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Príncipe de cuento de hadas por Majo Walles

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II Capítulo: Que empiece el ¿Romance?

 

Vi que Ron entraba a la habitación con cara de mala leche y entendía perfectamente a lo que se debía. Seguramente no le hacía ni tantita gracia lo que estaba pasando con Malfoy.

¿Qué fue lo que dijo el profesor? —le preguntó mi amiga.

Yo no le quitaba la vista de encima a mi hermano. Sabía que si era demasiado grave, el rostro de Ron me lo diría primero.

—Lo que la mayoría se imaginaba —me miró casi con pena y yo ya sabía la respuesta—. Tendrás a Malfoy como un enamorado detrás de ti, hasta que se complete el cortejo.

—Por lo que veo, el profesor no puso mayores problemas ¿Verdad?

—De hecho no, Hermione —le dijo al tiempo que se dejaba caer en la cama de al lado —.  Dijo que con esto pensarías dos veces antes de no hacerle caso.

—¡Pero yo no lo hice por desobedecerlo! —me paré de la cama, furioso por los pensamientos del hombre— Solamente le pregunté a Malfoy si estaba bien ¡¿Cómo demonios iba a saber que terminaría pensando que soy la princesa a la que tiene que conquistar?!

—Cálmate, hermano —me dijo Ron. Mientras que se sentaba derecho—. Lo que dijo fue que tendrías que tratar de no molestarte demasiado con las insinuaciones de Malfoy. Lo demás se daría por si sólo.

—¿Cómo se supone que se llevará a cabo el cortejo, si yo no pongo de mi parte?

—Suenas bastante ansioso —me dijo Ron y creo que mi rostro se prendió como una ampolleta— ¿No será que estas esperando a llegar a algo con el hurón?

—¡Ron! —Hermione como siempre salvándome en las más difíciles— ¡La pregunta ofende! ¡Claro que quiere que Malfoy le coquetee!

Sentí que la habitación me daba vueltas. Entre las risas de mis amigos y mis nervios, no era bueno que algo como eso me pasara. Mucho menos pensando en que tendría que bajar al comedor y allí estaría mi acosador personal.

—Mejor vamos al comedor.

—¿Quieres empezar a recibir elogios de tu Romeo?

Miré a Hermione con ganas de que se abriera un hueco  en el piso y se la tragara. Dejé de pensar en todo lo que me rodeaba. Sólo pensar que Draco Malfoy, el príncipe de las serpientes, el galante empedernido estaría detrás de mí como perro tras un hueso, me hacía sentir un tanto incomodo, pero no por eso me desanimaba a seguir con mi vida lo más normal que se podía.

Llegamos al comedor y no podíamos entrar, por que había un gran numero de alumnos en la entrada, que detenían el acceso del lugar.

—¿Qué pasa? —preguntó Hermione, mientras mi amigo trataba de mirar por sobre las cabezas de los demás.

—Es Malfoy —dijo una chica de Ravenclaw, con cara de fan girl—. Es un príncipe.

Enarqué una ceja, tratando de entender a lo que se refería, pero el sonido de una ¿Guitarra? Llamó mí atención. Además de la atención de todos los demás.

—Oh razón de mis sueños, que bajas desde los cielos —una voz, no se si catalogar como melodiosa, empezó a cantar al son de una música un tanto rustica—. Ven a mí, cantar de los ángeles y trae entre tus alas al dueño de mi amor.

Seguía cantando y yo quería que esta vez la tierra se abriera para tragarme a mí. No era tonto, sabía perfectamente que era Malfoy cantando y que a quien le cantaba era a mí, pero obviamente no iba a salir.

—¡Ey, Potter! —escuché que me llamaban y miré al chico que lo hacía. Lo conocía, pero sólo de vista y por nombre. Un moreno alto de ojos azules que me sonreía al ver mi desconcierto.

—¿Qué quieres, Zabini?

—Tú príncipe te espera —me dijo apuntándome a la entrada con la cabeza— ¡Draco! —quise correr a pararlo, pero fue demasiado tarde— ¡Aquí esta tu preciosa joya de los mares! —dijo el muy desgraciado. Riéndose de mí desgracia.

—Yo me voy —dije dando media vuelta y dirigiéndome a la sala común, prefería no comer a pasar la vergüenza.

No pude dar más de dos pasos cuando sentí que alguien me tomaba de la mano y al darme vuelta quedé completamente perplejo. Ya ni siquiera el hecho de estar rodeado de alumnos me pareció importante. Frente a mi se encontraba una versión preciosa de Draco Malfoy a lo príncipe de cuentos de hadas. El muy idiota llevaba un traje de dos piezas color blanco con bordes en rojo. Una capa de color plateado con un prendedor brillante en la parte frontal. Tenía puesto un sombrero bastante grande, de color azul marino y con unas largas plumas rojas al costado y para terminar unas botas altas de color negro.

—Acabáis de alegrar mi día, oh belleza inmaculada.

Para ser sincero no escuché nada a mi alrededor, solamente la mirada de Draco me había congelado en mi puesto.

¿Cómo pretendían que además de eso no me sonrojara por sus galantes palabras?

—Será mejor que se dirijan a desayunar —dijo una voz a mis espaldas, que reconocí enseguida como la de mi profesor de pociones—. Joven Potter, me gustaría decirle unas palabras.

—Claro —dije rápidamente, pero me di cuenta de que mi príncipe azul personal aun no me soltaba y por su miraba, tampoco pretendía hacerlo—. Eh, Draco —preferí llamarlo por su nombre, no vaya a ser que nuevamente empiece con una situación vergonzosa si lo llamo por su apellido— ¿Podrías soltarme? —Le pedí, con toda la paciencia que podía acumular en momentos como ese.

—Lo haría, mi sol de media tarde, pero este corazón llora por vuestra presencia y anhela tu eterna compañía.

Las risas se seguían escuchando por todos lados y yo quería que me cayera una muralla encima.

—No se preocupe, Joven Malfoy. Harry volverá en un par de minutos.

—Minutos que se me harán eternos sin su hermosísima presencia —sacó desde su traje una preciosa rosa roja y la besó, para luego dejarla en mis manos y besarlas en el proceso—. Os estaré esperando, ángel de mis sueños.

Zabini se apareció y se lo llevó de vuelta al gran comedor, mientras yo me quedaba en una nube por lo que acababa de pasar.

¿Qué demonios iba a ser de mí, si se le ocurría besarme?

—Jóvenes, regresen al comedor —la voz profunda del profesor, no dejó a nadie en el pasillo, donde sólo quedamos nosotros—. Entenderá que cosas como las que acaban de pasar, seguirán sucediendo hasta que el cortejo llegue a su fin ¿Verdad? —su voz sonaba bastante mas calmada que ayer.

—Sí, Profesor —le dije resignado, mientras dejaba salir el aire de mis pulmones—, pero pienso que esto no será nada bueno.

—Comprendo que su nefasta relación con el señor Malfoy, sea uno de los mayores problemas que lo aquejan, pero con la poción, él no recuerda como se trataban antes, solamente que usted ha estado a su alrededor durante mucho tiempo y él lo asocia a que llevan una especie de camaradería.

—Cosa que no es así y que será un problema cuando Malfoy reaccione y se de cuenta de lo que ha pasado.

—Pero si eso pasa, por lo menos ya no se encontrara bajo el efecto de la poción.

—Entonces, señor —le dije parándome frente a él— ¿Pretende que actué como damisela en peligro sólo para que Malfoy deje de comportarse como estúpido enamorado? —bien, esto ya me esta empezando a molestar.

—No precisamente, pero mientras más avance el cortejo, más rápido se terminará su tortura.

—Bien —le dije soltando el aire de mis pulmones— ¿En que momento termina el cortejo?

—Cuando el joven Malfoy lo pida en matrimonio y usted acepte —dijo muy campante, sin notar en el estado que yo había quedado.

—¡¿Qué?!

No lo puedo creer.

¿Malfoy me tiene que pedir matrimonio?

 

Cotinuará...


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