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Diez Razones Para Odiar a Alguien Como Tú por Rukkiaa

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Notas del capitulo:

Pues ya hemos llegado al final xD

10. No te odio

 

(Dean)

 

Tenía que hacer algo. Y debía ser ya.

Ese fue mi mantra durante toda la tarde del lunes, e incluso la noche, así que al terminar las clases, fui a un lugar al que hacía tiempo no me llamaban. El despacho del director Bobby.

-¿Qué pasa, Dean? –. Ni se levantó para recibirme. Cruzado de brazos en su silla, a la espera de malas noticias, seguro.

-Necesito tu ayuda, Bobby.

-Director...

-Lo que sea.

-¿Qué necesitas?

-Tu micrófono. Ese con el que nos anuncias las chorradas semanales a todos los alumnos.

-Te voy a dar yo a ti chorradas semanales... –. Bufó molesto y se puso en pie. –¿Para qué y por qué iba a dejarte ese micrófono?

-Porque necesito hacer público esto. Así me perdonará ¿no? Si le digo mis sentimientos a todo el mundo. Si lo grito a los cuatro vientos, ¿verdad? Eso significa que es cierto. Que no miento. Que la apuesta no me importa un bledo.

-No te sigo.

-Necesito decirle a Cas lo que siento, director Singer—que le llamara así le gustó. Sonrió de medio lado. –Y que me crea. Que me perdone. Y que estemos juntos por fin.

-¿Cas?¿Quién es Cas?¿Otra jovencita a la que vas a romper el corazón?¿Y luego qué?¿Tendré que hablar con sus padres para sacarte las castañas del fuego?

-Castiel Novak—dije desesperado chocando las palmas de las manos sobre su escritorio.

Él me miró, asombrado.

-Castiel Novak—repitió incrédulo.

-Le quiero. Y tengo que decírselo de una forma loca y romántica para que me crea. Así que necesito que me deje su maldito micrófono.

-¿Solo así te creerá?¿Qué demonios tienes en la cabeza? –. Ahora parecía divertido.

-¿De qué otro modo puedo demostrarle que estoy loco por él? Cometiendo una locura.

-Loco estás, no cabe duda—dijo entre risas y me tendió el micrófono.

 

(Castiel)

 

Después de mi espantoso ridículo con público incluido en el aula, lo mínimo que podía hacer, era afrontar las consecuencias al día siguiente. Porque tras la clase de literatura del día anterior, ni había almorzado en el instituto.

Cuanto antes me presentara frente a todos los alumnos y escuchase sus burlas, antes quedaría olvidado el tema y podría volver a la normalidad. Así que, con el orgullo hecho trizas, fui al comedor con mis amigos y me senté en la mesa como si nada.

No obstante, nadie se metió conmigo, pero sí notaba sus miradas sobre mi. Y no me pasaron desapercibidos los cuchicheos y las risitas que se habían sucedido durante todo el día.

Pero por extraño que pareciera, ni me importó.

Era como si hubiese llegado al límite. Nada me afectaba.

Nunca debí haber escrito aquel soneto, y mucho menos, pensando en Dean Winchester. Así había resultado. La cosa todavía estaba muy reciente y aunque había intentado odiarlo con todas mis fuerzas, había sido en vano. Demasiado tiempo en mi corazón como para sacarlo de un plumazo. No era nada sencillo.

-Nadie sabe que te referías a Dean—intentó animarme Charlie.

-Yo si—dijo Crowley, sentado en nuestra mesa junto a Meg. Pronto terminarían de comer e irían a darse el lote por ahí.

-Tú no cuentas—dijo Meg fulminándolo con la mirada.

-Cuento más que nadie, perra.

-Pues no, cretino.

-Como sea... Charlie tiene razón—interrumpió Kevin. Aquellos dos podían pasarse así horas.

-¿De verdad? –. Pregunté esperanzado.

Todos asintieron a la vez.

-Salvo que alguien se haya dado cuenta de que le mirabas a el cuando... –. Crowley recibió un puñetazo en el hombro, que hizo que se silenciara y se revolviera en la silla del dolor. Regalo de Meg, por supuesto.

Era cierto.

Pegué la frente en la mesa, regodeándome en mi propia miseria.

-Ojalá tuviera la varita de Harry Potter para desaparecer... –. Dije hundido.

-Eso sería la leche—secundó Charlie entusiasmada.

Y entonces...

-¿Qué pasa peña? Os habla Dean Winchester desde el despacho del director Singer.

Alcé la cabeza, al igual que todos.

La voz de Dean resonó por los altavoces. Así, como si tal cosa.

-Tengo un mensaje muy especial, para una persona muy especial, así que la forma de expresarlo debía ser también... Pues eso, especial.

-Cuanta elocuencia—susurró Meg.

Nos miramos los unos a los otros, incrédulos, pero realmente aquello estaba pasando.

Dean carraspeó, parecía nervioso.

-Cas, sé que la jodí pero bien—dijo.

Yo me hundí en la silla al escuchar mi nombre. Sonrojado hasta las orejas, y siendo consciente de las miradas de todo el mundo sobre mi.

La mano de Charlie acarició mi espalda en señal de apoyo.

-Y no te culpo por querer olvidarme, me lo merezco por capullo. Pero por eso estoy aquí, antes de que sea tarde, y lo consigas. Cas... Hice la apuesta sin conocerte, porque me creía el mejor. El más guay. Superior a ti y a tus amigos. Veía el instituto como una pirámide y me consideraba la cúspide. Pero gracias a la apuesta, te conocí, Cas. Me cambiaste. Me hiciste darme cuenta de que yo no era el ombligo del mundo. No era mejor que nadie. Era uno más. Y de eso me di cuenta, cuando vi que tú eras el perfecto. Perfecto para mi. Conmigo. El tiro me salió por la culata durante el juego, porque caí en mi propia trampa. Ni quería ganar. Solo quería estar contigo, Castiel Novak. De ti es de quien me enamoré. Iba a decírtelo la noche del baile. Cuando me di cuenta. Aunque ambos sabemos porqué no pude hacerlo...

El corazón me palpitaba en el pecho a la velocidad de la luz. Charlie me miraba sonriente, igual que Kevin. Meg estaba boquiabierta, y Crowley... Él no parecía sorprendido en absoluto.

Dean Winchester acababa de decir, delante de todo el mundo, que me quería. A mi. A Castiel. No a Cassandra. Ni a otra persona. Solamente a mi. La dicha que sentía en esos instantes era tan intensa, que por unos momentos creí que el tiempo se había detenido solo para nosotros.

Él siguió hablando por los altavoces.

-Sin embargo, aunque ambos cometimos errores, te pido una oportunidad para empezar de cero. Tú y yo. Solos. Sin apuestas. Sin mentiras. Borrón y cuenta nueva.

Asentí como si Dean pudiese verme.

-Bueno, ya está bien, Winchester—la voz del director Singer rompió la magia del momento.

-Pero si yo...

Y se cortó la comunicación.

-Corre, Castiel—dijo Gabe, que no sé en qué momento se había acercado a nuestra mesa con Sam.

-¿Le vas a dar una segunda oportunidad? –. Preguntó Meg desconcertada.

-Si. Sí. Claro que sí—dije y salí corriendo. Olvidé la mochila. El almuerzo. A mis amigos.

Corrí lo más deprisa que pude hasta el despacho del director, pero cuando llegué...

-Se ha ido—dijo el director.

-¿Adónde?

-No lo dijo. Pero estaba enfadado porque le corté su discursito.

Suspiré apenado. El instituto era grande, y no tenía ni idea de donde podía haber ido Dean.

-Espero que tu padre no demande al instituto si lo tuyo con Dean no sale como esperas, muchacho.

Reí pensando en que si eso ocurriera, Lucifer se haría un collar con la cabeza de Dean. Y salí corriendo de nuevo. Sin rumbo fijo. A cualquier parte.

Miré en todos lados en los que podría estar Dean. Pero no lo encontraba por ningún lugar. Ni en el taller de mecánica y eso que era martes. Me dolía el pecho por la necesidad de aire, y las piernas. Yo no estaba acostumbrado a correr de esa manera. Nunca hacía deporte.

Me di por vencido y decidí irme a casa. Tal vez lo mejor sería pasarme por la emisora en la tarde, para hablar con él cuando saliera. Sí, eso haría.

Pero entonces, mientras caminaba hacia mi coche, vi que allí estaba él, apoyado en el capó. Sonrió al verme, al igual que hice yo.

-¿Qué haces tú aquí? –. Pregunté cuando llegué a su altura, recuperando el aliento.

-Te estaba esperando, por si huías.

-Fui a buscarte al despacho del director.

-¿Enserio?¿Para qué?

-¿Tú que crees? Has hecho algo realmente estúpido ahí dentro—dije señalando el instituto.

-He hecho muchas cosas estúpidas últimamente. Una más no me matará—ambos sonreíamos como idiotas. Al menos, yo. Él resultaba de lo más encantador. –¿Me buscabas para regañarme...o para perdonarme?

-Depende. ¿Tú me perdonas a mi? –. Pregunté. Me temblaban las piernas, y no sabía si por la situación o por la carrera.

-¿Perdonarte? Mmm, déjame pensar. Creo que declararte mi amor delante de todos, significa que para mi no hay nada que perdonar—se apartó del coche y se acercó a mi. Tanto, que apenas nos separaban unos centímetros. Él se mordió el labio inferior, y sentí que me derretía como la mantequilla. –¿Y tú?¿Me perdonas?

-Olvidado—dije antes de abalanzarme sobre sus labios y besarle.

Él no tardó en corresponderme, rodeando mi cintura con sus brazos. Había anhelado aquello por tanto tiempo, que me parecía un sueño. Increíble. Se había cumplido.

 

(Dean)

 

¡Joder! Besar a Cas era jodidamente delicioso. Querer a alguien y ser correspondido, también era sublime. Así que no quería que aquello terminara. Cas y yo, juntos, siempre. Le seguiría a la universidad, a la luna, a donde fuera. Pero tenía claro desde este momento, que él y yo, no podríamos volver a estar separados nunca más.

-Id a un motel—dijo Meg rompiendo nuestra burbuja y haciendo que dejáramos de besarnos.

El grupo al completo se acercaba a nosotros. Sus tres amigos y el mío.

-Mirad para otro lado—dije yo.

-¿Y perdernos esto? Ni de broma—dijo Charlie abrazando a Cas.

-Bienvenido al grupo, Dean—dijo Kevin tendiéndome la mano. Así que se la estreché.

-¡Castiel! –. Gabriel llegó corriendo, de manos con mi hermano. –¿Crees que papá se daría cuenta si le quito las llaves del yate?¿Crees que vaya a usarlo el fin de semana?

-No lo creo... ¿Por qué?

-He tenido una idea genial. Es el sitio perfecto para que Sam y yo tengamos sexo.

-¡¿Cómo dices?! –. Vociferé.

Las caras de Sammy y Cas se habían puesto del mismo tono granate, pero aquel sinvergüenza no se cortaba un pelo.

-¡¿Qué pretendes hacer con mi hermano, retaco?!

-¡Pues lo mismo que tú con el mío, payaso!

Y encima tenía el descaro de responderme el tamagotchi rubio.

Sammy acudió al rescate de su novio.

-Vamos, Gabriel—dijo tomándolo de la mano y tirando de él. Seguía ruborizado a pesar de todo. –Mejor dejémosles solos.

Gabriel pareció calmarse, pero me apuntó con el dedo mientras se alejaban.

-¡El yate es nuestro, Winchester!

-¡No lo necesito!¡Conozco muchos lugares donde foll...! –. Me silencié y miré a Cas. Él me observaba con los ojos muy abiertos. –Donde hacer el amor—concluí en un aprieto.

-Casanova—dijo Meg palmeándome la espalda y marchándose con Crowley a saber donde.

Kevin y Charlie les imitaron por otra dirección, despidiéndose de nosotros con la mano.

-A mi no vas a llevarme a uno de esos lugares, y menos si has llevado a otras chicas antes—dijo Cas cruzado de brazos, y haciendo un mohín de enfado.

Sonreí.

-Claro que no. Tú eres mejor que todas esas. Que todos. Olvídalas. Eran las piedras del camino que tenía que pisar para llegar hasta ti—dije acercándome de nuevo a su cuerpo para volver a recuperar el beso que habíamos dejado a medias.

-¿Dónde leíste eso? –. Preguntó divertido, dejándose atrapar por mis brazos.

-Lo escuché en una canción. Pero es justo lo que pienso.

Estaba dispuesto a besarle otra vez, cuando me acordé de algo.

-Espera... –. Cas me miró sin comprender nada. Me separé un poco de él y saqué algo del interior de mi chaqueta. Algo que le tendí a el.

Un sobre.

Al abrirlo se le iluminó la cara.

-Dos entradas para el Louvre... Pero, Dean, ¿tú sabes dónde está este museo?

-¿En Francia?

-Eso es. No podemos coger un autobús hacia Francia.

-No. Podemos coger un avión, con estos billetes.

Saqué otro sobre y se lo entregué. Dentro había dos pasajes de avión con destino a París.

Cas boqueó como pez fuera del agua, atónito.

-Un pajarito me dijo que uno de tus sueños era visitar el Louvre, así que... Ahí lo tienes. Era mi plan B por si mi declaración pública no daba resultado.

-¿Cómo has...?¿De dónde has sacado el dinero?

-Mi mejor amigo me compró un brutal equipo de música para el coche al ganar una estúpida apuesta. Tuve que ligarme a un chico estupendo y conseguir que me besara. Pero me enamoré del chico, así que vendí el equipo de música y con ese dinero...

-Compraste esto—terminó Cas. –¿Quién te dijo que quería ir al Louvre?¿Gabriel? –. Negué con la cabeza. –¿Miguel?

-Tenía que sobornarte de algún modo por si no querías estar conmigo—dije abrazándole.

-¿Entonces cada vez que pase algo y quieras hacer las paces vas a comprarme entradas para el Louvre? –. Preguntó cerca de mi oído.

-No... –. Le miré a los ojos y le di un rápido beso en los labios. –Está el Museo Vaticano, el Museo Británico, el Museo del Prado...

Cas se carcajeó y me besó de vuelta, haciendo que me callara.

No sé si volvería a meter la pata tan profundamente, pero de algo sí estaba seguro. Si había que viajar con Cas, lo haría encantado hasta el fin del mundo.

Aunque fuera a visitar museos.

Fin

Notas finales:

Hasta aquí.

Es la historia más suave que he escrito nunca, sin lemon jajajaja increíble para mi.

Muchas gracias a todos los lectores/as de la historia por pasarse por aquí, y en especial a l@s que me dejaban sus comentarios cada vez que actualizaba.

Besotes!!!!!

Espero que nos veamos en futuras historias ;D


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