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De Soledad y Recuerdos por Nayen Lemunantu

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Capítulo VII: Vientos de separación. 

 

Jean parpadeó un par de veces, asombrado. Quedó inmóvil junto a la salida de los establos, sus brazos colgaban a ambos costados de su cuerpo, su mirada estaba fija en las dos figuras que se alejaban al trote tranquilo de sus caballos.

La orden de Levi lo había descolocado, era completamente inesperada. Jean estaba designado a participar de la campaña como un soldado más; el escuadrón especial en cambio, era un grupo especializado donde sólo participaban los mejores y quienes gozaban de la confianza absoluta de los altos mandos de la Legión de Reconocimiento. Él no tenía idea de qué había hecho para ganar ese puesto, ni mucho menos esperó que el mismísimo Capitán Levi lo nombrara, y todo aquello se generó suspicacia.

Sin embargo, Jean estaba agradecido de esta oportunidad. Aunque tan sólo hace minutos atrás estuvo a punto de pelease otra vez con Eren, por sobre todo él quería cuidar del chico, y ahora tendría la oportunidad para hacerlo gracias a Levi, eso no tenía sentido. Aunque si lo pensaba bien, el mayor no tenía cómo saber lo que ocurría entre él y Eren. Todo era tan confuso… No sabía qué pensar.

—¡Hey! —un soldado de los con vasta experiencia, que llevaba sus alforjas sobre el hombro derecho, detuvo su caminar para mirar a Jean—. Será mejor que te muevas, soldado —al parecer había escuchado la orden de Levi—. A ese hombre no le gusta que lo hagan esperar.

Jean sacudió la cabeza y se giró hacia su superior; le dio una sonrisa de agradecimiento y se paró firme.

—Sí, señor —afirmó con voz segura; se veía recuperado del estado de asombro en que se sumergió.

Jean se encaminó con paso rápido hasta los establos, a esa hora, la mayoría de los soldados designados para participar de la expedición se encontraban reunidos ahí: Los superiores bromeaban y reían alegres, los pocos novatos que participarían en cambio, se veían sombríos. Jean tragó duro y se encaminó a su caballo; estaba listo desde hace horas.

—Hola Jean —Connie tiraba de su caballo, listo para encaminarse al patio central donde se reuniría la compañía entera—, ¿dónde te metiste? Te estábamos esperando para salir juntos.

—Lo siento chicos —Jean le habló a los tres soldados de su generación que participarían de la campaña: Connie, Historia y Sasha. Los chicos estaban montados y listos para salir. Se veían confiados de quedar todos juntos—, yo no voy con ustedes.

—¿Cómo que no vas con nosotros? —Sasha lo miró intrigada, pero su caballo corcoveó y tuvo que desviar la atención—. ¿Y entonces?

—Fui designado al escuadrón especial.

—¿El escuadrón encargado de la protección de Eren? —la voz suave de Historia apenas fue audible por sobre el barullo de los establos.

—Así es —Jean tomó las riendas y se subió al lomo de Bullfart. No era un gran espécimen, pero habían estado juntos desde la última expedición y le tenía un cariño especial; le confiaría su vida a ese caballo—, el Capitán Levi me lo acaba de informar.

—Entonces no te desearé suerte, Jean —Connie habló con una sonrisa en el rostro—, vas a estar en el escuadrón que tiene a los mejores hombres de las Tropas de Reconocimiento, vas a volver a salvo.

—Eso espero —Jean no se veía tan convencido como Connie, pero de todas formas forzó una sonrisa para sus amigos—. ¡Suerte chicos! —Sujetó con fuerza las riendas de su caballo y se alejó al trote—. Nos veremos a la vuelta.

—¡Es una promesa, Jean! —Sasha le gritó antes de que Jean saliera de las pesebreras, la chica se veía emocionada—. ¡Recuérdalo!

Jean sólo les levantó la mano, despidiéndose, mientras se giraba sobre el caballo para ver por última vez a sus amigos.

—Espero volver a verlos, chicos…

Suspiró hondo y se encaminó rápido al patio dos. Cuando apareció, ya todos estaban reunidos ahí: el Comandante Smith y la Mayor Hanji sólo estaban para dar las últimas órdenes, el líder del escuadrón obviamente era Levi, pero además se encontraban Mikasa y Armin, acompañados de tres veteranos altamente calificados y con mucha experiencia: Rademaker, un castaño tosco y grande, con la cara llena de cicatrices de lucha, Schnetler, un rubio alto y musculoso cercano a los cuarenta y Dubois, un joven mayor de veinticinco años, de cabello castaño y ojos vivaces.

Era un pequeño escuadrón de sólo ocho personas si se los contaba a él y Eren, con una misión muy específica: cuidar durante la misión de la seguridad de Eren Jeager, la esperanza de la humanidad.

Jean se apeó del caballo y lo amarró junto con los demás. Llegaba tarde, era el último en ocupar su puesto y cuando llegó al círculo formado por los hombres en el centro del patio, hizo el saludo militar correspondiente a sus superiores.

—No sabía que tú también eras parte del equipo, Jean —Armin lo miró extrañado y no pudo evitar verbalizar sus pensamientos, aun cuando esto podía interpretarse como un cuestionamiento de las órdenes de sus superiores.

—Lo acabo de designar —Levi explicó al Comandante Smith, que al igual que Armin había mirado con una ceja alzada la aparición de Jean en el grupo—. Creo que es la pieza que necesitábamos.

—No estaba contemplada una persona más en tu equipo, Levi —Smith habló sin girarse para mirar a Levi a la cara; su voz seria y su ceño fruncido le dieron la impresión de estar molesto—, pero si tú lo dices, entonces lo tienes —exhaló un suspiro fuerte, de rendición, y se giró para mirar a Levi—. Kirschtein se quedará en tu equipo. 

—Gracias.

Jean frunció el ceño de manera instintiva; esa conversación, aunque breve, le decía mucho: presentía que ahí había gato encerrado. Miró a Eren, ubicado entre Levi y Mikasa, pero el chico no le dirigió la mirada, estaba concentrado en el Comandante Smith.

—Muy bien, les contaré del plan de acción —la voz de mando de Smith resonó fuerte y clara dentro de las paredes de piedra del patio—. Como ya todos saben, el conde Alexandrus quiere que le capturemos dos especímenes de Titán excéntricos —hizo una pausa, durante la cual se encargó de mirar uno a uno los rostros de todos los presentes en el patio: todos tenían la vista fija en él; nadie parecía estar intimidado—. Ustedes no estarán encargados específicamente de ello, su misión es salvaguardar la seguridad de Eren Jeager.

—¿Quién estará encargado entonces de capturar los especímenes? —Dubois preguntó arrugando el ceño. Estaba de pie en una pose relajada; recostaba el peso de su cuerpo sólo en una pierna, la otra estaba estirada hacia el lado, los brazos cruzados sobre su pecho le daban un aire altivo.

—Un grupo especial conformado sólo por veteranos altamente calificados, que será liderado por la Mayor Hanji Zoe —Smith tuvo que girar el cuello hacia la derecha para responder, al parecer al Comandante le gustaba hablar mirando a la gente a los ojos—. Sin embargo, ustedes deben estar prontos a actuar si las cosas no salen como esperamos. Si todos los dispositivos y trampas que tenderemos no funcionan, el último recurso que utilizaremos será Eren —el Comandante miró directamente al chico; éste le sostuvo la mirada, con fuerza.

—Entendido Comandante —Eren respondió serio.

—Esperamos que las bajas durante esta campaña sean mínimas —Smith continuó luego de esbozarle una pequeña sonrisa a Eren, aparentemente complacido con el compromiso del chico—. Como sólo saldremos con una misión muy específica, no nos internaremos tanto en territorio peligroso. En vez de eso, asentaremos una base en lo que alguna vez fue el poblado de Roothmar, distante sólo a treinta kilómetros de la muralla Rose.

—¿Las trampas serán puestas ahí mismo? —Schnetler preguntó con seriedad; su voz era gruesa y gutural.

—No —el Comandante negó enérgicamente—. Ahí estableceremos un campamento base, dentro de la seguridad que nos otorgan los edificios abandonados del antiguo pueblo, pero las trampas serán puestas en las inmediaciones.

—¿Quiere decir que nosotros seremos la carnada? —Armin miró fijo al Comandante; sus ojos azules estaban abiertos enormemente, pero no se veía sorprendido. Smith sólo esbozó una sonrisa de asentimiento—. Esperaremos dentro del pueblo, rodeados de trampas para Titanes.

—La presencia de los edificios en la zona favorecerá el uso del equipo tridimensional —el Comandante continuó con su explicación—. Esperemos que la mayoría sepa aprovechar estas condiciones y que las bajas sean mínimas.

—Sin embargo, habrá bajas… —Jean habló bajo, mirando al piso. No se había dado cuenta que estaba verbalizando sus pensamientos—. Y pensar que sólo será para satisfacer la curiosidad de un hombre.

—Es un cerdo cretino —Levi habló por primera vez; su voz era grave y monótona, sin emoción, pero la mirada que le lanzaba a Jean era de interés—, ¿qué más esperabas?

Sólo hasta que oyó las palabras de Levi, Jean se percató de lo que había dicho, levantó la mirada, asustado, hacia sus superiores, pero éstos lo miraban gratamente sorprendidos: Levi alzaba una ceja y Smith sonreía. 

—Es verdad, que esto es sólo para satisfacer la curiosidad de un hombre —Smith miró a Jean con seriedad, por la posición en que estaban, se podían ver de frente—, pero es un hombre muy poderoso que debemos tener de nuestro lado. Nuestra causa de luchar abiertamente contra los Titanes no es apoyada en Sina, ni por el Rey ni por su consejo, pero si tenemos el respaldo de este hombre, muchas cosas podrían cambiar.

—Además, recuerda que Eren sólo ha sido entregado en custodia a la Legión de Reconocimiento —Levi miró a Jean a la cara mientras hablaba, su voz ya no era tan imperturbable—. No podemos permitir que llegue a caer en manos de la Policía Militar.

Jean tragó duro, sabía a la perfección lo que pasaría si Eren llegaba a caer en las manos equivocadas; ese juego de política y poder podía significar la muerte para el chico, lo que extrañaba a Jean era darse cuenta que desde un principio el Comandante, Hanji y Levi habían estado preocupados por Eren. Su actitud fría e impersonal tal vez sólo había sido otra forma de protegerlo.

Miró a Eren, el castaño estaba inmutable, con los brazos cruzados mirando fijamente al frente. No se veía ni atemorizado ni dudoso, parecía tener perfectamente claro desde hace tiempo cuál era su situación. Mikasa a su lado se veía más intranquila que él, no dejaba de mirarlo con el rabillo del ojo y se mordía los labios con frustración, pero no dijo nada.

Jean tuvo que suprimir las ganas de acercársele, en vez de eso, volvió a preguntar.

—¿Durante la misión nos acompañarán los miembros de la Policía Militar? —preguntó de la forma más imparcial que pudo, pero su pregunta sólo tenía un trasfondo: quería saber si los guardias que vigilaban a Eren asistirían.

—¡Por supuesto que esos cobardes fueron los primeros en negarse a participar! —Levi desvió la mirada, se veía molesto—. Los soldados más fuertes de cada generación… —masculló sarcástico—. No son más que un puñado de cerdos cobardes.

—¿Ni siquiera los guardias de Eren van a asistir? —Jean no pudo aguantarlo por más tiempo, tuvo que preguntar abiertamente lo que quería saber. Su pregunta hizo que tanto Levi como Eren lo miraran con una ceja alzada.

—El líder del escuadrón de la Policía Militar retiró a los hombres —Smith respondió serio, no pareció darse cuenta de la tensión que produjo aquella pregunta—, se excusó diciendo que la vigilancia no era necesaria en una misión y que entorpecería el desempeño de los soldados de la Legión de Reconocimiento.

Esta respuesta fue suficiente para Jean, que la agradeció con un asentimiento de cabeza. Eren había vuelto a fijar la mirada sobre el Comandante; su mirada de nuevo se veía concentrada, Levi en cambio no dejaba de mirar fijo a Jean; su ceño apretado y sus ojos brillando con intensidad. Hanji al percatarse del ambiente tenso, decidió intervenir.

—Antes de salir haremos una última parada —Hanji habló demasiado fuerte, casi gritando. Estaba risueña y emocionada—. Nos detendremos dos noches en la pequeña aldea de Sonra: el último poblado ubicado junto a las murallas. Ahí haremos los últimos arreglos y esperaremos el reporte del pequeño grupo de exploración a cargo de Mike que salió esta mañana —Hanji hizo una pausa, durante la cual su mirada se paseó de Eren a Jean—. Sugiero que aprovechen ese tiempo para descansar y prepararse para el viaje.

—Eso es todo —la voz de Smith volvió a oírse fuerte y clara, haciendo que Jean volviera a fijar su atención en él—, Hanji y yo nos retiramos. Las últimas órdenes las dará Levi.

—¡Espero que todos nos veamos las caras a la vuelta! —Hanji se despidió con una enorme sonrisa y se encaminó con paso rápido hacia el interior del castillo. Fue seguida de Smith, que se retiró en silencio.

Una vez solos, los miembros del escuadrón especial se miraron las caras unos a otros, estudiándose. Sólo Eren evitó hacer contacto visual con los demás, parecía estar concentrado por completo en la misión, inalterable. Durante toda la reunión no miró a Jean, pero tampoco había reparado en Levi; los ignoró a ambos por completo.

—Nuestra formación será la usual —Levi no hizo mayores introducciones, fue al grano de inmediato—: Eren irá en el centro de la formación, los dos encargados de abrir la marcha seremos yo y Rademaker, el flanco derecho estará a cargo de Dubois y Ackerman, mientras que el flanco izquierdo será resguardado por Schnetler y Arlet, la retaguardia estará a cargo de Kirschtein.

Jean abrió los ojos, sorprendido: él estaría a cargo de custodiar las espaldas de Eren, un puesto de gran importancia: de todas las posiciones, cuidar de la retaguardia de Eren significaba cubrirle las espaldas de cualquier enemigo que los ataque en el camino, pero por su posición periférica, le permitía a Jean tener una panorámica de todo el escuadrón. Esa posición era un arma de doble filo, porque si él fuera un traidor, podía acabar con la vida del chico en segundos. Que Levi lo hubiera nombrado para cuidar de las espaldas de Eren significaba que confiaba en él.

—Capitán —Mikasa tomó la palabra por primera vez. Avanzó dos pasos hacia adelante, su mirada se veía seria y decidida—, creo que es mejor que yo ocupe el lugar de Jean, estoy mejor calificada.

—No —Levi negó rotundo; al hablar miró directo a Jean—, esta posición sólo la puede cubrir adecuadamente Kirschtein.

—Pero…

—Está bien, Mikasa —Eren interrumpió una nueva protesta de la chica, la tomó del brazo y la obligó a mirarlo—. Yo confío en Jean, a él le confiaría mi vida.

Jean parpadeó sorprendido, no se esperaba esa declaración del chico, mucho menos ahora que parecía que las cosas no estaban por completo bien entre ambos. Eren no lo había mirado al hablar, estaba concentrado en calmar a su hermana, que seguía viéndolo seria y de vez en cuando le lanzaba miradas cargadas de rabia a Jean.

—Ya está decidido —Levi volvió a hablar—. Monten ahora, saldremos desde aquí en formación.

—¡Sí, Capitán! —todos asintieron al unísono y montaron sus caballos.

La salida fue rápida. Cuando llegaron al patio central, la formación completa ya estaba lista y alineada para partir, una vez que el escuadrón especial estuvo en el centro de la formación, comenzó el largo trayecto hacia la muralla Rose.

Toda la semana anterior había estado lloviendo, y ahora el lodo de los caminos dificultaba la marcha, sobretodo de los carromatos encargados de transportar provisiones y equipo de combate. La formación viajó al Sureste por los caminos principales de acuerdo a la ruta programa y notificada al conde Alexandrus y a la Policía Militar, pero a medio camino, tomaron una bifurcación que los llevaba hacia el Este por un camino secundario, adentrándose más en las montañas; el Comandante Smith lo hizo pensando en evitar delatar su posición por temor al saboteo de los enemigos internos.

Aunque el camino secundario era pequeño y estaba en malas condiciones, el Comandante Smith ordenó cabalgar sin descanso hasta que hubieran llegado a su destino: la última parada de organización antes de salir definitivamente de la seguridad de las murallas. El clima los acompañó durante todo el trayecto, durante toda la noche y el día entero que les tomó llegar hasta la muralla Rose no llovió, pero el frío circundante en la zona montañosa les calaba los huesos e hizo temer que los afectara una tormenta de nieve.

Durante todo el trayecto, Jean llevó la vista fija en la espalda de Eren: iba encorvado sobre su montura, arrebozado por completo con la gruesa capa de invierno, pero a pesar de eso, el frío lo hacía temblar visiblemente. Jean paseó la mirada por el resto del escuadrón; todos estaban igual, pero los novatos eran los más afectados por el frío y por el ánimo, los veteranos parecían acostumbrados. Jean fue consciente que la diferencia entre ellos y esos hombres era abismante.

—¿Está todo bien? —Dubois se giró para mirarlo, pareció notar su mirada preocupada paseándose sobre los miembros del escuadrón.

—Siento que me congelo —Jean iba entumido sobre su montura. La poca movilidad de la posición hacía que tuviera las manos agarrotadas por el frío—. ¿Ustedes están bien?

—Estoy igual que tú —Armin giró el cuello hacia atrás para verlo; le lanzó una escueta sonrisa de comprensión—. Si no llegamos pronto, no creo poder sobrevivir.

—No se le puede hacer nada —Levi habló sin girarse para mirar a sus hombres, pero sabía que el frío los estaba afectando a todos por igual—. No podemos detenernos a hacer un fuego o un pequeño campamento sin arriesgarnos a delatar nuestra posición.

—Ahora sólo queda aguantar —Schnetler, que resguardaba el flanco izquierdo delante de Armin, habló fuerte y duro—. Si no lo hacen, entonces ni se molesten en querer salir de los muros, sólo serían carne para Titán.

—Bueno, bueno, no seas tan duro con ellos, Schnetler —Dubois respondió al hosco comentario de su compañero con una sonrisa. Era increíble que mantuviera esa vivacidad a pensar de aquel frío—, son sólo novatos.

—¿Eren, estás bien? —Jean ignoró la discusión que estuvo a punto de formarse entre sus superiores y volvió a fijar su atención en Eren—. Llevo una manta extra, si quieres te la paso.

—Úsala tú —Eren no se giró para responder; elevó la voz por sobre el rugido del viento—. Yo puedo arreglármelas solo.

—Mocoso arrogante…

Jean no volvió a dirigirle la palabra después de eso, pero sus ojos dorados no se despegaron en ningún instante de la espalda encorvada del chico.

Llegaron a Sonra antes del anochecer próximo. La aldea era pequeña, no más que un puñado de casas de campesinos y artesanos en torno a una posada y una taberna. La Legión de Reconocimiento tomó posesión temporal de la posada y sus establos, donde se alojarían por dos noches, esperando el regreso del grupo de exploración encargado de dar un informe de las condiciones del terreno extramuros.

En la posada, se alojaron los altos mandos de la Legión de Reconocimiento junto al escuadrón especial encargado de la seguridad de Eren Jeager y el escuadrón especial designado para cumplir la misión. Los demás soldados tuvieron que alojar en los establos, donde al menos contaron con un techo para resguardarse del frío y paja seca, los caballos durmieron a la intemperie.

La posada no era espaciosa, pero en cambio contaba con muchos pequeños cuartos equipados con lo mínimo: una cama con colchón de lana, un arcón para guardar las pocas posesiones con que viajaban, una pequeña mesa con una vela y una ventana diminuta. Las habitaciones eran tantas, que la mayoría tuvo su habitación propia para descansar y reponerse del duro viaje.

El posadero los atendió lo mejor que pudo y les dio un licor que parecía ser hidromiel que dijo servía para recuperar el calor corporal, pero la mayoría prefirió acompañar la bebida con el calor de la chimenea que ardía en mitad de la sala común de la posada.

Jean le perdió la pista a Eren desde que llegaron a la posada, supuso que el chico se había encerrado a dormir y descansar en el cuarto que le designaron, lo que habría bastado para hacerlo suspirar tranquilo, pero la ausencia de Levi le torturaba la consciencia: era probable que el soldado más fuerte de la humanidad estuviera descansando también, o planificando los últimos detalles de la campaña junto al Comandante Smith y la Mayor Hanji, o era posible que estuviera con Eren. Y era esta pequeña probabilidad la que tenía a Jean hecho un manojo de nervios.

Eren lo había ignorado la semana entera y antes de partir habían discutido. No pudo evitar pensar que Levi estaba detrás de todo eso: tal vez efectivamente Eren y Levi habían hecho las paces y habían reanudado su relación. 

Era pasada la media noche cuando Jean decidió irse a la cama. Sus problemas de insomnio parecían continuar, por eso no había caído rendido a pesar del cansancio del duro viaje. Subió por las estrechas escaleras de madera, sintiendo cómo los tablones rústicos crujían bajo su peso y se encontró a Eren de pie junto a la única ventana al final del pasillo.

—¿Eren? No sabía que estabas aquí —la distancia que los separaba era tanta, que Jean temió que sus palabras no fueran oídas.

Eren se dio la vuelta, miró a Jean sorprendido, pero se recompuso enseguida y volvió a girar el cuerpo hacia la ventana, fingiendo desinterés. Parecía inspeccionar la noche, como si pudiera leer el mudo lenguaje de las escasas estrellas de esa noche de invierno.

—Me alegra encontrarte —Jean volvió a hablar cuando se recuperó de la sorpresa de encontrarse a Eren de forma tan repentina, caminó por el largo pasillo hasta llegar a su lado—. Hay algo que quiero decirte desde hace días.

—¡Qué coincidencia, Jean! —Eren se giró para mirarlo a los ojos; su rostro se veía por completo inexpresivo—. Yo también tengo algo que decirte.

—¿De qué estás hablando? ¿Qué quieres decirme, Eren?

—Creo que Hanji tenía razón, nosotros debemos dejar de jugar.

Jean parpadeó sorprendido: no se imaginó que fuera Eren el que daría el primer paso para formalizar la relación de ambos. Si bien sus intenciones eran hablar con Eren y decirle lo que había descubierto desde la última vez que soñó con Marco: decirle que después del tiempo que habían pasado juntos, había aprendido a quererlo, en ninguno de sus escenarios se imaginó que Eren sintiera lo mismo. Para Jean, los encuentros con el castaño hace tiempo habían dejado de ser un juego, se habían vuelto algo serio desde el día que sus corazones se involucraron en lo que hacían sus cuerpos, pero ahora quedaba verbalizar ese sentimiento.

—Bueno… yo… —las mejillas de Jean se habían sonrojado mínimamente y bajó la mirada, dudó unos instantes, pero la sonrisa sutil que adornaba su rostro mostraba que estaba feliz—. Pienso lo mismo. Yo no quiero seguir jugando.

Ahora que Eren se había girado por completo para verlo, la claridad del cielo nocturno le recortaba la figura contra la ventana y su rostro estaba ensombrecido, por eso Jean no pudo ver la expresión abatida en el rostro del castaño.

—¡Perfecto! —a pesar de la fuerza en esta declaración, Eren se veía afectado: sus ojos estaban cristalinos de rabia y se mordía los labios. No parecía haberle gustado la respuesta de Jean—. Entonces aquí se termina esto.

—Espera, ¿termina? —Jean miró a Eren descolocado. El sonrojo se había borrado en sólo segundos; su ceño estaba apretado y su boca rígida.

—Sí. Tú y yo no seremos amantes nunca más —la firmeza en esta declaración hizo que Jean soltara un jadeo de consternación y abriera los ojos enormemente. Por la posición en que estaban, la claridad de la noche le daba de lleno e hizo que cada uno de sus gestos fuera claro para Eren.

—¡¿Qué?!

—¿Por qué te espantas tanto? —Eren frunció el ceño y miró a Jean descolocado. No entendía el porqué de esta sorpresa ahora—. Me acabas de decir que estabas de acuerdo.

—¡Pero yo no me refería a eso!

—¿Y de qué rayos estabas hablando entonces?

—Bueno… yo creí que tú… —el sonrojo en las mejillas de Jean volvió; tartamudeó un poco, los nervios lo invadieron y no pudo decirle al castaño que lo quería.

—¡Olvídalo! Eso ya no importa, Jean —Eren replicó molesto, estaba cansado de esa discusión sin sentido y decidió cortar por lo sano—. ¡Este juego se acabó!

—¿Por qué mierda estás haciendo esto?

—Lo nuestro sólo era un juego, tú amas a Marco y yo… bueno, yo no te amo a ti —la dureza y la frialdad de la actitud de Eren, impactó a Jean más de lo que lo hizo el frío durante el viaje—. Pero ahora las cosas se han puesto peligrosas. Ya no podemos continuar con esto, es así de simple.

Jean trató de suprimir el gesto de dolor en la cara al escuchar el nombre de Marco en los labios de Eren; escucharlo nombrar así de pronto había sido como una bofetada. Evitó abiertamente hablar de su antiguo amor fallecido y endureció la mirada.

—¿Un suicida como tú ahora tiene miedo? ¿Vas a rendirte sin pelear?

—No tengo ningún motivo para pelear por esto —Eren hizo un gesto con la mano, como denotando que no le daba ninguna importancia a su relación—. Lo nuestro sólo era sexo, Jean. No había sentimientos de por medio —bajó el tono de su voz, ahora era casi inaudible, parecía cargado de tristeza, pero no dio su brazo a torcer—. Ahora sólo vamos a dejar de tener sexo. Punto.

Jean estaba mudo de consternación, no sabía cómo replicar ante la tajante declaración de Eren, pero estos segundos de duda sirvieron para que el castaño tomara su silencio como asentimiento.

—Me alegra que todo haya quedado claro.

Antes de que Jean pudiera detenerlo, Eren le pasó de largo y se encerró en su habitación. Jean permaneció sólo en medio del pasillo, estático, viendo el espacio vacío que minutos atrás había ocupado el castaño.

—Eren…

 

Notas finales:

Grcias por leer


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