo y desviar la mirada unos instantes para recuperar la compostura y evitar que le tiemble la voz—. Tú nunca creíste que te amaba, porque tú nunca has amado.


Necesitaba decirlo, Eren quería dejarle en claro que no había sido su culpa que esa relación no funcionara: como había dicho Levi el día que lo dejó, el día en que le recriminó por ser un traidor. Ahora tenía claro que la razón no había sido esa y necesitaba expiar esa culpa.


—Me hiciste creer que era mi culpa…


—Hablas en pasado —Levi lo interrumpió y lo obligó a fijar la mirada otra vez en él—. ¿Acaso me dirás que ya no sientes nada por mí?


—¿Eso te preocupa?


—No —la voz de Levi no mostró ni una sombra de duda cuando tuvo que negar.


—¡Mentira! —el timbre de Eren expresó la indignación que sentía, pero se dio cuenta que lo que le molestaba ya no era su desamor; eso ahora lo tenía sin cuidado. Su molestia era porque Levi se empeñaba en afirmar que él no había significado nada en su vida, aun cuando ahora mismo dejaba en evidencia que eso no era verdad.


—Sea como sea, ya se acabó, Eren —Levi se enderezó, ahora se apoyaba en el viejo tronco sólo con un hombro y su mirada inalterable estaba fija en Eren—. Esto es lo mejor para ti.


Ahí estaba el problema. Eren lo odiaba por reconocer que su relación se había terminado: el que dice adiós, siempre es el más fuerte.


—¡No seas hipócrita! ¿Cómo puedes mirarme a la cara y decirme que esto es por mí? —Eren gritó indignado—. Al menos ten el valor de decirme que nunca me quisiste. No soy tan débil como crees, puedo aceptarlo, ¿sabes?


Levi endureció la mirada; la máscara de hierro y frialdad estaba otra vez firme y segura en su lugar. Se enderezó en su posición, haciéndole frente al menor; aunque su figura era pequeña y menuda, la fuerza de su mirada y su presencia, lo hacían ver imponente.


—¡Madura de una vez! —La voz de Levi volvió a ser tan gélida como la noche—. En cuanto a Kirschtein, tu relación con él no es algo que me interese mientras no interfiera en sus roles como soldados ¡Pero hasta ahora ambos han dejado mucho que desear! —Su ceño se frunció y sus ojos se achicaron en una expresión de reproche— ¡Lo que pasó anoche en la formación fue inaceptable! Y ten por seguro, mocoso, que no voy a dejar que un acto de indisciplina de esa clase se vuelva a repetir.


Levi no esperó ninguna respuesta, simplemente se giró y se alejó. La confusión que sentía crecer dentro de su pecho era demasiada para permitirse permanecer un segundo más junto a Eren, porque la única razón que lo movió a ir tras los pasos del chico esa noche, no había sido su deber como soldado o superior, sino que habían sido los celos.


Pero esa noche, el pragmático soldado había sido quien había ganado la batalla en su interior, aplastando implacable al simple hombre que sufría por el amor de un adolescente. Esa noche Levi dejó que la carga de la enorme responsabilidad que significaba ser el soldado más fuerte de la humanidad triunfara, y supo en el instante de decir sus últimas palabras, que ahora no habría perdón posible: Eren no lo perdonaría jamás. Ya no había marcha atrás.


No se molestó en cerrarse la capa o subirse la capucha, ni siquiera se calzó los guantes de cuero hechos a su medida que llevaba en la mano derecha, caminó de regreso al castillo como si no estuviera siendo afectado por el frío del ambiente ni por la cortante despedida con el menor. Pero Eren no estaba dispuesto a dejarlo ir así como así. Caminó tras sus pasos hasta darle alcance y tomarlo con firmeza del brazo, para obligarlo a girarse; Levi le permitió al chico hacerlo. Cuando estuvieron frente a frente, éste lo soltó.


—Levi Heichou —la altanería en la voz de Eren hizo sonar el título como un insulto—, esta noche soy yo el que le dice adiós —sus palabras hicieron sonreír a Levi—. Fue bonito mientras duró, pero como toda historia, debe terminar.


Ante la mirada entre perpleja y divertida de Levi, Eren sonrió con amplitud, su mirada tranquila y su gesto relajado denotaban que el chico estaba en paz; le dio una última mirada al que creyó que era el amor de su vida y con paso decidido se encaminó de vuelta al castillo.


Ese día Eren había aprendido algo importante: él ya no estaba enamorado de Levi. Podía haber sido debido a la distancia de la separación, a la frialdad que siempre hubo entre ambos, a las frías murallas que Levi había creado alrededor de su corazón, a la realidad de las circunstancias crueles que siempre los rodearon, a la guerra, a los titanes, incluso era probable que se debiera a Jean, pero eso no le importó. La causa no era lo importante, lo importante era que finalmente había podido decir adiós.


Se volvió a subir la capucha de la capa, el frío de la noche se le hizo insoportable y apuró el paso; sentía unas renovadas ansias por llegar a su cuarto, porque sabía que alguien lo esperaba ahí. Aguzó el oído para comprobar que Levi no lo seguía, y al no sentir ni un crujido a sus espaldas, asumió que el mayor se había quedado atrás, pero no quiso darse la vuelta para comprobarlo ¡Ya no iba a mirar atrás nunca más!


 

Notas finales:

Gracias a quienes leen y comentan.


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