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Sine qua, non por Mihael Lawliet

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Notas del capitulo:

Han pasado tres años desde que actualicé este fanfic y desde que escribí algo. No quería terminar. No podía terminar. Pero ahora, tres años después, no tuve otra opción. 

 

No voy a justificarme. Desaparecí y me alegro de haberlo hecho. Fueron años difíciles, pero no por ello precisamente amargos. Acabé la carrera. Conseguí un trabajo. Mi vida cambió para bien. El único problema fue que de pronto no pude seguir escribiendo. No tenía motivos ni inspiración. Dejé todo como estaba hasta que hace dos semanas, en un vuelo de 14 horas hacia Tokio, descubrí que todavía podía ser capaz de hilar dos palabras de forma coherente. Y lo hice. Aquí está el resultado de ello.

 

 

"Sine qua, non" termina aquí. 

 

 

Gracias, si aun están leyendo esto. 

 

 

11. DESCONOCIDO

Ha pasado el tiempo, pero él sigue prácticamente igual. Todavía tiene esa melena rubia que por más que se esmera en peinar termina cortando porque no puede mantenerla bajo control. Ya no se viste como el joven que alguna vez fue, pero ha sabido sacarle provecho al porte y la elegancia que han venido junto con los años. Sonríe todavía con sus dientes blanquísimos y transmite la misma serenidad de antaño a sus viejos y nuevos subordinados, quienes siguen venerándolo como el gran hombre que saben que es. Su torpeza tampoco se ha ido, pero es más una anécdota divertida que un hecho frecuente. Sus manos aún acarician a Kyoya como si estuviera tocando un lienzo inmaculado, ignorando todas aquellas veces que lo ha tenido en su cama durante casi veinte años juntos. Todavía lo despierta con un beso y le hace regalos por San Valentín, Navidades, Año Nuevo, cumpleaños y aniversario. Lo lleva de vacaciones a sitios que han visitado en mil ocasiones y finge sorpresa cuando se encuentra ante alguna atracción turística que se sabe de memoria. Y aún sigue susurrándole “te amo” antes de dormir a pesar de saber que hace años Kyoya dejó de hacerlo, mientras se pregunta en qué momento se volvieron desconocidos el uno para el otro.

 

 

12. FIN

A decir verdad, Hibari está harto de Dino. HARTO, con mayúsculas. Harto de sus desplantes y sus berrinches repentinos en el momento menos oportuno. Harto de tener que soportar sus ideas poco ortodoxas y 99% inútiles que siempre terminaban arrastrándolos al hoyo a los dos: a Dino por seguirlas y a Kyoya por intentar ayudarlo. Harto de las noches de insomnio por esperar a Cavallone y de no recibir nada a cambio, excepto reclamos de parte del Don cuando el sueño le vence y se va primero a la cama (porque claro, Kyoya tiene que estar disponible en todo momento para servir de apoyo moral incluso a altas horas de la madrugada o simplemente para tener sexo, pero Dino puede hacer lo que le venga en gana). Harto de las llamadas sin sentido. Harto de ser ignorado porque “la Familia es más importante y tienes que entenderlo”. Harto de tener que dar explicaciones cuando el rubio no las da. Harto de la ansiedad. Harto de gastar energía que muchas veces no tiene y encima de gastarla en vano. Pero, más que nada, está harto de despertarse todos los días con el miedo de que Cavallone decida ponerle fin a todo.

 

 

13. TAQUICARDIA

Hibari se obliga a no bajar la mirada cuando de pronto Dino se levanta del sofá, se pone de nuevo el saco, se anuda la corbata borgoña y sale a atender a Romario, quien lleva alrededor de quince minutos golpeando la puerta con ansiedad mal disimulada. Nadie se lo ha dicho abiertamente pero sabe que hay problemas; sin embargo, no quiere preguntar y mucho menos ofrecer su ayuda si Dino no se la pide porque en primer lugar no es su familia y en segundo porque no le corresponde. Por eso se mantiene estoico y juguetea con su anillo entre sus labios, mientras trata por todos los medios de ignorar la taquicardia que le sobreviene cuando Dino se guarda la Beretta en el bolsillo interior del saco y le susurra un “volveré” al oído. Y Hibari asiente, pero no le cree, principalmente porque sabe que Dino es pésimo cumpliendo las cosas que promete.

 

 

14.LÁGRIMAS

Hibari no llora. En realidad, hace años que dejó de hacerlo. Dino lo sabe porque estuvo ahí la última vez que lo hizo, cuando tenía todavía catorce años, y escuchó el juramento de no hacerlo nunca más, el cual no ha roto hasta ahora. Aún así, hay ocasiones en las que Dino se pregunta honestamente cómo es capaz de hacerlo porque él simplemente no puede. Mucho menos ahora, frente a la tumba de Kusakabe y de la mitad de los subordinados de Hibari que fueron abatidos en una emboscada. Dino siente un nudo en la garganta al ver descender los féretros en la tierra y se arrodilla para arrojar un puñado de tierra a manera de homenaje antes de mirar a Hibari, pero no es capaz de descifrar su expresión. Se levanta y trata de tomar su mano, pero es rechazada. Vuelve a mirarle.

Dino comprende entonces que el hecho de que Hibari no llore no signifique que no se está deshaciendo por dentro.

 

 

15. MUERTE

Los años no han pasado en balde para ninguno de los dos. Lo que comenzó como un simple tutelaje terminó en tardes de besos a escondidas, mordidas mal disimuladas y amenazas antes de cada pelea juntos. Si se lo preguntasen, Dino sería capaz de nombrar todo eso que ha tenido que aprender de Hibari en casi quince años juntos. Recuerda, por ejemplo, cuál es su marca de vino favorita y cuántos cubos de azúcar le pone al té que diariamente se toma en las mañanas. O su talla de camisas, mucho más pequeñas que las suyas. El color de sus ojos cuando el sol les da de lleno en las mañanas. La forma graciosa en la que frunce la nariz cuando algo no le agrada. La escueta respuesta que le dio cuando le pidió matrimonio.  

“Finché norte non ci separi”

El juez todavía no acaba de pronunciar las palabras, pero Dino ya sonríe y lo mira. Sostiene su mano en la propia y termina de ponerle el anillo, pero entonces se da cuenta de que Kyoya no lo está mirando a él  y sigue con los ojos hasta ese punto al que Hibari observa con miedo. Reacciona tarde.

 

“Finché norte non ci separi”

Tenían razón.

 


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