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Lo nunca visto por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Bueno, pues aqui teneis el ultimo cap, gracias a los que comentasteis el cap anterior, me alegro que os haya gustado tanto jeje.

 

Ya era noche cerrada en el Cairo y aun así la gente seguía paseando por la calle en lo que seria la vida nocturna de la ciudad. Las risas se escuchaban por las antiguas calles y los hombres hablaban de lo duro que había sido el día mientras bebían algo en las ajetreadas tabernas cubiertas de cojines. Sin embargo en una vieja casa en uno de los barrios más alejados de la ciudad  las luces seguían apagadas mientras dos hombres intentaban devorarse mutuamente.

 

Law tumbado encima del pelirrojo seguía intentando someterle entre las sabanas. Nuevos mordiscos contra la oreja de Kidd provocándole estremecimientos, nuevos suspiros brotando de su boca desesperados. Y por fin, Law decidió que era el momento  de entrar en aquel cuerpo que llevaba días tentándole con su mera presencia, de conocer su interior, y de domesticarlo a su gusto. Sin embargo, mientras su mano delineaba la entrada a su más anhelado deseo, de nuevo se vio interrumpido por su atemorizada presa.

 

—Espera—y de nuevo aquel tono de voz enfadado y demandante.

 

Pero con un ligero deje de miedo que no le acababa de gustar y que le impedía continuar como quería con aquello.

 

Law se detuvo entonces, solo un momento, decidiendo contenerse durante dos segundos más y analizar aquella nueva información que no le convencía.

 

¿Miedo? Se cuestionó ¿Por qué?

 

Y entonces cayó en la cuenta de algo de lo que tenía que haberse dado cuenta hacía mucho tiempo cuando el otro había dicho lo de " yo no soy de esos" o cuando negaba con tanta intensidad lo excitado que estaba.

 

Kidd seguramente nunca hubiese hecho aquello. O al menos nunca había sido él que lo había recibido.

 

Aquello enfrió un poco su libido y gracias a dios no cometió el mayor error de su vida. Aunque pensar que sería él el primero en entrar en aquel chico, el primero en verle derretirse de placer bajo suyo gimiendo por más…

 

Joder.

 

—Confía en mí—susurró contra la oreja del otro con voz inquietantemente calmada.

 

Inmediatamente sintió al otro tensar se ante sus palabras, dándose cuenta de que seguramente habría descubierto su secreto. Sin embargo pareció relajarse al escucharle y sus manos dejaron de aferrarle tan asustadas.

 

Repartiendo lamidas por el cuello del otro para que tuviese algo más con lo que distraerse y mientras con una mano, y con un poco de ayuda del pelirrojo, desabrochaba el pantalón e intentaba bajárselo como podía, su otra mano acariciaba aquella tentadora entrada probando ligeramente un poco de presión a cada vez. Cuando por fin el otro consiguió deshacerse del molesto pantalón empujándolo a algún lugar de la cama, el moreno decidió que era el momento y introdujo el primer dígito en aquel calor que llevaba tanto tiempo deseando probar.

 

Kidd lanzó un gemido ahogado de dolor y ocultó inmediatamente su cara en su pecho. Law se quedó quieto durante un momento dejando que el otro se acostumbrase a la intrusión, repartió besos y caricias tranquilizadoras por su cara y pelo y finalmente, cuando consideró que el otro ya estaba bien, comenzó a moverse palpando aquel apretado interior. Fingiendo lentas y profundas embestidas que arrancaban al pelirrojos sonidos a veces molestos y a veces solo jadeos. Su boca se hizo agua solamente con sentirle. Tan apretado, tan caliente, estaba deseando entrar ahí y marcar aquel territorio como de su propiedad, sin embargo tenía que prepararle o sabía que nunca se perdonaría arruinar un buen polvo por impaciencia.

 

Aun así su aguante no era tanto como él creía y no tardo mucho en introducir un segundo dedo en aquel mar liquido y en ganarse un mordisco en el hombro por parte del menor.

 

Sonrió divertido mientras repartía besos de disculpa por el pelo del otro. Aunque el en fondo tampoco se arrepentía tanto. Esta vez sin embargo era distinto, y con el segundo dedo dentro del otro y con un ligero mejor acceso, comenzó a buscar aquel punto dentro del pelirrojo que aceleraría las cosas a su gusto.

 

Sonriendo ligeramente cuando por fin lo encontró y prácticamente Kidd gritó de placer mientras abría las piernas como nunca y volvía a recostarse contra el colchón dejándole ver su cara de placer, Law atacó aquel punto sin descanso. Sus ojos no se apartaban de la cara del pelirrojo que prácticamente se deshacía entre sus manos. Dios, esos ojos inundados del mismísimo placer, esa boca abierta y gimiendo ya sin pudor alguno…y solo eran dos simples dedos, ni siquiera se la había metido, se recordó el moreno. A este paso juraba que podría hacer eso una y mil veces, solo por volver a ver al chico en aquel estado.

 

—No… no pares—susurró de repente el pelirrojo y, recolocándose bajo él, abrió las piernas con aquella impresionante flexibilidad montando sus ahora tres dedos desesperado.

 

Law le miró extasiado entonces sin necesidad de moverse, pues parecía que el otro era ahora el desesperado que estaba deseando aquello. Aferrándole entonces de los hombros para detenerle de aquel hipnotizante baile, sacó sus dedos de la entrada más que preparada del otro.

 

—Idiota… te he dicho que no pares—protestó con cara de suplica el menor, con aquella mirada necesitada que hacía a Law relamerse hambriento.

 

Aun así solo río ante la demanda del otro, y queriendo torturar un poco al pelirrojo en venganza por hacerle esperar tanto, le decidió molestar.

 

—Quítate la camisa Kidd—comentó refiriéndose a la camiseta que Kidd aun llevaba puesta pero totalmente alzada hasta su cuello—quítatela y entonces te daré algo mucho mejor que unos simples dedos—

 

Sin embargo no pudo más que excitarse, cuando el pelirrojo prácticamente se arrancó la prenda desesperado y alzó las piernas en alto abriéndolas aun más y exponiendo su temblorosa entrada al otro ya sin vergüenza ninguna.

 

—Hazlo—ordenó entonces.

 

Law tembló encantado con aquella nueva faceta del otro, la tímida estaba bien, pero definitivamente la desesperada y sumisa le ponía a mil. Aferrando las piernas del otro por detrás de las rodillas las llevó hasta su pecho recargando de paso su peso sobre ellas.

 

Su pene rozo aquella entrada tan preparada para él. 

 

Kidd gruñó en respuesta e intentó mover sus caderas para intentar acabar con aquella tortura de una maldita vez ya que el otro iba demasiado lento para su gusto. Sin embargo la postura se lo impedía totalmente y solamente se removió incomodo bajo el agarre del otro.

 

—¿Que te he dicho sobre las ordenes niño?—siguió torturándole Law.

 

Aunque con la curiosidad en su mente queriendo saber hasta donde sería capaz de llegar el pelirrojo por que le follase.

 

—¡Hazlo!—gritó esta vez el pelirrojo en la cara del otro. Odiaba que le hiciesen esperar, y definitivamente el otro ya había sobrepasado el límite de su paciencia hacía eones.

 

—Mastúrbate—ordenó de repente el otro cambiando de tema.

 

—¿Qué?—la cara del menor era un poema— No digas estupideces y…—

 

—No—y su negativa fue absoluta—tienes que aprender quien manda aquí, así que hasta que no te masturbes delante de mi no habrá nada de esto—y entonces Law movió sus caderas y la mitad de su miembro entró dentro del otro golpeando de lleno aquel delicioso punto.

 

Kidd se arqueó sobre el colchón mientras de su boca escapaba el gemido más degradante que nunca había emitido. Su cuerpo tembló y se retorció sin poderlo evitar sobre el colchón a pesar de la incómoda posición. Sin embargo, cuando quiso responder, Law ya había vuelto a sacar su miembro de dentro suyo y una sensación de vacío le invadió.

 

Dios quería, no, necesitaba al otro dentro, pero de nuevo el moreno no hacía nada, solo le dejaba sentir su miembro frotándose contra su entrada sin profundizar nada.

 

Gimió exasperado.

 

—Puedes considerarlo como un castigo—explicó de repente el moreno contra su boca con aquella diversión en su rostro— por desobediente—

 

Y Kidd quiso estrangularle allí mismo y borrar esa maldita sonrisa de su cara.

 

Sin embargo aquella endemoniada postura no le permitía el movimiento que quería más que mover sus brazos y poco más, y además, estrangular al otro no serviría de mucho para lo que necesitaba. Podría suplicar, de eso estaba seguro, pero aquello sería tan degradante como lo de masturbarse y además, seguramente el otro no se lo tragaría y solo se reiría de él obligándole a masturbarse de todas formas.

 

Rindiéndose ante el otro bajo las manos a su propio miembro que estaba más erecto y duro de lo que jamás lo había estado y comenzó a bombearlo con ganas frente a los ávidos ojos del otro que no se perdía detalle.

 

—…Realmente lo estas deseando ¿verdad?—

 

—¡Sí!—gimoteó necesitado mientras su mano apretaba y cobraba más intensidad.

 

Inmediatamente los jadeos y gemido escapaban de su boca mientras sentía su dignidad yéndose a la mierda. La mirada de Law volvía a ser aquella que le ponía los pelo a de punta, con aquellos ojos grises tan calculadores, prácticamente memorizando cada cosa que hacia su mano sobre sus propio miembro y tomando anotaciones mentales para posterior uso. Kidd se descubrió excitándose cada vez más ante aquella mirada, era como si el otro se lo estuviese comiendo en aquel instante, su mano tembló imperceptiblemente sobre su miembro mientras sentía la hormigante sensación del orgasmo que se avecinaba.  Se mordió un labio impotente.

 

—Para—ordenó entonces el moreno con aquella voz seria y dominante.  Pero Kidd ya había alcanzado el punto de no retorno donde su cuerpo no reaccionaba como quería.

 

—No…—su voz sonó débil por el placer.

 

Esta vez los ojos de Law volaron sobre los suyos, tan serios y firmes que Kidd sintió un escalofrío.

 

—Kidd para—ordenó de nuevo.

 

Y Kidd sabía que en el fondo tenía que parar, y no solo por la orden tajante del otro, sino porque él quería acabar de una forma muy distinta. Pero estaba tan cerca, solo unas cuantas embestidas más y…No, tenía que parar. Apretando los dientes alejó la mano de su erección sintiendo su cuerpo prácticamente romperse por el esfuerzo.

 

Los instantes pasaron mientras él intentaba contenerse y dejar de temblar entre espasmos de necesidad. Dolía, su miembro dolía hasta el punto de que parecía a punto de estallar.

 

Cuando por fin volvió a relajarse y su mente volvió a reaccionar, estaba empapado de sudor y jadeaba como si de verdad se hubiese corrido.

 

Law le miraba aun sin haberse movido ni un milímetro, una sonrisa inundaba su cara y sus ojos desprendían una desorbitante satisfacción. Acercándose a él volvió a besarle de aquella manera tan pasional que le dejaba sin aire. Kidd quiso contestarle de la misma manera, defenderse del otro de alguna forma, sin embargo ya no le quedaban las fuerzas suficiente para intentarlo y simplemente se dejó someter como el otro quería.

 

—Buen chico, parece que has aprendido la lección—murmuró Law mirándole fijamente con la respiración tan calmada que Kidd quería gritar de frustración, mientras le acariciaba la cara como se acariciaría a un perro obediente—ahora tendrás tu recompensa—

 

Kidd no tuvo ni tiempo para intentar recordar a que se estaría refiriendo el otro, cuando de una fuerte embestida Law entró dentro suyo.

 

Esta vez el gritó de Kidd prácticamente se podía escuchar en la ciudad entera.

 

—Joder—maldijo entre dientes apretados mientras sus manos se aferraban a las sabanas y no entorno del cuello del otro como deseaba.

 

—Gracias—contestó Law burlándose ante aquel comentario.

 

Kidd gruño de nuevo mientras intentaba acostumbrarse a la sensación de tener al otro dentro suyo. Jadeó, dolía, ensancharse tanto después de todo no era normal, pero definitivamente se sentía bien, dejarse hacer aquello por otra persona, confiar en ella y que ella te follase hasta que no supieses ni tu nombre definitivamente era bastante estimulante.

 

Law salió de nuevo y volvió a empotrar le contra la cama sin piedad alguna. Golpeando al instante su próstata con una precisión maestra. Kidd volvió a lloriquear sintiendo como al instante su cuerpo volvía a excitarse al borde del orgasmo. Estaba demasiado sensible y el ritmo frenético del otro estaba pudiendo con él.

 

—…Law—intentó llamar al otro entre jadeos ahogados y bocanadas por aire—no tan…por favor—

 

Pero como siempre el otro siguió a su royo, y lo único que hizo fue besarle con ganas mientras lentamente aumentaba el ritmo. Kidd se arqueó contra el colchón, y mientras el otro por fin le soltaba las piernas y le dejaba moverse. Sus manos volaron a la espalda del otro clavándole las uñas en venganza y en un intento de contener el orgasmo.

 

El pelirrojo  bajo las piernas dejando al otro entre ellas cómodamente, Law acarició sus muslos y subió hasta apretar sus nalgas con posesividad, alzándole del colchón las caderas y haciéndole responder a cada movimiento que él hacía quisiese o no. Prácticamente parecía que el otro intentaba someterle con cada envestida.

 

Pero Kidd no aguantaría mucho después de tanto jueguecito, sobre todo con el otro haciendo lo que quisiese sin escucharle. Sentía su erección atrapada entre sus cuerpos recibiendo demasiada fricción, al otro jadeando contra su boca mientras su mano le acariciaba la cara hasta introducirse delicadamente entre su mechas rojas, prácticamente de una forma reverencial. Luego volvió a tirarle del pelo y a unir sus bocas entre jadeos ansiosos.

 

Y Kidd no podía más, el otro estaba siendo demasiado dominante, demasiado intenso y posesivo. Moviendo sus caderas al ritmo que él otro le estaba marcando se separó del beso del otro.

 

—Law…yo no…voy a…—sentía su cuerpo empezar a temblar entre descargas de placer y sin aguantarlo más, por fin se dejo llevar.

 

Law encima suyo le sonrió sarcásticamente y de nuevo volvió a agarrarle del pelo y a obligarle a mirarle a los ojos.

 

Apretando el muslo del menor y subiéndolo hasta su cintura, Law aceleró aun más hasta un ritmo poco humano, penetrándole cada vez más profundo y fuertemente.

 

—Hazlo Kidd—comento relamiéndole la boca—quiero verte corriéndote debajo mío totalmente rendido ante mi—

 

Kidd sentía los primeros escalofríos del orgasmos tomarle por delante. Apretando los ojos se aferró al otro. Y dejo que le llevase por delante. Gritando hasta romperse las cuerdas vocales.

 

Fue el mayor orgasmo que nunca había sentido, le atravesó de golpe partiendo en dos sus terminaciones nerviosas y dejándole peor que la gelatina. Sintió con la mente en blanco y músculos tensos como algo mojado cubría su estómago y parte de su pecho, y sintió también como el otro seguía envistiéndole aunque cada vez más erráticamente , de una forma en la que parecía que intentaba contenerse para no acabar con aquello y prolongarlo aun más y más.

 

Kidd le dejó a su ritmo. Por mucho que quisiese intentarlo aquello no podría durar eternamente, y además, él estaba todavía demasiado cansado como para quejarse por la forma en que el otro le seguía empotrando contra el colchón. Y encima, con los espasmos del orgasmo aun recorriéndole no quería acabar haciendo ninguna estupidez que le dejase de nuevo abierto de piernas a merced del otro.

 

Pero como pensaba el otro no duro mucho más y con unas ultimas envestidas fuertes y potentes acabó corriéndose dentro suyo con un potente gemido que se quedo grabado en la mente del pelirrojo. Kidd le sintió derramarse dentro suyo llenándole totalmente, y la boca de Law le dejó de nuevo un mordisco en su cuello. Gimiendo ante el repentino mordisco apretó al moreno fuertemente dentro suyo ganándose otro gemido ahogado contra su cuello y otro temblor por parte del moreno.

 

Agarrando al otro del pelo como había hecho Law antes, le levantó la cabeza y esta vez fue él el que le beso ferozmente mientras el otro jadeaba en los últimos espasmos de placer. Se relamieron mutuamente entre jadeos, alargando el momento todo lo que podían, aun abrazados y sin separarse.

 

Dejando ver inconscientemente había algo más que simple sexo en aquel acto. Que había una necesidad mucho más grande enterrada debajo. Pero pasaron los minutos y al final simplemente se tumbaron uno encima del otro agotados. Law encima, recostado contra su pecho y aun con su pene enterrado dentro suyo, y Kidd debajo abrazándole en respuesta y con las piernas abiertas dejando acomodarse al otro entre ellas.

 

—¿Y ahora qué?—preguntó Kidd con un tono somnoliento.

 

Law se removió entonces saliendo del otro y mordiéndole de nuevo en el hueso de la clavícula posesivamente. Kidd tembló adorablemente bajo suyo mientras aspiraba entre dientes.

 

—Podemos volver a hacerlo—comentó Law como si tal cosa—me ha gustado tanto verte tan obediente y suplicante que podemos repetirlo y repetirlo todo lo que quieras, solo dame diez minutos y seguimos—

 

Kidd sintió su cara enrojecer de nuevo y sin poder contenerse, le dio una colleja al otro fuertemente en la nuca. Law rio divertido ante su gesto.

 

—¿Qué es esto Kidd? ¿te vuelves revelar ante mi?¿tengo que volver a enseñarte cuál es tu sitio?— sus manos volaron a rodear de nuevo uno de aquellos rosados pezones del otro retorciéndolo vilmente.

 

—Para—volvió a gimotear Kidd sin querer que aquello se profundizase mucho más, su cuerpo no aguantaría otra sesión de sexo como la que habían tenido por mucho que el otro intentase excitarle. Simplemente su cuerpo ya no respondía más— en serio—

 

Esta vez el moreno sí que paró y se alzó sobre su pecho para mirarle a la cara. Law sonreía, pero a diferencia de las sonrisas anteriores, esa era una mucho más cariñosa y feliz que hizo que el pelirrojo se pusiese estúpidamente nervioso. Sobre todo cuando el otro siguió con aquella extraña atmósfera empalagosa que había surgido entre ambos y comenzó de nuevo a acariciarle el pelo rojo que seguramente estaría hecho un caos después de tanto sobeteo.

 

—Veras, en mi tiempo había un mito que muy pocos conocía de lo antiguo que era—empezó Law de repente.

 

Kidd frunció el ceño ante el cambio de tema y fue a protestar.

 

—No, déjame acabar—comentó el otro mientras paseaba sus dedos por sus labios con una mirada que le dijo que, o se callaba y le dejaba seguir, o volverían al sexo duro y sin consideración.

 

Kidd asustado decidió no volver a interrumpirle, y Law sonrió ante lo curiosamente obediente y sumiso que se había vuelto el otro después de aquello. Tal vez tendría que haber asaltado al otro antes, se habría ahorrado un montón de pajas y peleas. Aunque en el fondo también se lo pasaba bien discutiendo con el otro y sacándole de quicio.

 

Aun así Kidd le miraba con una ligera emoción y curiosidad en la mirada. Law se había dado cuenta de que el pelirrojo bebía de sus palabras cada vez que decía algo de su época de faraones y pirámides. Kidd le había explicado en su momento a que se dedicaba, y aunque Law no lo entendía del todo, estaba claro que al pelirrojo le encantaba. Y a Law le encantaba la mirada que Kidd ponía cada vez que le contaba algo.

 

—Veras esta leyenda era muy poco conocida ya que proponía otro mito de la creación y por lo tanto estaba más bien censurado por los sacerdotes. Sin embargo creo que es más cierta que la otra— comentó— En esta versión, cuando Ra creó a los humanos, nos dio todo lo que podíamos necesitar, comida exquisita, riqueza desmesurada, poder sobre el resto de cosas, todo.. sin embargo con el paso de los meses, en vez de agradecer lo que teníamos y vivir felices, nos volvimos envidiosos, acaparadores y surgió el egoísmo. A los pocos años empezamos a matarnos unos a otros con ansia de tener más y de más poder, y nos creímos lo suficientemente arrogantes como para tener el derecho a decidir quien vivía y quien moría—

 

Kidd parpadeó sorprendido ante aquella historia. Increíble, un nuevo mito de la creación, además definitivamente sonaba como algo que el ser humano haría y parecía mucho más creíble que el original. Lo de que habían surgido de las lágrimas del ojo de Ra no se lo creía nadie.

 

—Ra, al ver lo ocurrido, se sintió decepcionado y enfadado a la vez con nosotros—siguió Law— así que, con el propósito de que aprendiéramos una lección, nos lanzó una maldición. En la maldición Ra dividió el alma de cada persona en dos, y las desperdigó por el mundo. Así las dos mitades nunca serian felices ni llevarían una vida plena a menos que encontrasen a su otra mitad, y una vez que la encontrasen y se uniesen de nuevo en una sola, nunca serian capaces de volverse a separar—

 

Esta vez Kidd si que frunció el ceño sarcástico. Aquello sonaba a mensajito de quinceañera ilusa sobre el significado del amor y lo de encontrar al alma gemela y al príncipe azul. Sin embargo no dijo nada y solo siguió escuchando la hipnótica voz del otro.

 

—De esta forma la gente dejó de pelearse una con otra con miedo de que la persona a la que atravesase con la espada fuese su otra mitad. La gente empezó a protegerse una a otra, a formas familias y clanes, unos apreciando lo que habían encontrado, otros buscando y mirando con cariño lo que podrían encontrar. Y aunque seguía habiendo inconscientes ansiosos de poder y riquezas, la humanidad se tranquilizó y por fin pudo prosperar como Ra había deseado que fuese—finalizó Law aun sin dejar de acariciar sus mechones rojos.

 

 Kidd le dio la vuelta a la historia en su cabeza. Ciertamente tenía toda la pinta de mito antiguo y absurdo, aunque nunca lo había escuchado ni leído en ninguna de las paredes de los templos egipcios. Aun así principalmente pensó en ello porque sabía que en el fondo Law estaba tratando de explicarle algo, aunque en vez de contarlo de una forma normal como todo el mundo, lo hacía de esa forma misteriosa y elegante que tenía de hablar y que al pelirrojo le encantaba como nada en este mundo.

 

—¿Y qué me quieres decir con eso?—preguntó al fin queriendo volver a escuchar la voz del otro en vez de pensarlo él mismo por su cuenta.

 

Law se recostó sobre él perezoso y volvió a acercar sus bocas a cortos milímetros, aunque como siempre tentándole y sin llegar a tocarle. Dios, aun sentía su manos enredadas en su pelo y acariciándole posesivo como si fuese un maldito gato de los que tanto adoraban los egipcios.

 

—¿No has pensado nunca en por qué pasé tantos siglos durmiendo en la piramidal en aquel estado? Sin morir, sin vivir, solamente durmiendo y…esperando—preguntó rozando de nuevo sus labios con una delicadeza que hacía al pelirrojo querer abalanzarse a por el otro y sellar un beso de una vez.

 

Sin embargo las palabras del otro resonaban en su mente como un eco.

 

—Espera, ¿quieres decir que me estabas esperando a mi? ¿Que soy tu otra mitad?—preguntó incrédulo.

 

Law asintió.

 

—No le veo otra explicación a lo que ha ocurrido ¿Por qué otra razón permanecería en este mundo en ese estado? Nunca encontré a mi otra mitad en mi anterior vida como faraón por mucho que la busque, simplemente nadie me atraía lo suficiente, ni concubinas, ni nobles de la corte, ni siquiera comandantes o soldados del ejército—confesó al fin el moreno— y sin embargo llego aquí y desde el primer momento no puedo quitarte los ojos de encima y solo pienso en cuál es la mejor forma de meterte en la cama. ¿Cómo lo explicarías de otra forma?—preguntó.

 

El tono del otro fue volviéndose cada vez más empalagoso y erótico y con la cercanía que tenían rápidamente la mente de Kidd se desvío hacia otros temas mucho más interesantes. Sin embargo no iba a caer en el juego del otro. Él no estaba convencido de aquella absurda idea y pensaba discutirla con el otro por mucho que le tentase con lo que fuese. Se acabó lo de la sumisión y aceptar cada palabra.

 

—Abstinencia—respondió sintiendo al moreno fruncir el ceño ante la falta de efecto de sus acciones. Sin embargo, sin rendirse, el moreno comenzó a restregarse de nuevo contra él y Kidd volvió a ponerse nervioso—…co-como tú dices llevas dos milenios durmiendo, es normal que cuando despiertes tengas ciertas…necesidades—

 

"O instintos animales reprimidos" pensó Kidd recordando la sesión que habían tenido.

 

—¿Te atreves a tildarme de desesperado?—preguntó entonces el moreno con una sonrisa siniestra que Kidd presagio como el inicio de su tortura, sobre todo cuando el otro se alzo sobre él como una nube apocalíptica lista para estallar en su cara

 

—¡No! Yo solo sugería que, como tú dices…—

 

—Silencio—Kidd se calló al instante ante la potente orden del faraón—Eustass Kidd, tu eres mío—y lo que dijo sonó tan absoluto que Kidd simplemente no pudo negarlo por mucho que odiase reconocerlo— y como vuelvas a intentar negarlo o lo ignores y te alejes de mi lado— el otro volvió a inclinarse sobre él y le miró directamente a los ojos—te encadenare a la cama y te tratare como mi mascota personal durante el resto de tu vida—

 

Y sin más le besó.

 

Esta vez Kidd le respondió y más por temor a enfadarle, que por otra cosa. Aun así no pudo evitar sentir aquel agradable cosquilleo de excitación en su vientre. Sabía que aquello era extraño, que debía de estar aterrorizado de que un hombre de hacia mil años y al que no conocía desde hacía más de cinco días, le declarase el amor eterno después de una sesión de sexo duro y posesivo contra la cama. O algo así. Aun así otra parte de su mente le instaba tirarse a los brazos del otro, a aceptarle y a dejarle hacer lo que quisiese con él con total confianza en el moreno. Se sentía mejor que en toda su vida, satisfecho y contento a pesar de que realmente no tenía ningún motivo por el que estarlo.

 

El moreno era un pervertido, un pesado cuando preguntaba por algo que no entendía, y definitivamente era la única persona capaz de sacarle de quicio con simplemente una palabra. Sin embargo se dio cuenta mientras el otro le besaba dominante y le abrazaba sin dejarle irse a ninguna parte, que realmente no quería estar en otro sitio más que en aquel lugar.

 

Cuando se separaron se miraron a los ojos intensamente y en el fondo Kidd supo que el otro tenía razón. Estarían bien, ¿Como no estarlo con un faraón?. Kidd sonrió cálidamente al moreno y por primera vez Law abrió los ojos sorprendido y Kidd notó un leve sonrojo en las mejillas del mayor. Sin embargo el otro fue rápido y antes de que el pelirrojo dijese nada se bajo de encima suyo y se acurrucó a su lado en la diminuta cama sin dejar aun de abrazarlo, como si fuese incapaz de quitarle las manos de encima.

 

Kidd suspiró cansado dándole vueltas aun en su mente a lo que acaban de pasar. Aquello era un caos, y todavía tenían que decírselo a Killer, dios mío, ¿Qué pensaría su madre? Sin embargo lo que más le preocupaba en aquellos momentos era…

 

—¿Eso significa que hay millones de zombis enterrados en sus tumbas esperando encontrar a su otra mitad y que les despierten con un beso de amor eterno?—preguntó sarcástico.

 

Law a su lado levantó la cabeza y le miró con un ligero rastro de somnolencia en los ojos. Kidd se arrepintió entonces de haber dicho nada y de haber despertado al otro cuando claramente necesitaba dormir. Curiosamente había surgido un instinto protector en él que no acababa de entender. ¿Dios como sería el idiota sarcástico dormido? Kidd sintió sus dedos hormiguear ante el pensamiento, pero rápidamente cualquier entusiasmo desapareció cuando el otro habló.

 

—¿Que es un zombi?—preguntó el moreno mortalmente serio.

 

Y Kidd quiso golpearse contra una pared. Acababa de abrir la caja de pandora y ahora el otro empezaría con las mil y una preguntas.

 

Con un poco de suerte Killer debería estar a punto de volver.

.

.

.

 

—Em, Kidd…¿Que te ha pasado en el cuello?—preguntó Killer a la mañana siguiente mientras desayunaban tranquilamente.

 

Como todos los días los tres se encontraban sentados alrededor de la diminuta mesa de madera desconchada y rayada, como todos los días había sido Killer el que se había levantado primero y había tenido que ponerse a dar patadas a los oxidados electrodomésticos de la habitación para que funcionasen y pudiese hacer su adorado café, y como todos los días los otros dos habían bajado por las escaleras esquivando los agujeros traicioneros y sujetándose contra la sucia pared despertados al fin por el escándalo que montaba.

 

Sin embargo aquel día mientras Killer se bebía su querido café se dio cuenta de que algo no cuadraba del todo. Y es que, aunque él se había ido a redescubrir los bares de la ciudad junto con algunos hombres de la excavación el día anterior y ahora presentaba en consecuencia el resacón del siglo, parecía aun así en mucho mejor estado que su amigo pelirrojo.

 

Y por si fuera poco el supuesto faraón parecía sospechosamente feliz y de buen humor mientras bebía largos sorbos del café. Cosa que le puso los pelos de punta a Killer, ya que normalmente el moreno solía despertarse de mal humor y lo único que podían sacarle eran como mucho gruñidos y miradas de odio hasta bien entrada la mañana.

 

Killer volvió a escrutar a sus compañeros a través de su flequillo intentando descubrir el motivo de semejante estado de ánimo, fue entonces cuando dio con las sospechosas marcas en el cuello de su amigo. Primero se atragantó con el café, luego lo disimuló con la experiencia de años viviendo con gente con deficiencia en neuronas y finalmente parpadeó incrédulo. ¿En serio habían…? Tuvo que hacer la pregunta.

 

Sin embargo el otro como única respuesta solo se había sonrojado hasta la base del pelo y mirándole con cara de terror se había tapado la marca mientras lanzaba miradas nerviosas de un lado a otro.

 

—Na-nada—respondió al fin.

 

Killer volvió a darle un trago a su bebida.

 

A veces el otro podía ser tan obvio. Decidido a no torturar a su mejor amigo más de lo que se estaba torturando el mismo, miró al moreno curioso. Este le devolvió la mirada al instante, aunque esta vez una más sería.

 

Se aguantaron la mirada un instante prácticamente matándose el uno al otro, pero manteniendo con ella una silenciosa conversación que solo ellos podrían entender. "Como te acerques a lo que es mío te encierro en una tumba con mil escorpiones por el resto de la eternidad" decía uno mientras bebía inocentemente el café. "Como le hagas daño te devuelvo a tu pirámide pero esta vez muerto de verdad" respondía el otro bebiendo también felizmente.

 

Luego dejaron las copas vacías en la mesa y se sonrieron falsamente. Kidd por su parte suspiró revolviendo aun su café con cara de cansancio y sin enterarse de nada. Como siempre.

 

—Bueno, así que por fin estas saliendo con alguien—afirmo Killer mirando al pelirrojo—Aunque no entiendo que ves en una momia como esta ¿Como piensas explicárselo a tu madre?—comentó Killer cruzándose de brazos y sin poder contener más lo de meterse con el otro.

 

Un Kidd catatónico podía ser una gran fuerte de diversión según su experiencia.

 

Al instante la mueca de terror volvió a la cara del pelirrojo. Le miró aterrorizado, luego miró a Law y volvió a mirarle preso del pánico. Killer no pudo reprimir la sonrisa divertida.

 

—Yo no…¿cómo lo has…No le digas nada—empezó en una cantinela histérica.

 

Pero entonces Law pasó un brazo por los hombros de su amigo en un gesto que solo podía describirse como posesivo. Killer quiso rodar los ojos ¿En serio Kidd?¿ No podías haber elegido a otra persona?

 

—Oh venga Mr. Killer no te pongas celoso, estoy seguro de que tu también encontraras algún día a alguien que te aprecie a pesar de tu pésimo carácter y falta de gusto—

 

Killer sintió un tic comenzar en su ceja, pero se negó a responder a aquello y simplemente se levantó para irse a su habitación a ducharse y a ponerse algo para ir a la excavación. Después de todo llegaban tarde y ya tendría tiempo más adelante para interrogar a su amigo sin la momia delante. Además, las conversaciones con resaca nunca sentaban bien.

 

—Oh dios mío, mi madre—escuchó murmurar a Kidd mientras salía de la cocina.

 

—No te preocupes Eustass—escuchó murmurar al faraón con voz empalagosa— si quiero puedo ser muy persuasivo al convencer a alguien-

 

Y luego sonido de forcejeo mientras Law besaba sin pudor alguno a Kidd. O al menos eso se imaginó Killer por los sonidos de protesta del pelirrojo camuflados por lo que sería la boca del otro. Dios, si iban a estar todo el día así, sería buena idea ir mirando otros pisos. No quería saber ni como sería cuando se acostasen, sabía lo escandaloso que Kidd podía ser y con paredes tan finas como el papel de aquella casa sería prácticamente como si fuese él el que se tirase al pelirrojo.

Cosa que definitivamente quería evitar imaginarse. Por su propia salud mental.

 

—Espera, ¿Que cojones le quieres hacer a mi madre bastardo?—escucho desde la cocina a Kidd protestar aunque con voz nerviosa.

 

Y luego el sonido de algo siendo empujado contra una superficie dura. Oh dios ¿en serio? ¿en la puta mesa de la cocina? ¿No podía ni esperar a que él se fuese de la casa?

 

Suspirando cerró la puerta a sus espaldas acallando los pequeños jadeos que empezaban a oírse. Con un poco de suerte el ruido de la ducha amortiguaría los gritos. Con suerte…

 

 

Notas finales:

Bueno, el final es demasiado rosa para mi gusto, yo hubiese querido un poquillo mas de llanto y sufrimiento, pero supongo que por una vez hacer algo asi esta bien U_U

En fin, espero que os haya gustado el fic y como siempre muchas gracias a los que leeis y a los que comentais, os quiero chicos T^T

Publicare un nuevo fic el...jueves?, si el jueves es un buen dia. Sera un poco diferente de las parejas que he escrito hasta ahora (por no decir que es algo demasiado raro) pero espero que os guste.

Nos vemooos~


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