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La misión por Shiro0

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Notas del capitulo:

Perdon por la demora. La verdad, estoy algo distraida y cuando estoy concentrada, estoy concentrada en otras cosas. Por eso lo siento mucho!!!! Gracias por esperar pacientemente el cap. y por comentar, de verdad que me suben el ánimo.

Cap.18 “Creo que soy imbécil o quizás solo soy feliz”-Kurt Coiban

 

— Confió en mi instinto tanto como tú en el tuyo—Espeta

—Entonces, que piensas hacer ¿quedarte de brazos cruzados a esperar que tu instinto te diga que el peligro se acerca? ¿Esperar a que él nos envié órdenes? — Continua sin esperar la reacción del otro— Ya tenemos lo que queríamos y es más, conseguimos otro artefacto del que no tenemos la menor idea de qué es, ni para qué sirve. Es un milagro que aún no sepan que lo hemos robado. Añadiendo a Iván a la ecuación…

La expresión de Alfred no demuestra reacción alguna. Sin embargo, pese a no aparentarlo, el de lentes analizaba todas las consecuencias posibles de la situación actual en su cabeza.

Pese a todo, ambos sabían que no podían actuar forzosamente, y lo más importante, aún no conseguían su objetivo original, aunque aquello ya se había vuelto algo dudoso de conseguir, teniendo en cuenta la lejanía e indiferencia de la cabeza principal del instituto ante los alumnos.

—Creo que el objetivo principal de la misión se ha visto imposibilitado de realizar.  Tenemos el objeto que seguramente nos llevara de igual modo a la organización para acabarla. Es hora de que nos larguemos. —Dice lo último cruzándose de brazos y apoyándose contra el árbol a sus espaldas.

Se encontraban en el centro del mini bosque que tenía el instituto como parte de zona verde, pese a que a esas horas no había casi nadie rondando por los jardines ya que la gran mayoría se encontraba en el comedor recibiendo la cena, ellos hablaban en un tono que la mayoría consideraría como susurro.

Alfred vuelve la vista que había mantenido en las profundidades del bosque, hasta posarla en Romano. Con el rostro impasible, pregunta suspicaz.

— ¿Es acaso que temes Romano?

El italiano cierra los ojos, pretendiendo no escucharlo.

— ¿Temes a que nos descubran o es otro el motivo?

Entonces una ladeada sonrisa arrogante se dibuja en los labios de Romano, abriendo los ojos al tiempo. Vuelve su rostro serio.

— Temo involucrar a Veneciano más de la cuenta, eso es todo.

Alfred no añade nada más, baja despacio la vista al suelo y asiente, él tampoco quería involucrar a Matthew.

—…Lo siento… es verdad, no deberíamos estar aquí más de lo necesario. — Aprieta los puños. — Es solo que odio dejar las misiones incompletas.

—No eres el único. —Se queja.

—Pero—Mira a su compañero. — Sigo pensando que no es normal que de la nada digas esto. Qué es lo que pasa Romano.

Sintiéndose descubierto, suelta un suspiro para luego pasarse una mano por el pelo. Y finalmente soltarlo, le cuenta lo sucedido con Iván.

—Ya veo, así que eso pasó. —Dice con algo de angustia e incomodidad.

Tanto Alfred como Romano creían conocer a Iván, pero con las acciones recientes del Ruso, ya no estaban tan seguros de estar tratando con el mismo Iván de hace algunos años atrás.

— El nuevo Iván no me agrada— Dice al aire Romano subiendo la vista hacia las copas de los arboles.

Alfred concuerda con este. Pasados unos segundos pone una mano sobre su mentón.

— Viéndolo de otro modo ¿No querrá estar diciendo algo? Es decir, aquellas frases  a simple vista no tienen mucho significado, pero viéndolo con un poco más de trasfondo ¿no vendrá el verdadero mensaje?

— Sí, también lo pensé y lo que pude interpretar no es nada alentador para abandonar el instituto.

—… ¿Es por eso que no me habías dicho lo de Iván?

Chasquea con la lengua en respuesta.

— Pensaba arreglármelas con él, antes de partir. Seguramente lo dijo porque estamos nosotros estorbándole.

Romano recuerda al pequeño Ruso que tuvo alguna vez de compañero. Lo había conocido en la base al mismo tiempo que habían llevado a Alfred, juntos crearon una fuerte amistad. Los tres siempre juntos, fuesen a donde fuesen iban juntos. Recordaba cómo se peleaban por ser el que entrase en la sala de algún evento extravagante y detener la bomba que había sido colocada por mafiosos. Recordaba cuando entrenaban y competían para ver quién era el mejor en puntería, el más fuerte en combates de cuerpo a cuerpo o el más rápido desactivando bombas. En esos tiempos lo hacían con lo que se podría decir “una sonrisa en el rostro”, no importaba lo duro que fuese, ni lo manchadas que estuvieran sus manos de sangre ajena, estaban los tres apoyándose mutuamente.

Entonces, con el paso del tiempo, las misiones comenzaron a ser cada vez más difíciles y con mayor rigurosidad, no podían cometer ni un fallo. Pero eso estaba bien para ellos, lo que no estaba tan bien, vino después.

Realizaron un sin número de misiones de alto rango juntos, espalda con espalda, sin embargo, con el pequeño falló de una las misiones en que los tres participaban, se les ordenó tajantemente suprimir sus emociones; no podían mostrarlas nuevamente en misiones futuras, puesto que habían sido ellas las causantes del error. Los tres no pudieron oponerse, puesto que habían jurado lealtad y prácticamente la vida a aquella base.

Aprendieron a ocultar sus sentimientos muy bien, porque como se sabe, las emociones son natas a menos que se intervengan ciertas partes del cerebro. Con el tiempo los tres dominaron a la perfección la habilidad de ocultar sus sentimientos como ningún otro en la base, pero ello conllevo a ocultar sus sentimientos incluso dentro de la base. Tanto tiempo en misiones, se había vuelto natural para ellos no mostrar emociones que sin darse cuenta, se las ocultaban de ellos mismos.

No obstante, en algún punto del transcurso de los días Iván comenzó a mostrar una sonrisa de vez en cuando, permitiéndoles recordar a los otros dos cuando poder mostrar u ocultar emociones. Iván comenzó a mantener más seguido aquella sonrisa, los otros dos no le extrañaba puesto que ellos se sentían de la misma forma, algo parecido a la felicidad por seguir juntos o eso creían que significaba.

Un día sin previo aviso, se enteran de que Iván se había marchado. Olvidando todo el entrenamiento, se dirigieron hacia la sala principal ¿Por qué? Pues por algo de costumbre, siempre se juntaban en cierto punto de aquella sala, no podían creer que Iván se hubiese marchado de un día para otro y sin previo aviso. Pero al no verlo, ni en otro punto, con los corazones en la palma fueron hacia las habitaciones. Dando por resultado: infructuoso. Tampoco se encontraba ellas… o sus cosas. Ambos sienten como el tiempo se detiene unos  momentos y luego un amargo sabor de ira, tristeza y traición aparece.

Sin embargo ¿Qué tanto podían saber de lo que se les ocultaba a los doce años?

Alfred inconscientemente muestra una sonrisa, negando con la cabeza. Sabía lo que el otro pensaba porque él pensaba lo mismo.

— Éramos unos pequeños estúpidos en ese entonces

Sacándolo de su ensimismamiento, Romano fija su vista en él.

— Lo buscamos.

— Hicimos lo que cualquier niño hubiera hecho por lo que creían un hermano.

Haciendo una mueca—Lo sé, — Una pequeña nota de culpabilidad se deja ver en el tono. — pero al final, lo dejamos ir… a Iván… Dejamos que se convirtiera  en… lo que sea que se haya convertido. Fue porque no lo buscamos después. —El italiano entrecierra los ojos.

— Estas dejándote llevar por el pasado. En ese entonces no podíamos hacer nada por nosotros mismos, estábamos atados de pies y manos. Además no sabíamos donde se había ido ni por qué — Dice firme— No te culpes.

El norte Americano posa la mirada en la cara de su amigo, que pese a decir todo aquello con voz decidida y firme, en su semblante mostraba también cierta culpabilidad de no haber podido hacer nada, salvo esperar. Sí, tuvieron la vaga esperanza de que regresara, pese al sentimiento de traición, de ira, ellos querían que volviera. Habían formado entre ellos algo parecido a una familia.

Antes de separarse Romano esboza una sonrisa melancólica.

—En ese entonces lo estábamos… atados de pies y manos—Mira a los ojos de Alfred— ¿Acaso ahora no?

Se va luego de algunos momentos de silencio. El norte Americano se limita a ver como se aleja.

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La cena había terminado cuando ambos se separaron. Romano se deja llevar por sus pies, y cuando ve una puerta frente suyo supo que inconscientemente se había dirigido a la sala de astronomía. Sin importarle que ya fuera toque de queda, entra. Presiona el interruptor en la pared, que abre el techo corredizo, y se dirige al centro del salón.

De pie y con la cabeza hacia atrás, mira el cielo estrellado, una hermosa noche despejada.

Pierde la noción del tiempo, cuando el chirrido de la puerta al abrirse lo saca de su ensimismamiento. Mira enseguida en la dirección del sonido, algo sorprendido ve a Antonio parado con rostro ansioso.

Pv. Antonio

— ¿Antonio?… ¿Qué haces acá?

Con evidente preocupación, respondo— Estaba preocupado porque aún no llegabas a la habitación. Han pasado más de dos horas del toque de queda y pensé que estarías metido en problemas…

— ¿Y viniste a buscarme, cuando el que puede tener problemas puedes ser tú? —Dice con sarcasmo.

—…Yo…—Nervioso por no haber pensado en eso— SOLO ESTABA PENSANDO EN TI!.

Romano no puede detener la expresión de asombro. Con las mejillas ruborizadas, vuelve a mirar hacia el cielo.

—…Gracias…

Eso me deja fuera de combate. No había escuchado agradecer a Romano antes, y escucharlo en estos momentos, con la luz de las estrellas iluminándolo parecía algo mágico.

Me había dado cuenta hace un tiempo que lo que sentía por Romano eran más que sentimientos de amistad, desde el momento en que llegó al instituto sentí que me pertenecía, no quiero sonar posesivo, pero así era. Romano me había fascinado en las pocas semanas que nos conocimos, era cierto que al principio lo veía como amigo pero con el paso de los meses fue algo más allá de la simple amistad.

Acercándome cuidadosamente de no hacer demasiado ruido, llegó hasta su lado. Sabía que si hacia acciones muy bruscas podría asustarlo, era como tratar con un animal que esta siempre a la defensiva. Lentamente alzó mi mano, y la poso sobre su mejilla, haciendo que volteara hacia mí. De a poco junto ambas frentes.

Veo como Romano en un principio se tensa para luego relajarse de a poco, no deja de mirarme ni yo a él. Es algo que no hubiera esperado por su parte, ya pensaba que me alejaría de un golpe o con alguna frase mal sonante, pero no. Es como si hiciera un esfuerzo por no hacer nada más, salvo relajarse.

Pongo mis dos manos sobre sus cálidas mejillas que parecen tiernos tomates y le sonrió cuando desvía la mirada.

Entonces Romano aleja su cabeza unos centímetros de la mía. Con una expresión afligida, como si buscara que decir.

— Esto…

Pero no lo dejo continuar, no quiero que esto termine así.

— Recuerda no hacer mucho ruido, si no quieres que nos descubran— Susurro. — Creo que algunos profesores me escucharon cuando me dirigía  hacia acá.

Romano frunce el levemente el ceño.

—…Esto está mal, sabes

— ¿Esto? — No entendiendo bien a lo que se refería.

Asiente— El que tú y yo estemos aquí.

Sonrío con ternura, atrapando el mentón de Romano en el proceso.

— Si tú estás aquí entonces todo está bien para mí—  Susurro cerca de su boca.

Romano avergonzado trata de bajar la cabeza, pero mis dedos en su mentón no se lo permiten. Atrapo su mirada con la mía.

Le acaricio el cabello, bajando despacio por su sien y su mejilla. Me devuelvo a la oreja y bajo al cuello. Por su hombro, pecho y finalmente cintura que es por donde lo tomo y lo acerco aún más. Extingo distancia entre nuestros cuerpos. Levanto la vista hacia los marrones ojos de Romano y vuelvo a sonreír ante su evidente sonrojo y nerviosismo. De a poco voy acortando la distancia y entonces, digo.

—Me gustas

No esperando respuesta, lo beso. En un comienzo en un beso tímido, con miedo de ser rechazado. Romano no hace nada durante unos eternos segundos y cuando finalmente hace una acción, no puedo evitar estar más feliz. Sintiendo como mi interior salta de la emoción. Me corresponde.

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Alfred llega a su dormitorio entrando lo más silencioso posible para no despertar a Arthur. Pero al momento de levantar la cabeza se lleva una sorpresa al descubrir que este aún seguía despierto, pese a su estricta ley de “dormir temprano, levantarse temprano” el Inglés levanta la vista de los cuadernos sobre la cama y lo mira serio.

— ¿Sabes que ya es toque de queda?

El norte americano asiente anonadado, pese a estar en ropas de dormir Arthur podía transmitir autoridad junto con todo un reproche en una sola pregunta y mirada.

— ¿Entonces por qué llegas a estas horas? — Se cruza de brazos.

Aquello era realmente gracioso, el inglés mucho más pequeño, débil y un millón de veces menos letal que Alfred le estaba exigiendo explicaciones por su hora de llegada, algo que nadie nunca había hecho. 

— ¿Estabas esperándome? — Poniendo al rubio nervioso.

— No… tal vez…— Con las mejillas sonrojadas. Sin embargo, aquello no dura demasiado tiempo, rápidamente vuelve a preguntar.

— Aún no me has contestado ¿Dónde estabas?

Resignado hace una mueca de “aguafiestas”. Habla.

— Estaba ensayando

Arthur enarca una ceja, siguiéndolo con la vista. Alfred de lo más tranquilo se dirige a su cama.

— Romano y yo pensamos unirnos a un concurso de violín— Dice sacando sus prendas de dormir.

Sorprendido— ¿Tocas el violín? —Pregunta, no pensaba que el de lentes pudiese tener dotes musicales.

— No— Mirándolo de reojo— Romano toca el violín, yo toco el acompañamiento… el piano.

Algo ofendido— Sé lo que es un acompañamiento.

Y  asunto zanjado. Mientras Alfred se cambia de ropa a Arthur como si un rayo de luz le llegase en la cabeza y le hiciese pensar más claro, se da cuenta que es el momento perfecto para preguntarle cosas, algo más personales a su compañero dado que no había encontrado nada en el cuarto de ellos ni de Romano y Antonio.

—Emm, y dime Alfred— Continua cuando este se pone la parte de arriba— ¿Tú y Vargas son amigos cercanos?

Sentándose en la cama una vez listo— ¿A qué te refieres?

— Bueno, es que prácticamente se juntaron a penas llegaste y me preguntaba si se habían… conocido de antes—Atento a lo que dijese.

Se soba el mentón como si estuviera recordando donde se habían conocido— Mmm, pues la verdad sí, nos conocemos de antes.

— ¡¿A sí?! ¡¿Dónde?! — Dice exaltado, ganándose una mirada de extrañeza por parte del de anteojos— Quiero decir ¿Enserio? ¿Dónde?

Continua ignorando la acción anterior de su compañero— Nos conocimos cuando pequeños en un parque, luego de eso no hablamos mucho pero no perdimos el contacto ¿Por qué?

Parpadea confundido, no creía que habían tenido un encuentro tan casual— Ah no, solo curiosidad…— Pero aún tenía sus dudas, si ocultaba algo, era claro que no se lo diría así como así, tenía que lograr que se abriera con él

—Bueno, ya es hora de dormir ¿no crees? —Mirando el reloj que marcaban las 1 de la madrugada—Buenas noches.

— Eh sí— Ordenando sus papeles— Buenas noches.

Por su lado Alfred se acobija con las mantas y le da la espalda a su compañero. La verdad,  no le estaba gustando la idea de tener que mentirle a Arthur cada vez que preguntaba algo sobre él, tampoco es que quisiera que conociera su horrible pasado, además no sabría como se lo tomaría si se enterara de lo que hacía cuando pequeño. Pero si podría contarle cosas como lo hizo con Matthew; la verdad mezclada con la mentira, se lo diría, para saber la verdad solo tendría que remover algunas cuantas piezas falsas en la oración… y si se juntaban las diferentes respuestas libres de esas piezas falsas, se obtendrían unos cuantos secretos. Como la verdad que oculta que acababa de contarle…verdad a medias.

Era cierto que había conocido a Romano en un parque, pero no lo había conocido como las personas normales, es más, en aquella ocasión solo lo había visto de pasada, cuando corría con los medicamentes robados para la gripe de Matthew, a lo lejos, vio a un chico siendo golpeado en el suelo por un aterrador adulto. Se había quedado estático al ver eso, quería ayudar al chico y se acerco lo suficiente como para oír unas cuantas palabras que le decía el hombre al muchacho que golpeaba “Demonio” “Odio” “Mataré” la frase más larga que había escuchado fue “¡Maldito, ojalá nunca hubieran nacido ni tu ni el otro bastardo que llamas hermano!” Entonces como si lo hubiesen abofeteado, se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer, aferro los medicamentos en sus brazos, a escasos metros del incidente, se detuvo. Miro al chico que echo bolita se tapaba con los brazos la cara mientras seguía siendo golpeado, luego miro los medicamentos en sus brazos y repitió la operación unas cuantas veces hasta que dio pequeños pasos hacia atrás, se alejo corriendo. Si lo ayudaba probablemente perdería las medicinas en los forcejeos. En ese momento, lo más importante era su hermano.

Antes de perder de perder de vista la escena, dio una última mirada hacia al chico, alcanzando a ver que este lo veía alejarse. Lo veía con lágrimas cayendo por las sucias y amoratadas mejillas.

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Antonio despierta con el fuerte golpe en su nuca, descubriéndose con la mitad del cuerpo dentro de la cama y la otra en el suelo. Ve que esta con su pijama puesto y las sabanas esparcidas a lo largo de la cama. Extrañado se levanta y mira hacia la cama contigua encontrando al Italiano durmiendo plácidamente. ¿Había sido un sueño aquello que había pasado con Romano?

Da una rápida ojeada al reloj que marcaban las 5 de la mañana, demasiado temprano para levantarse aún. Vuelve a acostarse, pero no puede quitarse la incómoda sensación del sueño como algo real. Avergonzándose de soñar con su amigo de esa forma se topa la cara con las manos, gritando en su fuero interno. Si Romano se enterara jamás se lo perdonaría.

Calmándose, se pone a hacer memoria, “lo último que recuerdo es estar en la habitación y dirigirme a mi cama esperando a que Romano llegará, y de ahí no recuerdo nada… tampoco recuerdo haberme cambiado… Tal vez… ¡Romano me cambio!” Vuelve a taparse con las manos “Que vergüenza. ¿Romanito viéndome desnudo sin yo poder atacar? No no”

De esa forma gasta unos treinta minutos antes de quedarse nuevamente dormido, soñando con Romano en una casa a las orillas del mar.

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—Jooooo No puedo dormir… otra vez— Murmura  mal humorado— ¿Y se supone que realice la misión con este insomnio?

Iván camina por los solitarios y silencioso corredores del instituto, deteniéndose frente a una puerta en específico. Sonríe al leer el enunciado “Oficina de dirección” 

Notas finales:

Nos leemos en la próxima :)


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