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Diez Razones Para Odiar a Alguien Como Tú por Rukkiaa

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Notas del capitulo:

Gracias por los reviews, enserio, me ayudan a continuar. Son la gasolina que necesito para poner en marcha esto ^^

3. No te soporto

 

(Dean)

 

Lo que nunca. Yo el primero en llegar a la clase.

Fui a mi pupitre al fondo de la sala y me senté, agotado.

No había pegado ojo en toda la noche pensando en la dichosa apuesta de Crowley. Sopesando los pros y los contras. Pero el equipo de música era el gran pro que podía con absolutamente todo.

Castiel Novak. Ese pringado iba a recibir un beso mío. Porque estaba convencido de que podría ligármelo sin problemas y ganar la apuesta de las narices. Y ya sabía cómo iba a acercarme a el. Tenía la excusa perfecta. Si Crowley quería que tratara a Novak como a una de mis conquistas, le iba a dar justo lo que quería.

La siguiente persona en aparecer fue Masters, la amiga de Novak. Que me fulminó con la mirada antes de sentarse a su mesa. Tras ella empezaron a llegar los demás alumnos, incluido Castiel. Unas llamativas ojeras marcaban el bajo de sus ojos, y me percaté de que yo no había sido el único en pasar una mala noche.

-¿Pensando en lo que vas a hacer?

Crowley ocupó su asiento a mi derecha, sonriendo contento. Estaba claro que se había dado cuenta de a quién estaba mirando.

-Ya sé lo que voy a hacer. Es sencillo. Novak es un empollón.

-Veo por donde vas.

La primera asignatura de los jueves por la mañana siempre era literatura, y el profesor, Rafael, entró ya con un libro en las manos y se posicionó al frente de la clase.

-Abrid los libros por la página 73. Soneto 141 y escuchadme.

Todos le hicimos caso, pero Rafael comenzó a leer en voz alta.

-Haced que con mis ojos no te podré amar, pues con mil faltas tu porte descubrí. Pero lo que desdeñan mi corazón lo ansía. Y por ti se abrasa negándolos a ellos... Shakespeare sabía lo que hacía. Quiero que escribáis vuestra propia versión de ese soneto.

Novak levantó la mano.

-¿Lo quiere en pentámetros yámbicos?

-Tsk. –Chasqueé la lengua, molesto. Yo ni siquiera sabía qué era eso que estaba preguntando. Incómodo me revolví en la silla y sentí que alguien me miraba. Al girar la cabeza, vi que era Crowley el que me observaba y cuando vio que le devolvía la mirada levantó el pulgar.

Lo último de lo que me enteré en aquella clase, es que el soneto habría que entregarlo en un par de semanas.

A la hora del receso por fin pude acercarme a Novak.

Le pillé junto a su taquilla, mientras colocaba dentro los libros que habíamos usado las primeras horas.

-Hola—dije a su espalda. Quizás fui muy brusco, porque todo lo que tenía en las manos se le cayó de sopetón al suelo.

El cuaderno se abrió y las hojas se desperdigaron a sus pies. Tuve que agacharme a su lado para ayudarle a recogerlas.

-Eres Castiel, ¿verdad? –. Pregunté. Él parecía extremadamente nervioso, y evitaba mirarme a toda costa, como si yo le diera un miedo terrible.

-Si...sí.

-Yo soy Dean.

-Sé...sé quién eres.

Apresurado, recogió todos los papeles juntos y arrugados, y los metió tal cual estaban en la taquilla.

-Quería pedirte un favor.

Cerró la taquilla con rapidez y me miró confuso, ladeando la cabeza. Me daba la sensación de que no había entendido lo que le había dicho.

-¿A mi? –. Logró decir con voz ronca.

-Si. Eres el chico más listo que conozco.

Entrecerró los ojos.

-No lo creo. Tu hermano Samuel...

-Mi hermano va un curso por debajo al mío. Sería vergonzoso pedirle ayuda a el, ¿no crees?

Pareció sopesar mis palabras y su rostro se relajó.

-¿En qué te puedo ayudar yo a ti?

-Necesito un empujoncito con Historia. Y me preguntaba, si tienes tiempo, y ganas, claro; si me podías dar unas clases particulares. En fin, no es que quiera sacar matrícula, porque no planeo ir a la universidad ni nada de eso, pero si saco buenas notas, mis padres estarán contentos. Ya sabes.

Me rasqué la nuca, fingiéndome despreocupado. No sabía si Novak iba a acceder a mi petición. Pero no se me ocurría otra opción para acercarme a él y que no pareciera de lo más forzado y sin venir a cuento.

-Está bien. Tengo tiempo—dijo por fin.

-¿Te parece al final de las clases?¿en el almuerzo?, así comemos juntos y aprendemos. Bueno, aprendo.

-Como tú quieras.

-Genial. Nos vemos.

Me alejé lo más rápido que pude de allí, sintiendo sus ojos clavados en mi espalda. Apostaba a que seguía alucinando en colores por el hecho de que alguien como yo se hubiera acercado a hablar con alguien como él. Esperaba que juntarme con Novak no afectase a mi estatus social dentro de aquel instituto. Sin embargo, algo me decía que debía agradecer a Crowley no haber elegido al final al chico gordo.

 

(Castiel)

 

No sé cuanto tiempo me quedé allí plantado, en mitad del pasillo, como una estatua. Mirando el espacio vacío por donde Dean se había marchado.

Dean Winchester. Mi Dean se había acercado a hablar conmigo. Sabía mi nombre. Y me había pedido ayuda.

Demasiadas cosas que procesar, y por culpa de mi hermano, yo no había podido dormir demasiado. Así que mi cerebro estaba más espeso y lento que de costumbre.

Una palmada de Kevin en la espalda me sacó del trance.

-¿Estás bien, Castiel?

-¿Eh? Si. Perfectamente. Si.

-¿De verdad?

-Si. Es solo que Dean Winchester me ha pedido que le de clases particulares.

Hacía años que había perdido la costumbre de morderme las uñas. Pero esa mañana, la había recuperado con creces. Ya no me quedaba nada que poder masticar y movía la pierna nervioso por debajo de la mesa esperando a Dean.

El tupperware con las alitas de pollo y las patatas que me había dado Miguel antes de salir de casa seguía completamente cerrado y sin tocar frente a mi. No tenía apetito.

Y ensimismado estaba, cuando alguien puso una bandeja con un plato de patatas fritas encima de la mesa.

Dean se sentó a mi lado y sacó algo forrado en papel de aluminio de su mochila. Lo desenvolvió y pude ver una descomunal hamburguesa que no tardó en morder.

-¿Mmm?

Hizo un movimiento con la mano, como ofreciéndome un mordisco, pero lo rechacé negando con la cabeza. Sabía que si comía algo, acabaría vomitándolo.

-¿Empezamos o quieres terminar de comer primero? –. Pregunté nervioso. No sabía cuándo tenía planeado Dean que empezáramos a estudiar.

-¿Te parece cuando termine?. La gente comenzará a marcharse y nos quedaremos prácticamente solos, Cas.

¿Soy yo o me ha guiñado el ojo al decir eso?¿Cas?

Agaché la cabeza sintiendo mis mejillas aumentando de temperatura a un ritmo alarmante.

Dean entonces comenzó a hablar. De cosas triviales. De lo rica que estaba la hamburguesa que le había preparado su madre. Mary era ama de casa y su padre, John, mecánico. Claro que eso yo ya lo sabía, aunque no se lo dije. Yo le conté que uno de mis padres era juez y el otro médico. Se sorprendió al saber que yo y mi hermano éramos adoptados, y no se cortó a la hora de decirme que Gabriel le parecía insoportable. Eso era mutuo, pero tampoco comenté nada. Supe también que tenía un perro llamado Colt, que era de Sam. Lo habían encontrado a un lado de la carretera, atropellado, y se lo habían quedado como mascota para la familia.

Con tan amena charla, el tiempo se nos pasó volando. Cuando miré alrededor, apenas había personas en el comedor. Y las que habían, estaban a varias mesas de distancia de nosotros. Entonces recordé lo que habíamos venido a hacer.

Cogí mi mochila del suelo, junto a la pata de mi silla y saqué los apuntes de historia y el libro.

-¿Listo?

-Qué remedio—dijo como con fastidio. Eso me hizo sonreír levemente. Sabía que Dean prefería mil veces la música o los deportes a los estudios.

Abrí el libro dispuesto a empezar la lección del día, con tal mala suerte que le di a la lata de refresco de Dean que estaba sobre la mesa y se me derramó encima de la camisa blanca.

-Maldita sea... –. Me apresuré a coger servilletas del dispensador, pero eran de tan mala calidad, que incluso soplando se hubiera secado mejor el líquido.

-Yo que tú me la quitaría, Cas—dijo Dean como si tal cosa.

-Voy al baño. Ahora vuelvo.

Salí corriendo maldiciendo mi suerte. Siempre, siempre tenía que hacer el ridículo de alguna forma. Por fortuna, acostumbrado como estaba a mis ''accidentes'', tenía otra camisa en mi taquilla, y esta vez de color borgoña, lo cual me beneficiaria si volvía a ocurrir algo semejante.

Entré en el cuarto de baño de los chicos y me quité la camisa con premura. La otra estaba algo arrugada de estar en la taquilla, pero era perfecta para salir del paso, así que no le puse ninguna pega.

Entonces lo sentí. El hormigueo en los dedos. La debilidad por todo el cuerpo que hizo que me sujetara a ambos lados del lavabo que tenía delante. Me temblaron las rodillas y a punto estuve de desplomarme en el suelo.

Por desgracia, esa sensación tan familiar, hizo que cuando alcé la cabeza y me vi en el sucio espejo, no me sorprendiera de lo que veía.

-Hola Cassandra.

Pude ver a mi hermano Gabriel a través del espejo, a mi espalda. Sonriente y con aquel libro espantoso en las manos. Lo cerró de golpe.

-¡¿Pero qué te pasa?!¡¿por qué lo has hecho?!¡Estoy dando clases a Dean! –. Me giré hacia el, furioso.

-Lo sé, te he visto con él en la cafetería. No podía perder la oportunidad.

-¿Ahora?¿aquí?

-Castiel, estás con Dean ahora. Si quieres que ligue contigo, debes tener este aspecto.

Me señaló de arriba abajo.

El pantalón había vuelto a encoger casi tanto como el del pijama, y la camiseta se había vuelto algo más estrecha, pero seguía igual de larga. Gabriel se me acercó y comenzó a hacer un nudo a la camiseta, dejando mi ombligo al descubierto.

-¿Qué haces, Gabe?

-Enseñar carne. Es el cebo perfecto para Winchester.

-No quiero conseguir a Dean así—dije y le di un manotazo para que soltara mi ropa.

-¿Y cómo lo quieres?¿como Castiel? Así no lo tendrás.

Volví a girarme hacia el espejo y me contemplé. Conocía a todas y cada una de las chicas con las que había estado Dean. Las había visto en alguna que otra ocasión, incluso con él. Siempre eran guapas, sonrientes, populares o al menos, no de mi condición o la de mis amigos. Tenía que admitir, que lo que veía, era perfectamente válido para Dean. No sé si yo le podía gustar de esa manera, pero por intentarlo no pasaba nada.

Gabriel carraspeó.

-Deberías salir de aquí. Este es el baño de los chicos.

Le hice caso, apresurándome, no fuera que entrase alguien y me pillara allí adentro. Pero en cuanto puse un pie fuera del lugar, me encontré frente a frente con Dean.

-¡Ah! –un chillido agudo de nena me salió desde el fondo de la garganta. Me di una patada mental, pero por otro lado, me estaba permitido en ese cuerpo ¿no?

Dean me miraba con sorpresa evidente en el rostro, pero en segundos se transformó en una sonrisa que le había visto poner muchas veces. Su sonrisa de ligoteo. Y me la estaba dedicando a mi.

El corazón me iba a mil por hora.

-Hola.

-Ho... hola.

-¿Qué hacías tú ahí dentro?

-Yo...

Gabriel salió del baño y nos interrumpió sin querer.

-¿Estabas con este? –. Preguntó Dean despectivo. Admito que eso me dolió un poco.

-Sí. Estaba con Gabriel—dije. Me sentía en un aprieto. ¿Cómo explica una chica el haber salido del baño de los chicos?

-Si. Es mi prima Cassandra—Gabe me pasó el brazo por encima del hombro y adoptó una postura amistosa. –Ha venido de visita unos días y se está quedando en casa. Entró en el baño de los chicos por error. Se perdió. ¿Verdad, primita?

-Verdad—dije incómodo. Mentir a Dean. Ni en mis pesadillas. Además tenía otras preocupaciones. El pantalón aquel amenazaba con convertirse en un tanga, y tenía que tirar de los bajos para que se quedara en su sitio. A pesar de tirar, no había demasiada tela.

Era consciente de que Dean me estaba comiendo con los ojos. Y Gabe también lo veía.

-Perderse es terrible. Si necesitas ayuda... Si quieres puedo enseñarte el instituto. O la ciudad. Lo que quieras. –Se mordió el labio inferior en plan seductor y sentí que las piernas se me volvían gelatina.

-Lo tendré en cuenta. Gracias.

De no haber sido por el pantalón, me habría quedado todo el tiempo del mundo con Dean, o al menos las cinco horas que duraba aquella transformación física. Pero no soportaba sentirme desnudo... desnuda.

-Tengo que irme—dije.

-Espera... –me sujetó por la muñeca apenas hice ademán de marcharme. Entonces extendió su otra mano hacia mi—me llamo Dean.

-Cas...sandra. Cassandra.

-Un verdadero placer, Cassy.

Apretó mi mano con suavidad sin dejar de sonreír en ningún momento. Empezaba a creer que el terrible plan de Gabriel no era tan terrible.

Sin embargo, de repente, miró a mi hermano, confuso.

-Oye, ¿Cas no estaba ahí dentro? Fue al baño y no he vuelto a verle. Vine a buscarle, pero...

-Eh...se marchó—dijo Gabe cruzando miradas conmigo. Quise que se me tragara la tierra, porque era como haber dejado tirado a Dean.

-¿Se fue? Pero sus cosas están en la cafetería y esta tarde íbamos a...

-Yo se las llevaré. Es que se le manchó la camisa y no tenía con qué cambiarse y Castiel es muy vergonzoso. –Mientras hablaba, me alejaba de Dean, rezando a Dios que no se diera cuenta de mi estado de histeria, ni de mi parecido con Castiel, ni que llevaba las mismas deportivas que mi supuesto primo e incluso su mismo reloj. Aunque por la forma en que me miraba los pechos, sería un milagro que recordara mi nombre al final del día.

 

(Sam)

 

Los ladridos de Colt me indicaron la llegada de Dean antes de que entrara por la puerta. Y al cruzarla, su voz llegó a mis oídos con claridad aún estando en el segundo piso de la casa.

Estaba hablando por teléfono. Seguramente con Crowley.

Seguí tumbado sobre la cama, boca arriba y leyendo el libro del que nos habían pedido una redacción para la semana siguiente; pero era inevitable que mis tímpanos escucharan su conversación, mientras subía las escaleras y entraba a su cuarto. Un par de golpes me hicieron pensar que se estaba quitando los zapatos y las subidas y bajadas de tono, que se estaba desvistiendo.

-Te digo que no está en nuestro instituto, pero era preciosa Crow. Qué ojazos... De verdad, me ha hechizado...Cassandra.

Rodé los ojos y solté un suspiro. Mi hermano no era capaz de pensar en otra cosa que no fuera una falda. Y como si con ese pensamiento hubiera invocado a las fuerzas oscuras de la naturaleza, escuché vibrar a mi teléfono móvil sobre la mesita de noche.

Lo cogí, miré la pantalla, y volví a dejarlo en su sitio.

¿Qué estás haciendo? - Becky.

Yo no era de los más populares del instituto, y tampoco es que destacara demasiado por los pasillos, pero tenía mi propia acosadora personal. Becky Rosen. Iba a mi clase, se había apuntado a mi club de matemáticas y al de ciencias. Y por si fuera poco, había conseguido mi número de teléfono y se pasaba las tardes enviándome mensajes absurdos que yo jamás respondía.

Volví a acomodarme sobre la cama y las palabras de Dean llegaron de nuevo a mis oídos.

-¿Cas?... Bueno, ya sabes que le pedí que me diera clases particulares...Sí, ahora le llamo Cas...Porque me da la gana. Pues lo que te decía, Castiel estaba conmigo en la cafetería y se le cayó un refresco encima...ya sabes como es...si, fue gracioso, aunque más patético que otra cosa. Se piró al baño y como tardaba mucho fui a buscarlo, pensando que se podría haber caído por las escaleras. No descartaba ninguna posibilidad...La cuestión es que me dijo Cassy que se había largado a su casa. ¡Me dejó tirado!¡a mi!...¡No tiene gracia, Crow!...Más quisieras. No te confíes. Castiel caerá y ganaré ese equipo de música. Su majestad va a arrodillarse ante mi. Esa apuesta la gano yo como que me llamo Dean Winchester.

Un momento. ¿Castiel?¿caerá?¿apuesta?¿equipo de música?

-Oh Dean...

Continuará...

Notas finales:

Pues aquí otro capítulo

Ya Dean conoció a Cassy xD


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