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Enamórame por Fullbuster

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Gray Fullbuster POV:

 

 

 

Natsu se marchó a trabajar en cuanto me dejó en la estación que llevaba a la facultad de medicina. Entré por los pasillos y sinceramente, no hablé con nadie porque no entendía a nadie. Caminaba como un pollo sin cabeza, sin saber muy bien hacia donde iba, sin conocer a nadie. La gente hablaba entre ella, se agrupaban entre amigos y reían, yo sólo me dedicaba a caminar y buscar mi aula.

 

Tenía que asistir a la clase de japonés, porque Natsu me había apuntado a ella antes de ir a las clases de mi carrera. La encontré, aunque llegué tarde. Allí ya estaban todos sentados y el profesor me habló en japonés ¡Claro que yo no le entendí! Al final, cansado de repetirme la misma frase tantas veces, me la dijo en inglés. ¡Podía haberla dicho en inglés desde el principio! Quería que me sentase en la silla al lado de un chico rubio ¡Este no era japonés!

 

Para ser sincero… no creo que hubiera ningún japonés en esta clase, era una clase para aprender japonés, así que era para extranjeros. Me senté en la mesa contigua al chico y coloqué la libreta encima de la mesa cuando aquel chico rubio prácticamente se abalanzó sobre mi mesa.

 

~ Que pedazo de ojos tienes – me dijo en un perfecto inglés con una sonrisa – desde luego los japoneses deben estar impresionados contigo.

 

~ Ya decía yo que me miraban mucho desde que llegué – le sonreí

 

~ Sting Eucliffe, de Inglaterra, a mi padre le han trasladado a esta isla por negocios, ahora me toca aprender japonés – me soltó con una gran sonrisa.

 

~ Gray Fullbuster – le dije – Estados Unidos, vivo con mi hermano mayor. Por cierto… ¿Qué le pasa a mis ojos? – le pregunté intrigado.

 

~ ¿No te lo han dicho? – yo negué con la cabeza sin saber a qué se refería – aquí en Japón es poco habitual los ojos tan azules como los tuyos. Por eso mismo que son tan raros, a la gente de aquí les atrae muchísimo. Seguro que debes de tener a unos cuantos detrás de ti ya – me sonreía.

 

~ Pues no creas – le dije – sólo me miran raro – le indiqué y él empezó a reírse.

 

Pasamos la hora en aquella clase y sinceramente… no sé si aprendí algo, porque cuando salí, seguia escuchando un idioma que no entendía, seguían mirándome raro y lo único de provecho que tenía, es que Sting venía hablando conmigo en inglés porque tampoco entendía el japonés.

 

Al parecer, Sting quería ser arquitecto y tenía que ir al edificio de al lado, así que solo coincidíamos en el aula de japonés de las mañanas, aún así, quedamos para comer juntos, él no conocía a nadie aquí y yo tampoco, así que no había una mejor para no estar solo ninguno de los dos.

 

La verdad, es que a Sting le miraban más raro que a mí, sería por su cabello rubio quizá, porque no había visto ningún japonés rubio a menos que fuera tintado, debía de llamar también la atención de ellos. Escuchaba los murmullos cuando nos veían pasar, alguna risilla tonta y ahora ya empezaba a dudar de si era porque éramos extranjeros o por las cualidades físicas que no eran normales y corrientes por aquí.

 

Sting se separó de mí cuando llegamos a la entrada para irse hacia su edificio mientras yo cogía uno de los pasillos y buscaba mi aula. La encontré pero sinceramente… si no hubiera ido a clase tampoco importaría mucho ¡no entendí nada! Dos horas allí encerrado escuchando a un profesor en japonés y mi libreta seguía limpia ¡No había conseguido escribir ni una palabra!

 

Un chico de mi lateral miró mi libreta vacía y me echó una sonrisa, a lo que yo también le sonreí de forma forzada. Su inglés no era muy bueno, pero aún así, conseguí entenderle cuando me comentó que me dejaba sus apuntes. Se lo agradecí y desde luego… ¡Ya podía hacerme con un buen diccionario! Porque aquello, estaba todo escrito en japonés. Por lo menos tenía apuntes aunque no los entendiese.

 

Quedé con Sting para comer en su edificio, así que salí a la calle comprobando que seguramente, hoy llovería, porque se estaba cubriendo el cielo. No me gustaban las tormentas a menos que estuviera ya resguardado en casa y para colmo, yo era el “niño sin paraguas” porque los odiaba, no me gustaban nada, así que nunca llevaba ninguno conmigo, por lo que al final, acababa llegando a casa empapado.

 

Corrí hasta el edificio de al lado de arquitectura y aunque le busqué por los pasillos, no le encontré, sólo había japoneses y más japoneses. Seguí buscando entre los pasillos hasta que me di cuenta, que prácticamente estaba yo solo por el pasillo. Iba a volverme hacia atrás para buscarle por otro pasillo cuando alguien me empujó metiéndome por una puerta de un lateral hacia el baño. Me pegué contra el cristal por el empujón y me volví a hacer daño en la mano que ya tenía prácticamente curada.

 

Me giré a mirar al que me había empujado, tenía el cabello rubio y largo ¡Creo que tintado! Porque era japonés, al menos me lo parecía. El chico sonreía mucho pero a mí no me daba confianza aquella situación. Tras él entró otro chico, de pelo corto moreno y con un mechón blanco que le caía por la parte delantera hacia la frente.

 

Me incorporé como pude por el dolor de haberme golpeado contra la pila del lavabo en el costado y apoyando la mano en el cristal, hice fuerza terminando de ponerme de pie. Me quedé mirándoles, no les conocía, así que no sabía muy bien porque me buscaban a mí, ni siquiera estudiaba en este edificio, sino en el de al lado. Tampoco pude reaccionar muy bien cuando se lanzó sobre mí cogiéndome del cuello y empotrándome de nuevo contra el espejo. Me quejé por el golpe y sé que de esto, me saldrían unas cuantas marcas, si es que los moratones no estaban saliendo ya.

 

No podía respirar bien con su mano en mi garganta, me dolía, pero no pensaba llorar delante de ese tío.

 

~ Tenía razón tu hermano – dijo aquel chico rubio – tienes unos ojos muy llamativos. - comentó - Hoy lo dejaré en un aviso, pero quizá podamos divertirnos juntos más adelante - sonreía ahora y no me gustaba como lo hacía, era la misma forma en que últimamente me miraba Lyon.

 

No pude evitar abrir los ojos ante la incertidumbre ¿Los mandaba Lyon? ¿Cómo sabía mi hermano que estaría aquí? ¿o no lo sabía y sólo les había dado mi descripción? No tuve tiempo de pensarlo, el brazo que sujetaba mi garganta se movió y me lanzó contra el suelo provocando que tosiese, pero incluso antes de levantarme, sentí la patada en el estómago.

 

Me quedé en el suelo con el dolor, sujetándome el estómago y tosiendo. El chico se colocó encima de mí cogiéndome del cuello de la camiseta para que le mirase. ¡Estaba sacando un mechero y eso, sí me daba miedo! No soportaba el fuego, me daba miedo el fuego, ni siquiera aguantaba el de los mecheros y eso que era una llama muy pequeña, pero igualmente, quemaba, que era mi miedo más grande, quemarme.

 

Abrí los ojos todo lo que pude mirando aquel mechero y como ahora lo encendía muy cerca de mí. Iba a gritar cuando el otro chico moreno detuvo a su compañero.

 

~ Zancrow, viene alguien – le comentó y éste se apresuró entonces con una sonrisa a quemarme la parte interna del brazo dejando una marca.

 

Grité, grité tan alto cuando noté el dolor que el otro chico tuvo que sacar a su compañero de encima mío justo antes de que abriera la puerta Sting. ¡Yo buscándole y era él quien me encontraba a mí!

 

Yo ni siquiera hice nada, fue él quien le pegó un puñetazo en el rostro al primer chico y esquivó el golpe de Zancrow pegándole una patada en el estómago que lo lanzó contra la puerta de una de las cabinas del baño. Ambos chicos al verle, decidieron retirarse diciéndome que volverían.

 

~ Me parece que tu hermano te quiere muchísimo – me dijo irónico Sting ayudándome a levantarme del suelo.

 

~ Demasiado diría yo – le comenté – gracias Sting.

 

~ De nada, pero tío… creo que deberías aprender a defenderte.

 

No nos dio tiempo a decir más, porque entró un profesor con Zancrow detrás de él colocando cara lastimera. ¡El castigo fue para nosotros! Me castigaban por pelearme… ¡nunca me había peleado! Yo nunca me había metido en problemas, sólo quería un día tranquilo en la facultad intentando enterarme de algo de este idioma para poder sacar las asignaturas adelante ¡Estaba empezando a odiar este país! Y todo gracias a mi hermano.

 

Cuando salimos del despacho tras avisarnos a Sting y a mí de que este problema, sería avisado en casa, nos encontramos con Zancrow sentado en una silla sonriéndonos. Yo pasé de largo, pero Sting le amenazó con un “esto no quedará así”.

 

Caminamos los dos por el pasillo, la verdad es que ir con Sting ahora me tranquilizaba, por lo menos uno de los dos sabía defenderse, porque desde luego, yo no era bueno para estas cosas, yo era el niño con el que siempre acababan metiéndose los demás, el inútil que no se peleaba, el que se dejaba golpear creyendo que algún día se cansarían de hacerlo, el que no quería meterse en problemas.

 

~ ¿Quién te enseñó a pelear? – le pregunté a Sting que iba con los brazos en la cabeza buscando la cafetería.

 

~ Mi padre – me comentó – era boxeador, siempre decía que era bueno aprender a defenderse. Ahora ya no se dedica a las peleas, es empresario, por eso nos hemos mudado aquí.

 

Iba muy entretenido hablando con Sting, cuando al otro lado del pasillo me encontré con Lyon que venía caminando muy cabreado hacia mí. Sting se puso a la defensiva pero yo le comenté que era mi hermano mayor. Me agarró del cuello en cuanto llegó hasta mí y me empotró contra la pared.

 

~ ¿Ahora me haces salir del trabajo para intentar solventar tus problemas? ¿Por qué no puedes ser alguien normal y no meterte en líos? – me preguntó.

 

Yo no podía responderle, en parte sí podía, pero no quería, porque entonces en casa, sería aún peor.

 

~ Quizá si no le mandases gente a que le hiciera daño – exclamó Sting de golpe llamando su atención – pedazo hermano estás hecho – le soltó – en estas ocasiones me alegro de ser hijo único. Si me llega a tocar un hermano como tú, te aseguro que te habría enseñado educación a golpes.

 

~ ¿Y tú quien narices eres para meterte en asuntos familiares? – le preguntó.

 

~ El tío que va a darte una paliza si no le sueltas – Lyon me soltó, pero sólo para centrarse más en Sting.

 

~ De ti ya me encargaré – le amenazó Lyon para luego girarse hacia mí – y tú, ni se te ocurra acercarte a Natsu, huelo a una milla de distancia lo que sientes por él, mantente alejado y calladito, no quiero que vuelva a discutir conmigo por tu culpa ¿Te ha quedado claro, basura?

 

Lyon se marchó por el pasillo cabreado, caminando mientras susurraba que no era bueno sacar a los perros de la calle y claramente, se refería a mí. Sin embargo, lo que me preocupaba era cómo Lyon podía haberse enterado de que me gustaba Natsu ¿Tan obvio era yo? no podía ser tan obvio porque no sabía lo del beso de esta misma mañana, pero entonces… ¿Había hecho algo incorrecto que hubiera dado a conocer mis sentimientos por él? ¿Cómo le había hecho sospechar que me gustaba Natsu?

 

~ Como mola tu  hermano – me dijo Sting irónico – si yo tuviera uno como él, hace tiempo le habría dejado las cosas claras. ¿Por qué te trata así? – me preguntó.

 

~ Porque no soy su hermano, sólo soy el sucio perro callejero al que su madre acogió en casa, cree que puede hacerme lo que quiera por el simple hecho de que  no soy nada a sus ojos.

 

~ Pues tienes un gran problema – me dijo Sting de golpe y no entendí a qué se refería exactamente

 

Sting tampoco quiso explicarme a qué se refería, o eso… o creía que lo había entendido. No quise preguntarle porque le vi volver a caminar por el pasillo hacia la cafetería, así que le seguí.

 

La tarde siguió con más clases y después, volví a casa para encontrarme con un cabreado Lyon que prácticamente me tiró la escoba a la cabeza obligándome a hacer las tareas de casa ¡Estaba agotado!

 

 

 

 


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