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Detengan el mundo por golddie

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Descubrir si Yang Yonghwa estaba casado fue cosa de niños. Himchan solo tuvo que buscar en su base de datos para dar con Yang Minha, una mujer de casi cuarenta años pero con un importante cargo en el negocio familiar, naturalmente.

Himchan pensó en que sería mejor si él hablaba con la dama, pero Jongup insistió en que él podía hacerlo, además no quería quedarse en el auto monitoreando la situación puesto que era mejor si el mayor lo dirigía a él y no en viceversa, sobretodo haciendo referencia al nivel de experiencia que tenía cada uno. El mayor no se negó, pero esperaba que dejar a Jongup a cargo no fuera a darle su primera misión incompleta durante toda su carrera.

Al día siguiente de preparar los detalles físicos de la misión (revisar los planos del supermercado, aprendido los cargos, horarios de los guardias y la ubicación de cada producto solo por si acaso), Jongup se aseguró de vestir casual, Himchan le dio una billetera vieja con nuevas identificaciones y le ordenó aprenderse su falso ID en suma con su nuevo número de celular.

Himchan condujo hasta el supermercado a una hora donde seguro habría mucha gente, para que no fuera más o menos sospechoso que rostros nuevos aparecieran. Apagó el motor luego de haberse asegurado de aparcar en un lugar apartado pero con vista hacia la entrada y movió su asiento hacia atrás para poder traer su computadora a su regazo y buscar los implementos para poder entrar al sistema de seguridad del lugar en la mochila donde la transportaba.

Entregó a Jongup un pequeño auricular mientras ingresaba su clave y acceder a su sesión, sin mirarlo mientras decía:

“Si tienes algún bloqueo mental o por el estilo, la señal decir luz azul e intentaré ayudarte. Por lo demás, no debería haber problema alguno mientras recuerdes el plan”.

Jongup no respondió, Himchan miró a su lado para ver que el joven estaba jugando con sus manos algo nervioso.

“¿Recuerdas el plan, verdad?”, inquirió con mirada aburrida.

El aludido asintió, suspirando y tomando el auricular que el mayor le ofrecía.

“No olvides el currículum”, le recordó Himchan.

Jongup tomó la carpeta en sus pies y asintió.

Pero no se movía.

Himchan le miró con el ceño algo fruncido, sin comprender por qué Jongup no bajaba del auto y retrasaba la misión.

“¿Sucede algo?”, preguntó con falsa amabilidad.

“Si lo arruino, perderé mi lugar en la Agencia”, dijo el menor con voz pequeña.

Himchan no pudo evitar comprender al otro a pesar de que le pareciera algo por demasía estúpido. Suspiró e intentó recordar cómo se sentía estar en la posición de tu primera misión. La misión que Yongguk les había dado no era difícil, era solo entrar a una oficina, buscar y extraer unos papeles; Himchan tuvo como primera misión descubrir si un par de políticos estaban enrolados con una mafia (algo que no le gustaba recordar debido a que su falta de experiencia hizo todo mil veces más difícil). En comparación, la misión de Himchan había sido mucho más compleja que la de Jongup, pero aun así creía comprender al menor.

Casi lo comprendía.

“Nada saldrá mal”, le susurró. Jongup giró su rostro levemente, mirando el perfil de Himchan. “En el peor de los casos voy a intervenir. No dejaré que nada malo te pase, y, hey, es tu primera misión de prueba, si lo arruinas no es el fin del mundo”.

Las palabras habían salido más dulces de lo que había planeado.

Ahí iba su porte frío y calculador.

Pero tal cosa valió la pena cuando Jongup sonrió nuevamente (exclusivamente a él) y musitó un gracias –que hizo a Himchan doler el corazón, en forma figurada– y bajó del auto.

Después de que vio a Jongup desaparecer de su vista, se golpeó un par de veces la cabeza contra la rueda del manubrio, pero nada grave. Tenía que seguir cuerdo para ayudar a Jongup.

No dejaré que nada malo te pase, se repetía en la mente de Himchan y por qué diablos había dicho eso.

Ni que le importara la seguridad del joven. No era ni un colega como para preocuparse por él tal como lo hacía por Yongguk, Daehyun o Junhong.

Espera.

¿Se preocupaba por… Daehyun?

Himchan decidió detener el tren de pensamiento cuando escuchó a Jongup hablar a través de su propio auricular.

Tal como lo planearon, Jongup en seguida habló con un guardia y preguntó por el Jefe del supermercado, pues quería solicitar un trabajo como empaquetador. El guardia, tal como lo predijeron, llamó a otro y preguntó si la Señora Yang estaba en su oficina. Pronto, Jongup fue escoltado hasta la oficina de la mujer.

Directo al blanco.

Jongup fue saludado por una voz femenina, que se escuchaba propia de una mujer de edad, pero usaba palabras formales y delicadas al referirse a Jongup como un joven emprendedor de su futuro.

Basura.

Jongup le habló sobre su postulación y le entregó su falso currículum, esperando a que la Señora lo leyera. Himchan suponía que en ese momento Jongup estaba examinando el lugar, en busca de los papeles.

“Busca donde podría haber algún cajón oculto si es que no encuentras nada”, le recordó Himchan. Esperó un par de minutos más a que la mujer volviera a hablar antes de hacer la llamada.

Desde su computadora llamó al celular de la mujer y esperó a ser contestada para poner la llamada pregrabada.

Escuchó como Minha se disculpaba por el sonido de su móvil y contestaba sin importarle que Jongup estuviera ahí.

La grabación comenzó a rodar como si fuera una persona tras la otra línea, la voz de su hija haciéndose presente.

Minha pareció calmada con la llamada de su hija, hasta que le confesó que estaba embarazada. De acuerdo al plan, la mujer se emocionó mucho, la escuchó gritar de felicidad por el micrófono oculto que usaba Jongup.

(Himchan recordó vagamente cómo Jongup se había sonrojado al decir estoy embarazada y usar su voz para tener la de su hija. Himchan rió ante el recuerdo.)

Jongup aclaró su garganta y la mujer pareció recordar que estaba ahí, por lo que pidió disculpas y salió de la oficina.

No podía haber misión más sencilla.

“De acuerdo, ahora busca algún papel sobre las finanzas del supermercado. Tienen que estar en algún lugar, yo entretendré a la Señora Yang lo más que pueda”, le dijo antes de abrir otro programa en su computadora y visualizar por el espejo retrovisor las puertas automáticas del supermercado. Esperó la sincronización precisa y detuvo la energía con un botón. Eso mantendrá ocupados a los guardias durante un tiempo.

“Himchan-hyung, creo que lo encontré”, dijo Jongup, “¿tomo todo el archivo o solo lo de este año?”.

Himchan pensó.

“Llévate la carpeta completa”, le respondió, “intenta esconderla bien en tus ropas, sin importar si está muy llena”.

“Es grande”, suspiró Jongup.

Himchan resistió la risa.

Volvió a fijar su vista a la entrada por el espejo retrovisor, al parecer ya estaban volviendo a dar la energía central. La grabación estaba a punto de terminar, por lo que escuchó lo que la Señora Yang decía para ver si él tomaba el lugar de su hija o dejarlo así.

“Tienes que salir, la grabación está por terminar”, le dijo a Jongup por el micrófono, “¿o necesitas más tiempo?”, inquirió.

“No, estoy bien”.

“De acuerdo, no olvides el currículum”.

Himchan observó como la grabación terminaba y como las puertas volvían a funcionar.

Esperó largos minutos mirando por el espejo retrovisor hasta comenzar a preocuparse un poco. ¿Por qué Jongup no salía? No escuchaba nada desde su monitor, ni tampoco lo veía salir.

“¿Jongup, estas bien?”, preguntó crecientemente angustiado.

No hubo respuesta, sin embargo escuchó el sonido que hacen las puertas al abrirse antes de decidirse a bajar a buscarlo.

Miró rápidamente por el espejo, viendo como el chico salía de ahí con una carpeta en la mano.

Tan pronto como subió al auto, Himchan le interrogó.

“¿Por qué te tardaste tanto?”, preguntó algo molesto.

Jongup pareció avergonzado, pero contestó de todas formas: “tenía que ir al baño”.

Este chico le iba a dar dolor de cabeza.

 

 

 

 

 

 

 

 

“Esta es la parte aburrida, revisar los papeles y buscar conexiones”, explicó Himchan, sentado a la cabeza de una larga mesa de conferencia, ya de vuelta en la Agencia.

Jongup estaba a su lado, revisando entre los papeles al igual que Himchan.

“¿No necesitamos a un economista que nos ayude?”, preguntó el menor, “¿o un administrador de finanzas?”.

Himchan negó con la cabeza.

“Eso sería traer más personas a este problema, pero si tienes dificultades con alguna cifra solo dime; aunque no lo parezca, soy bueno con esta clase de cosas”, respondió al menor.

Jongup asintió ligeramente apenado, buscando entre las hojas que estaban sobre el escritorio. No había un solo sonido en la gran habitación, solo el susurro de las hojas al pasarse o ser cambiadas y de vez en cuando el sonido del lápiz contra una hoja cuando Himchan tomaba una nota.

“¿Si no encontramos nada también se cuenta como misión completa, verdad?”, la voz del menor sonaba algo temerosa de preguntar, pero Himchan le respondió amablemente.

“Así es, y nos pagan como si estuviera completa”, dijo terminando de leer un papel y pasar al siguiente, “pero debes tomar en cuenta que quien nos contrata confía en que haremos una investigación a fondo; equivocarnos en un veredicto puede significar una futura demanda por falta de contrato, así que más vale que busquemos bien”.

El menor comprendió y revisó los informes llenos de números y letras que tenía a su disposición: él no era muy bueno entendiendo las finanzas, pero tenía un buen sentido común que debía anunciarle como una sirena si había algo fuera de lugar. Jongup pensó que esa misión estaba siendo demasiado fácil, es decir, cómo fue que dieron justo con los momentos precisos para poner en marcha su plan. No entendía bien cómo fue que Himchan hizo que ningún guardia le fuera a ver cuando estaba buscando los archivos, ni cómo fue que el mayor sabía espontáneamente que no habrían cámaras de seguridad. Jongup pensaba que era un dote del mayor, después de todo, Kim Himchan era de los mejores  (si es que no el mejor) de los Agentes de Corea; había oído de él la primera semana que había entrado al conservatorio.

No podía más que sentir honor al trabajar con él.

No dejaré que nada malo te pase.

Himchan frunció el ceño cuando Jongup dejó caer un lápiz al suelo. Se fijó en el menor, este estaba algo sonrojado de repente y una expresión extraña.

“¿Te sucede algo?”, cuestionó, “¿encontraste algo?”.

Jongup negó la cabeza muy rápido y recogió el lápiz.

“Lo siento”, dijo, para ponerse de pie de repente, “voy por un vaso de agua”, informó.

“Puedes pedirle a Youngjae que–”

“–No, está bien”, le interrumpió ya estando en la puerta, “yo mismo voy por él”, soltó luego, desapareciendo del lugar.

Himchan quedó mirando la puerta con el ceño fruncido.

“Seguro quiere perder el tiempo”, musitó algo irritado, “yo era igual cuando fui nuevo”.

Siguió revisando hoja tras hoja en paz, sin pensar en Jongup un solo momento. Himchan hacía eso usualmente: encerrarse en sus asuntos y no preocuparse por nada más que no fuese lo que tenía (a veces literalmente) entre sus manos. Su mente podía concentrarse fácilmente en una sola cosa, y el silencio de la habitación daba el clima más favorable aún para eso.

Solo después de que terminó de anotar una hoja completa con observaciones, fue que notó al otro volver. Se sentó en silencio y siguió leyendo entre muchas hojas.

Fácilmente estuvieron en ese asunto por dos o tres horas. La hoja de observaciones de Himchan ahora eran casi tres, y Jongup llevaba apiladas más de doscientas a su lado, ya habiendo sido examinadas.

Hasta ahora, Himchan creía haber analizado todo y tener un algo que no podía comprender aun. De lo que encontró, fue que había dinero no-registrado en ganancias hace más de cinco meses. Tendría que investigar sobre tal brotel para ver si las fechas coincidían. A demás, descubrió que el supermercado hacía recuentos de gastos cada semana, así que eso les hacía todo más sencillo.

Su calculadora le había dado números negativos cuando intentó calcular lo usado semana a semana, así que era obvio que había dinero (no solo unos cuantos dólares, quizás hasta millones) siendo usados para otras cosas. Pensó en que el solo hecho de hacer tal acción era suficiente para enviar a los esposos Yang a prisión, o al menos hacerles cerrar su negocio si lo quisieran.

Dejó anotado eso, pues lo discutiría con Yongguk luego en el caso que fuera relevante.

Al ya haber revisado la mayoría de las hojas, el cierre de esa parte de investigación iba a estar próxima, puesto que ya habían revisado lo importante relacionado directamente con los valores y el manejo del dinero dentro del negocio.

El siguiente paso sería el Brotel.

“¿Pasa algo, Himchan-hyung?”, preguntó Jongup a su lado.

Solo entonces Himchan notó que se había quedado pensando.

Pestañeó un par de veces antes de contestar: “Creo que tengo algo, pero terminemos eso. Lo siguiente es investigar el Brotel”, dijo pasando las hojas que le faltaba por sus ojos.

“¿Cómo vamos a investigarlo?”.

Himchan sonrió.

“Vamos a solicitar un servicio”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El brotel era como cualquier otro cabaret. Ambiente oscuro y sensual, y abre desde las 9 PM.

Hot passion”, dijo Himchan con inglés quebrado, “no es un nombre muy original”, comentó.

Jongup rió a su lado. Himchan pensó que esa risa era adorable.

“¿En serio vamos a pedir un servicio, Himchan-hyung?”, preguntó el menor. El otro le miró casi incrédulo, “porque si es así, tengo una confesión que hacer”.

Himchan pareció interesarse.

“¿Qué clase de confesión?”, inquirió.

Jongup miró el suelo.

“No estoy interesado en las mujeres”, respondió y Himchan pudo jurar que fue lo más personal que el joven había dicho en todo ese tiempo.

“Bueno, solo vamos a pretender que necesitamos un servicio”, dijo luego el mayor, poniendo su gafas oscuras para ir acorde con su traje formal. “Si te incomoda, deja que haga esto yo solo y tú te quedas al margen, pero necesito que entres también”, explicó.

Jongup suspiró.

“¿Solo necesito saber en qué fecha abrió, no?”.

Himchan asintió, “si es posible otro detalle, por supuesto que es bienvenido”, dijo, “y no es por ser injusto, pero por lo general las chicas que trabajan aquí no soy muy suspicaces, así que no debería ser difícil obtener información”, aseguró.

Jongup asintió y puso sus gafas también.

Iba a intentar hacer esto lo más expedito posible.

Al entrar, Himchan de inmediato fue hasta el bar, separándose de Jongup, quien fue al baño a ver si escuchaba algo fructífero (todo agente astuto sabe que en los lugares más casuales es donde se recopila mayor información). La chica que atendía el bar, de inmediato llegó a Himchan, quien no pudo evitar abrir los ojos desmesuradamente ante el atuendo de la muchacha.

Algo en su mente se preguntó cómo alguien con suficiente amor propio vestiría de esa forma.

“¿En qué puedo servirte, amor?”, preguntó la muchacha, arreglando su cabello hacia un lado y afirmar ambos codos en la tabla, permitiendo a Himchan ver sus poco cubiertos senos.

Otro mal del oficio, es estar acostumbrado a ese tipo de cosas. Bueno, más o menos.

“Solo quiero un vodka, ¿si?”, preguntó con una sonrisa de lado y quitándose las gafas, “claro, por ahora, luego podremos ver en qué más puedes servirme”.

La chica rió, voz chillona pero intentando ser seductora, para darse la vuelta y mover sus caderas de un lado a otro mientras iba hasta las botellas a su espalda.

Himchan notó a otro chico bebiendo a su lado, a un asiento de distancia, de hecho. Hizo un el movimiento de sentarse a su lado, el otro chico ni cuenta pareció darse.

“Hola”, le saludó. El muchacho se giró levemente, frunciendo el ceño con extrañeza, “solo quería hacerte una pregunta”, soltó ante la actitud precavida del chico.

“Adelante”, respondió.

Himchan relamió sus labios.

“¿Vienes mucho por aquí?”.

“Trabajo aquí”.

Está haciendo esto mucho más fácil, pensó Himchan.

“¿Estas interesado en comprarme, amigo? Porque he esperado a alguien toda la noche”, comentó el muchacho, poniendo su mano sobre el muslo del mayor.

La chica de antes volvió y le sirvió su trago.

“No puedes, Baekhyun, yo lo vi primero”, chilló la muchacha.

“Ni hablar, si no consigo un cliente la jefa me va a echar de aquí”, respondió el chico de inmediato.

Himchan se puso atento al momento en que hablaron de una Jefa.

“Como si me importara, no tienes idea de todos los viejos que he tenido que soportar hoy”, exclamó la chica, dando un empuje en el hombro del chico, “quiero un cliente guapo para variar”.

Pero antes de que dijeran algo más revelador, el muchacho se puso de pie y empujó de vuelta a la chica que le atendió antes.

“¡No te atrevas a tocarme!”, le gritó.

La otra no se quedó detrás, devolviendo el empuje.

Pronto Himchan tuvo que hacerse a un lado, pues los dos comenzaron a tironearse del cabello y dar cachetadas, provocando que otras chicas y chicos llegaran para empezar a separarlos.

Himchan se apartó y fue hasta el lugar donde se ofrecía el espectáculo, esperando que Jongup estuviera teniendo más suerte que él.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jongup lavaba sus manos hasta que una muchacha entró en el baño.

“Disculpa”, musitó él, “este es el baño de caballeros”, informó.

La muchacha tenía el cabello teñido de rubio, con notorias raíces en su corona e iba vestida con un vestido que abrazaba su esbelta figura fuertemente y permitía ver sus largas piernas. Sin embargo, lo que Jongup más notó fue que cerraba la puerta con pestillo y parecía caminar hacia él con un paso poco certero.

“Disculpa la intromisión”, dijo ella, llegando hasta su altura, pretendiendo acercarse más, pero no haciéndolo, “pero te vi entrar y pensé en que podríamos tener algo de diversión: sin cobro, por supuesto”, le susurró a Jongup, quitando con una mano las gafas del rostro del joven, acercándose.

Jongup no quería ser irrespetuoso, porque a pesar de todas sus preferencias: seguía siendo un caballero, así que la apartó apenas sujetándola de los hombros.

“Suena genial, pero no estoy aquí por esto”, respondió.

La chica frunció el ceño y de un movimiento tomó las muñecas del muchacho y puso las manos del otro sobre su cintura. Se sentó sobre el espacio que había entre los lavaderos, situando a Jongup entre sus piernas.

“¿Y qué haces aquí entonces?”, le preguntó ella, comenzando a deslizar el cierre de su vestido.

Jongup pensó en algo entonces. Si esa chica trabajaba ahí, debía saber quién era el dueño, ¿verdad?, si le preguntaba de forma sutil, agregando el estado de ebriedad de la muchacha, estaba casi seguro que podría enterarse de algo por mínimo que sea.

Ella se acercó a Jongup y llevó su boca hasta su cuello una vez habiéndose quitado la parte superior de su vestido, el que reposaba arrugado sobre su cintura. Jongup sentía todo lo contrario a excitación, pero sabía que tenía que seguir el juego.

Llevó sus manos hasta los costados desnudos de la chica, intentando recordar cómo se involucraba un hombre con una mujer. Tanto tiempo había pasado de eso, que solo pensaba en no hacer el ridículo.

“Estoy haciendo una investigación”, contestó, sintiendo como la mujer dejaba una marca en la piel de su cuello.

“¿Qué clase de investigación?”, cuestionó con falso interés la chica, poniendo sus piernas alrededor de la cadera de Jongup y hacer un vergonzoso movimiento.

Jongup pasó saliva.

“Me han dicho que el dueño de este cabaret hizo una transacción errónea”, explicó, diciendo lo que primero pensó, “es posible que cierre si es verdad”.

Ante lo dicho, la muchacha se apartó de inmediato.

“¿Cerrar?”, preguntó con miedo, su torso desnudo a la plena vista de Jongup, “no pueden. No sabría de qué vivir”, explicó con angustia.

El chico sintió pena por la chica, con más precisión, a todo aquel que trabajara en este lugar. El hecho que no tuvieran otra opción de sobrevivir más que vender sus cuerpos no era algo con lo que estuviera de acuerdo, pero no podía juzgarlos siendo que a veces las circunstancias económicas y personales se manifestaban con esa clase de oficios.

“¿Hay algo que pueda hacer para evitar que cierre?”, la voz de la chica cada vez más temblorosa.

Jongup la miró, a los ojos.

“¿Sabes el nombre del dueño?”, preguntó, moviéndose a un lado y sacar la billetera falsa que le había dado Himchan antes de la parada al supermercado. Sacó un lápiz, dispuesto a anotar, “yo le diré a mi jefe que verifiqué que todo está bien, pero no sé el nombre del dueño”, comentó, haciendo uso de sus dotes de actuación.

“Por supuesto”, dijo ella, mirándolo con ojos acuosos. “Yang Minha”, musitó ella.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Himchan había perdido la esperanza de encontrar algo, ya iban dos chicas (tres, contando a la del bar) y un chico (dos, contando al del bar) que se le habían insinuado, y él sin poder sacarles ni un poco de información. Caminó hasta un asiento lejos del escenario, dispuesto a relajarse un poco, observando sin interés el show de una bailarina, quien ya estaba quitándose su sujetador con lentejuelas y tenía a los hombres gritando por ella.

Bostezó y revisó la hora en su reloj de muñeca. Eran casi las tres de la mañana y de pronto recordó que no había cenado, ni Jongup lo había hecho. Estaba cansado: había sido un largo día, desde planear todo el asalto al supermercado Yang, el estrés que acumuló en el proceso (por culpa de Jongup y su vejiga) y ahora el plan para obtener algo de información del brotel.

Estaba comenzando a sentirse soñoliento, pero sabía que era una mala idea nivel 100 quedarse dormido ahí, por lo se obligó a levantarse y pescar su celular de su bolsillo trasero para llamar al otro muchacho.

Descubriendo que no lo tenía consigo.

“Mierda”, soltó entre dientes, volviendo al asiento de antes para revisar si había caído por ahí. No era el celular que hacía contacto con la agencia, pero Himchan odiaba perder sus cosas.

Buscó entre el asiento y no encontró nada, así que resignándose a volver a la barra, solo se quedó enfadado. Se dio cuenta que Jongup no iba a poder contactarlo  si es que quería, así que pensó lo más inteligente y se fue.

Caminó hasta su auto y abrió (Himchan guardaba las llaves en sus bolsillos internos de la chaqueta) rápidamente, quedando al frío del interior.

Encendió el aire acondicionado en modo caliente y esperó hasta que entrara en temperatura para apagarlo luego. Esperó alrededor de diez minutos hasta que se sintió quedar dormido, pero justo entonces, un golpe en su ventanilla (la ventana del co-piloto) se hizo presente.

Himchan miró con mala cara hacia el origen del ruido, pero cambió su expresión cuando vio a Jongup. Quitó el seguro y el muchacho entró.

“Podemos volver mañana”, dijo Himchan, afirmando su cabeza contra el volante, “no conseguí nada”.

Jongup le miró con una sonrisa.

“Conseguí el nombre del dueño”, afirmó Jongup, “y también la fecha en cuando fue abierta”.

A Himchan se le fue todo el sueño ante las noticias tan reveladoras.

“¿Es broma?”, preguntó crecientemente contento, “¿Quién es?”.

Jongup le entregó la hoja donde había anotado todo, era la parte de atrás de la boleta del McDonald’s, pero serviría. Ahí estaba el nombre, la fecha en que se había abierto el lugar y la firma de la muchacha que había dado la declaración.

“Por Dios”, soltó Himchan, “excelente trabajo, Jongup-ah”.

El aludido pareció sorprendido, Himchan frunció un poco el ceño.

“¿Qué sucede?”, inquirió, guardando aquel vital trozo de papel.

“Es la primera vez que me llamas por mi nombre”, explicó con una sonrisita.

Genial. Ahora Jongup pensaría que estaban siendo cercanos o algo así, genial, simplemente genial.

Himchan aclaró su garganta.

“Como sea”, soltó, “¿te llevo a casa?”, preguntó.

“No pareces en condiciones de resistir la trayectoria”, le respondió Jongup, sin olvidar que el mayor hace un momento estaba muriendo de sueño, “tomaré el metro, solo déjame en la estación, hyung”.

Hyung.

Ya ni siquiera Himchan-hyung, solo hyung.

Ese chico le iba a dar un dolor de cabeza horrible.

“De acuerdo”.

 

 

 

 

 

Notas finales:

no sé qué onda pero me entretengo leyendo este fic aunque yo misma lo haya escrito huehuehue, nos leemos luego<3


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