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La paz en tus ojos por Dagi

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Notas del capitulo:

Dean esta sumergido en los mas profundo de su mente...

Onírico

 

Nueva York, Manhattan.

En la empresa Novak el clima era muy cauteloso. Los rumores abastecían a las personas que trabajaban en cada piso del edificio. Un nuevo cambio estaba llegando y con ello, una enorme conspiración y guerra por el liderazgo.

Todos sabían quién era el causante de dicha gestación, pero nadie podía decirlo en voz alta por temor a ser oídos y recibir un inminente despido.

Los rumores eran fuertes y claros; era la última batalla interna entre Michael y Lucifer para hacerse con el control de la empresa.

En la oficina presidencial se encontraban reunidos tres personas que trataban de anticiparse a los movimientos de su adversario.

—Así que las órdenes son claras, traer a Lucifer y desbaratar sus planes.

—Estas en lo correcto, hermana. No podemos permitir que se salga con la suya. Tiene que volver aquí y tratar de disminuir su poder.

—¿Y cómo lo haremos? Nuestros primos en Lawrence no saben aún la verdad. Nuestro tío todavía no se los ha contado.

Hace más de diez años que el padre de Michael, Lucifer, Raphael, Samandriel y Hannah se ubicaba en la posición de presidente. Dentro de un mes, la sucesión familiar iba a llevarse a cabo a través de una reunión plenaria del consejo. Allí, el presidente de la compañía junto con la votación y el consenso de los accionistas familiares y externos nombrarían a un nuevo sucesor.

—El problema de nuestro hermano es que no ve más allá de sí mismo y eso es nuestra victoria.

La estrategia de Lucifer era simple y evidente. El hombre necesitaba el apoyo y las acciones de sus primos. Su único problema era que el padre de Gabe y Castiel no iba a dejarse presionar por su sobrino. El viejo hombre tenía el cargo de vicepresidente y apoyaba plenamente a Michael como futuro heredero de la empresa.

—Entonces Michael, ¿cuál es tu decisión?

—Ir a Kansas sin que nadie se entere y cuando digo nadie, incluye a Raphael. Él ya nos traicionó uniéndose a Lucifer. No queremos que nos descubra.

 

****

 

En ese mismo instante en Lawrence…

El Doctor Garth Fitzgerald IV comenzó con su parte médico habitual dirigido a su equipo. Las enfermeras tomaban nuevas notas acerca de la evolución del enfermo.

—Once de la noche. Paciente masculino, Dean Winchester. Contextura media y edad promedio...—salteó varios puntos del protocolo para ir directo al asunto—. Ingresó con múltiples lesiones traumáticas y pérdida de conciencia. Respondió favorablemente al tratamiento— siguió con la revisión—. Los estudios de sangre presentaron una leve anemia por falta de hierro. Tratándose con satisfacción... al igual que la dislocación del hombro. Estabilización en progreso…— cuando llegó al final de la carpeta, chasqueó su lengua—. Ahora, no hay respuesta cognitiva. Se sospecha de trauma psicológico provocado por un shock sufrido durante el accidente. Su mente esta autopreservando su estado emocional— terminó con una conclusión afirmativa y esperanzadora—. Esperando que el paciente despierte.

Era un hecho que Dean se encontraba sumergido en la capa profunda de su inconsciente…

El sonido del mar… las risas… los momentos compartidos.

Dean reconocía el escenario. Había sido cuando eran niños. Sammy… mamá y papá, junto a él en la playa.

Podía sentir la sensación del sol en su piel… los granos de arena entre sus pies, causándole molestia…

En un segundo, la luz se cubrió de oscuridad y el escenario volvió a cambiar.

Ahora, un Dean de diez años oía gritos. Una pelea. Sus padres discutían y Sammy lloraba.

Así supo que sus papás no siempre eran felices. Entonces, había llevado a su hermanito a jugar para que no presenciara más la discusión. Protegiéndolo.

Una voz resonaba a lo lejos. Haciéndose más fuerte.

“Dean”.

Alguien lo estaba llamando.

“Dean”.

Parecía la voz de su hermano.

Sam.

Las imágenes de sus recuerdos aparecían a cada instante.

El día en que sus padres tuvieron el accidente de tráfico. Él se encontraba a pocos días de comenzar en la KU para estudiar, vivir su juventud y relacionarse más con las personas.

La mirada de Sam en el entierro. Jamás podría olvidarse de ese gesto; tristeza y desconsuelo.

Su vida había tomado un giro rotundo e imprevisto. Él ya no era el mismo.

“Amigo, tienes que levantarte”.

¿Por qué?

Quería decirle a su hermano que lo dejara dormir un poco más. Cuatro horas y un poco mas… quería gritarle - Cállate, Sasquatch-. Pero su boca no podía moverse. Pensó que se debía a la somnolencia que tenia encima.

Esa pesadez que no lo dejaba levantarse.

“No me dejes solo, ¿me oyes, idiota?”.

Las escenas se movían, giraban, volvían y desaparecían, trayendo nuevas.

“Dean”.

La voz se escuchaba más densa y profunda. No era de Sam.

“Dean”.

Él tenía la imperiosa necesidad de ir hacia donde se encontraba el sonido.

Borrosas imágenes aparecían una detrás de otra. Conocidas y ya vividas.

Pero esta vez todo se detuvo y una neblina comenzó a envolver su espacio. No entendía de dónde provenía.

“Dean”.

La bruma aumentaba su densidad. Nublando su visión.

Empezó a correr y no sabía por qué. A lo lejos, divisaba una figura que emanaba una especie de luz, que no podía alcanzar…

Como un eco que retumba, escuchó un nombre que reconocía a la perfección.

Castiel.

Sentía un fuerte dolor en su pecho, lastimándolo.

De repente y de manera abrupta todo desapareció.

La figura se hizo más clara. Un hombre... un nombre…

Castiel.

Leves gotas de lluvia caían…  y el continuaba corriendo.

Una vez que llegó, sus sentimientos estaban a flor de piel. Quería… deseaba… necesitaba decirle al hombre que…

Pero otra vez sus labios no cooperaban. ¿Qué mierda pasaba con él?

El hombre de ojos azules le sonreía mientras le extendía su mano.

“Dean, tienes que despertar y volver conmigo”.

 

****

 

En un momento. En un instante… lentamente abrió sus ojos con dolor. Su visión era confusa y turbia.

Su mente se encontraba revuelta. No podía pensar con claridad, porque sentía miles de pinchazos en su cabeza.

¿Qué estaba pasando? Él no podía entenderlo.

Estaba muy desorientado y parecía ser que su cuerpo se había entumecido.

Inesperadamente comenzó a oír muchos movimientos y voces a su alrededor.

—Señor Winchester. Soy el Doctor Fitzgerald IV, ¿puede asentir con su cabeza si me está  escuchando?

Una luz sorpresiva lo cegó momentáneamente y fue invadido por más preguntas.

Dean atinó a asentir. Sólo quería beber agua. Necesitaba calmar su garganta seca. Necesitaba que alguien le diera un maldito analgésico para su dolor de cabeza.

Notas finales:

Gracias por leer.

 


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