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Invisible por Korone Lobstar

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Notas del capitulo:

Bueno, tardé más de lo que dije que haría...y encima teniendo mañana un examen xDDDD
Pero prometí que lo subiría y aquí está, siento haberme retrasado Zhena D:

Bueno, este capítulo tiene tanta chicha que...xDDD

No tengo palabras, me ha gustado escribirlo porque tiene todo lo gordo de golpe, aunque no es "feliz" realmente...

Bueno, os dejo el capítulo y luego intentáis no matarme, ¿qué tal? C:

Pues...¡Dentro cap!

AVISO  que este capítulo no es nada, nada agradable. Yo aviso de antemano. Porque en este cap es donde entra el DRAMA que pone en el género del fan fic.

Los días se escurrían entre sus dedos, copos de nieve que se dejaban caer sobre sus mejillas en plena ola de calor. Cada vez quedaba menos para que aquel curso acabara y con él todos aquellos sueños que podía contar con los dedos de una mano y que ninguno pudo cumplir.

Al menos quería besarle los labios antes de despedirse de la ilusión de sentirse amado por la persona por la que darías tus canciones, tu aliento y tus lágrimas.

No quería perder sus ojos por las mañanas, los veranos eternos esperando a que pasaran lento, a que bajara la marea para que la luna se marchara y diera paso a otro día. Y a otro, y a otro, y a otro.

Podía presumir de que ahora, lejos de las clases aburridas y monótonas del instituto podía ver a Trafalgar Law en otros momentos a los que podría “llamar” íntimos. Tras las clases de última hora de los viernes y los miércoles el profesor le proponía a su alumno el volver a acercarse a su piso a cenar y a beber una cerveza.

-A Smo-ya le has hecho gracia.

Eso era lo único que había escuchado decir de aquellos aterciopelados labios cuando se le ocurrió preguntar por qué. ¿Por qué ahora el moreno le preguntaba para quedar? ¿Por qué se le hacía tan extraño si era su oportunidad perfecta para poder acercarse a su alma, poder acercarse a aquellas mejillas de color tostado por las que habría pagado para poder acariciar? No sabría decir si se sentía extraño o incómodo. Si sufría cada vez más cuando le veía hacer algo tan simple como comer, cuando le veía sonreír de lado divertido ante la programación de la tele, cuando se acomodaba en el suelo de su piso o simplemente le pasaba el mando para que cambiara de canal. Algo no estaba bien.

El destino le había dado un pequeño empujón hacia él pero no estaba seguro de que ese fuera el camino que él quería tomar para tener el corazón que siempre deseó entre sus dedos.

No se sentía aquello que siempre se quiso sentir. Se sentía agua y arena a la vez. No eran aquellas miradas que compartían por las noches las que quería compartir. El tiempo que le quedaba en el reloj de arena le exprimía los pulmones para dejarle sin aire, sin fuerzas para asumir que no estaba consiguiendo nada. Había dado un paso hacia delante al abismo, no a sus labios. No quería ser aquel amigo que iba a su casa con aquel otro tipo a tomar algo y reírse como si fueran un trío de colegas de toda la vida. Quería ser quien llegara a casa y le encontrara sentado viendo la tele, el que le diera un masaje cuando se le cargara la espalda, el que le arropara por las noches cuando hace frío y ambos cuerpos se necesitan.

Quería ser muchas cosas que cada vez tenía más claro que no iba a ser. Que no iba a hacer. Que no iba a vivir. Se le hacía tan duro respirar su mismo aire y no su hiel que cada día era una pequeña tortura más, una espina clavada en la suela del zapato que te pincha cuando empiezas a dar los primeros pasos y que sangra cuando crees llegar a casa. Por muchas vueltas que le diera no tenía claro que jamás pudiese tener el valor de decirle a Trafalgar Law lo que de verdad sentía por él.

Dudaba que nunca lo hiciera, la diferencia de edad era notoria, y nadie jamás estaría tan loco como para salir con un alumno suyo.

Hoy era uno de esos días en los que antes de salir del aula el profesor de biología le había hecho quedarse el último para poder hablar con él, probablemente de algo importante relacionado con esa extraña amistad que había adquirido con él. Bueno, tampoco era tan raro, al fin y al cabo él ya era mayor de edad y en nada iba a irse a la universidad.

Si lo veías así no era para tanto, pero…

Pero estaba seguro de que a sus ojos aún se veía como un crío de 12 años. No soportaba que le mirara con aquellos ojos que querían comprender y entender, como si de un niño se tratase y hubiese cogido una pataleta como hacen los pequeños. Ya era todo un hombre pero jamás aquellos ojos grises como el metal iban a verle de esa forma. Las miradas que intercambiaban jamás tendrían el mismo valor.

Cuando todos los alumnos salieron por la puerta de clase se quedó apoyado en la mesa en la que siempre se sentaba al lado de la ventana y el moreno hizo todo el camino hasta él cruzando el pequeño pasillo improvisado que siempre quedaba entre mesa y mesa para que pudiera pasar. Cuando se acercó le sonrió como Kid había aprendido que sabía hacer pero, sin poder evitarlo, pensando que aquella sonrisa estaba falta de muchas cosas. ¿Podría dejarle el moreno algún día llenar todo aquello que jamás tuvo?  O eso pensaba, que él sepa su profesor de biología siempre ha estado soltero. Seguro que tuvo varios amantes, pero…pero nunca ha oído decir a las chismosas de clase decir que Law tenía novia, o novio. No era una broma, las chicas de su clase eran tan marujas que llegaban al punto de saber dónde vivían los profesores y con quién estaban casados o liados, todo lo que quisieras saber ellas te lo podían decir.

-Me preguntaba si vendrías también esta noche –dijo su profesor de biología mientras se doblaba las mangas de su camisa- vamos a jugar a las cartas todos, y Penguin y Shachi dicen que esta vez no van a perder contra ti. Smo-ya traerá algo de beber, ¿qué me dices? –le guiñó pícaramente un ojo- te voy a desplumar.

Sabiendo que aquello se trataba de un pique sin maldad el pelirrojo no pudo más que sonreír de lado ampliamente, con una mueca propia a la de un tiburón hambriento. Asintiendo simplemente se encaminó hacia la puerta para despedirse después ondeando la mano.

-A las 8 estaré allí.

El moreno asintió viéndole marchar, suspirando y mirando la hora en su reloj de muñeca. Se acercó a la mesa para coger sus cosas y salir no sin antes echar la llave. Sacó el móvil y marcó un número que tenía en marcación rápida y esperó pacientemente a que el dueño de la otra línea descolgara mientras se acomodaba el maletín en la mano.

-¿Qué quieres? Estoy en el trabajo.

-Smo-ya, yo también te echaba de menos –se escucha un gruñido por la otra línea, cosa que a Law le hizo tanta gracia que no pudo evitar reírse entre dientes- sí, sí. Tenemos que pasarnos a por algo de cenar para todos. ¿A las 7 y media?

Cuando quedó con el peliblanco a una hora adecuada para que diera tiempo a coger la comida en el asiático y luego pirarse al piso colgó y salió fuera al parking donde tenía aparcado el coche y se montó dentro tras abrir la puerta. Suspiró y arrancó. Esta noche seguro que iba a ser larga.

 

 

 

 

 

 

 

Llamó al timbre como estaba casi acostumbrado a hacer. A su lado, Shachi estaba contándole no se qué de unas chicas con las que habían quedado él y Penguin por la tarde para ir a tomar un helado y luego al cine, bla bla bla. La verdad es que no le estaba prestando demasiada atención porque cuando se lo proponía podía ser verdaderamente pedante, y más si el tema de conversación giraba en torno a las mujeres. No es que fuera gay, en realidad le gustaban ambas cosas, pero preferiblemente las quería lejos porque todas rezaban como chismosas y escandalosas. También influía el factor de que estaba…prendido del profesor  de alguna manera. No sabría decir enamorado, pero…quizás si que fuera algo así. Siempre se negó a creerlo, para que el golpe de decepción fuera menos duro.

Cuando la puerta se abrió un Trafalgar Law con ropa de lo más casual se estaba pasando una mano por la nuca tras bostezar, como si estuviera realmente cansado. Kid alzó una ceja en el sentido metafórico de la palabra, dado que cejas, lo que era cejas, no tenía. Ante el gesto el moreno sonrió de lado.

-Esta noche no dormí bien…-se estiró un poco de manera perezosa y los dejó pasar  mientras esperaba para poder cerrar la puerta.

 En el salón ya estaba Smoker con Penguin jugando una partida de cartas, y por la cara de Penguin tenía que ir perdiendo. Cuando entraron Shachi se dejó caer al lado de su amigo de toda la vida y le miró las cartas para ver si le podía ayudar. Como siempre empezaron una pequeña discusión sobre la mejor estrategia para poder ganar, y Smoker resopló cansado de tanta tontería. Cuando ambos se dignaron a echar cartas, el peliblanco se quedó pensativo.

Entonces Law, decidiendo que no era justo un dos contra uno, se dejó caer sobre las piernas de Smoker para cotillearle las cartas y decidir por él qué debía echar. Tras eso mostraron las cartas que tenían y el peliblanco ganó esa mano. Contento e ignorando las quejas de sus dos pequeños amigos, el ojigris se adentró en la cocina para ir a por la prometida comida y las cervezas que tantas ganas tenían todos de tomar.

Eran las ocho así que de seguro alguien ya tenía hambre o como mínimo sed. El primero en coger una cerveza fue Kid, dado que tenía el gaznate seco de haber estado toda la tarde estudiando en su casa sin salir. Parecía el único responsable de clase, al menos eso veía él. Porque si hablaba de los otros dos mejor no hacerlo.

Al menos en clase Killer era de los inteligentes…sabe nadie que hubiera sido de él sin su amigo rubio de toda la vida. Al menos siempre era una mano amiga cuando la necesitaba.

Tuvo que reconocer que al principio de la noche hasta se estaba divirtiendo viendo a Penguin y a Shachi hacer el idiota con las cartas, los tontos habían bebido tantas cervezas que no veían ni lo que tenían en la mano. No pudo contener una carcajada cuando a ambos se les cayeron al suelo y al ir a recogerlas a la vez se dieron un buen golpe cabeza con cabeza. Law por su parte tuvo que ir a por hielo para que no les saliera un enorme chichón a cada uno y Smoker como siempre parecía neutro y ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor. Le molestaba bastante que al único que parecía hacer caso era a su profesor de biología.

Su profesor.

Suyo.

Pero no iba a hacer ningún comentario posesivo u obseso como su mente le pedía que hiciera casi de rodillas. Mejor guardar bien las distancias. Smoker era un tío agradable cuando se lo proponía, pero si le aguantaba realmente era por Law.

Como era de esperar, con tanta comida y alcohol de por medio tanto Penguin como Shachi cayeron rendidos en un santiamén. Es más, uno dormía encima del otro, totalmente acurrucados, como una parejita. La noche entonces había decaído bastante, pero el moreno se había encargado de animarla de sopetón cuando no se le ocurrió otra cosa que ir a por un lápiz de ojos negro que tenía en el servicio y pintarles cosas muy extravagantes en la cara.

Eso fue bastante gracioso, pero lo fue más cuando el ojigris fue a la cocina y dejó caer “accidentalmente” una olla al suelo. Del estruendo ambos se despertaron de golpe y del respingo que pegaron se volvieron a dar entre ellos, pero se empezaron a reír todos a carcajadas cuando ambos amigos se empezaron a señalar entre risas nerviosas. Uno con un pene en la cara y el otro con unicornios y arcoíris.

Claro que todo se fue al traste cuando decidieron que, broma aparte, era hora de irse y se fueron ambos al lavabo a quitarle las obras artísticas de Law, dejando claro que últimamente parecía “derrochar arte”.

Por fin la noche empezó a calmarse y quedaron los tres que solían quedar siempre: Law, Smoker y Kid. Parecía casi como una apuesta, como una prueba de virilidad, de “veamos quien tiene los cojones más grandes”. Por mucho que lo intentaba jamás conseguía que Smoker se fuera antes que él. Mataría porque algún día Smoker tuviera prisa y tuviera que irse para que así le dejara sólo con el ojeroso. Debería probar otro día a emborracharle y luego echarle a patadas, a lo mejor así le dejaba intimidad.

Pero esa noche tampoco había ganado el campeonato de masculinidad y se tuvo que ir antes que él. ¿Le fastidiaba? Mucho. Porque a este paso jamás podría decirle lo que de verdad sentía por él, aunque cada vez lo veía más imposible y más distante.

Cuando Eustass Kid ya estaba alejándose del piso del moreno se metió las manos en los bolsillos y fue a sacar el móvil para comprobar la hora que era.

Fue entonces cuando se dio cuenta…

El móvil no estaba.

Maldita sea, Kid, haz memoria…

Cuando entonces recordó dónde estaba.

Se lo había dejado en la mesa del salón de Trafalgar.

Algo en su pecho retumbó al pensar que quizás, si volvía ahora con esa escusa, Smoker ya no estaría y podría quedarse a hablar con él, o lo que surgiera. Se moría por hacerlo, esta noche.

Sí, esta noche.

Esta noche sería la noche en la que conquistaría a Law. Lo haría, de una manera u otra.

Era como una especie de empujón del destino, como si el viento le revolviera el pelo para que se relajase y pudiera pensar fríamente. Era su oportunidad, era su momento.

Sí, entraría allí y le acorralaría contra la pared.

Y si se quejaba se encargaría de besarle tanto que hasta olvidara su nombre.

Cogió aire con fuerza y se dio media vuelta para volver al piso.

Debió reconocer que un par de veces se había planteado darse la vuelta e irse, pero es que parecía que todo iba a su favor.

Quedaba nada de instituto, nada. Era la noche perfecta, podría aunque sea robarle un beso. Entrar, coger sus cosas y…al menos un beso.

Con eso se daba con un canto en los dientes. Al menos podía echar la culpa a la cerveza si la cosa se complicaba o si le rechazaba.

En realidad estaba preparado para el rechazo, siempre lo había estado. Temía tanto no poder estar con él que había pasado a ser una fantasía, un mero sueño. Tan inalcanzable que lo que más barajaba siempre era un no rotundo. Si al menos podía besarle y no había pegas por su parte sería como tocar el cielo con las manos desnudas.

Subió las escaleras del portal hasta llegar a la puerta del piso de Law y fue a llamar, pero se dio cuenta de que cuando salió se dejó la puerta entreabierta. Qué mala pata, quizás Smoker siga dentro. ¿Debería darse la vuelta o…?

No, ya que venía iba a llevarse su móvil. Ahora mismo sus posibilidades estaban al cincuenta por ciento, dependiendo de si Smoker se había ido o no a casa.

No sabía si llamar.

Mejor no, ¿para qué?

Así si le pillaba solo le daría una “sorpresa”, y si estaba con Smoker realmente daba igual.

Abrió lentamente la puerta con la mano, empujando suavemente para no hacer ruido y se adentró por el pasillo principal del piso que hacía de recibidor.

Se quedó a un paso de entrar en el salón, pero no lo hizo.

Algo escuchó que le convirtió en piedra, tan pesado que podría romperse y caerse al suelo en mil pedazos. Pedazos que acababa de descubrir que nadie iba a recoger.

Desde donde estaba, allí de pie, podía ver a su amado profesor de biología a cuatro, siendo follado por el…hijo de puta de su “amigo” Smoker.

Así que era eso…

Apretó los puños con fuerza mientras su cerebro hacía lo propio y trabaja todo lo rápido y duro que podía para omitir los gemidos que le llegaban a sus oídos.

No era justo.

Simplemente no lo era.

Esos gemidos no los tendría que estar provocando ese capullo…los tendría que estar provocando él mismo. Por una parte estuvo deseando entrar para joderles el momento, pero no pudo hacerlo.

Aunque estuviera rebosante de ira lo que más le eclipsaba en ese momento era un dolor muy punzante en el pecho, que entraba y salía como una cuchilla rasga la piel de una persona. No sabría decir si tenía ganas de llorar, de dar un puñetazo a la pared del piso, de dar una hostia a Smoker o irse lejos y no mirar atrás.

Le escocían tanto los ojos que no pudo girar más la cabeza para volver a mirar en el interior del salón. Los gemidos eran suficientes. Salió mandando a tomar por culo el móvil. Mañana iría a recogerlo si era preciso.

Como pudo ser tan gilipollas.

Ahora lo único que quería hacer Eustass Kid era desaparecer de la faz de la Tierra. Para siempre.

 

 

 

 

 

 

-Pareces estar de peor humor que de costumbre.

Killer, mirando a Kid sentado desde su pupitre, pudo ver esa mañana como su mejor amigo había pasado olímpicamente de todo el mundo y había ignorado a todo el que se había acercado.

El pelirrojo podía ser cabezón a veces, pero algo gordo tenía que haberle pasado para que estuviera así, de ese humor de perros. Y con esa mirada tan fría y lejana, perdida en cualquier parte, donde no debería estar.

Suspiró colocándose algunos mechones rubios tras la oreja para que no le molestaran a la hora de escribir en el cuaderno para coger apuntes.

-Kid, puedes contármelo.

A cambio se llevó un enorme gruñido por insistir así que optó por rendirse y seguir a lo suyo. Sabía que tarde o temprano, en algún momento, se lo acabaría contando. Seguro.

Las horas pasaban lentas a través del reloj, y no podía ser peor.

Deseaba que las horas pasaran a toda velocidad para poder irse a su puta casa de una vez por todas e intentar que los días siguientes fueran todos así. No quería verlo. No era su culpa, pero tampoco podía evitar sentirse ciertamente traicionado.

Le daba tanta rabia que alguien estuviera con él que partiría la mesa de un puñetazo.

Sabía que no podía ser, que algo estaba muy mal. Si esos dos estaban juntos, ¿por qué esa mirada de Law? ¿Por qué esas sonrisas vacías? Cuando amas a alguien y ese alguien te ama deberías sentirte completo. Si no era así quería que alguien le dijera que hostias estaba pasando.

Quería saber si todavía tenía una oportunidad con él.

Aunque ya lo veía completamente negro.

La hora de biología llegó, y con ello una nueva tortura para Eustass Kid. Sólo escuchar su voz dando la lección de hoy se le hacía insoportable, porque cuando pensaba que escuchaba algo sobre el temario en su mente resonaban como un eco los gemidos que tuvo que escuchar el día anterior.

Nunca pensó que nadie pudiese hacerle tanto daño.

Pero ahí estaba, hundido en su montaña de mierda y más mierda.

La ventana como muchos otros días le salvó de tener que mirarle demasiado, sólo lo justo y porque tenía que cambiar de página en el libro. Al menos el cielo seguía teniendo el mismo azul, las nubes parecían igual de esponjosas y el canto de los pájaros parecía seguir teniendo el mismo tono.

Si todo verdaderamente seguía igual, ¿por qué para Kid nada era lo mismo? Todo en su entorno era diferente, la manera de ver a través de esa ventana había perdido hasta la gracia. Los pájaros ahora sólo eran unos molestos bichejos que se posaban en los árboles y no hacían otra cosa que cagar, las nubes parecían dar por culo y el cielo no se veía tan nítido como a él le gusta.

Definitivamente un día de mierda.

Al menos la hora de biología se pasó muy rápido.

Cuando la gente empezó a salir de la clase él ya tenía la mochila preparada para irse, se negaba a quedarse el último como había estado haciendo desde que entró en el instituto. No quería ni cruzarse con él ni tener que mediar palabra.

Pero parecía que la diosa Fortuna no quería sonreírle hoy.

Cuando ya estaba caminando por los pasillos entre todo el barullo de alumnos pudo escuchar su voz gritarle y correr hacia él. Reconocería el ruido que hacen sus zapatos con el poco tacón que tienen en el suelo a kilómetros de distancia.

-Espera –consiguió el moreno agarrar su camisa desde atrás para que se detuviera y el pelirrojo se quedó gélido- te dejaste esto anoche…es tu móvil. Pensé que lo echarías en falta.

No se dignó a girarse para mirarle. No quería hacerlo, no quería sufrir, perderse en sus ojos y nadar en ellos como siempre había soñado, no quería sentir sus ojos enrojecer como la noche anterior. Ya había sentido bastante dolor con aquello tan enfermizo que creció en su interior. Lo que siempre sintió no dio frutos, dio espinas. Y estaban haciendo sangrar cada poro de su piel con lágrimas invisibles.

-Gracias –cogió el teléfono y dio un brusco tirón para que aquella mano tatuada dejara de sostener su camisa. Metió el móvil en su bolsillo y salió disparado de nuevo hacia la salida. Ya estaba cerca, sólo tenía que salir y…

-¡…Espera!

Maldita sea, joder.

De nuevo se quedó estático en el sitio esperando a que Law hablara para poder irse. Se negaba a darse la vuelta para quedarse hipnotizado en aquellos labios.

-Esta noche hacemos una fiesta en honor a Smo-ya… ¿vendrás, no?

Se acabó.

Le iba a partir la cara.

Se giró con toda la rabia del mundo para gritarle un par de cosas que pensaba de su “amigo” Smoker y sobre el dinero que daría por matarle con sus propias manos.

Los insultos se quedaron ahogados en su garganta cuando aquella sonrisa de nuevo vacía colmó la piel de aquellos labios y esos ojos brillaban en un sinsentido de nuevo.

No sabía qué cojones había hecho ese capullo con Law, pero apostaba lo que fuese a que le iba a partir las piernas.

-Tiene una noticia que dar. Cuento contigo como siempre, ¿no?

Kid se quedó mudo por un instante.

Di que no, maldita sea, di que no…

No digas que sí, sé fuerte…

Se quiso darse de golpes contra la pared más cercana cuando inconscientemente su cabeza asintió en contra de su voluntad.

 Las horas pasaron tan rápido para su poco atractivo que la noche no tardó nada en caer. Al menos le entretenía tocar en el interior de su bolsillo vaquero el zippo que siempre llevaba. No solía fumar, pero cuando lo hacía le gustaba tener fuego encima, le resultaba de lo más desagradable tener que ir detrás de personas desconocidas para poder encenderte un cigarrillo.

Aquella era una de esas noches por las que se podría fumar hasta la vida, sacando rápidamente ante la ansiedad un cigarro. Con su precioso encendedor hizo lo propio y en dos segundos ya estaba fumándose tranquilamente un cigarrillo por las calles nocturnas de la ciudad. Al menos a esas horas no había “tantas” personas.

Odiaba dar paseos por esa zona de la ciudad dado que normalmente estaba lleno de estúpidos hablando con otros estúpidos o de estiradas que prácticamente pegaban la cara al cristal de los escaparates para mirar el contenido de los mismos. Seguramente caprichos caros de esos que a las mujeres les gusta tener.

Tomó una calada al cigarro y se sintió en un momento en el cielo, el sabor de la nicotina y el humo acariciar su lengua y bajar por la garganta a los pulmones en ese momento se sentía tan agradable que no creía poder parar. Por el camino sería capaz de fumarse varios.

No podía evitarlo. Tenía tantos sentimientos encerrados en lo más profundo de su corazón que cada vez se le estaba haciendo más difícil lidiar con ello. Cuando hacía su papel de muñeco de paja en el asiento de su pupitre todos esos años no se veía tan insoportable, sólo tenía que fingir cosas que no sentía y aparentar algo que no quería. Pero desde que intimó con su profesor y descubrió quién es el que le calienta las sábanas la situación había dado un giro totalmente doloroso y de 360º. La cosa había cambiado tanto que aquellas inseguridades que siempre tuvo ahora le estaban acorralando en un callejón sin salida.

Antes tirarse a la piscina y probar a declararse al capullo de Trafalgar se veía tanto jugoso como apetecible. Ahora más que no querer, no sentía fuerzas.

¿Llegó tan tarde…?

Los pasos le llevaron hacia el portal que ya había memorizado en su mente, el número del portal y concretamente la planta a la que debía llamar. Tiró lo poco que quedaba de cigarrillo y lo pisó con ganas, viendo como la llama se apagaba bruscamente, dejando un rastro de ceniza negra por el suelo. Felizmente y de casualidad, su mente se había imaginado que la colilla era la cabeza de Smoker y el rastro que había dejado era sangre.

Llamó impacientemente al telefonillo para que le abrieran cuanto antes. No tenía intención de quedarse por mucho más en la calle o tendría tentación de seguir fumando.

Sin si quiera preguntar quién era, la puerta se abrió sola y entró dentro, subiendo las escaleras y entrando en el piso de Law, dado que se había dejado de nuevo la puerta abierta.

Gracias a los dioses al menos la situación era claramente muy diferente.

La gente se agolpaba en el salón con una sonrisa que se contagiaba y había un ambiente casi festivo. Aquello que fuese a decir aquel idiota tenía que ser realmente importante, porque habían venido bastantes. Incluso gente que no recordaba haber visto en su vida.

Bepo aquella noche también se acercó a saludarle frotándose contra sus piernas, con un suave ronroneo de fondo que parecía decirle “Bienvenido”.

Aquella maldita bola de pulgas le pegaba al profesor, si lo pensaba detenidamente. Se veía como muy suave y…

Exactamente igual como se veía su pelo negro…

Agitó la cabeza para alejar aquellos pensamientos y se limitó a entrar dentro con todos los demás, a disfrutar de una cerveza muy fresquita y del buen ambiente que había. La gente reía y hacía multitud de chistes, hablaban de esto y aquello y la noche se estaba amenizando rapidísimo.

Desde la puerta de la cocina podía escuchar al moreno hablar con Penguin, regañándole por casi tirar la comida que minutos después les sirvieron. No era gran cosa, la verdad, casi todo era comprado o simplemente eran aperitivos sueltos, una cena de picoteo comúnmente dicho.

Aunque no lo pareciera ese detalle hizo que casi se convirtiera en una fiesta, la gente empezaba ya a haces estupideces de las que no pensaba hacerse partícipe. El gato, curiosamente, se había quedado tumbado sobre sus piernas cruzadas para poder quedarse dormido y recibir mimos que no tardaron demasiado en llegar. No es que le gustaran los animales, pero tampoco los detestaba. Mientras esos bichos no le molestaran demasiado estaba bien.

Fue una pena que, con la presencia de Law en el salón, acomodándose a su lado, el gato decidiera cambiar de cama y acomodarse en las piernas del moreno.

Recibió a cambio una sonrisa de lo más enigmática, parecía que le agradeciese que tratase tan bien a su bola de pelo. No sabía tampoco qué decir o hacer ante ese gesto.

Cuando el cuenco de cacahuetes ya había sido rellenado como unas tres veces y después de que Trafalgar se quejara de que todos comían como cerdos Smoker hizo un llamado de atención. Law entendió en seguida por lo que parecía, y se levantó de la posición al lado del pelirrojo para acercarse a un armario del salón y sacar varias copas buenas y una botella de cava.

Rápidamente la gente se sorprendió y tomó un vaso con buena cantidad del licor, y el silencio se hizo en cuestión de segundos en la sala.

Smoker, con una especie de…”sonrisa”, miró a todos antes de decir aquello que tanto había estado esperando comunicar. Alzó la copa y todos los presentes le imitaron menos Kid, que simplemente miró con detenimientos las acciones del peliblanco.

-Quiero hacer un brindis –la gente, mirándose la una a la otra, sólo pudo seguir en aquel silencio nervioso y asentir- por mi compromiso con Tashigi.

Todos alzaron las copas y las chocaron entre ellos al grito de “salud”, pero a Eustass casi que se le quedó el alcohol a medio camino de la garganta. Todos aplaudieron y le felicitaron en seguida, emocionados, como si fuese una noticia maravillosa.

Si así lo era, ¿por qué cojones Law también celebraba? ¿Es que el muy imbécil tiene algo que celebrar? Joder, si ayer se estaban acostando y…

Un momento…

¿Qué cojones está pasando allí?

Sus ojos ambarinos pasaron olímpicamente del ajetreo generalizado en la sala y se fijó atentamente en aquellos ojos grises que habían detenido el tiempo unos segundos para degustar su color sólo por un momento.

Aquella sonrisa amarga a la que empezó a tenerla asco volvió a aparecer, y coquetamente el moreno hizo un gesto para que guardara silencio y no dijera nada.

Esto no podía ser real.

Si…si Law fuera suyo, esto…

Esto…no estaría pasando…

Sus ojos sin brillo, aquella sonrisa perdida en la infinidad del tiempo y del dolor…

Qué…

¿Qué había hecho ese gilipollas?

¿Por qué sólo con mirarle a los ojos pudo sentir una conexión tan fuerte que, por un momento, sintió aquel dolor asfixiante que escondía tan bien su profesor de biología?

¿Por qué estaba pasando esto?

¿Qué había estado siendo Law para aquel idiota desde el principio?

Sólo podía leer entre líneas una cosa de sus párpados pesados caer y alzarse una y otra vez.

Trafalgar Law lo último que quería hacer ahora era reír, sonreír y celebrar.

¿Acaso…

…había estado siendo usado todo el tiempo…?

Si era así…

¿Por qué parecía haberlo sabido desde el principio?

Notas finales:

Bueno, pues...-escondida en su búnker- ¿qué tal ha quedado? C,:

¿Me merezco un review o irme al infierno?

Espero que lo primero ~


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