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Invisible por Korone Lobstar

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Notas del capitulo:

Bueno, pues en honor a que he vuelto de mis pequeñas vacaciones, estoy aquí con otro capítulo más de Invisible, y está súper cargado…tiene feels por todas partes, tiene emociones, sentimientos, llanto, dolor, pasión…

No tengo palabras, la verdad. Ahora que le he escrito y le he releído un par de veces me siento la peor persona del mundo. Pero era exactamente el ambiente que quería crear. No me matéis demasiado, por favor. Que ya tengo bastante con querer matarme a mi misma por lo que he creado.

Cuidado, que muerde xD

Espero que os guste tanto como me ha gustado a mi escribirlo.

Un beso a todos y todas y…dentro cap.

 

El eco de las carcajadas, el jolgorio y los ánimos entre aquellas cuatro paredes del salón ya habían desaparecido. Ahora sólo quedaba el consuelo mudo de la noche, la oscuridad cerniéndose sobre su cuerpo como una sábana tapa el cadáver de una persona. Era una noche de lo más calurosa, y cualquier tipo de prenda sobraba en esos momentos sobre el futón. Pero sin embargo, Eustass Kid no podía dejar de sentir una extraña corriente de brisa gélida arañarle la espalda hasta dejar cicatrices que ni el alcohol iban a cicatrizar.

Se dio cuenta de que las sábanas que le arropaban no espantaban a aquella bestia de hielo que tenía en su columna vertebral. Se dio cuenta de que la noche era demasiado oscura. Se dio cuenta de muchas cosas en una noche, cosas de las que no estaba seguro poder llegar a asimilar en tan poco tiempo. La información en su cabeza se agolpaba como una autovía intoxicada de vehículos, cada uno de ellos emitiendo su pequeña porción de polución. Contaminado por las risas de la gente que hasta hace poco había llenado aquella habitación, dio otra vuelta más pensando que de alguna manera, Morfeo vendría a por él y se le llevaría. Pero le asustaba pensar que se le llevaría para no regresar. Quizás sería gratificante desaparecer de la realidad unos instantes, desaparecer para que los recuerdos no hicieran sangrar su piel, para no ver como los recuerdos destrozaban la porcelánica sonrisa de su profesor de biología.

Cayéndose en pedazos hacia el asfalto, destruyendo cada atisbo de esperanza en aquellos ojos grises como el metal que chirriaban angustiados. Definitivamente no quería volver a ver aquella expresión en su rostro nunca más.

La sensación de que aquella persona de quien había estado prendido durante tantos años se derrumbada ante sus pies era increíblemente asfixiante. Estirar la mano hacia un ente vacío sin sentimientos, ante un ente que desea ser humano pero que se traga la oscuridad de la noche.

Cerró fuertemente los ojos ante el pinchazo que en su pecho había surgido tan veloz como un relámpago se chocaría contra su cuerpo ante la tormenta de infortunios. Aquellas nubes negras que avecinaban tempestades empezaban a arremolinarse sobre su cabeza, su pelo rojo parecía más apagado sólo con la sensación de la espesura de las emociones vividas.

Se preguntaba si el moreno estaría pasando por un infierno igual o peor que el suyo. Al fin y al cabo él era la tercera persona, él era el otro en su vida. Él era un fantasma errante que perseguía su sombra en los días que hacía frío sin motivo. El guardián de los sueños que siempre quiso que tuvieran juntos.

Una de sus manos pálidas descendió desde su sudoroso rostro hacia su pecho, donde se agarró fuertemente la camisa para calmar durante un breve período de tiempo la bruma que acariciaba sus sentidos.

Creyó por unos instantes que aquel frío inexistente que tanto daño le estaba ocasionando en aquella oscura y calurosa noche se había ido, pero no fue así. Sus ojos ambarinos se cernieron sobre la ventana, desde donde la luna llena brillaba con tanto esplendor que parecía haberse calzado sus zapatos nuevos para bailar sola. El cielo no lucía ninguna de sus hermosas nubes. Tanta claridad abrumaba. Se reclinó sobre el futón que su profesor amablemente le había prestado para dormir y se quedó mirando a la nada durante unos instantes. Hasta que un diminuto susurro le hizo desviar toda su atención hacia una de las puertas. Una de las puertas que daba al pasillo y, unos pasos más hacia delante, a la habitación del moreno. Se preguntaba una y otra vez cómo lo estaría llevando, si él estaría también sudando aunque su cuerpo estuviese rodeado de hielo. Si él apreciaba aquella oscuridad como la apreciaba él con sus fieros ojos del color del ámbar.

El pequeño pensamiento de verle sufrir le hacía sentir agujas en el pecho, clavándose una tras otra como un infierno carmesí. Aunque... ¿Quién podría decirlo? Durante todo ese tiempo, Law había estado ocultando no solo que se estaba acostando con aquel que supuestamente era su amigo, si no que ese amigo, lejos del moreno, tenía una seria y prometedora relación con una chica que estudiaba para ser, algún día, una gran profesional en el mundo de la ley.

¿Qué papel había estado jugando Law entonces en aquel triángulo amoroso? ¿Qué sentido tenía tirarte a un pozo si sabías que no ibas a poder salir de allí?

Pero Kid no podía hacer nada más que mirar.

Porque él mismo decidió tirarse a un pozo muy similar cuando decidió que quería a aquel maestro en su vida sin darse cuenta, sabiendo que jamás llegaría a ninguna parte invitándole a salir o simplemente rozando sus labios de manera íntima.

Y pensar que Law amablemente le había ofrecido quedarse a dormir por lo tarde que era…

Los pensamientos negativos se hacían cada vez más pesados en su mente, las dudas corroían su cuerpo como el mismísimo ácido y sus manos repiqueteaban el suelo.

Dormir, lo que se decía dormir, sabía que era totalmente imposible.

No tenía expectativas de quedarse a mirar las paredes o el techo.

Los susurros que escuchaba y que en principio creyó que eran de su imaginación cada vez eran más claros.

No podía más.

Quería respuestas y las quería ahora.

Necesitaba saber para poder entender.

Levantándose como una fiera del futón y apartando la sábana que le cubría anteriormente de una patada, abrió sigilosamente la puerta del salón y salió al pasillo.

Se quedó inmóvil pegando la espalda en una de las paredes, calmando su desbocada respiración para escuchar atentamente.

Era cierto, aquellos susurros no eran ficticios.

Caminando como un ladrón, se aventuró de nuevo hacia la habitación del moreno y abrió ya cansado de seguir jugando al gato y al ratón repentinamente.

Law estaba tumbado en su cama, arropado con una sábana de proporciones considerables para un cuerpo tan largo y delgado como el suyo y con casi toda la cabeza metida bajo la sábana, como si fuera una pequeña bolita en mitad del colchón.

Vio aquel cuerpo tostado erizarse al sentir que alguien había entrado en su habitación pero no pareció que se fuera a mover.

El pelirrojo emitió un pequeño gruñido pretendiendo llamar su atención pero pareció que el moreno no estaba receptivo. Un hondo suspiro escapó de sus labios.

-¿Vas a querer hablar de ello o no? –se acercó unos pasos hacia aquella cama, con la mirada afilada como cuchillas. Sabía que la rabia le reconcomía por dentro, pero no por ello debía pagarlo con él.

El moreno se removió de nuevo entre sus sábanas, y no parecía muy dispuesto a colaborar.

-No hay nada sobre lo que hablar, Eustass-ya. Es tarde, deberías descansar un poco.

-Corta ese rollo, a mí no me jodas. ¿Cómo voy a poder dormir, joder?

El silencio entre ambos era tan palpable que asustaba su simple existencia. El pelirrojo no podía creérselo.

-¿Es que no vas a decir nada?

-¿Sobre qué?

-¿Cómo que sobre qué? –se sentó entonces con cierta confidencialidad en la cama del moreno, en un lado donde su cuerpo no molestara a la comodidad del otro.- No te hagas el tonto conmigo, porque sé de sobra que ese subnormal te metía la polla por el culo por las noches. ¿Qué es esa mierda de que se casa?

Se escuchó un sordo chasqueo de lengua bajo la coraza de tela de Law. Había dado de lleno y a la primera. Pero a pesar de ello, parecía sonreír.

-Es encantador la manera que tienes de fingir que te preocupas por mí…

Kid se quedó paralizado, como si aquellas palabras se hubieran clavado como estacas en sus articulaciones y le hubiesen dejado rígido. Sus labios parecieron entumecerse en un momento. No podía contestarle. No podía decir nada. Sabía que no había terminado de hablar, pero en cierto modo no quería que aquello continuase. Tenía un terrible presentimiento.

-…pero es suficiente, Eustass-ya. Déjalo estar. No sabes nada. –se encogió un poco más en su fortaleza de sábanas y oscuridad, ocultando casi la totalidad de su cuerpo bajo la misma.-

¿Qué….qué había dicho?

¿Qué no sabía nada…?

Cómo…

Cómo podía…

La furia recorrió cada vaso sanguíneo de su níveo cuerpo, sus músculos se tensaron al oírlo y se sintió en unos segundos hundido en una mierda en la que no quería estar. Podía tolerar muchas cosas, y esa NO era una de ellas.

¿Qué mierdas se creía?

Su mano, tensa, rígida, falta de suavidad agarró con fuerza el hombro del moreno y le apretó entre sus dedos como si fuese gelatina. Law sólo se limitó a emitir un diminuto quejido orgulloso.

-Puedo tragarme un montón de polleces. Puedo tragarme que no quieras hablar del puto tema conmigo. Puedo tragarme que hagas como que soy un niñato porque eres mi profesor. Puedo tragarme que hagas como que no existo. Pero mírame a la puta cara cuando te hablo, gilipollas. Te voy a decir algo claro. Si crees que estoy aquí para fingir que me importas puedes irte a la puta mierda. Si de verdad crees que no tengo ni puta idea debería irme a mi casa para dejarte sólo.

El cuerpo del moreno permitió toda aquella agresión verbal sin emitir ningún tipo de respuesta. No podía detenerse ahora: ésta estaba siendo la única vez en su vida en la que por primera vez estaba siendo claro con lo que sentía delante de Law. Y tenía que terminar lo que acababa de empezar. No podía quedarse a medias cuando estaba empezando a quitarse de los hombros un yugo que le partía la espalda en mil pedazos. Atisbó una diminuta oportunidad de sentirse libre con su corazón y no iba a dejarla escapar.

-¡Mírame, joder! ¡Si es mentira todo lo que estoy diciendo dímelo! –le zarandeó con violencia intentando hacerle reaccionar por una maldita vez.- ¡Trafalgar, si es mentira dilo! –se quedó callado esperando una respuesta que parecía no querer salir de aquellos tostados labios.- Dímelo. Di que es mentira, que no te folla por capricho. Vamos, dilo. Dime que no le quieres y pasaré de todo como si lo de esta noche no hubiera pasado. Pero háblame, joder.

Desesperado ante el silencio, ante la ausencia de explicaciones o palabras, ante la ausencia de cualquier rayo de esperanza sobre su ser, el caldero de su ira en el interior de su pecho se hizo más rusiente.

-¡Trafalgar!

Le zarandeó aquella última vez con todas sus fuerzas, forzando a aquel cuerpo a su lado moverse hacia su dirección y poder mirarle a la cara. Poder mirarle a la cara mientras hablaba para poder leer en sus ojos la verdad.

Pero se quedó mudo.

Las palabras ahora ya eran incapaces de salir de su pálida garganta, y en su lugar, como sustituto, una enorme bola empezaba a formarse en su interior, haciéndole estremecerse, haciéndole perder la razón y el oxígeno que llegaba a su cerebro.

La luna reía caprichosa mientras hacía brillar aquellas pequeñas gotas saladas que emanaban de sus ojos grises y se precipitaban al vacío para derramarse sobre las sábanas.

 Law estaba llorando.

La tímida rojez de su nariz, de sus ojos y de sus mejillas era una maldita carta en clave que le decía que no era de ahora. Que llevaba llorando toda la noche desde que se había quedado solo. Que no quería que nadie le viera llorar pero ya era tarde. Que el dolor le estaba matando más de lo que el pelirrojo jamás pudo creer. Que tenía sentimientos, que tenía un corazón ahora destrozado.

Que aquellas lágrimas que no cesaban de brotar de sus ojos no tenían intención de hacerlo ahora que había sido descubierto. Ahora, su voz serena  y atrevida no podría volver a sonar igual. Ahora que las lágrimas se habían animado a seguir correteando por sus mejillas, el mar en el que se estaba ahogando el moreno le iba a impedir hablar con la claridad que la ocasión merecía.

Los labios que siempre soñó con besar pasaron de formar una línea a sonreír de aquella manera amarga.

Aquella forma en la que se juró que no quería volver a verle sonreír. Una sonrisa tan falsa como la esencia humana.

Apretó los puños en torno a las sábanas, ambos ahora descansando a ambos lados de la cabeza del moreno, suavemente posada sobre el colchón de su cama. Law cerró sus ojos un momento para intentar hacer que sus lágrimas dejaran de traicionarle pero no pudo, simplemente ya no tenía fuerzas.

Volvió a abrirlos y, en ese instante, clavó su mirada sobre los orbes ambarinos del pelirrojo. Ladeó la cabeza para poder sonreírle de aquella forma a la que a Kid le oprimía el pecho.

-Sé lo que estás pensando ahora mismo…-murmuró débilmente, con la voz exprimida.- lo sé…-miró con intensidad aquellos ojos que se habían quedado congelados en el tiempo, que le estudiaban centímetro por centímetro.- que…soy patético… ¿verdad? Que…-contuvo con todas las fuerzas que le quedaban un débil murmullo que parecía ser un sollozo.-…que te doy lástima…porque parezco…-Cuando pareció darse cuenta de que ya no tenía escapatoria cerró los ojos víctima de la derrota. Abrió los labios de nuevo para seguir hablando pero las palabras dejaron de salir. Su lengua se hizo diminuta en la tensión de aquella habitación y sus cuerdas vocales sólo podían temblar.

Le horrorizaba la sensación de que su alumno le viese como un ser penoso y cobarde…porque jamás se consideró a sí mismo así. Pero desde hace mucho tiempo se había quedado clavado en una cruz que su cuerpo no podía soportar, y era cuestión de tiempo que acabara cayendo sobre él y le matara.

Sólo quería desaparecer para siempre de aquella cama. Querer que aquello no hubiese pasado jamás. Que el día que se enamoró del peliblanco jamás hubiese llegado. Que el día en el que dejó que le bajara la bragueta del pantalón jamás hubiese pasado.

Pero ahora era todo demasiado tarde…

Los trozos de su corazón estaban irreconocibles.

Se había clavado a sí mismo un machete que no se podía sacar del pecho después.

Contando con el extra de que un alumno de su clase le estaba viendo en aquella forma de ser de papilla tirado de mala manera en su casa con aquellas estúpidas lágrimas en las mejillas.

Desvió su rostro hacia un lado para dejar de sentir como los ojos ambarinos de Kid se clavaban  en su piel hasta perforarle de un extremo a otro de su piel.

Unas manos le sostuvieron el mentón.

Y unos labios se presionaron violentamente contra los suyos sin avisar.

Sus ojos grises se abrieron de par en par.

Esperaba una reprimenda, una burla, una risa, esperaba un consejo, esperaba…esperaba absolutamente cualquier cosa menos eso.

Aquellos labios pálidos se movían sobre los suyos, con fuerza, con valentía, con coraje, con humildad. Abrumado por tantas sensaciones en un solo beso tuvo que cerrar los ojos para que su alma no abandonara su cuerpo tan pronto.

Apretó las manos en torno a las sábanas, aferrándose a ellas como quien se aferra a una cornisa para no caer al vacío. Sentía sus pies tensarse y, al instante, relajarse ante aquel experto beso que estaba recibiendo sin pedir nada a cambio.

Podía ver en su mente su propia figura delante de otro pozo. ¿Querría ahora caer en este?

¿Podría salir vivo de este?

La lengua del pelirrojo acarició en silencio la comisura de sus labios para pedir permiso. Quería entrar, anhelaba que entrase. Su cuerpo delgado extrañamente estaba correspondiendo gustoso a un trato tan afable como ese. Su piel temblaba ante el tacto de las manos que se había desplazado desde ambos lados de su cabeza a su pelo negro como el carbón. Inquieto, Law intentó moverse, zafarse de su abrasador y asfixiante calor, de detenerle. Pero estaba tan débil y el calor de Kid era tan intenso y gentil…

Empapados de nuevo, sus ojos dejaron caer nuevas lágrimas sobre el colchón mientras abría tiernamente los labios a un nuevo huésped dispuesto a quedarse. Ambas lenguas se rozaron y una corriente eléctrica pasó inminentemente de un cuerpo a otro, agitando las respiraciones de ambos y haciéndolos palpitar en llameante y renovado deseo.

Deseo fruto de la desesperación y el dolor. ¿Fruto del anhelo de cariño? Puede ser.

Puede que aquel arrebato del pelirrojo sólo fuese un intento de ahogar la melancolía del cuerpo ajeno.

Law debía admitir que se sentía de maravilla, fuese lo que fuese.

Sintiendo que aquella noche, sólo por una vez, podía dejarse llevar por el cálido abrazo de la pasión fuese quien fuese quien fuera a dárselo.

Olvidar el dolor por un segundo, el dolor que retumbaba en ambos pechos.

Que aquella danza elegante y húmeda de ambas lenguas no cesase hasta el amanecer.

Aquellos dedos porcelánicos tiraron de su cabello negro para hacer que el moreno estirase su cabeza hacia atrás, mostrando suculentamente su cuello tostado y su deliciosa piel del tono del dulce chocolate. ¿Tendría el mismo sabor?

Eustass Kid deseaba desde lo más ferviente de su ser comprobarlo, aunque fuera realmente doloroso despedirse de aquella experta lengua aunque fuese por unos segundos eternos.

Eternos hasta que la punta de la lengua del pelirrojo rozó la nuez de Law. El moreno se agitó bajo su fornido cuerpo, apretando más aún si era posible el agarre de sus dedos sobre las sábanas. Inquietos, impacientes, deseosos de arrancarse gemidos sonoros y destellos en sus miradas como un volcán a punto de entrar en erupción.

Sus labios se cerraron en torno a su cuello degustando el apetecible sabor de su cuerpo, decidiendo que era demasiado delicioso como para poder saborearlo con una sola lamida o un solo beso. Hizo lo que su cuerpo demandaba. Con fiereza, apretó la nuez del otro entre sus dientes, asestándole un potente mordisco mientras tiraba con más garbo sobre su pelo.

-¡…Aah…! –gimió Law, con los ojos abiertos de par en par ante aquel acto pasional que no se esperaba. No podía respirar. Se revolvió intentando que sus pulmones dejaran de doler ante la falta de aire.- ¡Eu…sst….ya…!

Los ojos ambarinos de Kid se alzaron poderosos ante su rostro tras haber disfrutado propinándole aquel pequeño castigo que pensaba que tenía merecido por ser estúpido. El moreno sólo cerró los ojos en excitante molestia y le intentó apartar antes de que fuese demasiado tarde y él mismo deseara fundirse con el cuerpo de su alumno.

Estaba mal, estaba mal…

Estaba muy mal…

Las leyes le prohibían cortantemente tener relaciones de cualquier tipo con un alumno, pero se sentía tan bien…

Tan exquisitamente bien…

Jadeó, moviendo sus caderas bajo las caderas del pelirrojo a través de la ridícula tela de sus pantalones de pijama y la de la ropa interior del pelirrojo, puesto que Kid parecía que como pijama llevaba poco más que una camisa y sus burdos calzoncillos que aprisionaban vilmente a su miembro. Miembro que parecía estar medio despierto.

No quería perder el control, no quería hacerlo.

Debía ser fuerte…

-Trafalgar…-murmuró el pelirrojo en su oído, mientras sus ojos hipnotizados por el oro de sus pendientes le miraban de manera colosalmente excitante. Sólo aquellos ojos le prendían fuego.

El moreno, lentamente, abrió los ojos pero los volvió a cerrar al sentir su cálido aliento rozarle el oído y, de paso, ahogar todos sus sentidos.

-Voy a follarte…tan bien que jamás querrás follar con nadie que no sea conmigo.

Y entonces sintió un fuerte mordisco en su oreja, mientras una lengua traviesa paseaba sobre los pendientes. Los labios del pelirrojo sorbieron los mismos con ganas, arrancándole un esporádico gemido que hizo que alzara la espalda en busca de perderse en más placer.

Las manos pálidas del otro bajaron como dos serpientes a través de su torso y se detuvieron en sus abdominales, memorizándolos con el tacto. Porque quizás esa fuera la única oportunidad de Kid de hacer mella en la revuelta cabeza de su profesor.

-Voy a follarte…y no voy a dejar que nadie más te folle. Haré que no me olvides, que borres de tu mente a ese capullo…

El ojigris apenas se atrevió a mirarle a la cara mientras pronunciaba aquellas palabras.

-Porque esta noche vas a ser mío.

Ambas manos se deslizaron ahora hacia arriba y se detuvieron en sus pezones. Sus dedos, ásperos pero delicados, pellizcaron con fuerza ambas partes de su anatomía.

-E…Esp…aaah… -ladeó la cabeza buscando huir una vez más de su mirada.-…Espera…

Pero los labios de Kid no aceptaron réplicas. Rápidamente aquella ávida lengua había vuelto a colarse en el interior de su boca, invadiéndola por completo, y llevándose consigo su aliento. Sus mejillas rápidamente empezaron a llenarse internamente de sangre ante el apetecible contacto de ambas pieles, ante los pequeños e intensos pellizcos que endurecía sus pezones y los enrojecía.

Sus pulmones apenas eran capaces de coger el aire que necesitaban para mantenerle cuerdo.

Aquellos pinchazos en los mismos resultaban de lo más placenteros.

Estremeciéndose ante tanta ferocidad, su cuerpo intentó zafarse durante un segundo para poder recuperar el oxígeno, pero Kid no se lo permitía ni durante un segundo.

Correspondió torpemente al baile entre ambas lenguas, no consiguiendo ni de lejos alcanzar la altura que parecía tener la otra, completamente experta.

Dolía todo. Sus labios, que amenazaban con desgastarse, sus pulmones a falta de aire, sus pezones que creía por un momento que se los iba a arrancar. Echó violentamente la cabeza hacia atrás para emitir un sonoro gemido antes de dar una gigantesca bocanada de aire.

-Hah…hah…es…espera…Eustass-ya…para…solo un segundo…

-No voy a dejar que te arrepientas. –dijo a modo de respuesta, bajando su rostro hasta encarar uno de aquellos endurecidos pezones. Antes de morderlo con ganas.

-¡…Aaaah…!

Llevó ambas manos a los hombros del pelirrojo forcejeando con él sin éxito, siendo vilmente desnudado. Sintiendo como Kid le arrancaba los pantalones sin pudor alguno y le abría deliciosamente de piernas. El rubor creciente en sus mejillas empezaba a ser demasiado notorio para su orgullo y tiró con ganas del pelo rojizo de su alumno para que se detuviera al menos un jodido minuto.

-No voy a dejarte…-gimió cuando sintió la mano nívea de su escolar colarse debajo de su ropa interior y acariciar con las yemas de los dedos la dureza de su erección.- hacer esto…no podemos…para…

-Pero ambos queremos. –afirmó el pelirrojo sin dudarlo unos instantes. Derritiendo con su potente mirada el metal de sus ojos.- no lo niegues, estás duro.

En un intento de hacerle entrar en razón antes de que no tuviera remedio, el moreno llevó sendas manos a las muñecas de Kid.

-Para…Eustass-ya…E…Eust….

Pero Eustass Kid era un terco, y estaba a punto de mostrarle a su profesor una valiosa lección que sólo él iba a poder darle.

Los gemidos de ruego de Law cada vez eran más y más débiles, deshaciéndose en puro gusto cuando aquella mano empezó a masturbarle mientras la otra le bajaba la ropa interior. ¿Cómo podía él mismo insistir en que tenían que detenerse si lo estaba disfrutando tanto? De donde sacaba las fuerzas era un misterio.

Movió sugerentemente las caderas hacia aquella mano experta, buscando resistir el gemir más de la cuenta aunque lo estuviese deseando.

Jadeó mientras el vaivén de su pecho no cesaba. Escondió durante un momento la cara en el cuello pálido del pelirrojo y depositó ahí un casto beso que intentaba al menos corresponder a las placenteras caricias que estaba recibiendo. Su lengua, lentamente, se deslizó por su esculpido hombro hasta detenerse y, antes de gemir con fuerza, dejarle un fuerte mordisco. El pelirrojo sonrió de lado al verle reaccionar y dejarse llevar, complacido, y bajó ahora su rostro hacia abajo. Lamió con suavidad el líquido preseminal que empapaba el glande y su propia mano.

-Sabes muy bien.

El moreno a modo de reprimenda por decir algo así le volvió a morder.

-No te irás a quejar ahora. –el moreno entrecerró los ojos en pleno desafío y el pelirrojo no pudo más que dejar escapar una pequeña carcajada.- ya no puedes escapar de mí.

No era justo…no era justo que sólo uno de los dos estuviese recibiendo tan placentero trato.

Sus manos tatuadas bajaron por la camisa que cubría el trabajado cuerpo de Kid hasta el borde de sus calzoncillos, bajándolos torpemente por culpa de la excitación y liberando su polla.

Empezó a masturbarle como él sabía perfectamente hacer: una mano subía y bajaba como loca por el tronco del miembro de Kid, mientras la otra masajeaba con los dedos su glande y le propinaba algún que otro pellizco para arrancarle algún que otro jadeo de placer.

Sus ojos re cruzaron en pleno apogeo de éxtasis y se miraron detenidamente mientras se masturbaban mutuamente, exprimiéndose hasta el extremo mientras sus alientos chocaban con cada jadeo.

Ya estaba cansado de juegos.

Las piernas entreabiertas del moreno eran suficiente señal para él.

Puede que aquella fuese su primera y última vez follando con el hombre con el que siempre soñó, pero no podía demorar más. Quería estar dentro de él ahora.

Miró una vez más su cuerpo completamente desnudo, tostado, deliciosamente rociado con el placentero sudor que ambos cuerpos habían generado con cada arranque de pasión. Su pecho tatuado subía y bajaba sin parar mientras, de sus labios, se escapaba aquella dulce hiel que deseaba en su interior que fuese su nuevo oxígeno. Que aquellas pequeñas gotas que caían por sus costados y mojaban las sábanas su nuevo agua para seguir funcionando. Que su saliva fuera el aceite de su motor, y que sus ojos el espejo donde poder mirarse cada mañana.

Bajó la mirada a aquel fruto prohibido que escondía entre sus piernas y que tanto ansiaba devorar. Detuvo las manos de Law para que dejasen de jugar a su antojo con su polla para tener más libertad de movimiento e inclinarse sobre el miembro del moreno.

Law aguantó la respiración al ver la trayectoria que estaba tomando aquella cabeza de cabellera roja e intentó mover las caderas para alejarlas de aquel alumno que había demostrado ser un monstruo adicto al placer cuando quería. Unas manos le detuvieron.

-No te muevas, tengo que prepararte aquí abajo.

La lengua de Kid se deslizó desde sus humedecidos labios hacia la entrada del moreno, acariciándola por fuera en círculos semiperfectos. Alzó la vista unos instantes para comprobar que lo estaba haciendo bien y causaba el efecto que debía, y pareció no haberse equivocado. Law no pudo más que tumbarse completamente sobre el colchón y taparse la cara con el brazo, ocultando así el suave rubor sobre sus mejillas y su mirada, protegiéndose de ser devorado.

-No…-murmuró débilmente el moreno intentando detenerle, sabiendo que si intentaba volver a huir moviendo las caderas lo haría igualmente.

El pelirrojo, haciendo caso omiso a la petición de su profesor, metió lentamente la lengua en aquel aterciopelado interior, degustando por unos segundos el delicioso sabor del cielo en su paladar. Entrecerró los ojos y terminó de meter la lengua, moviéndola suavemente en círculos y agarrando bien fuerte con sus dedos sus piernas por los muslos.

Un nuevo y exquisito gemido salió de la garganta del mayor, mordiéndose el labio inferior y ladeando la cabeza, buscando perder la misma bajo su brazo.

-¡P…P-Para…! No…¡Aaahhh…! E…Estoy…s-sucio…no lamas ahí…

Aun así el pelirrojo no se detuvo, y siguió lamiendo cada recoveco de su interior lentamente, saboreando aquel delicioso sabor que intentaría no olvidar jamás.

-¡Para…! Kkhh…ffu…-desistiendo, se llevó una mano a su boca y metió en ella dos dedos para lamerlos. Con los ojos cerrados, imaginándose que lo que él mismo lamía no eran sus dos dedos, sino otra cosa que sabía que en aquel instante deseaba sentir dentro.

Moviendo sus dedos en la boca como si fuese una polla, no se percató que Kid le estaba observando detenidamente con aquellos ojos de cazador, disfrutando del espectáculo que le estaba ofreciendo y complacido de que hubiese dejado de resistirse por fin al placer que le estaba ofreciendo. Sacó con suavidad la lengua de su interior y posicionó su palpitante polla en la entrada de su profesor.

-¿Estás listo? –preguntó sin realmente esperar una respuesta. Listo o no, iba a hacerlo, deseaba hacerlo, necesitaba hacerlo. Tenía que convertir al moreno en su moreno. Quería que fuese suyo.

Sin fuerzas, el moreno se quitó el brazo que escondía su rostro para mirarle con la más lujuriosa de las miradas, donde muy en su interior ya había perecido la idea de resistirse y no cometer una locura como la que estaba sucediendo entre esas cuatro paredes. Las cuales guardarían el secreto de aquel acto lascivo.

Una de las manos del pelirrojo se posó sobre la que tenía en la boca, sacando gentilmente los dedos que estaba lamiendo ansioso. Se reclinó hacia el ojigris y le besó mientras su polla se adentraba en las profundidades de un cuerpo tan excitantemente caliente como el suyo. Gimiendo al notar como Law ahogaba un profundo gemido en sus labios.

Por mero instinto, Kid rodeó su cuerpo tostado con ambos brazos sin moverse, sólo dejando que su ardiente miembro temblara de placer ante aquellas paredes tan estrechas que lo engullían y lo hacía perderse en las profundidades del gozo. Apretó insistentemente aquel cuerpo con el que había soñado incontables noches y aprovechó para aspirar el delicado aroma a limón que desprendía su pelo negro. El moreno, lejos de calmarse, aumentó sin ser consciente sus pulsaciones al compenetrar los latidos de su corazón con las palpitaciones del durísimo miembro que había entrado dentro de su cuerpo y parecía estar dispuesto a quedarse. Sus manos tatuadas se aventuraron hacia el cielo del rostro pálido de Kid para buscar su pelo rojo, hundir allí los dedos y mirar a su alumno a los ojos con los labios entreabiertos, desde donde su aliento acariciaba como en una idílica fantasía las mejillas del menor.

-Esto…no está bien…¡Gnnh…! –gimió al sentir el cuerpo de Kid moverse primorosamente sobre el suyo, haciendo salir y entrar su polla de su interior. El moreno buscó desesperadamente el aire que su cuerpo le pedía.- ffwa…-ladeó la cabeza para así encontrarse de nuevo con aquella mirada ambarina que le hacía derrumbarse ante sus pies con sólo un ligero vistazo.

Aferrándose a su cabello, cerró los ojos víctima del placer y movió las caderas para corresponder aquel exquisito vaivén sexual en el que se había visto envuelto, un remolino de deleitosa pasión del que no quería salir. Sus cuerpos, empapados en pequeñas gotas de sudor, derramándose unas sobre el cuerpo de otras, recorrían inquietas cada centímetro de piel que tenían permitido, mientras los jadeos se convirtieron en una melodía estática.

Kid se aferró con fuerza a las caderas de Law, hundiendo unos instantes su rostro en el hombro de su profesor para sacar el vigor de donde no le había y empezar a aumentar el ritmo considerablemente. Tanto, que la misma cama se estremecía ante el movimiento.

-K…Kid…nngh…

El pelirrojo entreabrió los labios con una sonrisa, dejando escapar su aliento antes de continuar follándole sin piedad ninguna. Clavándole en el colchón, avivando su fuego interno con cada deje de pasión de su maestro. El simple hecho de haber escuchado su nombre en la voz de aquel hombre que tan cautivo le tenía le había hecho perder el poco control que le quedaba en la sangre. Aumentando el ritmo, golpeándole con las caderas con fuerza, mirándole a los ojos para buscar de nuevo aquellas tres letras que le estaban llevando sin saberlo muy cerca del orgasmo.

Lamió con insistencia su oreja perforada por sendos pendientes dorados, los cuales succionó con los labios y se permitió tirar de ellos.

El sonoro gemido, convertido en un pequeño grito pasional, le descubrió uno de aquellos puntos débiles que no se iba a permitir olvidar el su mísera vida. Como el hecho de que se estaban acostando.

Completamente extasiado, Law tiró de nuevo del pelo de su ahora amante para devorarle los labios, dejar que aquella lengua entrase de nuevo en él y jugase a su antojo con todo aquello que quisiese. Porque acababa de descubrir que el mero acto de dejarse llevar por aquel estudiante de preparatoria era realmente excitante. Jamás había disfrutado tanto follando con nadie.

Se enamoró estúpidamente de Smoker, sí, lo sabía. Pero aquel hombre jamás le había besado suavemente la frente mientras follaban, no le había acariciado los costados mientras le susurraba tonterías al oído. Nunca le habían mirado con aquellos ojos con los que Kid le estaba atravesando el alma. Se sentía…

Se sentía realmente apreciado por alguien.

Sintió por unos instantes que no era el juego sexual de nadie, que no era el consuelo de alguien. Que valía mucho más. Todo ese valor que le estaba dando Kid, quizás suavemente exagerado para alguien como él, pero que le estaba haciendo alcanzar nuevos cielos de placer que jamás habría soñado rozar siquiera con los dedos.

Law, entonces, se dio cuenta de una cosa. Que no quería que acabase nunca.

Porque sabía que en cuanto acabase, aquello que había empezado a crecer lentamente en ambos cuerpos tenía que desaparecer. Que, aparte de ilegal, follar con un alumno era inmoral.

Si le hubiera conocido en otras condiciones, en otro momento…

Nunca habría dudado en perderse incontables veces entre las sábanas con él.

-K…Kid…-gimió desesperado de nuevo su nombre, al darse cuenta ahora de que su orgasmo estaba demasiado cerca. No sabía cuánto más podría aguantar, pero no quería que acabase. Intentó mandar una señal nerviosa a sus caderas para que se detuviesen un momento, pero estas no le hicieron caso. Sus piernas se seguían aferrando con la misma fuerza a la espalda del pelirrojo, entrelazadas con energía mientras arqueaba la espalda en busca de más.

Su cuerpo le estaba traicionando.

Los deseos se mezclaban confusos en su mente mientras se abrazaba a su cuerpo esculpido y pálido, sintiendo como aquellos ojos del color del ámbar no habían perdido detalle de sus expresiones. Estaba seguro de que su alumno también sabía que probablemente aquello jamás volvería a pasar.

Pero ninguno quería parar.

Los labios del menor se acercaron a su oído, alcanzando un ritmo completamente errático y ávido, follándole con todas sus fuerzas. Desesperado. Tanto como su profesor.

-¿Quieres que pare? –murmuró con la voz ronca al borde del orgasmo, a sabiendas de conocer la respuesta.

Los ojos metálicos del mayor se detuvieron unos instantes sobre aquellos orbes dorados y no pudo más que sonreír lentamente. Negó lentamente con la cabeza antes de que sus labios trazaran aquellas palabras entre jadeos.

-N...N-No…-ladeó la cabeza intentando dejar de quedarse prendido de sus ojos.- no pares…a-aaaah…no pares…

Como una orden, Kid estiró las manos en busca de las del mayor, entrelazando los dedos de ambas manos hasta quedar unido a él de una manera más confidencial y privada, dejando escapar pequeños y roncos gemidos contra el oído de Law.

-Dilo…-murmuró el pelirrojo, mientras sus caderas no cesaban de chocar contra las del mayor, produciendo un sonoro y más que obsceno sonido.

-¡Nnnnh…! ¡Aaaaaah! ¡H…Hazlo…dentro…! ¡Aaaaaah!

Entrecerrando los ojos, apretó aún más sus dedos en torno a las manos del profesor antes de soltarlas y bajar los brazos hasta rodearle completamente con ellos. Protegiéndole, aferrándose a su existencia con todas las ganas del mundo. Abrazándole y alzándola hasta sentarle sobre sus caderas, dejando que el moreno marcase el ritmo final hasta que ambos cuerpos, desgastados de tanto tocarse, acabaron llegando al orgasmo juntos.

Law arqueó completamente la espalda al derramarse sobre el cuerpo níveo de su alumno, con los brazos rodeando impotentes su cuello, gritando de puro placer. Del mayor placer que su cuerpo jamás había experimentado. Sintiendo como Kid había hecho lo mismo pero dentro de él.

Se dejó caer como una muñeca de trapo sobre su cuerpo, agotado por tal danza sexual de sus cuerpos. Enterró unos instantes la cara en el cuello del menor antes de separarse.

Sus ojos se cruzaron de nuevo en olas de vibrante electricidad.

Antes de decidir que querían pasar juntos su noche comiéndose a besos sin separarse el uno de los brazos del otro.

 

 

 

 

 

 

 

La campana sonó una última vez, despidiéndose así de los alumnos que habían vivido con ella miles de historias entre las paredes de aquel edificio que era el instituto.

Más que felices, los chicos corrían emocionados porque por fin habían acabado la preparatoria, podrían prepararse la selectividad, ir a la universidad, empezar una nueva vida.

Todos estaban emocionados menos una persona.

Eustass Kid se apoyó contra una de las mesas de la primera fila viendo como su profesor de biología, que se había despedido de todos a última hora, recogía todas sus cosas para irse a casa.

Para irse a casa y del centro docente para siempre.

Law no lo decía, pero el pelirrojo lo sabía. El moreno llevaba consigo todas las cosas que no suele llevar al aula, y si eso era así era porque no tenía pensado volver a ese lugar.

Los rumores corrían como la espuma, y ya era comidilla en todo el instituto que, por asuntos personales que nadie entendía, Trafalgar Law había pedido el traslado a otra ciudad para enseñar allí.

Se cruzó de brazos viendo como el moreno, ya habiendo metido todas sus cosas en un maletín, se alejaba de la mesa del profesor para salir del aula sin decir nada.

-No tienes por qué hacerlo. –dijo el pelirrojo, presentándose más tranquilo y sereno de lo habitual.

El ahora antiguo profesor de biología se detuvo unos instantes ante aquellas palabras y volteó suavemente para poder mirarle a los ojos.

-Lo nuestro ha sido un error, Eustass-ya. No debió haber pasado.

-¡Pero pasó! –bramó el menor ahora mostrando lo que su interior gritaba, dando un puñetazo a la mesa.- ¡No tienes por qué hacer esto, joder! ¡Soy yo el que se va a la universidad, no tienes por qué coger tus cosas y largarte de aquí!

“No quiero que te vayas”.

El moreno sonrió suavemente de lado y se acercó al pelirrojo para darle un beso de despedida en los labios, en la intimidad del aula, ahora que nadie podía verlos. Ahora que ya no eran profesor y alumno.

-No puedo quedarme aquí…-sentenció antes de separarse de nuevo y mirarle, roto por dentro. Apretó el agarre de su mano con el maletín.

“Si me quedo aquí sé que me buscarás, y no estoy preparado para ti.”

-¿Y por qué no? –miró dolido el menor al moreno, viendo cómo se alejaba de él. Sintiendo que se estaba alejando para siempre.

-…- se mantuvo en silencio unos instantes, apretando con su mano tatuada el marco de la puerta que tocaría por última vez. Le dirigió una última mirada.

-Porque si me quedo aquí no podré olvidarte ahora que sé lo que es ser feliz por una noche.

“No puedo estar contigo, estoy roto. No puedo hacerte daño.”

Y su cuerpo desapareció por la puerta de la clase que nunca más volvería a escuchar el repiqueteo del pequeño tacón de sus zapatos negros.

Eustass Kid respiró intoxicado la suave brisa de limón que el pelo negro de la persona que amaba había dejado en la vacía habitación.

Y en un arranque de ira, cogió la mesa en la que había estado apoyado y la lanzó por los aires, causando un enorme estruendo en el aula. Estruendo sólo apagado por el enorme grito de rabia que el pelirrojo no había podido callar más.

“No puedo perderte ahora que te he tenido.”

Cayendo sobre el suelo de su clase y apoyando la espalda contra la pared, el pelirrojo se quitó las gafas de soldador que sujetaban su alocado pelo para dejarle caer sobre su frente. Llevándose una mano a la cara para tapar los ojos que amenazaban con humedecerse.

“Te amo. No te vayas.”

Notas finales:

Y aquí está el final del capítulo…

Bueno, creo que por lo general no hay nada que añadir sobre esto…

Así que espero que me dejéis muchos reviews contándome qué os ha parecido, vuestras impresiones y demases. Sabéis que me encanta leeros.

Sólo me quedan dos cosas por decir.

El próximo capítulo no sé si será el último o no. Viendo lo largos que me salen no lo creo.

Y, por último, en el siguiente capítulo habrán pasado 6 años.

Un beso y por Oda, no me matéis T^T

Un beso enorme.


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