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Lazos por akirisha

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Notas del fanfic:

hola, este es mi primer fanfics. acepto sugerencias y criticas constructivas, si tienen alguna queja solo haganmela saber. Junjou romantica en el primer yaoi que vi, pienso seguir escribiendo algunas cosas sobre él. espero que les guste.

1 UN EXTRAÑO ENCUENTRO

Las calles de la gran ciudad eran iluminadas por el resplandor de las luces artificiales. Esquivando con gran facilidad el trafico citadino de la hora pico uno de los hombres más ricos de Japón conducía hacia las afueras de la ciudad. Había sido un día estresante, reuniones, planificaciones, campañas publicitarias, almuerzos de negocios en los que solo se hablaba de dinero, presupuestos. En otras palabras Usami Haruhiko estaba harto.

Era una noche fría y tormentosa, la mayoría de la gente solo pensaría en ir a casa y no salir, pero para Haruhiko en ese momento lo más importante era regresar a aquel pueblo y dejarle flores a su difunta madre. Condujo por las calles llenas, desviándose, tomando atajos que conocía bien, llegando a la carretera y conduciendo rápido – a pesar de la terrible tormenta – hasta llegar a la ciudad en la que fue tan feliz.

No traía paraguas ni impermeable alguno, la lluvia seguía cayendo pero sin importarle bajo de su lujoso auto, entro en el pequeño cementerio, atravesando las hileras de tumbas abandonadas de ese cementerio llegado a la tumba de aquella mujer que tanto había amado.

-       Hola mamá – susurro suavemente mientras se arrodillaba en el suelo lodoso, dejando un ramo de violetassobre esa sencilla tumba.

Habían pasado años desde la muerte de su madre a causa de una terrible enfermedad, pero aun la recordaba como si aún viviera, su sonrisa cálida, sus ojos llenos de tristeza y alegría, su delgada y protectora figura; los cabellos castaños que se movían con el viento cuando – a pesar de estar débil y enferma – lo hacía girar en el aire, sus manos maltratadas y rugosas peinando pacientemente sus cabellos, su voz dulce cuando le leía un cuento antes de dormir, sus lágrimas al separarse de su querido hijo, las lágrimas que nunca había visto en ella sino hasta el día en que ese hombre apareció.

Desde ese día su corazón se había sellado a cualquier tipo de cariño, desde el día en que le prometió a su madre que sería fuerte, desde el día en que le prometió que – aun muerta – ella se sentiría orgullosa de él. Por eso se propuso demostrarle a su padre y a todos de lo que era capaz un bastardo.

En medio de su meditación Haruhiko escucho el crujir de la tierra muy cerca de él, levanto la vista y distinguió a su lado una figura delgada, cubierta con una sobrilla.

-       Creí que era el único extraño que venía al cementerio en la noche – comento el chico para sí mismo mientras se inclinada frente a una tumba contigua.

-       Soy alguien ocupado – dijo Haruhiko de forma fría.

-       Se nota – dijo el joven junto a él – esa ropa se ve muy cara y el auto de la entrada es un último modelo, pero ¿Qué no tuvo tiempo de comprarse un paraguas?

-       Insolente – susurro levantándose del suelo mojado – que, piensas seguir allí, niño.

-       Hasta luego hermano, hermana, mamá, papá – dijo el joven sin prestarle mayor atención.

Sin dirigirse la mirada ni hablar, Haruhiko y el extraño joven caminaron hacia el exterior del sombrío lugar. El chico camino lejos, hacia la parada de autobús, mientras el empresario subía a su automóvil del año, caliente, con asientos de cuero.

Por primera vez en años el hombre sintió nostalgia al estar en ese pueblo, quería ver con sus propios ojos si todo seguía igual a como lo recordaba o si algo había cambiado. Conducía por las calles desiertas del pueblito, los lugares en los que solía correr con sus amigos, la tienda en la que trabajaba su madre, algunas cosas habían cambiado otras seguían igual; sin pensarlo ya era las tres de la mañana cuando por fin decidió irse.

Con mucha precaución, lentamente, condujo todo el camino de vuelta, mirando con nostalgia y tristeza la carretera que conducía de vuelta a Tokio recordando el horrible sentimiento que invadió su corazón en aquel momento, cuando su padre lo retuvo a su lado y lo obligo a ir con él a Tokio. Vacío. De la nada, en medio de la lluvia, los cansados ojos de Haruhiko vieron a alguien caminar con parsimonia en la misma dirección que él.

No me lo creo” pensó indignado el empresario al ver a ese muchacho tonto del cementerio caminando como si nada bajo la lluvia, con el paraguas roto, la ropa delgada y los zapatos viejos, tiritando de frio “Se va a enfermar

No lo pensó, solamente abrió la ventana, detuvo el vehículo y grito.

-       ¡Niño tonto, sube al auto! – dijo en forma demandante.

-       ¿Me llevaras? - pregunto el joven desconocido con cinismo y burla.

-       Si – dijo Haruhiko, indiferente.

-       ¿A cambio de qué? – pregunto con unos ojos insinuantes y un tono de voz meloso.

-       Solo sube al auto – agrego el adulto desviando la mirada de ese delgado cuerpo adolescente.

Con una sonrisa torcida y una mirada indescifrable el muchacho subió lentamente al auto, tal parecía que caminara directo hacia su ejecución.

En un penetrante silencio Haruhiko conducía. Era incomodo estar con ese chico, nada parecido a estar con Misaki, la pareja de su medio hermano. Ese chico era en verdad único, paciente, noble, amable, distraído; no sabía cómo seguirle una conversación pero su sola presencia lo hacía sentir tranquilo.

-       ¿Siempre acostumbras a hacer esto? – le pregunto el joven de pronto. – recoger a desconocidos en tu auto.

-       No, es la primera vez. – contesto sin despegar sus ojos del volante.

-       Entonces, no sé si sentirme agradecido o temeroso. – confeso viendo a través de la ventana. – Los hombres – suspiro – no hacen nada si no ofreces algo a cambio.

Por un instante Haruhiko desvió la mirada de la carretera interesado en la filosofía del niño. Solo en ese momento el empresario lo noto, los cabellos negros cubriéndole la cara, la mueca de tristeza, el cuerpo delgado y pequeño temblado de frio o tal vez de miedo. Ese chico se veía tan frágil, tan desolado que por ese pequeño momento Haruhiko tuvo el instinto de proteger a alguien, de estrecharlo fuertemente entre sus brazos y nunca dejarlo ir.

-       Tómalo como que se me dio la gana acercarte a la ciudad ¿bien? – dijo indiferente – sin segundas intenciones.

-       Eres extraño – murmuro.

-       Igual que tú– dijo con algo de risa en la voz.

No dijeron nada más, solo se limitaron uno a conducir y el otro a mirar por la ventana, la carretera, los bosques y montañas hasta llegar a una casi desierta Tokio que empezaba a despertar.

 

Notas finales:

bueno ese fue el primer capitulo, si tienen quejas, o algo que quieran agregar, alguna sugerencia haganmelo saber


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