Jadeos mal contenidos se dejaban escuchar con fuerza en el silencio de aquella habitación, solamente interrumpidos por el ruido seco que producía la cama contra la pared, el rechinido de la madera y el repiqueteo de las cadenas que mantenían sujeto al espadachín.
Maldiciones escapaban de sus labios mientras el compás de las embestidas se volvía cada vez más bruscas y rápidas, sintiendo como la pelvis del rubio chocaba con fuerza contra su cadera; logrando dar en su punto una y otra vez.
Sus provocaciones habían logrado encender a Sanji tal y como había previsto, arrancándole fuertes gemidos del placer desde la primera arremetida. Sus brazos tensos se aferraban a las esposas de kairoseki con fuerza, intentando mantenerse cuerdo en aquella espiral de locura y excitación.
Pero había algo que el cocinero se había percatado, logrando arrancarle una traviesa sonrisa mientras seguía en su labor. Pues aunque en esos momentos podía fácilmente romper sus amarras y dar vuelta la situación, Zoro no había dado muestra alguna de intentar retomar el control y volver a tenerle bajo su merced.
Sentir el cuerpo del cocinero sobre el suyo en aquella posición que nunca, ninguno de los dos, había intentado sin duda le había calentado de manera desorbitante. Pero verse domado de cierta manera por el oji azul había despertado algo en el que nunca antes había creído posible.
En algún momento el rubio había encadenado una de sus piernas contra la cama, flexionando la otra para poder entrar con mayor profundidad. Su espalda se arqueo al sentir las ultimas y erráticas embestidas, jadeando con la boca entreabierta al sentir el semen caliente escurrir por su abdomen antes de sentir el de Sanji llenando su interior.
-“Nami tenía razón, después de todo…”-pensó el espadachín un una sonrisa cansada adornando su rostro-“soy un maldito masoquista…”-
Nunca había imaginado, ni en sus peores sueños, acabar con el cocinero como su activo ni mucho menos a él, casi por completo sumiso a sus demandas sin quejarse por su situación actual. Algo había hecho el oji azul, de eso estaba más que seguro.
Si, el muy bastardo se había robado su corazón. Aunque eso nunca lo admitiría.
Pues solo al rubio le había permitido hacer algo así, llegar hasta lo más profundo de su alma y permitirle hacer lo que quisiera, incluso con su cuerpo y cuando aquella situación fuera en gran parte su culpa, no solo por el trato que habían hecho semanas atrás sino por todas las provocaciones y encuentros en donde el mismo se había encargado de llevar al oji azul hasta el límite.
Un suave quejido de incomodidad broto de su garganta al sentir como el miembro de Sanji abandonaba su interior, viendo con su único ojo amenazando por salir de su cuenca como el propio cocinero se sentaba sobre su entrepierna con una sonrisa que advertía de todo excepto buenas intenciones.
Que le partiera un rayo, si aquella no era una de las mejores sesiones en su vida. Y claro, ese rayo era total y completa cortesía de su navegante, quien y gracias a ella, podría disfrutar de su cocinerito una semana completa sin salir de esa habitación aunque la cuidad ardiera por completo en llamas.
Aun encadenado y en esa incómoda posición ayudo al oji azul con el vaivén de sus caderas, empujando suavemente contra su interior mientras veía como el rubio se aferraba a sus hombros, jadeando y gimiendo con toda intención de encenderle aún más de ser posible.
Porque había sido una experiencia única ser tomado de esa manera, esposado y a merced de Sanji. Pero sin duda lo era aún mejor, estar encadenado y con el rubio esta vez cabalgando sobre sus caderas.
Las cadenas se tensaron, a punto de romperse producto del agarre que el mismo tenía contra el frio metal. Quizás, solo quizás esperaría hasta el término de aquella ronda para volver a tomar el control, o simplemente dejaría al rubio seguir con las riendas un poco más.
Aun la noche era larga y tendría tiempo suficiente de cumplir sus amenazas, hacer tragar al cocinero sus burlonas palabras y tal vez algo más…
Tsusuku (o tal vez no xD)