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Fingiendo que no te amo. por LycanZero

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Notas del capitulo:

Después de un largo tiempo, vengo a otorgarles un cap. más de esta historia que lentamente va llegando a su fin,

Aclaro, sí me he tardado pero no porque yo quisiera. Lamentablemente mi lap tuvo un percance y debido a la pandemia no he conseguido la parte que hace falta para que vuelva a funcionar como se debe, así que escribo en el cel donde me cuesta, porque no estoy acostumbrada. Por lo que pido aun más paciencia.

Dejando eso de lado, espero les agrade la continuación :) tiene unas páginas más para compensar.

Agradezco a Luppy mi beta uwu por ayudarme con las correcciones.

Aun cuando quería expresar su sorpresa, esta era tanta que le impedía soltar cualquier sonido de su boca. Aomine no podía creer todavía lo que sus ojos estaban contemplando, haciendo aparecer en su interior dudas y otros sentimientos a los que no podía darles nombre en estos momentos. Es más, ni siquiera sabía si estaba alucinando o si lo que estaba viendo era real. Su antigua sombra y mejor amigo estaba besando al idiota de Kagami como si no hubiera un mañana y el segundo pegaba todo lo que podía su cuerpo contra el más pequeño, de tal manera que Daiki creía que en algún momento iba a aplastarlo por completo.


 


Iba a acercarse, no sabía que iba a decir, pero tenía que estar cerca y darle un buen golpe al pelirrojo por estar engañando tan descaradamente a Kise, el rubio no se merecía que volvieran a lastimarlo; sin embargo un fuerte y tembloroso agarre le detuvo, sacándolo de su trance. Satsuki le sostenía de la mano y con toda la fuerza que su cuerpo tenía jalo a su amigo a otro de los pasillos para que la pareja no les viera.


 


Aomine no se negó, pues caía en cuenta que quien sufría más ahora no era Ryôta, sino su amiga. Pese a que ella siempre actuaba con infantilismo cada que veía a Kuroko, sus sentimientos hacia él son sinceros. Alguien como Momoi merece ser amada y protegida, no tenía por qué estar sufriendo de esta manera. Ella, de todas las personas en el mundo, es quien más se merece ser feliz por todo lo que ha hecho y está haciendo para lograr reconciliarse con Kise, ¿Por qué tiene que sufrir de esta manera?


 


Daiki, sin pensarlo mucho y deseando darle consuelo a su amiga, la rodeo con sus brazos y la pegó con mucho cuidado a su pecho; su mano pasó de manera torpe por los cabellos, aunque eran caricias suaves llenas de confort. La chica se aferró a la ropa de Aomine y comenzó a llorar de forma silenciosa; tenía inmensas ganas de gritar, sin embargo de hacerlo llamaría la atención de la pareja que estaba besándose a la vuelta de la esquina donde ella y el moreno se habían ocultado.


 


Momoi lo sabía, era consciente de que desde hace mucho tiempo había perdido la oportunidad de tener a Kuroko, desde el momento en el que él le confeso que estaba enamorado de Kagami había perdido la esperanza de poder a llegar a ser algo más que una amiga para el sexto hombre fantasma. Sin embargo, una parte pequeña de ella, una primitiva, envidiosa y posesiva, deseaba con todo fervor que el pelirrojo nunca le correspondiera, para que así las puertas de la oportunidad volvieran a abrirse ante ella.


 


Le aliviaba que Tetsuya no volviera a sufrir un desprecio por alguien amado; en verdad estaba muy contenta por él, porque no hay nada más gratificante que ver a la persona que más amas siendo feliz, aun cuando no fuera a tu lado; pero la otra parte, la que aún le ama se encuentra devastada, destruida.


 


Al verlos besarse sintió que algo dentro de su ser se rompió y que los puntiagudos fragmentos se enterraban como estacas en su cuerpo, haciéndola sufrir, mientras la sensación de caer a un pozo sin fondo comenzaba a recorrer desde su cabeza hasta sus pies, potenciándolo con un horroroso escalofrío que se convertía en un fuerte nudo en la garganta que comenzaba a asfixiarla. Solo pudo salir brevemente de esas horribles sensaciones cuando su amigo se movió. Instintivamente se aferró a él, de no hacerlo caería de bruces al suelo y comenzaría un escandaloso llorar. Además, sabía que el moreno estaba malinterpretando las cosas, por lo que antes de que el par se diera cuenta, salieron de ahí.


 


— ¡Kagami, Kuroko! — El fuerte grito de la entrenadora hizo que los mencionados se separaran y arreglaran sus ropas para hacerle frente a Riko, agradeciendo que no los haya visto en el acto. — ¿Dónde rayos estaban? Estamos a punto de comenzar el partido; les diremos la jugada a usar antes de salir, así que apresúrense a entrar a los vestuarios. —Ordenó con fuerza, impulsando a los otros dos a correr para obedecer y evitar las dolorosas consecuencias por parte de la chica.


 


— ¡Entrenadora! —Aomine se asomó para llamar a Riko, notando que el par de amantes también detuvo su carrera al reconocer su voz. —Necesito hablar contigo. —Añadió exponiendo solo la mitad de su cuerpo, pues en la parte oculta aún estaba Satsuki, luchando por no gritar. —A solas. — Recalcó mientras miraba fríamente a los otros dos, que parecían no entender la indirecta de que no era asunto suyo.


 


—Claro. —Desconcertada, Riko se acercó al moreno, quien no mostró indicios de querer moverse de su lugar. — ¿Qué esperan para largarse de aquí? —Cuestionó la entrenadora cuando percibió que la mirada de Aomine no estaba fija en ella. — ¿Qué sucede? —Una vez el par se desapareció definitivamente de su vista, pudo soltar una segunda pregunta.


 


—Pido permiso para faltar a este partido. —Soltó sin miramientos, causando sorpresa en Riko y desconcertando a una aturdida Satsuki, ya que desde que se montó esta idea de los grupos fusionados, Aomine nunca ha faltado a las prácticas y había prometido que asistiría a todos los partidos.


 


— ¿La razón? —Una vez recuperada de su sorpresa, la entrenadora cruzó los brazos y le vio con el ceño fruncido, esperando una explicación coherente.


 


—Satsuki no se siente bien, quiero llevarla a casa para que descanse. —Sabía que su amiga no iba a estar en condiciones de plantar cara al equipo y menos a Kuroko; lo que habían contemplado dejó a la chica muy lastimada y los rastros de su tristeza se notarían en el rostro, preocupando a todos y provocando aún más alboroto.


 


— ¿Le pasó algo? —Preocupada, Riko notó que Momoi estaba aferrada a la espalda de Aomine, ocultando el rostro. — Momoi... —Le llamó, sin embargo no obtuvo otra respuesta que una negación con la cabeza, siendo su señal de que no deseaba que se acercara más.


 


—Haré el triple de entrenamiento como compensación por esto, si quieres. —Tenía que llevarse a Satsuki de ahí. —Pero necesito llevármela para que descanse, sí ella no está bien yo no daré un buen desempeño, seré un desastre. —Más que una advertencia, sonó más como una amenaza.


 


—Está bien, ya comprendí. —Suspiró rendida. —Pueden retirarse, yo le explicare todo a Harasawa-sensei pero cuando lleguen a casa márquenle para decir que llegaron bien. Él es responsable de ustedes después de todo. —Pidió con voz cansina.


 


—Gracias. —Soltó Daiki sin pensarlo mucho, dándose vuelta y abrazando a Satsuki para guiarle a la salida, siempre cubriéndola con su cuerpo para que no se notara su llanto.


 


—Gracias... Dai-chan... —Una vez afuera, Momoi por fin pudo dejar salir todas sus lágrimas mientras que sus gritos expresaban su dolor, aferrándose a la sudadera de Aomine y empapándole con sus lágrimas. Daiki la movió a un lado del estadio, volvió a abrazarla y espero pacientemente a que su amiga dejara de llorar, sabía que necesitaba desahogarse, así que dejo que el tiempo pasara, en algún momento las lágrimas iban a dejar de salir.


 


 


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


 


— ¿Necesitas algo más? —Pasado un tiempo, Daiki y Satsuki llegaron a casa de la chica, entrando al solitario lugar, pues los padres de Momoi habían asistido a una fiesta. Por lo mismo, el moreno se rehusaba a dejarla sola.


 


—No. —Negó lentamente con la cabeza antes de sonreírle de una manera entristecida. —Gracias, Daiki. Muchas gracias por estar ahí para mí. —La voz volvía a perder fuerza y el moreno vio cómo su amiga luchaba por no llorar de nuevo, eso solo alimento más su enojo.


 


—Ese maldito de Bakagami me las va a pagar. —Prometió, acercándole uno de los pañuelos desechables que la chica tenía en su tocador. —Mira que andar con dos a la vez... ese maldito no tiene vergüenza. —Lo que más le dolía es que cuando el rubio se enterara saldría más lastimado.


 


—No, Dai-chan. Estas equivocado. —Momoi no podía permitir que su amigo se hiciera nuevamente de una idea equivocada. —Kagami-kun no tiene una relación con Kise-kun, más allá de una simple y sincera amistad. —Aclaró, llamando la atención total del moreno.


 


— ¿De qué rayos hablas? —Lo que decía Momoi no tenía sentido. —Ellos han dicho públicamente que están en una relación. —Le recordó.


 


—No es cierto, recuerda bien. —Pidió mientras se limpiaba las lágrimas. —En ningún momento dijeron eso, ni tampoco vimos que se tomaran de las manos o se besaran. —Tenía que hacer razonar a Aomine, algo complicado y no tenía mucha fuerza para ello, pero era necesario para que su amigo no se volviera a meter en problemas.


 


—Se besaron antes de que jugaran contra Tetsu y conmigo. —Respondió con una mueca de fastidio, el recuerdo no le era nada grato.


 


—Cierto, pero estoy segura de que hay una respuesta coherente para eso. —Contrarresto con paciencia. —Ellos no son nada más que amigos, Aomine-kun. Y las malas interpretaciones también tienen una explicación; yo no conozco todos los detalles, aun así te aseguro que nada de lo que escuchaste se refería a lo que te imaginabas.


 


El moreno se rascó la parte posterior de la cabeza, algo confuso por lo que su amiga le estaba queriendo explicar. No comprendía a que se refería con aquellas palabras enredadas, aunque una parte de él se sentía aliviada ante la idea de saber que Kise y Kagami no eran nada, eso aumentaba sus esperanzas de tener algo con el rubio.


 


—Ki-chan me dijo una vez que Kagami-kun le está enseñando a cocinar, estoy segura de que muchas de tus malas interpretaciones son por lo que escuchaste de sus lecciones. —Ella no era quien para aclarar todo, ya que no conocía las diversas circunstancias en las que se generaron cada una de las oraciones del despistado par; sin embargo era lo suficientemente consciente para ver a través de ellas y saber que no era nada relacionado con sexo, ni mucho menos con un noviazgo.


 


— ¿Estás segura? —Aomine no quería desconfiar de las palabras de su amiga, pero era algo difícil de creer, ya que lo que sus ojos habían visto y lo que sus oídos habían escuchado, eran pruebas suficientes para dictaminar que ese par tenía una relación íntima.


 


—Te lo juro, Dai-chan. Para Kagami-kun no hay otra persona a la que querer... que a Tetsu-kun. —Aquella sonrisa triste que había desaparecido por unos segundos volvió a presentarse, aquello fue suficiente para aplacar la creciente ira en Daiki.


 


El silencio se extendió por unos minutos, ya que Aomine no sabía que otra cosa más decir, él no era bueno para estas cosas. Jamás había tenido que consolar a nadie por tener el corazón roto, eso era más de chicas a su parecer. Pero tampoco deseaba irse, lo que menos deseaba era que Momoi sufriera esto en soledad, aunque también debería de darle su espacio para desahogarse de forma adecuada; por ello estaba en un dilema, tenía que pensar en algo rápido para no seguir parado con cara de idiota en medio de la habitación.


 


—Satsuki... ¿me dices el plan para mañana? —Después de forzar a su mente a trabajar a más de mil por hora, logro crear una inteligente pregunta que, a su forma de ver, distraería a la chica y al mismo tiempo podía quedarse más tiempo con ella para que no quedara en completa soledad en su casa. Quería que al menos llegaran sus padres.


 


—Claro, pon mucha atención, Dai-chan. — Satsuki sonrió, entendiendo lo que su amigo planeaba y eso le enternecía, pues Daiki podía ser muy bruto en la mayoría de las situaciones, sin embargo también tenía sus rasgos dulces.


 


 


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


 


Lo siento, Taiga. He estado muy ocupado con el trabajo y no he tenido tiempo de revisar los mensajes. Kise se sentía mal por mentirle a su amigo, pero aún no estaba listo para decirle la verdad; ni siquiera sabía cuál era realmente la verdad de la situación, todo en su cabeza seguía siendo un caos. Por más que pensaba en lo ocurrido, terminaba con respuestas llenas de esperanza de que quizá, solo quizá, no le era tan indiferente al moreno. Pero al mismo tiempo estaban aquellas duras palabras que le dedico cuando se le declaro, eran como espinas delgadas y puntiagudas, que cada que recordaba aquello estas se enterraban más profundamente, envenenándolo de miedo y duda.


 


Estoy a punto de jugar. Quiero hablar contigo, tengo una buena noticia. ¿Vas a mi casa? Es importante. Fue la respuesta rápida del pelirrojo, estaba claro que no dispuso de mucho tiempo para contestar y eso le alegraba, ya que así podía pensar detenidamente que responderle. Era consciente de que no podía eludirlo, su amigo no tenía la culpa de lo que le estaba pasando y posiblemente pueda ayudarle a aclarar todas las dudas que rondaban en su cabeza, además de eso le picaba la curiosidad de saber cuál era la buena noticia a la que se refería, pues vagamente venía a su mente las muchas veces que le había marcado anteriormente. Tenía que ser algo muy bueno para haber insistido tanto.


 


Claro, voy en camino y te espero para cenar algo. Guardo su celular y se dirigió al departamento de Kagami, tenía que ver que es lo que había en el refrigerador y si era suficiente para hacer una cena decente, de no ser así tendría que ir a la tienda más cercana para comprar los ingredientes necesarios.


 


—Ojalá no haya nada y así pueda salir. —Suspiro largamente, no quería esperar solo en el departamento, eso solo le obligaría a pensar de nuevo en toda esta situación y lo que más deseaba era distraer su mente para que descansara. Alegre de tener un especie de plan, se preparó para cruzar la carretera, no obstante algo le detuvo, un fuerte y aterrador escalofrió recorriendo su columna. Su instinto le grito rápidamente que había peligro cerca, por lo que levanto de manera acelerada la cabeza y comenzó a ver sus alrededores.


 


Su mirada se movía de forma lenta, escaneando el lugar hasta que se detuvo en una persona, sus ojos se abrieron aún más por la sorpresa. De ser sincero consigo mismo, esperaba jamás volver a aquel tipo, quien le observaba con gran resentimiento y con una sonrisa que no prometía nada bueno, desapareciendo poco después de que un autobús pasara, cubriéndolo por unos segundos pero sus ojos no le engañaban, era él, era Haizaki Shougo.


 


Después de aquel encuentro, Kise se apresuró a llegar a la casa de Kagami, siempre atento a las personas que le rodeaban. En estos momentos no estaba para enfrentamientos, bueno, a decir verdad, nunca lo estaría, jamás había tenido una pelea callejera. Sabía pelear, pero sabía que no es rival para Haizaki, así que lo mejor que podía hacer en estos momentos era encerrarse en la seguridad del hogar de su amigo. Se sentía frustrado, porque él no es alguien que huye, no es un cobarde, pero tampoco es tonto. No iba a entrar a una pelea donde las posibilidades de perder son muy altas, prefería enfrentar las cosas con un partido de basket o hablando con la persona con la que tenía el conflicto antes de llegar a los golpes; sin embargo, Shougo no era así. Aquel hombre expresaba su sentir con los puños.


 


Ahora que lo pensaba, en la secundaria cada que los conflictos con Haizaki comenzaban a evolucionar en una posible pelea física, Aomine aparecía para ponerle un alto a todo. Siempre le tomaba del cuello de la playera y lo alejaba sin cuidado alguno mientras le lanzaba una mirada retadora, una que Shougo siempre evitaba con un chasquido de lengua para irse del lugar; lo recordaba bien porque varias veces, para alejarlo, lo había ahorcado al punto que sentía que iba a morir mientras lo arrastraba lejos.


 


—Siempre estuvo ahí para protegerme. —Y ese era un detalle que no había pasado por su cabeza de forma correcta, siempre había pensado que se lo llevaba para seguir humillándolo en sus one vs one, pero ahora, si lo veía desde otra perspectiva, podría ser que el moreno se acercara para evitar que peleara con Haizaki, pues era evidente el resultado. Al igual que Aomine, el sádico de su ex-compañero sabía pelear muy bien, pues se la vivía prácticamente en la calle, enfrentando a cuanto tipo se le pusiera enfrente.


 


Ante la idea de haber sido protegido por Daiki, su corazón comenzó a acelerarse e inevitablemente el recuerdo del beso floreció, causando que un fuerte sonrojo se extendiera por toda la cara. Se supone que ya no iba a pensar en eso. El rubio se recargo en la puerta y se dejó caer hasta sentarse en el suelo, encoger sus rodillas y ocultar su rojo rostro en ellas, tenía que recobrar el control y hacer que su corazón dejara de latir tan rápido.


 


—Estúpido Daiki y estúpido corazón. —Reclamó en un puchero. —Por favor, detente, deja de latir tan rápido. —Suplico con voz suave, no quería admitir que aquel acelerado palpitar era a causa de un recuerdo hermoso, un sueño que se había cumplido, un beso de Aomine.


 


 


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


 


—Esta es una mala idea, Satsuki. —Había llegado la mañana y por enésima vez Daiki refutaba el perfecto plan de su loca amiga, admitía que ya se estaba arrepintiendo, considerando incluso la opción de huir de ahí.


 


—No seas llorón, Dai-chan. —Momoi no comprendía la cobardía de su amigo, su plan es infalible. Había estudiado no solo la estructura del edificio, sino las posibles rutas de escape y los horarios de los alumnos que tenían club en la mañana, todo para que su amigo pudiera entrar y salir sin problemas.


 


—Tú lo que quieres es que vaya a la cárcel. —Declaró el moreno un tanto nervioso y no le avergonzaba admitirlo. —Este disfraz parece el de un ladrón o un pervertido que va a colarse a los vestidores de las chicas. —Expresó horrorizado.


 


—Oh, por favor. Fuiste tú el que dijo que no querías que alguien te reconociera, así que deja de quejarte. Además, eres un pervertido, por lo que las ropas te quedan de maravilla. —Satsuki le vio de abajo hacia arriba. Para ella no se veía sospechoso; solo llevaba una chamarra gruesa de color azul marino para proteger su suéter y evitar que vieran que no era de la escuela Kaijô, un cubre bocas blanco que le llegaba hasta la parte baja de los ojos, unos lentes de sol y una gorra de béisbol. —Ni siquiera te ves como un pervertido, así que menos quejas y más acción.


 


Aomine sabía que no había poder humano que hiciera cambiar a su amiga de opinión, así que se armó de valor y tomó el walkie-talkie que le ofrecía. Sinceramente no pensó que estas... "cursilerías" tuvieran tanto riesgo. Sí alguien lo ve disfrazado así dentro de la escuela, definitivamente iba a pensar que era alguien sospechoso, llamarían a la policía y lo condenarían a cadena perpetua en una cárcel de alta seguridad.


 


—Más te vale sacarme de ahí sin problemas. —Amenazó antes de entrar a la escuela, procurando ocultarse tras los árboles o paredes cercanas, siempre atento por si venía algún estudiante.


 


—Suerte, Dai-chan. —Alzó su pulgar antes de alejarse de la entrada y evitar sospechas; se mantendría en una esquina, atenta a cualquier cosa que pudiera interrumpir su misión. —Recuerda, tienes que llegar a la entrada donde están los casilleros, de ahí gira a tu derecha, camina todo el pasillo hasta las segundas escaleras. —Momoi tenía una buena memoria y por el bien de su amigo estudio la estructura de la escuela de manera minuciosa.


 


Para su fortuna, el walkie-talkie que se le fue dado tenía incorporado un audífono, por lo que la chillona voz de su amiga podía ir directamente a su oído y no resonar en las paredes del aun vacío plantel. Siguió sus instrucciones al pie de la letra, aferrando en su mano izquierda el ramo de flores que aún se mantenía fresco y hermoso. Se movió con cuidado en los pasillos, escondiéndose cuando escuchaba voces de algunos estudiantes.


 


—Satsuki, ya llegué al segundo piso. —Avisó en un susurro. — ¿Cuál es el salón de Kise? —Sentía que el corazón iba a salírsele del pecho a causa de la emoción.


 


Es el 1-B. —Fue la corta respuesta de la chica, pero fue suficiente para saber a donde debía entrar. Abrió un poco la puerta y revisó que no hubiera nadie. Una vez garantizada su seguridad entro con más valentía. —Su asiento es el cuarto de la fila que está pegada a las ventanas. —Aún se asombraba de la facilidad con la que Momoi podía adquirir la información necesaria para cualquier situación.


 


Se aproximó lentamente y, mientras lo hacía, comenzaba a sentirse un poco idiota. Su corazón no desaceleraba el ritmo de sus latidos y un creciente cosquilleo nació en su vientre, si bien no eran sensaciones incomodas, eran nuevas y sabía lo que significaban, eso era lo que realmente le hacía sentirse como un tonto. No comprendía porque estaba tan emocionado de dejar el ramo sobre el pupitre de Kise; no se lo estaba dando en persona, era ridículo sentir una gran alegría por haber llegado hasta ahí para entregar su regalo.


 


—Estúpido Kise. —Refunfuño, esta es la primera vez que hace algo tan "peligroso" por otra persona, solo esperaba que valiera la pena. —Más te vale que te gusten. —Declaró antes de dejar el ramo; lo hizo con cuidado, no queriendo que alguna de las flores se rompiese, todo tenía que ser perfecto. Con un poco de duda, dejó la tarjeta; sabía que el rubio no adivinaría de quien venía, pero aun así sentía una gran incertidumbre al no saber cuál sería su reacción.


 


No decía un te amo, un te quiero, ni ninguna de esas palabras cursis que le cuesta tanto trabajo decir. Solo declaraba una sincera verdad que, esperaba, fuera bien recibida pese a que desconocería quien era el autor del regalo.


 


Dai-chan, apresúrate a salir. No falta mucho para que comiencen a llegar el resto de los alumnos. —La voz chillona de su amiga le sacó de su ensoñación y se apresuró a salir del salón. Camino rápido por los pasillos y bajo con agilidad las escaleras, solo cuando comenzó a atravesar los jardines procuro moverse con mucho cuidado, poco a poco algunos alumnos comenzaban a llegar y comenzaban a hacer multitud. Con el corazón aun latiendo de forma acelerada, logró moverse hasta la salida y huir sin ser visto.


 


O al menos eso creyó. Una persona en concreto, distraída por las pruebas que hará el siguiente fin de semana, tuvo la inercia de mover su rostro al otro lado de la calle, justo cuando aquel chico llegó a la esquina y mientras se apresuraba a dar vuelta que quito el cubre bocas. No alcanzo a verle el rostro, pero si el color de su piel.


 


 


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


 


Kise soltó un gran bostezo mientras iba camino a su aula, la noche había resultado demasiado movida, con los suficientes acontecimientos para no tener un sueño tranquilo. Su mente es un caos, tantos sentimientos encontrados que, de alguna forma, le hacían sentirse como una persona terrible. La cena de anoche con Taiga fue más sorpresiva de lo que esperaba, incluso olvido mencionarle que había visto a Haizaki; las palabras se borraron de su mente cuando vio a Kuroko entrar al departamento, sinceramente esperaba muchas cosas, menos que el amor platónico del pelirrojo entrara con total tranquilidad a la casa de este. La sorpresa aumento cuando Kagami declaro con orgullo que, después de tanto tiempo, por fin pudo hacer de Tetsuya su novio. Las rojas mejillas del hombre más pequeño confirmaban que no era una broma, sino una inesperada realidad.


 


Él felicito de forma automática, aun aturdido por la sorpresa no podía decir una oración coherente que demostrara a su amigo que estaba feliz por él, aunque el pelirrojo lo comprendió; ambos de manera inconsciente estaban comenzando a conformarse a una interacción mínima con aquellas personas por las que tienen sentimientos intensos. Afortunadamente, Kagami no va a sufrir lo que él, sus sentimientos son ahora correspondidos y de una manera intensa, podía verlo en la actitud de Tetsuya; se tomaba la libertad de abrazarlo, acariciarle el rostro y darle pequeños besos cuando Taiga se inclinaba para susurrarle algo. Incluso la mirada de Tetsuya tenía un fiero brillo que le hizo captar el mensaje desde un comienzo: "Es mío, no tocar."


 


La cena fue muy tranquila, incluso esclarecedora. Ryôta no solo pudo entender poco después la razón de la fiera mirada de Kuroko, sino que se llenó de tanta vergüenza que solo deseaba que la tierra se abriera y se lo tragara; ahora resulta que todos los comentarios con Kagami, así como su interacción amistosa, se malinterpretó de la peor manera, teniendo como resultado que no solo Kuroko llego a creer que eran pareja, sino que posiblemente también el resto del equipo de Seirin y los de la academia Touou. Eso solo significaba que también Aomine lo creía ¿Qué podía ser peor que eso?


 


Kagami trato de tranquilizarlo mientras que Kuroko sonreía con cierta malicia, como si realmente disfrutara de su vergüenza. La escena abrió a un ambiente más relajado y amistoso, siendo obviamente el rubio el blanco más frecuente para las bromas. La plática se hizo más amena y Kise pudo observar, con cierta envidia, que Tetsuya no solo estaba arrepentido por haber rechazado al pelirrojo, sino que estaba dispuesto a compensar en todo lo posible su error. No se limitaba a ser el receptor de las suaves y tiernas caricias, él también las proporcionaba sin pudor alguno. Al parecer le importaba poco si eran observados.


 


Cuando por fin se fue a su casa, Ryôta permitió que su mente se llenara de sentimientos tanto buenos como malos. Se recalcaba una y otra vez que tenía que estar muy feliz por Taiga, y lo estaba sin duda alguna, pero también fue sincero consigo mismo; lo envidiaba demasiado. Mientras que Kagami se llenaba de amor por estar con Kuroko, él se encontraba en un mar tempestuoso donde no podía ordenar sus ideas y sus sentimientos comenzaban a desbordarse nuevamente. Se vio obligado a repetir el beso dado con Daiki una y otra vez, queriendo aferrarse a ese efímero momento para poder aplacar el oscuro deseo de que el pelirrojo no tuviera las cosas sencillas en su nueva relación.


 


Taiga merecía todas las facilidades posibles, ya había sufrido demasiado; pero esa parte oscura en su ser no le permitía convencerse de una manera fácil.


 


—Soy el peor amigo del mundo. —Musito mientras comenzaba a subir las escaleras. No siendo suficiente su poco dormir, también recibió un severo regaño por parte del entrenador, pues al no estar concentrado al cien cometió muchos errores. —Voy a morir en la tarde. —Lloriqueó, pues Takeuchi le sanciono con un entrenamiento especial, prometiéndole que estaría tan cansado que no tendría tiempo ni para desconcentrarse.


 


— ¡Ah, ahí está! —Ryôta se vio repentinamente rodeado por todos los hombres que iban a en salón, cada uno de ellos le veía con infantil reproche y uno que otro lloraba por frustración. —Kise-kun eres un desgraciado. —Declaró uno de cabellos oscuros y ojos marrones. Fue directo al ataque mientras los demás asentían con espeluznante sincronía.


 


— ¿Eh? —No entendía que estaba pasando.


 


—No te conformas con tener a todas las del salón muriendo por ti, sino que ahora te haces el digno para que te cortejen. —Refunfuñó otro y de nuevo el resto asintió varias veces. — ¿No tienes vergüenza? —Le señaló con el dedo, aumentando el desconcierto de Ryôta.


 


—Esp... esperen... yo no... —Sus compañeros parecían lobos preparados para saltar encima de él y destazarlo sin piedad.


 


— ¿A qué pobre mujer vas a desfalcar para tener un poco de atención? —Reclamó un tercero.


 


—Pobrecita, debe de estar desesperaba por tu atención que se ha privado de llevarse el pan a la boca con tal de darte regalos. —Ahora todos, compadecidos por la situación de la "joven", comenzaron a llorar.


 


— ¡Que tengas a todas las mujeres a tus pies no te da derecho a tratarlas con la punta del zapato! —Ya recuperados de su anterior llorar, volvieron al ataque.


 


—Se hombre y atiende a todas, no hagas favoritismos. —Ordenó el que había atacado primero.


 


— ¿¡De que rayos hablan!? —Con la paciencia terminada y el desconcierto envolviéndole, Kise no tuvo otra alternativa que gritar para llamar la atención de sus compañeros. Ya se había acostumbrado a que algunos dramatizaran de más por su gran popularidad con las chicas; sin embargo, nunca le habían llegado de a montón para reclamar, contrario a ello la mayoría siempre se acercaba para pedir que les presentara algunas modelos.


 


—Kise-kun. —Ahora fue el turno de las chicas de llegar y quitar a empujones a los hombres, todas ellas con lágrimas en los ojos, entristecidas, curiosas y quizá, solo quizá, un poco enojadas por lo que estaba pasando. — ¿Es que has decidido tener novia? —Ni siquiera pudo notar quien fue la que pregunto, pues las preguntas y exigencias comenzaron a llegar a la vez mientras invadían su espacio personal.


 


—Dinos quien es ella.


 


— ¿Es bonita?


 


— ¿Viene a esta escuela?


 


—Estoy segura de que es una de las modelos con las que siempre trabajas.


 


— ¡No sé de qué hablan! —Sus nervios comenzaban a crisparse por la insistencia y el acorralamiento de las féminas a su alrededor, por más que quería saber el porqué de esta situación solo le llovían preguntas, reproches y exigencias.


 


— ¡De eso! —Corearon todos mientras señalaban al interior del salón y por fin Ryôta tuvo una respuesta. En su pupitre reposaba un hermoso ramo de flores, una armoniosa combinación de azul, rosa y blanco; adornado humildemente con un listón azul y gracias a que los rayos del sol comenzaban a iluminar el lugar, el celofán soltó un sutil brillo, aumentando la belleza de las flores. Inexplicablemente el rubio se sintió muy conmovido por el detalle.


 


No es como si nunca recibiera regalos, contrario a ello siempre se le llenaba de muchos presentes en las fechas "marcadas", como lo es su cumpleaños, san Valentín y navidad; sin embargo, cada uno de ellos era superficial; queriendo decir con esto que siempre contenían intenciones como la conveniencia, el compromiso, la admiración; pero en ninguno notaba el esfuerzo por escoger algo que realmente le hiciera sentir bien. Otros ramos que le habían enviado se notaba que eran escogidos solo por ser bonitos o deslumbrantes, queriendo asombrarlo con su tamaño.


 


Y el que reposaba en estos momentos en su lugar, carecía de todo ello. No había glamur, no era un ramo enorme y tampoco tenía los peculiares colores llamativos o las flores más comunes; había rosas, sí, pero son de un suave tono rosa que resaltaban por el blanco y el azul de las otras flores que, a decir verdad, desconocía como se llamaban.


 


Kise esquivo a la gente que le rodeaba y se aproximó a su lugar, dudoso y con el corazón comenzando a latir con cierto acelero. Ansioso por saber quién se lo había enviado, tomó la pequeña tarjeta blanca y leyó con atención las tres pequeñas líneas. No conocía la letra y tampoco podía asegurar de quien eran, pues carecía del nombre del remitente; aun así, las cortas oraciones y la cierta simpleza que contenían le hicieron sonreír genuinamente. No contenían comentarios comunes o interesados; no había elogios sobre lo apuesto que era, que le encantaba su carrera de modelo, que le apoyaba incondicionalmente o un amor a primera vista.


 


Aquellas tres líneas resaltaban un rasgo de su ser, alababan sus expresiones y como estas tenían influencia en aquella persona. Desconocía en que inspiraba a su admiradora, pero agradecía mucho aquellas palabras; lo único que le dolía es que aquel amor que le profesa, uno sincero como lo dice en la tarjeta, no puede corresponderlo; no cuando su corazón pertenecía a un idiota de tez morena.


 


—Huelen bien. —Con cuidado enterró su nariz entre las flores, aspirando largamente para inundarse del tenue aroma. Todo esto observado con embeleso por sus compañeros, quienes estaban sorprendidos por la expresión tan serena y feliz que mostraba Kise.


 


Todos ellos conocían la carrera del rubio y se daban una idea de que, pese a su trabajo, su vida no era sencilla. Muchas personas siempre persiguen a otras por un ambicioso interés y lamentablemente Kise no era la excepción; habían visto a muchas chicas insistir en ser sus parejas, en querer algo con él para presumirlo como si fuese un muñeco coleccionable o una exquisita joya; también había chicos que muertos de envidia siempre buscaban causarle problemas pero que afortunadamente fallaban porque Ryôta no se dejaba, siempre que podía se defendía. Muchos creían que por ser "una cara bonita", era un inútil que no podría ni sabría defenderse, pero se llevaban una gran sorpresa. Puede que no sea un experto luchador, pero al menos sabía lo suficiente como para evitar que le hicieran daño.


 


Ellos son conscientes hasta cierto punto de la dureza de su vida y que por lo mismo siempre mantuviera una máscara que oculta todas aquellas emociones grises, para dar lugar a una sonrisa que si bien deslumbra también se nota falsa. Así que es completamente normal que se queden paralizados de la sorpresa al ver una expresión tan genuina y sincera de su parte, de alguna forma su belleza resaltaba mucho sin aquella máscara que usualmente usa cuando esta con personas a su alrededor.


 


Las chicas no pueden enfurecer ya; aquella sonrisa pequeña y pura de Kise aplacó su enojo y celos, agradeciendo mudamente a quien tuviera tan pequeño pero lindo detalle. No podían rivalizar con aquella mujer desconocida, lo tenían muy claro; ya que ellas también entregaron regalos en algún momento al rubio, pero jamás pudieron contemplar la reacción que en estos momentos veían. Algo contenía aquel ramo que provocaba que las barreras de Ryôta se quebraran y mostraran su nuevo ser.


 


— ¡Un florero! —Por fin una salió de su estupor y cayó en cuenta de que aquel regalo no podría sobrevivir todo el día sin agua, antes de que las clases terminaran las flores terminarían muriendo y eso no podían permitirlo.


 


— ¡Hay uno en mi club de té! — Intervino otra y se fue corriendo al lugar, no le importaba si estaba lleno, tiraría esas flores a la basura de ser necesario, pero el ramo en las manos de Kise tenía que sobrevivir.


 


Los hombres solo fueron empujados a los lados por las chicas que nuevamente comenzaron a rodear a Ryôta, prometiéndole que mientras este en el club de basket ellas cuidarían de tan bonito regalo. Incluso comenzaron a alabar los colores y las flores; siendo gracias a ellas que conocía los otros dos tipos que acompañaban, lirios y orquídeas.


 


 


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


 


Aomine estaba distraído, demasiado distraído. Momoi podía verlo claramente, las pruebas estaban en que ignoró por completo al maestro de historia pese a que este le habló como unas cinco veces; también lo confirmo cuando casi se mete por error al sanitario para mujeres y cuando no anotó ninguna canasta en las prácticas; asustando a todos incluso al entrenador, que no comprendían el porqué del estado del moreno. Sin embargo, ella estaba enternecida, conocía muy bien a su amigo para saber que estaba así porque los nervios le consumían y no precisamente los del partido que se avecina, sino por el regalo que dejó reposando en el pupitre de Kise.


—Se te va a meter una mosca en la boca sino la cierras, Dai-chan. —Comento Satsuki de manera desinteresada mientras caminaba a lado de su amigo. Iban de camino al estadio donde se llevaría otro de aquellos extraños partidos, pese a la inesperada creación estaban teniendo bastante público; sin embargo, los contrincantes no eran muy buenos, casi podía adivinar quienes quedarían en la final.


 


—Cierra la boca, Satsuki. —Repeló el moreno, avergonzado de su actitud, pero no podía evitarlo. El poder conseguir el perdón de Ryôta estaba obligándolo a hacer cosas que en su vida pensó que haría por una persona, por ello su mente no dejaba de pensar en las miles de reacciones que pudo haber tenido el idiota ese.


 


Quizá tiro las flores de una manera fría, desinteresado por el detalle; posiblemente le gusto y puso una de sus bobas sonrisas que aumentan su atractivo o tal vez alguna de sus locas fans se declaró la autora del detalle y le robo el crédito. ¡Argh! Aomine se sentía bastante ansioso, frustrado y enojado, cada uno de sus escenarios le causaba una emoción diferente y su cabeza ya comenzaba a dolerle; no estaba acostumbrado a crear tantos escenarios, sentía que su cerebro en algún momento iba a explotarle por pensar tanto. Sin embargo, no podía evitarlo, no sabía cómo apagar sus pensamientos para que estos dejaran de torturarle.


 


—Tú eres quien debería de cerrarla, ganguro. —Repela divertida, eran pocas veces en las que Daiki no podía responder de manera adecuada a un comentario que tiene como fin molestarle. —Creo que en el camino te comiste como dos. —Pico a un más. Se alegraba de esta situación, no porque le gustara ver a Daiki sufrir, sino porque estaba explorado terrenos que pensó jamás exploraría a causa de su mente simple y sosa.


 


— ¡Serás...! —Tal vez un buen jalón en sus mejillas le sirva como reprimenda y deje de burlarse de él.


 


— ¡Momoi-san! —Habló Kuroko con cierta fuerza y, en un parpadeo, el cuerpo de la chica se tensó. Lo sucedido con su Aomine le había servido para despejarse un poco y olvidar momentáneamente su tristeza, sin embargo, el chico fantasma apareció de manera repentina, obligándola a volver a su realidad.


 


—Te...Tetsu-kun... —Quería saludarlo con una enorme sonrisa, en verdad deseaba demostrarle que estaba muy feliz por él, ya que por fin estaba con la persona que amaba. —Yo... — Pero no podía, el nudo en su garganta impedía que salieran esas palabras que contenían una extraña mezcla de felicidad sincera e hipocresía, ya que Momoi sabía que en su interior una parte de ella estaba enojada por la nueva relación de Kuroko. Su corazón roto aun no comenzaba a sanar, por lo que no se sentía preparada para enfrentar al chico, pero tampoco podía huir tan descaradamente, haría notar que no estaba bien.


 


—Quisiera hablar contigo, Momoi-san. —Afortunadamente para ella, Kuroko en estos momentos estaba demasiado abrumado por su felicidad como para percatarse de su estado de ánimo.


 


—No puede, tiene que ayudarme con unas cosas. —Aomine intervino de inmediato, él si podía ver la fuerte tensión en el cuerpo de Satsuki; no le gustaba verla así, por lo que uso todo su autocontrol para no gritarle a Kuroko y echarle la culpa de la situación; se mordió la lengua, envolvió a su amiga con su brazo y la llevó con él lo más rápido que pudo, evitando que cruzara alguna nueva palabra con Tetsuya y este, sintiendo el aura agresiva del moreno, no se atrevió a seguirles. No por miedo a que le hiciera algo, sino que sabía cuál sería la respuesta que podría tener su novio si se enterase de que Aomine le hizo algo.


 


—Daiki. —Satsuki le llamo con voz ahogada, elevando su mirada para poder observar a su amigo, no quería que por sus conflictos emocionales volviera a alejarse de Kuroko, no se le hacía justo.


 


—Tranquila, no pasa nada. —Aseguró, así como Momoi podía leer sus expresiones, el moreno también podía hacerlo cuando presta la debida atención. No por nada eran amigos de la infancia.


 


—Lamento las molestias. —Susurró, no soltando lágrima alguna. No podía permitirse el llorar, alteraría a todos y lo que menos deseaba es que tanto Kuroko como el resto de los chicos se enterara que estaba en ese estado por mal de amores. No debía arruinarle la felicidad al chico que tanto ama.


 


—Tonta. —Apoyó con un poco más de fuerza su mano sobre su cabeza y se la frotó hasta alterar por completo su cabello rosa.


 


— ¡Oye...Dai-chan! — Reprendió con un puchero mientras luchaba por soltarse del brusco agarre, sin embargo, Aomine la siguió dirigiendo al interior del estadio. Los demás observaban con curiosidad, era raro ver al moreno molestando de esa forma a la chica, pero lo dejaron pasar ya que faltaba poco para que comenzaran a prepararse e ir a jugar.


 


—Yo soy quien más molestias ha causado, así que por esta vez... —Rayos, era vergonzoso decir palabras tan sentimentalistas. — Por esta vez... yo voy... voy a ser quien... te... — Chasqueo la lengua con molestia, esto era complicado. — ¡Solo yo estaré a tu lado en esto! ¿De acuerdo?


 


—Dai... chan... —La chica comenzó a lloriquear, conmovida por las palabras de Daiki. Tenía mucho tiempo de no ver esa faceta sobreprotectora de su amigo.


 


— ¡No llores, tonta! —Repeló alterado, lo que había dicho no era para hacerla llorar sino para hacerle sentir mejor.


 


— ¿¡Que le hiciste, idiota!? —Wakamatsu se acercó enojado, exigiendo una respuesta.


 


—Me dijo fea. —Mintió con descaro, no podía avergonzar más a Aomine, por lo que tenía que hacerlo ver como el chico malo.


 


—Aomine-san eso no se le dice a una chica. —Reprendió Sakurai con debilidad, luchando por no disculparse ante la iracunda mirada del otro. No podía retroceder en esto, tenía que ser un caballero y defender a Momoi.


 


—Yo solo le dije la verdad. —Comprendiendo su estrategia, Daiki no tuvo otra alternativa que seguirle el juego, pero estaba grabando muy fuerte en su mente este suceso, se lo haría pagar a la chica y con creces.


 


—Entrenador. —Siguió con su llanto infantil, buscando el consuelo del único adulto entre el grupo.


 


—Aomine... mañana harás el triple de entrenamiento en la mañana. —Declaró con firmeza mientras acariciaba la cabeza de Satsuki y le acomodaba algunos de sus cabellos que por la fricción apuntaban a varias direcciones.


 


— ¿¡Por qué!? —Eso no era justo, no lo iba a permitir. El triple del entrenamiento espartano era mucho incluso para él.


 


—Eso te pasa por ser un idiota. —Imayoshi le sonrió con clara burla, siendo a poyado por el resto del equipo Touou. Nadie insultaba a su linda manager, ni siquiera el As.


 


—Satsuki. —Le llamó con los dientes apretados, viéndola con amenaza sin embargo la chica se hizo la desatendida y desvió la mirada para otro lado, eludiendo el problema. — Esta no te la perdono. — Afirmó, aunque estaba seguro de que no habría represalias; con este pequeño número la tensión en Momoi bajó considerablemente, pero aun notaba como cuidaba sus pasos para no acercarse mucho a Seirin, donde Kuroko observaba todo con algo de desconcierto al igual que el resto del equipo.


 


 


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


 


Sapo azul, aquí fénix rosa... ¿me copias? —La voz chillona de Satsuki sonó una vez más por el walkie-talkie, haciéndole enfurecer. La muy maldita tuvo la osadía de pensar en nombres clave y él le había apoyado, creyendo que eso la entretendría, sin embargo, confió demasiado en la ridícula creatividad de la fémina.


 


— ¿Por qué mierda soy un asqueroso sapo? —Exclamó lo más bajo que pudo mientras se escondía detrás de una de las paredes de la escuela Kaijô. Su maldito apodo estaba horrible, no iba a permitir que Momoi le llamara así en estas misiones, donde estaba arriesgando su pellejo para dejarle regalos a Kise.


 


Porque hasta que te bese el amor de tu vida no serás un príncipe. —Declaró con simplicidad, como si fuera algo lógico. — ¿Qué no conoces la historia, Aomine-kun?


 


—Claro que la conozco. Por eso se me hace ridículo. —Refunfuñó mientras subía las escaleras con su preciada carga. Nuevamente sintió el nerviosismo del día anterior, pues aún no desaparecían de su cabeza aquellas ideas descabelladas donde se veía en prisión para el resto de su vida.


 


Desde la noche anterior sabía que le iba a llevar a Ryôta. De camino al estadio pudo percatarse de una pequeña cafetería recién abierta sobre la carretera; su temática estaba relacionada con Italia, los folletos aseguraban tener los postres más conocidos y ricos de aquel país. De forma inmediata pensó en que uno de aquellos postres podría ser el siguiente regalo, ya que al rubio le gustaban las cosas dulces y estaba seguro de que le encantarían los de aquella cafetería. Así que, cuando ganaron el partido, entró junto con Momoi al lugar y escogieron el postre que más les llamó la atención.


 


Es perfecto. —Momoi no iba a permitir ningún cambio en sus nombres clave. — Menos quejas y más acción. —Repitió la frase de ayer. —Ten mucho cuidado con la bolsa térmica, te recuerdo que es de mi papá. —El problema con el postre que compraron es que tiene que estar a una temperatura adecuada para que no se eche a perder.


 


—Ya lo sé. —Sonrió ante ello, pues la chica le quitó la importancia en cuanto a la posibilidad de que aquella pequeña bolsa azul celeste ya no volviera a casa.


 


Yo sé que conquistaras a Ki-chan, así que cuando eso pase, asegúrate de pedirle la bolsa de regreso, ¿entendiste? Ojalá él pudiera tener la misma seguridad que Satsuki; ya que con el daño hecho, quizá podría conseguir el perdón del rubio, pero nada garantizaba que Ryôta aceptara sus sentimientos. No iba a rendirse, eso estaba más que claro, pero tampoco iba a forzar al rubio a aceptar una relación con él; si era despreciado se lo tendría bien merecido, pero al menos no iba a caer sin pelear.


 


Había escogido un postre pequeño pero bonito y de buen sabor; de igual forma había puesto una tarjeta, con la diferencia que en esta ocasión Momoi procuro poner una A como firma. Aomine de forma inmediata se puso nervioso, pues llego a creer que la maldosa chica iba a poner su nombre, sin embargo no pasó de aquella única letra. Según los argumentos de Momoi, es para que Kise comience a seguir pistas y le pique más la curiosidad de saber quién es la persona que le está dejando tales regalos.


 


—Espero te gusten. —Sonrió y dejo la bolsa nuevamente sobre el pupitre. La pequeña tarjeta fue acomodada bajo el asa, con el objetivo de que no fuera a caerse por si alguien más llegaba antes que el rubio.


 


Como la primera vez, Daiki salió lo más rápido y discreto que pudo, eludiendo a los primeros alumnos que comenzaban a llegar a la escuela. En esta ocasión había procurado no quedarse tanto tiempo, solo cumplió con su objetivo y presuroso se dirigió a la salida. No hubo percances, afortunadamente y estaba seguro de que nadie le había visto.


 


 


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


 


Kise estaba con mejor ánimo, aun había cosas que resolver, sin embargo el ver el pequeño ramo en la mesa de centro de su departamento le mejoro el humor; incluso estaba mostrando un gran desempeño en las practicas matutinas del club. Quizá muchos creen que es ridículo ponerse felices por un regalo que ni siquiera posee el nombre de quien lo envía, pero a ojos del rubio contiene un significado importante. No es que se esté enamorando de esta nueva fan o que posea un interés similar por ella, sencillamente le alegraba saber que alguien está esforzándose por demostrarle que no es solo una "figura" de revistas, sino también un ser humano. Un gesto sincero que provocaba en él una sonrisa franca.


 


—Al parecer te levantaste con el pie derecho esta vez. —De camino al interior de la escuela, Kise se encontró con Kasamatsu. Desde hace poco más de una semana había dejado de asistir por completo al club, pues los exámenes estaban ya a la vuelta de la esquina y debía tener completa concentración en ello.


 


— ¡Ah, senpai! —Kise sonrió al ver a Yukio, se acercó con rapidez para saludar. — Buen día. —El mencionado se sintió internamente aliviado de que el rubio mostraba mejor humor.


 


—Buen día. —Correspondió el saludo y siguió caminando, seguido de un muy sonriente Ryôta. — ¿Qué es lo que te tiene de tan buen humor? —Aun cuando luchara por controlar su curiosidad, esta pudo más que su discreción.


 


— ¡Ayer recibí un regalo! —Expreso eufórico, queriendo abrazar a Kasamatsu; quien le empujo con una mano para mantenerlo a una distancia prudente.


 


— ¡No te me acerques tanto, idiota! —Reclamó con cierto enojo, aunque el ver que Kise realmente se vio afectado positivamente con ese regalo, se calmó más rápido que de costumbre. — ¿Y qué te dieron para que tengas esa sonrisa de idiota en la cara? —Exigió saber.


 


—Unas flores. —Fue la sonriente respuesta que dio el rubio, desconcertando momentáneamente a Kasamatsu, el cual no esperaba tan sencilla respuesta. Teniendo en cuenta el carácter caprichoso de su kohai, sinceramente esperaba que le dijera algo un poco más... excéntrico. Él mejor que nadie sabía cuántos regalos le pueden llegar a este chico en un parpadeo y también conocía lo exagerado que podían ser algunas de aquellas féminas; recordaba claramente como una de ellas le había mandado una hermosa cadena de oro, la cual el rubio rechazo puesto que esta venía con la condición de aceptar ser novio de aquella loca. Con tristeza supo que no era la primera vez que le hacían una proposición así.


 


Muchas venían al chico como si fuera un objeto, una pieza más de sus joyas que podrían restregar en la cara a las otras envidiosas mujeres. Eso le causaba un amargo sabor en la boca, porque entendía que era una situación que Kise se ve forzado a tolerar, pues parte de ser un modelo exitoso es tener un poco de locas fans haciendo tontería y media para poder estar con él. Menudas idiotas.


 


— ¿Y qué de impresionante tiene ese ramo? —Debido a aquellos recuerdos, Kasamatsu comenzó a enojarse de nuevo por lo que no pensó las cosas antes de decirlas. — ¿Te lo mando el idiota de Aomine? —Solo cuando se escuchó se percató de que había entrado a un terreno que no debía. ¡Maldición!


 


—Eso fue cruel, senpai. —Como era de esperarse, la sonrisa de Ryôta desapareció momentáneamente pues aún con el regalo de aquella fan alegrándole el día, no era suficiente para borrar el amor por el moreno. — Sabe bien que Aominecchi no es de ese tipo de persona. —Lucho por recuperar su sonrisa, no quería que este día se fuera al caño por el solo recuerdo de su amor platónico.


 


Aunque eso no evitó que naciera una pequeña fantasía, una donde Aomine le llenaba de detalles cursis como un novio enamorado. Bueno, es consciente de que aun si sus sentimientos hubiesen sido correspondidos eso no iba a pasar; Daiki tiene de romántico lo que él de feo, nada. Jamás le hubiera regalado nada, incluso podía estar seguro de que olvidaría las fechas importantes como el cumpleaños o los aniversarios, sencillamente nada de eso va con el carácter del moreno; pero a Ryôta eso no le importaba y es porque le quiere que acepta todo lo que Daiki conforma.


 


Él se hubiera adaptado. Cambiaria las citas en el parque por largos partidos de basket; los postres por hamburguesas; las películas de acción por las de terror; los maratones de películas en casa por maratones de partidos de basket; la compra de ropa por tenis deportivos. Quizá no sea bien visto el ceder tanto, pero a final de cuentas es una fantasía, algo que jamás pasara.


 


—Lo siento, no fue mi intención. —Se disculpó de manera sincera, no había sido ese su propósito. — Pero ya dime ¿Qué de especial tienen esas flores? —Insistió, esperando cambiar el tema y mejorar el ánimo del rubio.


 


—Eso es lo que lo hace especial, senpai. —Ryôta saco su celular y le mostro la foto, el pequeño ramo dentro de un florero de cristal. —No son finas, puede que ni siquiera valieran mucho dinero. —Sonrió sincero. —Alguien las puso solo para poder hacerme feliz.


 


—No entiendo tu explicación. —Para Kasamatsu no tenía sentido, ¿Eran especiales porque no eran caras?


 


—Las flores solo eran para hacerme sonreír, diferente a otros regalos... este no venía con condiciones o adulaciones extravagantes, senpai. —Explico ya más tranquilo. —Lo siento sincero. —Podría sonar ridículo, pero aquella nota era muy diferente a las que siempre recibía, incluso podría decir que la mente de su fan era muy simple. La nota no terminaba en verso y tampoco era poético, era sencilla, se plasmaba la idea tal cual por eso le gustaba.


 


—Bueno, si te hace feliz... supongo que está bien. —Kasamatsu no sabía que más decir.


 


—Bastante. —Solo esperaba conocer pronto a aquella joven, deseaba agradecerle por su obsequio y demostrarle que le había encantado.


 


— ¡Ah! ¡Lo encontré! —Dos chicas que pertenecen a la misma clase de Kise, lo observaron y acercaron corriendo. Sus expresiones emocionadas y curiosas le dislocaron un poco, además de que ambas tenían un leve arrebol en las mejillas.


 


— ¡Kise-san! ¡Hay otro! —Exclamo una de ellas con emoción.


 


— ¿Otro? —De momento no logro entender a que se referían.


 


—Sí, otro presente. —Confirmaron las dos al mismo tiempo.


 


— ¿En verdad? —Sonriente comenzó a dirigirse al salón. — ¡Nos vemos más tarde, senpai! —Se despidió mientras aceleraba el paso con las chicas pisándole los talones.


 


Todas las chicas, incluyendo las del club de fans, decidieron de manera unánime apoyar a la desconocida. No fue una decisión fácil, muchas incluso llegaron a refutar si la chica realmente era de confianza pero no pudo más su deseo de ver feliz al rubio que sus dudas, por lo que dictaminaron seguir esto de cerca y cuando la chica se presente, decretar si es una persona digna de estar o no a lado de Kise Ryôta.


 


Por otro lado, Kise parecía realmente emocionado, no esperaba que hubiese dos regalos seguidos, esperaba que fueran esporádicos o que solo hubiese sido una cosa de una sola vez. Moría de curiosidad de saber qué es lo que le mando en esta ocasión, esperaba que fuera algo similar al ramo, humilde pero de sentimientos sinceros.


 


Cuando llego al salón la mayoría de sus compañeros estaban alrededor de su pupitre, se notaba que se sentían curiosos por saber el contenido pues contrario al ramo, el regalo de hoy está oculto por una sencilla bolsa de lona color azul celeste y en la asa que se encuentra en la parte superior se encontraba la nota doblada.


 


Para: Kise Ryôta.


Así con la panna cotta es la estrella de Piamonte.


Tú eres el lucero que comienza a iluminar mi vida.


Atte. A


 


Ryôta no pudo evitar reír enternecido, al parecer su pretendiente no tiene mucho talento para las frases. Si bien las considera sinceras, son simples, como si se hubieran escrito de la misma manera que se pensaron; sin embargo sintió su estómago hundirse cuando vio la A plasmada en el papel. Sus pensamientos no pudieron controlarse y le trajeron a la mente la imagen de Daiki, algo que desecho al siguiente segundo, él no es capaz de hacer tales cosas y aun cuando pudiera no las dirigiría a él, un hombre.


 


—Primera pista, su nombre empieza con A. —El hilo de sus pensamientos se vio cortado por el repentino hablar de una de sus compañeras, quienes detrás de su hombro se estiraban para husmear un poco.


 


—No seas tonta, es la A de anónimo. —Repeló otra.


 


— ¿Cómo puedes estar tan segura? —Pronto la atención se desvió a la pelea de ambas chicas, cada uno con un bando apoyándoles.


 


El rubio no les hizo caso y se dedicó a abrir la bolsa, muerto de la curiosidad de conocer su contenido. Si bien la nota mencionaba que es lo que había dentro, él no conocía el panna cotta; sus ojos brillaron con cierta hambre, una que solo le dedica a sus postres preferidos y es que en el interior había tres vasos de plástico transparente; los cuales contenían algo parecido a un flan, solo que este es de color blanco cremoso con la superficie bañada, al parecer, de abundante mermelada de fresa y además de pequeñas zarzamoras tanto rojas como negras reposando deliciosamente sobre la parte rojiza.


 


No era un postre estrafalario y tampoco se notaba que contuviera una gran cantidad de azúcar, sin embargo contenía cierta elegancia y era delicioso para sus ojos más porque es algo nuevo que tiene inmensas ganas de probar. Pero poco tiempo le dio para siquiera recordar que estaba en clases, puesto que el primer maestro del día irrumpió en el aula, poniendo el orden de manera inmediata; así que Ryôta solo pudo cerrar la bolsa, acomodarla de manera cuidadosa para que los vasos no cayeran y esperar con ansia el receso para poder comerlos tranquilamente.


 


 


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


 


Aomine no estaba seguro aun de si lo que estaba a punto de hacer era algo sabio y prudente, ya que corría el riesgo de que todo lo que estaba haciendo se fuera a la basura en un parpadeo; confiaba en que su anonimato pudiera darle un respaldo y mantener el secreto intacto, pero él mejor que nadie sabía que las mentiras y los secretos no pueden ser ocultados mucho tiempo, tienen un punto de caducidad y con lo que estaba a punto de hacer puede que el pretendiente secreto llegue a su fin antes de lo que esperaba y no con los resultados deseados sin embargo las opciones se le estaban acabando. Él tenía que hacer algo para arreglar la situación que en estos momentos se estaba presentando con su amiga y después de meditarlo mucho, solo él podía apoyarle en esto.


 


Había pasado prácticamente una semana desde que comenzó con esto de los regalos y también el saber que Kagami y Kuroko mantenían una relación amorosa, cosa que podría no ser de su interés sino fuera por una persona, Momoi Satsuki, su mejor amiga desde que tenía uso de razón. Desde el día que dejaron el panna cotta las cosas fueron empeorando y cada vez era más difícil para su amiga ocultar su tristeza.


 


A fin de cuentas él no podía estar pegado todo el tiempo con Momoi y en uno de sus descuidos Kuroko logro abordarla y hablar con ella; aun desconocía como es que la chica logro soportar las lágrimas y mostrar una sonrisa sincera a Tetsuya cuando este le anuncio que por fin el idiota de Kagami era su novio y que agradecía infinitamente su consejo. En ese momento, Daiki supo que sin la ayuda de Momoi su antigua sombra no hubiese logrado seguir adelante para confesarle sus sentimientos al pelirrojo. Eso era algo que aliviaba y pesaba en partes iguales a su amiga.


 


Satsuki cada vez se mostraba menos alegre, más apática y muchos comenzaron a notar su cambio, por lo mismo comenzaron a preocuparse. Aomine sabía que la chica estaba luchando duramente para poder poner su mejor sonrisa en el rostro, pero lamentablemente poco a poco tenía menos fuerza para seguir manteniendo las apariencias, sabía que llegaría un día en el que ya no podría más más y explotaría. En el mejor de los casos podría solo alejarse de todos y llorar largamente hasta caer rendida por el esfuerzo; pero otra, la muy mala, podría ser que le gritase en cara a Kuroko su sufrir y esa es la parte que el moreno quería evitar. Solo ha visto a su amiga enojarse seriamente tres veces y en cada una de ellas vio una faceta que le causaba cierto escalofrió, ya que se sinceraba hasta el punto de incluso buscar herir a las personas con sus palabras, no era algo que quisiera contemplar ya que después de la bruma de ira Momoi comenzaba a sentirse culpable, lo cual empeoraría su situación.


 


Por ello estaba ahí, frente a la entrada del instituto Kaijô en la espera de que los entrenamientos del equipo de basket terminaran y poder hablar con el rubio. De todos los que conocía, Kise es el único con un aura reconfortable y pura para ayudar a mejorar el ánimo de Satsuki. Tuvo muchas ideas y esta es la que tiene más posibilidades de funcionar, aunque también los riesgos eran bastante altos.


 


— ¡Hasta mañana! —La voz de Ryôta le hizo salir de sus pensamientos y levanto rápido la mirada para contemplarlo, al ver su sonrisa su corazón dio un vuelco y comenzó a sentirse demasiado nervioso al punto de tener las ganas de darse la vuelta y correr, sí, huir de ahí.


 


No puedes acobardarte ahora, imbécil. Tú no eres así. —Uso toda su fuerza de voluntad para mantenerse quieto, controlar el acelero de su corazón e impulsarse para acercarse al rubio, quien al parecer aún no se percataba de su presencia.


 


Kise se despidió de manera entusiasta de sus compañeros, esta vez iría solo a casa ya que Kasamatsu tenía que ir a otro lado. Pero no le daba mucha importancia, esta semana ha tenido momentos muy buenos. Los regalos no habían dejado de aparecer día a día, además seguían con esa esencia sencilla y personal; lo sabía porque después del rico postre que le fue dado, llegó un par de muñequeras rayadas de azul y amarillo, símbolo de su color y el de la escuela además de que en la nota le pedía seguir esforzándose en su club porque sabía que era un deporte que ha llegado a amar sinceramente; después fue un lindo llavero de delfín con una pelota de basket en el hocico, el animalito está muy bien detallado al punto de parecer real sino fuera porque su color es un azul rey en vez del gris y no posee el aspecto "infantil" que adoran las chicas; entre otras cosas que guardaba cuidadosamente en su departamento.


 


La de este día había sido un postre que le encantaba, una pequeña pero deliciosa tarta de manzana de una de sus cafeterías favoritas; estas tartas son el sello de aquella cafetería por lo que era muy difícil conseguir una, ya que se acababan muy rápidamente. Una seña más que le demostraba que su fan es una persona que veía más allá de su esencia de modelo.


 


— Hola, Kise. —Aun con el nudo en la garganta, logró llamarlo con voz serena, casual. Se felicitó así mismo.


 


Por otro lado Ryôta no pudo evitar dar un brinco asustado y haciendo desaparecer rápidamente su alegría por el regalo que había recibido en la mañana, no se había percatado de la presencia del moreno. Volteo lentamente para asegurarse de que no estaba alucinando y que verdaderamente había escuchado la voz de Aomine; sinceramente no esperaba que este viniera a verlo y mucho menos después de la declaración tan confusa que ocurrió en el partido.


 


—A... Aomi... necchi. —La desmesura con la que sus ojos estaban abiertos confirmaban la idea de Daiki, su rubio estaba muy sorprendido de verlo ahí. — ¿Qué... por qué... cómo...? —La mente del chico estaba muy confusa, no podía poner en orden sus ideas por ello comenzó a retroceder lentamente, era mejor emprender una huida. Él no podía soportar esta situación donde no sabía que es lo que iba a pasar.


 


— ¿Podemos hablar? —Por inercia, o más bien porque comprendió que es lo que planeaba el rubio, se aproximó lo suficiente para sujetarle firmemente de la muñeca pero midiendo su fuerza para no lastimarlo. — Por favor. —No tenía tiempo de pensar en su maldito orgullo.


 


—Suéltame... —Pidió en un susurro, estaba asustado, demasiado. No quería saber el motivo por el que Daiki estaba ahí, lo único que calmaba el dolor del rechazo era ese único beso que le fue regalado, no quería que el moreno le dijera que había sido un error. No deseaba que le destruyeran aquel preciado recuerdo.


 


—Si no quieres hablar de lo que paso en el estadio, está bien, no lo haremos. —Era algo que deseaba hacer con ansia, reafirmar que Kise sería solo suyo; sin embargo, había aprendido que hay cosas que no puedes acelerar y que deben tener un proceso; lamentablemente para su poca paciencia esta era una de esas situaciones. —Necesito tu ayuda. —Era mejor ir al grano, si seguía dándole vueltas al asunto terminaría en una correteada de su parte mientras el rubio huía.


 


— ¿Mi ayuda? —Alivio y decepción inundaron a Ryôta, de alguna forma deseaba tener las respuestas a todas sus dudas, pero por otro lado prefería que así quedara el asunto. — ¿En qué? —A pesar de todo lo que había pasado entre ellos, Aomine estaba ahí para pedir su apoyo así que tenía que ser algo sumamente importante.


 


—Necesito una cita. —Soltó de golpe, aturdiendo la mente del rubio y que todo pensamiento se detuviera, dificultando que procesara adecuadamente las tres palabras que salieron del moreno.


 


— ¿Disculpa? —No estaba de más confirmar lo que sus oídos habían captado.


 


—Lo que necesito es una cita. —Confirmó con mirada seria y voz determinada. No era lo que esperaba, a decir verdad, así que... ¿Qué es lo que debería responder?


Después de un largo tiempo, vengo a otorgarles un cap. más de esta historia que lentamente va llegando a su fin,


Aclaro, sí me he tardado pero no porque yo quisiera. Lamentablemente mi lap tuvo un percance y debido a la pandemia no he conseguido la parte que hace falta para que vuelva a funcionar como se debe, así que escribo en el cel donde me cuesta, porque no estoy acostumbrada. Por lo que pido aun más paciencia.


Dejando eso de lado, espero les agrade la continuación :) tiene unas páginas más para compensar.


Agradezco a KuroiDragon mi beta uwu por ayudarme con las correcciones.


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Aun cuando quería expresar su sorpresa, esta era tanta que le impedía soltar cualquier sonido de su boca. Aomine no podía creer todavía lo que sus ojos estaban contemplando, haciendo aparecer en su interior dudas y otros sentimientos a los que no podía darles nombre en estos momentos. Es más, ni siquiera sabía si estaba alucinando o si lo que estaba viendo era real. Su antigua sombra y mejor amigo estaba besando al idiota de Kagami como si no hubiera un mañana y el segundo pegaba todo lo que podía su cuerpo contra el más pequeño, de tal manera que Daiki creía que en algún momento iba a aplastarlo por completo.


Iba a acercarse, no sabía que iba a decir, pero tenía que estar cerca y darle un buen golpe al pelirrojo por estar engañando tan descaradamente a Kise, el rubio no se merecía que volvieran a lastimarlo; sin embargo un fuerte y tembloroso agarre le detuvo, sacándolo de su trance. Satsuki le sostenía de la mano y con toda la fuerza que su cuerpo tenía jalo a su amigo a otro de los pasillos para que la pareja no les viera.


Aomine no se negó, pues caía en cuenta que quien sufría más ahora no era Ryôta, sino su amiga. Pese a que ella siempre actuaba con infantilismo cada que veía a Kuroko, sus sentimientos hacia él son sinceros. Alguien como Momoi merece ser amada y protegida, no tenía por qué estar sufriendo de esta manera. Ella, de todas las personas en el mundo, es quien más se merece ser feliz por todo lo que ha hecho y está haciendo para lograr reconciliarse con Kise, ¿Por qué tiene que sufrir de esta manera?


Daiki, sin pensarlo mucho y deseando darle consuelo a su amiga, la rodeo con sus brazos y la pegó con mucho cuidado a su pecho; su mano pasó de manera torpe por los cabellos, aunque eran caricias suaves llenas de confort. La chica se aferró a la ropa de Aomine y comenzó a llorar de forma silenciosa; tenía inmensas ganas de gritar, sin embargo de hacerlo llamaría la atención de la pareja que estaba besándose a la vuelta de la esquina donde ella y el moreno se habían ocultado.


Momoi lo sabía, era consciente de que desde hace mucho tiempo había perdido la oportunidad de tener a Kuroko, desde el momento en el que él le confeso que estaba enamorado de Kagami había perdido la esperanza de poder a llegar a ser algo más que una amiga para el sexto hombre fantasma. Sin embargo, una parte pequeña de ella, una primitiva, envidiosa y posesiva, deseaba con todo fervor que el pelirrojo nunca le correspondiera, para que así las puertas de la oportunidad volvieran a abrirse ante ella.


Le aliviaba que Tetsuya no volviera a sufrir un desprecio por alguien amado; en verdad estaba muy contenta por él, porque no hay nada más gratificante que ver a la persona que más amas siendo feliz, aun cuando no fuera a tu lado; pero la otra parte, la que aún le ama se encuentra devastada, destruida.


Al verlos besarse sintió que algo dentro de su ser se rompió y que los puntiagudos fragmentos se enterraban como estacas en su cuerpo, haciéndola sufrir, mientras la sensación de caer a un pozo sin fondo comenzaba a recorrer desde su cabeza hasta sus pies, potenciándolo con un horroroso escalofrío que se convertía en un fuerte nudo en la garganta que comenzaba a asfixiarla. Solo pudo salir brevemente de esas horribles sensaciones cuando su amigo se movió. Instintivamente se aferró a él, de no hacerlo caería de bruces al suelo y comenzaría un escandaloso llorar. Además, sabía que el moreno estaba malinterpretando las cosas, por lo que antes de que el par se diera cuenta, salieron de ahí.


— ¡Kagami, Kuroko! — El fuerte grito de la entrenadora hizo que los mencionados se separaran y arreglaran sus ropas para hacerle frente a Riko, agradeciendo que no los haya visto en el acto. — ¿Dónde rayos estaban? Estamos a punto de comenzar el partido; les diremos la jugada a usar antes de salir, así que apresúrense a entrar a los vestuarios. —Ordenó con fuerza, impulsando a los otros dos a correr para obedecer y evitar las dolorosas consecuencias por parte de la chica.


— ¡Entrenadora! —Aomine se asomó para llamar a Riko, notando que el par de amantes también detuvo su carrera al reconocer su voz. —Necesito hablar contigo. —Añadió exponiendo solo la mitad de su cuerpo, pues en la parte oculta aún estaba Satsuki, luchando por no gritar. —A solas. — Recalcó mientras miraba fríamente a los otros dos, que parecían no entender la indirecta de que no era asunto suyo.


—Claro. —Desconcertada, Riko se acercó al moreno, quien no mostró indicios de querer moverse de su lugar. — ¿Qué esperan para largarse de aquí? —Cuestionó la entrenadora cuando percibió que la mirada de Aomine no estaba fija en ella. — ¿Qué sucede? —Una vez el par se desapareció definitivamente de su vista, pudo soltar una segunda pregunta.


—Pido permiso para faltar a este partido. —Soltó sin miramientos, causando sorpresa en Riko y desconcertando a una aturdida Satsuki, ya que desde que se montó esta idea de los grupos fusionados, Aomine nunca ha faltado a las prácticas y había prometido que asistiría a todos los partidos.


— ¿La razón? —Una vez recuperada de su sorpresa, la entrenadora cruzó los brazos y le vio con el ceño fruncido, esperando una explicación coherente.


—Satsuki no se siente bien, quiero llevarla a casa para que descanse. —Sabía que su amiga no iba a estar en condiciones de plantar cara al equipo y menos a Kuroko; lo que habían contemplado dejó a la chica muy lastimada y los rastros de su tristeza se notarían en el rostro, preocupando a todos y provocando aún más alboroto.


— ¿Le pasó algo? —Preocupada, Riko notó que Momoi estaba aferrada a la espalda de Aomine, ocultando el rostro. — Momoi... —Le llamó, sin embargo no obtuvo otra respuesta que una negación con la cabeza, siendo su señal de que no deseaba que se acercara más.


—Haré el triple de entrenamiento como compensación por esto, si quieres. —Tenía que llevarse a Satsuki de ahí. —Pero necesito llevármela para que descanse, sí ella no está bien yo no daré un buen desempeño, seré un desastre. —Más que una advertencia, sonó más como una amenaza.


—Está bien, ya comprendí. —Suspiró rendida. —Pueden retirarse, yo le explicare todo a Harasawa-sensei pero cuando lleguen a casa márquenle para decir que llegaron bien. Él es responsable de ustedes después de todo. —Pidió con voz cansina.


—Gracias. —Soltó Daiki sin pensarlo mucho, dándose vuelta y abrazando a Satsuki para guiarle a la salida, siempre cubriéndola con su cuerpo para que no se notara su llanto.


—Gracias... Dai-chan... —Una vez afuera, Momoi por fin pudo dejar salir todas sus lágrimas mientras que sus gritos expresaban su dolor, aferrándose a la sudadera de Aomine y empapándole con sus lágrimas. Daiki la movió a un lado del estadio, volvió a abrazarla y espero pacientemente a que su amiga dejara de llorar, sabía que necesitaba desahogarse, así que dejo que el tiempo pasara, en algún momento las lágrimas iban a dejar de salir.


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— ¿Necesitas algo más? —Pasado un tiempo, Daiki y Satsuki llegaron a casa de la chica, entrando al solitario lugar, pues los padres de Momoi habían asistido a una fiesta. Por lo mismo, el moreno se rehusaba a dejarla sola.


—No. —Negó lentamente con la cabeza antes de sonreírle de una manera entristecida. —Gracias, Daiki. Muchas gracias por estar ahí para mí. —La voz volvía a perder fuerza y el moreno vio cómo su amiga luchaba por no llorar de nuevo, eso solo alimento más su enojo.


—Ese maldito de Bakagami me las va a pagar. —Prometió, acercándole uno de los pañuelos desechables que la chica tenía en su tocador. —Mira que andar con dos a la vez... ese maldito no tiene vergüenza. —Lo que más le dolía es que cuando el rubio se enterara saldría más lastimado.


—No, Dai-chan. Estas equivocado. —Momoi no podía permitir que su amigo se hiciera nuevamente de una idea equivocada. —Kagami-kun no tiene una relación con Kise-kun, más allá de una simple y sincera amistad. —Aclaró, llamando la atención total del moreno.


— ¿De qué rayos hablas? —Lo que decía Momoi no tenía sentido. —Ellos han dicho públicamente que están en una relación. —Le recordó.


—No es cierto, recuerda bien. —Pidió mientras se limpiaba las lágrimas. —En ningún momento dijeron eso, ni tampoco vimos que se tomaran de las manos o se besaran. —Tenía que hacer razonar a Aomine, algo complicado y no tenía mucha fuerza para ello, pero era necesario para que su amigo no se volviera a meter en problemas.


—Se besaron antes de que jugaran contra Tetsu y conmigo. —Respondió con una mueca de fastidio, el recuerdo no le era nada grato.


—Cierto, pero estoy segura de que hay una respuesta coherente para eso. —Contrarresto con paciencia. —Ellos no son nada más que amigos, Aomine-kun. Y las malas interpretaciones también tienen una explicación; yo no conozco todos los detalles, aun así te aseguro que nada de lo que escuchaste se refería a lo que te imaginabas.


El moreno se rascó la parte posterior de la cabeza, algo confuso por lo que su amiga le estaba queriendo explicar. No comprendía a que se refería con aquellas palabras enredadas, aunque una parte de él se sentía aliviada ante la idea de saber que Kise y Kagami no eran nada, eso aumentaba sus esperanzas de tener algo con el rubio.


—Ki-chan me dijo una vez que Kagami-kun le está enseñando a cocinar, estoy segura de que muchas de tus malas interpretaciones son por lo que escuchaste de sus lecciones. —Ella no era quien para aclarar todo, ya que no conocía las diversas circunstancias en las que se generaron cada una de las oraciones del despistado par; sin embargo era lo suficientemente consciente para ver a través de ellas y saber que no era nada relacionado con sexo, ni mucho menos con un noviazgo.


— ¿Estás segura? —Aomine no quería desconfiar de las palabras de su amiga, pero era algo difícil de creer, ya que lo que sus ojos habían visto y lo que sus oídos habían escuchado, eran pruebas suficientes para dictaminar que ese par tenía una relación íntima.


—Te lo juro, Dai-chan. Para Kagami-kun no hay otra persona a la que querer... que a Tetsu-kun. —Aquella sonrisa triste que había desaparecido por unos segundos volvió a presentarse, aquello fue suficiente para aplacar la creciente ira en Daiki.


El silencio se extendió por unos minutos, ya que Aomine no sabía que otra cosa más decir, él no era bueno para estas cosas. Jamás había tenido que consolar a nadie por tener el corazón roto, eso era más de chicas a su parecer. Pero tampoco deseaba irse, lo que menos deseaba era que Momoi sufriera esto en soledad, aunque también debería de darle su espacio para desahogarse de forma adecuada; por ello estaba en un dilema, tenía que pensar en algo rápido para no seguir parado con cara de idiota en medio de la habitación.


—Satsuki... ¿me dices el plan para mañana? —Después de forzar a su mente a trabajar a más de mil por hora, logro crear una inteligente pregunta que, a su forma de ver, distraería a la chica y al mismo tiempo podía quedarse más tiempo con ella para que no quedara en completa soledad en su casa. Quería que al menos llegaran sus padres.


—Claro, pon mucha atención, Dai-chan. — Satsuki sonrió, entendiendo lo que su amigo planeaba y eso le enternecía, pues Daiki podía ser muy bruto en la mayoría de las situaciones, sin embargo también tenía sus rasgos dulces.


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Lo siento, Taiga. He estado muy ocupado con el trabajo y no he tenido tiempo de revisar los mensajes. Kise se sentía mal por mentirle a su amigo, pero aún no estaba listo para decirle la verdad; ni siquiera sabía cuál era realmente la verdad de la situación, todo en su cabeza seguía siendo un caos. Por más que pensaba en lo ocurrido, terminaba con respuestas llenas de esperanza de que quizá, solo quizá, no le era tan indiferente al moreno. Pero al mismo tiempo estaban aquellas duras palabras que le dedico cuando se le declaro, eran como espinas delgadas y puntiagudas, que cada que recordaba aquello estas se enterraban más profundamente, envenenándolo de miedo y duda.


Estoy a punto de jugar. Quiero hablar contigo, tengo una buena noticia. ¿Vas a mi casa? Es importante. Fue la respuesta rápida del pelirrojo, estaba claro que no dispuso de mucho tiempo para contestar y eso le alegraba, ya que así podía pensar detenidamente que responderle. Era consciente de que no podía eludirlo, su amigo no tenía la culpa de lo que le estaba pasando y posiblemente pueda ayudarle a aclarar todas las dudas que rondaban en su cabeza, además de eso le picaba la curiosidad de saber cuál era la buena noticia a la que se refería, pues vagamente venía a su mente las muchas veces que le había marcado anteriormente. Tenía que ser algo muy bueno para haber insistido tanto.


Claro, voy en camino y te espero para cenar algo. Guardo su celular y se dirigió al departamento de Kagami, tenía que ver que es lo que había en el refrigerador y si era suficiente para hacer una cena decente, de no ser así tendría que ir a la tienda más cercana para comprar los ingredientes necesarios.


—Ojalá no haya nada y así pueda salir. —Suspiro largamente, no quería esperar solo en el departamento, eso solo le obligaría a pensar de nuevo en toda esta situación y lo que más deseaba era distraer su mente para que descansara. Alegre de tener un especie de plan, se preparó para cruzar la carretera, no obstante algo le detuvo, un fuerte y aterrador escalofrió recorriendo su columna. Su instinto le grito rápidamente que había peligro cerca, por lo que levanto de manera acelerada la cabeza y comenzó a ver sus alrededores.


Su mirada se movía de forma lenta, escaneando el lugar hasta que se detuvo en una persona, sus ojos se abrieron aún más por la sorpresa. De ser sincero consigo mismo, esperaba jamás volver a aquel tipo, quien le observaba con gran resentimiento y con una sonrisa que no prometía nada bueno, desapareciendo poco después de que un autobús pasara, cubriéndolo por unos segundos pero sus ojos no le engañaban, era él, era Haizaki Shougo.


Después de aquel encuentro, Kise se apresuró a llegar a la casa de Kagami, siempre atento a las personas que le rodeaban. En estos momentos no estaba para enfrentamientos, bueno, a decir verdad, nunca lo estaría, jamás había tenido una pelea callejera. Sabía pelear, pero sabía que no es rival para Haizaki, así que lo mejor que podía hacer en estos momentos era encerrarse en la seguridad del hogar de su amigo. Se sentía frustrado, porque él no es alguien que huye, no es un cobarde, pero tampoco es tonto. No iba a entrar a una pelea donde las posibilidades de perder son muy altas, prefería enfrentar las cosas con un partido de basket o hablando con la persona con la que tenía el conflicto antes de llegar a los golpes; sin embargo, Shougo no era así. Aquel hombre expresaba su sentir con los puños.


Ahora que lo pensaba, en la secundaria cada que los conflictos con Haizaki comenzaban a evolucionar en una posible pelea física, Aomine aparecía para ponerle un alto a todo. Siempre le tomaba del cuello de la playera y lo alejaba sin cuidado alguno mientras le lanzaba una mirada retadora, una que Shougo siempre evitaba con un chasquido de lengua para irse del lugar; lo recordaba bien porque varias veces, para alejarlo, lo había ahorcado al punto que sentía que iba a morir mientras lo arrastraba lejos.


—Siempre estuvo ahí para protegerme. —Y ese era un detalle que no había pasado por su cabeza de forma correcta, siempre había pensado que se lo llevaba para seguir humillándolo en sus one vs one, pero ahora, si lo veía desde otra perspectiva, podría ser que el moreno se acercara para evitar que peleara con Haizaki, pues era evidente el resultado. Al igual que Aomine, el sádico de su ex-compañero sabía pelear muy bien, pues se la vivía prácticamente en la calle, enfrentando a cuanto tipo se le pusiera enfrente.


Ante la idea de haber sido protegido por Daiki, su corazón comenzó a acelerarse e inevitablemente el recuerdo del beso floreció, causando que un fuerte sonrojo se extendiera por toda la cara. Se supone que ya no iba a pensar en eso. El rubio se recargo en la puerta y se dejó caer hasta sentarse en el suelo, encoger sus rodillas y ocultar su rojo rostro en ellas, tenía que recobrar el control y hacer que su corazón dejara de latir tan rápido.


—Estúpido Daiki y estúpido corazón. —Reclamó en un puchero. —Por favor, detente, deja de latir tan rápido. —Suplico con voz suave, no quería admitir que aquel acelerado palpitar era a causa de un recuerdo hermoso, un sueño que se había cumplido, un beso de Aomine.


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—Esta es una mala idea, Satsuki. —Había llegado la mañana y por enésima vez Daiki refutaba el perfecto plan de su loca amiga, admitía que ya se estaba arrepintiendo, considerando incluso la opción de huir de ahí.


—No seas llorón, Dai-chan. —Momoi no comprendía la cobardía de su amigo, su plan es infalible. Había estudiado no solo la estructura del edificio, sino las posibles rutas de escape y los horarios de los alumnos que tenían club en la mañana, todo para que su amigo pudiera entrar y salir sin problemas.


—Tú lo que quieres es que vaya a la cárcel. —Declaró el moreno un tanto nervioso y no le avergonzaba admitirlo. —Este disfraz parece el de un ladrón o un pervertido que va a colarse a los vestidores de las chicas. —Expresó horrorizado.


—Oh, por favor. Fuiste tú el que dijo que no querías que alguien te reconociera, así que deja de quejarte. Además, eres un pervertido, por lo que las ropas te quedan de maravilla. —Satsuki le vio de abajo hacia arriba. Para ella no se veía sospechoso; solo llevaba una chamarra gruesa de color azul marino para proteger su suéter y evitar que vieran que no era de la escuela Kaijô, un cubre bocas blanco que le llegaba hasta la parte baja de los ojos, unos lentes de sol y una gorra de béisbol. —Ni siquiera te ves como un pervertido, así que menos quejas y más acción.


Aomine sabía que no había poder humano que hiciera cambiar a su amiga de opinión, así que se armó de valor y tomó el walkie-talkie que le ofrecía. Sinceramente no pensó que estas... "cursilerías" tuvieran tanto riesgo. Sí alguien lo ve disfrazado así dentro de la escuela, definitivamente iba a pensar que era alguien sospechoso, llamarían a la policía y lo condenarían a cadena perpetua en una cárcel de alta seguridad.


—Más te vale sacarme de ahí sin problemas. —Amenazó antes de entrar a la escuela, procurando ocultarse tras los árboles o paredes cercanas, siempre atento por si venía algún estudiante.


—Suerte, Dai-chan. —Alzó su pulgar antes de alejarse de la entrada y evitar sospechas; se mantendría en una esquina, atenta a cualquier cosa que pudiera interrumpir su misión. —Recuerda, tienes que llegar a la entrada donde están los casilleros, de ahí gira a tu derecha, camina todo el pasillo hasta las segundas escaleras. —Momoi tenía una buena memoria y por el bien de su amigo estudio la estructura de la escuela de manera minuciosa.


Para su fortuna, el walkie-talkie que se le fue dado tenía incorporado un audífono, por lo que la chillona voz de su amiga podía ir directamente a su oído y no resonar en las paredes del aun vacío plantel. Siguió sus instrucciones al pie de la letra, aferrando en su mano izquierda el ramo de flores que aún se mantenía fresco y hermoso. Se movió con cuidado en los pasillos, escondiéndose cuando escuchaba voces de algunos estudiantes.


—Satsuki, ya llegué al segundo piso. —Avisó en un susurro. — ¿Cuál es el salón de Kise? —Sentía que el corazón iba a salírsele del pecho a causa de la emoción.


Es el 1-B. —Fue la corta respuesta de la chica, pero fue suficiente para saber a donde debía entrar. Abrió un poco la puerta y revisó que no hubiera nadie. Una vez garantizada su seguridad entro con más valentía. —Su asiento es el cuarto de la fila que está pegada a las ventanas. —Aún se asombraba de la facilidad con la que Momoi podía adquirir la información necesaria para cualquier situación.


Se aproximó lentamente y, mientras lo hacía, comenzaba a sentirse un poco idiota. Su corazón no desaceleraba el ritmo de sus latidos y un creciente cosquilleo nació en su vientre, si bien no eran sensaciones incomodas, eran nuevas y sabía lo que significaban, eso era lo que realmente le hacía sentirse como un tonto. No comprendía porque estaba tan emocionado de dejar el ramo sobre el pupitre de Kise; no se lo estaba dando en persona, era ridículo sentir una gran alegría por haber llegado hasta ahí para entregar su regalo.


—Estúpido Kise. —Refunfuño, esta es la primera vez que hace algo tan "peligroso" por otra persona, solo esperaba que valiera la pena. —Más te vale que te gusten. —Declaró antes de dejar el ramo; lo hizo con cuidado, no queriendo que alguna de las flores se rompiese, todo tenía que ser perfecto. Con un poco de duda, dejó la tarjeta; sabía que el rubio no adivinaría de quien venía, pero aun así sentía una gran incertidumbre al no saber cuál sería su reacción.


No decía un te amo, un te quiero, ni ninguna de esas palabras cursis que le cuesta tanto trabajo decir. Solo declaraba una sincera verdad que, esperaba, fuera bien recibida pese a que desconocería quien era el autor del regalo.


Dai-chan, apresúrate a salir. No falta mucho para que comiencen a llegar el resto de los alumnos. —La voz chillona de su amiga le sacó de su ensoñación y se apresuró a salir del salón. Camino rápido por los pasillos y bajo con agilidad las escaleras, solo cuando comenzó a atravesar los jardines procuro moverse con mucho cuidado, poco a poco algunos alumnos comenzaban a llegar y comenzaban a hacer multitud. Con el corazón aun latiendo de forma acelerada, logró moverse hasta la salida y huir sin ser visto.


O al menos eso creyó. Una persona en concreto, distraída por las pruebas que hará el siguiente fin de semana, tuvo la inercia de mover su rostro al otro lado de la calle, justo cuando aquel chico llegó a la esquina y mientras se apresuraba a dar vuelta que quito el cubre bocas. No alcanzo a verle el rostro, pero si el color de su piel.


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Kise soltó un gran bostezo mientras iba camino a su aula, la noche había resultado demasiado movida, con los suficientes acontecimientos para no tener un sueño tranquilo. Su mente es un caos, tantos sentimientos encontrados que, de alguna forma, le hacían sentirse como una persona terrible. La cena de anoche con Taiga fue más sorpresiva de lo que esperaba, incluso olvido mencionarle que había visto a Haizaki; las palabras se borraron de su mente cuando vio a Kuroko entrar al departamento, sinceramente esperaba muchas cosas, menos que el amor platónico del pelirrojo entrara con total tranquilidad a la casa de este. La sorpresa aumento cuando Kagami declaro con orgullo que, después de tanto tiempo, por fin pudo hacer de Tetsuya su novio. Las rojas mejillas del hombre más pequeño confirmaban que no era una broma, sino una inesperada realidad.


Él felicito de forma automática, aun aturdido por la sorpresa no podía decir una oración coherente que demostrara a su amigo que estaba feliz por él, aunque el pelirrojo lo comprendió; ambos de manera inconsciente estaban comenzando a conformarse a una interacción mínima con aquellas personas por las que tienen sentimientos intensos. Afortunadamente, Kagami no va a sufrir lo que él, sus sentimientos son ahora correspondidos y de una manera intensa, podía verlo en la actitud de Tetsuya; se tomaba la libertad de abrazarlo, acariciarle el rostro y darle pequeños besos cuando Taiga se inclinaba para susurrarle algo. Incluso la mirada de Tetsuya tenía un fiero brillo que le hizo captar el mensaje desde un comienzo: "Es mío, no tocar."


La cena fue muy tranquila, incluso esclarecedora. Ryôta no solo pudo entender poco después la razón de la fiera mirada de Kuroko, sino que se llenó de tanta vergüenza que solo deseaba que la tierra se abriera y se lo tragara; ahora resulta que todos los comentarios con Kagami, así como su interacción amistosa, se malinterpretó de la peor manera, teniendo como resultado que no solo Kuroko llego a creer que eran pareja, sino que posiblemente también el resto del equipo de Seirin y los de la academia Touou. Eso solo significaba que también Aomine lo creía ¿Qué podía ser peor que eso?


Kagami trato de tranquilizarlo mientras que Kuroko sonreía con cierta malicia, como si realmente disfrutara de su vergüenza. La escena abrió a un ambiente más relajado y amistoso, siendo obviamente el rubio el blanco más frecuente para las bromas. La plática se hizo más amena y Kise pudo observar, con cierta envidia, que Tetsuya no solo estaba arrepentido por haber rechazado al pelirrojo, sino que estaba dispuesto a compensar en todo lo posible su error. No se limitaba a ser el receptor de las suaves y tiernas caricias, él también las proporcionaba sin pudor alguno. Al parecer le importaba poco si eran observados.


Cuando por fin se fue a su casa, Ryôta permitió que su mente se llenara de sentimientos tanto buenos como malos. Se recalcaba una y otra vez que tenía que estar muy feliz por Taiga, y lo estaba sin duda alguna, pero también fue sincero consigo mismo; lo envidiaba demasiado. Mientras que Kagami se llenaba de amor por estar con Kuroko, él se encontraba en un mar tempestuoso donde no podía ordenar sus ideas y sus sentimientos comenzaban a desbordarse nuevamente. Se vio obligado a repetir el beso dado con Daiki una y otra vez, queriendo aferrarse a ese efímero momento para poder aplacar el oscuro deseo de que el pelirrojo no tuviera las cosas sencillas en su nueva relación.


Taiga merecía todas las facilidades posibles, ya había sufrido demasiado; pero esa parte oscura en su ser no le permitía convencerse de una manera fácil.


—Soy el peor amigo del mundo. —Musito mientras comenzaba a subir las escaleras. No siendo suficiente su poco dormir, también recibió un severo regaño por parte del entrenador, pues al no estar concentrado al cien cometió muchos errores. —Voy a morir en la tarde. —Lloriqueó, pues Takeuchi le sanciono con un entrenamiento especial, prometiéndole que estaría tan cansado que no tendría tiempo ni para desconcentrarse.


— ¡Ah, ahí está! —Ryôta se vio repentinamente rodeado por todos los hombres que iban a en salón, cada uno de ellos le veía con infantil reproche y uno que otro lloraba por frustración. —Kise-kun eres un desgraciado. —Declaró uno de cabellos oscuros y ojos marrones. Fue directo al ataque mientras los demás asentían con espeluznante sincronía.


— ¿Eh? —No entendía que estaba pasando.


—No te conformas con tener a todas las del salón muriendo por ti, sino que ahora te haces el digno para que te cortejen. —Refunfuñó otro y de nuevo el resto asintió varias veces. — ¿No tienes vergüenza? —Le señaló con el dedo, aumentando el desconcierto de Ryôta.


—Esp... esperen... yo no... —Sus compañeros parecían lobos preparados para saltar encima de él y destazarlo sin piedad.


— ¿A qué pobre mujer vas a desfalcar para tener un poco de atención? —Reclamó un tercero.


—Pobrecita, debe de estar desesperaba por tu atención que se ha privado de llevarse el pan a la boca con tal de darte regalos. —Ahora todos, compadecidos por la situación de la "joven", comenzaron a llorar.


— ¡Que tengas a todas las mujeres a tus pies no te da derecho a tratarlas con la punta del zapato! —Ya recuperados de su anterior llorar, volvieron al ataque.


—Se hombre y atiende a todas, no hagas favoritismos. —Ordenó el que había atacado primero.


— ¿¡De que rayos hablan!? —Con la paciencia terminada y el desconcierto envolviéndole, Kise no tuvo otra alternativa que gritar para llamar la atención de sus compañeros. Ya se había acostumbrado a que algunos dramatizaran de más por su gran popularidad con las chicas; sin embargo, nunca le habían llegado de a montón para reclamar, contrario a ello la mayoría siempre se acercaba para pedir que les presentara algunas modelos.


—Kise-kun. —Ahora fue el turno de las chicas de llegar y quitar a empujones a los hombres, todas ellas con lágrimas en los ojos, entristecidas, curiosas y quizá, solo quizá, un poco enojadas por lo que estaba pasando. — ¿Es que has decidido tener novia? —Ni siquiera pudo notar quien fue la que pregunto, pues las preguntas y exigencias comenzaron a llegar a la vez mientras invadían su espacio personal.


—Dinos quien es ella.


— ¿Es bonita?


— ¿Viene a esta escuela?


—Estoy segura de que es una de las modelos con las que siempre trabajas.


— ¡No sé de qué hablan! —Sus nervios comenzaban a crisparse por la insistencia y el acorralamiento de las féminas a su alrededor, por más que quería saber el porqué de esta situación solo le llovían preguntas, reproches y exigencias.


— ¡De eso! —Corearon todos mientras señalaban al interior del salón y por fin Ryôta tuvo una respuesta. En su pupitre reposaba un hermoso ramo de flores, una armoniosa combinación de azul, rosa y blanco; adornado humildemente con un listón azul y gracias a que los rayos del sol comenzaban a iluminar el lugar, el celofán soltó un sutil brillo, aumentando la belleza de las flores. Inexplicablemente el rubio se sintió muy conmovido por el detalle.


No es como si nunca recibiera regalos, contrario a ello siempre se le llenaba de muchos presentes en las fechas "marcadas", como lo es su cumpleaños, san Valentín y navidad; sin embargo, cada uno de ellos era superficial; queriendo decir con esto que siempre contenían intenciones como la conveniencia, el compromiso, la admiración; pero en ninguno notaba el esfuerzo por escoger algo que realmente le hiciera sentir bien. Otros ramos que le habían enviado se notaba que eran escogidos solo por ser bonitos o deslumbrantes, queriendo asombrarlo con su tamaño.


Y el que reposaba en estos momentos en su lugar, carecía de todo ello. No había glamur, no era un ramo enorme y tampoco tenía los peculiares colores llamativos o las flores más comunes; había rosas, sí, pero son de un suave tono rosa que resaltaban por el blanco y el azul de las otras flores que, a decir verdad, desconocía como se llamaban.


Kise esquivo a la gente que le rodeaba y se aproximó a su lugar, dudoso y con el corazón comenzando a latir con cierto acelero. Ansioso por saber quién se lo había enviado, tomó la pequeña tarjeta blanca y leyó con atención las tres pequeñas líneas. No conocía la letra y tampoco podía asegurar de quien eran, pues carecía del nombre del remitente; aun así, las cortas oraciones y la cierta simpleza que contenían le hicieron sonreír genuinamente. No contenían comentarios comunes o interesados; no había elogios sobre lo apuesto que era, que le encantaba su carrera de modelo, que le apoyaba incondicionalmente o un amor a primera vista.


Aquellas tres líneas resaltaban un rasgo de su ser, alababan sus expresiones y como estas tenían influencia en aquella persona. Desconocía en que inspiraba a su admiradora, pero agradecía mucho aquellas palabras; lo único que le dolía es que aquel amor que le profesa, uno sincero como lo dice en la tarjeta, no puede corresponderlo; no cuando su corazón pertenecía a un idiota de tez morena.


—Huelen bien. —Con cuidado enterró su nariz entre las flores, aspirando largamente para inundarse del tenue aroma. Todo esto observado con embeleso por sus compañeros, quienes estaban sorprendidos por la expresión tan serena y feliz que mostraba Kise.


Todos ellos conocían la carrera del rubio y se daban una idea de que, pese a su trabajo, su vida no era sencilla. Muchas personas siempre persiguen a otras por un ambicioso interés y lamentablemente Kise no era la excepción; habían visto a muchas chicas insistir en ser sus parejas, en querer algo con él para presumirlo como si fuese un muñeco coleccionable o una exquisita joya; también había chicos que muertos de envidia siempre buscaban causarle problemas pero que afortunadamente fallaban porque Ryôta no se dejaba, siempre que podía se defendía. Muchos creían que por ser "una cara bonita", era un inútil que no podría ni sabría defenderse, pero se llevaban una gran sorpresa. Puede que no sea un experto luchador, pero al menos sabía lo suficiente como para evitar que le hicieran daño.


Ellos son conscientes hasta cierto punto de la dureza de su vida y que por lo mismo siempre mantuviera una máscara que oculta todas aquellas emociones grises, para dar lugar a una sonrisa que si bien deslumbra también se nota falsa. Así que es completamente normal que se queden paralizados de la sorpresa al ver una expresión tan genuina y sincera de su parte, de alguna forma su belleza resaltaba mucho sin aquella máscara que usualmente usa cuando esta con personas a su alrededor.


Las chicas no pueden enfurecer ya; aquella sonrisa pequeña y pura de Kise aplacó su enojo y celos, agradeciendo mudamente a quien tuviera tan pequeño pero lindo detalle. No podían rivalizar con aquella mujer desconocida, lo tenían muy claro; ya que ellas también entregaron regalos en algún momento al rubio, pero jamás pudieron contemplar la reacción que en estos momentos veían. Algo contenía aquel ramo que provocaba que las barreras de Ryôta se quebraran y mostraran su nuevo ser.


— ¡Un florero! —Por fin una salió de su estupor y cayó en cuenta de que aquel regalo no podría sobrevivir todo el día sin agua, antes de que las clases terminaran las flores terminarían muriendo y eso no podían permitirlo.


— ¡Hay uno en mi club de té! — Intervino otra y se fue corriendo al lugar, no le importaba si estaba lleno, tiraría esas flores a la basura de ser necesario, pero el ramo en las manos de Kise tenía que sobrevivir.


Los hombres solo fueron empujados a los lados por las chicas que nuevamente comenzaron a rodear a Ryôta, prometiéndole que mientras este en el club de basket ellas cuidarían de tan bonito regalo. Incluso comenzaron a alabar los colores y las flores; siendo gracias a ellas que conocía los otros dos tipos que acompañaban, lirios y orquídeas.


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Aomine estaba distraído, demasiado distraído. Momoi podía verlo claramente, las pruebas estaban en que ignoró por completo al maestro de historia pese a que este le habló como unas cinco veces; también lo confirmo cuando casi se mete por error al sanitario para mujeres y cuando no anotó ninguna canasta en las prácticas; asustando a todos incluso al entrenador, que no comprendían el porqué del estado del moreno. Sin embargo, ella estaba enternecida, conocía muy bien a su amigo para saber que estaba así porque los nervios le consumían y no precisamente los del partido que se avecina, sino por el regalo que dejó reposando en el pupitre de Kise.


—Se te va a meter una mosca en la boca sino la cierras, Dai-chan. —Comento Satsuki de manera desinteresada mientras caminaba a lado de su amigo. Iban de camino al estadio donde se llevaría otro de aquellos extraños partidos, pese a la inesperada creación estaban teniendo bastante público; sin embargo, los contrincantes no eran muy buenos, casi podía adivinar quienes quedarían en la final.


—Cierra la boca, Satsuki. —Repeló el moreno, avergonzado de su actitud, pero no podía evitarlo. El poder conseguir el perdón de Ryôta estaba obligándolo a hacer cosas que en su vida pensó que haría por una persona, por ello su mente no dejaba de pensar en las miles de reacciones que pudo haber tenido el idiota ese.


Quizá tiro las flores de una manera fría, desinteresado por el detalle; posiblemente le gusto y puso una de sus bobas sonrisas que aumentan su atractivo o tal vez alguna de sus locas fans se declaró la autora del detalle y le robo el crédito. ¡Argh! Aomine se sentía bastante ansioso, frustrado y enojado, cada uno de sus escenarios le causaba una emoción diferente y su cabeza ya comenzaba a dolerle; no estaba acostumbrado a crear tantos escenarios, sentía que su cerebro en algún momento iba a explotarle por pensar tanto. Sin embargo, no podía evitarlo, no sabía cómo apagar sus pensamientos para que estos dejaran de torturarle.


—Tú eres quien debería de cerrarla, ganguro. —Repela divertida, eran pocas veces en las que Daiki no podía responder de manera adecuada a un comentario que tiene como fin molestarle. —Creo que en el camino te comiste como dos. —Pico a un más. Se alegraba de esta situación, no porque le gustara ver a Daiki sufrir, sino porque estaba explorado terrenos que pensó jamás exploraría a causa de su mente simple y sosa.


— ¡Serás...! —Tal vez un buen jalón en sus mejillas le sirva como reprimenda y deje de burlarse de él.


— ¡Momoi-san! —Habló Kuroko con cierta fuerza y, en un parpadeo, el cuerpo de la chica se tensó. Lo sucedido con su Aomine le había servido para despejarse un poco y olvidar momentáneamente su tristeza, sin embargo, el chico fantasma apareció de manera repentina, obligándola a volver a su realidad.


—Te...Tetsu-kun... —Quería saludarlo con una enorme sonrisa, en verdad deseaba demostrarle que estaba muy feliz por él, ya que por fin estaba con la persona que amaba. —Yo... — Pero no podía, el nudo en su garganta impedía que salieran esas palabras que contenían una extraña mezcla de felicidad sincera e hipocresía, ya que Momoi sabía que en su interior una parte de ella estaba enojada por la nueva relación de Kuroko. Su corazón roto aun no comenzaba a sanar, por lo que no se sentía preparada para enfrentar al chico, pero tampoco podía huir tan descaradamente, haría notar que no estaba bien.


—Quisiera hablar contigo, Momoi-san. —Afortunadamente para ella, Kuroko en estos momentos estaba demasiado abrumado por su felicidad como para percatarse de su estado de ánimo.


—No puede, tiene que ayudarme con unas cosas. —Aomine intervino de inmediato, él si podía ver la fuerte tensión en el cuerpo de Satsuki; no le gustaba verla así, por lo que uso todo su autocontrol para no gritarle a Kuroko y echarle la culpa de la situación; se mordió la lengua, envolvió a su amiga con su brazo y la llevó con él lo más rápido que pudo, evitando que cruzara alguna nueva palabra con Tetsuya y este, sintiendo el aura agresiva del moreno, no se atrevió a seguirles. No por miedo a que le hiciera algo, sino que sabía cuál sería la respuesta que podría tener su novio si se enterase de que Aomine le hizo algo.


—Daiki. —Satsuki le llamo con voz ahogada, elevando su mirada para poder observar a su amigo, no quería que por sus conflictos emocionales volviera a alejarse de Kuroko, no se le hacía justo.


—Tranquila, no pasa nada. —Aseguró, así como Momoi podía leer sus expresiones, el moreno también podía hacerlo cuando presta la debida atención. No por nada eran amigos de la infancia.


—Lamento las molestias. —Susurró, no soltando lágrima alguna. No podía permitirse el llorar, alteraría a todos y lo que menos deseaba es que tanto Kuroko como el resto de los chicos se enterara que estaba en ese estado por mal de amores. No debía arruinarle la felicidad al chico que tanto ama.


—Tonta. —Apoyó con un poco más de fuerza su mano sobre su cabeza y se la frotó hasta alterar por completo su cabello rosa.


— ¡Oye...Dai-chan! — Reprendió con un puchero mientras luchaba por soltarse del brusco agarre, sin embargo, Aomine la siguió dirigiendo al interior del estadio. Los demás observaban con curiosidad, era raro ver al moreno molestando de esa forma a la chica, pero lo dejaron pasar ya que faltaba poco para que comenzaran a prepararse e ir a jugar.


—Yo soy quien más molestias ha causado, así que por esta vez... —Rayos, era vergonzoso decir palabras tan sentimentalistas. — Por esta vez... yo voy... voy a ser quien... te... — Chasqueo la lengua con molestia, esto era complicado. — ¡Solo yo estaré a tu lado en esto! ¿De acuerdo?


—Dai... chan... —La chica comenzó a lloriquear, conmovida por las palabras de Daiki. Tenía mucho tiempo de no ver esa faceta sobreprotectora de su amigo.


— ¡No llores, tonta! —Repeló alterado, lo que había dicho no era para hacerla llorar sino para hacerle sentir mejor.


— ¿¡Que le hiciste, idiota!? —Wakamatsu se acercó enojado, exigiendo una respuesta.


—Me dijo fea. —Mintió con descaro, no podía avergonzar más a Aomine, por lo que tenía que hacerlo ver como el chico malo.


—Aomine-san eso no se le dice a una chica. —Reprendió Sakurai con debilidad, luchando por no disculparse ante la iracunda mirada del otro. No podía retroceder en esto, tenía que ser un caballero y defender a Momoi.


—Yo solo le dije la verdad. —Comprendiendo su estrategia, Daiki no tuvo otra alternativa que seguirle el juego, pero estaba grabando muy fuerte en su mente este suceso, se lo haría pagar a la chica y con creces.


—Entrenador. —Siguió con su llanto infantil, buscando el consuelo del único adulto entre el grupo.


—Aomine... mañana harás el triple de entrenamiento en la mañana. —Declaró con firmeza mientras acariciaba la cabeza de Satsuki y le acomodaba algunos de sus cabellos que por la fricción apuntaban a varias direcciones.


— ¿¡Por qué!? —Eso no era justo, no lo iba a permitir. El triple del entrenamiento espartano era mucho incluso para él.


—Eso te pasa por ser un idiota. —Imayoshi le sonrió con clara burla, siendo a poyado por el resto del equipo Touou. Nadie insultaba a su linda manager, ni siquiera el As.


—Satsuki. —Le llamó con los dientes apretados, viéndola con amenaza sin embargo la chica se hizo la desatendida y desvió la mirada para otro lado, eludiendo el problema. — Esta no te la perdono. — Afirmó, aunque estaba seguro de que no habría represalias; con este pequeño número la tensión en Momoi bajó considerablemente, pero aun notaba como cuidaba sus pasos para no acercarse mucho a Seirin, donde Kuroko observaba todo con algo de desconcierto al igual que el resto del equipo.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Sapo azul, aquí fénix rosa... ¿me copias? —La voz chillona de Satsuki sonó una vez más por el walkie-talkie, haciéndole enfurecer. La muy maldita tuvo la osadía de pensar en nombres clave y él le había apoyado, creyendo que eso la entretendría, sin embargo, confió demasiado en la ridícula creatividad de la fémina.


— ¿Por qué mierda soy un asqueroso sapo? —Exclamó lo más bajo que pudo mientras se escondía detrás de una de las paredes de la escuela Kaijô. Su maldito apodo estaba horrible, no iba a permitir que Momoi le llamara así en estas misiones, donde estaba arriesgando su pellejo para dejarle regalos a Kise.


Porque hasta que te bese el amor de tu vida no serás un príncipe. —Declaró con simplicidad, como si fuera algo lógico. — ¿Qué no conoces la historia, Aomine-kun?


—Claro que la conozco. Por eso se me hace ridículo. —Refunfuñó mientras subía las escaleras con su preciada carga. Nuevamente sintió el nerviosismo del día anterior, pues aún no desaparecían de su cabeza aquellas ideas descabelladas donde se veía en prisión para el resto de su vida.


Desde la noche anterior sabía que le iba a llevar a Ryôta. De camino al estadio pudo percatarse de una pequeña cafetería recién abierta sobre la carretera; su temática estaba relacionada con Italia, los folletos aseguraban tener los postres más conocidos y ricos de aquel país. De forma inmediata pensó en que uno de aquellos postres podría ser el siguiente regalo, ya que al rubio le gustaban las cosas dulces y estaba seguro de que le encantarían los de aquella cafetería. Así que, cuando ganaron el partido, entró junto con Momoi al lugar y escogieron el postre que más les llamó la atención.


Es perfecto. —Momoi no iba a permitir ningún cambio en sus nombres clave. — Menos quejas y más acción. —Repitió la frase de ayer. —Ten mucho cuidado con la bolsa térmica, te recuerdo que es de mi papá. —El problema con el postre que compraron es que tiene que estar a una temperatura adecuada para que no se eche a perder.


—Ya lo sé. —Sonrió ante ello, pues la chica le quitó la importancia en cuanto a la posibilidad de que aquella pequeña bolsa azul celeste ya no volviera a casa.


Yo sé que conquistaras a Ki-chan, así que cuando eso pase, asegúrate de pedirle la bolsa de regreso, ¿entendiste? Ojalá él pudiera tener la misma seguridad que Satsuki; ya que con el daño hecho, quizá podría conseguir el perdón del rubio, pero nada garantizaba que Ryôta aceptara sus sentimientos. No iba a rendirse, eso estaba más que claro, pero tampoco iba a forzar al rubio a aceptar una relación con él; si era despreciado se lo tendría bien merecido, pero al menos no iba a caer sin pelear.


Había escogido un postre pequeño pero bonito y de buen sabor; de igual forma había puesto una tarjeta, con la diferencia que en esta ocasión Momoi procuro poner una A como firma. Aomine de forma inmediata se puso nervioso, pues llego a creer que la maldosa chica iba a poner su nombre, sin embargo no pasó de aquella única letra. Según los argumentos de Momoi, es para que Kise comience a seguir pistas y le pique más la curiosidad de saber quién es la persona que le está dejando tales regalos.


—Espero te gusten. —Sonrió y dejo la bolsa nuevamente sobre el pupitre. La pequeña tarjeta fue acomodada bajo el asa, con el objetivo de que no fuera a caerse por si alguien más llegaba antes que el rubio.


Como la primera vez, Daiki salió lo más rápido y discreto que pudo, eludiendo a los primeros alumnos que comenzaban a llegar a la escuela. En esta ocasión había procurado no quedarse tanto tiempo, solo cumplió con su objetivo y presuroso se dirigió a la salida. No hubo percances, afortunadamente y estaba seguro de que nadie le había visto.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Kise estaba con mejor ánimo, aun había cosas que resolver, sin embargo el ver el pequeño ramo en la mesa de centro de su departamento le mejoro el humor; incluso estaba mostrando un gran desempeño en las practicas matutinas del club. Quizá muchos creen que es ridículo ponerse felices por un regalo que ni siquiera posee el nombre de quien lo envía, pero a ojos del rubio contiene un significado importante. No es que se esté enamorando de esta nueva fan o que posea un interés similar por ella, sencillamente le alegraba saber que alguien está esforzándose por demostrarle que no es solo una "figura" de revistas, sino también un ser humano. Un gesto sincero que provocaba en él una sonrisa franca.


—Al parecer te levantaste con el pie derecho esta vez. —De camino al interior de la escuela, Kise se encontró con Kasamatsu. Desde hace poco más de una semana había dejado de asistir por completo al club, pues los exámenes estaban ya a la vuelta de la esquina y debía tener completa concentración en ello.


— ¡Ah, senpai! —Kise sonrió al ver a Yukio, se acercó con rapidez para saludar. — Buen día. —El mencionado se sintió internamente aliviado de que el rubio mostraba mejor humor.


—Buen día. —Correspondió el saludo y siguió caminando, seguido de un muy sonriente Ryôta. — ¿Qué es lo que te tiene de tan buen humor? —Aun cuando luchara por controlar su curiosidad, esta pudo más que su discreción.


— ¡Ayer recibí un regalo! —Expreso eufórico, queriendo abrazar a Kasamatsu; quien le empujo con una mano para mantenerlo a una distancia prudente.


— ¡No te me acerques tanto, idiota! —Reclamó con cierto enojo, aunque el ver que Kise realmente se vio afectado positivamente con ese regalo, se calmó más rápido que de costumbre.


— ¿Y qué te dieron para que tengas esa sonrisa de idiota en la cara? —Exigió saber.


—Unas flores. —Fue la sonriente respuesta que dio el rubio, desconcertando momentáneamente a Kasamatsu, el cual no esperaba tan sencilla respuesta. Teniendo en cuenta el carácter caprichoso de su kohai, sinceramente esperaba que le dijera algo un poco más... excéntrico. Él mejor que nadie sabía cuántos regalos le pueden llegar a este chico en un parpadeo y también conocía lo exagerado que podían ser algunas de aquellas féminas; recordaba claramente como una de ellas le había mandado una hermosa cadena de oro, la cual el rubio rechazo puesto que esta venía con la condición de aceptar ser novio de aquella loca. Con tristeza supo que no era la primera vez que le hacían una proposición así.


Muchas venían al chico como si fuera un objeto, una pieza más de sus joyas que podrían restregar en la cara a las otras envidiosas mujeres. Eso le causaba un amargo sabor en la boca, porque entendía que era una situación que Kise se ve forzado a tolerar, pues parte de ser un modelo exitoso es tener un poco de locas fans haciendo tontería y media para poder estar con él. Menudas idiotas.


— ¿Y qué de impresionante tiene ese ramo? —Debido a aquellos recuerdos, Kasamatsu comenzó a enojarse de nuevo por lo que no pensó las cosas antes de decirlas. — ¿Te lo mando el idiota de Aomine? —Solo cuando se escuchó se percató de que había entrado a un terreno que no debía. ¡Maldición!


—Eso fue cruel, senpai. —Como era de esperarse, la sonrisa de Ryôta desapareció momentáneamente pues aún con el regalo de aquella fan alegrándole el día, no era suficiente para borrar el amor por el moreno. — Sabe bien que Aominecchi no es de ese tipo de persona. —Lucho por recuperar su sonrisa, no quería que este día se fuera al caño por el solo recuerdo de su amor platónico.


Aunque eso no evitó que naciera una pequeña fantasía, una donde Aomine le llenaba de detalles cursis como un novio enamorado. Bueno, es consciente de que aun si sus sentimientos hubiesen sido correspondidos eso no iba a pasar; Daiki tiene de romántico lo que él de feo, nada. Jamás le hubiera regalado nada, incluso podía estar seguro de que olvidaría las fechas importantes como el cumpleaños o los aniversarios, sencillamente nada de eso va con el carácter del moreno; pero a Ryôta eso no le importaba y es porque le quiere que acepta todo lo que Daiki conforma.


Él se hubiera adaptado. Cambiaria las citas en el parque por largos partidos de basket; los postres por hamburguesas; las películas de acción por las de terror; los maratones de películas en casa por maratones de partidos de basket; la compra de ropa por tenis deportivos. Quizá no sea bien visto el ceder tanto, pero a final de cuentas es una fantasía, algo que jamás pasara.


—Lo siento, no fue mi intención. —Se disculpó de manera sincera, no había sido ese su propósito. — Pero ya dime ¿Qué de especial tienen esas flores? —Insistió, esperando cambiar el tema y mejorar el ánimo del rubio.


—Eso es lo que lo hace especial, senpai. —Ryôta saco su celular y le mostro la foto, el pequeño ramo dentro de un florero de cristal. —No son finas, puede que ni siquiera valieran mucho dinero. —Sonrió sincero. —Alguien las puso solo para poder hacerme feliz.


—No entiendo tu explicación. —Para Kasamatsu no tenía sentido, ¿Eran especiales porque no eran caras?


—Las flores solo eran para hacerme sonreír, diferente a otros regalos... este no venía con condiciones o adulaciones extravagantes, senpai. —Explico ya más tranquilo. —Lo siento sincero. —Podría sonar ridículo, pero aquella nota era muy diferente a las que siempre recibía, incluso podría decir que la mente de su fan era muy simple. La nota no terminaba en verso y tampoco era poético, era sencilla, se plasmaba la idea tal cual por eso le gustaba.


—Bueno, si te hace feliz... supongo que está bien. —Kasamatsu no sabía que más decir.


—Bastante. —Solo esperaba conocer pronto a aquella joven, deseaba agradecerle por su obsequio y demostrarle que le había encantado.


— ¡Ah! ¡Lo encontré! —Dos chicas que pertenecen a la misma clase de Kise, lo observaron y acercaron corriendo. Sus expresiones emocionadas y curiosas le dislocaron un poco, además de que ambas tenían un leve arrebol en las mejillas.


— ¡Kise-san! ¡Hay otro! —Exclamo una de ellas con emoción.


— ¿Otro? —De momento no logro entender a que se referían.


—Sí, otro presente. —Confirmaron las dos al mismo tiempo.


— ¿En verdad? —Sonriente comenzó a dirigirse al salón. — ¡Nos vemos más tarde, senpai! —Se despidió mientras aceleraba el paso con las chicas pisándole los talones.


Todas las chicas, incluyendo las del club de fans, decidieron de manera unánime apoyar a la desconocida. No fue una decisión fácil, muchas incluso llegaron a refutar si la chica realmente era de confianza pero no pudo más su deseo de ver feliz al rubio que sus dudas, por lo que dictaminaron seguir esto de cerca y cuando la chica se presente, decretar si es una persona digna de estar o no a lado de Kise Ryôta.


Por otro lado, Kise parecía realmente emocionado, no esperaba que hubiese dos regalos seguidos, esperaba que fueran esporádicos o que solo hubiese sido una cosa de una sola vez. Moría de curiosidad de saber qué es lo que le mando en esta ocasión, esperaba que fuera algo similar al ramo, humilde pero de sentimientos sinceros.


Cuando llego al salón la mayoría de sus compañeros estaban alrededor de su pupitre, se notaba que se sentían curiosos por saber el contenido pues contrario al ramo, el regalo de hoy está oculto por una sencilla bolsa de lona color azul celeste y en la asa que se encuentra en la parte superior se encontraba la nota doblada.


Para: Kise Ryôta.


Así con la panna cotta es la estrella de Piamonte.


Tú eres el lucero que comienza a iluminar mi vida.


Atte. A


Ryôta no pudo evitar reír enternecido, al parecer su pretendiente no tiene mucho talento para las frases. Si bien las considera sinceras, son simples, como si se hubieran escrito de la misma manera que se pensaron; sin embargo sintió su estómago hundirse cuando vio la A plasmada en el papel. Sus pensamientos no pudieron controlarse y le trajeron a la mente la imagen de Daiki, algo que desecho al siguiente segundo, él no es capaz de hacer tales cosas y aun cuando pudiera no las dirigiría a él, un hombre.


—Primera pista, su nombre empieza con A. —El hilo de sus pensamientos se vio cortado por el repentino hablar de una de sus compañeras, quienes detrás de su hombro se estiraban para husmear un poco.


—No seas tonta, es la A de anónimo. —Repeló otra.


— ¿Cómo puedes estar tan segura? —Pronto la atención se desvió a la pelea de ambas chicas, cada uno con un bando apoyándoles.


El rubio no les hizo caso y se dedicó a abrir la bolsa, muerto de la curiosidad de conocer su contenido. Si bien la nota mencionaba que es lo que había dentro, él no conocía el panna cotta; sus ojos brillaron con cierta hambre, una que solo le dedica a sus postres preferidos y es que en el interior había tres vasos de plástico transparente; los cuales contenían algo parecido a un flan, solo que este es de color blanco cremoso con la superficie bañada, al parecer, de abundante mermelada de fresa y además de pequeñas zarzamoras tanto rojas como negras reposando deliciosamente sobre la parte rojiza.


No era un postre estrafalario y tampoco se notaba que contuviera una gran cantidad de azúcar, sin embargo contenía cierta elegancia y era delicioso para sus ojos más porque es algo nuevo que tiene inmensas ganas de probar. Pero poco tiempo le dio para siquiera recordar que estaba en clases, puesto que el primer maestro del día irrumpió en el aula, poniendo el orden de manera inmediata; así que Ryôta solo pudo cerrar la bolsa, acomodarla de manera cuidadosa para que los vasos no cayeran y esperar con ansia el receso para poder comerlos tranquilamente.



Aomine no estaba seguro aun de si lo que estaba a punto de hacer era algo sabio y prudente, ya que corría el riesgo de que todo lo que estaba haciendo se fuera a la basura en un parpadeo; confiaba en que su anonimato pudiera darle un respaldo y mantener el secreto intacto, pero él mejor que nadie sabía que las mentiras y los secretos no pueden ser ocultados mucho tiempo, tienen un punto de caducidad y con lo que estaba a punto de hacer puede que el pretendiente secreto llegue a su fin antes de lo que esperaba y no con los resultados deseados sin embargo las opciones se le estaban acabando. Él tenía que hacer algo para arreglar la situación que en estos momentos se estaba presentando con su amiga y después de meditarlo mucho, solo él podía apoyarle en esto.


 


Había pasado prácticamente una semana desde que comenzó con esto de los regalos y también el saber que Kagami y Kuroko mantenían una relación amorosa, cosa que podría no ser de su interés sino fuera por una persona, Momoi Satsuki, su mejor amiga desde que tenía uso de razón. Desde el día que dejaron el panna cotta las cosas fueron empeorando y cada vez era más difícil para su amiga ocultar su tristeza.


A fin de cuentas él no podía estar pegado todo el tiempo con Momoi y en uno de sus descuidos Kuroko logro abordarla y hablar con ella; aun desconocía como es que la chica logro soportar las lágrimas y mostrar una sonrisa sincera a Tetsuya cuando este le anuncio que por fin el idiota de Kagami era su novio y que agradecía infinitamente su consejo. En ese momento, Daiki supo que sin la ayuda de Momoi su antigua sombra no hubiese logrado seguir adelante para confesarle sus sentimientos al pelirrojo. Eso era algo que aliviaba y pesaba en partes iguales a su amiga.


Satsuki cada vez se mostraba menos alegre, más apática y muchos comenzaron a notar su cambio, por lo mismo comenzaron a preocuparse. Aomine sabía que la chica estaba luchando duramente para poder poner su mejor sonrisa en el rostro, pero lamentablemente poco a poco tenía menos fuerza para seguir manteniendo las apariencias, sabía que llegaría un día en el que ya no podría más más y explotaría. En el mejor de los casos podría solo alejarse de todos y llorar largamente hasta caer rendida por el esfuerzo; pero otra, la muy mala, podría ser que le gritase en cara a Kuroko su sufrir y esa es la parte que el moreno quería evitar. Solo ha visto a su amiga enojarse seriamente tres veces y en cada una de ellas vio una faceta que le causaba cierto escalofrió, ya que se sinceraba hasta el punto de incluso buscar herir a las personas con sus palabras, no era algo que quisiera contemplar ya que después de la bruma de ira Momoi comenzaba a sentirse culpable, lo cual empeoraría su situación.


Por ello estaba ahí, frente a la entrada del instituto Kaijô en la espera de que los entrenamientos del equipo de basket terminaran y poder hablar con el rubio. De todos los que conocía, Kise es el único con un aura reconfortable y pura para ayudar a mejorar el ánimo de Satsuki. Tuvo muchas ideas y esta es la que tiene más posibilidades de funcionar, aunque también los riesgos eran bastante altos.


— ¡Hasta mañana! —La voz de Ryôta le hizo salir de sus pensamientos y levanto rápido la mirada para contemplarlo, al ver su sonrisa su corazón dio un vuelco y comenzó a sentirse demasiado nervioso al punto de tener las ganas de darse la vuelta y correr, sí, huir de ahí.


No puedes acobardarte ahora, imbécil. Tú no eres así. —Uso toda su fuerza de voluntad para mantenerse quieto, controlar el acelero de su corazón e impulsarse para acercarse al rubio, quien al parecer aún no se percataba de su presencia.


Kise se despidió de manera entusiasta de sus compañeros, esta vez iría solo a casa ya que Kasamatsu tenía que ir a otro lado. Pero no le daba mucha importancia, esta semana ha tenido momentos muy buenos. Los regalos no habían dejado de aparecer día a día, además seguían con esa esencia sencilla y personal; lo sabía porque después del rico postre que le fue dado, llegó un par de muñequeras rayadas de azul y amarillo, símbolo de su color y el de la escuela además de que en la nota le pedía seguir esforzándose en su club porque sabía que era un deporte que ha llegado a amar sinceramente; después fue un lindo llavero de delfín con una pelota de basket en el hocico, el animalito está muy bien detallado al punto de parecer real sino fuera porque su color es un azul rey en vez del gris y no posee el aspecto "infantil" que adoran las chicas; entre otras cosas que guardaba cuidadosamente en su departamento.


La de este día había sido un postre que le encantaba, una pequeña pero deliciosa tarta de manzana de una de sus cafeterías favoritas; estas tartas son el sello de aquella cafetería por lo que era muy difícil conseguir una, ya que se acababan muy rápidamente. Una seña más que le demostraba que su fan es una persona que veía más allá de su esencia de modelo.


— Hola, Kise. —Aun con el nudo en la garganta, logró llamarlo con voz serena, casual. Se felicitó así mismo.


Por otro lado Ryôta no pudo evitar dar un brinco asustado y haciendo desaparecer rápidamente su alegría por el regalo que había recibido en la mañana, no se había percatado de la presencia del moreno. Volteo lentamente para asegurarse de que no estaba alucinando y que verdaderamente había escuchado la voz de Aomine; sinceramente no esperaba que este viniera a verlo y mucho menos después de la declaración tan confusa que ocurrió en el partido.


—A... Aomi... necchi. —La desmesura con la que sus ojos estaban abiertos confirmaban la idea de Daiki, su rubio estaba muy sorprendido de verlo ahí. — ¿Qué... por qué... cómo...? —La mente del chico estaba muy confusa, no podía poner en orden sus ideas por ello comenzó a retroceder lentamente, era mejor emprender una huida. Él no podía soportar esta situación donde no sabía que es lo que iba a pasar.


— ¿Podemos hablar? —Por inercia, o más bien porque comprendió que es lo que planeaba el rubio, se aproximó lo suficiente para sujetarle firmemente de la muñeca pero midiendo su fuerza para no lastimarlo. — Por favor. —No tenía tiempo de pensar en su maldito orgullo.


—Suéltame... —Pidió en un susurro, estaba asustado, demasiado. No quería saber el motivo por el que Daiki estaba ahí, lo único que calmaba el dolor del rechazo era ese único beso que le fue regalado, no quería que el moreno le dijera que había sido un error. No deseaba que le destruyeran aquel preciado recuerdo.


—Si no quieres hablar de lo que paso en el estadio, está bien, no lo haremos. —Era algo que deseaba hacer con ansia, reafirmar que Kise sería solo suyo; sin embargo, había aprendido que hay cosas que no puedes acelerar y que deben tener un proceso; lamentablemente para su poca paciencia esta era una de esas situaciones. —Necesito tu ayuda. —Era mejor ir al grano, si seguía dándole vueltas al asunto terminaría en una correteada de su parte mientras el rubio huía.


— ¿Mi ayuda? —Alivio y decepción inundaron a Ryôta, de alguna forma deseaba tener las respuestas a todas sus dudas, pero por otro lado prefería que así quedara el asunto. — ¿En qué? —A pesar de todo lo que había pasado entre ellos, Aomine estaba ahí para pedir su apoyo así que tenía que ser algo sumamente importante.


—Necesito una cita. —Soltó de golpe, aturdiendo la mente del rubio y que todo pensamiento se detuviera, dificultando que procesara adecuadamente las tres palabras que salieron del moreno.


— ¿Disculpa? —No estaba de más confirmar lo que sus oídos habían captado.


—Lo que necesito es una cita. —Confirmó con mirada seria y voz determinada. No era lo que esperaba, a decir verdad, así que... ¿Qué es lo que debería responder?


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¿Gustó o no? XD


El próximo cap. habrá más AoKi como debe de ser nwn


¡Hasta la próxima!

Notas finales:

¿Gustó o no? XD

El próximo cap. habrá más AoKi como debe de ser nwn

¡Hasta la próxima!


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