Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Diez Razones Para Odiar a Alguien Como Tú por Rukkiaa

[Reviews - 48]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

5. No te aburro

 

(Castiel)

 

El dolor de cabeza me estaba matando. Y el estómago me daba vueltas, así que no toqué las tortitas que Miguel nos había preparado para desayunar como tradición de cada sábado.

Me tomé una aspirina y volví a mi habitación. Dejándome caer sobre la cama, cansado, sin ganas de nada, pero sobretodo, triste.

Hundido.

Había actuado como un crío, emborrachándome como si aquello me hiciera olvidar mis problemas. Pero ahora me golpeaban con más fuerza. Para Dean yo siempre sería el raro de la ropa manchada de pintura que se sentaba en primera fila de la clase. Nunca un amigo como los de aquella fiesta, a la que estaba convencido que me había invitado para quedar bien conmigo.

Dormí no sé cuanto tiempo, hasta que una presencia a mi lado sobre la cama me despertó.

Tuve que parpadear más de cinco veces para darme cuenta de que se trataba de mi hermano Gabriel, arrodillado sobre el colchón y mirándome con expectación.

-¿Qué pasa?

-Me he enterado de algo—dijo entusiasmado.

-Eso nunca es bueno—dije dándole la espalda y abrazándome con más fuerza a la almohada.

-Es un concierto. Esta noche. De un grupo que te gusta.

Como le ignoraba, se inclinó sobre mi y me puso frente a la cara uno de mis CDs de música.

-Estos—dijo moviendo el disco en su mano, como tentándome. –Apuesto a que no lo sabías. Como solo piensas en Dean Winchester...

-¿Vienen a tocar aquí?

-Es un acústico, algo privado. Plazas limitadas.

Cogí el CD y me senté en la cama.

-¿Cómo lo supiste? –. Pregunté.

-Me lo dijo un amigo que también es fan. Es algo así como un secreto a voces. No me fue difícil conseguir una de las entradas.

Me pasó la mano tras la oreja, y cuando me la volvió a mostrar, la entrada apareció entre sus dedos, como en el clásico truco de la moneda.

Quise cogerla, pero apartó la mano.

-¿Y tu resaca?

-Mejor.

-¿Vas a ir?

-Si me das la entrada, ni lo dudes.

 

(Sam)

 

-¿Vas a salir? –. Mi hermano andaba como loco en el cuarto de baño preparándose para asistir a aquel concierto. Menos mal que me había enterado a tiempo y había podido decírselo a Gabriel. Si él conseguía que Castiel fuera, no cabía duda de que se iban a encontrar allí.

-Sabes que sí, Sammy.

-Siempre ligas en los conciertos.

-Yo ligo allá donde vaya—dijo orgulloso soltando una risilla y atusándose el pelo. –Deberías venir conmigo. No es agradable para mi que mí hermanito no siga mis pasos. Con todo lo que te he enseñado, Sammy, y tú no has estado nunca con ninguna. ¿Qué te pasa?¿quieres ser cura o qué?

-Lo mío no son los romances de una noche.

-¿Romances? –. Siguió riéndose, esta vez más fuerte.

-Yo busco enamorarme, Dean. Amor. ¿Sabes lo que es?

Dejó de reírse en el acto y me lanzó una mirada que no supe descifrar a través del espejo.

Decidí entonces volver a mis cosas. Quizás había hablado de más. Debía terminar el libro que había empezado hace unos días. Porque tantas idas y venidas a casa de los Novak me habían quitado demasiado tiempo.

Gabriel.

A quién pretendía engañar. Él era el que había hecho que me olvidara de mis obligaciones. Apenas había podido dormir pensando en aquel momento en el dormitorio. Habíamos estado a punto de besarnos. No sé porqué razón, ni de dónde salió aquel impulso, pero no podía sacarlo de mi cabeza. Ni la desazón por no haberlo hecho.

Me senté en el escritorio y cogí el libro, abriéndolo por la página por el que lo había dejado. Pero no era capaz de concentrarme.

Llevé la mano al bolsillo de mi pantalón y saqué el teléfono móvil, jugueteando con el entre mis dedos. Hacía unas pocas horas que le había llamado para contarle sobre el concierto. Aunque deseaba volver a escuchar su voz.

Sin pensarlo más, le di a la marcación rápida.

-¿Diga?

-Hola, Gabriel.

-¡Sam! Oye, lo del concierto funcionó. Castiel se está preparando para ir.

-Me alegro. Dean también. –Nervioso, me levanté y comencé a caminar por la habitación. –Pero no te llamaba por eso... –. Aproveché y cerré la puerta, por si pasaba algún curioso por delante. Los sábados por la noche solía estar la casa llena de gente. El que normalmente salía era Dean.

-¿Entonces?

Se hizo un silencio un tanto incómodo entre los dos. Me sentí tan estúpido que me dieron ganas de reírme de mi mismo. Pero fui hacia la mesita de noche, cogí las gafas y me las puse.

-¿Tienes planes para esta noche?

-Lo cierto es que sí.

Fue como una patada en el estómago. Aunque me recompuse con avidez.

-Ah, de acuerdo. Que te diviertas. –Estaba dispuesto a colgar, cuando escuché su voz al otro lado de la línea.

-Espera, Sam. Puedes venir si quieres.

-¿Adónde?

-Balthazar y yo solemos actuar los sábados por la noche en un café teatro. ¿Quieres venir a vernos?

-Por supuesto.

 

(Dean)

 

Yo busco enamorarme, Dean. Amor. ¿Sabes lo que es?

Cerré mi cuarto dando un portazo y bajé los escalones con fuerza.

-¡Me largo! –. Grité antes de salir y subirme en mi adorado coche.

Apresurado, me puse el cinturón y arranqué para llegar cuanto antes al local.

«Cas.»Pensé fugazmente mientras esperaba en un semáforo en rojo. No pude evitar mirar a la derecha, al asiento vacío en el que pocas horas antes él había estado medio adormilado.

No alcanzaba a comprender porqué demonios se había emborrachado cuando estaba claro que no era de esos que bebían alcohol. Ni tampoco era capaz de llegar a una conclusión lógica para que mi mente no dejara de pensar en ese chico torpe y extraño.

Yo busco enamorarme, Dean. Amor. ¿Sabes lo que es?

Y para colmo, las estúpidas palabras de Sammy no paraban de resonar en mis oídos.

Sentía un cosquilleo en la nuca. Como una sensación en la columna vertebral de que algo me estaba pasando. Como si mi alma se revolviera dentro de mi cuerpo e intentara avisarme.

Cuando llegué al club donde tendría lugar el concierto, me agradó ver que no había cola. Simplemente una especie de portero que parecía ser el encargado de recoger las entradas. En cuanto me bajé del coche, me llegó el sonido de la música que estaba tocando en ese momento el grupo que actuaba como telonero, por lo que aceleré mis pasos para no perdérmelos.

El local estaba más lleno de lo que me esperaba, porque el grupo que había ido a ver no es que tuviera millones de fans, así que me alegró comprobar que no había tantos incultos, musicalmente hablando, en la ciudad.

Sin esperar, anduve hacia la barra y pedí una cerveza al barman. Los teloneros eran buenos, así que no me disgustó quedarme junto a la barra escuchando sus letras mientras me tomaba mi cerveza directamente de la botella y echando un vistazo a la multitud.

Había muchas chicas. Así que tal y como le había comentado a Sammy, ligaría seguro.

Sonreí de medio lado solo de pensar en el fin de noche que me esperaba, hasta que le vi y toda sonrisa desapareció de mi cara.

Fue como en una película, de esas en las que el gentío se aparta y el chico ve a la chica como iluminada por los focos. Pero yo solo vi a Cas. Estaba cerca del escenario, y se movía un poco al compás de la música, aunque nada que ver con como bailaba por la noche en la fiesta de Crowley. Parecía divertirse, y también que había hecho amigos, porque charlaba con un par de chicos bastante animado.

Por el alto volumen del sonido, se veía obligado a acercarse al rostro de aquellos que me parecían desconocidos, porque jamás los había visto antes; y asentía y sonreía como si se estuvieran diciendo las cosas más graciosas del mundo.

Sin pensar, me alejé de la barra y me acerqué a el.

-¡Hola, Cas! –. Acompañé el grito con un par de toques en su hombro. Consiguiendo que se voltease a mirarme.

-¡Dean! –. Abrió exageradamente los ojos. Claramente se había sorprendido de verme allí.

-¡¿Qué haces aquí?!

-¡Me enteré de que este grupo tocaba hoy, y no podía perdérmelo!

-¡¿Te gustan?! –. Ahora el sorprendido era yo. Gratamente, admito.

-¡Pues claro!¡Son bestiales!

Sentí que había sonreído como un idiota ante su afirmación y me acerqué a su oído para no tener que seguir gritando.

-¿Te importa si me quedo contigo? He venido solo.

-No, claro. Yo también he venido solo.

Miró a su alrededor, me dio la impresión que buscando a aquellos dos con los que había estado charlando, pero ya no estaban a nuestro lado.

-¿Tomas algo? –. Pregunté mostrándole mi cerveza.

Él se agachó y cogió una botella que había al pie del escenario.

-Ya tengo, gracias.

Era un botellín de agua. Entonces recordé su borrachera.

-¿Cómo te encuentras?

Mi mano reposaba en su hombro, y mis labios casi rozaban su oreja. El olor que desprendía su cuello invadió mis fosas nasales y a pesar de haber terminado de hacer la pregunta, tardé un par de segundos más de los normales en apartarme.

Él no pareció darse cuenta.

-Me tomé una aspirina y dormí bastante, así que estoy mejor. Gracias.

No me miró al darme las gracias y la culpabilidad volvió a atacarme.

-Lo siento. Sé que yo te invité a la fiesta... No volverá a pasar. Quería que te divirtieras y apuesto a que fue un asco.

-No fue la mejor noche de mi vida... Pero no tienes que disculparte.

No dejaba de repetirme que le había invitado a la fiesta por la dichosa apuesta de Crowley. Para tontear con él. Me había cohibido en el último momento, pero en aquel local estábamos solos. Bueno, al menos, no con gente conocida alrededor. Debía conseguir ese beso, y tenía que hacerlo cuanto antes. La sensación que me provocaba estar cerca de Cas era de todo menos desagradable, y eso, me ponía nervioso.

Él había devuelto su vista al grupo que continuaba tocando en el escenario. Su cuerpo volvía a seguir aquel ritmo, relajado y cómodo. Se notaba que le gustaba estar allí, y la música que sonaba. Llevaba puesta una sudadera negra, con algunas letras grabadas en la parte frontal, como letras de graffiti. Bastante informal para lo que acostumbraba a llevar en el instituto.

Mi mano se deslizó hacia su espalda, y fui bajándola hasta llegar a su cintura. Él no dio muestra alguna de darse cuenta, y si lo hacía, lo disimulaba a la perfección.

-¡Nunca te había visto tan sexy! –. Grité para que pudiera oírme bajo la estridente melodía.

Pero con tan mala suerte, que en cuanto comencé a hablar, la música se detuvo y todos los que nos rodeaban me habían oído. La cara de Cas se volvió de un rojo intenso, apostaba que igual que la mía. Mientras escuchaba como la gente empezaba a reírse por mi ''declaración'' pública involuntaria.

Afortunadamente, el grupo al que habíamos venido a ver no tardó demasiado en salir y aquel tema quedó zanjado entre Cas y yo.

Fueron dos horas intensas y divertidas. Resultó que Cas se sabía de memoria las letras de todas las canciones, al igual que yo; y ambos nos habíamos pasado todo el concierto cantándolas a la vez que el grupo. Y como colofón, había conseguido la púa del guitarrista, al que al parecer habíamos caído en gracia estando en primera fila.

-¡Menuda pasada! –. Fue lo primero que dije nada más poner un pie en la calle y tomé una bocanada de aire fresco.

-Inolvidable—secundó Cas mirando en ambas direcciones. Supuse que iba a marcharse.

-¿Viniste en autobús? –. Pregunté con la esperanza de que la respuesta fuera sí, para poder llevarle a casa.

-No, en mi coche.

-¿Tienes coche? –. Eso me sorprendió.

-Pues claro. Es aquel—dijo y alzó el dedo señalándome algo en la distancia. Cuando vi el que era...

Su coche era una pena. Pero extrañamente, iba con Cas. Era un Buick LeSabre del 75 color café con el techo negro. Raro, porque después de ver su casa, me esperaba un deportivo o algo así. No el Lamborghini Diablo de color púrpura de Crowley, porque eso era solo para la gente fastuosa como él, pero no un triste Buick. De todos modos, sonreí por compromiso.

-Es...

-Patético, lo sé—dijo Cas interrumpiendo mi mentira. –Pero es lo mejor que pude comprarme con mis ahorros. Lucifer quiso darme el suyo para ir al instituto en cuanto cumplí los dieciséis, sin embargo, era demasiado ostentoso para mi. Prefiero lo simple. Y funciona, lo cual es bueno, porque me permite ir a donde yo quiero.

-Nunca lo había visto en el parking. ¿Cómo vas al instituto? –mientras hablábamos, nos íbamos acercando a su coche. De cerca, era peor aún.

-Nos lleva la señora Tran. La madre de Kevin. Nos recoge a Charlie y a mi porque le queda de camino.

Cuando llegamos a su coche, él sacó las llaves dispuesto a montarse e irse. Pero no podía permitirlo. No cuando habíamos avanzado tanto después de los pasos atrás por culpa de la fiesta.

-No vamos a ir a cenar en esto, Cas. Me niego a subir ahí.

-¿Perdona?

Me miró con los ojos muy abiertos y ladeando la cabeza.

-Cenar. Tengo hambre. ¿Tú no? Después del concierto que nos hemos pegado, creo que lo mejor es que comamos algo.

Sin esperar respuesta de su parte, anduve hacia mi Impala. A pocos metros de su Buick. Estaba claro que me seguía con la mirada y esperaba que captara la indirecta. Abrí la puerta, me subí y arranqué el motor confiado de que pasara lo que pasó.

A los pocos minutos, Cas apareció junto a mi coche, abrió la puerta, y ocupó el mismo asiento en el que había estado escasas horas antes.

-¿Vas a invitarme por lo de la fiesta?

Reí.

-Claro. ¿A dónde quieres ir?

-Lo cierto... Es que me muero de hambre—admitió como avergonzado. Lo cual se me antojó adorable.

-Entonces ¿cualquier cosa?

-No. Hamburguesas. Quiero hamburguesas.

 

(Sam)

 

La actuación de Gabriel y el tal Balthazar consistió en trucos de ilusionismo, que reconozco, fueron fabulosos. Concluyendo con un gran número en el que Gabriel se metía en una caja que Balthazar atravesaba con espadas. Luego la abría y en lugar de Gabriel, había una señora del público totalmente ilesa y, como no, Gabriel en la mesa que ocupaba la señora sentado tan campante, como si hubiera ido a ver el show.

La sala al completo rompió en aplausos, yo incluido.

-¿Qué te pareció, Winchester? –. Preguntó Gabriel sentándose a mi lado. Ya se había cambiado de ropa, y llevaba una cómoda camiseta y unos vaqueros.

Ahora en el escenario había un chaval leyendo una poesía.

-Ha sido increíble. Te felicito—dije nervioso. Jugando con los hielos que habían en el fondo de mi vaso.

-Lo sé. Me encanta—hizo una seña a un camarero que se nos acercó. –Yo quiero un té Long Island. Y para él... ¿Qué tomas?

-Otro refresco de naranja, por favor.

El camarero se marchó y Gabriel me miró con las cejas alzadas.

-¿Refresco?¿enserio?

-Tú eres menor también, no deberías beber.

-Pareces mi padre... Además, lleva poco alcohol. Me lo hacen especialmente para mi. ¿No ves que Balthazar es el dueño del café?

Así que de ahí se conocían. Ese tipo era el propietario del local. Se me había hecho raro que Gabriel fuera amigo de un hombre que le sacaba varios años. Aunque no es que me molestara ni nada por el estilo.

El mencionado pareció detectar que hablábamos de él, porque se acercó a nuestra mesa.

-¿Todo bien por aquí? –. Preguntó con una amplia sonrisa y apoyando las manos en el respaldar de una de las sillas libres que teníamos enfrente.

-De maravilla. Balthazar, te presento a Sam Winchester.

-El famoso Sam Winchester—dijo estrechándome la mano por encima de la mesa.

-¿Famoso? –. No pude evitar cuestionar.

-Gabriel dice que estáis compinchados para que su hermano y el tuyo se enamoren. Os deseo suerte—dijo y tomó asiento con nosotros.

-Si. Me parece una locura, pero Gabriel es muy persuasivo.

El camarero trajo nuestras bebidas y di un sorbo a la mía.

-Cierto. Gabriel consigue todo lo que se propone—dijo Balthazar y me guiñó un ojo. No pude evitar mirar a Gabriel, pero él también estaba bebiendo de su té y parecía ajeno a la conversación.

-Oye, ¿por qué llamaste a este sitio ''El Cielo''?

-Porque es como estar en el paraíso, ¿no crees? –. Volvió a levantarse. –Os traeré algo para picar.

Balthazar se alejó y me dirigí a Gabriel.

-¿Cómo os conocisteis? –. No pude evitar la pregunta. Sentía mucha curiosidad por ese hecho.

-Pues... Actué aquí una vez. La gente puede hacer lo que le de la gana en el escenario y hace un par de años, quise probar suerte frente a un público que no fueran mis padres y mi hermano. Resultó que a Balthazar también le gustaba la magia, y cuando terminé mi número, se acercó a mi. Quedamos un par de veces para enseñarnos nuestros trucos, hasta que al final decidimos actuar juntos. Hasta hoy.

-Vaya.

-¿Qué?¿Acaso no puedo ser su amigo porque tiene edad como para ser mi padre?

-No he dicho nada de eso.

-Pero lo piensas.

-Eso... Sí. Admito que lo pensé.

-¿Sabes qué pienso yo? Que es ridículo que lleves unas gafas que no necesitas—apoyó el codo en la mesa y me miraba con superioridad, como si me hubiera pillado haciendo una travesura y ya no tuviera escapatoria.

-¿Cómo sabes que no...? Sí las necesito—carraspeé nervioso y me las acomodé. Aunque fue inútil, porque él me las arrebató.

-Tengo una abuela con gafas de culo de botella. Sé cómo son los cristales graduados y estos no lo son—dijo mientras las examinaba. Entonces se las puso y me miró.

-No te quedan bien—dije. Mentira por supuesto. Que Gabriel se pusiera mis gafas era...cómo decirlo, atrayente. Todo él lo hacía. Su forma de jugar con todo como si no hubiera normas, me resultaba interesante.

-Eso no es cierto. Todo me queda genial—se las quitó y volvió a ponérmelas –. A ti sí que no te quedan bien. Tienes unos ojos demasiado bonitos como para ocultarlos con ellas.

Y así, sin más, se puso en pie.

 

(Castiel)

 

Dean me había hecho caso y me había llevado, según su criterio, al mejor local de hamburguesas de la ciudad. Al principio pensé que se estaba tirando un farol, pero en cuanto me trajeron mi pedido, comprobé que era cierto del todo. Era un manjar de dioses.

Así que, aunque me moría por preguntarle ciertas cosas, no podía hacerlo por tener la boca llena. No dejaba de comer. Y Dean tampoco.

A pesar de todo, aproveché que necesitaba tomar un poco de agua y que me bajara la comida, para poder preguntarle algo que rondaba mi cabeza desde el concierto.

-Dean... ¿Por qué dijiste aquello?

Él me miró interrogante y tragó.

-¿El qué?

-En el concierto. Lo de que... –. Me sonrojé solo de recordarlo. Así que aparté la mirada y la centré en el dispensador de servilletas.

-Porque era verdad. Nunca te había visto tan sexy. Siempre vas al instituto con ropa muy similar. Pantalones oscuros. Camisas blancas. No hay que ir uniformados, Cas. Te sienta bien cambiar.

Sin decir más, cogió una patata frita del plato que había en el centro de la mesa y la llevó a mi cara. Creí que su intención era metérmela en la boca, pero la pasó por la comisura de mis labios. Antes de que se la llevara a su boca, vi que había cogido la salsa de mi cara. Y entonces, se la comió.

Me quedé sin habla unos instantes. Con el cerebro totalmente apagado, en blanco. Dean siguió comiendo la hamburguesa, como si no se hubiera dado cuenta de lo que acababa de hacer, o no le diese la misma importancia que le daba yo. Aquel gesto, jamás lo creí posible de él hacia mi.

El corazón me daba brincos en el pecho, y estaba convencido de que si no llevara la ropa encima, se me escaparía del cuerpo.

-Cas, si te gusta la música que me gusta a mi... Y parece que así es; creo que deberías venirte mañana a un sitio conmigo.

A donde tú quieras Dean. ¿A la luna?¿A otra galaxia?

-¿Adónde? –. Intenté disimular mi nerviosismo y actuar como él.

-Fíate de mi. Te gustará. Y no es una fiesta de Crowley—me guiñó el ojo y sonrió.

¿Crowley?¿Ese quién es?¿Qué fiesta?

-Si dices que sí, mañana iré a buscarte por la mañana. ¿Qué respondes?

Continuará...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).