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De Soledad y Recuerdos por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

En el capitulo de hoy se deja ver la relacion que existe entre Jean y Eren, pero en el mundo terrible en el que viven, más de un problema surgirá... 

 

Capítulo I: Un febril consuelo.  

 

Sus pasos resonaban ahogados por aquellos angostos y húmedos pasillos del frío castillo que la Tropa de Reconocimiento tenía por cuartel general. Como se trataba de una visita clandestina, no se dio el trabajo de llevar el clásico candelabro que iluminaba cada salón de la estancia y la llovizna suave que caía en el exterior, ayudaba a mitigar el ruido de sus pasos.

No era la primera vez que Eren visitaba aquella habitación. Ya había pasado más de un mes desde que iniciaron esos encuentros clandestinos. Pero cada vez que él se paraba frente a aquella puerta, sentía la misma duda embargando su consciencia. ¿Era correcto lo que estaba haciendo? ¿Debía entrar o debía dar la vuelta e irse? ¿Por qué estaba haciendo eso si a él ni siquiera le agrada ese idiota?

Terminó rodando los ojos, agobiado por sus propios pensamientos y finalmente giró sin más la perilla, abriendo la puerta. Encontró a Jean sentado sobre su cama, quitándose la segunda de las largas botas, su camisa estaba en el suelo y su torso levemente bronceado estaba desnudo. El muchacho clavó sus perspicaces ojos dorados por breves segundos en la figura de pie en su puerta y enseguida volvió a enfocarse en su tarea de quitarse las botas.

Eren cerró la puerta tras de sí y pasó el arcaico seguro en la vieja y ruidosa puerta de madera. Dejó caer el peso de su cuerpo hacia atrás, apoyándose en la pared, sin decir una palabra, mirando cómo Jean se ponía de pie con una expresión seria en los ojos y sonreía de lado, acortando la distancia entre ellos, en un gesto que le pareció muy sensual. Lo tomó de la barbilla con fuerza y lo besó con ansias. 

Y era así… El muchacho entendía exactamente lo que quería y necesitaba con sólo mirarlo. Menos mal que Jean nunca le había hecho decir una palabra, porque el día en que tuviera que suplicarle por sexo, ese mismo día se lanzaba por las murallas directo hacia las fauces de los Titanes.

Pero Jean no necesitaba oír palabra alguna, le bastaba con ver la ardiente expresión de lujuria en esos profundos ojos turquesa. Sabía a la perfección la razón por la que había ido a su habitación. Sabía a cabalidad cuál era la única razón por la que iba a buscarlo en medio de la noche. Lo sabía… porque si Eren no hubiera ido esa noche a su habitación, él lo habría buscado.

Se necesitaban mutuamente. Y aunque ninguno de los dos estaba dispuesto a admitirlo en voz alta, el consuelo mutuo que se otorgaban se había transformado en el nuevo sustento de sus vidas. Esa unión exclusivamente carnal, era un febril consuelo para sus acongojados corazones.

La lengua de Jean jugueteaba con rudeza dentro de su boca, la sintió explorar su interior, forcejear con su propia lengua demandando el control, enredándose con ella en un contacto ansioso, frotándose mutuamente mientras el húmedo sonido de sus besos resonó por las frías paredes de piedra del castillo.

Eren se tomó su tiempo. Hoy día no lo invadían hambrientas ansias de ser poseído por su compañero, hoy quería saborear cada experiencia para disfrutarla en plenitud. Subió sus manos desde las caderas de Jean, con lentitud pero con fuerza, por toda la espalda, acarició el corto cabello en la nuca sintiendo esa extraña sensación en sus dedos hasta enredarlos con firmeza entre las rubias hebras más largas. Su ruda acción provocó un mordisco Jean en su labio inferior, gesto que le arrancó un gemido de dolor que se ahogó en la cálida boca del más alto.

Jean se separó de su cuerpo, dejándolo con la boca abierta; hambrienta de más besos, y lo miró fijo a los ojos, con los dorados orbes nublados por el deseo.

—Quítate la ropa —Jean ordenó con voz ronca.

Eren tragó saliva; sentía la garganta seca y la piel ardiente, aun cuando era pleno invierno y el frío implacable inundaba todas las habitaciones del castillo. Se alejó de la pared y caminó con pasos lentos hasta el borde de la cama, todo bajo la intensa mirada dorada que vigilaba cada uno de sus movimientos.

Se quitó la chaqueta con rudeza, dejándola caer al suelo pesadamente. Su siguiente movimiento fue desabrochar con excesiva lentitud las pesadas correas que envolvían su cuerpo, dejando que el metálico sonido de las hebillas resonara haciendo eco en el suelo. Cuando llegó la hora de quitarse la camiseta, lo hizo sin despegar su mirada turquesa del rostro de su compañero, mientras se mordía el labio inferior y sus dedos se movían con experticia para quitarse con prontitud aquel pedazo de tela. Cuando llegó el turno de quitarse las botas, tuvo que sentarse en el borde de la cama y se las quitó de la manera más sensual que pudo, sabiendo lo que provocaba esa acción en su compañero.

Decidió desobedecer explícitamente las órdenes del más alto y frente a su mirada expectante, se dejó caer sobre la cama, lo miró con ojos entre ardientes y suplicantes, alzando las caderas para enviarle una invitación explícita. Su gesto fue interpretado de inmediato por Jean, quien se acercó a la cama y tomándole el pantalón, lo arrancó de un solo movimiento, impaciente, dejándolo desnudo sobre la cama.

Jean se subió sobre él y fue recibido con las piernas abiertas, sus bocas volvieron a unirse en un beso hambriento, buscando devorarse mutuamente mientras ambos torsos desnudos se frotaban, haciendo que el leve sudor que perlaba sus pieles se mezcle en uno solo, fundiendo sus esencias y sus olores. Pero pronto, la ardiente boca de Jean creó distancia entre ellos de nuevo y se incorporó de rodillas sobre la cama.

—Prepárate —Jean volvió a ordenar.

Eren entendió de inmediato la orden y se descolocó un poco. Jean nunca le había pedido algo así y aunque pareciera ridículo, sintió algo de vergüenza.

—¡Vamos! Quiero que te dilates tú solo —Jean, notando la duda en el chico, volvió a ordenar—. Quiero verte haciéndolo, Eren.

Y el castaño no se pudo negar más. Se le hizo tan excitante la petición de Jean, que sintió cómo su pene se erguía en medio de bombeos de sangre que le mostraban cómo su cuerpo respondía ante un estímulo tan simple como las palabras.

Se humedeció dos dedos y flexionando las piernas, introdujo uno en su interior. Comenzó a sentir lo estrecho de su propio cuerpo y sacando el dedo, jugó circularmente con él en torno a su entrada, para volver a introducirlo hasta sentir cómo su cuerpo cedía y las eléctricas sensaciones lo invadían. La contracción de su ano le hizo el trabajo difícil a la hora de introducir un segundo dedo, pero a la vez se sentía cada vez más excitado. Sutiles gemidos acompañaron al movimiento de tijeras que hicieron sus dedos en su interior, sin dejar de ser consciente de lo que estos gemidos provocaban en el muchacho que lo miraba cada vez más ardiente. Y se sintió derretir al ver esa expresión hambrienta y salvaje en los ojos de Jean.

Éste se desabrochó el pantalón, extrayendo su erecto pene del interior. Todo el estímulo que le estaba brindando Eren lo tenía a mil. Comenzó a masturbarse con movimientos lentos, intercalando fuertes movimientos con la palma cerrada en toda la longitud de su miembro, con tortuosamente lentos movimientos circulares de su pulgar alrededor del glande. Pronto, sus propios jadeos se acoplaron a los sensuales gemidos de Eren y ambas miradas eran atraídas como imanes, perdiéndose la una en la otra.

—Jean… —Eren susurró con ojos llorosos

Jean jadeó ronco al oír su nombre en la boca entreabierta de Eren. Ya había tenido demasiado de calentamiento previo y por la mirada y tono de voz del castaño, sabía que para él había sido lo mismo.

Jean se posicionó en su entrada y lo penetró con dolorosa y exquisita lentitud, tomándose su tiempo para llegar hasta el fondo, hasta sentir cómo la base de su pene chocaba contra las nalgas del castaño, llenándolo por completo.

—…aahh…

—¡Mierda, Eren! ¿Cómo haces para ser así de delicioso?

Jean salió lento del interior del castaño y lo volvió a penetrar con un movimiento limpio y rápido, instalándose hasta el fondo entre jadeos. En un inicio se movió con lentitud, pero profundo, disfrutando de la sensación de ser envuelto por el cuerpo del castaño, sintiendo la presión de las entrañas de Eren sobre su miembro, experimentando la humedad y calidez de aquella unión.

—…aaahh… ¡Oh, Jean!

El movimiento de la pelvis de Jean embistiéndolo lo volvía loco. El sonido seco de ambos cuerpos chocando contrastaba con el sonido acuoso del pene que ingresaba con insistencia en su interior. Eso era justo lo que necesitaba: perder la cabeza con una buena sesión de sexo. Dejar que todos los problemas se fueran aunque sea por unos minutos. Olvidarse del mundo, de los titanes, de la humanidad… ¡Hasta de Levi! Olvidarse de todo en las manos de Jean.

—¿Te gusta?

—¡Sí, Jean!

Eren subió con sus manos por los bíceps del muchacho hasta recorrer los hombros, gimiendo por lo bajo al sentirlo completamente dentro suyo, sin poder despegar la mirada de esos ardientes ojos dorados y atrayéndolo hacia sí para besarlo de nuevo.

Jean volvió a morderlo en medio del beso, desgarrándole la suave piel del labio inferior, llenándose la boca de sangre. De un tiempo a esta parte, sentir el metálico gusto de la sangre de Eren se había vuelto su fetiche personal. ¡Hasta se sentía como un maldito Titán! Sentía que un hambre voraz por poseer y someter a ese chico de potente mirada lo consumía, un apetito de sentirlo en una forma que no había experimentado con nadie… ni siquiera con Marco.

—¡Jean, más!... aahh…

Jean sonrió de lado, de manera sensual, sintiéndose aún más excitado por la libido del chico: ¡Era insaciable! Y eso sólo lograba volverlo loco. Loco de placer, de excitación, de emoción. Salió de su interior y se incorporó de rodillas en la cama, girando el cuerpo de Eren y levantándole las caderas a la altura de su pelvis, lo volvió a penetrar, esta vez con más dureza, aprovechando la profundidad que le daba aquella posición.

—¿Te gusta que te den duro verdad?

—¡Ya cállate, idiota!... AAHH…

Jean se mordió el labio inferior con sensualidad y volvió a embestir con fuerza. Por el gemido que acababa de salir de la boca de Eren, supo que había encontrado ese punto en su interior que lo hacía enloquecer, que ahora hacía temblar su cuerpo como una hoja y erizar su piel como la fría brisa del invierno. Sujetó al castaño de las caderas con firmeza y aceleró el ritmo de las embestidas, dejándose llevar hasta la perdición por los gemidos que éste ahogaba en la almohada.

—…aaahh… ahí… ¡más!... aahh…

—…ha… Eren…

El castaño se sentía desfallecer. Con cada embestida sentía cómo el otro chico llegaba hasta su próstata, creando dentro de su cuerpo un huracán de sensaciones. Lo sentía atravesar su ano, introducirse en su cuerpo, tocar ese lugar que lo volvía loco. Un hormigueo comenzaba en lo profundo de sus entrañas, se extendía subiendo por su espina dorsal hasta llegar a la base de su nuca, erizándole el vello. Sentía el orgasmo próximo, con cada embestida del otro lo sentía más y más cerca, su pene se tensaba, quería acabar, lo anhelaba con desesperación.

Pero el estridente sonido de las campanas resonando por todo el castillo, frenó todo movimiento: Era una señal de alerta, una alarma.

—¡Mierda! —Jean se separó de Eren y éste cayó de golpe sobre la cama.

—¡No, Jean! —el castaño se dio la vuelta y quedó de espaldas en la cama; mirándolo suplicante.

—¡Mierda, Eren! Es la alarma, debemos salir.

Jean hizo el ademán de querer levantarse, pero sus brazos fueron atrapados por el castaño que lo miraba con ojos llorosos. Y él se sintió perdido en la profundidad de esos ojos turquesa… No pudo negarse. La alarma y todo el resto del mundo ya le importaban una mierda.

—Tendremos que hacerlo en silencio —Jean le susurró mientras se dejaba caer sobre su cuerpo—, no podemos arriesgarnos a que alguien nos escuche.

Eren asintió con la cabeza y se abrazó del cuello del más alto, besándolo otra vez, buscando reanudar la excitación perdida por aquella interrupción. Jean pasó su mano derecha por la parte baja de la espalda trigueña, levándole las caderas y lo penetró de nuevo, con lentitud, mientras se afirmaba al colchón con la otra mano para evitar aplastarlo.

Los resortes de la cama rechinan con el peso de ambos cuerpos, copiando con aquel rítmico sonido, el movimiento de su pelvis. Se movía de forma lenta, pero profunda y certera, respirando agitado en medio de un beso interminable, en un movimiento de vaivén constante. El interior de Eren se había humedecido exquisitamente, lo que hacía más fácil su penetración, pero la estrechez del castaño había aumentado, señalándole que estaba a punto de acabar.

En medio de espasmos, Eren eyaculó elevando el tono de sus gemidos y enterrando las uñas en los hombros de su compañero, vaciándose por completo en su vientre. Aun cuando no había acabado aún, Jean detuvo las embestidas y la mano que le mantenía las caderas en alto a Eren, subió hasta el rostro para sujetarlo y profundizar aquel beso. Jean lo besó con lentitud a medida que los latidos de sus corazones se acompasaban y sus respiraciones agitadas volvían a la normalidad.

—…mmh… Jean… —susurró entre besos.

—Debemos bajar.

Después de besar sonoramente un par de veces más la boca del castaño, Jean salió de su interior y se puso de pie, tendiéndole la mano para ayudarlo y vistiéndose apresurados y en silencio, bajaron a toda prisa al patio central del castillo.

 

No tenían idea de lo que estaba ocurriendo. Todo aquello era muy extraño. De lo único que estaban seguros era que no se trataba de un ataque de los Titanes, el Castillo de la Tropa de Reconocimiento estaba internado dentro del territorio, en medio de un extenso bosque, alejado de los poblados cercanos y protegido por los muros de Rose. Pero si no se trataba de eso, ¿qué podría haber hecho sonar la alarma?

Jean corría adelante por el extenso pasillo que daba al exterior y de reojo pudo ver a todos sus compañeros y superiores ya formados en el patio, de pie bajo la lluvia. Con ellos, había una comitiva nueva: eran tropas de la Policía Militar junto a un hombre que no vestía uniforme, pero se notaba que era un miembro de la elite, probablemente un emisario del Rey.

—¡Mierda! Esto no pinta nada bien —susurró frenando el paso—. No podemos pasar desapercibidos. ¿Qué haremos?

—¡Mierda! —Eren se paró a su lado y observó la misma escena con ojos muy abiertos—. Creo que sólo nos queda enfrentar la situación.

Eren afiló la mirada, mostrando esa expresión decidida, de firme convicción en sus ideas y volvió a caminar con dirección al patio, pero no pudo dar más de tres pasos, pues fue sostenido del cuello de la chaqueta y jalado hacia atrás, para encontrarse con la mirada seria de Hanji Zoe.

—¡Ustedes ya deberían parar este jueguito! —La castaña los reprochó en medio de un susurro— Es mejor que lleguen por separado.

Jean asintió con la cabeza entendiendo la situación y las palabras de Hanji y se adelantó. Al llegar al patio, pudo sentir el peso de todas las miradas depositándose sobre su persona. El Comandante Smith lo miró con severidad y Levi sólo levantó una ceja frente a su inoportuna aparición.

Un miembro de la Policía Militar que parecía ser de alto rango, fue quien lo encaró visiblemente molesto.

—¡Soldado! ¿Qué significa esto?

—¡Lo siento señor! Tengo el sueño muy pesado y me costó levantarme —mintió con descaro.

—Tome su lugar en la línea —el hombre hizo un gesto de fastidio—. ¡Y que esto no se vuelva a repetir!

—¡Sí, señor!

Tomó su posición junto a sus compañeros mientras veía cómo el hombre vestido de civil se paseaba de un lado a otro con los brazos cruzados en la espalda mirando al piso, hasta que finalmente detuvo su andar frente al Comandante Smith y le habló con tono bajo pero autoritario, la voz de alguien que sabía que tenía el poder.

—A la Tropa de Reconocimiento se le asignó la tarea de vigilar a Eren Jeager. ¿Cómo es posible que no esté en sus habitaciones? ¿Qué significa esto, Comandante?

Smith guardó silencio. El miembro de la Policía Militar sonrió de lado, aparentemente viendo en esta situación, una posibilidad para reclamar el control sobre el joven Titán. Y de pronto, con este pensamiento, Jean sintió una punzada de dolor en el pecho… Sintió el mal presagio avecinarse y cerró los ojos tratando inútilmente de calmarse, pues su instinto le decía que algo muy malo estaba por pasar.

Eren estaba en peligro y al igual que con Marco en el pasado, él no podría hacer nada por ayudarlo. 

 

 

 

Notas finales:

Gracias a quienes leen y comentan. 


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