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La vida es aburrida por CrystalPM

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Notas del capitulo:

El domingo fue el cumpleaños de nuestro pequeño Dan, pero me fue imposible actualizar ese día. Así que feliz cumple atrasado Novato!!!

 

 En fin, creo que me vais a odiar un poco muchito por este capítulo, pero se tenía que hacer, era totalmente necesario ._.

 

 

Cómo buen ingenuo que soy no capté el peligro venir. 

—¿Visitas? —Caminé confuso por el pasillo hacia la sala principal—Claro. Kyra y Annie ¿No? — Sonreí para intentar aligerar la tensión que respiraba en el ambiente. ¿Acaso de había olvidado de que sus hermanas estaban de visitas? Dudé unos instantes si adentrarme más en la vivienda aunque me recordé a mi mismo que la última vez Nay me había dicho que me podía quedar con ellos si quería.

—Novato, espera— Nay susurró mi nombre por lo bajo, pero yo ya había llegado al final del pasillo, donde todo estaba oscuro. Casi noté un sentimiento de nerviosismo cuando alcé la mano hacia el interruptor, pero al encender las luces me encontré con el salón completamente vacío. Contuve un suspiro de alivio.

—No hay nadie aquí. Tal vez están arriba jugando —Con pasos largos llegué hasta la cocina y dejé la bolsa con las cosas que había comprado Nay en la encimera. Detrás de mi apareció Nay con expresión descolorada. Volvió a hablar por bajo, como si no quisiese que le escuchasen oídos indiscretos. 

—¡Te he dicho que esperases! —Me volví hacia él confuso, pero en aquel momento el sonido de unos pasos atrajo la atención de ambos. Sintiendo un extraño sentimiento de que no alcanzaba a comprender la situación alcé la mirada para observar dos figuras bajando por la escalera de caracol que conectaba con la buhardilla. Una exclamación de sorpresa se escapó de mis labios al ver que eran una mujer y un hombre los que bajaban por las escaleras y no las dos hermanas del peliazul. 

La mujer era guapa, muy guapa, pero su cabello rubio, cortado a la altura de la barbilla en un corte totalmente recto endurecían sus facciones y su traje perfectamente cuidado la daban una apariencia de alguien muy serio y más mayor de lo que seguramente era. El hombre a sus espaldas también tenía el mismo aire de persona de negocios, pero a diferencia de la mujer ya se podían distinguir unas arrugas, marca de la edad, que surcaban sus ojos. 

Ninguno de los dos pareció percatarse de mi existencia, ambos miraron a Nay, que permanecía inmóvil en medio del salón, como si se hubiese quedado paralizado y no encontrase ningún lugar para esconderse. Al final fue el chico el que inició una conversación que, me quedó muy claro, no estaba hecha para que yo la escuchase. 

—¿Qué hacéis aquí? —Su tono era tan acerado y afilado como la hoja de un cuchillo, la mujer terminó de bajar las escaleras y anduvo por el salón para quedar cerca del muchacho. 

—¿Así saludas a tus tíos? Se ve que necesitas unas lecciones de educación— Sin mostrar ningún tipo de recato recorrió al chico de arriba a abajo con la mirada y no se molestó en ocultar una expresión de desagrado—, y también un nuevo vestuario.

Nay paseó la mirada entre la mujer y el hombre como si fuesen unos completos desconocidos en su casa. La indiferencia de su rostro contrastó tremendamente con el tono gélido de sus palabras.

—Fuera —El hombre habló, con voz calmada y monótona

—No pagamos tu educación para que nos trates así Nay

—Pues no la paguéis —La voz de Nay era desafiante—. Tarón ya os dijo que no necesitábamos vuestro dinero —La expresión de asco de la mujer pareció acentuarse aún más al oír hablar del padrino de Nay.

—¡Tarón! Ese viejo no está en sus cabales — Dejó entrever una sonrisa que me provocó un escalofrío— Debimos haberte mandado a un internado como decía tú tío, pero fui compasiva y te dejé volver aquí— El rostro indiferente pareció flaquear "¿Por qué deja que le hable así?"—. Ahora me doy cuenta de mi error, nunca has servido para nada. Solo nos haces pasar vergüenza.

Yo no podía más que mirar a Nay horrorizado. Era imposible que escuchase todo eso y siguiese adoptando esa expresión de que todo le importaba una mierda. Desde donde estaba podía ver como, a pesar de no moverse ni un ápice de su sitio, tenía los puños cerrados con fuerza. La mujer seguía soltando pullas en voz alta.

— Advertí a mi hermana de que no le iría bien juntándose con esa chusma—"No te quedes callado, defiéndete"—, pero decidió casarse con tu padre y relacionarse con sus amistades ¡Así acabó la pobre, muerta!

—¡CÁLLESE! — Había gritado mucho antes de que pudiese darme cuenta de que lo estaba haciendo y hasta yo mismo pegué un brinco de sorpresa al oír mi voz. Tanto Nay como la mujer giraron la cabeza sorprendidos. Nay me miraba como si se hubiese olvidado por completo de que me encontraba ahí. Intenté aparentar entereza, aunque sentía las piernas temblar como flanes—¿No se da cuenta de las cosas horribles que está diciendo?

Los ojos de aquella mujer de hierro, una vez superada la sorpresa, me inspeccionaron, como había hecho segundos antes con su sobrino. La expresión que adoptó no fue muy diferente a la de asco al ver a Nay.

—¿Quién eres tú?¿ Y quién te crees que eres para meterte en asuntos familiares? — Sus palabras me hicieron enrojecer y me quedé sin palabras, cohibido. La mujer se volvió hacia su sobrino— ¿Le has traído a la casa? ¿Qué pensarán los vecinos? ¡Un desviado en la familia!

—Me importa una mierda lo que piensen los vecinos y los que penséis vosotros— rugió Nay. Me sentía tremendamente pequeño comparado con aquellas dos figuras.

—¡No pienso dejar que Annie venga a una casa dónde la puedas enseñar tus modos degradantes de vida! —Aquello pareció afectar por fin al peliazul, porque pude ver una expresión de dolor en su rostro, antes de que una enorme figura me tapase la vista. El tío de Nay había aprovechado la discusión para acercarse a mi y ahora me observaba con rostro serio, pero bastante más amable que el de su mujer.

—Lo siento joven, pero creo que deberías volver a tu casa —"¿Me está echando? ¿Creo que me está echando?" —. Tenemos que tratar algunos temas personales con nuestro sobrino. 

Sin saber muy bien que contestar incliné ligeramente el cuerpo para alcanzar a ver a Nay, que se había vuelto hacia mí y me observaba con rostro confundido, sin saber tampoco que contestar, pocas veces había visto al chico con esa expresión de angustia e incertidumbre en el rostro. Al final el chico endureció su expresión y habló con tono desapasionado.

—Te acompaño a la salida, novato — Supe ocultar muy bien el pinchazo que sus palabras me produjeron en el pecho y obedientemente le seguí por el pasillo, sin atreverme a girar para observar a la pareja, que se mantuvo firme en el salón. Ninguno de los dos hablamos de camino a la salida, ni cuando Nay me pasó mi abrigo con gesto de cansancio, ni cuando abrió la puerta para que yo pasase a su lado y saliese al frío de la calle. Respiré profundamente un par de veces y me giré hacia el interior, dispuesto a pedir disculpas por mi intromisión en la discusión ajena, pero la mirada fría de Nay me acalló. Sabía que él habría preferido que no escuchase aquella conversación y temía que ahora el muchacho se replegase sobre si mismo como parecía estar haciendo. No hubo palabras de despedidas, simplemente mantuvimos la mirada unida hasta que Nay decidió desviar la suya y en el absoluto mutismo cerró la puerta.

 

 

 

—¿Te pasa algo? Hablar contigo es como intentar entablar conversación con una marmota. Eres un soso 

Suspiré mientras me agraciaba el puente de la nariz con dos dedos, intentando mitigar el dolor de cabeza, y volvía acercar el móvil a mi oreja.

—En serio ¿Cómo demonios has conseguido mi número? — La voz alegre y femenina del otro lado del aparato rió. 

De Crystal ¿De quién si no? Ya que tú fuiste tan aburrido de no agregarme a tus contactos —La imagen de una mujer dándome una nota con su contacto en una cafetería en berlín me vino a la mente, aunque no me hizo sonreír

—Cuando me diste tú número me dijiste que se lo diese a mi amiga, no que te agregase.

—Estaba implícito ¡tonto!

—Ya bueno... ¿Cómo has dicho que te llamabas? 

—¡Agnes, estúpido! ¡Agnes Banks! ¿Te has leído mi libro y ni siquiera sabes cómo me llamo?

—Lo que tú digas

—Estás de mal humor ¿Ha pasado algo con aquel bombón de pelo azul que te tenía loco? —Hice una mueca y  hablé con tono de voz apagado.

—No quiero hablar de eso — Se hizo el silencio a través de la vía telefónica unos segundos y cuando Agnes volvió a hablar lo hizo con un tono mucho más dulce.

—Como quieras, pero sabes que contarle los problemas a los desconocidos puede ser refrescante

 Por primera vez en toda la conversación la chica me sacó una sonrisa.

—Gracias —Dije con sinceridad —, pero de verdad que no me apetece hablar de esto ahora.

La chica suspiró, pero pareció hacerme caso, porque cambio de tema con rapidez.

—Bueno... al menos cuéntame que tal salió el intento de juntar a Crystal con tu amigo el friki

—¿Cómo sabes eso? 

—Estamos hablando de Crystal, habla por los codos — En eso tenía que darle la razón.

—La verdad... —Acababa de caer en la cuenta—, es que no tengo ni idea de como fue todo —Debería llamar a Martín después de esto para intentar enterarme.

—Bueno, ya me contará ella entonces. ¿Y qué tal con la elección de carrera?

—¡¿Cómo sabes eso también?! —La chica habló entre risas

—Crystal —Lo dijo como si no hiciese falta explicar nada más, aunque por si acaso añadió— El árbol parlante que tienes por amiga. 

—Aún no lo se — Se me acababa el tiempo para elegir, pero sinceramente no tenía ningunas ganas de plantearme el futuro en aquellos instante.

Bueno... Una vez alguien me dijo... que si piensas en algo constantemente mientras trabajas, entonces significa que deberías estar trabajando en eso —Parpadeé confuso. ¿Pensar en algo constantemente? "Piensas en Nay constantemente", pero estoy bastante seguro de que eso no da para un trabajo. Intenté recordar que era en lo que pensaba constantemente antes de iniciar mi modo de vida loca, pero nada me vino a la mente. Me mordí el labio, ¿Como podía haberme olvidado de mi yo anterior? Empezaba a darme un ataque de ansiedad cada vez que pensaba en el gran cambio que había hecho. —. ¿Dan? ¿Estás ahí? —Carraspeé intentando calmarme.

—Sí, sí... lo siento. Estoy un poco distraído —"Trabajar en lo que siempre piensas" —Gracias por el consejo, pensaré en ello. 

Aunque no podía ver a la chica pude intuir como estaba sonriendo.

Me alegra haber sido de ayuda, tengo que colgar. Hablamos otro día. — Nada más decir eso colgó. Miré el móvil unos instantes para luego desviar la vista hacia la entrada de la tienda de Tarón. Llevaba trabajando todo el día y solo había sido cuando escuché el tono de llamada de mi móvil que me permití darme un respiro y salir a fuera a descansar. No había mencionado a Tarón nada sobre la conversación que había presenciado ayer, pero por su expresión más seria que de costumbre supuse que él, de alguna manera, estaba enterado de lo ocurrido. 

Automáticamente tecleé un número que me era ya muy conocido y volví a apretar el auricular del móvil contra mi oreja, escuchando los pitidos de comunicación hasta que se escuchó una voz al otro lado.

—¿Dan? 

—¡Martín! ¿Qué tal? —Intenté adoptar un tono de voz alegre.

—¡Tío! ¿Dónde te metiste anoche? ¡Te estuve buscando para llevarte a tu casa! —La sonrisa se congeló en mis labios.

—Me fui pronto a casa — Atajé por lo rápido y me decidí a preguntar—. ¿Fue todo bien ayer? —La voz de mi amigo sonaba alegre y no notó mi intento de evitar el tema.

 ¡Perfecto! Me encontré por casualidad con Crystal —"Sí, por casualidad..." —, y estuvimos juntos el resto de la noche. No es tan rara como pensé ¿Sabes que le gusta el LoL? — Esta vez no tuve que fingir mi tono de incredulidad.

¿Estuvisteis hablando todo el rato de LoL? —¡No martín! ¡Eso no se hace en un primera cita!. La voz de Martín sonó ofendida.

¡Por supuesto que no!— Contuve un suspiro de alivio. Mi amigo no sería tan estúpido—. Hablamos del WowW también —Me golpeé el rostro con la palma de la mano "Canté victoria demasiado pronto"

—No tienes remedio.

¿Eh?

—Nada, nada... —Antes de darme cuenta ya me había echado a reír. Me di cuenta de que me parecía una eternidad desde la última vez que me había reído así, por una estupidez tan grande como esa y antes de darme cuenta las lagrimas comenzaron a recorrer las mejillas.

—¿Dan? ¿Estás bien? — Rápidamente limpié el rastro de agua de mis mejillas con la camiseta, aunque seguían cayendo lagrimones por mis ojos. Intenté adoptar un tono de voz natural.

—Sí Martín. No pasa nada.

 


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