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Diez Razones Para Odiar a Alguien Como Tú por Rukkiaa

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7. No te gusto

 

(Sam)

 

Estaba sentado en el sofá junto a mi padre mientras retransmitían un partido de fútbol por la televisión. Pero yo miraba sin ver a la pantalla. Sonriendo como idiota enamorado y contando las horas para que fuera el día siguiente y volver al instituto.

Tenía claro que me cambiaría de sitio, aunque tuviera que sobornar a Jo, que era la que se sentaba junto a Gabriel en la clase. O incluso a Ruby, que iba detrás. Cualquier lugar era perfecto, pero a su lado. No podría soportar no tenerlo a la vista y poder contemplarle siempre que me apeteciera.

La puerta de entrada se abrió, y Dean entró por ella. Haciendo que Colt ladrara como recibimiento.

-Hola, Dean—saludó mi madre.

-¿Dónde estabas? Llevas todo el día fuera—dijo mi padre sin despegar los ojos del televisor.

-Con mis colegas—dijo y se marchó a su habitación sin más. Entonces me levanté y decidí que ya era hora de tener una charla de hermano a hermano.

-Pregúntale si quiere cenar algo—me dijo mi madre a modo de recado.

Abrí la puerta sin esperar a que me permitiera pasar y cuando entré, le pillé sin camisa y quitándose los zapatos.

-¿Vas a la ducha?

-Sí. La necesito. Huelo a tigre.

-¿Podemos hablar? Tengo que contarte una cosa.

-Claro, habla—dijo mientras se acercaba a su armario para sacar la ropa que se pondría tras el baño.

Con parsimonia, me senté sobre su cama.

-Salgo con alguien. Bueno, aún no es oficial, pero me parece que es mi novio.

Las prendas que tenía entre las manos se le cayeron al suelo y se giró a mirarme con el asombro pintado en el rostro.

-¿Novio?

-Si.

-¿Sammy, tú eres...?

-Pues supongo. ¿Te molesta?

Pareció sopesar mi pregunta unos instantes.

-No, claro que no. Solo que no lo esperaba—dijo y se agachó a recoger lo que se le había caído. –Ahora comprendo porqué nunca seguiste mis consejos. ¿Y quién es?¿Le conozco?

-Gabriel Novak.

-¡¿Ese imbécil?!

-¡Dean!

-Perdona, Sammy, pero es idiota del culo.

-Tú sí que eres idiota del culo—dije cruzándome de brazos.

Él balbuceó cosas sin sentido, como si buscara las palabras exactas.

-Vale, vale, lo siento.

Ignoró la ropa y se sentó a mi lado, palmeándome la espalda.

-Supongo... Que fue culpa de la gran sorpresa que me llevé. Aunque siendo hermano de Cas... Imagino que tiene cosas buenas que no he sabido ver. Tú sí, por lo visto.

-¿Entonces piensas que Castiel es bueno?

-Creía que hablábamos de Gabriel—incómodo, se levantó y volvió hacia el armario.

-Ya no hay nada más que decir. Me gusta, le gusto, le beso, me besa. ¿Qué tal con Castiel esta mañana?

-En primer lugar... Sammy, no vuelvas a decirme las cosas que haces con Gabriel. Soy tolerante, pero todo tiene un límite y eres mi hermano pequeño. Hace poco aún ayudaba a mamá a cambiarte los pañales. –Fruncí el ceño en respuesta. –Y segundo, lo que yo haga o no con Cas, no te interesa. Es un amigo. No tiene tanta importancia como lo tuyo.

-Sí que la tiene. Porque sé perfectamente que apostaste con Crowley que te ligarías a Castiel.

Eso tampoco se lo esperaba y me miró con la boca abierta.

-¿No debería saber eso?¿Es lo que tratas de decir? –. Pregunté al verle boquear sin emitir sonido alguno.

-¿Cómo te enteraste?

-Te oí por teléfono. No hablas precisamente bajo.

-¿Lo sabe alguien más?

-No—mentí.

-Bien. Porque es el peor error que he cometido en mi vida.

Sus gestos demostraron que decía la verdad. De repente, era como si tuviera diez años más encima. Apesadumbrado, se dejó caer a mi lado de nuevo, pero se echó hacia atrás, dejando que su espalda reposara sobre el colchón. Se tapó la cara con las manos, lo cual amortiguaba un poco su voz.

-Cas es un tío de puta madre y me siento un miserable. No quiero hacerle daño. No sé qué hacer, Sammy. Ya he empezado esta locura y se me está yendo de las manos.

-¿A qué te refieres?

Volvió a sentarse y miró hacia la puerta cerrada, como si eso le diera el valor suficiente.

-No hago lo que predico, Sammy. Soy un hipócrita. Siempre me he metido contigo por no ser como yo, pero nunca me hiciste caso y optaste por lo que tú creías conveniente. Como ahora. Te gusta Gabriel y estás con él. No te importa nada, porque lo sientes y quieres hacerlo. Eso me enorgullece, no sabes cuanto.

-Ahm, Dean, me asustas—dije apoyando la mano en su hombro.

-Hoy salí con una chica, Sammy. Después de haber pasado la mañana con Ash, Benny y Cas.

-Ya. Con Cassandra. Lo sé. Yo estaba en casa de los Novak.

-Pues... Aún estando con ella... No sé porqué... Pero no podía dejar de pensar en Cas.

Ahora el boquiabierto era yo.

-Dean, ¿quieres decir que tú...?

-¡Ni lo digas!¡No!¡Me niego! –. Alterado, se puso en pie, cogió un par de prendas a lo loco y desapareció por la puerta del cuarto de baño.

 

(Dean)

 

La conversación con Sammy me había desconcertado tanto, que no había podido pegar ojo en toda la noche. Era como un zombie a primera hora de la mañana, bostezando a la espera de que llegaran mis compañeros de clase.

-Que mala cara traes—dijo Crowley tomando asiento.

-No será peor que la tuya.

-¿Qué te quita el sueño?¿Tu noviecito Novak? –. Se burló, pero no tenía ganas ni de defenderme. –¿Vas a invitarle al baile?

-¿Qué baile?

-¿Te cachondeas de mi? Hay carteles por todo el instituto. Dean... Jamás, nunca se te había olvidado un baile. Siempre te tiras a alguna incrédula esa noche. ¿Qué demonios te pasa? Me preocupas.

Su semblante se volvió serio, pero no le creía una palabra.

-El baile de primavera, Dean Winchester—aclaró al verme tan ido.

-Ah, ese baile. ¿Cuándo es?

-El viernes.

-Aún hay tiempo para invitar a alguien.

-Ya. ¿Las cosas no van bien? Creí que en un par de días habrías ganado la apuesta. Has perdido tu toque, Winchester. Mejor para mis posaderas reales. Están deseando no moverse mientras tú haces todo lo que te ordene. Sudarás sangre.

-Cállate ya. Aún no he perdido. Cas es mi amigo, ¿vale? Podría besarle si quisiera.

-Pero no lo haces. ¿Te estás ablandando?

-Ni lo sueñes.

-No soy gilipollas, Dean. ¿Crees que no me he fijado en tus miraditas? Incluso en la fiesta, fingías estar distraído hablando conmigo, pero los ojos se te iban solos. Le viste emborracharse, pero dejaste que lo hiciera para que no me burlara de ti por ir con él. ¿Y cuándo te preocupa Novak? Cuando le ves bailar con aquellas bellezas. Lo quieres para ti solo, admítelo.

-Hoy dices más estupideces de lo normal, Crow. Háztelo mirar.

-No soy yo el que niega lo que siente. Sé un hombre y reconócelo. Aquí. Ahora.

-Que te den—dije enfadado. Me levanté llevándome la mochila conmigo y me senté a varias mesas de distancia. Ni sabía quién era el dueño de aquel pupitre, pero era junto a la ventana y sería beneficioso para mi poder mirar al exterior del aula.

-Hola Dean—Cas llegó y ocupó su asiento junto a sus amigos. Yo le saludé con un movimiento de cabeza y volví mi vista al cristal. No me sentía preparado para enfrentarle, ni tampoco quería pensar en lo dicho por Crowley. Tan acertado, que me había entrado un miedo atroz.

Yo, Dean Winchester, no era capaz de definir lo que me estaba pasando. Yo, que me jactaba de innumerables conquistas, de que las chicas suspiraran por mi y los chicos me maldijeran por querer ser como yo. Sentía pavor por alguien como Castiel Novak. Un jovencito del que apenas sabía su existencia hasta hace unos pocos días. Pero al que ahora no podía sacar de ella.

El profesor entró a la sala en algún momento del que ni me percaté y comenzó a impartir la clase. Oí su voz, pero no la escuchaba. Sin embargo, miré a Cas. Desde mi posición, le veía de perfil. Concentrado. Escribiendo algo en un cuaderno. Subiendo y bajando la vista, del profesor al papel, y del papel al profesor.

Cas era atractivo. Objetivamente hablando, y si quitaba de la ecuación su manera de vestir en el instituto, no podía negar que esa era una realidad. Tenía una voz grave y un poco ronca, que no cuadraba demasiado con su edad, pero supuse que le habría cambiado pronto durante el desarrollo. Su manera de ser me gustaba, era muy parecido a mi en muchas cosas, lo cual iba descubriendo día a día.

Y luego estaban aquellos ojos. Me embelesaban. En ocasiones cuando me hablaba, yo me sumía tanto en ellos que me desconectaba completamente de la realidad. Si alguien me preguntase qué me gustaba más de Cas, esa sería sin duda mi respuesta. Los zafiros más hermosos que había visto en toda mi vida.

Bufé y me revolví incómodo en la silla ante tales pensamientos. Porque ahora resultaba que yo, suspiraba por Cas. Idioteces.

Eso no podía pasar. No a mi.

 

(Sam)

 

La campana para el receso jamás me había sonado tan bien.

Jo, amablemente me había cedido su asiento y me lo cambió por el mío en primera fila, así que toda la clase la pasé sentado al lado de Gabriel intercambiándonos notitas de lo más graciosas que por casi nos meten a ambos en problemas. Por fortuna no fue así, y pude disfrutar de su compañía en el recreo sin castigo a la vista.

-Irás conmigo al baile, ¿verdad? –. Pregunté acorralándole en su taquilla.

-¿Debería?

-Por supuesto. A no ser... Que quieras ir con otra persona. Lo cual, te aviso, que me molestaría mucho.

-Pero Sam, al baile va mucha gente.

-¿Y?

-Nos verán. Si vamos juntos al baile... Todos lo sabrán.

-Sabrán, ¿qué? ¿Que somos novios?

-¿Somos novios?

-¿No lo sabías?

-La primera noticia que tengo—divertido, se dio la vuelta y abrió su taquilla para guardar un par de libros.

-Pues salía en la primera plana del periódico... ¿Tienes un conejo ahí dentro?

En el estante superior de la taquilla había una jaula con un pequeño conejo blanco.

-Es Loki. Loki, saluda a mi novio Sam.

-Creí que no era tu novio.

-Pero ya me enterado de que sí.

Volvió a cerrar la taquilla y de nuevo estábamos cara a cara.

-Tengo hambre—de su bolsillo sacó una chocolatina que abrió a velocidad supersónica. Le dio un bocado y me la tendió. Ofreciéndome.

Negué con la cabeza.

-Prefiero esto—dije sin pensarlo demasiado y abalanzándome sobre sus labios. El chocolate y el caramelo de su boca estaban deliciosos. Soltó un quejido, supuse que porque estábamos en medio del concurrido pasillo y que muchas personas nos estarían viendo.

Dio un par de golpes suaves en mi pecho, con sus puños. Así que me separé.

-Estás loco—se tapó la boca con el dorso de la mano, sonriente, pero alucinando todavía por mi actitud descarada. Yo reí. Estaba contento. Ya no necesitaba las gafas para ocultarme de nada ni de nadie, ya podía ser yo mismo. Gabriel sacaba el Sam decidido y capaz que había en mi.

-Ahora podemos ir juntos al baile. Ya todos lo saben.

 

(Castiel)

 

-Yo no pienso ir al baile, es absurdo. Además, nunca me pondría un vestido de esos tan ridículos.

Meg hizo un gesto como si fuera a vomitar, y Kevin rió.

-No te imagino con esos vestidos. Son demasiado femeninos para ti—dijo y recibió una colleja.

-Pues a mi sí me hace ilusión. Tengo un vestido de princesa medieval en el armario, el que llevé en la última convención, y me encantaría ponérmelo en el baile. Porque no es por nada, pero me queda de muerte—dijo Charlie y dio un bocado a su sándwich.

-Sabéis que para ir al baile necesitáis una pareja ¿verdad? Ya somos lo bastante penosos como, para colmo, ir solos—continuó Kevin.

-Tienes razón—secundé distraído. Mis ojos no se despegaban de Dean. Le pasaba algo. No había probado bocado en todo el almuerzo y se había sentado solo en una mesa apartada. Me apetecía ir con él y preguntarle, pero dudaba que quisiera mi compañía e incluso que me respondiera alguna cosa precisamente a mi.

-Tal vez Castiel vaya con Dean—dijo animada Charlie pinchándome con el dedo en las costillas.

-En sueños seguramente—respondí volviendo a la conversación con ellos.

-Pídeselo tú. En ninguna parte pone específicamente que sea el chico el que se lo pida a la chica.

-Meg... ¿Insinúas que soy ''la chica'' en este asunto?

-No. Digo que vosotros dos sois tíos. No hay normas. Pídele ir al baile tú a él.

-Ya. Y me despido de mi cara. Porque está claro que me la rompería de un puñetazo.

-No lo haría. Sois amigos ahora ¿no? –. Charlie me pasó la mano por el pelo, a modo maternal.

-Sí, y también soy amigo de Kevin, pero jamás se me ocurriría pedirle ir al baile conmigo. No te ofendas.

-No lo hago—dijo él y dio un mordisco a su burrito.

-Bueno, entonces, cerebritos. Contad. Somos cuatro. Dos chicas y dos chicos. Lo echamos a suertes y a ver quién va con quién—concluyó Charlie. Que sin esperar a que dijéramos nada, sacó un papel de su mochila y comenzó a escribir nuestros nombres. –Los echaré en el vaso y que cada uno saque un papel.

-¿Si me sale mi propio nombre me libro de ir? –. Preguntó Meg dispuesta a ser la primera.

-Espera—Charlie sacó dos papeles del vaso de plástico y dejó dentro otros dos. –Kevin, saca. Sólo están mi nombre y el de Meg.

-Que Dios me ayude—dijo él y sacó un papelito. –¡Maldita sea! –. Nada más gritar, nos mostró el papel. ''Meg''.

-¡Bien!¡Castiel conmigo! –. Chilló Charlie y se me enganchó del brazo.

-Pienso llevar un vestido totalmente negro, que lo sepas—dijo Meg a Kevin en voz baja.

El martes pasó como un día cualquiera más, sin pena ni gloria. Dean continuaba a su bola. Ignorándome. A mi. A Crowley, e incluso pareciera que al resto del mundo. Igual que el miércoles. Así que supuse que el jueves sería similar.

Qué equivocado estaba.

 

(Dean)

 

Llevaba un par de días del instituto a la emisora y de la emisora a mi casa. Devanándome los sesos con lo que debía hacer con respecto a la apuesta.

Ya ni siquiera me importaba el equipo de música para el Impala. No lo necesitaba realmente. Solo era un capricho tonto al que aspirar.

Sin embargo, Castiel se había convertido en un amigo, pero no simplemente en eso. Lo sentía como algo más aunque me negase a ver la realidad, porque no estaba preparado todavía para ello. Aunque quizás, si le besaba de una vez por todas, consiguiera librarme de todo. Volvería a mi vida antes de Cas, antes de la apuesta y antes de estas malditas dudas. Todo sería como en el pasado no tan lejano que había dejado atrás. Chicas, fiestas y tranquilidad completa.

Eso era lo que conocía. Lo cómodo. Cas volvía mi mundo patas arriba, y por muy agradable que fuera, era algo que no podía ser.

Solo de pensar en lo que tenía ahora. Mi posición social dentro del instituto. Mis amistades. El qué dirían. Eso siempre me había importado. Me había alimentado de ello durante tanto tiempo, que no me veía capaz de tirar todo por la borda solo por Castiel Novak.

Así que, con todo el dolor de mi corazón, aunque jamás lo hubiera reconocido ante un jurado; hice lo que tenía que hacer. Lo mejor que podía hacer.

Fue Gabriel el que me abrió la puerta cuando toqué el timbre.

-Winchester... ¿Qué te trae por aquí?

-Vine a ver a... Cassandra. ¿Está?

 

(Castiel)

 

-¡Tengo que convertirte en chica! –. Gritó Gabe entrando de improviso en mi habitación.

Yo estaba pintando uno de mis cuadros, pero del susto por la intromisión, hice un trazo con el pincel que no estaba planificado.

-¿Por qué?

-Dean está abajo y quiere ver a Cassandra. Le dije que estaba en casa.

-¿Quiere ver a Cassandra?¿Para qué?

-No le pregunté. Pero la está esperando.

Me mostró el libro. Ya lo tenía en las manos.

No podía negarme, así que dejé que lo hiciera a regañadientes.

Gabe no había mentido. Dean me esperaba en el recibidor. Parecía nervioso, algo raro en él.

-Hola, Dean—dije para llamar su atención antes de llegar abajo del todo, porque él se miraba los zapatos.

-Hola, Cassy. Me alegro de verte. Espero no haberte molestado.

-No estaba haciendo nada importante. ¿Qué pasa? Gabriel dijo que...

-¿Quieres venir al baile conmigo?

-¿Qué?

-Sé que es precipitado, porque es mañana. Y también sé que no vas a nuestro instituto, pero realmente, me apetece mucho ir contigo.

Sentí unas inmensas ganas de llorar. Dean me había escogido para ir con él al baile, aunque me doliera en el alma que fuera a Cassandra.

-¿Por qué yo? Hay muchas chicas que... No creo que sea buena idea.

Le di la espalda, porque sentía que el nudo en mi garganta cada vez se apretaba más. Me estaba comportando como una de esas chicas tontas que salen en las películas.

-Quiero que seas tú, Cassy. Por favor. Sino... No creo que vaya—concluyó apenado.

Eso hizo que me girara a mirarle.

¿No iría?

-Está bien, Dean. Iré contigo si es lo que quieres.

Sonrió complacido y me abrazó.

-Gracias. Te buscaré mañana por la noche—dijo y se apresuró a salir de la casa.

Yo entonces cerré la puerta y apoyé la espalda en ella. Ahora que estaba solo, no pude evitarlo. Rompí a llorar, y mi cuerpo se fue deslizando hasta acabar sentado en el suelo. Enterré la cabeza entre las rodillas para que nadie me escuchara, pero no tuve mucho éxito.

-¿Qué te pasa, hijo?

Miguel se acercó a mi, preocupado.

Gabriel también bajó las escaleras, y me observaba con la culpabilidad grabada a fuego en los ojos. Evidentemente, había escuchado la conversación.

-Dean me ha invitado al baile—dije en medio del llanto.

-Y eso es malo ¿por? –. Miguel me acariciaba el hombro. Incluso se había sentado a mi lado en el suelo.

-Porque ha invitado a Cassandra. No a Castiel—aclaró Gabriel por mi.

-Lo siento mucho.

-Y encima tengo que llamar a Charlie para decirle que no puedo ir con ella, porque soy tan imbécil, que voy con Dean Winchester en lugar de con mi mejor amiga. ¡La que prefiere a Castiel! –. Me levanté. La ira había aparecido en mi y corriendo subí los escalones hasta mi habitación. Cerrando de un portazo me tiré sobre la cama y abracé la almohada, ahogando un grito de rabia con ella, tan fuerte, que me dolió la garganta.

Charlie fue muy comprensiva, demasiado para lo que me merecía. Pero pronto dio con una solución. Ir con Kevin. Según ella, ir con dos chicas le haría parecer más guay de lo que realmente era.

Nada más colgar el teléfono, alguien llamó a mi puerta. Era Miguel. Aunque no pasó del umbral.

-Sé que estás disgustado, y te aconsejaría que te calmases y analizaras la situación. Si le dijiste que sí a Dean es porque quieres ir con él, Castiel. Te guste o no, tu hermano y tú habéis engañado a ese muchacho con esa apariencia femenina tuya, así que tienes parte de culpa por lo que está pasando.

-Lo sé—dije afligido.

-Por otro lado, si Lucifer llega a casa y te ve así, sacará la escopeta del desván y matará a ese chico.

-Cierto—eso me sacó una sonrisa. Miguel no mentía.

Se acercó a mi y se sentó en la cama.

-Y ahora te confesaré algo. Me hace ilusión comprar un vestido de baile para mi hija—me revolvió el largo cabello cariñosamente. –Si vas a ir, que se les caiga la baba a todos esos adolescentes. Por todas las veces que se han reído de ti y metido contigo. Ve con la cabeza bien alta, Castiel. Vales más que muchos. Para mi, más que todos ellos.

Volví a llorar, pero esta vez, de emoción por sus palabras. Le abracé y lloré sobre su pecho todo lo que quise, hasta que un carraspeo llamó nuestra atención.

-Las tiendas cierran en un par de horas. Y el baile es mañana—dijo Gabriel.

 

(Sam)

 

Con motivo del baile, solo habíamos tenido clase las tres primeras horas de la mañana. El resto, pudimos marcharnos a casa para prepararnos u hacer lo que nos diera la gana.

En mi caso, y en el de mi hermano, la tarde pasó peleándonos por el cuarto de baño, pero sobretodo, por el espejo.

-Tengo el pelo más largo que tú, ¡tengo derecho a peinarlo con más dedicación!

-Pero si te queda mejor despeinado. Yo necesito mis cuidados.

-¡Y una mierda!

-Sois peores que yo—dijo mi madre entre risas mirándonos desde la puerta. –¿Queréis mi maquillaje?

-Dean seguro que sí.

-No soy yo quien sale con un chico.

-Porque no te atreves.

-Cuando terminéis de arañaros, gatitos, bajad. Os haré una foto para recordar este memorable día—dijo mi padre dando un par de golpes en la puerta para llamar nuestra atención.

-Niñato—continué diciéndole a mi hermano.

-Nenaza.

-Cobarde—concluí. Dean no tuvo réplica para eso. Así que, codo con codo, compartimos el espejo.

-¿Sabes con quién va Cas? –. Preguntó Dean mientras echaba pasta en su cepillo de dientes.

-No va.

-¿Por qué no? –. Se quedó estático, con el cepillo de dientes en la mano, antes de llevárselo a la boca.

-Hay una exposición de cuadros en una galería esta noche y prefiere ir a eso—dije todo lo que Gabriel me había dicho por si daba la casualidad de que Dean preguntaba por su hermano. Palabra por palabra.

No dijo nada más, y terminamos de arreglarnos. Ambos llevábamos trajes negros idénticos, pero mi corbata era de un rojo oscuro, y la suya negra con algunas rayas blancas.

Posamos para la fotografía de rigor para nuestros progenitores, y cogí el coche de mi padre para ir a buscar a Gabriel.

Él mismo fue el que me abrió la puerta, y me recibió vestido de completo naranja, corbata y chistera incluida.

-¿Siempre tienes que llamar la atención? –. No me disgustaba. Al contrario. Era la persona más divertida que había conocido jamás.

-¿Y tú siempre tienes que ser tan soso?

Me quitó la corbata, se quitó la suya y me la puso a mi. Por lo que tuvo que desabotonarse un par de botones superiores, para que la camisa le quedara algo abierta.

-Mejor.

-¿Te gusto más así?

-Me gusta cuando te dejas mangonear por mi.

-Entonces te gusto siempre.

-¿Ya os vais? –. Preguntó Miguel apareciendo desde la cocina seguido de Lucifer. Por una vez, ese hombre, no me fulminó con la mirada.

-Si. No nos esperéis despiertos. Es la noche del baile y ya sabéis las cosas que pasan. No os preocupéis, llevo condones—dijo Gabriel al tiempo que mostraba una ristra de condones que había sacado de su chistera.

Mi cara se volvió del color de un tomate maduro, pero él lo decía todo con una naturalidad, que nadie hubiera pensado que aquellos dos hombres eran sus padres. Miré a Lucifer, pero parecía acostumbrado a los comentarios de su hijo, por lo que no dijo nada al respecto ni se le notó afectado en absoluto.

Y entonces, salimos de allí.

 

(Castiel)

 

Volví a mirarme en el espejo. Ciertamente, aquel vestido me quedaba de infarto. Era el que tanto mi padre como mi hermano habían votado como el mejor en la tienda. Violeta claro, largo hasta rozar el suelo (lo cual beneficiaba que pudiera llevar zapatos planos y no morir intentando andar con tacones), con un tirante que pasaba por detrás de mi cuello y la espalda al aire, que permitía que se viera mi tatuaje de las dos alas negras que me había hecho hacía casi un año y del que apenas podía presumir.

Nadie, ni proponiéndoselo, podría decir que yo era Castiel 'El Torpe'.

Gracias a nuestra vecina que se había ofrecido amablemente a maquillarme y a recogerme el pelo de manera decente, podía concluir que estaba listo para el baile de primavera.

-No dejes que te manosee—dijo Lucifer cogiéndome por la barbilla y mirándome a los ojos. Parecía cerciorarse de que bajo toda aquella pintura y aquellas facciones de mujer seguía estando su hijo.

-No, papá.

-Diviértete, Castiel. Haz lo que desees hacer. Confiamos en tu criterio.

Miguel, en cambio, me atusaba el vestido por la parte de abajo.

Entonces llamaron a la puerta. Estaba claro que se trataba de Dean, lo que me puso nervioso porque había llegado el momento de llevar el engaño hasta sus últimas consecuencias.

Cuando abrí, me quedé colgado unos segundos. Dean estaba perfecto. Como el muñeco de una tarta de bodas. Él tampoco parecía esperarse mi aspecto, porque abrió la boca sorprendido.

-Vaya, Cassy, estás... Guau.

-Tu tampoco estás mal.

-Ni punto de comparación. Seré la envidia de la fiesta, ya lo verás.

Por fin pude comprobar de primera mano como era Dean Winchester con las chicas.

Me abrió la puerta del coche, me ofreció su brazo para que subiéramos juntos por las escaleras, e incluso fue a buscarme un ponche sin tener ni que pedírselo.

-No puedo creer lo buena que estás, Castiel—dijo Charlie acercándose a mi. Kevin y Meg la acompañaban. Meg me sorprendió. Llevaba un vestido negro, con un corpiño incluido y le sentaba de maravilla. –Si lo llego a saber, me peleo con Dean por ti.

-Fijo que ganarías—dije.

-Eso suena extraño viniendo de ti. ¿Estás enfadado con él? –. Preguntó Kevin.

-Estoy enfadado conmigo mismo. Nunca debí permitir que Gabriel me convirtiera en esto, pero ya no hay vuelta atrás.

-Si no se enamora de ti, es más gilipollas de lo que ya es—dijo Meg tirando del brazo de Kevin para arrastrarlo a la pista de baile, llena de gente.

-¡Esperadme! –. Gritó Charlie y salió corriendo detrás de ellos.

 

(Dean)

 

No podía quejarme. Había muchísima gente, la banda tocaba temas de todos los grupos habidos y por haber, y evidentemente, tenía de pareja a la chica más hermosa de la fiesta.

Cassandra estaba impresionante. Tanto, que no podía creerlo cuando me abrió la puerta en casa de los Novak. La misma chica que había llevado un viejo peto vaquero a nuestro paseo por la playa.

Serví un par de vasos de ponche y caminé de vuelta con Cassy. Ella no se había movido del mismo sitio en el que la dejé y me recibió con una sonrisa cuando aparecí de nuevo frente a ella.

-¿Te apetece bailar? –. La tomé del brazo y la acerqué a una mesa donde dejamos los vasos.

Sonaba una de esas canciones pop, versionada por el grupo de turno, aún así, era bailable, y sería perfecta para caldear el ambiente antes de que se decantaran por una lenta en la que poder pegarnos más los unos a los otros.

Mis manos rodearon la cintura de Cassy, las suyas se apoyaron sobre mis hombros, y seguimos el ritmo al igual que los demás.

-Gracias por haberme invitado, Dean. Sé que no he sido precisamente... Amigable desde que nos conocemos. Me has pillado en una época de cambios.

-No te preocupes. Ha sido un verdadero placer.

Le dediqué la más genuina de mis sonrisas. Debía agradecerle su compañía. Su presencia había conseguido despejar mi mente de todos aquellos pensamientos que me asaltaban últimamente. Así, visto en frío, mi confusión con Cas parecía simplemente eso, una confusión tonta. Un error de cálculo. Tal vez vi lo que no era. Al fin y al cabo, jamás me había fijado en otro hombre, y Cas no tenía porqué ser la excepción.

Bailamos un par de canciones más. Todo iba viento en popa. Me sentía relajado, feliz. Satisfecho. Hablaría con Crowley el lunes y le diría que me rendía, que le llamaría Alteza, Majestad o Señor Conde; como más le gustara. Porque Cas era un valioso amigo y no quería perderlo. El tema del beso jamás dado quedaría borrado, cerrado bajo llave y nunca más saldría a la luz. Todo volvería a la normalidad y cualquier pensamiento referente a Castiel lejos de una simple amistad sería como si no hubiese existido.

En eso estaba, hasta que la escuché.

La melodía comenzó diferente, porque la estaba tocando la banda que habían contratado para el baile, pero la letra era la misma. Y poco a poco, se fue convirtiendo en una versión bastante aproximada de la original.

Dejé de bailar, abrumado por la sensación. Aquello era una señal, tenía que serlo. El universo me estaba dando una patada en las pelotas por haber pensado que podía huir de mis sentimientos de forma tan sencilla. Y todos me vinieron de golpe, como un tornado.

-¿Dean?

Sentí como si me faltara el aire. Por una vez, escuchaba. No solo la música. Sino a mi mente, y también a mi corazón.

-No puedo... –. Musité antes de salir corriendo rumbo a la salida mientras me aflojaba la corbata.

-Espera, Dean, por favor—Cassandra había salido detrás de mi y me detuvo antes de que bajara los escalones que daban a la salida. –¿Qué te pasa?

-No puedo seguir aquí, Cassy, lo siento.

-¿Te encuentras mal?

-Pésimo. Me siento... Estúpido. Soy un cretino. Te he engañado, Cassandra. A ti y a mi mismo. No debí haberte invitado, perdóname. Te llevaré a casa.

-¡No! –. No me esperaba su grito y por un instante la miré asombrado. –No hasta que me expliques lo que está pasando.

-La canción. La canción que está sonando ahora. ¿La conoces? –. Hice hincapié en la pregunta señalando a las puertas que daban al salón de baile. La estridente música resonaba aún con las puertas cerradas a través de las paredes.

-Pues...

-Esa canción, sonaba aquella noche.

-¿Qué noche?

La noche del concierto. Era la que tocaban los teloneros. La que sonaba justo cuando vi a Cas estando yo en la barra. Como una aparición. Los focos solo lo iluminaban a él, solo estaba él en aquella sala para mi. La noche en la que debía haberme dado cuenta de que había encontrado a mi alma gemela.

-Una que pasé con alguien muy especial. La persona con la que debería estar aquí. Y no ha venido por mi culpa, porque no le invité. Porque he estado ciego durante mucho tiempo. Porque he sido un cobarde, Cassy. Porque tendría que haber pensado más en mi y en lo que siento, en lugar de en las otras personas. A nadie le importo yo. El instituto se acabará pronto y quizás ni les vuelva a ver. Y de todo esto me doy cuenta ahora.

-¿Quieres irte por una canción?

-Quiero irme, porque necesito decirle a la persona que quiero, que le quiero.

-Que...le...quieres... ¿Te has enamorado de alguien? –. No sé porqué, se cubrió la boca con las manos y comenzó a llorar. ¿Acaso se había vuelto loca? Solo había tenido un par de conversaciones con ella, y una... Cita, si es que podría considerarse así. Pero reaccionaba como si le hubiera partido el corazón en mil pedazos.

-Cassy, no entiendo tu reacción—la sujeté por los brazos, debía tranquilizarla antes de llevarla al coche. Cualquiera que la viese pensaría que yo le había hecho algo muy malo.

Acercó el rostro a mi pecho y apoyó la cabeza sobre mi camisa. Seguía llorando, así que no tuve más remedio que abrazarla hasta que parase. Entonces noté una de sus manos ascender hasta mi nuca, temerosa, como si creyese que me echaría a correr de un momento a otro.

-No puedo más con esto, Dean. Duele mucho quererte... Para que ahora, encima, tu quieras a otra persona.

¿De qué cojones estaba hablando esta chica?¿Se había enamorado de mi?¿Enserio?

-Cassy, oye...

No pude terminar de hablar, porque en un segundo alzó el rostro y me besó en los labios. Temblorosa y fría como el hielo. Quise apartarla, pero por alguna razón no lo hice. Dejé que me besara, parecía necesario para que se calmara de una vez por todas.

Pero entonces ocurrió algo de lo más raro. La delicada chica que tenía entre los brazos empezó a cambiar. Su vestido se evaporó en el aire y mis manos tocaban piel desnuda. Los dedos que rozaban mi nuca se volvieron menos finos de lo que eran antes. Sin embargo, cuando me separé de sus labios, los ojos que me miraban eran los mismos. Aunque su dueño era otro.

-Cas... ¿Qué coño...?

De la impresión, lo solté y me alejé un par de pasos hacia atrás. Mi mente intentaba procesar lo que estaba ocurriendo. Cas estaba medio desnudo, solo con unos pantalones violetas. Pero Cassy me había besado al principio. Cas me besaba al final. Y yo no había soltado a Cassandra en ningún momento.

-Un hechizo—Gabriel y Sam estaban a mi espalda. Parece que habían salido por la puerta sin que nos diéramos ni cuenta.

-¿Qué has dicho?

-Era un hechizo. Cassandra... Era Castiel—continuó Gabriel. Y de pronto, todo cobró un nuevo sentido.

Sam rodeaba a Gabriel como todo un guardaespaldas, seguramente por si me abalanzaba al cuello de su novio. Pero si tenía que enojarme con alguien, ese era Castiel.

Se había quedado en silencio, cabizbajo, como si no supiera qué decir o qué hacer para justificar su engaño.

-¿Cas? –. Incité.

-Lo siento muchísimo, Dean. Se me fue de las manos. –Evitaba mirarme a toda costa, y preferí que no lo hiciera, porque aquellos ojos me harían perdonarle de inmediato.

-¡¿Por qué coño me hiciste esto, Cas?! –. Reclamé. Él dio un pequeño brinco, asustado por mi grito. Pero realmente estaba muy, muy enfadado. –¿Para qué?¿Te divierte jugar con la gente?

Negó con la cabeza.

-Lo hice porque te quiero. Y fui demasiado cobarde como para confesártelo. Mi única oportunidad contigo era siendo como una de esas chicas que tanto te gustan. Perdóname, Dean.

La sinceridad brillaba en sus ojos, mezclada entre aquellas lágrimas que no conseguían salir al exterior. Me decía la verdad. No lo dudaba, pero no quería perdonarle. No podía. Había jugado conmigo.

Iba a echarle en cara su falta de sinceridad, cuando escuché unos aplausos que venían de alguna parte. Entonces, por las escaleras, subió Crowley.

-Dean, amigo mío. Te felicito. Has ganado la apuesta.

-Crow, ahora no...

-Tranquilo, lo he visto todo desde abajo. Has conseguido un beso de Castiel Novak. Me quito el sombrero—dijo al tiempo que hacía una reverencia.

Ahora era el turno de Cas de mirarme con incredulidad.

-¿De qué apuesta habla?

-No...

-Te mereces saberlo, supongo. Aquí mi amigo Dean y yo hicimos una apuesta. Él tenía que conseguir el beso de un chico. Ya sabes, por aquello de que el de las chicas lo tiene asegurado. Y yo elegí que fuera tuyo. Se lo has dado, por consiguiente, tenemos ganador.

Cas sonrió. Eso no era buena señal. Y me miró a mi.

-¿Ah si? Qué cínico eres, Dean. Me reclamas cosas que tú haces peores. ¿Pero sabes qué? Podrías haber ganado la apuesta hace mucho tiempo, porque yo, a diferencia de ti, me moría por besarte de verdad.

-Cas... No lo entiendes, al principio...

Quise seguir, pero él pasó por mi lado para marcharse.

-Espero que el premio por haber ganado valga la pena—dijo antes de desaparecer por la puerta.

Y yo me sentí como la peor de las escorias.

Continuará...

Notas finales:

Madre mía como se han puesto las cosas ahora que se sabe toda la verdad D:

 


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