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Fingiendo que no te amo. por LycanZero

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Notas del capitulo:

¡Hola! Sí, lo sé. Tarde muuuuuuuuuuucho en actualizar uwu

Lo lamento. Pasan muchas cosa en mi vida desde... ¿hace años? XD

Y a veces me tardo demasiado en actualizar pero es seguro que termino mis historias nwn 

Tarde pero seguro jejeje

 

Erza-san gracias una vez más >w<

**********Dos semanas después**********

 

 

Kagami estaba cansado, no sólo tenía los entrenamientos tipo “espartanos” por parte de su entrenadora sino que después de aquellos duros ejercicios tenía que ir al departamento de Kise para seguir con las lecciones de cocina. Aún no entendía como alguien que podía considerarse un genio en el básquet era tan idiota en el arte culinario. Cuando llegó a su apartamento se limitó a tirar sus cosas en el sillón más cercano, no tenía ganas ni de desnudarse, solo quería llegar a su cama y poder dormir hasta el próximo año. Nunca pensó que enseñarle a Kise resultaría ser tan agotador, el rubio simplemente no podía cocinar adecuadamente ningún platillo por sencillo que fuera sin amenazar con causar una explosión.

 

-“Moriré si seguimos así”— Fue el pensamiento del pelirrojo antes de llegar a su cama y dejarse caer completamente, nunca pensó que enseñar a cocinar pudiera ser tan peligroso. Bueno, quizá exageraba pero simplemente no sabía si sobrevivirá el tiempo suficiente para ver a un independiente rubio cocinando por su sobrevivencia.

 

Kise mostraba un total entusiasmo con las clases y no había duda de que pone empeño en cada una, inclusive tiene una pequeña libreta donde anotaba los consejos del pelirrojo y algunas recetas que eran de su agrado –por no decir todas–, sin embargo nada de eso es suficiente ya que por alguna extraña razón Ryôta terminaba por hacer explotar, quemar o desintegrar los alimentos. Suspiró largamente. Cansado. Resignado. Sabía que no podría dejar así a Kise, el pobre rubio necesitaba de su ayuda.

 

Su mano se dirigió al cuello. Pensó que unos sencillos huevos fritos podían ser un avance en los intentos de Kise por cocinar, estaba equivocado. El rubio había echado demasiado aceite para un simple y pequeño huevo, y como último detalle dejó caer unas pequeñas gotas de agua en la sartén, lo que causó que el aceite comenzara a brincar de manera alocada en todas las direcciones posibles. Unas cuantas gotas cayeron en el cuello de Taiga y como consecuencia quedaron unas pequeñas marcas entre rojo y morado como prueba de que Ryôta era un peligro en la cocina.

 

Se acomodó en su cama y se dispuso a conciliar el sueño. Necesitaba reponer energías si quería seguir en su intención de “buen samaritano” con un chico que necesitaba un verdadero milagro para aprender a cocinar. Ya ni siquiera valía que Ryôta le pagara sus “servicios” con una buena dotación de hamburguesas y un partido cada tarde-noche, como iban cada clase debía valer un restaurant de hamburguesas como mínimo y un par de tenis de la mejor marca. Ante su ridículo pensamiento se dejó llevar por un apacible sueño, sin duros entrenamientos ni explosiones de cocina.

 

 

 

*************

 

 

Ryôta suspiró con cierto pesar. El cuerpo le dolía, aunque sabía que no era por los entrenamientos del club de básquet. Más bien las constantes limpiezas de su cocina causaban un verdadero dolor de brazos, manos y espalda; jamás creyó que cocinar representara un verdadero reto, cada platillo tenía su nivel de dificultad y él terminaba siempre por crear un desastre cuando estaba a punto de terminar la comida. Kagami estaba siendo demasiado paciente con él y lo agradecía de todo corazón, cualquiera en su lugar le hubiese gritado que era un perfecto inútil y que mejor desistiera de aprender.

 

Pero el pelirrojo tenía una mentalidad totalmente diferente, le animaba y convencía que podía hacerlo. No aceptaba sus intentos de renuncia ni sus infantiles berrinches, siempre le insistía en que era capaz de hacerlo. Sólo es cosa de práctica, dedicación y paciencia, aseguró Kagami un día en el que Kise estaba deseoso de arrojar la toalla. Por ello no se rendía ni se quejaba cuando veía el enorme desastre que había causado. Sólo suspiraba cansadamente antes de comenzar sus labores de lavado. Al menos podría presumir algún día que no había nadie que limpiara una cocina tan perfectamente como él.

 

Una vez que dejó brillante su cocina se dirigió como zombi a su habitación y, al igual que el pelirrojo, se dejó caer en su colchón, se acomodó un poco y se perdió en un tranquilo y reparador sueño. Con las clases de cocina ni siquiera había tenido tiempo para deprimirse. No había tiempo de pensar en el doloroso rechazo de Aomine, toda su preocupación y dedicación estaban en poder hacer algo que fuese comestible.

 

-“Eso es bueno, ¿no?... Kagamicchi”— Y con este último pensamiento dejó su cuerpo descansar.

 

 

 

***************

 

 

Los rayos del sol y la insistente alarma de su despertador le hicieron abrir los ojos. No quería hacerlo, deseaba seguir durmiendo un poco más pero una vez despierto ya no le era posible conciliar el sueño al menos hasta más tarde, estaba seguro que volvería a dormir en clase. Suspiró cansadamente y se dirigió a la ducha, un buen baño podría terminar de despertarlo. Mientras el agua recorría su cuerpo se dedicó a pensar en la pequeña conversación que había tenido con Kise la noche pasada; gracias al one on one que jugaban prácticamente todos los días, ambos habían mejorado bastante, incluso el rubio comenzaba a pulir más las técnicas copiadas a la Generación de los Milagros.

 

-Estaba pensando Kagamicchi…

 

-¿Piensas? — Preguntó el pelirrojo divertido mientras intentaba esquivar a Kise quien infló los cachetes para hacer un puchero.

 

-Moh~ Kagamicchi no seas malo— Se quejó antes de volver a concentrarse en su juego. — Tú me dijiste que tenía que demostrarle a Aominecchi mi valía al menos como rival, ya que no puede corresponder a mis sentimientos pero… ¿Por qué no haces tú lo mismo? —El pelirrojo detuvo cualquier movimiento y se dedicó a observar al rubio. Meditó un momento sus palabras, intentando comprender lo dicho por su amigo rubio hasta que...

 

-No comprendo. — Admitió después de un largo silencio.

 

-Me dijiste hace tiempo que si Aominecchi no respondía a mis sentimientos entonces debía luchar para que al menos me considerara un rival digno pero, Kagamicchi… Tú también deberías seguir tu consejo. — Kise le vio con seriedad, una expresión que Kagami muy raras veces veía. — Es decir, si Kurokocchi no puede verte como su pareja entonces demuéstrale que puedes ser un compañero digno en la cancha. Que puedes ser una luz más deslumbrante de lo que fue Aominecchi.

 

Meditó esas palabras a profundidad, y Kise tenía razón. Si Kuroko no podía responder a sus sentimientos como tal, al menos podría demostrarle que podía ser una fuerte luz y un compañero de confianza dentro de la cancha. Y con un renovado ánimo, además de un plan, terminó de bañarse, se puso el uniforme y salió de casa para dirigirse a la preparatoria, decidido a cumplir con su objetivo recién adquirido, y la primera parte de éste era darle un saludo menos seco al peli azul como los que le había otorgado después de que el chico lo hubiera rechazado.

 

-Buenos días, Kuroko. — Se alegró de que el saludo le saliera más natural de lo esperado. El mencionado se asombró ante el repentino cambio pero aun así respondió el saludo con un sencillo y cortés: “Buenos días, Kagami-kun”. Las clases transcurrieron con normalidad, incluso almorzaron juntos como hace mucho tiempo no lo hacían, platicando principalmente de básquet y diversos temas de menor importancia. Kuroko se sentía intranquilo, aun cuando estaba feliz de tener nuevamente la amistad del pelirrojo, no comprendía el repentino cambio de éste hacia él, pensaba que le había causado bastante daño para evitar que incluso le hablara normalmente, pero tal parece que se había equivocado, quizá Taiga ya se hizo a la idea que no podían tener una relación sentimental y eso en vez de hacerle sentir aliviado, le aterró.

 

Una vez que las clases hubieron terminado fueron al gimnasio a entrenar. En los vestidores todos los chicos se reunieron para poder cambiarse y no fue hasta que Taiga descubrió completamente su torso que el capitán e Izuki se dieron cuenta de un pequeñísimo detalle en el cuello del pelirrojo. Ambos, sonriendo pícara y burlonamente, se acercaron a Kagami para picar un poco aquellas marcas que ahora estaban de una tonalidad morada, el chico al sentir el tacto de sus senpais respingó del susto y dio un paso atrás para tener una distancia considerada con esos dos que tenían una mirada sospechosa.

 

-¿¡Qué diablos les pasa!? — Exigió saber mientras sus demás compañeros de equipo también se acercaban al ver como Hyûga señalaba constantemente un punto en particular en el cuello del pelirrojo y, sin pensarlo, se llevó la mano para cubrir aquellas marcas que habían pasado al olvido después de haberlas visto en la mañana.

 

-¿Quién te hizo eso?— Preguntó con voz burlona.

 

-No sabía que tenías novia, Kagami. — Koganei, otro miembro del equipo y senpai, quien acunaba la barbilla entre el dedo pulgar e índice.

 

-No tengo. — Respondió inmediatamente, sentía que le estaban atacando y no comprendía el motivo de ello, además las miradas que le eran dadas por todos sus compañeros, a excepción de Kuroko, le ponían la piel de gallina.

 

-No mientas, esas marcas que tienes en el cuello te delatan. — Atacó de nuevo el capitán del equipo, siendo apoyado por varios asentimientos constantes de cabeza.

 

-¿Ah? — Kagami quitó su mano del cuello y entonces recordó lo sucedido con Kise, suspiró relajado y vio con más tranquilidad a sus senpais. — Esto no me lo hizo una chica, fue Kise. — Declaró con naturalidad, temía ser un punto de burla para todos pero si aclaraba que no había sido ninguna novia entonces todo quedaría arreglado.

 

Sin embargo el silencio se expandió por varios segundos entre los presentes, asimilando lentamente la información, o más bien la bomba que Taiga había soltado con demasiada facilidad. El pelirrojo se había aterrado cuando le mencionaron a una chica como responsable de aquellos “chupetones” que marcaban su cuello pero se relajó completamente cuando aclaró que no había sido un “ella” sino un “él”. ¿Cómo debían reaccionar a eso?

 

-Oh, ya veo. Hablas de Kise Ryôta ¿verdad? — Fue Kiyoshi quien recuperó primero el habla y su sonrisa de siempre ocultaba perfectamente su desconcierto.

 

-Sí, ayer fui a su casa y el muy idiota me hizo esto por descuidado. — Respondió suspirando con cansancio, incluso recordar la clase de concina de la noche anterior le causaba fatiga.

 

-¿Desde cuándo tú y Kise Ryôta son…? — Pregunto Fukuda aún desconcertado, no podía darle un nombre a la relación sin sonrojarse por la misma, sin embargo Kagami no lo notó. — ¿Cercanos? — Fue la única palabra que se le ocurrió al novato para definir la “relación”.

 

-Desde hace dos semanas más o menos. — No podía definirla como una “relación cercana” pero no podía negar que últimamente convivían mucho, aunque en cada reunión estuviera arriesgando su joven vida. Kagami terminó por cambiarse y dirigirse a la salida mientras que sus compañeros seguían viéndole con un poco de admiración, a fin de cuentas Japón es un país conservador y la homosexualidad no es muy bien vista aun en la actualidad.

 

Pero recordaron que a diferencia de ellos, Taiga creció en un ambiente más liberal, siendo E.U uno de los escasos países que toleraba las relaciones homosexuales y, posiblemente el único, que acepta las bodas de esta índole – aunque fuera en algunos estados–. Por ende al pelirrojo debe de ver con naturalidad este tipo de relaciones ¿no? Aun así, pensar que era Kise y no Kuroko con quien iniciara una relación amorosa era algo difícil de creer, a fin de cuenta luz y sombra desde el principio han trabajado juntos para el bienestar del equipo. Además, en algunos momentos podían notar como se miraban entre sí de manera discreta.

 

Por otro lado Kuroko no sabía que le estaba pasando, al oír que el pelirrojo tenía una relación con Kise sintió una poderosa opresión en el pecho amenazándolo incluso con cortarle la respiración. En sus ojos podía percibir un picazón que le provocaría un llanto sino controlaba sus sentimientos como siempre lo hacía. No entendía, se supone que éste era el resultado que esperaba obtener desde que había dejado claro al pelirrojo que no podían tener una relación sentimental, sin embargo no podía evitar sentirse molesto por ello. Posiblemente Kise haya removido los sentimientos que Taiga sentía hacia su persona y suplantarlos por unos nuevos; por eso pudo saludarlo con normalidad.

 

-“No me gusta.” — Fue su fugaz pensamiento. Él no quería ver a Kagami feliz con Kise, por más egoísta que se oyera, simplemente la idea no era de su agrado, pero no había nada que hacer, este era el resultado de sus acciones y debía afrontar las consecuencias.

 

 

 

********** Preparatoria Touou **********

 

 

Momoi buscaba con insistencia a su moreno amigo, desde hace días que éste actuaba de extraño. No sólo se ausentaba más a clases sino que también su desempeño en la cancha era muy bajo, y eso preocupaba a todo el equipo. Podía hacer sus fintas, aumentar y disminuir la velocidad a placer, inclusive encestar pero eran muy raras las ocasiones en las que lo lograba. Inclusive Sakurai pudo robarle en varias ocasiones el balón, soltándolo inmediatamente al ver la mirada furiosa de Aomine y comenzar a pedirle disculpas sin parar.

 

La peli rosa estaba muy preocupada por esto, y en ocasiones no podía evitar pensar que la desconcentración de su amigo podía deberse a ella ya que intentó hacerle comprender, de manera directa y firme, el mal que había hecho cuando tomó a broma los sentimientos puros del rubio. Sólo quería que no tomara a la ligera el amor que el chico sentía por él. Fue a la azotea de la escuela ya que Aomine solía pasar ahí la mayor parte del tiempo para dormir pero fue grande su sorpresa al no encontrarlo.

 

-Dai-chan. — Susurró bajamente, decaída por la ausencia de su amigo, quizá no debió decirle así las cosas. Aunque era la única manera, el moreno es tan cabezota que decírselo con indirectas no hubiese servido de nada. Soltó un largo suspiro y se encaminó hacia el gimnasio ya pensaría en una manera de hablar con Daiki.

 

 

 

**********

 

 

Aomine caminaba sin rumbo alguno por las calles. Se había salido de la escuela sin darse cuenta y para evitar un regaño decidió no regresar. Desde hace un par de semanas que se repetía un sólo suceso en su cabeza: “La confesión de Kise”. Aún no podía creer que aquel alegre rubio tuviera ese tipo de sentimientos hacia él porque, si era sincero consigo mismo, incluso cuando era atractivo su carácter era lo suficientemente “pesado” como para que alguien lo soportase. Muchas chicas se le acercaban insinuantes para tener una relación pero se alejaban rápidamente al comprender que no es el príncipe que habían soñado, pero él, como siempre, no le daba importancia. Total, mujeres sobraban en todo el maldito planeta así que no lloraba ni suplicaba a ninguna de aquellas para que se mantuviera a su lado. Aomine Daiki no es de los que va dando amor al prójimo y mucho menos de los que lo piden.

 

Así que era ilógico que aquel rubio entusiasta que poseía todo lo necesario para tener a la chica que deseara, se fijara en alguien como él. ¿Por qué escoger a un huraño, flojo, grosero y despistado chico como él? No tenía nada de lógica. Y ahora que lo piensa… Tampoco tiene lógica que se esté preocupando por esto. ¿Por qué le daba vuelta y vuelta al tema que se supone había quedado culminado en aquel momento en el que, según Momoi, destruyó los sentimientos de Kise? ¿Por qué le preocupaba el haber lastimado al rubio? ¿Por qué las palabras de su amiga le afectaron más que aquella patada?

 

¡Joder, él no es ningún marica! Le gustan las chicas sexys, curvilíneas y de pechos grandes; ya lo había dicho y siempre lo diría, no había fuerza alguna que le hiciera cambiar de opinión. Chasqueó la lengua mostrando su fastidio, no era común en él pensar tanto y crearse dilemas por un asunto que ya no tenía solución, es decir, tampoco podía ir a casa de Kise para disculparse. No, él no se disculparía jamás de haber sido sincero. El rubio tenía toda la culpa por haber dicho ese tipo de estupideces.

 

-“Aunque se veía lindo sonrojado…” — Se quedó petrificado al comprender aquel fugaz pensamiento. Sin importarle quien le mirara dio un grito frustrado y se golpeó con cierta fuerza en la pared cercana. Varias chicas pasaban a su lado y se susurraban una a la otra, mirando siempre con precaución al loco moreno.

 

-¡Kagamicchi! — Su cuerpo giró bruscamente ante aquel grito. Él conocía muy bien esa voz llena de entusiasmo. Vio al rubio parado en la banqueta y con la mano izquierda hacía señas para llamar la atención de alguien. Las estudiantes que pasaban a su lado le observaban con mirada soñadora, otras más se animaban a pedirle su autógrafo y algunas pocas le tomaban fotos de lejos para luego gritar emocionadas. En definitiva, ese era Kise Ryôta. Sólo alguien como él podía llamar la atención de tanta fémina con hormona alborotada.

 

Sin percatarse, una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Ryôta estaba sonriendo y amablemente respondía a las peticiones de las chicas que poco a poco comenzaban a arremolinarse a su alrededor y complacerlas en sus peticiones. Con unas empezó a tomarse fotos y a otras simplemente les firmaba en un pedazo de papel de sus libretas o en una revista en la que el rubio aparecía modelando; si bien la cercanía de aquellas jóvenes le molestaba este sentimiento desaparecía con tan solo ver como se divertía Ryôta…

 

Y ahí estaba de nuevo. Maldición, maldición. ¿Desde cuándo le importaba a él que Kise se divirtiera mientras atendía a un mar de hormonas con cuerpo de mujer? ¿Por qué le molestaba que se acercaran demasiado?... Algo tenía que estar mal con su cabeza, quizá le faltaba comida o jugar más pero simplemente no podía creer que él estuviera pensando cosas tan asquerosamente cursis como si fuese un homosexual enamorado. Pero toda la culpa la tenía ese rubio con sonrisa boba, si no le hubiese dicho esas palabras hace unos días esto no estaría pasando, quizá era momento de reclamarle. Sí, acusarle de ser el causante de todos sus malditos dolores de cabeza. Era injusto que estuviera sufriendo por sus palabras mientras que él, riendo como idiota, estaba tan relajado atendiendo a sus fans.

 

-¿Qué rayos haces aquí? — La voz de Kagami le sacó de sus “maquiavélicos” –por no decir pobres– planes de demandar una disculpa por parte del rubio. El pelirrojo se acercaba con el ceño fruncido a Kise, quien comenzaba a saludarle de forma efusiva y, para sorpresa del moreno, a rodearle los hombros con uno de sus brazos. ¿Qué rayos estaba pasando aquí?

 

-Vine a recogerte para que nos vayamos juntos. — Contestó el rubio con euforia al mismo tiempo que ignoraba a sus fans para poder platicar mejor con el pelirrojo. Las chicas se quejaron pero no había manera de que el rubio dejara de hablar con Kagami por ellas.

 

-¿Por qué debería irme contigo?— Exigió saber mientras comenzaba a caminar con un Kise detrás de él como si fuese un cachorrito.

 

-Porque hoy también me tienes que enseñar. — Refutó el rubio en un puchero. Aomine al darse cuenta que se acercaban a su dirección retrocedió hasta la esquina y se ocultó, lo que causó que se reprendiera una vez más. ¿Por qué rayos se escondía como si fuese un vil criminal? ¿Y qué diablos tenía que enseñarle Kagami a Kise?

 

-No tenías porqué venir, de todas formas me dirigía a tu casa. Hoy haremos cosas más sencillas, espero puedas realizarlas sin agotarme. — Regañó Taiga al rubio, mientras éste comenzaba a hacer puchero ante las palabras de su acompañante.

 

-¡¡Me esforzaré Kagamicchi!!— Anunció Ryôta con una gran sonrisa. — Pienso hacer que pongas una cara de satisfacción cuando termine. — Prometió mientras seguían caminando y hablando de temas un poco triviales, si las cosas salían bien podría hacer un platillo “aceptable” para el gusto de Kagami. Ninguno de los dos reparó en el instinto asesino que emanaba del moreno recargado en la pared de la esquina.

 

Aomine sentía un fuerte dolor en su pecho, como si alguien inesperadamente hubiese llegado y le hubiera asestado un poderoso golpe con algún objeto pesado, no, más bien era como si Kuroko le hubiese dado un ignite pass justo donde estaba su corazón. Gruñó en molestia, no le gustaba para nada sentirse así, era como un cachorro abandonado, como un niño al que se le priva de un dulce del que no sabía era adicto; y agregándole a ello que su mente, pervertida como en ocasiones era, empezaba a dar imágenes muy coloridas y reales de la interpretación de la pequeña charla que tenían Kagami y Kise, eran proyecciones que de alguna forma no le agradaban y hacían arder su cuerpo de ira.

 

-Aomine-kun, ¿Qué haces aquí? — Con expresión neutra el peli celeste pudo percatarse de la amena interacción entre su actual luz y su antiguo compañero, Kise. Aún no entendía por qué se sentía molesto de aquella convivencia, quizá se debía a que Kagami ya no se percataba de su presencia mientras tenía el rubio a su lado.

 

Kuroko tenía la leve esperanza de volver a ir con el pelirrojo al Magi Burger como lo hacían antes de que hubiese una declaración de sentimientos pero se había equivocado. La atención de su luz se movió de manera rápida al bullicio que se escuchaba afuera de su escuela descubriendo a Kise en el centro de las jóvenes estudiantes de su preparatoria y en ese instante Kagami hizo una pregunta con la que no ocultaba su asombro de ver ahí al rubio, sin embargo las siguientes interacciones y comentarios le dejaron completamente pasmado, su cuerpo no supo cómo reaccionar ante tales palabras, empeñándose en que quizá le estaba dando una mala interpretación a la conversación pero ¿qué otra interpretación podría dársele?

 

Tan adentrado se quedó en sus pensamientos que dejó que Kise y Kagami se adelantaran demasiado, enfrascados en su conversación, ignorando lo que pasaba a su alrededor y por ende a él. Y, de nuevo, aquella molesta sensación de agruras tomó posesión de su estómago añadiéndole una especie de vacío en su pecho. Su mano se dirigió a donde estaba su corazón para sobarse un par de veces, hasta que captó la presencia de Daiki, quien tenía una expresión de pocos amigos pero aun así se atrevió a acercarse.

 

-¿Ah?... Eres tú Tetsu. — Ambos par de ojos azules, un oscuro y otro claro, chocaron por unos segundos antes de voltear en perfecta sincronización a ver a la otra “pareja” alejarse. No había necesidad de decir palabra alguna ya que aún podían entenderse a causa de sutiles gestos y, como si estuvieran programados, comenzaron a seguir al par a una distancia considerada, lo suficiente para no poder ser detectados.

 

-¿Qué haces tan lejos de tu escuela, Aomine-kun? — Si era verdadero interés o un intento de burlarse de su persona, Daiki no lo sabía, sin embargo se sintió muy nervioso al no saber cómo responder aquella cuestión. En sí no tenía planeado encontrarse con Kise y mucho menos venir a Seirin, simplemente…

 

-Tenía cosas en las que pensar, salí de la escuela para caminar un poco y cuando me di cuenta había terminado aquí. Tampoco noté que había caminado tanto. — Dijo con fingido desinterés. Aun cuando había tenido una amistad con Tetsuya demasiado profunda no podía confiarle todas sus cosas, menos después de que el pequeño peli celeste se le confesó cuando estaba en sus peores días, causándole daño con las palabras hirientes que usó para rechazarlo. Marcándole que no quería tener relación alguna con un maldito homosexual. Poco después se arrepintió de aquellas palabras pero ya era demasiado tarde, perdió una valiosa amistad y rompió el corazón del que fuese su mejor amigo.

 

 

 

Ahora que lo pienso, es la segunda vez. Sí, por segunda ocasión rompió un corazón.

 

 

 

-¿Desde cuándo Aomine-kun se toma la molestia de pensar? — Preguntó con inexpresiva curiosidad mientras que el otro le veía con enojo.

 

-¿Qué insinúas, Tetsu? — Exigió saber el moreno con tono molesto. Era cierto que nunca le daba importancia a las cosas pero eso no significaba que no reflexionara muy de vez en cuando. Aun con su carácter cambiado seguía teniendo la misma maña, el dejar que la vida siga su curso y vivir el presente como venga, con lo bueno y lo malo. Aunque para un genio como él siempre le pasan las cosas buenas y eso, en cierta forma, le aburría.

 

-Aomine-kun nunca piensa las cosas, sólo las hace. Eres muy simple como para pensar. —Concreta fue la respuesta de Kuroko, su mirada siempre permanecía en la pareja que caminaba a varios metros enfrente de ellos. Se empujaban, reían, hacían pucheros y una que otra escena graciosa sin importarles lo raro que lo vieran los demás transeúntes.

 

-¿A quién le dices simple? — Volvió a quejarse Aomine, él no era simple sólo se dejaba llevar por la corriente porque era una verdadera molestia ir contra ella.

 

-Comerán en Magi Burger. — Comentó Tetsuya deteniéndose frente a la entrada del pequeño restaurant. No podían entrar sin que los otros dos se percataran de su presencia, bueno quizá de la suya no, pero Aomine llamaría inmediatamente la atención.

 

Kuroko aún no entendía por qué les siguió, a fin de cuentas él terminó con las ilusiones del pelirrojo sobre tener algo juntos, debería sentirse feliz de que siga adelante y que esté teniendo una relación con otra persona y más si es Kise, aquel rubio animado que a todo intentaba darle color para no quedarse sólo con el blanco y el negro. Por otro lado Aomine no entendía, por más que se esforzaba en pensar en los motivos, de porqué estaba siguiendo a Kise y a Bakagami como si fuera una novia acosadora celosa. A estas alturas debería estar yendo a casa, cenar, tumbarse en su cama y despertar al día siguiente, pero no, su cuerpo tenía una idea totalmente diferente.

 

Al ver al rubio y al pelirrojo sentarse cerca del ventanal decidió alejarse, no soportaba ver a Kise sonreír junto a Kagami, su pecho dolía cuando les observaba y era un dolor tan frustrante que lo enojaba aún más. Comprender, era lo que quería hacer en estos momentos. Pero no sabía cómo hacerlo. Así que dio con la solución más sencilla que encontró: Alejarse completamente de aquella “mimosa” pareja. Aun cuando decía que no era un maldito “marica”, se enojaba porque el chico que se le declaró, fácilmente le cambió por otro en un par de días y para colmo era el estúpido pelirrojo.

 

-Aomine-kun, ¿a dónde vas?

 

-Me largo a mi casa, no tengo porqué andar tras esos dos. — Soltó en un siseo mientras se alejaba a grandes zancadas, dejando totalmente solo al peli celeste, quien no sabía si retirarse y observar más la interacción de esos dos. Al final comprendió que nada tenía que estar haciendo ahí. Así que, como la sombra que es, desapareció sin que nadie se percatase de su presencia, como ya era costumbre.

 

O al menos eso pensó, del otro lado de la carretera estaba Momoi quien desde el momento en el que los identificó se quedó muy interesada en lo que ocurría con las dos parejas. Si bien le sorprendía que Kagami estuviera interactuando con Kise como si fueran amigos  de toda la vida, le parecía más increíble que su amigo de infancia, Aomine, estuviera con Kuroko espiando al otro par, cual novia celosa buscando descubrir la infidelidad de su pareja. La comparación le hizo reír pero aun así permaneció alejada, siendo sólo una espectadora en tan rara escena. Inclusive cuando Kuroko y Aomine se fueron, siguió mirando a Kise y Kagami sopesando sus posibilidades de utilizar al pelirrojo en su favor porque, así como logró observar, a Daiki no le era tan indiferente la “relación” que poseían Ryôta y Taiga.

 

Por otro lado también averiguaría porqué Tetsu-kun estaba observando la escena con interés. Si bien la peli rosa  en un principio pudo creer que sólo había estado acompañado a Aomine, ahora no estaba del todo segura. Muchos decían que Kuroko era alguien difícil de leer, pero cuando sólo te dedicas a observarle puedes entender que es todo lo contrario. Tetsuya es un chico muy expresivo, sólo hay que verle los ojos. Y con ello Satsuki entendió una sola cosa, su querido “novio” estaba muy triste, como si alguien le hubiese arrancado el corazón.

 

 

 

********************

 

 

Kagami y Kise platicaban de todo un poco, centrándose en el básquet ya que era lo más en común que tenían además de una que otra experiencia graciosa acerca de que tan constantemente Kise hacia explotar, incendiar y/o destruir su cocina. Sorprendentemente los vecinos ya estaban acostumbrados. La primera vez que fue al departamento del rubio para empezar las clases éste hizo que la pequeña olla donde estaba el arroz comenzara a expulsar un espeso humo negro, abrieron las ventanas para que saliera y así no morir por asfixia, a los cinco minutos los vecinos comenzaron a tocar la puerta llevándole pequeños platillos a Kise para que pudiera cenar algo decente, de nuevo. Mientras que Kagami admiraba sorprendido la facilidad con la que los demás aceptaban lo desastroso que podía ser el rubio en la cocina.

 

-Estoy pensando en que quizá tengas el mismo problema que la entrenadora. — Comentó el pelirrojo mientras se sentaba en su silla y dejaba una enorme bandeja con muchas hamburguesas sobre la mesa.

 

-¿Problema? — El rubio aún se sorprendía de la cantidad de alimento que se necesitaba para saciar a su amigo. Simplemente no había lógica para tremendo apetito. Él por otro lado sólo pidió dos hamburguesas, una ración de papas fritas y su malteada de chocolate.

 

-Sí, uno lejos del entendimiento humano. Tú habilidad es pésima por razones fuera de este mundo. — Soltó el pelirrojo mientras asestaba otra gran mordida a su hamburguesa.

 

-¡Qué cruel eres Kagamicchi! — El rubio comenzó a lloriquear, causando cierto revuelo en el interior del lugar y llamando la atención de todos allí.

 

-¡No seas escandaloso! — Le gritó el pelirrojo propinándole un coscorrón en la cabeza. Un mal movimiento porque Ryôta comenzó a lloriquear aún más.

 

-Les correrán sino se callan. — Momoi se atrevió a entrar y saciar su curiosidad de manera directa. Si bien entendía la situación de su amigo rubio, Kagami Taiga era un asunto completamente diferente. Ella, incluso cuando le dijeran que sólo era un capricho, decía amar a Tetsuya y aún sueña con ser verdaderamente su novia.

 

-¡Momocchi! — El rubio se incorporó y le dio un fraternal abrazo. Mientras que Taiga le observaba con cierta cautela. Si bien aprendió a diferenciar a sus rivales por su olor sus instintos estaban mejor agudizados y estos le decían que debía moverse con cuidado en presencia de la chica porque era una serpiente lista para morder y soltar su mortal veneno.

 

-Hola Ki-chan, Kagamin. — Saludó con cortesía y cierto entusiasmo. El rubio fue por una tercera silla y se la ofreció a su amiga. — Los vi por el ventanal y, bueno… Quería… — La peli rosa bajó la mirada apenada. Aun cuando deseaba saber cómo estaba su amigo no tenía el valor para recordarle tan mal momento.

 

-Ya estoy mejor, gracias por preocuparte Momocchi. — Ryôta le sonrió de manera cálida. Pudo ver el claro vacilar en la mirada de su amiga, dudando si podía o no tocar aquel tema que aún le desgarraba el alma.

 

-Le regañé pero… Creo que no fue el mejor de mis movimientos. — Ella quería hacer un cambio significativo, hacer que su amigo se aferrara a algo valioso y no había nada mejor que los sentimientos sinceros de Kise, pero el mayor obstáculo que se presentó fue la tozudez del mismo moreno.

 

-No te molestes, ya sabemos cómo es Aominecchi. — Sí, porque sabía cómo era tenía la certeza de que sus sentimientos habían sido tirados a la basura sin consideración alguna.

 

-Termina de comer Kise. — Taiga interrumpió de inmediato, Kise comenzaba a poner una expresión pesarosa en su rostro y eso era algo que había evitado por un par de semanas y no iba a permitir que la curiosidad de aquella chica echara a perder sus avances. Ambos, sin darse cuenta habían hecho un trato, evitar que el otro se deprimiera por el rechazo que habían sufrido.

 

-¿Ah?... Sí. — Fue la corta respuesta por parte de Ryôta, aun cuando el carácter explosivo de Kagami siempre fuera interpretado como enojo, era una mentira. El chico simplemente expresaba sus opiniones de manera… ¿Única?

 

-Kagamin se preocupa mucho por Ki-chan. — Sonrió con picardía, intentando romper la tensión que de momento se vio formado.

 

-¿Quién se preocupa por el idiota? — Se defendió inmediatamente el pelirrojo apenado. Poniéndose a la defensiva.

 

-Mooh~ Kagamicchi… ¡Que cruel eres conmigo!— El rubio comenzó a lloriquear. Y el escándalo volvió a nacer provocando una llamada de atención por parte del gerente del lugar. Sabiendo que otra discusión sería inevitable decidieron salir del recinto y fue ahí cuando comenzaron a discutir de nuevo.

 

-¡¡Yo pago esta vez!! — Exigió el pelirrojo mientras sacaba su cartera con intención de pagar.

 

-¿Es que ya has olvidado nuestro trato Kagamicchi? — Kise también sacó su billetera para poder saldar la cuenta. — Yo pago la comida más un one on one, a cambio de que me des clases de cocina. — Le recordó.

 

-¡Cállate! ¡Eres escandaloso! — Respondió Kagami peleando con el rubio para poder dar su dinero a la chica de la caja, quien estaba nerviosa con toda esta situación.

 

-¡Ese no era el trato Kagamicchi! — Volvió a insistir el joven modelo. La pelea se extendió demasiado, Momoi intentó aplacarlos desde el primer cruce de palabras pero fue ignorada olímpicamente por los chicos. Suspiró derrotada, inhaló largamente y…

 

-¡¡Dejen de gritar!!... ¡¡Cada uno pagará la mitad!! — Ordenó en poderosos gritos. Haciendo que aquel par de latosos le mirara con cierto asombro. — Sólo están molestando a la gente que quiere tener una comida tranquila. Así que irán a mitades y arreglarán lo que tengan que arreglar fuera de aquí, ¿entendido? — Una sonrisa demasiado tétrica apareció en el rostro de la chica, haciendo tragar duro y temblar a los dos jugadores.

 

Obedecieron al instante, cada uno pago la mitad de la cuenta a regañadientes pero sin tener el valor suficiente para contrariar a la peli rosa. Tomaron lo que sobró de sus comidas y salieron tranquilamente del lugar, bajo la atenta mirada de Satsuki, quien antes de salir hizo una reverencia y pidió disculpas por las molestias causadas por sus amigos. La interacción que ambos habían tenido ayudó a la chica a darse una idea más clara de la situación, si bien Aomine no era de los que se disculpaban y mucho menos se daba cuenta de sus propios sentimientos no podía negarse a buscar lo que, de alguna manera, sabía le pertenecía.

 

Satsuki no podía garantizarlo pero de alguna manera sabía que Aomine tuvo una visión, equivocada obviamente, de la interacción que tenía su rubio amigo con el pelirrojo, sacando estúpidas conclusiones que han causado un intenso y frustrante enojo, e insistiría en NO entender que era a causa de los celos. Así que, en pocas palabras, tendría que hacer que el moreno encontrara con más frecuencia a estos dos con la intención de encender un poco más la mecha, si bien era un plan arriesgado era la única forma de hacer entrar en razón al cabeza hueca de Daiki. Afortunadamente para ella tanto Ryôta como Taiga tenían unas conversaciones nada normales que solo entendían ellos –para desgracia de muchos–, las cuales podía usar muy a su favor. Sin poderlo evitar sonrió traviesamente, imaginando los dolores de cabeza que tendría el moreno a causa de su poco entendimiento en este tipo de situaciones.

 

-Momocchi estás sonriendo de una manera muy sospechosa. — Kise se comenzó a ocultar tras el pelirrojo.

 

-¿Eh?... ¿Pero qué dices Ki-chan? — Se carcajeó nerviosamente causando más sospecha por parte del par. — Me tengo que ir… Ya es tarde. — Casi era descubierta, así que debía emprender la huida. — ¡Adiós! — Se despidió con la mano mientras cruzaba de nueva cuenta la calle y se apresuraba a estar fuera de la vista de ambos chicos.

 

Tanto Ryôta como Taiga se quedaron mirando en dirección a donde había ido la peli rosa, sentían que la chica se traía algo entre manos pero no sabían qué era. Lo dejaron pasar y decidieron omitir por el día de hoy ir a la cancha a jugar su partido diario. Entre discusiones, pucheros y reproches Kise logró convencer a Kagami para que pudieran tener la clase de cocina en el apartamento del segundo; fueron a comprar los ingredientes y luego se dirigieron allí para iniciar las clases.

 

-Si haces explotar mi casa, te explotaré la cabeza. — Fue la amenaza más perturbadora que logró pensar el pelirrojo mientras permitía al rubio ingresar a su casa.

 

-No seas exagerado Kagamicchi. — Contestó Kise mientras entraba con confianza para dirigirse a la cocina y dejar los ingredientes en la barra. — Por cierto Kagamicchi, he estado pensando en que quizá deberíamos turnarnos. — Comentó tranquilamente mientras terminaba de sacar las cosas y luego dedicarse a sacar de su portafolio un mandil amarillo con un pequeño estampado de delfín, que había estado usando para cocinar desde el primer momento en que lo vio en una tienda.

 

-¿Turnarnos? — Preguntó con cierto desconcierto Kagami, quien tomaba su mandil de color rojo, simple. Sin ningún “muñequito” como adorno.

 

-Sí, debe ser pesado para ti ir todos los días a mi casa. Así que pensé que es mejor si nos turnamos, un día las clases son en mi apartamento y otro en el tuyo… ¿Entiendes?

 

-Claro que entiendo, no soy idiota. — Respondió enojado mientras comenzaba a sacar los utensilios para cocinar. — Me parece bien, aunque me costará llegar a la escuela cuando esté dónde vives.

 

-Será lo mismo para mí, así que no te quejes Kagamicchi. — Infló sus mejillas para hacer un puchero. — ¿Qué me enseñaras hoy? — Preguntó ahora entusiasmado.

 

-Nada, repasaremos las recetas que hasta el momento he intentado enseñarte. Empezaremos con el arroz cocido. Sería una vergüenza que no puedas con este platillo 100% japonés. — Dijo con cierta burla y es que, sencillamente, no entendía cómo pudo quemarse el arroz la primera vez que le enseñó a hacerlo. Su conocimiento “culinario” le indicaba que de todos los platillos, el arroz era el más fácil de hacer pero aparentemente no así para el rubio. Aún no entendía cómo es que el arroz terminó por quemarse en la olla arrocera.

 

-¡¿Eh~?!… Pero ya lo intentamos y no me salió — Kise estaba a punto de empezar con sus berrinches.

 

-Y lo seguiremos intentando hasta que te salga. — Aseguró el pelirrojo. Puso el bowl sobre la barra y esperó a que el rubio comenzara a trabajar. A Ryôta no le quedó de otra más que obedecer y comenzar con el procedimiento.

 

Lavó varias veces, exprimió con cuidado, lo echó a la arrocera con la porción indicada de agua y después de unos minutos de reposo prendió el aparato. Ambos vigilaban con sumo interés, esperando que en algún momento comenzara a salir el espeso humo negro indicando que el arroz estaba quemándose, pero para su sorpresa nada pasó. Al contrario, la arrocera se apagó automáticamente una vez el cronómetro llegó a cero y Kise pudo servir un poco en el cuenco para dárselo a su mentor y que diera el veredicto.

 

-Por fin te salió comestible. — Fue la escueta respuesta del pelirrojo mientras saboreaba el arroz, estaba perfecto. El rubio ignoró el poco ánimo de la aprobación de Kagami y se dedicó a dar brincos emocionados a causa de que por primera vez había hecho algo sin causar explosiones, quemadas o cortinas espesas de humo.

 

-Quiero probar. — Una vez terminada su celebración se sirvió y comenzó a comer con entusiasmo. ¡Era comestible! ¡Genial!

 

-¿Qué es lo que sigue? — Preguntó Kagami con una pequeña e imperceptible sonrisa, poco a poco pero Ryôta avanzaba en sus clases, quizá el nerviosismo de cocinar por primera vez bajo vigilancia había causado un bloqueo en el rubio que causara todos esos accidentes.

 

-¡Hagamos las salchichas en formas de pulpo! — Exclamó Kise sin esperar la respuesta del otro. Rápidamente comenzó a sacar las salchichas y a cortarlas con sumo cuidado. Kagami se mantuvo a distancia, observando con atención los movimientos del modelo. Ahora se deslizaba con más fluidez dentro de la cocina perdiendo todo el temor que poseía su cuerpo una vez entraba en ella, aun cuando se excedió un poco en el aceite no causo tanto alboroto como las primeras veces.

 

-He de admitir que estoy sorprendido. — Dijo Kagami cuando pasó cierto tiempo sin haber hablado. Y no fue hasta ese momento en el que Kise se dio cuenta que había cocinado sin las instrucciones del pelirrojo.

 

-¿En serio? — Cuestionó ilusionado.

 

-Mi casa está intacta, es un avance. — Fue la manera de felicitar a Ryôta que aceptó de buena gana el “elogio” de su mentor, su amigo, su rival.

 

 

 

***************

 

 

Taiga se levantó sin muchos ánimos. Habían ido a dormir muy tarde, la emoción de Kise resultó ser un tanto contagiosa así que se dedicaron a cocinar otros tres platillos antes de darse cuenta que tenían que irse a dormir si querían despertarse a tiempo el día siguiente para ir a la escuela. Después de una refrescante ducha se puso el uniforme y salió de la habitación, tenía que preparar el desayuno. Temió por un momento cuando captó el olor de quemado proviniendo de su cocina, con miedo a que su casa estuviera quemándose se apresuró a salir completamente de su habitación y enfrentarse a la verdad.

 

 

¿Qué vería? ¿El espeso humo? ¿Grandes llamaradas de fuego? ¿Rastros de una explosión?

 

 

-Buenos días, Kagamicchi. — Saludó un animado rubio mientras servía lo que, parecía ser, hot cakes de tonalidad oscura, muy oscura.

 

-Buenos… Días. — Respondió un tanto desconcertado. Si bien olía a quemado nada en su cocina presentaba daños severos, las únicas víctimas eran aquellos trozos carbonizados de apariencia redonda y con miel sobre ellos. — ¿Qué hiciste, Kise? — Preguntó una vez salió de su estupor.

 

-El desayuno. — Contestó con simpleza. — Aunque creo que no me salió muy bien. —Llevó su mano a la cabeza para frotar sus rubios cabellos mientras una sonrisa apenada surcaba su rostro. Había intentado hacer el desayuno en compensación por el hospedaje pero se descuidó sólo un momento y en consecuencia los hot cakes se habían quemado, lamentablemente ya no había suficientes ingredientes para repetir la receta así que tenían que comérselos o pasarían hambre hasta la hora del almuerzo en la escuela.

 

Kagami quería responder, gritar de ser necesario pero de alguna milagrosa forma logró contener su enojo y sólo suspirar fastidiado, apreciaba las buenas intenciones del otro y por respeto a ese esfuerzo tendría que guardarse sus palabras pero le haría pagar tarde o temprano, eso era seguro. Además, discutir con el rubio era una pérdida de energía y más si era en las mañanas, por lo que decidió simplemente sentarse y empezar a comer el chamuscado desayuno; se sorprendió al descubrir que si removía un poco las partes quemadas se obtenía buen sabor.

 

 

 

***************

 

 

El entrenamiento matutino fue reconfortante. Animado como estaba hacia buenas fintas, bloqueos y pases. El escándalo de las chicas volvía a oírse después de un tiempo considerado de ausencia y si bien molestaban al capitán también le alegraban porque eso significaba que Kise, el As de Kaijô, estaba regresando a ser el de antes. Si bien le había aconsejado y había estado ahí para él cuando estaba triste, la mejoría era evidente. Preguntó el motivo y se sorprendió que la causa fuera Kagami Taiga, quien no sólo era el rival de Kise en la cancha sino que fuera de ella era su profesor en cocina; internamente agradecía al pelirrojo por no permitir que el rubio cayese en depresión y también le admiraba por su perseverancia ya que no podía imaginarse todas las cosas horribles que debió haber soportado con el huracán amarillo dentro de la cocina.

 

-En la tarde no hay entrenamiento. Me reuniré con el entrenador, así que por hoy pueden regresar temprano a sus casas. — Anunció Kasamatsu una vez la práctica matutina llegó a su final. El rubio agradecía enormemente el poder descansar en la tarde, así podría ir donde Kagami para jugar hasta tarde en la cancha.

 

 

 

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Enojado, frustrado. Desconcertado. Inquieto. Decepcionado. Tantas emociones y no sabía cuál de ellas era la más fuerte. Desde el día anterior, después de ver a su luz con Kise el malestar en su pecho no se iba, al contrario parecía acentuarse con cada segundo que pasaba, fue un verdadero triunfo el despertar temprano para ir a clase porque, al parecer, el dolor era tan intenso que no podía conciliar el sueño.

 

Pero ese no era el principal motivo de toda ese vorágine de sensaciones el día de hoy, no, era algo distinto. Kuroko junto a Kagami y los otros tres novatos estaban en la azotea para disfrutar del almuerzo al “aire libre”, se sorprendió, al igual que los otros tres, que el pelirrojo no se desviara a la tienda para comprar el almuerzo típico de todos los días para calmar su insaciable apetito, en cambio se dirigió directamente a donde sus otros compañeros le indicaban. ¿Motivo?

 

-¿Trajiste almuerzo? — Preguntó Kouki asombrado al igual que el resto.

 

-Sí, algo parecido. — Contestó el pelirrojo en un gruñido. En la mañana se había llevado una gran sorpresa al ver que Kise le había preparado un almuerzo. Preguntando el motivo, el rubio le aclaró que era sólo para que evaluara sus mejorías y le dijera sus impresiones una vez que se reencontraran. Kagami no estaba muy feliz con ello porque corría el riesgo de morir de algún dolor de estómago, comer algo quemado o, en el peor de los casos, quedarse sin comer, pero tampoco podía rechazar una comida, respetaba demasiado los alimentos como para desperdiciarlos.

 

-¿Lo hiciste tú? — Kawahara se acercó curioso, observando los recipientes que estaban en pila. Eran, como mínimo, unos seis.

 

-¿Eh?... No, los hizo Kise. — Comentó con normalidad mientras descubría su almuerzo. Se veía bastante normal y… Comestible. Bolas de arroz, salchichas en forma de pulpo, huevo frito y cocido, verduras con aderezo, takoyaki… Era lo primordial en cada uno de los recipientes y si bien no tenían una “estética” perfecta no sabían tan mal. El pelirrojo los comió con gusto, agradeciendo que su estómago no se quedara vacío mientras que los otros no sabían cómo reaccionar. Al parecer su amigo era muy feliz por tener un almuerzo hecho por su… ¿Novio?

 

Mientras que Kuroko hacía lo humanamente posible para no salir corriendo. El malestar en el pecho le golpeó con mucha más fuerza, sus ojos deseaban derramar lágrimas que simbolizaran su dolor y quería gritar hasta que la garganta se le desgarrara. Esto estaba mal. Esto no tenía que estar sucediendo. Se supone que no tiene por qué sentirse afectado al saber que su luz había encontrado a otra persona a quien amar y aun así… ¿Por qué? ¿Por qué tenía ganas de arrojarse contra el pelirrojo y exigirle una explicación? Hace algunas semanas le había dicho que le amaba entonces… ¿Por qué ya no le miraba? ¿Por qué le había cambiado por el rubio?

 

 

¿Por qué?, ¿Por qué?, ¿Por qué?

 

 

No, no debía ser egoísta. Él había causado esto, así que no tenía derecho alguno para reclamar algo. Ahora sólo le quedaba fingir indiferencia, fingir que nada pasaba, fingir que no le dolía la poca atención que ahora recibía de Taiga… Fingir que no le amaba.

 

 

 

***************

 

 

Con tanto enojo acumulado Aomine corrió de un extremo de la cancha al otro para hacer una clavada con toda su fuerza teniendo como consecuencia el rompimiento del aro. Nadie se atrevía a decirle nada, ni el entrenador, ni Imayoshi e inclusive Wakamatsu se mantenía al margen de todo. Si bien era el primero en reclamarle a Aomine sobre sus faltas a las prácticas o el poco interés que tenía hacia las mismas, en estos momentos comprendía que no debía tentar su suerte. Con la ira que en este momento envolvía al moreno podía correr el riesgo de ser golpeado hasta casi morir.

 

Satsuki por otro lado observaba con impotencia. Si bien quería ayudar a su amigo en estos momentos no podía ser posible, estaba cegado, no sólo por la ira sino por otros sentimientos que el cerebro de Daiki no podía comprender y eso era lo más frustrante para el As de Touou. Tendría que esperar y observar. Después de todo, el moreno era un idiota pero no tanto, podría encontrar las respuestas que deseaba si tan solo aceptaba una simple cosa… Todo este vórtice de emociones era causado por una persona, Kise Ryôta.

 

 


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