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Enamórame por Fullbuster

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Loke Heartfilia POV


¡Iba a darme un infarto! Estar con Jellal era agotador, porque no podía estarse quieto, siempre estaba haciendo algo y encima… le gustaba tanto dominar que lo nuestro no era sexo, era un combate haber quien de los dos acababa teniendo el control. No me quejaba para nada del sexo con él, porque ya les habría gustado a la multitud de chicas que pasaron por mis sábanas tener la mitad de vitalidad y pasión de la que tenía Jellal, pero era agotador.


El sexo con Jellal era el mejor que había tenido en toda mi vida, además porque era un chico que se atrevía con cualquier propuesto y en cualquier sitio, me encantaba que fuera tan lanzado a probar cosas nuevas, sin embargo, había algo que me preocupaba mucho y es que seguía sin poder dormir bien por las noches excepto cuando yo le abrazaba.


Supongo que todo su pasado era difícil de borrar o de olvidar, siempre lo llevaría consigo aunque no hablara de él y pareciera estar bien. A veces llegaba incluso a preguntarme si realmente sentía algo cuando teníamos relaciones, porque con su pasado, a veces me daba la sensación como si pudiera fingir conmigo para no disgustarme y no quería preguntárselo porque si no fingía se enfadaría conmigo. Yo sólo quería que estuviera bien.


Me preocupaba mucho los días que no dormía y aunque muchas veces iba a su casa a dormir con él ¡Tras nuestra sesión de sexo! Él era completamente independiente, le gustaba estar en su casa y yo no quería estar siempre allí molestándole. Quería proponerle que viviera conmigo ¡pero me daba miedo hacerlo! Porque sabía cómo era Jellal y eso de quitarle su independencia para venir a convivir con alguien más, no se lo iba a tomar muy bien. Me daba igual si quería que yo fuera a su casa, pero había vivido tanto tiempo solo, que no sé si estaría dispuesto a permitirme entrar en su vida así tan fácil. Al final… cuando quería planteárselo, siempre acababa echándome atrás y es que Jellal era muy bruto para decir las cosas, yo le lanzaba indirectas para intentar soltarle la bomba y él estropeaba cada cosa que decía.


Un día le pregunté qué vasos le gustaban porque me estaba quedando sin ellos y su respuesta fue un: me da igual, beberás tú en ellos.


Claro porque así era Jellal… yo intentaba contar con su opinión porque quería que estuviera cómodo en casa si le proponía vivir juntos y él pasaba. Incluso las veces que me quedaba a dormir en su casa, a la segunda o como mucho… la tercera noche, ya me estaba tirando a mi casa y es que para él eso de convivir… no parecía terminar de gustarle o no se daba cuenta de lo que intentaba.


Claramente yo intentaba pasar más tiempo con él en su casa o en la mía, me daba igual el sitio, quería que se acostumbrase a que no estaba solo, a que debíamos cocinar para dos, comer juntos, poner la mesa para dos o ver la televisión juntos recostados en el sofá, pero él siempre parecía olvidarse de que había alguien más a parte de él. Ponía la mesa y sacaba para uno solo, la nevera siempre la tenía vacía, en el sofá, ocupaba él todo el hueco. ¡No había forma de entrarle! Me daba pánico tener que pedirle que viviera conmigo y lo deseaba mucho, porque no quería ser solamente el tío con el que follar por las noches, quería despertarme todos los días a su lado, verle dormir, abrazarle en sus pesadillas, animarle cuando estuviera decaído, cuidarle cuando estuviera enfermo, reír con él, hacer cosas juntos, ser una familia.


De todo lo que ocurrió ayer, sólo saqué una cosa en beneficio, convencerles de que vinieran a mi casa a dormir, yo tenía todo listo y Jellal… ni tenía la habitación preparada para Romeo ni tenía algo decente de comida en su nevera y es que Jellal era así de despreocupado cuando vivía solo, otro de los motivos por los que querría que viniera conmigo a vivir, al menos uno de los dos, se preocuparía por él, porque desde luego Jellal… se preocupaba poco de sí mismo.


Miré a Jellal dormir tranquilamente y le acaricié la espalda. De verdad que estaba enamorado de él, pero que complicado era este chico, nunca me había encontrado a un reto mayor que el que me suponía intentar estar con él.


Jellal abrió los ojos con pesadez y de verdad que no podía estar calmado ni un segundo, porque se incorporó al momento como si hubiera recordado algo importantísimo que tenía que hacer en ese preciso momento en vez de estar un rato tranquilo conmigo en la cama.


~ Romeo – me dijo – hay que darle de desayunar – comentó mientras intentaba salir de la cama a toda prisa y yo le cogía de la muñeca para volver a tumbarlo.


~ Ya está desayunando – le dije – está en el salón viendo los dibujos, vuelve a la cama y descansa un rato.


~ ¿Qué le has dado?


~ Cereales y leche – le dije volviendo a empujarle a la cama. Creo que se quedó quieto dos segundos.


~ ¿Y si tiene más hambre? Iré a comprobarlo


~ ¿tienes algún problema con quedarte a solas conmigo? – le pregunté de golpe y se giró a mirarme.


~ No – me dijo muy seguro.


~ ¿te ocurre algo últimamente conmigo? Porque estás más escurridizo que de costumbre, y eso ya es decir…


~ No me ocurre nada – me dijo sonrojándose y entonces me di cuenta de lo que pasaba.


¡Se estaba acostumbrando a estar conmigo! Le daba vergüenza estar conmigo desde aquel día que había dicho que me quería. ¡Era tan tierno y dulce! No pude evitar reírme al darme cuenta y es que él jamás volvería a decirme esas palabras, pero yo quería escucharlas.


Me levanté de la cama hasta donde estaba él y le cogí de la cintura besándole mientras caminaba un poco hacia adelante empujándole a él hasta que se chocó contra la mesa del escritorio. No se dio ni cuenta de lo que yo planeaba hasta que escuchó el ruido de las esposas cerrarse en torno a sus muñecas a la espalda.


~ ¿Pero qué narices?


~ Shh, calla y obedece – le dije de forma morbosa y es que si algo le tocaba las narices a Jellal… era tener que obedecerme, así que estaba claro… que hoy se iba a fastidiar, porque no pensaba dejar que volviera a tomar el control sobre mí.


Dejé a Jellal sentado encima de la mesa mientras sacaba de uno de los cajones una caja oscura que él miró con algo de incertidumbre. Saqué un bote de lubricante de ella y la dejé encima de la mesa haciendo que abriera desmesuradamente los ojos.


~ Ni se te ocurra – me dijo todo serio – está Romeo en el salón.


~ Y estamos en el segundo piso con un cerrojo en la puerta, si no gritas muy alto ni se enterará – le dije sonriendo.


Tenía claro que hoy era el día, conocía todas sus zonas erógenas, le conocía perfectamente, sabía lo que le gustaba y lo que no, sabía cómo besarle para excitarle y estaba decidido, a que sería hoy el día en que Jellal por fin se sometería a mí, porque de esta, no se olvidaría en la vida y sé que me la querría devolver, pero por el momento, hoy sería completamente mío, tendría que aprender a dejarse dominar y lo iba a aprender… por las buenas o por las malas, yo también sabía dominar cuando me lo proponía.


Me arrodillé frente a él para tener su miembro cerca de mi cara pero en vez de ir hacia él, me dediqué a besar la cara interna de sus muslos cerca de sus genitales, porque sé que le encantaba esa zona, era muy sensible para él y desde luego… cuando le vi tumbarse en la mesa y gemir insultándome, había dado en el clavo.


~ Sigue insultando todo lo que quieras – le dije – sólo quiero escuchar una única cosa de ti y no pararé hasta que la digas.


~ ¿Qué quieres oír? – me preguntó.


~ Adivínalo – le dije sonriendo.


Besé sus piernas y jugué a lamer su miembro mientras continuaba hacia arriba recorriendo su abdomen con suaves besos hasta llegar a sus pezones. Me encantaba porque su espalda se encorvaba y encima no podía tocarme por tener las manos apresadas en las esposas. Escuché muchos insultos de su parte y es que eso de estar a mi merced completamente… no le gustaba nada, aunque se excitaba mucho más rápido que cuando él dominaba.


Me centré en su miembro hasta excitarlo, hasta que cogió la erección que buscaba y entonces unté mis manos con el lubricante y lo repartí por su miembro sacando algo de la caja anterior. Jellal intentó ver qué era lo que estaba sacando, aunque lo oculté de su vista.


Empecé a poner uno de mis juguetes sexuales favoritos y que no había utilizado aún con Jellal, un anillo. Entró suave por su miembro gracias al lubricante y entonces se dio cuenta de lo que era.


~ Ni se te ocurra, quítamelo – me ordenó.


~ Jellal… no eres tú quien manda hoy, soy yo y no lo quitaré hasta que escuche lo que quiero oír – le recordé.


~ ¿Qué narices quieres escuchar? Métemela –dijo por decir algo.


~ No – le dije sonriendo.


~ Tú mandas – comentó y aquello me sorprendió.


~ Esa no está mal, pero sigue siendo no – le dije.


~ Vete a paseo – me dijo enfadado


~ Uffff a este paso vas a tenerlo puesto mucho rato Jellal – le sonreí.


Lamí de nuevo su miembro excitándole y aprovechándome de que no iba a correrse, porque con el anillo allí, iba a retrasárselo mucho, iba a morirse de las ganas de correrse, al final, acabaría pidiéndomelo con tal de que dejase que se corriera.


Le besé sin lengua, juntando mis labios a los suyos, jugando con ellos, dando mordiscos suaves, lamiéndolos con mi lengua y rozándolos con dulzura volviéndole loco. De él sólo escuchaba un susurro de “te voy a matar” o “me las pagarás” pero yo sólo podía sonreír al tenerle a mi merced.


Jugué con su miembro todo lo que pude mientras preparaba su entrada y sabía que estaba demasiado excitado, si no fuera por el anillo, haría rato que se habría corrido, pero ahí estaba aguantando como un campeón sin decir las palabras que yo quería y es que dominar a Jellal no era cuestión de cinco minutos, era un trabajo duro.


Me coloqué yo otro anillo, aunque un poco diferente, porque éste, llevaba vibración incorporada. Entré en él y gimió como nunca le había visto hacer, sentía la vibración dentro de él y casi me suplicaba ahora que le quitara el anillo para que pudiera correrse, pero no pensaba hacerlo hasta oírle decir lo que quería.


~ Córrete en mí – me gritó y yo seguí moviéndome dentro de él con la vibración en marcha indicándole que tampoco era eso – Fóllame, lléname entero – decía ahora en su desesperación por que le dejase irse ya – Te quiero – soltó a grito y me sorprendí – te amo, te deseo, ¡joder! Déjame correrme de una maldita vez – me gritó y sonreí, porque todo lo que quería, era escucharle decir que me quería.


~ Quiero que vengas a vivir conmigo – le solté de golpe y él alucinó


~ ¿Qué? – me gritó entre gemidos.


~ Vive conmigo – le dije


~ Oh por dios, Loke… quítame eso ya, no aguanto más.


Tal y como le quité el anillo, se corrió de la excitación que llevaba y me hizo irme a mí también. Se quedó inmóvil unos segundos encima de la mesa y le quité las esposas para que no le hicieran daño. ¡Menos mal que estaba tan reventado que no podía moverse para estrangularme!


~ ¿Ibas enserio? – me preguntó


~ Completamente ¿Ibas tú enserio con lo de que me quieres? – le pregunté.


~ Completamente – me dijo sonrojándose.


~ ¿Qué te parece una ducha? – le pregunté


~ Pues… me parece que será la primera ducha desde que vivo contigo – me dijo y me sorprendí.


~ ¿Eso es que te vienes a vivir conmigo? – le pregunté.


~ Sí – me dijo sonriendo – pero ésta me la vas a pagar – me comentó levantándose de la mesa y viniendo hasta mí para quitarme el anillo que llevaba yo aún puesto.


 


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