Entraron a la habitación a tropezones, besándose apasionadamente mientras cerraban la puerta tras de sí. Sus labios se separaron unos instantes, respirando agitadamente mientras sus manos se perdían en el cuerpo ajeno, recorriéndolo a conciencia mientras intentaban recuperar el aliento.
Luego de correr por casi todo el pueblo intentando escapar de los guardias finalmente habían logrado llegar al hotel, respirando entrecortadamente e intentando mantener la compostura, recorriendo las extensas escaleras hasta su cuarto con la lujuria más que palpable en sus miradas.
No podían desatar sus más bajos deseos en los pasillos del hotel, a sabiendas que cualquiera de los huéspedes podía oírle y acabar con su única oportunidad de estar a solas por unos días. Debían ser cuidadosos, pero no podían evitar prácticamente saltar los escalones que les separaban de su cuarto para dejar a su pasión fluir una vez más.
-no lo hagas, marimo-susurro suavemente el rubio, rompiendo el silencio que sumía la habitación al notar como su compañero buscaba a tientas el interruptor en la pared- no lo hagas- repitió mientras volvía a atacar los labios de su pareja, alejándolo de la pared y guiándolo lentamente a la cama-
Una risilla escapo de la boca del peliverde mientras recostaba al rubio en la cama de su cuarto, besando su cuello con un deje de desesperación, buscando a tiendas su ropa para quitársela.
Luego de llegar a su cuarto Sanji prácticamente se había abalanzado a él, besándole con profundidad sin perder un segundo de aquel preciado tiempo que tendrían ambos. Pero claro, había olvidado por unos segundos lo mucho que el cocinero adoraba tener sus sesiones en un lugar completamente oscuro, donde solo a través del tacto podían sentirse el uno al otro.
Zoro entendía aquella necesidad, recordando vagamente sus primeros y rápidos encuentros ocultos en el barco, muchas veces encerrados en alguno de las habitaciones cuando sus nakama se encontraban fuera, y otras tantas inclusive bajo el peligro que alguno les encontrara a mitad de la noche.
Desde ese entonces ambos se habían acostumbrado a poder amarse de aquella manera, ocultos bajo un manto oscuro, sin siquiera poder verse. Y ahora, luego de todo lo que había pasado entre ambos y las circunstancias que les habían separado durante tanto tiempo, no podían evitar excitarse al retomar sus viejas y casi olvidadas costumbres.
Lentamente recorrió el ahora desnudo torso del oji azul con ambas manos, escuchando a la perfección cada jadeo y gemido que escapaba de su boca, casi como una enorme explosión en aquel suave y reconfortante silencio. El cansancio que había sentido luego de los rápidos encuentros que habían tenido esa misma tarde y el agotamiento producido por la sorpresiva huida parecían nunca haber existido, sintiendo como las fuerzas volvían a su cuerpo tan solo imaginando como sería tener al rubio a su merced, sin restricción alguna.
Pero para su sorpresa, Sanji también pensaba lo mismo.
Con un rápido movimiento fue esta vez el cocinero quien dejo bajo si a su pareja, relamiendo sus labios mientras despojaba al moreno de sus pantalones. Casi a ciegas hizo lo mismo con su ropa interior, sonriendo divertido mientras bajaba su rostro, recorriendo el muslo derecho del peliverde a lametones hasta su entrepierna.
La sonrisa se amplió al escuchar un sonoro gemido de parte del espadachín, aumentando lentamente el ritmo hasta desesperar a su acompañante mientras recorría su cuerpo con la única mano disponible, manteniendo a Zoro recostado en la cama con la otra con un poco de esfuerzo.
Podía sentir cada musculo en el entrenado torso del espadachín, lo tenso que se encontraba por la felación que estaba haciendo, lo húmeda que se encontraba su piel producto del sudor. Cada simple detalle como aquel lograba excitarle de sobremanera, sintiendo lo duro que se encontraba su miembro encerrado en sus propios pantalones.
Siempre, aun antes desde iniciar aquella extraña pero gratificante relación, había disfrutado tener sesiones así en medio de la oscuridad absoluta. Pues sabia quizás mejor que nadie, que si olvidaba por unos instantes su vista y se centraba en los demás sentidos, cada encuentro se volvía mucho más placentero.
Pero en aquel instante, planeaba usar la oscuridad de un modo distinto en aquella ocasión. Cierta idea que por mucho tiempo había dado vueltas en su cabeza, y que finalmente podría llevar a cabo al encontrarse en una situación como esa.
Dando largas lamidas al miembro del espadachín aprovecho el estado momentáneo de éxtasis en que este se encontraba para poder recoger la bolsa con las compras de aquella tarde. Al parecer, el había sido el único en tomar las precauciones necesarias para poder pasar toda una semana teniendo encuentros tan fogosos como ese, pero además del lubricante no había podido resistirse a hacer un par de compras extra que pensaba disfrutar al máximo con el espadachín…
Tsusuku (o tal vez no xD)