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La paz en tus ojos por Dagi

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Notas del capitulo:

Va ocurrir muchas cosas en un solo día, en una sola noche. Causando que Dean y Cas ya no puedan negar lo que sienten.

 

Reacción en cadena

 

Tres meses después…

Castiel había recibido un mensaje de Dean posponiendo la salida a The Roadhouse que tenían todos los viernes, alegando que Sam lo visitaría por el fin de semana largo.

Seis horas después de haber tenido una breve conversación por teléfono con Gabe sobre la sorpresiva llegada de uno de sus primos a Lawrence, Castiel recibió un nuevo texto de Dean. Aparentemente Sam había cancelado la visita, ya que según él, no era habitual que su hermano llegara tarde.

Así que los dos volvieron a sus antiguos planes de reunirse.

Esa noche y después de un par de tragos en lo de Ellen, Dean y Cas se encontraban de un buen humor. En parte, porque Dean no podía creer que unas cuantas botellas de cerveza podían poner a Cas en un estado risueño, casi de ebriedad mientras que él se mantenía perfectamente bien por tener una mayor tolerancia al alcohol.

Ambos hombres habían perdido, una vez más, el significado de la palabra espacio personal. Dean tenía su brazo derecho alrededor de la cintura de Cas sosteniéndolo con fuerza, tratando de que el hombre no se cayera... o eso se decía a sí mismo.

Estando muy cerca de Cas, Dean podía oler su perfume mezclado con la loción de afeitar. No pudiendo controlar su cuerpo, sintió la necesidad de acercar un poco más su rostro y poder seguir envuelto en el exquisito aroma tan masculino de Castiel. Su cerebro ya tenía bien grabado su olor tan particular.

Cuando Dean se dio cuenta de su movimiento, trató de poner distancia nuevamente entre ellos dos.

¿Qué estaba haciendo? Si el mero acercamiento con Cas le hacía sentir de esta manera… entonces no quería imaginarse un contacto más íntimo. Por más que resistía, lamentablemente sus hormonas se enloquecían por el hombre que estaba a su lado.

Debía parar en algún momento de pensar demasiado, porque la extraña sensación que sentía en su corazón desde que Cas llegó a su vida, solamente era eso… una extraña sensación pasajera que se iría tarde o temprano.

Sin embargo, Dean debía admitir que su amigo era devastadoramente guapo.

Mierda.

Sus cavilaciones y divagaciones sin sentido fueron interrumpidas por los balbuceos de Castiel quien se movía torpemente.

—N-no encuentro mis llaves del coche… juraría que estaban en el bolsillo…—la actitud de Cas poseía un tinte que surcaba entre el pánico y la resignación.

—En este estado no puedes conducir, hombre.

Cas se trastabilló de forma inesperada, causando que tanto Dean como él se cayeran al suelo.

La situación no podía ser mas agobiante para Dean.

—Pero…  ¿Qué pasará con mi coche?—Castiel le susurró cerca de la oreja mientras trataban de levantarse de la sucia vereda.

Dean tragó saliva y maldijo internamente.

—¡Jesús! No va a pasar nada con tu pequeña calabaza—su voz salió mas ronca de lo habitual—. lo dejaremos unas horas aquí.

—... mi apartamento, Dean…

Dean debía alejarse. El hombre era un pequeño individuo raro que hacía estragos a su libido.

—Te llevaré... vamos, arriba...—sentenció con más convicción. Sería un maldito si dejara que Cas condujera sin ser consciente de sus acciones.

Cuando estaban llegando al estacionamiento del bar, Dean escuchó una risa de lejos que le era muy familiar. En ese momento y a pocos metros de él estaba bajando de una motocicleta la mujer que lo había acosado meses atrás junto con un acompañante.

Para su mala suerte, Dean cruzó su mirada con la mujer.

—Vete a la mierda—murmuró. De repente sintió como si alguien lo mirara fijamente y no en el buen sentido.

—¿Qué sucede, Dean?—Dentro de su confusión, Castiel no podía dejar de señalar la repentina prisa que tenía.

—No es nada, Cas... sólo apresurémonos.

Sin embargo, ya era demasiado tarde. Las palabras de Nancy llegaron como un fuerte vendaval, haciendo la situación más desesperante.

—¡Oye, niña bonita!

A los pocos segundos, los dos oyeron una voz ruda que les gritaba.

—¿A dónde infiernos creen que van?—dijo el acompañante de la mujer, yendo a su dirección.

Dean se alejó del impala, tratando de ser un escudo entre Castiel y el sujeto. No iba a permitir que nadie lastimara a Cas.

—¡Esta bien! Cálmate, hombre.

—Mi chica me acaba de decir que tú y el otro tipo se metieron con ella.

—¡Steven, enséñales quién es un hombre de verdad!—gritó la mujer.

Steven le guiñó un ojo y tronó sus dedos como si fuera algo común en su vida.

Dean ya sabía que no tenía otra opción mas que pelear, pero trató una vez más de aclarar esta situación infernal. Sin embargo, antes de empezar hablar, Steven le propinó un sorpresivo gancho en la mandíbula, sacudiendo su cabeza hacia atrás y tirándolo directo al pavimento.

—¡Dean!—exclamó Castiel observando toda la escena en cámara lenta. Su amigo en el suelo, el otro hombre jactándose de su destreza y a lo lejos la mujer que una vez conoció en el bar.

Cas caminó con un poco de mareo. Esto no podía ser cierto. Él no bebía alcohol, pero las salidas que tenían con Dean habían cambiado sus costumbres y en ese momento se arrepintió por seguirle la corriente.

Se acercó a Dean e intentó ayudarlo. El hombre se encontraba confuso por el impacto. Tenía un corte en su labio inferior.

—Ahora... es tu turno—dijo Steven con una sonrisa presuntuosa.

Cas dio unos cuantos pasos hacia atrás, haciendo todo lo posible para proteger a Dean. No dejaría que el hombre siguiera con esa actitud. Su mirada se volvió seria, buscando la concentración y la calma. Estaba muy claro que el sujeto ponía su fuerza en sus manos empuñadas y es ahí donde Castiel pudo detectar su debilidad.

Como había aprendido en su juventud y en sus clases de artes marciales, acomodó su cuerpo en una pose neutral. Su vestimenta no era la más adecuada y menos su mencionado estado.

Esperó con paciencia, ya que de nada valdría ponerse nervioso.

Steven abalanzó su cuerpo tratando de imitar su anterior golpe, pero Castiel fue más rápido que él y logró esquivarlo.

El hombre estaba más encolerizado que nunca y poseía una mirada asesina en sus ojos.

—¡Hijo de puta! Te crees listo, ¿no es así?—sacó de su bolsillo trasero una navaja y con una risa maliciosa fue directo a herirlo.

Actuando con rapidez, Castiel se inclinó hacia abajo e impulso una de las palmas de su mano hacia el pecho de Steven, haciendo presión en el tórax.

El hombre cayó en seco, pero esta vez no se levantaría. Apenas podía tomar bocanadas de aire a causa del fuerte impacto en sus pulmones, provocando un dolor momentáneo y molesto.

Oyó el sonido de los tacos de la mujer que se aproximaban hacia el hombre. Nancy se encontraba en un estado de nerviosismo e incredulidad.

Siendo testigo de los últimos acontecimientos, Dean se veía atónito.

—¿Cómo te encuentras, Dean?

Aunque el hombre no le respondió. Sólo le dio la espalda y se fue directo al Impala, gimiendo cada vez que se tocaba la zona lastimada. Mañana por la mañana, tendría el rostro hinchado.

Castiel lo siguió por detrás aún sin entender su repentino y seco comportamiento.

—¿Qué es lo que te sucede?

Lo único que pudo oír de Dean fue un irónico resoplido.

—¿En serio, Cas?—Dean se detuvo antes de entrar—. ¿Cuándo me ibas a contar que eras el jodido Bruce Lee? ¿Tienes otro maldito secreto por ahí?

Sin quedarse para obtener ni siquiera una respuesta, Dean se limitó a entrar al Impala. Él sabía que estaba actuando con inmadurez, pero su orgullo estaba herido.

Castiel decidió que no dejaría que el hombre se escapara así como si nada. Rodeó el automóvil y para sorpresa de Dean, subió al asiento del copiloto.

—¿Qué haces? Al parecer ya estas mucho mejor de tu malestar y por lo visto ya puedes conducir- metió un viejo casette de AC/DC en el estéreo y en ningún momento se digno a mirar a Cas—. Último aviso, ¿Te largas?

Ante ninguna respuesta, Dean puso en marcha a su baby.

Maldita sea. No podía ser más evidente que él era muy protector. Sin embargo, la situación de mierda que habían pasado comprobó y demostró dos cosas; la primera y la más obvia, es que Cas no necesitaba ser protegido. Y la segunda y más difícil de asimilar, era que cuidar podía ser reciproco. Dean entendía a la perfección que debía ceder, pero comprenderlo y ponerlo en práctica eran dos cosas distintas. Él siempre tenía que ser fuerte para Sam y en cierta manera para Bobby también.

—¿Por qué reaccionas así?—Cas escuchó la risa amarga de Dean haciendo eco en el interior del coche.

—¿Por qué?—sus palabras fueron escupidas con exasperación— . Me preocupe por ti, grandísimo tonto. No quería que ese hijo de perra te lastimara y…—respiró con calma para seguir hablando—. Se supone que yo debería protegerte ¿de acuerdo?, me siento más idiota que nunca.

Castiel entrecerró sus ojos y lo miró fijamente.

—Aprecio tu preocupación, Dean. Pero se cuidarme por mi cuenta. No me subestimes tan a la ligera.-ahora era el turno de Cas en sentirse ofendido.

Ninguno de los dos siguió hablando. El tiempo pasó y sólo se oía las canciones de rock que pasaban una detrás de otra.

Una vez que llegó a su casa, Dean apagó el motor del coche y salió al exterior. Cuando abrio su puerta, sintió un empujón que lo adentro por completo a su hogar.

—¿Qué demonios...?

Castiel lo agarró del antebrazo, cerrando la puerta detrás de él y guiándolo por el pasillo hasta sentarlo en el sofá de la sala. Castiel se acercó a Dean y tomó su rostro con ambas manos, siempre cuidando la parte magullada—. ¡Escúchame bien, Dean! Yo también me preocupo por ti. ¿Comprendes?

Sus rostros estaban a escasos centímetros y Dean podía notar con claridad ese color azul chispeante mirándolo con fuerza y algo más que no podía descifrar. Así también como cada marca en su rostro. Dean relamió sus labios y sus ojos se centraron a cada instante en la boca de Cas, agradeciendo haber dejado las luces prendidas de su casa antes de salir.

La atmósfera que se cernía sobre ellos se volvió más densa con el correr de los segundos.

—Oye, amigo... —Dean carraspeó e hizo una pausa—. Espacio personal, ¿recuerdas?—trató de aligerar la tensión que flotaba en el aire, aunque falló miserablemente.

Castiel desvió la mirada y un leve sonrojo apareció en sus mejillas, dándose cuenta en el acto de la situación incómoda en la que se encontraban.

—Mis disculpas, Dean. Yo no…—el hombre se puso nervioso y detuvo su accionar inicial.

—Cas... —Dean tenía dudas de que este sentimiento que crecía en él, fuera una equivocación. Ya no podía más con estas sensaciones que revoloteaban en su interior. Parecía que jodidas mariposas pululaban en su estómago o una jodida bomba de tiempo estaba a punto de estallar.

Sabía que debía alejarse de Castiel, pero le agradaba este momento y quería que nunca terminara.

Dean se acortó el resto del espacio que quedaba entre ellos dos y sin pensar lo que pasaría después, sus labios entraron en contacto con los de Cas.

Un ligero roce de labios. Un leve e intenso cosquilleo.

Castiel no reaccionó al instante, se sentía sorprendido y confundido. Dean acarició sus manos, tranquilizándolo y diciéndole con el simple tacto que todo estaría bien.

Sus labios se reunieron una vez más, profundizando el beso. En un rápido movimiento desesperado, amoldaron sus cuerpos con torpeza, tocándose con precaución e inspeccionando en su recorrido.

Castiel también formó parte del beso con gran énfasis. Como un poseso arrasando todo a su paso. Estas increíbles sensaciones que lo invadían se sentían bien.

Ahora el desconcertado era Dean. Confirmando con este segundo acto imprevisto de que el hombre no tenia una personalidad tan pasiva como podría parecer. Las apariencias engañaban y mucho. Sus dientes chocaban de vez en cuando ante la agresividad desesperante de Cas. La herida de Dean volvio abrirse y ambos  podían saborear la sangre que se filtraba entre sus besos.

Ninguno de los dos se detenían, porque tampoco querían hacerlo, ya que secretamente es lo que ansiaban hace mucho tiempo.

¿Cómo podían parar ahora? Los dos disfrutaban de esta perpleja satisfacción. Ya que descargaban todos los sentimientos que no decian en voz alta.

Despegaron sus bocas, porque no podían seguir respirando con facilidad. Sus pechos se levantaban con rapidez en un intento de recuperar el aire perdido.

Sus frentes estaban unidas y solamente se podía oír sus respiraciones irregulares. No emitían ninguna palabra por temor a que se esfumara el momento intenso e irreal que los envolvía.

—Dean...—susurró Cas con voz ronca. Le acariciaba su rostro con las yemas de los dedos y Dean se dejó llevar. Fue recompensado con besos que iniciaban en su mejilla y descendian hacia su cuello.

—Cas... 

Dean quería seguir sintiendo los labios de Cas, quería que no hubiera ningun tipo de distancia entre ellos.

Tocó el pecho de Cas y a tráves de su camisa, percibió sus tetillas erectas. Jugó con ellas mientras recibía gemidos ahogados del otro hombre. Castiel levantó sus manos para rodearle su cuello y se sentó ahorcajadas sobre Dean.

Ambos gimieron al sentir su excitación elevándose cada vez más.

Dean se aferró a Cas en un abrazo que quitaba el aliento y comenzó a moverse, rozando sus bultos que se apretaban en sus pantalones.

Castiel se estremeció con fuerza y susurraba su nombre con pasión.

Sus ropas le impedían estar completamente unidos y cuando Dean decidió pasar al siguiente nivel, su conexión fue interrumpida drásticamente por el sonido de un carraspeo evidentemente excesivo que se oyó a unos cuantos pasos de ellos y las palabras de cierto alce entrometido.

—¡Demasiada información, chicos!—dijo Sam avergonzado.  El joven hombre desvió su mirada hacia otro lugar—. Juro que no he visto nada.

Dean se sobresaltó quedando totalmente en descubierto.

¡Oh, mierda!

Una cosa era contarle a su hermano sobre sus andanzas y otra muy distinta era que Sam fuera un testigo directo.

Sus cuerpos no se encontraba en una buena posición a decir verdad.

—¡Sammy! ¿Qué haces aquí?

Por la mirada de sorpresa en el rostro de su hermano mayor, Sam entendió de que Dean nunca había leído el mensaje de texto que le había enviado.

—Esto es muy incómodo. No creas que me gusta ver a mi hermano teniendo sex…

Sin que Sam tuviera el tiempo suficiente para esquivarlo, Dean le tiró un cojín del sofá. Tratando de detener sus últimas palabras.

—¡Cierra la boca, Sam!

El menor de los Winchester lanzó su habitual rostro de perra y se fue directo a la habitación de huéspedes a dejar su valija de viaje.

Dean se sentía avergonzado. ¿Cómo mirar a Cas después de la situación que habían vivido?

Por suerte, él no fue el primero en hablar. Castiel no podía más de la vergüenza y de la confusión de sentimientos que estaba teniendo. Todo se había precipitado de golpe.

—Dean, creo….—trató en arreglarse su ropa desaliñada y arrugada, pero todo fue en vano. Pues su manos temblaban sin parar.

—Cas... ¡diablos! Pensé que Sam no vendría…— pero sus palabras murieron en su boca cuando recordó el mensaje de texto. El que no había leído por estar apurado en llegar a the Roadhouse.

Su hermanito volvió a escena para su alivio y frustración.

—Dean, ¿vas a presentarnos?—Castiel se hizo a un lado, dejando ver a Dean por completo y Sam, no podía creer lo que sus ojos veían—. ¿Qué le pasó a tu rostro?

—Nada grave. Agradece a nuestro amigo Jackie Chan que no fue mucho peor—Castiel frunció su entrecejo con cierta molestia—. Tranquilo, sin ofender—se volvió hacía Sam—. Creía que no ibas a venir. No leí tu mensaje... lo siento por eso. Por cierto… Sam, él es Castiel Novak. Cas, este es mi hermano, Sam.

Castiel extendió su mano para saludarlo, pero Sam optó por estrecharlo en un sincero abrazo.

—Gusto en conocerte, Castiel.

—El placer es mío, Sam—contestó con entusiasmo y a la vez avergonzado.

A Dean no le llamó la atención que los dos ombres podían congeniar al instante.

—Siento que estoy demás…—dijo Castiel luego de unos minutos más que penosos. Todavía se encontraba nervioso y con evidente ganas de marcharse—Dean, ¿puedes llamar un taxi?

—Nada de eso, Cas. Yo te llevó. Solamente déjame que revise como esta mi cara—se levantó de golpe y se dirigió al baño. Necesitaba hielo para bajar la creciente inflamación de su mandíbula. Al mirarse en el espejo pudo notar sus pupilas dilatadas, su cada enrojecida y sus labios hinchados.

Dean no podía calmar sus emociones y tuvo que tomar varias veces aire para tratar de despejar todo rastro de calor que quedaba en él. Cuando regresó, no encontró ni a Cas ni a Sam.

—¡Infiernos, Sam! ¡Maldito niño!—gritó a todo pulmón.

Su hermano se había salido con la suya otra vez.

Dean se había quedado solo con su rostro magullado y su mente que repasaba cada imagen de lo sucedido en las últimas horas.

De golpe, el pánico entró en él y una sola pregunta rondaba en él, ¿Qué pasaría entre ellos dos ahora? Habían cruzado la línea.

Notas finales:

Gracias por leer. :)


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