Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Letras rojas. por lorienficachi

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Pues graciar por leer este pequeño fic n.n 

Se me vuelve  poner tiesa. Siento la mano de Georg sobre el bulto en mi entrepierna.

– ¿Qué? ¿A poco también a mí me vas a pegar?

– No – le contesto – Tú eres mi amigo. Pero no vuelvo a ir al baño solo.

–  No te preocupes, yo te acompaño – casi ni le entiendo. Georg tiene la boca llena.

La pura verdad, ni me acuerdo de cómo llegamos a la casa de Georg. Lo único que supe es que, tres cuartos de hora atrás, mi amigo me estaba dando una mamada increíble en el cine, antes de que la película acabara y el tipo que cuidaba que nadie cogiera dentro de la sana entrara para pedir que nos retiráramos.

Ahora, sin saber más que mi nombre, estábamos ahí desparramados sobre la cama. Georg me había quitado la playera que me prestó. Y luego se había quitado la suya. Me sostuvo mientras me tendía por completo sobre el colchón. Una y otra vez repetimos los mismos besos cortos. Supongo que Georg no quería que me asustase, aunque los dos tuviéramos el mismo forje, incluso yo más que él. Él era unos años mayor que yo… Georg iba a ser mi primera experiencia sexual, además de mi mano.

– Gustav… – susurró y beso de nuevo mis labios, esta vez su lengua lamió dentro de mi boca. Nos estábamos poniendo cada vez más cachondos.

Georg era un hombre, pero era mi amigo, eso no me volvía un homosexual ¿verdad?

Como respuesta, también yo lamí sus labios. Y él se me fue encima por completo, mando a la chingada a todas sus pretensiones y cuidados y entro por completo en mi boca. Con nuestras lenguas jugando entre ellas, un hormigueo comenzó a entumecer la parte baja de mis caderas. Mi piel se erizó y sentí que mis piernas perdían fuerza.

– Ah… – gemí quedito.

Aun besándome, Georg hizo un movimiento con su cadera. Se acercó más a mi cuerpo, abrí las piernas y el quedó en medio. Luego comenzó a simular que me follaba.

– Mmm… ah…

Sus manos me acariciaron con rudeza, y recorrió la piel de mi cintura hasta las costillas, sin dejar de besarme. Sus manos estaban calientes. Se arrastraron por mi piel sudorosa y acariciaron mis pezones.

– Gustav.

Tragué con dificultad al escuchar a mi amigo decir mi nombre con voz excitada. Mientras retenía el oxígeno acaricié su cuerpo. Disfrutando del tacto mutuo.

Georg acercó el rostro en mi pecho y empezó a lamer uno de mis pezones.

– ¡Ah!

Georg acarició y chupó aquella bolita de carne con su lengua. No es que yo quisiera detener aquella sensación tan rara en realidad, pero se sentía bastante extraño, por lo que sujete su largo y lacio cabello y tiré suavemente.

– Ah… ah…

Mientras mi amigo lamía mi pezón, llevó una de sus manos hacia mis caderas, y frotó ligeramente mi miembro endurecido bajo la ropa. Mordí mis labios. Georg me miró y sonrió antes de desabrochar mis pantalones. Cuando estos no estuvieron, tomó mi ropa interior y jaló, dejando al descubierto mi semi erección.

– Estas tan… caliente.

– ¡Cállate, pendejo!

– Bien – me dijo riendo. Entonces se acomodó mejor un poco más abajo en la cama, y su cabeza quedó en medio de mis caderas. Miró con cara de hambreado lo que estaba bajo mi ombligo.

Me estremecí cuando se hizo callar a sí mismo con mi cuerpo. Mientras lamía superficialmente, bajó mis pantalones y bóxers por completo. Liberé las piernas con facilidad. La sensación de hormigueo creció repentinamente. Con su lengua lamiendo y su boca tomándome el placer comenzó a salir. Su cabeza se movía bajo mi mano, que sujetaba con suavidad su cabello. Su lengua me acariciaba de arriba abajo repetidas veces, y algunas, se encargaba de la punta. Sus manos, que hasta ese momento estaban paseándose sobre mi torso, cambiaron de dirección, y pasaron a ambos lados de su cabeza, para acariciar mis muslos.

– Ah… ahh…

La sensación de placer comenzó a extenderse por todo mi cuerpo, ya no sólo en mi parte baja. De pronto sentí otra cosa, algo húmedo. Miré. Los dedos mojados de Georg se estaban abriendo paso dentro de mí.

– ¡Georg! Espe…

Movió su dedo dentro de mí.

– Ghh… – cedí y acaricié su cabeza con suavidad.

Volvió a mover con facilidad su cabeza, lamiéndome con cariño, mientras extendía y entrada con sus dedos.

– Ah… ah… ha…

Mis gemidos se volvieron cortos, y continuos. Georg mascullaba a saber qué. No se le entendía absolutamente nada. Comencé a jadear entrecortadamente cuando aumentó otro dedo más. Sus dedos me llenaban, los sentía claramente contra mis paredes, acariciando. Mi cuerpo se cubrió de llamas, figurativamente. Con el movimiento de su mano y su boca sobre mi miembro, sentí que iba a venirme.

– Georg… si sigues, voy a…

Se detuvo, seguramente quería que llegara a ese punto con otra cosa un poco más. Se acercó a mi oído y susurró con la voz afiebrada.

– Ya quiero estar dentro de ti.

Jadeé de sólo escuchar sus palabras. Yo también ya estaba hasta el gorro de preparaciones… aunque por otro lado sentía pánico. Georg se levantó un poco y miró directamente hacia mi entrepierna. Me sonrojé, avergonzado. 

– Estás muy mojado. Chorreas.

Con eso mi rostro ya no fue rostro. Más bien, si me viera en un espejo me llamaría a mí mismo, el increíble hombre-tomate.

– ¡Eres un imbécil! – le grité, medio encabronado.

– Un imbécil que va a follarte.

Me quedé de piedra con eso último. Simplemente no supe qué contestarle. El idiota se aprovechó de mi desconcierto y, con impulsiva fuerza, me empujó contra la cama. Luego se quitó por competo sus pantalones. Rápidamente abrió más mis rodillas, tomándome desprevenido.

– ¡Woah! – traté de cerrar las piernas, pero él me sostuvo firmemente – ¡Georg!

– Perdona – dijo como si nada.

Luego sentí algo duro, húmedo y caliente.

– ¡Ah…! Ngh… Ah…

De forma lenta y enérgica, comenzó a entrar, expandiéndome. Georg… la metió. Esperaba ya que pasara, el dolor lo dificultaba todo. Me impedía incluso respirar con normalidad. Ya no había vuelta atrás.

– Ahh… ¿estás bien?

Gemí forzadamente y asentí rápidamente y varias veces ¿¡Porqué carajos la tenía tan grande!?

– Haah… – gimió mientras exhalaba su cálido aliento sobre mi barbilla – No puedo creer que esté haciendo esto contigo… ¡con un niño! – dijo para sí mismo entre jadeos.

– ¡Bueno, si no te gusta, puedes empezar quitándote de encima, y luego puedes irte derechito a la mierda! – me enojé con lo que había dicho. Ya no era un niño y además… pensé que lo estaba disfrutando.

– No mames… no lo digo por eso…  es que si tu madre se entera ¡me meten a la cárcel por pedófilo! – Comencé a reírme. Ahora que Georg era mayor de edad, sí, estaba teniendo sexo con un menor de edad.

Me levanté un poco sobre mis codos y besé su cuello. Como respuesta, el presiona mi cadera y da una estocada.

– ¡Ngh… ahh! – Embiste tan profundo que dejo escapar un grito.

Mientras sigue moviéndose, lleva una mano hacia mi abdomen y el dolor se desvanece cuando frota mi pene.

– ¡Haah! – gimo en su oído y me sujeto de las sábanas, revueltas bajo nosotros.

– ¡Gustav! ¡Ngh! – dice mi nombre con una lujuriosa voz.

– ¡Ah…! ¡Ah- haah! ¡Georg!

Comienza a penetrarme más rápido y fuerte, como si quisiese que gimiera más alto su nombre. Su mano frota con fuerza mi miembro. Y sonidos húmedos resuenan por toda su habitación. Ya no siento dolor alguno. Ahora sólo se siente… extremadamente bien. Tanto, que las lágrimas invaden mis ojos, sin poder contener aquello que mi cuerpo siente.

– ¡Ah, ah, haah, ha…!

Los gemidos salen a borbotones de mi boca sin que pueda controlarlos, avergonzándome. Georg me penetra sin contenerse, no puedo pensar con claridad.

– ¡M-mierda! – sus estocadas son tan continuas, que no creo poder aguantar por más tiempo. Puedo sentir que me acerco al clímax – ¡Georg-g! Voy… ¡Voy a…!

El frunce el ceño y me sacude con sus movimientos bruscos. Mientras, escucho el chapoteo que produce el que me penetre. Siento como el placer recorriéndome.

– ¡No puedo! Ah… haah – jadeo desesperadamente – ¡Ah! Ge… org… Me vengo… ¡¡Aahhh!!

Mi cuerpo se contrae, un disparo de placer invade mi columna mientras jadeo descontroladamente. El líquido blanco y espeso sale de mi cuerpo en gotitas, yendo a parar al pecho de mi amigo, y a mi vientre.

– Ah… haa… haa… haah… ¡Ah-ahhh! – no soy el único en ese estado. Sobre mí, Georg jadea buscando aire, más que gemir por el placer. Cuando se corre, aprieta mi cadera mientras cierra los ojos, y presiona con fuerza sus dientes – ¡Ungh!… haaa

Ambos nos quedamos buscando el aliento que nos falta, quietos, tan en silencio como el orgasmo nos permite. Finalmente nos sosegamos, y Georg sale de mi cuerpo. Me estremezco al no sentirlo dentro de mí. Aunque sale, él se mantiene sobre mi cuerpo. Me mira a los ojos.

– ¡Maldito morrito! – exclama con tono cariñoso y me besa con rudeza una vez más.

 

No hace falta decir que mi madre me puso una megarchirequetecontra madriza cuando llegué a mi casa, a eso de las ocho de la noche.  Me dejo morado la muy… pero digamos que lo tenía merecido. Me castigó por un mes, con eso de que ya andaba enchilada con lo de las revistas. Ella me llevaba y me recogía de la escuela, y cuidadito llegara unos minutos tarde de lo que solía, porque entonces le tocaba madriza otra vez.

No vi a Georg durante ese mes, porque ni siquiera podía salir al patio trasero de la unidad. Sin embargo me llamaba algunas veces… Me hubiera gustado decir que después de acostarnos nos volvimos pareja, pero no. Después de estar castigado un mes, volvimos a vernos normalmente. Claro que no todo fue como antes. Fueron muchas veces, durante los próximos dos meses, que estábamos solos en su casa (o en la mía) y… las ganas nos ganaron. Lo hicimos varias veces.

Pero, después de esos dos meses, Georg tuvo que mudarse más cerca de su universidad y valí mierda, porque dejamos de vernos…

Hasta un año después.

Estaba en mi segundo año de preparatoria. Volvía a casa, y vi la luz de su departamento encendida. Usualmente vivía con sus padres, pero estos se mudaron unas pocas semanas después que él. El apartamento que tenían siguió solo. Supongo que no quisieron venderlo. No vi presencia alguna hasta ese día.

Fui hasta el apartamento, algo nervioso, pero decidido. Toqué la puerta y… nada. No había nadie, seguramente el que había comprado el departamento había dejado la luz encendida al salir. Regresé a casa sintiendo que me pateaban en los huevos (mentalmente) y saludé a mi madre sin ganas.

– ¿Que son estas horas de llegar? – me preguntó con los brazos cruzados.

– Jefa, ya llegué, eso es lo importante.

Ella torció la boca y se encogió de hombros.

– Como sea, un amigote tuyo pasó a buscarte. Dijo que hacía tiempo no se veían.

– ¿Qué? ¿Cómo era ehhh… a dónde fue? – dije a lo loco.

– Pues más alto que tú, de cabello largo. No me gustan esos muchachos, parecen…

– ¿¡A dónde fue!? – la interrumpí casi gritando.

– A mí no me grites pendejo, ni me interrumpas, que soy tu madre – se acercó y me dio un manotazo en un hombro.

– ¡Mamá!

– ¡Ay, que escandaloso eres! Dijo que a dónde siemp…

La ignoré por completo y salí de la casa. Ella se quedó gritándome quién sabe cuánto. Me dijo hasta de lo que me iba a morir, pero no me importó. Baje hecho la cochinilla las escaleras del edificio y llegué derrapando hasta la piedrota. Tomé aire e intenté que pareciera como si su llegara no me importaba. Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón de mezclilla y di vuelta a la roca. Ahí estaba él, como siempre. Su cabello, ahora más largo, le llegaba a media espalda. Había hecho ejercicio, se le notaba. Estaba más delgado y sus brazos se notaban fuertes bajo la playera que traía. Yo también había hecho ejercicio pero… no, no era para mí. Había ganado algo de peso, pero no mucho. Georg estaba fumando. Cuando notó mi presencia abrió esos ojos verdes y me miró. Yo suspiré inconscientemente, totalmente serio, él sonrió. No hubo necesidad de decir nada.

Media hora después nos encontrábamos gimiendo en su nuevo departamento. A razón de porque no se había ocupado el departamento, era que sus padres habían estado pagando para ello, porque al final de sus estudios, Georg quería regresar ahí, e iba a ser un total desperdicio de dinero dejarlo perder, para comprar otro cuando él regresara. Así que ese era oficialmente SU casa.

Así que ahí estábamos, jadeando sobre el colchón con energía. Una semana después nos convertimos oficialmente en pareja. Yo seguía siendo menor de edad, pero eso parecía no importarle más. Mi padre pegó el grito en el cielo cuando se enteró y me corrió de la casa. No sin antes enfrentarme, y a Georg. Yo podía ser callado la mayoría del tiempo, pero nadie querría verme enojado. Y ese día mi padre de verdad se salió de sus casillas hasta el punto de querer golpearme. Por supuesto que ni lo deje.

No fue problema el encontrar casa. Me mude con Georg de inmediato. La paga tampoco fue ningún problema. El apartamento estaba completamente pagado. Solo tuve que conseguir trabajo para la comida y nuestros lujos.

Por cierto. No. A Georg jamás lo metieron al bote por pedófilo.

                                                                               FIN

Notas finales:

Una vez más, gracias c: Nos leemos en los demás fics n.n 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).