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La vida es aburrida por CrystalPM

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La puerta de la mansión de Crystal se abrió de par en par, dejando ver a un hombre mayor ataviado con un traje negro que desafiaba las altas temperaturas del exterior. El señor me miró de arriba a abajo con discreción y mostró una sonrisa amable, pero profesional.

—Buenos días joven ¿Puedo preguntar quién es y cómo ha entrado al jardín?

—H-hola, me llamo Martín y...—Tendría que haber adivinado que no sería Crystal quien abriese la puerta, mierda—, la verja de fuera estaba abierta, si no hubiera llamado...

—Encantado, señor Martín ¿A qué se debe su visita? —Antes de poder responder una voz infantil sonó desde el interior de la casa

—¿Martín? ¡¿Has dicho Martín?!

Por detrás del anciano asomó un niño, aferrándose a la parte de atrás de su chaqueta. El chico sonreía con ilusión.

—¿Eres el amigo de Dan? —Preguntó esperanzado y yo me reí al escuchar el nombre de mi mejor amigo.

—Sí, soy ese— El niño dejó escapar unos saltitos de emoción contenida y dejó de ocultarse tras la espalda del anciano, había algo raro en sus movimientos, pero no sabría decir el qué.

—¡Te estaba esperando! ¡Déjale pasar, abuelo! —El hombre me miró de nuevo, receloso, pero al final acabó por suspirar y sonreír con ternura.

—Te lo dejo a ti, pequeño, pero no vayáis a hacer ninguna locura— El chico dejó escapar una exclamación de júbilo y con impaciencia estiró la mano con la palma abierta. Yo me quedé quieto unos segundos, creo que empezaba a entender por qué aquel chico no me miraba nunca a la cara y porqué no era capaz de identificar con exactitud mi posición. Al mirar a su abuelo este asintió levemente con la cabeza, como dándome permiso y fue entonces cuando me atreví a agarrar la mano del pequeño. Inmediatamente después el chico tiró de mí, conduciéndome por la casa hasta un gran salón, donde se paró y se dio la vuelta. Yo me agaché para quedar a la altura del chico.

—¡Hola! Soy Isai 

—Hola Isai, ¿De qué conoces a Dan? ¿Y cómo sabías mi nombre? —La sonrisa del niño se ensanchó y se llevó ambas manos a la cadera.

—¡Soy su socio! —Exclamó lleno de orgullo. Luego su expresión se volvió pícara y dejó escapar una risa infantil—, pero no puedo decirte por qué sé tu nombre ¡Es parte de una misión ultra secreta!

Encarné una ceja divertido por la emoción que le ponía el niño

—Ultra secreta, ¿Eh? —¿Qué había estado haciendo el loco de Dan a mis espaldas? Isai movió las manos en el aire hasta localizarme, sintiendo los nervios invadir mis tripas dejé que el pequeño posase ambas manos en mis mejillas y se acercase un poco más. Sus ojos, a pesar de ser inservibles, reflejaban la emoción del pequeño. 

—Martín, A ti te gusta Crystal ¿Verdad? —La pregunta me pilló por sorpresa y no hizo más que aumentar mis nervios ¿Por qué justo en aquel momento me tenían que preguntar por mis sentimientos por la pelirroja?—. Porque tú a ella le gustas —Aquellas palabras me sacaron una sonrisa.

—Quieres mucho a Crystal, ¿verdad?

—¡Por supuesto, es mi ángel!

—¿Y dónde está tu ángel ahora mismo, Isai? Tengo que hablar con ella de algo importante.

Antes de que el niño pudiese responder una voz fría respondió a mis espaldas.

—Crystal no está— Al volverme pude ver como el padre de Crystal salía de un despacho seguido de un joven de apariencia un poco mayor que yo. Ambos me miraron como si fuese un intruso en aquella casa—. ¿Quién eres tú y qué quieres de mi hija?

No había tono hostil en sus palabras, pero sí un aparente desinterés por saber la respuesta que me hizo dudar al responder. ¿No se acordaba de mí? Tal vez lo mejor sería no recordarle que era el chico que había estado durante la fiesta a solas con su hija. 

—Me llamo Martín, soy... un amigo de Crystal ¿Me podría decir dónde está? Quería hablar con ella—el hombre me inspeccionó con la mirada. 

—No sé dónde está mi hija, pero será mejor que no la molestes con tonterías —No supe que contestar ante las palabras y el tono descortés del señor que siguió quejándose, mientras el chico a sus espaldas sonreía ampliamente—. Ya tiene suficiente con ese amigo raro de pelo azul que no hace más que meterla en problemas, no necesita otro...— El hombre enmudeció abruptamente y me miró con los ojos entrecerrados—... ¿No eres tú el chico al qué encontré en su habitación? —Tragué saliva sin decir nada. Había elegido acordarse de mí en el peor momento—. ¿Acaso eres su novio o algo? 

Antes de poder desmentirlo el muchacho que le acompañaba se adelantó a hablar, sin quitar esa odiosa sonrisa condescendiente de la cara.

—No se preocupe señor Alberdi, ya sabe como es Crystal. Se encapricha de alguno para luego aburrirse al mes. 

Aquellas palabras dichas casi con mofa me golpearon con fuerza, de repente lo único que quería era salir de aquella casa cuanto antes. El padre de Cyrstal en cambio simplemente hizo un mohín de molestia, como si la presencia del muchacho tampoco le fuese de especial agrado. 

—Lo que tú digas, Jack. Bueno... Martín, seas quien que seas Crystal no está aquí. Que tengas un buen día—Sin decir más desapareció por una de las puertas del salón, seguido por Jack. Dejándonos a Isai y a mí solos, el rostro del niño había perdido la sonrisa y parecía decaído.

—El señor Alberdi es siempre bueno conmigo y el abu, pero es muy malo a veces con los demás —musitó con tristeza. Esbozando una triste sonrisa pasé la mano por los cabellos del pequeño y me esforcé que mi voz sonase lo más natural posible a pesar de tener un tremendo nudo en la garganta.

—No te preocupes Isai, creo que será mejor que me vaya por ahora.

Salí de la mansión sintiéndome despachado y humillado. De todas maneras ¿Qué había esperado yendo ahí? ¿Declararme? ¿Echarle en cara que por su culpa no podía sacarla de mi cabeza? Casi había sido mejor que no estuviese ella ahí.

—¡Eh tú! —Una voz masculina sonó a mis espaldas, y al darme la vuelta vi venir corriendo al chico que había estado junto al padre de Crystal en el salón. Aquel muchacho no me daba muy buena espina, y menos aquella sonrisilla de superioridad que mostraba, así que sin decir nada le di la espalda y continué caminando. Él pronto llegó a mi altura y camino a mi lado —. Siento lo de antes si he sido muy directo, pero creo que es mejor que alguien te lo dijese ahora antes de que te hicieses alguna idea rara. Me llamo Jack

Al ver que yo no tenía intención de pararme a conversar no se molestó en intentar darme la mano, pero siguió con su discurso.

—Siento los problemas con mi novia. Siempre solemos tener unos altibajos y a ella le gusta irse con otros, pero enseguida se cansa y volvemos— Mentía, no soy tan estúpido para creerme a aquel gilipollas, pero eso no quita que sus palabras me molestasen. Al ver que seguía sin contestarle Jack se empezó a mosquear, y sin mucha delicadeza me agarró del hombro obligándome a detenerme—. Solo quería decírtelo para aclarar las cosas. No me gustaría que fueses molestando a MI chica, tiene cosas más importantes que hacer.

Con un movimiento brusco me zafé de su agarré y por fin le miré a los ojos.

—Se llama Crystal, y no es de nadie —Solo quería hacer una afirmación, pero mi tono acabó siendo desafiante. El chico permaneció en silencio ante mis palabras y en sus ojos pude distinguir un reguero de furia.

—Me gustaría arreglar las cosas de manera pacífica, rubiales. No quiero tener que darte una paliza para que la dejes en paz.

De improvisto una mano desconocida sujetó a Jack del hombro, impidiéndole que se acercase más a mí. Ambos nos giramos sorprendidos para ver a Nay observándonos con una ceja encarnada.

— ¿Metiéndote dónde no te llaman, Nay? —Los ojos del peliazul parecieron relampaguear de furia.

—¿Y tú? ¿Volviendo a tener alucinaciones con que a Crystal le importas lo más mínimo?—Antes de que Nay hubiese terminado de hablar el chico ya había soltado un puñetazo directo a la cara del chico. Consciente de que comenzarían una pelea si no les detenía me apresuré a interponerme entre ellos.

—¡No queremos problemas! Lamento las molestias, ahora nos vamos—Nay, que tenía el labio ensangrentado, no parecía para nada de acuerdo con mis palabras, pero no se intentó zafar de mí cuando le agarré de la camisa para llevármelo de allí. Agradecí a dios que Jack decidiese no seguirnos y simplemente se dedicase a vernos marchar—. Vas a conseguir que te den otra paliza si sigues así.

Nay dejó escapar una risa mientras seguía frotándose el labio inferior

—Ese cabrón no se atreve a llegar a tanto sin una pandilla cubriendo sus espaldas... Mierda—Con ayuda de su otra mano se logró quitar el piercing de su labio inferior—. No esperaba que se rajase. 

—Vamos a algún bar para que te puedas limpiar— propuse al ver como parecía estar dispuesto a dejar la herida tal cual a riesgo de que se infectase. El peliazul no pareció tener ninguna queja al respecto así que pronto me encontré sentado en la barra de un bar con una cerveza que no me apetecía entre las manos y esperando al novio de mi mejor amigo salir del cuarto de baño.

Cuando Nay volvió a aparecer se había limpiado la sangre de la cara y del golpe solo quedaba una pequeña marca rojiza en el labio inferior, donde antes había un piercing. Sin decir nada el peliazul se sentó en el taburete contiguo al mío y pedió otra cerveza con amabilidad. El silencio nos envolvió durante largos minutos, mientras el camarero abría el botellín y lo dejaba justo en frente del muchacho. Fue él quién inició la conversación.

—Me gustó lo que dijiste antes. 

—¿Mm? — Musité al no saber a qué se refería.

—"Se llama Crystal y no es de nadie" —recitó el muchacho de memoria, a la vez que dejaba escapar una sonrisa—. Jack es el claro ejemplo de lo que una relación posesiva puede hacer. Se lo dije a Crystal hace mucho, pero supongo que siempre cuesta ver las cosas con claridad cuando eres tú el que las vive. Él se cree con el derecho a poseer a su pareja —La sonrisa se borró de su rostro para dejar paso a una mueca de asco—. Esa idea me repugna, nadie es posesión de nadie.

Asentí, de acuerdo con sus pensamientos, aunque sabía que no me estaba mirando.

—¿A eso te referías con los celos la noche de la fiesta? 

—Por supuesto, en un menor grado es más de lo mismo. ¿Como se puede amar de verdad si lo que amas es a una persona de la que desconfías y encarcelas? — El chico dejó escapar un suspiro—, pero dejémoslo, no tengo humor para hablar de esto ahora. ¿Por qué estabas con Jack? 

Al notar su tono de reproche, como un padre que regaña a un niño por hacer una estupidez, sentí la necesidad de justificarme.

—No es que estuviese con él a propósito. Fui a ver a Crystal, pero no estaba en la mansión.

—Oh, claro—Exclamó con un tono demasiado natural—. ¿Has decidido corresponder a Crystal?

No respondí a su pregunta, alucinado porque supiese de qué iba el tema, pero el peliazul debió interpretar mi mirada y gruñó de mal humor, a la defensiva.

—¿Qué? Aunque me importen una mierda me entero de los cotilleos —No parecía especialmente contento de conocer la vida privada de la gente. Volví a beber de mi botellín deseando poder deshacer el nudo que se me había formado en la garganta.

—¿Si tuvieses que declararte a la chica más complicada del mundo cómo lo harías?— Aquella pregunta le pareció hacer gracia.

—Haría la declaración más normal del mundo —Arrugué la nariz, extrañado.

—¿Y qué es lo normal? 

—¡Ah! Qué es lo "normal" sino algo diferente a lo "no normal"—Suspiré demasiado deprimido como para querer descifrar los enigmas de este chico— Si no hay un estándar para lo extraño tampoco lo debe haber para lo normal.

— Normal o no me temo que no me declararé a este paso. No después de haber sufrido el desprecio absoluto por "El padrino" —Musité con tono rimbombante. Nay hizo una mueca y bebió de su cerveza.

—Se ve que hoy no es nuestro día —Me detuve a observar sus movimientos con curiosidad.

—¿Ahora es cuando me toca preguntar por qué no es tu día tampoco? —Nay se encogió de hombros y añadió con desinterés.

— No es como si te lo fuese a contar aunque me preguntases —Desde luego este chico es un borde.

—Oh, vamos. Yo te he contado mis penas —El chico removió su botellín, con la mirada fija en el líquido dorado y supe que estaba manteniendo un debate interno.

—Se podría decir que he conocido a la chica de mis sueños —Oh, aquello no me lo esperaba.

—¡Vaya, Qué tremenda tragedia! ¿Para cuando es la boda? —Exclamé impregnando cada palabra de puro sarcasmo—. ¿Quieres que te deje a solas para que puedas llorar a gusto por haber encontrado a tu alma gemela? —Nay me fulminó con la mirada.

—Mi problema es que acabo de encontrar a la persona que siempre pensé que necesitaba y no me importa una mierda —Admitió con brusquedad mientras se llevaba una mano al rostro—. Lo único en lo que puedo pensar es en tu maldito amigo.

Vale, esto sí que no me lo esperaba. Sin poder contenerme empecé a reír a carcajadas ganándome por ello más miradas de odio de parte del peliazul.

—En serio, Nay, sigo sin ver tu problema. Te gusta la persona con la que estas saliendo y no te importa el resto. Así de simple —El peliazul apoyó la frente en la palma de su mano y gruñó por respuesta. Divertido, negué con la cabeza haciendo un esfuerzo por contener la risa de nuevo—. Nay, serás sabio en muchas cosas, pero está claro que de relaciones no tienes ni idea.

—¿Acaso tú eres un experto? —Ignoré la pulla que el peliazul me intentaba dirigir.

—No seré un experto, pero al menos sé que para que una relación funcione no hay que guardarse las cosas. Si crees que quieres llevar una relación exclusiva con mi amigo, háblalo con él e intentad averiguarlo juntos. No me lo cuentes a mí... que por cierto...¿Por qué me lo cuentas a mí?

—No creo que sea buena idea hablar con el novato —Continuó Nay, obviando totalmente mi pregunta—. Probablemente este cabreado conmigo, fui un gilipollas la última vez.

Fruncí el ceño sin apartar la mirada de él. Estaba bastante seguro de que tras aquel gesto alicaído se escondía alguna razón de mayor peso que un simple problema amoroso, pero algo me decía que el peliazul no pensaba contarme absolutamente nada de su vida privada a parte de la referente a mi amigo. 

—Eso tiene fácil arreglo, deja de ser gilipollas y discúlpate— Nay me clavó la mirada inexpresiva sin decir nada y poco a poco una sonrisa asomó por sus labios. De repente se puso de pie de un salto y dejó un par de billetes que cubrían los gastos de ambas cervezas. 

—No puedo asegurarte nada, pero Crystal suele frecuentar este bar— Sacó un post-it arrugado del bolsillo y un lápiz que me recordaron horriblemente a aquella tienda tan espeluznante donde trabajaba Dan y con rapidez escribió una dirección en el papel—. Espero que en la caminata hasta ahí te de tiempo para pensar en la declaración más normal y corriente que pueda existir. 

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La música resonaba con fuerza por todo el local, causándome una incómoda sensación en los tímpanos. Recorrí con la mirada la masa de gente que saltaba y bailaba emocionada a ritmo de la banda que subida al escenario tocaba una canción de rock para mí desconocida. 

Anduve sintiéndome fuera de lugar hasta la barra, no me gustaba el ambiente de aquellos bares, tan oscuro, lleno de jaleo y dónde uno era incapaz de mantener una conversación decente con la gente. 

<<Pregunta por ella a los camareros si no la encuentras. Seguro que la conocen>> Había añadido Nay antes de desaparecer (Dejando la cuenta de las cervezas a mi nombre, por cierto) así que seguí su consejo y, tras muchos empujones y gritos para hacerme notar, conseguí preguntar a la camarera que atendía la barra en aquel momento. La mujer me sonrió y sin decir una palabra señaló hacia el escenario. Entonces me di cuenta de que la persona que sacaba aquellos acordes agresivos de una guitarra negra como el carbón e inundaba toda la sala de aquella música era Crystal.

La pelirroja parecía resplandecer de una manera extraña en aquel escenario, intercambiando sonrisas eufóricas con aquellos jóvenes con los que compartía escenario y desbordando adrelina a medida que la melodía salía del instrumento. Hipnotizado me acerqué al escenario, rodeándome de toda aquella gente que cantaba emocionada. De repente aquel ruido ya no me parecía incómodo ni molesto y me vi envuelto en una atmósfera que me causó un escalofrío. 

Sin saber como lo hice acabé al pie del escenario, ajeno a todo lo que ocurría a mí al rededor. En ningún momento aparte la vista de aquella cabellera roja que ondeaba enérgica o de la mirada chispeante de su dueña, mirada que al posarse en mí relampagueó de emoción. En mitad de todo el jaleó Crystal dejó de tocar, dejando paso a la segunda guitarra que se encargaba de continuar con la melodía. Sentí una opresión en el pecho al contemplar el rostro emocionado de la muchacha y la sensación no hizo más que agravarse cuando la chica, sin borrar aquella sonrisa radiante, se inclinó hacia mí para ofrecerme la mano para subir al escenario.

Como supongo que intuís mi primera intención fue rechazar la propuesta, huir y quedarme en una esquina a un modesto segundo plano, demasiado incómodo con la idea de subir a un sitio donde no pintaba absolutamente nada y donde pudiese estar expuesto a tantas miradas, pero en aquel momento la única mirada que me importaba era la de aquellos ojos verdes ilusionados y antes de darme cuenta estaba aceptando su mano y me encontraba a su lado. Ambos nos miramos expectantes unos instantes, mientras que las últimas notas ponían fin a la canción y el griterío de las personas inundaba la sala pidiendo la siguiente canción. En aquel momento recuperé la conciencia y fue entonces cuando la vergüenza me embargó. ¿Para qué había subido? Ni siquiera había llegado a pensar lo que la iba a decir.

No pude evitar ladear la cabeza, buscando la salida más rápida de aquella situación embarazosa. Crystal pareció leer mis intenciones porque con firmeza me agarró de la mano para luego volverse hacia el batería de la banda, que nos observaba con curiosidad.

—¡Alex, vuelvo en un momento!— gritó intentando hacerse sonar por encima del jaleo. El muchacho, un chico de cabellos castaños y ojos azules, asintió con una sonrisa.

—¡Te puedo dar 5 minutos! —Como si lo tuviese planeado comenzó lo que parecía ser un solo de batería que la gente recibió con entusiasmo. Sin perder más tiempo la muchacha tiró de mí hacia la parte trasera del escenario, alejándonos del jaleo y las miradas ajenas, dónde aún se podía oír el sonido amortiguado de la batería. Una vez resguardados pude sentir como mis nervios por estar enfrente de tantas personas eran sustituidos por otros diferentes.

—No sabía que tenías una banda —comenté intentando iniciar la conversación de la manera más fácil posible. La chica volvió a sonreír.

—En realidad hace tiempo que no tocaba. Solo les estaba haciendo un favor a los chicos —Asentí mecánicamente, aunque en lo único que se centraba mi mente en aquellos momentos era en cómo iba a ser capaz de confesarme ante aquella chica. Crystal parecía comprender mi expresión y dio el primer paso ella—, pero no estás aquí por casualidad...¿Verdad? 

Tragué saliva, muerto de miedo.

—Creo que tengo un problema— La expresión de la pelirroja se tornó confusa.

—¿Problema? —Su tono era receloso y algo me decía que se había puesto a la defensiva. Consciente de que había metido la pata al iniciar así la conversación intenté remediarlo torpemente. 

—Sí... esto...—Yo te maldigo LoL por convertirme en un asocial que no sabe expresarse correctamente—... creo que si vuelvo a verte tocar la guitarra acabaré enamorándome de ti —"Si es que no lo estoy ya"

Crystal dejó escapar el aire de golpe en un suspiro de alivio y se echó a reír, aquel sonido provocó más vuelcos extraños en mi estómago. 

—Pues hazlo —Soltó con descaro y con un movimiento rápido me besó.

El contacto suave de sus labios me aturdió e inconscientemente llevé una mano a su mejilla, asegurándome que aquello era real y no un sueño demasiado bueno. El sonido de la batería acabando su solo fue la señal de que nuestro tiempo a solas también lo había hecho. Crystal se separó y volví la vista hacia el escenario con rapidez, pero no la suficiente para que no pudiese notar el rubor de sus mejillas, igual al que debía estar mostrando yo en aquellos momentos
—Tengo que volver—se disculpó la chica. Necesité carraspear para conseguir que mi voz volviese a funcionar.

—Ya...—No quería que se fuese en aquel momento, pero forcé una sonrisa amable—, disfruta del concierto.

Antes de poder marcharme de ahí para meterme en algún agujero y ahuyentar la vergüenza la mano de Crystal volvió a agarrar la mía, aunque ahora con más delicadeza.

—¿Nos encontramos en la puerta trasera cuando acabe? —Por su tono debía de haberle costado horrores formular esa pregunta, al igual que a mí me costó horrores intentar que no se notase la ilusión en mi voz al responder.

—Claro —La sonrisa volvió al rostro de la pelirroja, esta vez más pícara.

—Perfecto, es una cita —Añadió con frescura antes de correr de nuevo hacia el escenario.

Yo volví al interior del pub y me sentí en uno de los taburetes de la barra, contemplando como la chica se divertía como nunca. Aquella fue la primera vez que sentí que una de mis relaciones había comenzado con buen pie y me sentí plenamente feliz.

Quien me iba a decir a mí que aquella felicidad duraría tan poco. 

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Cuando me choqué con Dan tres días después de aquella noche y me encontré a mi mejor amigo destrozado y pidiendo perdón entre lagrimas, lo último que se me pasó por la cabeza es que podría haber alguna razón para que yo le odiase. Le llevé a mi casa donde me contó toda la historia entre sollozos: La historia del padre de Crystal intentando arruinar la tienda de tatuajes donde trabajaba Nay, la prima de esta que le había ofrecido su ayuda para hacer cambiar de parecer a su tío, el trato que había estado a punto de hacer con ella a cambio de romper la recién iniciada relación que manteníamos Crystal y yo y como había acabado cortando con su novio al darse cuenta de que la relación sobre la que se sostenían no estaba hecha para él. Cuando acabó su relato, tumbado en el colchón de mi cama conmigo a su lado, Dan preguntó la duda que nada más empezar el relato le había estado carcomiendo por dentro.

—¿Me odias? —No respondí en seguida.

¿Si me dolió que mi mejor amigo se plantease hacer algo así? Sí, me dolió. Pero conozco a Dan, el estúpido de Dan que no piensa las cosas bien, al final no habría aceptado el trato de Amanda. Estaba tan seguro de ello que en ningún momento sentí algún tipo de rencor y no pude soltar más que palabras de confort, suficiente mal lo estaba pasando ya para que yo añadiese algo más de mi cosecha. 

<<En aquel momento lo único que me venía a la cabeza era todas aquellas veces que yo me había encontrado en la misma situación por alguna chica que había decidido que no era su príncipe azul y había decidido tirarme a la basura. Recordaba como a pesar de lo mal que me sintiese Dan siempre había estado ahí, con un videojuego para intentar hacerme olvidar, o con algún libro nuevo para que me pudiese refugiar en un mundo distinto por unos instantes. Por todo eso contesté con voz amable, pero segura, sin dudar en ningún momento de mi respuesta.

—Por supuesto que no.

Tras la charla Dan cayó rendido, agotado de tantas emociones fuertes en tan poco tiempo y yo permanecí unos minutos más observando el techo de mi habitación, llenó de posters que, años atrás, nos las habíamos apañado para colgar los dos juntos. Me pregunté cómo dos niños como nosotros, tan emocionados por cosas tan simples como tener al último personaje de Final Fantasy en un trozo de papel, habíamos acabado con preocupaciones tan complicadas como las de ahora. Aquel día soñé con esos videojuegos imposibles que se hacían llamar "realidad"

Durante los días siguientes Dan no salió de mi habitación más que para lo imprescindible, el resto del tiempo lo pasaba tirado en la cama con la mirada fija en algún punto arbitrario de las paredes y sin hacer caso al mundo exterior. Al mirarle recordaba el sentimiento de romper una relación en la que piensas que solo tú habías intentado implicarte. Era un sentimiento que conocía demasiado bien y del cual Dan siempre me había ayudado a salir. Y por eso mismo sabía que a veces es peor estar rodeado de gente y verte forzado a simular una sonrisa alegre cuando lo único que quieres es llorar. Así que permanecí a su lado en silencio, esperando que él comprendiese que tenía un hombro al que agarrarse si llegado el momento lo necesitaba.

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—Está aquí, ¿verdad? — Crystal me observaba enfrente de la entrada de mi casa, con los brazos cruzados y una expresión indescifrable. Algo en mi interior me dijo que no tenía sentido mentir.

—Sí —Ella no se mostró en fingir sorpresa por el paradero de Dan, pero su rostro se endureció en un mohín de repulsión.

—No le voy a perdonar—afirmó cortante y yo no pude evitar suspirar.

—No te he pedido que lo hicieses —La pelirroja me fulminó con la mirada.

—Le defiendes —Su tono acusatorio me hizo más daño que sus palabras—, le estas ocultando de la realidad para que pueda huir. 

—No le defiendo —Dejé escapar un resoplido de exasperación, incapaz de encontrar una manera pacifica de terminar aquel conflicto—, pero ya lo está pasando lo suficientemente mal para perder el único pilar que le queda. 

La chica dejó escapar una mueca seguida de una risa seca.

—Uno se queda sin pilares si él mismo los derriba a base de martillazos. Aquella noche al no irse del bar en cuanto Amanda propuso el plan me insultó, nos insultó.

—No lo habría hecho —aseguré con firmeza—, sé que llegado el momento no lo habría he...

—No, no lo sabes —Me cortó con rapidez—. Nunca lo sabremos ¿Vale?

—Crystal... 

—¿Acaso tú piensas igual que él? "Crystal la niñita malcriada que va de tío en tío" —La voz de la pelirroja destilaba furia y odio.

—Claro que no —Mis palabras fueron seguras y sinceras—, pero, por favor, no me hagas elegir entre la chica que quiero y mi mejor amigo.

Ante aquellas palabras la muchacha enmudeció y pareció dudar, su mirada viajó de mí al suelo de piedra, para una vez más volver a mí. Cuando habló me di cuenta de que había estado conteniendo la respiración a la espera de la respuesta.

—Me temo que ya has elegido —Tras aquello Crystal dio media vuelta y se marchó, dejándome con un extraño sentimiento de vacío en el pecho. Con movimientos mecánicos cerré la puerta de la entrada y me adentré de nuevo en la casa y no fue hasta encontrarme en medio del salón, solo, que reaccioné.

—¡JODER! —Me dejé caer en el sofá derrotado, agradeciendo que nadie de mi familia estuviese en casa y que Dan siguiese dormido en mi habitación, demasiado metido en su mundo de agonía para compartir el mío. ¿Cómo podían haber cambiado las cosas tan drásticamente en tan poco tiempo?

Como si el destino no estuviese dispuesto a darme ni un minuto de descanso mi móvil comenzó a vibrar desde mi bolsillo, acompañado de una música demasiado alegre para mi estado de ánimo que indicaba la entrada de una llamada. Sin muchas ganas agarré el aparato, dispuesto a colgar para poder hundirme en la miseria junto con mi compañero de habitación, pero el nombre que apareció en pantalla me hizo cambiar de parecer. Con lentitud descolgué el teléfono, sabedor de cual era la razón de aquella llamada.

—Hola, Andrea ...¿Sigue ahí? ... No te preocupes, en seguida voy. 

 

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Solo tomaba quince minutos ir de mi casa a la de Dan, pero cuando llegué el sol ya empezaba a descender entre los tejados de las casas. Al llegar pude distinguir la figura de alguien sentado en el suelo apoyado en la fachada, su pelo azul llamaba la atención contra la piedra rojiza de los muros. Sin mucha prisa me acerqué a él.

—Tienes suerte de que Andrea sólo me haya llamado a mí—No tenía sentido hacerme notar con un saludo de cortesía así que fui directo—. Si sigues viniendo aquí todos los días alguien acabará por avisar a la policía.

Nay alzó la vista con desgana, unas profundas ojeras enmarcaban sus ojos que me miraban sin ninguna emoción. 

—Sabes dónde está —No era una pregunta, así que tampoco me molesté en confirmarla—, pero no me lo vas a decir.

—Lo siento.

Nay chasqueó la lengua molesto y apoyó la cabeza en la palma de su mano, revolviendo aún más su cabello ya de por sí despeinado. 

—Nadie me quiere decir dónde está. Sólo quiero hablar con él, maldita sea. Solo necesito hablar con él.

Apiadándome un poco de su aspecto demacrado me agaché para quedar a su altura.

—No va a volver a aquí —Aunque mis palabras fueron amables la afirmación era rotunda—. No tiene sentido que vengas a esperarle todos los días —El chico suspiró agotado.

—Lo sé —dijo con desaliento—, pero esto es lo único que sé de él, su dirección. Es lo único que se me ocurre para poder verle.

—Es un poco triste saber tan poco de la persona que se supone que quieres ¿No? — Nay aceptó la puya sin rechistar, consciente de que mis palabras eran ciertas—. Vuelve a casa Nay. Te ves...—"Te ves exactamente igual que él"—... agotado

El peliazul lo meditó durante unos segundos, hasta que al final claudicó y se levantó junto a mí. 

—Si te siguiese le podría ver ¿Verdad? —Le contemplé fijamente, inseguro de cómo responder. Sigo sin saber muy bien cómo interpretó mi silencio, pero Nay acabó suspirando resignado—. Olvídalo.

Dicho esto se alejó de mí y de la casa, sin molestarse en despedirse. Yo contemplé la puerta de la casa de mi amigo unos breves instantes, para luego decidir que mi trabajo ahí había terminado y que lo mejor sería volver a casa. Antes de poder retomar el camino de vuelta la voz de Nay sonó lejana, a mis espaldas.

—Pienso volver mañana.—Me volví ligeramente para contemplar su rostro, aún desde la distancia podía sentir su mirada de determinación—. Mañana y los días que sean necesarios —Asentí con un leve movimiento de cabeza.

—Entonces nos veremos mañana.

Notas finales:

 

Medio año sin actualizar para encima no acabar el maldito epílogo. ¿Cómo de decepcionante puedo llegar a ser?

 


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