Cap.14 Mentes confundidas
—Quién te envió—Pregunta en seco.
—Tan directo como siempre— Responde en cambio.
Alfred no quita la vista del Ruso frente suyo, lo conocía de más como para saber que si desviaba aunque sea un pequeño centímetro la mirada de él, reaccionaria no de una forma agradable. Pese a ello no podía quedarse toda la tarde ahí, tenía que acabar con eso rápido; sacar la mayor cantidad de información posible. Lo intentaría, a pesar de saber que nada saldrá de la boca de Iván.
— Quién te envió
—Jooo. ¿Y me lo preguntas de ese modo tan cruel? — Dice con fingido dolor. — Y pensar que antes me hubieras recibido con los brazos abiertos para comenzar a hablar de trivialidades. — Mira apenado— Has cambiado tanto desde aquellos entonces.
Sin perder la compostura le dedica una sonrisa irónica para luego responder—Eso fue el pasado, ya ninguno es igual a esos tiempos. — Vuelve a su expresión seria— Ahora ¿Quién te envió?
Iván hace un puchero en forma de protesta ante la nada repentina actitud del de lentes— Prefiero al Alfie de antes— Al escuchar ese apodo, Alfred hace un ademán de fruncir el entrecejo, lo suficientemente pequeño y rápido como para que nadie lo notase. Pero no para el experto ojo de Iván, en el que reaparece la sonrisa macabra.
—Lo siento, pero aunque me lo pidas tú, no puedo decirlo. — Da un paso hacia delante y se detiene, alzando las manos en señal de rendición. — Es un se-cre-to. —Sonríe, mientras que a sus espaldas una voz ordena.
—No te muevas— Amenazante la voz de Romano, quien apuntaba con una pistola la espalda de Iván.
—Korokorokoro—Mira de lado— Miren a quien tenemos aquí. Refuerzos.— Con mala cara Romano habla— Hasta el momento tengo entendido que a nosotros se nos ha otorgado la misión de venir a este lugar, por lo tanto, no es necesario que aparezcan más espías.
— ¿Y me dices esto a mi por qué…?— Deja la pregunta sin terminar dando a entender lo sarcástico.
—No veo por donde entras tú en esto —Dice tratando de mantener su molestia a raya.
—Korokoro por si no te has enterado ÉL, no era el único que hacia actos misericordiosos de recoger a pequeños bastardos de la miseria.
— ¡Él nos acogió!— Ruge.
Rueda los ojos—Acoger, recoger. Dile como quieras, pero sabes que sólo lo hizo para utilizarnos. Como todos lo hacen. —Continua —Aunque tengo que agradecerle el haberme recogido de las mugrosas calles. Ahora él no es más que parte de mi pasado. — Iván sonríe sin mostrar rastros de arrepentimiento a lo dicho. En el transcurso de su charla fue bajando los brazos; ahora con los brazos relajados y la sonrisa petulante se mueve junto con la pistola que no dejaba de apuntarle a la cabeza ni un segundo.
—Lo traicionaste— Dice Alfred de súbito. Iván se detiene y lo mira de reojo unos segundos, para luego reanudar la marcha. —Digamos más bien que fue un intercambio.
— ¿Intercambio? ¿A qué te refieres?— Iván se acerca a él, negando con el dedo.
—Mi querido hermano, no puedo decírtelo todo. Debes pensar por ti mismo.— De un rápido movimiento el Ruso se posiciona tras el Americano impidiendo que Romano pudiese disparar. Toda la palabrería de Iván, todo lo que tenía que procesar, habían causado que respondiese milésimas de segundos más lento dejándolo ante aquella situación. “Mierda” Maldice Romano en su fuero interno.
— Oh. ¿Es acaso qué te estás oxidando? — Dice con un cuchillo que portaba entre sus ropas en el cuello del de anteojos, quien no hacía nada para defenderse. Iván retrocede de a poco con precaución llevándose a Alfred con él; su escudo. Sin embargo en un descuido del otro, Romano alcanza a divisar el hombre izquierdo sin la protección del cuerpo del otro. La mente del italiano en fracción de segundos había creado un plan, pero el principal movimiento constaba de dispararle al ruso. Romano aprieta la mano que mantenía sobre la pistola. Iván sonríe y segundos antes de que Romano pudiera apretar el gatillo, el chico lanza al Norte Americano quien trastabillea pero se estabiliza luego de dos pasos. Se miran uno frente al otro. La pistola se guarda. Iván se había ido.
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— Saltándose la clase— Murmura malhumorado un chico de cejas gruesas. Dando grandes zancadas— Tuve que haberme quedado junto a él— Detiene su andar al darse cuenta de lo que decía— No-no es que este preocupado ni nada de eso, es solo que es el trabajo del presidente lograr que nadie falte a clases y más si estaba con esa persona minutos antes— Dice como si tratase de convencerse de eso. Reanuda el paso, frunciendo las cejas.
—Tendrás una fea arruga para toda la vida justo aquí—Golpeándole la frente—Si sigues frunciendo las cejas.
El pequeño golpe fue suficiente para hacerlo retroceder unos cuantos milímetros. Sube la vista que había mantenido baja en su caminata. Sobándose la frente.
— ¿Qué no tienes mejores cosas que hacer que molestarme Francis? —Lo rodea y sigue su camino, siendo seguido por el francés.
—Pues sí. Estoy esperando a que mon petit salga de su clase de ciencias—Dice a su lado— Entonces te vi con esa cara de mal humor de siempre.
— ¿Petit? ¿Te refieres al hermano de Alfred?
Molesto hace un puchero— Lleva al menos dos años aquí, deberías reconocerlo con tan solo escuchar su nombre. No lo vincules con ese de Alfred.
—Pero son hermanos, además ese no es su nombre— Relaja una sonrisa.
Cruzándose de brazos— Lo sé. Sin embargo ha estado aquí mucho más tiempo que tú cuatro ojos como para decirle “el hermano de Alfred”. ¡Vous devriez vous sentir mauvais! (Deberías sentirte mal) ¡Se supone que eres el presidente del consejo estudiantil, deberías conocer a los alumnos aquí!
—Podrías deja de hablar en Francés entre frases, please—
Lo mira de forma desdeñosa. Siempre hacia lo mismo, daba igual que hubiese llegado de Francia hace unos años atrás, ya era tiempo de que hablase como corresponde. Tras unos segundos cambiando rápidamente de expresión.
— ¡Espera! ¿¡Mi cuatro ojos!? — Sintiendo como sus mejillas se calentaban. — ¡¿Te refieres a Alfred?!
—Quién más génie
En eso, el mencionado dobla en su dirección junto al italiano, ambos caminaban envueltos en un pesado silencio y con las miradas sombrías.
— Parece que algunos tuvieron un mal momento— Comenta el de melena. Arthur no hace gesto, sólo mira a los chicos como tratando de leerle las mentes. Antes de que pudiese dar un paso es detenido por su amigo, quien niega con un movimiento de cabeza.
—Mejor deja que resuelvan entre ellos sus problemas— Tranquilizándolo. Arthur asiente en silencio, viéndolos pasar a un lado sin siquiera levantar las cabezas. Arthur los sigue con la mirada.