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La paz en tus ojos por Dagi

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Notas del capitulo:


¿Es el final para esta pareja? ¿O el comienzo?

 Es la hora

 

… desvió la mirada desde los grandes ojos azules de Castiel hacia un costado, mirando un valija negra  en el centro de lugar. Un nudo comenzó a formarse en su garganta y su mente intentaba encontrar posibles respuestas sobre el destino del objeto.

¿Qué mierda, Cas?…"

"Dean no tengo otra opción… me voy a Nueva York"

 


Solamente habían pasado pocos días desde la segunda visita inesperada de Lucifer y de su conducta extraña y petulante.

Castiel había recibido una llamada de Gabriel pidiéndole que vaya lo antes posible a su casa. Por la voz neutral y cautelosa de su hermano presentía que algo no estaba bien.

Después de terminar sus clases, se dirigió a la casa de Gabe quien al llegar lo recibió con una mirada seria y preocupada.

—Entra. Necesitamos hablar, Bro.

Se fueron a la sala de estar cuando Cas se sorprendió al encontrarse con otro de sus primos.

—¡Michael!—exclamó sorprendido. El hombre le dio un atisbo de sonrisa y lo saludó cortésmente.

—Hola, Castiel. Tanto tiempo.

El tiempo siguió su curso mientras los hermanos Novak fueron informados de las cuestiones de la sucesión familiar, el próximo futuro de la empresa y por supuesto los motivos reales de por qué Lucifer estaba en Lawrence.

—¿Por qué no fuimos notificado sobre esto? ¿Por qué nuestros padres no nos dijeron?—exigió enojado Cas después de terminar de escuchar toda la historia.

Ahora Castiel podía decir con certeza, y ante la evidente presencia de Michael, que debían encontrar una solución para detener la hipocresía de Lucifer.

—Ustedes no tenían porque saber, sus vidas están aquí y mis tíos no querían molestarlos.

—Para que sepas Mike, la mierda llegó a nosotros igual— el hombre miró a Gabe con una ceja levantada debido a sus dichos. Un lindo doble sentido de las palabras—¿Qué? Es verdad, esta familia tiene un palo en el culo. Todos tensionados y siempre ocultando cosas.

—Y es por eso primo que vengo ayudarlos.

****

 

Lucifer se dirigió a la casa de Gabriel a pedido de éste último. Tenía la seguridad de que Castiel le había ido con el chisme de días atrás.

Estaba perdiendo los estribos y necesitaba pensar con la mente en frio. Volver a su habitual modo calculador. Él respetaba la postura de sus primos y en especial la de Castiel. Admiraba la lealtad que los dos profesaban por quedarse y no dar el brazo a torcer.

Todos lo veían como el malo de la historia, un tramposo que sólo pensaba en sí mismo. La verdad es que nadie podía comprender su visión. Odiaba el  libre albedrio de sus primos y concluyó que nadie más que él tenía interés acerca del futuro de la familia.

Y con más razón necesitaba esas acciones empresariales en su poder.

Llegó a la casa y esperó a ser atendido. Al instante, Gabe le escudriñó con una mirada de fastidio, invitándolo a entrar. Caminaron unos pocos pasos cuando el empresario se detuvo a mirar la escena que se cernía  alrededor de él.

Sus ojos se centraron en una persona que no se esperaba encontrar.

—¡Ah!… ¿Es una broma de mal gusto? ¿Tú? ¿Aquí?— su voz no denotaba ningún sentimiento al igual que su cara. Al parecer las cosas se volvían interesantes.

—Es hora de terminar con esto, hermano—Michael que se ubicaba a pocos centímetros de él, exudaba una personalidad fuerte y determinante.

—¿Con qué?—dijo haciéndose el desentendido.

Michael sonrió con desgano.

—Tus juegos infantiles, hermano.

—¡Como si tú no jugaras!

¿Quién utilizaba a quién? Ellos siempre se situaban en una eterna competencia de poder y liderazgo. Su hermano era muy inteligente, casi tanto como él.

—A diferencia de ti, yo no trabajo entre las sombras. Sabes perfectamente que a nuestro padre no le gustaría.

Las pocas emociones que mostraba Lucifer se alteraron con las últimas palabras de su hermano mayor. Perdiendo su humor.

—¡Padre! ¡Padre! ¡Padre! ¿Por qué tendría que importarme lo que diga? Pero claro, él siempre eligiendo al hijo preferido—contestó con una ira burlona. Un padre que siempre estaba ausente y que muy pocas veces veían. ¿Quién realmente era el titiritero que trabajaba entre las sombras?

—¡Basta! Los problemas que tengas con él son tuyos. Sabemos muy bien lo que has hecho.

Lucifer se detuvo y miró con inocencia a Michael.

—¡Oh, vamos, Mike!—repuso con una gracia que no sentía—. Y... según tú ¿Qué hice?

—Convencer al débil de Raphael en venderte sus acciones.

En ese momento Castiel y Gabe participaron junto con ellos de la adorable conversación.

—Sobornar y presionar a Dean—afirmó Castiel.

—Manipularnos con irnos de aquí— dijo Gabe.

Lucifer no sólo había sido descubierto, sino que estaba siendo presionado para confesar sus supuestos crímenes y esperando una respuesta definitiva a sus acciones.

—Me aburren… pero si. Culpable. Culpable. Culpable ¿satisfechos?

—Oh, Lucy—Gabriel sacudió la cabeza—. Te quiero primo, pero estas… tan jodido.

Michael se acercó, posicionándose frente a él.

Acorralándolo.

—Esto no va a quedar así, hermano— murmuró Lucifer con rabia. Todo su cinismo se había desvanecido en el transcurso de los minutos—. Nunca me comprendiste. Esta tampoco es la excepción.

—Ya desafiaste a nuestro padre una vez, no me traiciones. Sabias desde el principio que esto iba a terminar así. El puesto debe ser mío, es lo correcto.

A pesar de todo, Michael quería mucho a su hermano. Prácticamente se había ocupado de su crianza cuando eran niños mientras que su madre estaba muy ocupada en asuntos de la alta sociedad. Pero aún así, tampoco podía dejar de odiarlo.

Su querido padre no tenía preferidos. Fue duro con todos sus hijos por una buena causa.

Sin embargo…  ¿qué consiguió al final?  El odio de Lucifer. Porque la distancia que su padre había empezado a mantener hace años, era exclusivamente por culpa de su hermano y sus modos de actuar.

—¿Qué? ¿siempre vas  hacer lo que él diga?

—Si. Porque soy un buen hijo.

Concluyó.

 ****

 

Dos días después…

Hace horas que Dean no recibía una llamada o un mensaje de Cas y eso malditamente lo estaba molestando. Sammy le había comentado que Gabe se había tomado una nueva licencia temporaria.

—¡Al diablo con esto!

Decidido a verificar que su ángel estuviera bien, Dean fue directo a su departamento.

Todo estaba yendo bien entre ellos. No importaba si su estúpido primo quería lo contario. Él no iba a dejar escapar la oportunidad de amar a Castiel y ser correspondido.

Llegó a su destino y salió lo más rápido posible del auto, entrando al edificio. Hizo su camino hacia el primer piso y deteniéndose en la puerta del apartamento, tocó el timbre.

Después de unos eternos segundos fue recibido por un sorprendido Castiel.

—Dean.

—¿Realmente, Cas? dos días sin saber de ti.

—Lo siento...yo iba a-

Dean entró y se aferró a Cas en un ferviente beso. El interior de la boca de su ángel era un oasis donde saciaba su sed. Nunca podría cansarse de esto.

—Me preocupe y…— desvió la mirada desde los grandes ojos azules de Castiel  hacia un costado, mirando un valija negra en el centro del lugar. Un nudo comenzó a formarse en su garganta y su mente intentaba encontrar posibles respuestas sobre el destino del objeto—¿Qué mierda, Cas?

—Dean no tengo otra opción… me voy a Nueva York.

Dean se alejó, tomando una gran distancia entre ambos. No estaba comprendiendo.

Se decía a sí mismo que iba a escuchar a Castiel y no actuar impulsivamente, ya que siempre sacaba conclusiones precipitadas. ¡Dios! Esta vez no iba a seguir sus instintos.

Sin embargo… ver la valija de viaje tampoco ayudaba a su decisión.

Dean no podía hacer nada si Cas decidía irse para siempre. Ya había aprendido la lección de una manera dura y sería inútil seguir forzando una relación que no sabía si duraría.

Entonces resultaba ser que el hijo de puta de su primo había ganado la batalla y eso le molestaba demasiado.

Parecía ser el final. Y aunque a Dean le doliera, lo aceptaría.

Él siempre se resignaba.

—Está bien, háblame. Te escucho.

****

 

Transcurrió un mes desde que Castiel había partido junto Gabriel a Nueva York. Se suponía que la estancia seria corta, un par de días hasta que la sucesión de su familia se arreglara.

Dean no podía dejar de pensar en su ángel y las llamadas telefónicas que tenían no le eran suficientes. Necesitaba tenerlo cerca y ver sus ojos que le traían calma.

Estaba en su taller arreglando un auto clásico de un cliente cuando su celular vibró en su traje de trabajo.

“Dean-o. Lamento decirte que nos quedaremos un par de meses más. Cassie dice que lo siente, que lo de ustedes nunca va a resultar”.

Su respiración quedo atrapado en su pecho al leer el mensaje.

¿Qué le estaba diciendo Gabriel?

De inmediato, otro mensaje llegó a su casilla.

Era de Cas.

“No creas en las tonterías de Gabe, ya estoy en mi departamento. Regresé y te extrañé, Dean :)”.

Dean dejó su trabajo a medio terminar y se dirigió directo a su Impala. Aceleró a toda velocidad y fue a buscar a su ángel.

Castiel pasaba un tiempo jugando con Misha y desempacando su ropa. Por su parte, el felino blanco parecía feliz de verlo. Pensó que debía regalarle un ramo de flores a Anna por cuidarlo. Por suerte el amigo de su gato también le hacía compañía. Así que también anotó mentalmente regalarle un par de juegos a Jensen.

El cansancio pesaba en su cuerpo y necesitaba tomar un buen baño. Su estancia en Nueva York fue demasiado caótica. Nunca se había sentido cómodo con tanto amontonamiento urbano. El ruido incesante de una ciudad que nunca dormía. En los primeros días de su llegada, fueron recibidos por sus padres. Estos se disculparon por todo y le explicaron con más profundidad sobre el tema.

La sucesión se había realizado con una mayoría de votos a favor de Michael. Dejándolo a cargo de la presidencia. Aunque Lucifer había comprado las acciones de Raphael, de nada servía. Eran obsoletas contra el máximo que poseía su hermano mayor. Gracias a que Cas y Gabe cedieron sus partes a su favor.

Lucifer estaba atado de pies y manos, encerrado en una eterna jaula de oro. Obteniendo como castigo la vigilancia de sus hermanos, la desconfianza de sus tíos y aún más la distancia de su padre. Sus planes no eran más que simples bosquejos llenos de resentimiento y odio que quedaron en el pasado.

Antes de regresar a Lawrence, sus padres estaban llenas de expectativas de conocer a Dean. Claro que se habían enterado por Gabriel quien se jactaba de ser un buen casamentero.

Su hermano estuvo un buen rato con él hasta que partió a su casa luego de jugarle una broma maliciosa a Dean.  Ya le había mandado un mensaje de su llegada, pero no obtuvo ninguna respuesta.

El timbre de su puerta sonó justo cuando se estaba despojando de su camiseta. Volvió acomodársela y al abrir la puerta, sintió que su cuerpo era arrastrado a unos fuertes brazos.

Dean era su única visión en esos momentos. Abrazándolo y murmurando incoherencias.

—¿En serio?—resopló—. ¿Un mensaje de texto, Cas?

—Con emoticón—rió Cas y se posicionó para corresponder el abrazo.

Ambos se volvieron a sentir.

—Voy a matar a tu hermano…—murmuró.

Se besaron con desesperación, buscando el recuerdo de sus caricias.

—Te extrañé, Dean.

—Yo tambíen, Cas. Te necesitaba… te necesito, ahora.

Compartieron más besos y nunca llegaban a saciarse. Hicieron su camino hacia el cuarto y mientras rompían el contacto de sus labios no podían parar de mirarse y buscarse.

Ninguno se daba cuenta de la dimensión de su amor. La distancia que los había separado por un corto tiempo hacía estragos en ellos. Necesitaban siempre esa confirmación de que seguían sintiendo lo mismo, demandándose en la reciprocidad y tratando de ahuyentar esos fantasmas del pasado.

Los dos se miran con ojos anhelantes y sus cuerpos también sintieron la renovación de ese vinculo profundo que tanto los unía.

Presionándose en un grandioso y caliente movimiento.

Excitados.

Sintiendo sus erecciones a través de sus pantalones. Esa tormentosa y dulce fricción que causaba en Dean rogar entre gemidos y jadeos. La imperiosa necesidad de sentir mucho más a Cas. Siendo en esta ocasión, el receptor de esos sentimientos tan fuertes.

Mientras se quitaban la ropa, Castiel no dejaba de prodigarle placer a Dean. A través de constantes besos y jugueteos en su palpitante miembro.

—Demonios, si—dijo entre jadeos.

Los minutos pasaron y Dean se posicionaba sobre su espalda y con las piernas separadas, sintiendo la introducción de un dedo cubierto con lubricante en su interior.

La leve quemazón del inicio, se iba desvaneciendo con cada dedo agregado. Era una sensación dulce e insoportable.

Percibió el abandono y se quejó por la perdida. Su ángel se retiró para envolverse el preservativo. Ellos deberían hacerse los chequeos correspondientes, si algún día querían ir más lejos en su intimidad. Se introdujo dentro, sin antes soltar un gruñido al sentir una fuerte presión al estar totalmente en su interior.

—Por favor, Cas...—suplicó y Cas asintió. En su mirada se podía ver el deseo y el amor.

Con el inicio de cada embestida era tocado su punto dulce, llevándolo al límite y perdiéndose en el momento.

Una sensación eléctrica de placer los recorría y sus caderas se mecían con cada roce y choque.

—¡D-Dean! ¡Dean...!

Cada vez más fuerte.

Gemidos guturales salidos desde lo más hondo de sus pechos…

Descoordinados.

Castiel se ocupó de la erección de su novio con más velocidad, brindándole el placer y el amor que se merecía y en un movimiento que parecía eterno, ambos llegaron a sus orgasmos. Uno detrás del otro.

Exudando calor y sudor. Se mantuvieron acurrucados y tratando de encontrar la calma, para equilibrar tantas emociones.

—Cas, te amo.

Las caricias se volvieron imperceptibles, lentas... al igual que sus respiraciones.

—Te amo, Dean.

El cansancio estaba cayendo para ambos, sin embargo seguían presionando sus labios, en profundidad. Sus manos no podían dejar de inspeccionarse, tocarse, sentirse…

Porque aquí se encontraban felices dos hombres que se memorizaban de forma mutua. Grabando en sus corazones, nuevos recuerdos de su amor. Viviendo el día a día, sin importa el futuro.

Viendo en los ojos de cada uno, el amor y la paz que tanto habían ansiado sus vidas.

                                                  

Notas finales:

Gracias por leer. :)


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