Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Invisible por Korone Lobstar

[Reviews - 49]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, aquí traigo el capítulo, recién sacado del horno, así que cuidado que quema.

Muchos de mis lectores habréis pensado que soy la persona más cruel del mundo, y es posible que cuando leáis por la mitad de éste lo reafirméis, pero ya es hora de que empiecen a cambiarse las tornas, ¿no creéis?

Al final he decidido meter un poquito de lemon porque sé que lo echabais de menos, que me lo habéis dicho. No mucho, pero menos es nada. En los próximos capítulos habrá mucho más y mejor.

Así que espero que la lectura no os decepcione para nada y que disfrutéis tanto como he disfrutado yo leyendo.

Un besote ^^

Definitivamente, el mundo en ese tipo de ocasiones parecía odiarle con locura.

No solo se había despertado tardísimo aquella mañana, si no que aún no se había dado ni una mísera ducha con lo empapado que llegó anoche al maldito hotel. Aunque algo desconchada, la habitación no llegaba a estar mal del todo. Algunos tirones en el papel pintado por alguna esquina, la lamparita de la mesilla funcionaba a ratos… pero para dormir, que era su función, desde luego merecía la pena. Hacía mucho que no dormía de aquella forma, sin ser capaz de madrugar porque su cuerpo le exigía que no se levantara hasta pasadas las 11 de la mañana.

Todo por culpa del estúpido sueño que había tenido.

Sus manos pálidas fueron corriendo a socorrer a algunos mechones de pelo rojo que estaban deseando precipitarse por su frente, ahora que no tenían ningún tipo de diadema o gafas que pudiesen sostenerlos.

Se estiró cuando largo era en la cama para poder levantarse de un ágil salto y mirar por la ventana. Vistas, desde luego, lo que se dice vistas no tenía. La misma daba a un callejón desde donde se podían ver a algunos gatos dándose su baño mañanero y a algunas personas de mala fe pasando por ahí, ya fuese para esconderse o quizás meterse cosas indebidas. Vaya panorama.

Con lo que le gustaban a él las ventanas.

Había  aprendido a amarlas tanto en el instituto que, fuese la vista que fuese la que ofrecía la misma, no podía negarla un vistazo.

Era una vía de escape que no dudaba en usar cuando se sumía en sus pensamientos, como ahora mismo, sentado en el alféizar de la ventana para poder sacar del pantalón que anoche se puso un paquete de tabaco. El primer cigarrillo que salió fue el que se llevó a la boca, abriendo el cristal para que el frío aire que le quería cortar las mejillas hasta enrojecerlas jugara con su pelo. Entrecerró los ojos al ver que, aparte de ser un callejón oscuro lo que tenía bajo la ventana, también desprendía olores sospechosos. Genial.

Se encendió el cigarro y le dio una larga calada al mismo, viendo como el humo se perdía entre el ambiente cargado de la ciudad a aquellas horas.

Parpadeó unos instantes para que sus ojos del color del ámbar se amoldasen lentamente a la claridad de la luz que emitía el sol a través de las pomposas nubes que cubrían el cielo. Tanta nitidez molestaba, y más aún a unos ojos tan extraños y claros como los suyos. Molesto cuanto menos.

Con un ligero toque dejó que la ceniza se precipitara al vacío hasta perderse en las profundidades del suelo, estirando una de sus pálidas manos a la coqueta de la habitación donde había dejado encima la maleta. Tras abrir varias cremalleras, consiguió sacar su móvil. Al menos había tenido la suerte de que anoche no se le mojara, y eso que había tenido motivos para haberlo estado. Un poco más y él y su maleta hubiesen estado nadando por la calle en lugar de corriendo.

Paseó su vista primero por la pantalla de inicio, donde con profundo fastidio pudo comprobar lo que se llevaba temiendo desde que su cerebro se había decidido a despertarle aquella mañana. Tenía como 12 llamadas perdidas de Killer y otros tantos mensajes en la aplicación de mensajería instantánea.

“Mira que se pone pesadito cuando quiere.”

Desbloqueó con el dedo pulgar para poder mirar lo que ponía en cada uno de ellos, y casi se le escapa una carcajada airosa cuando notó que más que enfadado, su mejor amigo parecía preocupado.

“¿Al final encontraste el hotel? ¿Qué tal has dormido?”

“¿Por qué no me coges el teléfono? ¿Estás bien?”

“No me seas cabrón y cógeme la llamada.”

“Voy a acabar por llamar a los geos si no te dignas a responderme.”

Mira que era estúpido. Aunque no hubiese encontrado hotel para pasar la noche y el resto de días que le quedaban antes de finalizar el contrato con aquella empresa, se las habría apañado perfectamente. A veces Killer se pasaba de preocupación, no es como si fuese su madre, pero el rubio se esforzaba por parecerlo. Mira que era cabrón, pensó Kid, tirando lo que quedaba de cigarrillo por su adorada ventana maloliente de la habitación y cerrando para que el frío dejase de colarse vilmente al interior, porque a duras penas había conseguido que dentro hubiese una temperatura “agradable” para un ser humano.

Tiró el móvil encima de la cama poniéndole esta vez el sonido. Normalmente para dormir le ponía en vibración, porque estaba hasta los huevos de que algún capullo de sus amigos le llamase a las tantas para ir a tomar una cerveza.

Sus pasos, recios y pesados, se aventuraron hacia el interior del baño de su “decente” habitación. Lo primero que hizo nada más entrar fue abrir el grifo del agua caliente. Mira que era un milagro que al menos eso funcionase, porque el resto de aparatos habían dejado mucho que desear. Miró, con paciencia, como el agua que se precipitaba sobre la bañera blanca empezaba a humear, dando a entender que no sólo el calentador de la habitación funcionaba, sino que lo hacía demasiado bien. Dio con suavidad un poco de agua fría para que se regulase la temperatura y conectó la alcachofa de la ducha, poniéndola en lo alto del soporte de la pared. Se quitó toda la ropa y se metió bajo el agua, sintiendo lo agradable que era sentir aquel preciado calor sobre su piel tras haber llegado empapado el día anterior.

El agua caliente se agradecía y mucho, y sus manos níveas pasaron rápidamente a acomodarse su cabellera roja hacia atrás, buscando entonces con las manos el champú que siempre te regalan en los hoteles. Vertió todo el contenido sobre una de sus manos y pasó a enjabonarse lentamente.

Su hiel se escapó de sus labios a medida que algunos recuerdos del sueño que había tenido volvían como un martillo golpeando una pared sin descanso.

Entrecerró los ojos para intentar sumirse, en todo lo posible, en aquellas imágenes de nuevo.

La lluvia caía impasible a través de las ventanas del instituto, viéndose a través de ella como la mayoría de los alumnos salía corriendo a buscar algún sitio donde guarecerse. Algunos tenían la suerte de que sus familiares les hubiesen ido a recoger en el coche, otros se conformaban con el paraguas que habían llevado de casa. Pero otros, como él, no habían corrido la misma suerte.

Allí estaba, sentado en la mesa de su clase mientras el profesor que le habían asignado en el aula de castigo era ni más ni menos que su excitante profesor de biología, con aquellas patillas que acomodaban sus orejas perforadas por dos aros dorados en su cabeza. Sus labios entreabiertos estaban acompañando a la cara de concentración que Trafalgar Law estaba mostrando al leer entretenidamente un libro que parecía tratar sobre asuntos médicos.

Y él, como una señal divina, se había peleado en el recreo con un completo gilipollas de la clase de al lado que se creía tan genial como para pasar por el pasillo a empujones creyéndose el rey del mundo. Claro que, había personas con un humor demasiado irascible como Eustass Kid. Al cual habían designado un castigo de una semana mientras que al otro chico le habían expulsado una semana por haber empezado. Menos mal que otros compañeros de clase también se habían quejado y le habían salido en su defensa, hasta Killer había ido después de clase a hablar con el director para explicarle lo que había ocurrido.

Ahora, gracias a eso, se encontraba en la misma habitación que el moreno, los dos solos, sin posibilidad de salir corriendo debido al tiempo que hacía en el exterior.

Le dolía un poco la cara, debido al puñetazo que el otro le había conseguido encajar. Eso sí, se apostaba cualquier cosa a que el subnormal no volvía a tocarle los cojones tras la lluvia de hostias que se había comido por darle de primeras el empujón. El pequeño moratón que le había hecho en la mejilla empezaba a notarse cada vez más, cogiendo con el tiempo un poco más de color enfermizo mientras el pequeño corte que había justo debajo escocía como un cabrón.

No se dio cuenta, si quiera, de que Law se había levantado de la silla para acercarse lentamente al pelirrojo, con un aire de preocupación.

-¿Te duele? –preguntó el moreno al ver, desde hace rato, que Kid ponía cara de dolor. No era para menos. Hasta él desde la sala de profesores había escuchado varias perlas de la pelea que había habido en el recreo.

-No es nada.  –se excusó el pelirrojo, intentando hacerse el fuerte delante suya. Puede que doliese, pero no iba a admitirlo jamás. Si lo hacía, probablemente el moreno le viese como a un crío que necesita que le atiendan, y esa no era la imagen que quería dar a la persona de la que estaba enamorado tan perdidamente.

-Déjame que te vea.

Y entonces, aquella mano morena que lucía variopintos tatuajes entre sus dedos le sostuvo del mentón para obligar al estudiante a que le mirase a los ojos, con aquellos penetrantes ojos grises como el mismo cielo encapotado, grises como el acero recién forjado. Algo se estremeció en el joven cuerpo de Kid, que estaba luchando con fuerza por no sonrojarse ante aquel acto.

Estaban tan cerca que su corazón protestaba enormemente porque la situación no hubiese sido distinta.

Desvió irremediablemente la cara cuando Law pareció fruncir un poco el ceño.

-No es nada grave, pero deberían haberte desinfectado ese corte. Deja que vaya a por el botiquín.

¿Es en serio? ¿Iba a curarle él mismo? ¿No iba a llamar a la enfermera?

Tenía que ser su día de suerte, pensó Kid cuando el moreno se aventuró por los pasillos del instituto dejándole a solas unos segundos. Si el moreno no llamaba a la enfermera del instituto podría estar más tiempo a solas con él, cosa que anhelaba por encima de cualquier otra necesidad.

No tardó de nuevo el profesor de biología en aparecer por la clase con el botiquín que dijo que traería en la mano. Se acercó de nuevo al pelirrojo y abrió el mismo sobre una de las mesas de los estudiantes, mirando si había tiritas o algo que les sirviese.

-Parece que no tenemos ni para primeros auxilios. –Dijo el moreno en tono jocoso.- ¿Por qué hay algodón pero no agua oxigenada?

-No necesito que me cures, estoy bien así.

-Claro. –sonrió de lado el profesor, casi con sorna, volviendo a tomarle del mentón para que le mirase.- Esto escocerá un poco.

Kid se aclaró el pelo casi con rabia al recordar entonces que aquello no había sido producto de su imaginación. Eso de verdad pasó, pensó mientras la espuma que salía de su pelo corría entre los impresionantes músculos de su torso hasta el suelo de la bañera, donde era arrastrada hacia el desagüe.

Aunque no podía evitar coger el bote del gel con fuerza, porque aunque aquello hubiese sucedido de verdad, el resto del sueño sí que había sido producto de su subconsciente.

-Ya está.

Law terminó de curar aquel feo corte y de limpiar un poco el moratón que tenía en su mejilla, sonriéndole con suavidad y cerrando el botiquín, apartándole de las mesas.

Su cuerpo delgado a través de aquella ropa se notaba a la perfección con un simple vistazo, pensó Kid cuando el moreno se acomodó el cuello de su jersey negro para que no le apretase.

Cosa que Law no pasó desapercibida.

-¿Sucede algo, Eustass-ya?

El pelirrojo chasqueó la lengua al notar aquel tono divertido que el otro parecía portar, pero sin embargo no se echó hacia atrás en ningún momento cuando Law, peligrosamente, se había acercado a su cuerpo y se había apoyado sensualmente sobre la mesa en la que Kid estaba sentado, lanzándole una mirada que más que analizarle le estaba tentando.

Joder, tenía que ser fuerte, no podía tirarse encima de él por mucho que le desease con locura. Estaba mal, estaba muy mal, Law era un profesor y, aunque en ese momento no estuviese dando la impresión, probablemente el moreno estaba haciendo eso desde la más pura inocencia, sin darse cuenta de las reacciones que provocaba en el resto de personas. O por lo menos en él.

El timbre sonó de inmediato, dando a entender que todos los alumnos del instituto ya deberían haberse marchado, porque probablemente estarían a punto de cerrar las puertas. Menos para los que estaban en la sala de castigos.

Law miró por encima de su propio hombro el reloj que colgaba de la pared por encima de la pizarra con una sonrisa torcida.

-Parece que te queda media hora de castigo, Eustass-ya, ¿quieres que hagamos algo divertido?

Cerró los ojos con fuerza intentando desviar la atención de su mente sobre aquellos pensamientos, notando que, con la tontería, hasta su propio cuerpo se estaba calentando. Joder, sólo había sido un sueño, tenía que calmarse y pensar en otra cosa, o la puta ducha se le iba a hacer eterna y se iba a quedar arrugado por pasar tanto tiempo bajo el agua.

Pero el recuerdo fugaz de los gemidos del moreno le azotó con fuerza, haciendo temblar sus manos por un momento mientras éstas estaban encargándose de enjabonar su cuerpo pálido.

-¡Ahhh! K-Kid…-gimió el profesor con una pequeña sonrisa de puta, inclinado como estaba sobre una de las mesas de la clase con el culo completamente expuesto hacia el pelirrojo, coquetamente desnudo de cintura para abajo. El cuerpo perfecto del moreno temblaba de placer y de anticipación, mientras que recibía aquellas deliciosas embestidas con todo el placer que podía albergar en su cuerpo.

No joder, ahora no.

Una de sus manos estaba acariciándole el torso, mientras que la otra, muy juguetona, había bajado hacia otra parte de su anatomía, una que estaba tocando con suavidad y que estaba muy dura.

Se mordió el labio mientras estaba al borde del límite de autocontrol que tenía impuesto sobre él siempre.

Apoyó irremediablemente la espalda contra la pared de la bañera ahogando un jadeo.

-Nggaaah…m-más…-gimió ya sin fuerzas el moreno, sintiendo sus piernas temblar mientras Kid, con fuerza, seguía embistiéndole, llevándole a los más profundos abismos del placer, sintiendo que no iba a aguantar mucho más con aquello. Los sonidos obscenos que se escapaban de su boca ya no cesaban, totalmente sucumbiendo a las manos autoritarias de su alumno, mientras un pequeño hilo de saliva se resbalaba de sus aterciopelados labios para caer sobre el pupitre.

A la mierda el autocontrol, pensó Kid dejándose llevar ante aquellas escenas tan perfectamente ordenadas en su mente, masturbándose con fuerza bajo el chorro de agua caliente de aquel baño.

Y hubiese seguido, porque ganas, lo que se dice ganas, tenía para dar y regalar.

Pero el teléfono empezó a sonar.

“En qué puto momento le he puesto sonido.”

Cabreado a más no poder, cerró el grifo del agua caliente para encender el del agua fría, notando un pequeño escalofrío por todo el cuerpo ante el cambio de temperatura. Descolgó la alcachofa para poder apuntar la dirección del agua completamente hacia su durísima polla, mientras que la mano libre pasaba por su cara para terminar de despejarse.

-Ya voy, joder.

Gritó al móvil al ver que, fuese quien fuese, no dejaba de sonar y darle por culo.

Sin apenas secarse, cogió todo lo rápido que pudo una toalla tras apagar el agua y, dejando un rastro de agua allá donde pisaba, se apresuró a coger el dichoso aparato y descolgar.

-¿Qué cojones quieres?

-Yo también te he echado de menos, cariño.

Resopló con pesadez. Killer, maldito cabrón.

-Dime. –se limitó a decir mientras se sentaba sobre la cama, su cintura ridículamente cubierta con la toalla que había cogido antes.

-Si estás despierto, al menos podrías haberme llamado tú. Estaba preocupado, por si no lo has notado con mis indirectas.

Kid se carcajeó. Claro, indirectas son 12 llamadas perdidas y otros tantos mensajes. Por supuesto.

-No te rías, es verdad. ¿Dónde has pasado la noche al final?

-Pues…

Esa era una buenísima pregunta. No había mirado ni si quiera el nombre del hotel al entrar. Abrió los cajones de la mesilla para ver si, con suerte, había allí algún objeto de estos ridículos que te dejaban de regalo y que no valían prácticamente para una mierda.

Metió la mano en el cajón y buscó con el tacto hasta que sus dedos palparon algo. Sacó la pequeña caja de cerillas y la escrutó con la mirada para buscar el nombre del hotel donde se estaba alojando.

-Hotel “Grand Line”. ¿Qué nombre es ese para un hotel?

-Tiene pinta de tener algún significado raro, quizás signifique algo en otro idioma.

-Lo dices como si me interesase.

-No te pongas tan gruñón, cariñín. ¿Me has echado de menos esta noche fría?

-He echado de menos meterte un puñetazo en la boca.

-Podrías meter el puño en otros lugares más interesantes.

El pelirrojo gruñó enfadado, y como respuesta el rubio al otro lado de la línea empezó a descojonarse a su costa.

-Si me has llamado para esto vete a la mierda.

Estuvo a punto de colgar cuando Killer le detuvo a toda prisa.

-¡Espera, hombre! ¿Quedamos para comer, no? Cuando éramos unos criajos solíamos ir a la hamburguesería, ¿te acuerdas? Sigue abierta.

La hamburguesería, ¿en serio?

Había pasado allí media infancia. Cada vez que el subnormal de su padre le echaba de casa o no le preparaba nada de comer había ido allí como de costumbre, con su mejor amigo acompañándole aunque éste no necesitase comer fuera.

Si lo pensaba detenidamente, Killer había estado ahí siempre que él lo había necesitado, para lo bueno y para lo mano.

A veces tener tan buenos amigos es problemático, pensó con una pequeña sonrisa en sus labios aún sin pintar.

-Di hora y lugar y nos vemos ahí.

Tras acordar dónde se verían y cuando, el pelirrojo colgó recogió toda la habitación por encima para que las de la limpieza no se espantaran después con el enorme desastre que tenía ahí montado, porque era una bestialidad. Nunca había sido una joya para la limpieza, pero no es que fuese un cerdo. Cuando vives rodeado de mugre en una casa que parece que se va a caer a pedazos, cualquier mísero gesto era símbolo de limpieza, pensó mirando la ropa interior que había tirada en el suelo. Suspiró con pesadez, porque en aquellos instantes era lo último que le apetecía hacer. Pero qué remedio.

Vestirse siempre había sido en lo que menos tardaba, porque no era de los que se quedaba mirando media hora todo lo que llevaba para después ponerse a escoger. A él con unos pantalones vaqueros negros, una camisa verde camuflaje y una chaqueta de abrigo negra le valía a la perfección. Se acordó entonces de la bufanda roja de punto que la hermana de Killer le regaló anoche, y suspiró poniéndosela alrededor del cuello. Con la que le cayó ayer, se negaba en rotundo a empaparse de nuevo, así que se puso las zapatillas que iban a juego con la puta bufanda, esas que justo no calaban.

Por supuesto, paraguas no llevaba porque era muy “inteligente” y pensó que no le llovería el tiempo que se iban a tirar allí en la ciudad.

¿Por qué no se llevaría uno por si acaso?

No le hubiese costado nada…

Bajó precipitadamente las escaleras pasando olímpicamente del ascensor que parecía estar en aquellos momentos ocupado, aligerando el paso para llegar abajo cuanto antes. Lo primero que haría antes de acudir a la estación donde había quedado con Killer sería pasarse a comprar ciertas cositas que no tenía y que le iban a hacer falta.

Justo cuando sus pies pisaron la entrada del hotel, la persona que había viajado en el ascensor estaba cediendo su llave al recepcionista y se había dirigido con tranquilidad hacia la salida, cogiendo entonces un paraguas del paragüero.

Uno de un color muy llamativo.

Un paraguas amarillo.

Y fue entonces cuando…

…recordó cómo había seguido en realidad el sueño que tuvo anoche, cómo había sido exactamente hace más de 6 años…

-Ya está.

Law terminó de curar aquel feo corte y de limpiar un poco el moratón que tenía en su mejilla, sonriéndole con suavidad y cerrando el botiquín, apartándole de las mesas.

Su cuerpo delgado a través de aquella ropa se notaba a la perfección con un simple vistazo, pensó Kid cuando el moreno se acomodó el cuello de su jersey negro para que no le apretase.

Cosa que Law pasó completamente desapercibida.

El profesor se separó del pelirrojo para llevarse el botiquín a su mesa, junto con su maletín y algunos exámenes que había estado corrigiendo para acompañar a la lectura.

El timbre sonó de inmediato, dando a entender que todos los alumnos del instituto ya deberían haberse marchado, porque probablemente estarían a punto de cerrar las puertas. Menos para los que estaban en la sala de castigos.

El moreno miró el reloj que colgaba en la pared por encima de la pizarra con una suave sonrisa que le dedicó especialmente a Kid.

-Parece que ya es la hora. –comentó como si tal cosa, empezando a recoger sus cosas de la mesa y meterlas todas en su conocido maletín.

Kid se quedó de piedra al verle hacer aquello, dado que, según el director, le correspondía aún media hora más de castigo.

Aunque Law parecía tener unos planes muy distintos, porque se dio cuenta de la cara que le estaba poniendo  su alumno.

-¿No has traído paraguas, verdad?

Kid chasqueó la lengua con cierta molestia porque no tenía pensado reconocer su enorme error de no haberse traído nada para el camino de vuelta a casa. Y eso que las nubes, desde bien temprano, le habían anunciado al despertar aquel día que probablemente fuese a caer una de miedo.

-No pongas esa cara, Eustass-ya. –Dijo con suavidad Law, acercándose al paragüero de la clase donde yacía su famoso paraguas amarillo, cogiéndolo y esperando al pelirrojo en la puerta.- He quedado con alguien hoy, así que por ser tú, te dejo salir antes. Te acompaño a casa.

Su cabeza no había terminado de procesar aquello de “quedar con alguien” cuando la simple idea de caminar a casa con el moreno pegado a su cuerpo y con ese ridículo paraguas para resguardarse de la lluvia se le hacía muy placentera.

No tardó nada en coger su mochila y acercarse a su profesor de biología para escaparse media hora antes del castigo e irse con él, ambos juntos bajo la lluvia, protegiéndose con un paraguas…

…amarillo.

Las piernas de Kid se movieron solas sin dejarle si quiera percatarse de lo que estaba haciendo en aquellos momentos.

El recepcionista dijo algo que no escuchó, pero pareció haberse quejado porque el pelirrojo le había lanzado la llave de su habitación desde la distancia en lugar de dársela en mano.

Pero no tenía tiempo para disculparse amablemente.

Era él.

¿Era él, verdad?

“Espérame.”

Murmuró dentro de su cabeza, persiguiendo a la figura que acababa de salir a la calle y había abierto aquel paraguas de ese color tan familiar, caminando lejos. Perdiéndose de nuevo entre tantas historias, entre tanta gente, entre tantos recuerdos que había atesorado.

No, no iba a perderle otra vez.

“¡Espérame!”

Apenas le dio tiempo a abrir la puerta con un golpe seco cuando la gente que estaba también saliendo por la misma se echó a un lado, sorprendida por tanto ímpetu.

Corrió todo lo que pudieron sus pies, todo lo veloces que podían ir. La figura que portaba el paraguas cada vez se veía más cerca, pero a su vez se mezclaba entre las personas que andaban de un lado para otro en aquella bulliciosa ciudad, intentando alejarle de la persona que más había amado en toda su vida.

Le amaba.

 Le amaba, joder.

Nunca había dejado de amarlo.

Aunque le hubiese roto el corazón de mil maneras distintas, aunque hubiese pisoteado y humillado sus sentimientos, aunque hubiese elegido huir a afrontar los problemas a su lado.

Desde que tenía uso de razón había estado perdidamente enamorado de él.

Y no le iba a dejar escapar nunca más.

Extendió el brazo con una sonrisa cuando por fin consiguió alcanzarle entre el gentío.

-¡Law!

Le giró con suavidad para poder verle a la cara, para poder decirle que quería hablar con él, para que viese que, después de 6 años, ya no era un niño. Ahora era todo un hombre, con un trabajo prometedor. Quería decirle que ya no tenía nada que temer, que podían estar juntos si así lo querían, que nada los volvería a separar ahora que ambos eran dos completos adultos. Que aunque tuviese que estar todos los días en la puerta de su casa, haría cualquier cosa para enamo…

Pero… en el profundo silencio que se creó en la calle…

Sólo escuchó de nuevo a sus ilusiones caerse desde lo más alto de un precipicio y chocar con rabia contra el suelo, haciéndose añicos.

Soltó automáticamente a aquel joven de pelo negro y ojos marrones, que le miraba confuso y con un poco de pena, dado que el chaval dedujo al instante que el pelirrojo que le acababa de jalar en mitad de la calle le había confundido con otra persona.

Y al ver que dejaba de llover, aquel extraño cerró su paraguas y siguió su camino.

Mientras dejaba, sin saberlo, a un malherido Kid estupefacto, que parecía haber desaparecido entre las personas o se había convertido, por completo…

… En una persona invisible.

 

 

 

 

 

 

Killer miró con un cierto mosqueo la hora en su reloj de muñeca. Habían quedado hace 15 minutos, y eso de que Kid siempre tardase tanto le sacaba de quicio. Maldito cabrón, ¿qué estaría haciendo?

Al final se iba a tener que ir a comer sólo como no apareciese.

Pero en contra de todo pronóstico, sus ojos verdes se fijaron en unos zapatos que estaban parados frente a él en aquel banco de la estación.

-Kid, ya estabas tardando.

El pelirrojo, con aquella cara de haber estado más muerto que vivo, asintió sin más y se quedó esperando a que Killer se levantase para poder marcharse a comer de una buena vez, mientras en su mano sostenía lo que parecía una bolsa de plástico.

-¿Qué, te has ido de compras? –dijo su amigo mostrando su buen humor, aunque dejó caer un poco las cejas cuando le vio esa cara a Kid. A pesar de que iba maquillado como siempre, no parecía ser la misma persona. No parecía ser aquel amigo que siempre sonreía como un tiburón cuando la situación lo apremiaba, cuando se avecinaba diversión o simplemente se encontraba de su natural humor asesino pero bueno de siempre.

-Un poco. –Sentenció el pelirrojo, alzando un poco la bolsa de plástico.- Me dejé unas cosas en casa, y he tenido que comprarlas aquí.

Killer, asomándose a la misma, distinguió entre otras cosas unas cuchillas de afeitar y un paraguas de mano.

-El paraguas desde luego te va a venir bien, porque he visto esta mañana el tiempo después de las noticias. Pone agua para todo lo que queda de semana.

El pelirrojo bufó ante aquella mierda de noticia que no mejoraba para nada su humor, al contrario: lo seguía estropeando aún más.

-Pues menudo plan nos espera.

-Al menos dentro de los pubs no llueve. –dijo en tono jocoso su amigo, percibiendo al instante aquel aura oscura que parecía vagar alrededor de Kid.- Y mucho menos dentro de la hamburguesería. Venga, tengo hambre.

Kid, sin menos premura,  empezó a seguir al rubio por la calle, mirando en todo momento al suelo, dejándose guiar.  

Entrando tras un breve espacio de tiempo al interior del restaurante de comida rápida donde tantos recuerdos había creado con Killer.

Pero que de todos ellos, ninguno de ellos era capaz de sustituir la inmensa agonía de su pecho.

Y tras la cena vino todo lo demás.

Toda. Toda la puta noche de pub en pub. A lo tonto, cogiéndose casi sin querer una de las cogorzas más gordas de su vida.

El muy capullo de Killer, si lo tuviese delante ahora mismo muy probablemente lo degollaría con las manos por proponer inocentemente un par de copas antes de irse a dormir.

Un par. O más bien un arsenal de ellas.

Killer parecía saber que algo muy gordo le pasaba para tener esa cara mientras cenaban, así que le arrastró prácticamente hasta el pub más cercano y le sentó en la barra con la excusa de que el día anterior no habían podido celebrar nada.

A la mierda con ello.

Kid, desde luego, no tenía nada en absoluto que celebrar.

Pero de alguna manera, aquella copa de whisky que tenía entre sus dedos le ayudaba a no pensar en él. Aunque sólo fuese temporal, quería sentir que no tenía nada en lo que dejarse la cabeza, nada en lo que su corazón tuviese que invertir para perder. Nada que pudiese hacerle daño por dentro, aunque no fuese del tipo de personas que exteriorizase sus sentimientos. 

El hielo danzaba entre el precioso ámbar del alcohol dentro de la copa, porque su mano pálida agitaba sin prisa la bebida.

Estaba muy cansado.

No físicamente, pero sí mentalmente.

Ya había tenido suficiente por hoy, y lo último que quería ahora era volver a mandar a la mierda a la zorra de turno que buscaba una polla que meterse en la boca, como había pasado en los locales donde habían entrado antes. Killer le regañaba porque decía que “no estaba aprovechando la diversión lo suficiente”, pero no le causaba ningún tipo de excitación una puta borracha que iba hasta las cejas de mierda en las venas y que las únicas expectativas que tenía en la vida era follar con el primero que quisiese metérsela.

Kid, desde luego, cuanto más lejos de esas tías mejor.

Quitando que tenía un extraño y poco consumado gusto por los hombres delgados.

Bebió con ganas de su copa, tragándose casi la mitad del contenido, como había hecho con todas las que la habían precedido.

No aguantaba más en ese tugurio.

El rubio al menos parecía divertirse.

-Me vuelvo al hotel. –Sentenció el pelirrojo cuando se levantó del taburete y sacó la cartera para pagar al camarero, el cual aceptó rápidamente el dinero y le devolvió todo el cambio.

-¿Ya? ¿No es muy pronto?

-Muy pronto mis cojones. Son las 4 de la mañana.

-Eres un aburrido. –Dijo con una sonrisa su amigo.- ¿Te llevo a casa?

-¿Con la que llevas? Aún aprecio mi vida, gracias. Mejor me pillo un taxi.

-Como quieras, mañana nos vemos.

Y con eso, abrió la puerta del local con una mueca de desagrado. El frío de nuevo. Y la lluvia de acompañante.

Estuvo tentado de meter la mano en el interior de la bolsa que aún cargaba en la mano, donde estaba el paraguas para no mojarse.

Pero, de alguna manera, no le apetecía hacerlo.

Simplemente no le apetecía nada de nada.

Sus pies le llevaron solos a uno de los bancos que había en la calle, empapado de agua hasta las cejas, pero no le podía importar menos.

La lluvia no le molestaba.

Al contrario.

Parecía ser la única acompañante que deseaba que le tocase su blanca piel como la cal, cerrando los ojos mientras alzaba su rostro al cielo. Las gotas, rápidamente, se acumularon sobre su ropa y sobre su pelo, calándolo al completo mientras la luna miraba con recelo cómo el agua parecía darle un brillo especial sobre la piel con el reflejo del satélite que alumbraba con suavidad el cielo.

Al menos la luna había podido entreverse entre aquellas densas nubes, pensó Kid cuando abrió por fin sus orbes ambarinas, mirando a la misma con un poco de enfado.

Enfado porque, aunque a ella no quisiera verla, la veía todas las noches de su vida.

Enfado porque había una persona en todo el planeta a la que deseaba ver y que jamás iba a volver a tener delante.

“¿Cómo puedo ser tan imbécil…?”

Pensó cuando recordó lo que había pasado esa mañana, cuando había parado a aquel pobre chico en mitad de la calle y en lugar de pedirle perdón si quiera se había quedado mirando a la nada como un retrasado.

¿Qué diablos le pasaba?

Se llevó dos manos a la cara, tapándola por completo de la lluvia mientras meditaba para sus adentros en todas las estupideces que se le habían presentado en la cabeza desde que había vuelto a aquella ciudad de mala muerte, donde la gente apenas pasaba por la calle ahora. Menos algún tonto que acababa de pasar detrás del banco.

Al menos no era el único mal de la cabeza para estar debajo de la lluvia a las tantas de la madrugada, se dijo a si mismo mientras una sonrisa sarcástica y amarga cruzaba sus labios.

De pronto, el ruido de un taxi le sacó de todos sus pensamientos al pasar a su lado por la carretera.

Coño, y el muy cabrón no había parado.

-¡Eh! –Se levantó corriendo del banco para perseguir al vehículo, con una cara de mala hostia dibujada en su rostro. Lo que le faltaba ya.

Y para más cabreo todavía, parecía que alguien sí había conseguido parar al taxi y estaba a punto de entrar dentro y robarle la única forma de volver al hotel.

Una mierda.

En dos grandes zancadas ya estaba al lado del taxi, cogiendo con furia a aquel desgarbado tipo del hombro para espantarle.

-El taxi es mío, le había visto antes.

-Haber sido más rápido.

-Vete a la m…

Pero calló al instante en el que el sujeto se giró lentamente con una mirada asesina en sus orbes grises, muy cabreado con aquel subnormal que parecía tener ganas de pelea.

Y aquella persona también enmudeció.

Se miraron estupefactos mientras el taxista, confuso con la escena que estaba presenciando, volvió a arrancar y se marchó por la calle dejando a ambos en un profundo silencio sólo roto por las gotas de lluvia al caer sobre el suelo.

-¿Eustass-ya?

Notas finales:

Toma Cliffhanger que os acabo de meter xDDDDDDD

No me odiéis, ¿vale? Es por el bien del fic (¿??) –Por si acaso se esconde en un búnker-

Antes de nada, quiero hacer unos agradecimientos especiales. A Kinri Chimera, por estar siempre animándome a seguir escribiendo y por ser una amiga genial, y a Angeline Victoria Schmid por haberme ayudado con este capítulo sobre todo y hacerme amablemente de Breader, muchas gracias a las dos, me apoyáis más de lo que creéis.

Bueno, ¿me merezco algún review? ¿Algún comentario? Pls.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).