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Sine qua, non por Mihael Lawliet

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Notas del capitulo:

Me justificaría por la tardanza, pero me da flojera y además mis razones son siempre las mismas: la Universidad, mis problemas personales y mi falta de inspiración, así que creo que podemos saltarnos este paso.

A modo de confesión, debo decir que estuve a punto de abandonar este proyecto personal, pero una buena tarde decidí entrar a ver lo "nuevo" en las publicaciones y casi me voy de espaldas. Vamos de mal en peor, pero no es nada que ustedes no sepan...o hayan leído antes. En fin, eso me motivó a continuar escribiendo a pesar de todo. Eso y mi ego, para qué miento. 

 

Se saben la consigna, supongo, así que venga, pueden dejar mi cháchara personal e ir directamente a lo que les interesa. Adelante, no me ofendo.

Gracias por leer.

 

The Draw- Bastille. Sólo porque....pues...¿por qué no?

 

 

(Acabo de notar que casi todos son Dino!Centric. ¿Coincidencia? Quién sabe...) 

6. OSCURIDAD

Embiste profundo una, dos, tres veces, justo antes de sentir las uñas mal recortadas arañándole la espalda y escuchar un gemido ahogado que le hace excitarse aun más. Le cubre la boca con la mano antes de salir brevemente de su cuerpo y volverle a enterrar el miembro sin ningún tipo de aviso. Casi inmediatamente, un estremecimiento le indica que ha hecho lo correcto. No puede evitar sonreír a medias.

Se avoca completamente a la tarea de entrar y salir. Al principio lo hace con tranquilidad, casi como si quisiera demostrar una vez más su supremacía en aquella situación (cosa innecesaria porque ya lo ha hecho desde mucho antes), pero después se deja ir. Ya no le interesa que los escuchen y hasta piensa que sería genial que alguien lo estuviera haciendo. Se imagina la escena y trata de no reírse, así que se muerde los labios y continúa con su labor. Más fuerte. Más profundo. Ambos están al borde y se empecinan en dar los últimos mordiscos antes de que las fuerzas terminen por abandonarlos. Cuando se corren (uno dentro, el otro entre ambos) exhalan un último suspiro.

Dino sale de su interior y se desploma boca arriba sobre la cama, disfrutando de la calma después del sexo mientras fuma un cigarrillo que acaba de tomar de la mesilla de noche. Sin embargo, no pasa mucho tiempo antes de que el roce de la piel ajena comience a quemarle otra vez. Se incorpora y comienza a lamerle lentamente el cuello y el pecho, sintiendo cómo la sangre vuelve a hervirle en las venas. Obtiene una caricia en el pene como respuesta.

Antes de besar al otro chico, Dino apaga la luz. Así, sumidos en la oscuridad, le es mucho más fácil imaginarse que es Kyoya a quien se está follando.

 

 

7. TEMOR

En todos los años que llevan viéndose, Kyoya sólo tuvo miedo de perder a Dino una vez. Sólo una. El problema es que fue una situación tan estresante, tan aterradora, tan desesperante, que el simple hecho de recordarla hace que se estremezca todavía de pies a cabeza y es incluso capaz de causarle mareos. Por eso trata de no desenterrar el recuerdo muy seguido y prefiere dejarlo ahí donde está, en un rincón de su memoria. Pero no lo olvida.

Ninguno de los dos lo hace.

Jamás han hablado sobre eso, pero de hacerlo, cada uno daría una versión diferente de la noche en la que las mordidas y la testosterona se les fueron de las manos y ambos terminaron en un ataque de histeria que sólo Kyoya pudo controlar (a medias). Para él, la culpa la había tenido Cavallone por sacarlo de sus casillas. Para Dino, ya era cuestión de tiempo. En algún momento tenía que estallar la bomba, pero ninguno tenía pensado que fuera a causar tantos estragos.

Lo que Kyoya sí recuerda es que se gritaron. O al menos, Dino lo hizo. Él por su parte se limitó a escuchar toda la cháchara recriminatoria del rubio. Al principio no comprendió la gravedad de su falta, pero entendió que el problema tomaba un matiz diferente cuando, al levantar la mirada, Dino le rehuyó.

“No puedo mirarte a los ojos”

Hasta muchos años después, Kyoya pudo darse cuenta de que lo que había sentido calándole los huesos era una mezcla extraña entre ansiedad, miedo e incredulidad. Pero en aquel momento, lo único que quería era resarcir el daño, pero ninguna opción le parecía lo suficientemente buena. Quiso regresar el tiempo. Quiso morir.

Ahí, en ese momento, cuando Dino se levantó y lo dejó solo, comprendió que era muy tarde para tratar de arreglar todo con una simple disculpa

 

 

8. SUFRIMIENTO

Para poder escuchar el débil “pase” desde dentro de la oficina, Romario tuvo que pegar oreja –literalmente- a la puerta y esperar un poco más de lo acostumbrado, pero cuando obtuvo el permiso se deslizó dentro con toda familiaridad. Después de dirigirle una mirada de soslayo a su jefe, el hombre se acercó a una mesa ratona en el centro de la habitación a dejar la bandeja de plata que llevaba en la mano derecha, emitiendo un breve suspiro antes de comenzar con su tarea.

Durante un buen rato ambos se mantuvieron en silencio, interrumpido sólo por el rasgueo de la Mont Blanc de Dino al tachar o hacer anotaciones sobre sus documentos y el tintineo de las tazas y cubiertos que Romario se esmeraba en acomodar sobre la mesa. Al terminar comenzó a recoger los platos sucios del desayuno y comprobó –no sin un poco de enfado, a  decir verdad- que el rubio apenas había tocado sus alimentos. Como mucho, la cafetera era lo único que parecía haber llamado la atención de Dino porque estaba totalmente vacía.

-¿Sabe? Hace un rato ha venido Kusakabe. Me ha dado un par de documentos para que usted los revise y me pidió que disculpara al joven Hibari por no traérselos él mismo, pero se fue esta misma mañana a Estados Unidos.

-¿Ah, sí? Qué bueno- respondió Dino con amargura.- Déjalos en mi escritorio, por favor.

-Ya han sido casi tres meses de que el joven Hibari…

-Hibari tiene sus prioridades y yo también, Romario. Todos tenemos cosas que hacer y él es libre de ir y venir cuando sea necesario, ¿no es así? - cortó el rubio cortesmente, pero con evidente frialdad.- Su superior es Tsuna, no yo.

-Me sorprende que esté llevando tan bien el anuncio de su relación con Takeshi Yamamoto, Jefe.

-“El dolor es obligatorio, pero el sufrimiento es opcional”-recitó Dino sin levantar la mirada de sus documentos.- Ya te he dicho que él puede hacer lo que se le antoje. Yo estoy perfectamente bien.

-Y supongo que por eso usted se pasa días sin dormir, sin comer, ahogándose en alcohol por las noches y café en los días, fumando como chimenea y encerrado en esta oficina trabajando sin descansar, ¿verdad?

El sonido de la pluma dejó de oírse de pronto. La respiración de ambos se detuvo por un breve momento y cuando Romario miró a su jefe pudo ver por primera vez el cansancio y la angustia reflejados en su rostro. Los ojos dorados ya no brillaban como antes. La sonrisa de su rostro ya no transmitía felicidad. De hecho…ya no transmitía nada.

-Precisamente por eso, Romario. Precisamente por eso.

 

 

9. INSEGURIDAD

Kyoya es muchas cosas. Es sufrimiento, por ejemplo. Kyoya es angustia. Kyoya es sangre, mordidas, dolor, ansiedad e impulsividad pura. Kyoya es locura momentánea y también es energía mal encausada. Kyoya es nerviosismo, es necedad, es paroxismo casi permanente, es acero en la mirada y temblor mal disimulado en las manos. Kyoya es veneno. Kyoya es impertinencia. Kyoya es noches sin dormir, días eternamente nublados y mañanas de sexo placentero. Es olor a almizcle y sudor. Pero también es espontaneidad, es salvación, es realidad, es transparencia. Es agua diáfana. Y tú lo sabes, Dino. Lo sabes, lo has sabido siempre, y te aterra que él también se haya dado cuenta de que lo es todo, porque si lo hace también comprenderá que tu, realmente, no eres nada.

Y de que, seguramente, no vas a poder ser más.

 

 

10.SILENCIO

Comienza lento, suave, como si alguien fuera a recriminarle por hacerlo aunque sabe perfectamente que sólo es su paranoia. Sus dedos recorren toda la extensión de su pene hasta que una conocida sensación de calor comienza a invadirle el cuerpo, indicándole que está haciendo lo correcto. Después de un rato, el roce de su propia piel le quema mientras se frota el glande ansiosamente, pero sólo atina a aumentar la velocidad y a arquear la espalda mientras siente el líquido pre-seminal escurrirse por todo su miembro y mojar su ropa interior. Sus labios murmuran un nombre sin pronunciarlo y se ve obligado a mordérselos para no jadear ni gritar cuando al fin llega alcanza el orgasmo, tan triste y desangelado como la habitación en la que se encuentra. Intenta no hacer ruido. Después de todo, el silencio es lo único que Kyoya le ha dejado tras su partida y él no se atreve a mancillarlo con un gemido lastimero que el prefecto no va a poder escuchar.

Notas finales:

¿Y el review? 


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