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Diez Razones Para Odiar a Alguien Como Tú por Rukkiaa

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4. No te escucho

 

(Sam)

 

No vivíamos tan lejos de ellos como yo pensaba. A dos calles de la mía, por lo que fui caminando.

Su casa era inmensa, y por la fachada deduje que eran gente con dinero. Realmente no lo esperaba.

Toqué el timbre y no tuve que esperar demasiado para que la abriera alguien cuyo rostro me era conocido.

-Hola, Gabriel.

-¿Sam Winchester? –. Abrió los ojos como platos, pero enseguida se relajó, salió de la casa y entrecerró la puerta a su espalda. – ¿Qué haces aquí?

-Quería hablar con Castiel. ¿Está?

-Depende. ¿De qué quieres hablar con él? –. Se cruzó de brazos y por un momento pensé que había adoptado la actitud de un portero de discoteca.

Me acomodé las gafas que se deslizaban peligrosamente al borde de mi nariz y le hablé. –Es una cosa privada, si no te importa ¿le dices que estoy aquí?

-No. Dime de qué se trata.

-Te repito que es privado.

-Y yo no te dejo pasar si no me lo cuentas.

Le miré desafiante. Conocía a Gabriel de mi clase. Era buen estudiante, pero siempre que le mandaban a la pizarra o a leer algo, estaba en alguna luna de Júpiter. Su mente parecía divagar por universos paralelos e incluso juraría que una vez vi salir una paloma blanca de su taquilla. Estaba algo chalado, o esa impresión causaba. Claro que yo me escondía detrás de unas gafas que ni siquiera necesitaba porque me daban seguridad, así que no me consideraba nadie para juzgar.

-Es sobre mi hermano Dean. Quería advertir a Castiel... Dean y su amigo Crowley hicieron una apuesta... No estoy al cien por cien seguro de los términos, pero estoy convencido de que tu hermano puede no salir bien parado de todo esto. Sólo quería prevenirle.

Gabriel me miró unos instantes, como asimilando mis palabras, pero entonces sonrió.

-¿Y defiendes a mi hermano acusando al tuyo? Eso no cuadra.

-Oye, no me gustan muchas de las cosas que hace mi hermano. Tontea con todas. Lo sé. ¿Pero apostar? Eso ya es cruel. Dean dijo que Castiel ''caerá''...y eso me hace pensar que quiere ligárselo por alguna idea estúpida. Aunque todos sabemos el resultado. Dean se aburrirá y buscará a otra persona. Entonces, Castiel sufrirá las consecuencias porque me consta que mi hermano no es gay, así que es una broma que no tiene gracia.

-No te preocupes por Castiel. La venganza es un plato que se sirve frío. Eso dicen ¿no?

-¿De qué hablas?

-Sam, Sam, Sam... Da igual que Dean intente burlarse de Castiel, porque va a recibir de su propia medicina.

-En mi idioma, por favor.

Gabriel me cogió del antebrazo y tiró de mi. Abrió una puerta lateral de la casa y entramos en el garaje.

-Soy mago—dijo cerrando con llave la puerta.

-Ya...sé que te van esas cosas.

-Soy un mago de la leche.

-Al grano, Gabriel.

-Soy tan bueno, que he convertido a Castiel en chica.

Miré a ambos lados de la habitación. A ver si había alguna cámara en el techo o algo.

-Si me estás diciendo que a tu hermano le gusta vestirse de mujer y tu le maquillas o algo...me parece bien. Cada uno hace lo que quiere.

-No, idiota. Un hechizo. Le lanzo un hechizo que le convierte temporalmente en una tía alucinante. Tu hermano Dean la conoció hoy y se le caía la baba. La bauticé Cassandra. Y es un bombón.

-¿Cassandra? –. Algo hizo 'clic' en mi cerebro.

De verdad, me ha hechizado...Cassandra.

-Mi hermano Castiel lleva colado por Dean desde el primer día que le vio. No me preguntes porqué, pero es así. Solo quise echarle una mano.

-¿Cassandra es Castiel? Mi hermano estaba hablando de ella por teléfono. Le pareció preciosa.

-Es que lo es. El tipo de chica que enciende a tu hermano como una cerilla.

-¿Y no te parece una locura? Es decir, ¿y si Dean se enamora de Cassandra?

-¿Y si se enamora de Castiel? Tú mismo has dicho que hizo una apuesta con su amiguito.

-Pero Castiel no es una chica. Tarde o temprano se sabrá la verdad. Esto no me da buena espina.

-Tengo una idea –. Gabriel chocó con el puño la palma de su otra mano. Le brillaban los ojos como un niño la mañana de navidad.

-Yo tengo miedo—dije por su pronto.

-Escucha Sam. ¿Y si Dean se enamorase de ambos? De Castiel y de Cassandra. Son la misma

persona. La forma de ser es idéntica en los dos. Yo estoy convencido de que mi hermano es perfecto para el tuyo. No solo porque le quiere de manera incondicional a pesar de que es imbécil.

-Oye...

-Sino porque quizás tengan más cosas en común de lo que ellos mismos saben. Castiel es un gran admirador del programa de radio de tu hermano, y no nada más porque él sea el locutor, sino porque le encanta el rock también. Puede que hayan más cosas, y nadie conoce a nuestros hermanos mejor que tú y yo.

-Para el carro. Gabriel...¿vas a pedirme que los juntemos?¿nosotros?

-Vaya que eres listo, Sam. Ven mañana por la noche. Castiel va a casa de Charlie a ver películas y se quedará a dormir allí.

-¿Y para qué quieres que venga yo?

-Tú hazlo y punto.

 

(Castiel)

 

Tenía la frente pegada en el pupitre y los brazos rodeando mi cabeza. No quería ver a Dean. Me sentía terrible por el ''desplante'' del día anterior y lo de haber salido corriendo por una estúpida mancha en la camisa era la peor excusa que nadie podía inventar.

-¿Qué te pasa, Castiel?

Cuando alcé la vista, Meg me miraba preocupada, agachada a mi altura y acariciándome la espalda.

-No dormí demasiado bien.

-Pues muy mal. Toma café o algo que te espabile, porque esta noche hay que estar bien despiertos. La lucha por el anillo está a punto de comenzar.

-A las ocho entonces, ¿no? –. Preguntó Kevin tomando asiento a la derecha de mi mesa.

-No faltéis. Encargaré unas pizzas para que lleguen al mismo tiempo que vosotros—dijo Charlie sentándose también.

-Será una noche épica—dijo Kevin ilusionado.

-Hola Cas.

Dean entró por la puerta seguido de Crowley. Sentí que me sonrojé violentamente y de haber estado junto a la ventana habría saltado por ella.

-Hola Dean.

Me palmeó el hombro y se sentó en el pupitre que había detrás del mío. Lo que provocó que su ocupante habitual, un chico llamado Garth Fitzgerald, se trasladara a la mesa de Dean al lado de Crowley. Charlie y Kevin me miraban con la boca abierta, al igual que yo a Dean, sorprendido por la situación tan surrealista.

-Cas, ¿qué pasó ayer?

Mis amigos no dejaban de mirarme, expectantes. Y yo estaba convencido de que estaba colorado hasta las orejas.

-Lo siento Dean. No quería dejarte tirado, pero...

-Ya, me dijo tu prima que te fuiste por lo de la camisa. No me lo esperaba de ti. Siempre vas manchado de pintura y no parece importarte.

¿Cómo?¿Dean se había fijado en ese detalle sobre mi? Sentí un aleteo en el estómago.

-A la pintura estoy acostumbrado, supongo—dije con un hilo de voz mientras agachaba la cabeza. – Te pido perdón por irme sin avisar.

-No pasa nada.

Se alzó un poco de su asiento y me revolvió el cabello con la mano. Mis ojos se abrieron desorbitados. Era un gesto que le había visto hacer con su hermano Sam. Sólo con Sam.

-Pero ahora me compensarás por no haberme ayudado ayer. – Asentí. En ese momento me sentía en el cielo.

-¿Hoy a la hora de comer? Te daré una clase doble—dije.

-No. Es viernes. Tengo programa y entrenamiento. Había pensando, en que como esta noche Crowley da una fiesta en su casa y nos ha invitado a unos cuantos. Te podrías venir. ¿Quieres?

Aquellas esmeraldas me miraban interrogantes. El corazón dejó de palpitar en mi pecho. Era como si se hubiera detenido el tiempo dentro del aula. Dean Winchester me estaba invitando a una fiesta. Con él y sus amigos.

-Claro que irá—dijo Charlie. La miré como sonámbulo, y caí en la cuenta de que esa noche habíamos quedado para ir a su casa. Ella pareció leer mi mente porque hizo una leve negación con la cabeza y sonrió a Dean.

-Necesita distraerse—añadió Kevin.

Aceptar la propuesta de Dean fue más fácil que convencer a mi padre Lucifer de que me dejara ir.

Hacía más de veinte minutos que me tenía sentado en el sillón mientras me interrogaba en cuanto había visto que yo estaba vestido para salir, y no precisamente a casa de mi amiga.

-¿No conoces a esa gente?

-Conozco a Dean, papá. Ya le dije que iría, no puedo hacerle el feo.

¿Dejarle tirado de nuevo? Ni de broma.

-Vamos, papá. Sólo es una fiesta—dijo Gabriel apoyándome.

-Y el infierno es solo una sauna. ¿Tú no vas? –. Le preguntó mi padre.

-A mi no me han invitado—me miró y me guiñó un ojo. Después se sentó en el sofá y encendió la televisión, relajado.

-Winchester has dicho ¿no?

Se acercó a la mesa donde estaba el teléfono y apuntó el apellido de Dean en una libretita.

-No va a pasar nada. Vendré a casa en cuanto acabe.

-Ni hablar. A las doce en punto te quiero aquí.

-Pero si iba a quedarme a dormir en casa de Charlie. Solo ha habido un cambio de planes.

-A Charlie la conozco desde hace años. A ese Dean... Nunca le he visto.

-Está bien... –. Admití derrotado. Debía obedecerle o podía prohibirme que fuera.

Como yo no sabía dónde vivía Crowley, acepté que Dean viniera a recogerme, así que no despegaba la mirada del reloj que había en la pared. Aunque se me antojaba demasiado lento.

Me sudaban las palmas de las manos, y las pasé por el apoyabrazos del sillón. No iba a fastidiar mi pantalón negro, ni mi camisa celeste. Mi padre Miguel siempre me decía que con el color de mis ojos, la ropa azul me sentaba bien. Así que siguiendo su consejo, me había puesto la celeste y había dejado los dos botones superiores sin abotonar.

Intenté que el cabello me quedara de punta, pero como de costumbre, algunos mechones iban en mi contra y caían sobre mi frente o en varias direcciones como rebeldes que eran.

Cuando sonó el timbre sentí un nudo en el estómago. Las piernas me pesaban cuando me levanté del sillón, pero eso se me quitó de golpe cuando Lucifer abrió la puerta antes que yo.

-¿Dean Winchester?

-Buenas noches, señor. ¿Está Cas?

-Hola Dean.

Me apresuré en saludar para sacar a Dean cuanto antes de allí.

-A las doce te quiero aquí, Castiel –. Recalcó mi padre. Dean asintió e incluso alzó la mano para estrecharla con él. Pero tiré de su brazo evitándolo y obligándole a salir del porche y bajar los pocos escalones.

-Un placer—dijo Dean dejándose llevar por mi al Impala que estaba aparcado junto a la acera.

-¡Conozco a todos los policías de la ciudad, chico!

Dean quiso replicar, pero ya habíamos llegado al coche. Dio la vuelta alrededor de el y se subió. Yo le imité y ocupé el asiento del copiloto.

Entonces pude respirar tranquilo y fui consciente de que estaba en el coche de Dean. Su adorada nena.

Era como pisar tierra santa.

-Vaya con tu padre. Tiene una mala impresión de mi ¿no?

Bromeó Dean poniendo en marcha el vehículo.

-Es que no te conoce. Solo es eso. Y no suelo ir a muchas fiestas... De hecho, nunca he ido a ninguna en la que hubieran más de diez personas. Se preocupa.

-Bueno, será en plan tranqui, creo. Habrá cervezas y Crow tiene una mesa de billar en el salón. Verás que divertido.

-Suena bien.

-Oye, ¿y tu prima?¿estaba en casa?

Miré por la ventanilla para no observarle a él directamente. Mi prima. Cassandra le había llamado la atención ¿eh?

-Estaba en su habitación.

-¿Tiene novio?

-¿Por qué lo preguntas?

-Bueno...parecía asustada mientras yo intentaba tirarle los tejos.

-No tiene novio.

-Bien.

Le miré durante algunos segundos antes de animarme a preguntar.

-¿Te gusta?

-No te enfades. – Me miró de soslayo sin dejar de conducir. – Es la chica más bonita que he visto en toda mi vida.

No sabía cómo sentirme. ¿Bien porque Cassandra era yo?¿o mal...porque Cassandra era yo?

Aún así, me ruboricé un poco.

La casa de Crowley..., perdón, la mansión de Crowley era como esas de los famosos que enseñan en los programas de televisión. Con algunas habitaciones de lo más estrafalarias y tanto espacio que podrían vivir más de veinte familias en ella.

No pude llevar la cuenta correctamente, pero en total habríamos unas cincuenta personas allí adentro.

Al principio todo era nuevo. Emocionante. Me sentía tan feliz que no podía creer que estuviera allí con Dean y los suyos. Crowley me recibió como si yo fuera el invitado de honor que hubiera estado esperando, pero al cabo de un rato, Dean y él se escabulleron a un rincón y empezaron a charlar como si no lo hubieran hecho en años.

Yo me senté como un pasmarote en uno de los sillones con forma extraña y no podía apartar la vista de ellos. Dean sonreía. Hablaba hasta por los codos. E incluso flirteó con una chica que pasó por su lado meneando el trasero cual bailarina de salsa.

De repente me sentí incómodo. Fuera de lugar. Mi sitio no era aquel. Se suponía que Dean me había invitado y yo pensé que era para pasar algún tiempo juntos, pero en cuanto llegamos se apartó de mi.

Que iluso eres, Castiel.

Deseé estar en casa de Charlie con mis amigos. Viendo las películas, tapado con una manta y comiendo más chucherías de las que mi estómago pudiera soportar. Pero como allí no había nada de eso, cogí un vasito de una mesa cercana que contenía un extraño líquido azul y me lo tomé de un solo trago.

 

(Sam)

 

Viernes por la noche. Ayer Gabriel me dijo que me pasara por su casa porque Castiel no estaría. No tenía ni la menor idea del motivo, pero iba a averiguarlo.

Toqué el timbre y al momento la puerta la abrió un hombre.

-¿Quién eres tú?

Me miraba como si quisiera matarme.

-Es mi amigo Sam, papá.

Gabriel ni esperó respuesta por su parte. Me cogió de la muñeca y jaló de mi hacia el interior de la casa.

-Estaremos arriba—anunció alzando la voz mientras me hacía subir las escaleras sin dejar de sujetarme.

-Sam...¿te quedas a cenar?

-Sí, gracias—respondió Gabriel por mi y llegamos al piso de arriba.

-¿Qué te traes entre manos? –. Pregunté soltándome de su agarre. Estábamos parados delante de una puerta cerrada.

-Esto.

Abrió la puerta sin dejar de sonreír, de esa forma tan pícara suya.

Era un dormitorio. De lo más normalito. Una cama de tamaño matrimonial en el centro con las mantas perfectamente colocadas. Estantes llenos de libros por las paredes de ambos lados. Un televisor. Un equipo de música junto al ventanal. Un escritorio con un ordenador portátil cerrado encima. Y en un rincón había un caballete con varios lienzos en blanco o pintados.

-Es el cuarto de Castiel—dije algo confuso.

-Elemental, querido Winchester.

No sé de donde la había sacado, pero ahora tenía en la mano una chocolatina y se la estaba comiendo.

-¿Por qué me has pedido que viniera y me traes al dormitorio de tu hermano?

-Porque como te dije ayer, tú y yo conocemos a nuestros hermanos mejor que nadie. ¿Ves algo en esta habitación que tu hermano pudiera tener en la suya?¿coinciden en algo?

Volví a barrer el lugar con la mirada. Al fondo, en la pared sobre el cabecero de la cama había un acuario. Eso me hizo sonreír.

-Dean tiene un terrario con una iguana.

-Castiel colecciona peces ángel.

Anduve hacia una de las estanterías de libros. Dean no era dado a la lectura, pero también habían CDs de música y les eché un vistazo. Muchos coincidían con los que tenía mi hermano.

-Dean tiene casi todos estos. Y... –. Me agaché un poco para ver mejor las películas que tenía Castiel en el estante inferior. Aquello era increíble. –Tienen muchas cosas en común. Ésta es la película favorita de Dean. Y esta le encanta...y esta no te digo... –. Enumeré mientras señalaba una a una las carátulas.

-Perfecto. Podríamos mandarlos al cine a que se den el lote.

Gabriel saltó sobre la cama. Parecía actuar como un niño, pero me resultaba simpático.

-¡Bajad a cenar! –. Gritó una voz desde el piso de abajo. No parecía la del hombre que me abrió la puerta.

 

(Dean)

 

Miré alrededor esperando encontrar a Castiel, pero no era capaz de verle en ninguna parte de la sala.

-¿Y Cas?

-No sé—dijo Crowley volteándose a coger unos nachos del plato que había a su espalda.

-Pensé que...

-Está socializándose—dijo Crow y señaló al fondo de la habitación. Allí estaba Cas bailando con un par de chicas. Lo veíamos a través de los ventanales que daban a la piscina.

-¿Qué coño hace?

-Vamos Dean, lo traes a una fiesta y la pasas todo el tiempo conmigo. Tiene que divertirse el pobre chico. Así no vas a conseguir un besito suyo—dijo comiendo un nacho bañado en guacamole.

-Pasa de mi—dije y anduve en dirección a Cas. No parecía el Castiel que yo había visto por los pasillos del instituto. Estaba como desinhibido. Y verle bailar con aquellas chicas no sé porqué pero no me había sentado bien.

-¡Hazle caso al rey, Dean! –gritó Crowley por encima de la música.

Había traído a Castiel para acercarme más a el y ganar aquella apuesta, cierto. Pero cuando llegamos y vi la gente que había en la fiesta...no quería que me vieran con un don nadie como Castiel Novak. Ahora me arrepentía.

-Cas.

Le cogí del hombro para que se volviera a mirarme y cuando lo hizo, sonrió. Sus ojos parecían nublados, y sus mejillas estaban algo sonrojadas.

-¡Dean!

Sin parar de reír se me colgó del cuello, abrazándome y pude captar a la perfección el olor a alcohol que desprendía. Estaba borracho como una cuba.

-Estás borracho.

-¿Yo?

Deshizo el abrazo y me miró serio.

-Dean, dile a tu hermano gemelo que yo no estoy borracho—arrastraba las palabras tanto que le restaba toda la credibilidad.

-¿Por qué has bebido? –. Suspiré antes de pasarle el brazo por debajo del hombro para ayudarle a salir de allí y llevarle a mi coche.

-Tenía sed.

-El alcohol no quita la sed.

-Me di cuenta, pero después le cogí el gustillo –. Volvió a carcajearse, pero se tambaleaba un poco.

-No potes en mi nena, Cas—dije e hice que se sentara en el asiento del copiloto.

Él se apoyó en el respaldo y cerró los ojos.

-¿Te sientes bien? –. Pregunté. Mi voz sonó demasiado preocupada, pero no le di importancia. No me respondía y le acaricié el dorso de la mano con mis dedos. – Eh, Cas.

-Estoy bien. Solo quiero irme a casa.

Me sentí extrañamente culpable. La sonrisa se había borrado por completo de su rostro y continuaba con los párpados cerrados.

Sentí la urgente necesidad de que me mirase. De ver aquellos iris tan azules como el cielo mismo. Pero él no parecía querer colaborar con mis deseos y permaneció allí, como si durmiera, inmóvil. Le pasé el cinturón de seguridad sobre el pecho y lo enganché en donde correspondía.

Lo llevaría a casa.

 

(Sam)

 

En cuanto terminó la cena, un tanto incómoda debo añadir gracias a uno de los señores Novak; Gabriel y yo volvimos a subir al dormitorio de Castiel.

Allí me contó el impresionante conjuro que había encontrado para que Castiel se convirtiera en Cassandra, y entre otras cosas, revolvió todos los cajones habidos y por haber de aquel dormitorio.

Me sorprendió gratamente que Castiel leyera cómics, porque era una de esas cosas que mi hermano mantenía en secreto, aunque yo sabía a la perfección que los leía y los tenía escondidos junto a las revistas Playboy bajo el colchón, para que nuestra madre no las encontrara.

En eso estábamos, cuando escuchamos la puerta de la entrada cerrarse. Gabriel abrió la boca tanto, que pensé que iba a gritar. Pero simplemente se lanzó sobre mi, me cogió de la mano y tiró de mi hasta otra habitación, corriendo a través del pasillo como si nos persiguieran. Empezaba a darme cuenta, de que Gabriel tenía la costumbre de tironear de mi cuerpo como si tal cosa.

Me empujó dentro de otro dormitorio y se colocó detrás de la puerta, casi cerrada, con los ojos fijos en el pasillo.

-Es mi hermano. Ha vuelto antes de la cuenta—dijo en un susurro con voz de pánico.

Habíamos dejado algunos cajones abiertos e incluso la cama estaba algo revuelta porque Gabriel había estado sentado sobre ella.

Me tomé un momento para mirar a mi alrededor, y no había que ser un genio para darse cuenta de que era la habitación del propio Gabriel.

Estaba casi a oscuras, pero iluminada tenuemente por una lámpara de lava azul que reposaba sobre la mesa de noche. Las paredes estaban repletas de pósters, todos de antiguas series de televisión de los 90.

En su escritorio, el ordenador estaba encendido y podía ver perfectamente una chistera junto al teclado. Había pañuelos de colores atados entre ellos colgando del respaldo de la silla. Un par de barajas de cartas desperdigadas por el suelo. Y, junto a la ventana, en una jaula, estaba la paloma blanca que creí haber visto una vez en el instituto.

-No me lo puedo creer... –murmuró Gabriel deteniendo mi inspección ocular. –Tu hermano trae al mío en brazos.

No pude evitarlo y me acerqué a Gabriel. Siendo yo más alto, podía echar un vistazo perfectamente por encima de su cabeza. Y efectivamente, Dean subía a Castiel como si de una princesa de cuento se tratase. Pero Castiel parecía dormido por la posición en que su cabeza reposaba contra el pecho de Dean.

Las ganas de salir e interrogar a mi hermano mayor me invadieron, pero aquello no podía hacerlo. Aún así, mi cuerpo actuó por impulso y se adelantó un poco, como si así pudiera salir al pasillo. Sin embargo, el cuerpo de Gabriel estaba en medio, en el único hueco que había para poder acercarme a mi hermano y a Castiel.

Fui consciente entonces de que mi torso rozaba su espalda. Podía oler su cabello a la perfección, aunque todo su cuerpo desprendía el dulce aroma del chocolate e incluso de cacahuetes por la chocolatina que se había comido antes. Mis manos, una en la puerta y otra en la pared, parecían estar acorralándole, aunque él no se diera cuenta. Era una estupidez pensar tal cosa, pero aún así, me gustó. Me agradaba la idea de que él pudiera girarse y percatarse de que estaba entre mis brazos.

-Está claro que les abrió la puerta Miguel. Si Lucifer ve que Dean está llevando a Castiel al dormitorio... Se armaría gorda.

Dean entonces salió de la habitación, ya sin Castiel. El dormitorio de Gabriel se encontraba al otro lado del pasillo, justo enfrente y por un momento me asusté. Así que cerré la puerta. Gabriel se sobresaltó y se volteó para encararme, claramente para pedirme explicaciones por haber cerrado la puerta en sus narices.

Y se dio cuenta. Antes de pronunciar palabra alguna, de que estaba atrapado entre mi cuerpo y la, ahora, puerta cerrada. El sonido de su voz murió en su garganta, mientras sus ojos, interrogantes, no se despegaban de los míos.

Jamás me había fijado en Gabriel, al menos, no tan de cerca. Era atractivo. No el más guapo o más llamativo, pero tenía algo que no era capaz de describir. El corazón empezó a latirme a un ritmo anormal en el pecho y mi cabeza se fue inclinando hacia abajo por su propia cuenta. Él pareció adivinar mis intenciones, porque sus manos se apoyaron en mi pecho, y se alzó un poco de puntillas.

A punto estuve de rozar sus labios con los míos, hasta que un golpe proveniente del pasillo nos sobresaltó.

Gabriel, como si aquello hubiera sido el pistoletazo de salida en una carrera, me empujó alejándome de su cuerpo y abrió la puerta.

Al parecer, Castiel se había caído de la cama.

Continuará...

Notas finales:

Hasta el viernes que viene!!


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