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La familia Kim por Nanaa

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Notas del capitulo:

Holaaaa o/ ¿Cómo están?

Ahora si, perdonen que no pudo actualizar el domingo pasado, se los había prometido u.u es la primera vez que me pasa esto T.T Todo fue un caos ese día, se fue la luuuuz, todaaaaa la mañana :c y por la tarde no pude porque salí, no estuve en mi casita y así, pero sha estoy aquí, no volvera a pasar, no les volvere a hacer promesas sobre actus :c no me gusta esto, de prometer algo y no cumplirlo, porque si no ya después no me creeran D:

Así que, hoy no es domingo, es 14 de febrero!  Sábado xD Hey, feliz días mis queridos lectores n_n/ les subo hoy porque mañana no puedo xD

Gracias por esperar <3   

Capítulo 13: Ojos fieros

 

El tiempo siguió su camino, y Kibum pasó a ser una adorable “bolita”. Precioso, cachetón; ojeroso, pero feliz.

 

Cuando cumplió ocho meses JongHyun se volvió extremadamente sobreprotector con él. No dejaba que hiciera ningún esfuerzo por más mínimo que fuera. Lo cuidaba con tanto amor que Kibum no podía evitar sentirse protegido y muy querido. Aunque algunas veces se quejaba, JongHyun a veces exageraba con sus cuidados.

 

Por otro lado, con su suegra, las cosas iban muy bien. A veces Kibum hablaba con ella por horas. Comentaban cualquier cosa, lo que sea, lo que se les viniera a la cabeza como buenos amigos. Aunque la mujer mantenía un carácter explosivo, en algunas ocasiones solía desquitarse con él. Pero no por ello lo maltrataba sino que con él desahogaba todas sus frustraciones y enojos. Kibum solía sentirse un poco presionado debido a ello, pero nunca le decía nada, sólo la escuchaba.

 

Por fin, cuando cumplió nueve, JongHyun no lo dejaba solo en ningún momento (sólo lo hacía cuando tenía que ir a la universidad). Le gustaba consentirlo, mimarlo y cumplirle todos sus caprichos. Kibum no pedía muchas cosas, era un hombrecito sencillo que lo único que quería era que lo llevara a visitar a su madre y amigos.

 

El rubio caminaba muy poco, sus piernas y pies solían hincharse mucho, y la espalda le dolía como los mil demonios. A veces sentía que no podía más, pero se aliviaba al pensar que todo dolor valdría la pena. Incluso en el momento que sintió la contracción más dolorosa, lo soportó. Ese día fue una suerte enorme para él. JongHyun estaba a su lado.

 

Ambos permanecían recostados en su cama. Ambos de lado, con JongHyun detrás del rubio. Acariciaba el gran vientre con ambas manos morenas. También, porque no podía evitar no tocar más de lo debido a su chico, le besaba y mordía el cuello a su gusto. Kibum se dejaba hacer, porque lo estaba disfrutando y deseaba distraerse; su vientre dolía mucho. Pensaba que con las caricias y besos de su novio pronto el dolor pasaría, que aquello sólo eran simples contracciones que acabarían en un par de minutos. Pero no fue así. Dolió y no paró. Se dijo: “Ya es hora”. Y jadeó, comenzó a respirar con tanta fuerza que sentía que el aire se hacía más pesado. Su frente sudó y apretó los dientes para no gritar.  Sólo pasaron unos cuantos segundos, y JongHyun ya estaba de pie, caminando de aquí para allá como un desquiciado.

 

Se vio cargado por unos brazos fuertes, alejado de la cama, bajar escaleras y ser subido a un auto; los brazos y el auto de JongHyun.

 

-Jonggie, amor…

 

Dolía, y quería llegar ya. Nunca pensó desear tanto en su vida la llegada a un hospital. No supo qué pasó con Maggie y Dongwan, su mente había quedado congelada en el momento que estaba viviendo, en la mera llegada de Taemin al mundo. Todo se redujo a Taemin y JongHyun. Sólo ellos dos existieron en ese momento.

 

Después, todo pasó más rápido.

 

Fue llevado rápidamente a toco cirugía, posteriormente a una sala de expulsión.

 

Su mano fue sostenida por JongHyun en todo momento, su frente besaba infinidad de veces, y palabras, consoladoras palabras llenas de cariño durante el parto. No sintió dolor, pues lo había anestesiando. Se olvidó incluso de sus vergüenzas, porque todo el personal dentro de la sala lo vieron desnudo al tener que destaparlo para limpiar su vientre, allí por donde su bebé saldría. No importó, lo olvidó, ni siquiera pensó en eso. Sólo pensó en su bebé, en su bienestar, en su pequeño hijito por el que moría de ganas por conocer.

 

Y, cuando escuchó su llanto, aquellos grititos adorables, una voz chillona e infantil. Cielos. Se sintió tan dichoso. Y vio a JongHyun, y él, se inclinó, lo besó, y le dijo que Taemin era un bebé precioso.

 

Kibum no podía ver a Taemin debido a que no se lo permitían, pues le habían hecho una cesaría. Una especia de sabanita, alzada, abajó de su rostro, estaba allí, impidiéndole la vista de su bebé, pero así tenía que ser pues si no fuese así él podría ver cómo los médicos le abrían el vientre y después como suturaban, y eso no sería algo agradable de ver.

 

Su bebé le fue acercado minutos después. Comprobó, tal como le dijo JongHyun, que Taemin era precioso. Sus ojitos pequeñitos permanecían llorosos, brillosos y muy negros. Eran dos cuencas negras llenas de inocencia. 

 

Su pequeño Taemin nació, sano y llorón. Los nuevos padres estaban tan felices, tan felices que decir “felices” era poco, muy poco, a toda la alegría que sentían. ¿Cómo era que una pequeña personita podía traer tanta felicidad? Era un sueño, uno enorme. Tenían a su pequeño Taemin por fin después de nueve meses. Taemin era un bebecito rosadito de ojos pequeños y boca grande. Uno al que sus padres adoraron desde el primer momento.

 

 

*

 

 

Cuando llegaron a casa, después de un par de días (tiempo que Kibum duró en el hospital hasta que le dieron de alta) Taemin fue recibido por sus suegros, el par de abuelitos lo sostuvieron con tanta adoración. Lo chiquearon y le besaron la frentecilla. Yun, la otra abuelita, lo conoció al día siguiente. Para Kibum fue un momento maravilloso, que decidió guardaría el resto de sus días en sus memorias, cuando vio a su madre sonreír enormemente en el momento que cargó a su nieto por primera vez. Después llegaron sus amigos, revoltosos y llenos de gritos chiquiones. Todos mimaron y cargaron a su bebé.

 

Taemin solía despertarlos todas las madrugadas, siempre. Lloraba y lloraba. Incluso cuando Kibum preparaba pastelillos no lograban terminar de hacer el amor debido a los llantos escandalosos de su bebé.

 

Siendo padres por primera vez, tuvieron algunas dificultades, pero nada que los pusiera en verdaderos aprietos. Su bebé pudo alejarlos, pudieron tener problemas, y si los hubo, pero nada para alarmarse. No podían terminar de hacer el amor, Kibum a veces descuidaba a JongHyun por su hijito, JongHyun se quejaba y pedía besos, a veces no llegaban. Una noche durmió en la sala, tuvo una discusión con Kibum que los entristeció a ambos. Era su primera pelea. No lo soportaron y ambos se disculparon. JongHyun entonces se dio cuenta de lo infantil que era su actitud, y Kibum se dio cuenta de que no le prestaba atención a su novio. Las cosas volvieron a ponerse tranquilas, y la pareja pudo terminar de hacer el amor una noche.

 

El tiempo pasó calmadamente, con una excepción. En realidad dos excepciones. Maggie cuidaba mucho de Taemin, a veces se lo arrebataba al rubiecillo para cuidarlo ella. Kibum era omma primerizo, no era un experto en cuidar bebés, así que solía ser un poco torpe con su nene. Maggie le enseñaba, aunque eran cosas que él ya sabía, sólo necesitaba práctica. Nadie nacía aprendiendo a ser padre. La mujer, por su parte, simplemente hacía lo que pensaba era correcto, no lo hacía como malicia ni mucho menos. Sólo quería ayudar.

 

Cuando Taemin cumplió dos años, el caso se volvió especialmente difícil para Kibum.

 

El rubio contaba con siete meses de embarazo. Tenía en esa gran pancita a tres pequeños bebés. Dan, Daniel y Dana.

 

Maggie no soltaba a Taemin. Y, para tristeza del rubio, su suegra parecía la madre de su niño. Más que él. Taemin a veces le decía mamá a su abuela Maggie, y a él… una vez lo llamó por su nombre. “Kibum” a secas, no omma, no omma Kibum. Sintió tanta tristeza, pero lo dejó pasar, aunque le dijo que él era su omma, no sólo “Kibum” y tenía que llamarlo como tal. Pero aunque Maggie podía parecer más “La madre” de Taemin, sólo lo parecía por algunos cuidados especiales que le daba a su nieto, porque en realidad Kibum pasaba más tiempo con su nene que nadie.

 

En una ocasión, tuvieron que llevar a Taemin a una guardería. Kibum tenía cosas por hacer y no podría cuidar a su bebé. Su suegra trabajaba y no podía cuidarlo, en cuanto a Yun, la mujer tampoco podía. Kibum fue quien vistió y arregló a Taemin, lo alimentó y le arregló su mochila. Ese día su suegra decidió que iría tarde a trabajar, ella quería estar presente cuando Taemin ingresara a la guardería. Aunque, hubo un pequeño problema durante el almuerzo pues Kibum le preparó algo sencillo pero lleno de vitaminas. Maggie criticó aquello, murmurando que debía darle cosas más sanas, y más aún al ser su primer día en la guardería. Ella misma preparó un plato de fruta para su nieto, el niño terminó sólo la mitad, cosa que le costó a Kibum, pues la mujer lo reprendió a él, alegando que si no le hubiera dado ese almuerzo poco nutritivo, el niño hubiera terminado la fruta. Kibum no dijo nada, sólo se mantuvo callado.

 

Cuando Taemin ingresó al salón, se sintió extraño debido a que su omma no había entrado con él ni tampoco su abuela Maggie. Volteó, y lo miró a su omma diciéndole adiós con ambas manos. Corrió hacía él y lo abrazó por las piernas. Kibum pudo mirar por el rabillo del ojo a su suegra. Maggie lo miraba cruzada de brazos mientras negaba con la cabeza.

 

-Esto no estaría pasando si no lo sobreprotegieras demasiado como sueles hacerlo-le dijo.

 

Kibum siempre le daba la debida libertad a su niño, pero Maggie siempre lo criticaba; siempre criticaba sus cuidados hacia su niño. El rubio comenzó a sentirse cómodo cuando la mujer no estaba en casa, porque cuando llegaba, él se sentía presionado. Incomodo totalmente.

 

Cuando Taemin había alcanzado la edad apropiada para que aprendiera a comer él solito, dejaba que se ensuciara todo lo que quisiera. Taemin dejaba la mesita embarrada de comida, su boca llena de papilla y sus manitas sucias completamente. Maggie lo reprendía, y siempre terminaba siendo ella la que tomaba a Taemin de su silla para bebé y lo llevaba a bañar. Ella, enfurruñada y molesta con Kibum por permitir que su nieto se ensuciara de esa manera. Kibum, aún así,  pensaba que hacía lo correcto. Tenía que dejar que su hijo comiera solo. Lo observaba y estaba con él en esos ratos para que no se atragantara con algún alimento. Pensaba, que era sólo un niño y que era lógico que se ensuciara al aprender a comer solo. Decía “Si no dejó que se ensucie, entonces cuando aprenderá, no lo hará de una manera culta y limpia, cielos, es sólo un bebé” Para él era lógico. Pero para Maggie no.       

 

Taemin lloró en su primer día en la guardería, aunque ese sería el primero y el último. Kibum nunca lo volvió a llevar, él disponía de tiempo para cuidarlo. Aquel día era una excepción.

 

Taemin no quiso soltar a su mami por ningún motivo, incluso le pidió ayuda a su abuelita, pero esta sólo le sobó la cabecita y le sonrió, negando. Kibum tuvo que hablar con él, decirle mil veces que volvería en un par de horas, que él haría amigos allí, que aprendería muchas cosas, pero Taemin negaba y negaba. Al final, la encargada del lugar tuvo que intervenir. Taemin terminó por dejar a su mami y a su abuelita.

 

Kibum se fue con el corazón lastimado. Era su bebé y le dolía verlo llorar de aquella manera tan desgarrada.

 

-¡Mami, no te vayas, no me dejes!- Dolía, lo hacía, pero sabía que tenía que dejarlo. Sólo sería por ese día.  

 

De regresó a casa, la mujer siguió reprendiéndolo. Kibum, como siempre, sólo se mantuvo callado y asintió a todo lo que ella decía.

 

Cuando regresaron por Taemin, el pequeñito corrió a brazos de su omma y no lo soltó hasta que llegaron a casa. El niño tomaba la mano de su omma con pequeña posesividad sin dar tregua ni ganas de querer soltarlo.

 

 

 

Maggie solía comprarle juguetes costosos a Taemin, mismos que este usaba sólo un par de veces. Su omma, en cambio, le regalaba juguetes sencillos, pues él no tenía tanto dinero como para comprarle juguetes caros. Yun le daba dinero de vez en cuando para que no dependiera totalmente de los padres de JongHyun y pudiera comprarse cosas para él. No era mucho, así que en realidad todo lo gastaba en su hijo y algunas cosas, como comida, debido a que de vez en cuando tenía uno que otro antojito.

 

En una ocasión Maggie le compró un carro con control remoto a su nieto. Era rojo, con grandes llantas. Hacía ruido de motor siempre que avanzaba. Taemin se emocionó mucho. Lo jugaba en la sala. A veces el carrito terminaba volcándose, chocando contra la pared u otros objetos. Maggie le llamaba la atención y le pedía que tuviera más cuidado. Taemin entonces manejaba el carrito cuidadosamente y ciertamente con menos emoción. Kibum, en cambio, pensaba que Taemin podía hacer lo que quisiera con sus juguetes, que se los acabara, que los disfrutara como quisiera, no iba a tenerlos como nuevos para siempre, a menos que nunca los sacara de sus empaques. Taemin, listillo, dejaba la sala y se iba a jugar en la habitación de su omma. Allí podía disfrutar de sus juguetes e incluso Kibum jugaba con él. Pero de repente llegaba Maggie, y entonces, los regañaba a los dos; a Kibum y Taemin.

 

Taemin dejaba de jugar con los juguetes que su abuela Maggie le regalaba y tomaba los que su omma le compraba. Por ese tiempo, Taemin dejó de llamar “Omma Maggie”  a su abuela, sólo le llamaba abuelita. Un día, tenía muchas ganas de jugar con el carrito de control remoto, pero desanimado, sabía que tenía que ser cuidadoso con el juguete y él lo que quería era manejarlo a toda velocidad. Así que, pensó en una solución. Sonrió traviesillo mientras corría a la habitación de su abuela. Al no encontrarla en la recamara, suspiró, tenía muchas ganas de jugar así que después podía pedirle disculpas por tomar sus cosas sin pedirle permiso. Caminó hacía la mesita de noche. Había una cajita pequeña de madera negra, brillosa y reluciente. Al abrirla, Taemin observó en su interior una variedad de hilos de diferentes colores. Tomó el hilo rojo, su color favorito, teniendo especial cuidado debido a que había agujas esparcidas en el interior. Desenrolló una generosa cantidad para sucesivamente cortarla con unas tijeras pequeñas que había en el fondo de la caja. Sonrió grandote y muy feliz.

 

Corrió hacia su cuarto, donde buscó uno de sus carritos, uno donde pudiese amarrar el hilo. Finalmente, al haberlo hecho, tomó el borde del hilo y comenzó a correr con el carrito amarrado. Listo, ya tenía su carrito con “control remoto”. Corrió por la casa, estampando el carrito en cada pared, en cada silla, en cada mueble por el que pasaba. Pero reía, reía a carcajadas y se divertía. Cuando Kibum lo vio, no pudo evitar sonreír. Su hijo le ofreció un pedacito de hilo y le dijo:

 

-¡Omma, juega conmigo! Me quedó más hilo ¿Quieres que lo amarre a otro carrito? Por favor…

 

¿Cómo negarse?  Kibum asintió y su hijo corrió por otro carrito. Ese día, Maggie no estaba en casa, así que Taemin pudo divertirse como lo deseaba, y su omma detrás de él, jugaba aún cuando tuviese su gran vientre. Taemin a veces le daba tregua cuando lo veía cansado, así que ambos se sentaban en unos de los sillones de la sala y descansaban. En aquellos pequeños momentos de descanso, Taemin alzaba ambas manitas y tocaba la gran barriguita de su omma, deseando sentir las pataditas de sus hermanitos. Le gustaba y reía mucho cuando las sentía sobre sus palmas. 

 

Cuando Maggie llegaba, en ese preciso momento que escuchaban el crujir de llaves tras la puerta, Taemin tomaba los carritos y salía corriendo hacía su habitación. Desde ese momento, Taemin jugaba cuando no estaba Maggie y corría despavorido a su habitación cuando la escuchaba llegar. 

 

Pero, un día, las cosas empeoraron. Una visita inesperada llegó a la casa de los Kim. La hermana mayor de JongHyun. JungHee. La pesadilla se desató para Kibum.

 

JungHee vivía fuera de Corea. Era una muchacha que disfrutaba de viajar alrededor del mundo. Desde pequeña había conseguido una beca para irse a estudiar al extranjero, ahora estudiaba relaciones internacionales. Una chica atractiva y voluminosa. Pero extremadamente arrogante. Desde el primer día, trató como poco cosa al rubio. Lo despreciaba y detestaba. Le parecía un muchachito tonto y torpe.

 

La realidad era que aquella joven mujer era una persona envidiosa. Odiaba ver la felicidad del rubio, odiaba ver cómo era tan feliz estando con su hijo, como se llenaba de dicha al recibir un beso de JongHyun cuando este llegaba de estudiar. Existía gente así, que simplemente odiaba ver la felicidad de otros, esa misma felicidad que nunca pudieron conseguir. Las relaciones de JungHee siempre fueron un fracaso, siempre la dejaban porque no soportaban su carácter volátil.

 

Ahora estaba allí, haciéndole la vida imposible al adorable rubio. Era como si, para Kibum, hubiera dos Maggie’s criticándolo y robándole a su hijo. Pero JungHee era mil veces peor. Maggie, en cambio, lo trataba bien, y en general se llevaban bien, el único problema era que se entrometía mucho con los cuidados que le daba a Taemin.

 

Un día, se levantó para llevar a su nene a pasear, le había prometido que lo llevaría al parque para jugar con el triciclo que le había regalado JongHyun. Se levantó más temprano porque quería prepararle el desayuno. Era sábado, así que todos estaban en casa a excepción de JongHyun.

 

Kibum fue llenado de sorpresas al no ver a Taemin recostado sobre su camita. Se asustó, porque era demasiado temprano para que estuviera despierto. Bajó las escaleras con gran rapidez, encontrándose con un ambiente desolado. La planta baja totalmente vacía. Subió a las habitaciones y tampoco había nadie. La casa estaba vacía. Supuso que Maggie, JungHee y Dongwan se lo habían llevado, pero… ¿Por qué no le avisaban?  

 

Un par de horas después, la puerta principal se abrió y por ella entraron JungHee, Maggie y su esposo. Y su pequeño Taemin, dormido sobre los brazos de JungHee. Dongwan llevaba en sus manos el pequeño triciclo del niño.

 

-Buenos días… ¿A dónde fueron?-Preguntó en cuanto los vio entrar. Caminó hasta su niño e intentó cargarlo, pero JungHee lo hizo a un lado con un leve empujón. Maggie y Dongwan no se percataron, de haber sido así hubiesen reprendido a la muchacha. 

 

-Por allí-le respondió JungHee.

 

Maggie, por su parte, se lo dijo como era debido.

 

-Lo llevamos al parque, JungHee me dijo que Taemin se levantó muy temprano porque tú lo llevarías al parque, así que estaba muy emocionado. Pero como estabas dormido, mi hija propuso dejarte descansar debido a tu embarazo, y lo llevamos nosotros- La mujer sonrió- Kibum, estabas muy cansado, tu hijo estaba haciendo tanto ruido por la casa que nos despertó a todos, menos a ti. ¿Cómo te sientes?

 

-Bien… bien- respondió tranquilo. Era eso, sólo eso. No habían querido despertarlo. Aun así, Kibum asintió y siguió hablando:-Por favor-dijo- no importa si estoy dormido, avísenme. Me asusté mucho cuando no lo vi en su cama.

 

-No te preocupes, muchacho- Dongwan le palmeó el hombro- Taemin está aquí, no pasa nada. Tranquilo, que te veo un poco pálido.

 

-Está bien, no se preocupe.

 

El rubio aún tenía el pijama puesto, lo que lo hacía ver más frágil de lo normal, además de desaliñado. Sus pijamas eran dos tallas más grandes de lo que le correspondía, pero él así los quería debido a que se sentía más cómodo durmiendo con ropa floja, lo que era una ventaja para su embarazo.

 

JungHee lo pasó de largo mientras subía las escaleras. Kibum la siguió, observando cómo su niño comenzaba a removerse. Cuando llegaron a la habitación, JungHee puso al niño, ahora, despierto en la cama.

 

-Tía JungHee, ¿Y mi mami?- Kibum escuchó la voz somnolienta de su niño. Sonrió mientras se acercaba.

 

-Taemin…- Lo llamó- ¿Te divertiste usaste tu triciclo?- Kibum le sonrió acariciando sus cabellos revueltos.

 

-Mucho, pero dijiste que me llevarías tú…-El niño asintió mientras cerraba los ojos nuevamente y se volvía a dormir, reprochándole a su madre.

 

JungHee lo observaba a su lado. Kibum, con su gran pancita, aquella preocupación y ese rostro cansado, aún así no dejaba de sonreír, no dejaba de ser tierno y amable. JungHee entrecerró los ojos, ese gesto no predecía nada bueno. Se veía molesta. Siempre se veía molesta en realidad. Pocas veces sonreía.

 

JongHyun, por su parte, ajeno a todos los malos tratos que su novio recibía en casa, estaba haciendo su internamiento en un hospital de lunes a viernes, pero no salía del hospital en todo el día, hasta muy entrada la noche. Trabajaba de medio tiempo como ayudante, y los sábados igualmente, por ese motivo no estaba en casa tampoco sábados y domingos, pero recibía un sueldo generoso. Todo el dinero que ganaba, lo ahorraba en una cuenta personal. Aquel detalle era algo que Kibum ignoraba. JongHyun tenía una sorpresa para el rubio y ese era el motivo de sus ahorros. Quería comprarle una casa, dejar de vivir con sus padres. Porque, aunque Kibum no le dijera nada, podía ver su incomodidad. No era totalmente feliz en ese lugar.

 

Un día, esa gran sorpresa llegó. JongHyun regresó a casa con un juego de llaves grises. Se las entregó a Kibum, diciendo:

 

-Tenemos nueva casa.

 

Kibum se puso tan feliz, que baño de besos a JongHyun. Lo abrazó y no lo soltó en toda la noche. Literalmente. Por primera vez, con el rostro enrojecido y la voz quebrada, le pidió que le hiciera el amor. No hicieron falta pastelillos. Nunca más volvieron a hacer falta.

 

Pero había un problema, tenían la casa, pero no tenían los muebles. Absolutamente ningún mueble, por lo que JongHyun tenía que seguir ahorrado. Les era imposible habitar la casa si no tenían nada. Pero Kibum se sintió más tranquilo al saber que por fin tendrían su propia casa. 

 

Con el tiempo JongHyun fue comprando una cama, un refrigerador y una estufa. Era todo lo que tenían.

 

 

  

Los días pasaron, y Kibum siguió llevándose varios sustos. Todas cortesías de JungHee. Muchas veces se llevaba a Taemin sin avisarle, sabiendo que eso lo preocuparía.

 

A los ocho meses, Kibum había comenzado con las contracciones, las cuales eran inmensamente más dolorosas que cuando tuvo a Taemin. Solía gritar despacio, sólo por desear sacar ese dolor de alguna manera. JungHee siempre lo ignoraba y lo pasaba de largo, aun cuando a veces lo encontraba tirado en el piso mientras se sostenía el estomago. Ella, ya que estaba de visita, no trabajaba y en realidad no hacía nada, sólo estaba en casa, todo el día, haciéndole la vida más difícil al rubio. Kibum, en una ocasión, sintió contracciones cuando estaba jugando con Taemin a los carritos. El niño sostenía un carrito de juguete mientras hacía soniditos de motor con la boca. Kibum sostenía un camión, y como su hijo, hacía aquellos soniditos, pero de repente se detuvo. Se sentó en una silla mientras llamaba a JungHee. Taemin dejó de jugar en el momento que vio a su omma sentarse.

 

-Omma, ¿Ya no quieres jugar?-dijo, tomando el camión de las manos de su omma- ¿O quieres otro carro? ¡Tengo otro más grande! ¿Lo quieres?

 

Kibum negó mientras apretaba los labios.

 

-Taemin, ve con tu tía JungHee, ella…-calló, porque por fin la mujer venía en su dirección.- Ve, anda.

 

-Pero… ¿Por qué?- Taemin puchereó- Quiero jugar contigo.

 

-¿Qué quieres, Kibum?- La mujer habló, cortante e indiferente, aún cuando podía ver como el rubio se tocaba el vientre y evitaba hacer muecas desagradables. Supo inmediatamente que estaba teniendo contracciones.

 

-Llévate a Taemin, por favor… tengo- pausa-contracciones, no quiero que…- calló nuevamente, no quería terminar la frase… “No quiero que Taemin me vea o escuche”. Pero, JungHee, la víbora venenosa, no le hizo caso. Por supuesto que no. En su lugar, tomó al niño, lo sentó sobre su regazó mientras tomaba otra silla y se sentaba frente Kibum.

 

-Vamos, Kibum, no exageres.

 

Kibum la miró desconcertado, pero no tuvo oportunidad de decir absolutamente nada. Se sintió molesto, demasiado. Esa mujer era despreciable. Se masajeó el vientre hinchado y suspiró. No le hacía bien molestarse cuando tenía a sus tres bebés en el vientre. No pudo evitar lanzar un quejido. Bajó la vista, porque no quería que su niño viera sus muecas adoloridas.

 

-JungHee, por favor…-murmuró para su pesar, era la primera vez que le pesaba tanto pronunciar aquella palabra: “Por favor”.

 

La mujer se mantuvo seria. No pasó mucho tiempo para que Taemin se percatara del dolor de su omma. Se paró como un resorte del regazó de su tía y corrió hacia Kibum.

 

-¡Omma!- El niño alzó las manitas, pequeñitas tomaron el rostro de Kibum entre ellas-¿Qué tienes?

 

Kibum negó.

 

-Son tus hermanitos, mi niño. Lo que estoy sintiendo se llaman contracciones. Tus hermanos están avisando que pronto nacerán, pero….-suspiró- ya está pasando- dijo, adoptando una mueca más relajada.

 

El niño lo miró confuso, pero se calmó cuando vio que su omma dejaba de mostrar esa expresión extraña.

 

Cuando Kibum se levantó de la silla, no pudo evitar fulminar con la mirada a la mujer, pero no dijo nada. Tomó a Taemin de la mano y se alejó. Pero algún un día explotaría, todos tienen un límite, y el de Kibum llegó cuando cumplió ochos meses y medio.

 

Otro sábado, todos estaban en casa menos JongHyun. Ese día se había levantado con dolor de espalda. Bajó las escaleras mientras se sostenía la espalda con ambas manos. Somnoliento y un poco cansado, bostezó mientras habría el refrigerador. Quería preparar el desayuno, algo rico especialmente para su hijo. Pocas veces usaba la cocina pues desde que llegó JungHee esta se molestaba cuando él estaba allí. Decía que su comida era mala. Simplemente no lo dejaba usar la cocina por simple capricho. Por ese motivo se había levantado más temprano de lo normal. Pero ni levantarse a las ocho de la mañana le funcionó. Minutos después vio a JungHee bajar las escaleras. Suspiró, pero decidió ignorar su existencia. Pudo ver de reojo como la mujer lo miraba con cierto hastió.

 

Kibum a veces se preguntaba porque esa chica lo odiaba de esa manera. Él nunca le había hecho nada, siempre trató de ser amable con ella, pero nada funcionó. Ahora, simplemente la despreciaba. No le interesaba entablar plática con la mujer, le daba igual si ella lo odiaba. Ya no le importaba nada de lo que le dijera con aquella boca venenosa que poseía.

 

Por su parte, siguió con su labor. Lavó algunas fresas, pues le haría un licuado a su niño. Taemin no tardaba en despertar, siempre era el primero en abrir los ojos en esa casa. Kibum dio media vuelta, pensando en que más podría hacerle a su bebé, pero se topó de lleno con el rostro enfurecido de JungHee. Dio un brinquito asustado mientras se tocaba el pecho, la mujer estaba demasiado cerca.

 

-Kibum, sal de mi cocina, sabes que no me gusta verte aquí.

 

¿Su cocina?

 

Kibum alzó una ceja, ¿De qué estaba hablando esa mujer? En un parpadeó, sintió tanta molestia como nunca antes. Un abrir y cerrar de ojos, y como magia, se sintió tan, inmensamente molesto.

 

JungHee lo tomó del brazo, lo apretó con tanta fuerza que Kibum terminó por dar un respingó.

 

-¿Qué no me escuchaste? Te quiero fuera de aquí-siseó.

 

Kibum cerró los ojos, sólo un pequeño momento. Cuando los abrió, sus ojos mostraban tanta furia. Eran diferentes, totalmente diferentes a cualquier mirada que él haya dirigido. Sencillamente, ese no parecía Kibum; el dulce y bonito Kibum. No. El ceño fruncido, la pequeña boca torcida, el rostro rojo y los puños apretados. El rubio se sintió diferente, algo en él había cambiado. Había explotado. Ya no lo soportaba más.

 

JungHee entrecerró los ojos, viendo ese cambio en Kibum con cierta curiosidad. Se sorprendió cuando Kibum se soltó de su agarre con tanta brusquedad que la hizo trastabillar.

 

-¿¡Que te sucede!? ¡Casi me haces caer!- exclamó. Estaba molesta, tenía tantas ganas de abofetear a aquel lindo rostro con todo y uñas. Desfigurarlo si tuviera la oportunidad. Apretó los puños, realmente moría de ganas por hacerlo.

 

-Déjame en paz-murmuró Kibum.

 

JungHee lo miró burlona mientras asentía con la cabeza.

 

-¿Qué dices?

 

-¡Que me dejes en paz!-gritó.

 

La mujer lo tomó de los hombros y entonces comenzó a zangolotearlo.

 

-Cierra la boca, a mi no me vas a gritar, ¿Entiendes?

 

-¿Qué te eh hecho?-preguntó. Su voz no temblaba ni tampoco sonaba vacilante- ¿Qué te pasa?- Era segura, llena de enojo. Estaba llena de coraje y valentía- ¡Loca! ¡Maldita loca!- Kibum se sintió tan bien al pronunciarlo. Pensó que se sentiría culpable al insultarla, pero eso no sucedió. Él era una persona que no insultaba, que se guardaba muchas cosas para sí mismo, pero algún día tenía que explotar, tenía que sacar tantos sentimientos reprimidos. Lamentablemente para JungHee, todos esos sentimientos eran negativos, siendo ella quien había causado la gran mayoría. Kibum se había contiendo demasiado con ella- Aleja esas sucias manos de mí, no quiero que me toques-dijo, mirando aquellas manos con cierto aire de asco.- Búscate una vida y deja de meterte en la mía. Déjame en paz, ponzoñosa víbora- Murmuró mirándola con tanto desprecio que sintió que debía calmarse, pues no debía olvidar que estaba embarazado y molestarse de esa manera no le haría bien a sus bebés. Pero al menos se sentía bien, se sentía bien porque por fin había sacado esa furia contenida, porque le estaba contestando, porque le estaba diciendo lo que pensaba libremente.

 

Pero entonces, algo impensable sucedió. El rostro de JungHee estaba tan rojo, tan llenó de molestia como nunca antes la vio. Y sus ojos. Eran fuego, era lava, y todo iba dirigido para él. Sólo y exclusivamente para él.

 

-Quítate…- Murmuró, decidió no sentirse intimidado por esa mujer. Ya no más. Y la empujó. Fue cuando sucedió.

 

Una mano fue alzada. Las uñas pintadas de rojo, largas y bien cuidadas, fueron estampadas contra su mejilla, en sus pómulos alzados y tiernos. Se sintió estupefacto, con el rostro volteado y la mejilla ardiéndole. No la tocó, no se compadeció de sí mismo. Oh, claro que no. Pero sintió algo caliente, supo inmediatamente que estaba sangrando. Esa mujer le había enterrado las uñas. Se volteó furioso y le regresó la bofetada sin vacilar.

 

-¡Es suficiente!-exclamó, y se fue. Se alejó de aquella mujer. Kibum hubiera corrido, se habría alejado velozmente, y no porque quisiera huir o se sintiera asustado sino porque había decidido algo. Ahora mismo se iría de esa casa, no soportaría más esas situaciones. Esa mujer le había pegado aún sabiendo que estaba embarazado. No era seguro estar en esa casa. Tenía que irse, quería irse.

 

Pero JungHee lo alcanzó fácilmente. Tomó el borde de su camiseta de pijama, pero Kibum no se detuvo y la tela terminó por desgarrarse.

 

-¡Ven aquí ahora mismo!- Kibum la ignoró.

 

Subió las escaleras con toda dignidad. No lloró, ni se sintió frágil. Con toda seguridad tomó una maleta y metió ropa de su hijo y suya. Había cerrado la puerta con seguro, así esa mujer no le haría más daño. JungHee tocaba la puerta insistentemente, la pateaba y golpeaba con ganas. Estaba furiosa, estaba ardiendo por las orejas. Finalmente todo aquel ruido hizo que sus suegros despertaran. Escuchó sus voces tras la puerta, pero no les abrió. Taemin, acostado en su cama, despertó somnoliento, pero pronto se asustó al escuchar los golpes tras la puerta.

 

-¡Omma!

 

Kibum trató de tranquilizarlo, y lo logró, sólo porque los golpes sobre la puerta dejaron de sonar. Lo vistió, luego a sí mismo, su pijama estaba arruinada. Tomó su maleta y la manita de su niño. Le explicó que se irían, que tenían una nueva casita donde vivirían ahora. Taemin se negó, debido a que no quería separarse de sus abuelos, pero Kibum le dijo que podía venir a visitarlos cuando quisiera, que él lo traería para visitar a sus abuelitos. Taemin, vacilante, terminó por aceptar. Y abrió la puerta. Frente él estaban sus suegros y esa mujer. Maggie lo miró sorprendida y hasta cierto punto desconcertada cuando lo vio arreglado y a Taemin, con una maleta en una de sus manos.

 

-Gracias- Se dirigió a Maggie y Dongwan- Gracias por recibirnos en su casa, se los agradezco de todo corazón. Muchas gracias,  pero es momento de que nos vayamos-pronunció con toda seguridad, mirándolos sin bajar la vista en ningún momento. Maggie podía ser realmente entrometida, pero nunca lo trató mal, sólo lo regañaba como si fuera una madre, aunque no tenía porque hacerlo. Lo cuidaba como si realmente fuera su hijo, y por supuesto también a Taemin. Y Dongwan, el hombre nunca se metió en sus cosas, siempre fue amable con él. Sentía que debía de agradecerles después de todo. Ellos fueron un gran apoyo. Fueron. Porque ahora se valdría por sí mismo. JongHyun ya tenía un sueldo, no hacía falta que dependieran de ellos.

 

Kibum pudo ver los rostros desconcertados de sus suegros, y JungHee atrás, recargada en la pared. Lo miraba aún molesta, con brazos cruzados y pequeños rasguños en su rostro. El rubio disimulo su sorpresa, no se imaginó que él también la hubiera rasguñado al darle la bofetada.

 

-Kibum…-Maggie habló, Kibum la miró- ¿Qué…que te sucedió en el rostro?- La mujer le tocó la mejilla lastimada con tanto cuidado como si temiera romperlo. Inmediatamente lo soltó y miró a su hija. JungHee negó con la cabeza, enojada como estaba, iba a decir más tonterías, así que Maggie no se lo permitió.

 

-¡Que te sucede! ¿Me puedes explicar que tienes en la cabeza como para permitirte golpear a mi Kibum?

 

¿Mi Kibum?

 

Kibum la miró sorprendido. Lo había dicho con tanta propiedad y cariño aún cuando estaba molesta con JungHee.

 

-¡Esta esperando trillizos! Pudiste haberlo lastimado- Maggie seguía exclamando. Pero Kibum, con toda la amabilidad que pudo, intentó llamar su atención para que callara. Taemin estaba viendo y escuchando todo. La mujer lo captó y guardo silencio.

 

El niño miraba a su mami con lágrimas en los ojos. ¿Su tía JungHee le había pegado a su omma? Estaba tan confundido y asustado.

 

Dongwan se inclinó hacía Taemin. Le dio un par palmaditas en la cabecita mientras hablaba con él y trataba de tranquilizarlo. Intentó hacerlo reír, haciendo tantos chistes como pudo hasta que, por fin, el niño rio, contagiando la estancia con su risita tierna.

 

-Vamos a jugar con los carritos de hilitos rojos, ¿Te parece?

 

-¿Qué? Era un secreto, abuelo…

 

-Oh oh, sí, lo siento.

 

El hombre lo cargó y se lo llevó, bajaron las escaleras y se dirigieron hacía la sala. Allí, había un par de carritos que Taemin había escondido debajo del sofá cuando Maggie había llegado del trabajo más temprano y no tuvo tiempo de correr a guardarlos en su habitación.

 

 

 

Maggie, aún molesta con su hija, decidió ignorarla y concentrase en el rubio.

 

-Kibum… no- Maggie se veía pálida, anonadada, y simplemente no podía concebir que Kibum quisiera irse- No puedes…-pausa- ¿A dónde iras?

 

-JongHyun compró una casa, ¿No se lo dijo?- Maggie parpadeó. La voz de Kibum sonaba diferente. No había dulzura en esa suave voz.    

 

-Si-murmuró confundida- pero no tienen muebles, no…

 

-Si tenemos, son pocos, pero son los indispensables.

 

Maggie negó.

 

-Espera un poco, Kibum. No puedes irte ahora, piensa en Taemin, en tu embarazo.

 

-Por eso mismo es que me voy.- Lanzó una mirada hostil a JungHee, Maggie captó la indirecta y comprendió.

 

Suspiró y se sobó las sienes.

 

-Esto no volverá a suceder.

 

-Por supuesto que no, así que, como ya le dije antes, por eso es que me voy. Esto no volverá a suceder- Kibum dio un paso y la abrazó, la mujer correspondió su abrazo sin chistar. Kibum pudo ver que JungHee se retiraba mientras chasqueaba la lengua. Mejor para él.

 

-Kibum… ah, mi Kibum- Sobó la espalda de Kibum de arriba y abajo, bien fuerte mientras sentía el enorme vientre de Kibum golpearle el abdomen.- Siento que yo también estoy influyendo a que te vayas, te regañaba mucho, ¿Cierto?

 

La mujer se alejó, y miró el rostro de Kibum. Él sonrió.

 

-No se preocupe. Gracias por todo.

 

Maggie supo que Kibum realmente necesitaba esa libertad. Necesitaba irse. No se disculpó con él, nunca lo hizo. Aún cuando sabía que Kibum le tuvo mucha paciencia, que lo regañaba cuando no tenía que hacerlo, que se metía demasiado, que lo criticaba. No dijo nada, y sólo lo dejó marchar. Esa no era decisión suya, ella no debía mandar sobre Kibum. Ni tampoco sobre JongHyun, que sabía que en cuanto se enterara, tomaría una maleta y seguiría a Kibum y a su hijo.

 

JungHee se fue un mes después. La chica fue fuertemente reprendida por sus padres, incluso por JongHyun, con quien tuvo una pelea de palabras nada bonita. Perdió a su hermano, porque JongHyun no la perdonó. Sólo hablaba con JungHee cuando era necesario, no porque le naciera o quisiera hacerlo. JungHee iba pocas veces a Corea, por lo que Kibum no la veía, para su suerte.

 

Con el tiempo, consiguieron todos sus muebles. Al principio comían en el suelo, lo que para Taemin era una diversión enorme. Comer en el suelo, acostado si quería, con su omma a su lado y a veces con su appa. Era grandioso para el niño, pero cuando compraron el comedor, ya no fue grandioso. Comenzó a usar los juguetes costosos que su abuela le compró, se los acabo todos. Los jugó con toda la libertad que deseó.

 

La madre de Kibum, lo iba a visitar seguido, al igual que Remi, Allie y Teo. Era más cómodo, mucho más cómodo tener su propia casa. Incluso Maggie lo visitaba, era agradable.

 

Kibum, entonces, dejó de ser aquel muchacho frágil, ese que nunca se defendía y dejaba que hicieran con él lo que quisieran. Comenzó a formar carácter, a poseer unos ojos fieros que intimidaban a cualquiera. Pero nunca perdió su esencia, porque siguió siendo amable y bueno, siguió sonrojándose siempre que JongHyun le hacía el amor. Siguió siendo el tímido y lindo Kibum, sólo que ahora, ese frágil cuerpo, ya no lo era más. No se dejaba intimidar, se defendía con uñas y dientes, y protegía a los suyos a capa y espada.

 

 

 

Notas finales:

¿Que tal, que les pareció?

Bueno, no huvo mucho JongKey, pero este capitulo era escencial n_n

Ahora sabemos como el tierno Kibum comenzó a formar caracter <3

Y esto es todo, un capitulo larguito para ustedes c:

Mis niños(?) xD por esta vez, no podre contestar sus Rew u.u Pero lo hare en la proxima semana, no me gusta dejar sus comentarios allí abandonaditos sin mi respuesta xDD Bueno, nos leemos luego c:

Cuídense mucho, y sueñen con Key...

Si, con Key, aunque no sea su bias, sueñen con él xD

Bye <3


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