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La misión por Shiro0

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Notas del capitulo:

Holaaa, tanto tiempo Hera 

Bueno mil disculpas por tanto retraso pero la escuela te ata ._.

Asi que sin más inconvenientes les dejo el capitulo. Espero que les guste y eso :)

 

5. ¿¡Podría ser!? (España x Romano)

 

—¡Tada!— Exclama dejando un gran y vaporoso plato sobre la mesa frente a Romano— ¡Paella!


El italiano mira el plato levantando una ceja, inspeccionando los ingredientes a la vez que se le hacía agua la boca. Asiente con firmeza y toma el tenedor sin esperar la incentiva del otro. Los sabores mezclándose en su boca hacen que sus ojos brillen fascinados ante el increíble plato y Antonio al ver esta reacción no puede evitar sonreír.


Romano sube los ojos para mirar la cara del español sentado frente suyo, frunce el ceño ante la notoria felicidad del otro. "Bien, ganaste, esta delicioso. Pero eso no quiere decir que vaya a admitirlo, Bastardo" piensa dejando de masticar. Ganándose una mirada confusa de su compañero.

—¿Qué sucede Romano, necesitas agua?— Alzando un vaso y un jarro con agua.

Pero Romano no responde, solo mira las acciones del otro hasta que el vaso con agua es puesto delante de sus ojos, lo toma y bebe un sorbo.


— Ya probé tu plato, ahora me voy-Dice levantándose a la vez que deja el vaso sobre la mesa ruidosamente.

— ¿Qué, por-por qué?!— Levantándose también, sin entender.

— Dijiste que dejarías de molestarme una vez que hubiese probado tu plato, ¿no?— Lo mira- Pues bien, ya lo probé así que ahora no me molestes— Se voltea alejándose del herido español.

 

Una vez caminando en la soledad del pasillo, raro dado que quince minutos antes habían aunque sea unos cuantos alumnos caminando por aquí y por allá con el aburrimiento de acompañante. Pero ahora no había nadie por los alrededores. Instintivamente se detiene y escucha atentamente su alrededor, aves cantando, el viento corriendo tan silencioso como siempre, pero ningún ruido de voz humana cerca. Sigue caminando, alerta a cualquier cosa después de todo no había podido investigar toda la escuela debido a la constante presencia del español a su alrededor, pero en esos momentos parecía una perfecta oportunidad para investigar.

Salas vacías y nada que pareciese fuera de lo normal, pero alto. Un ruido procedente de un pasillo llama la atención de Romano, un sonido tan bajo que nadie que no hubiese pasado por los duros entrenamientos de la base podría oírlo, haber desarrollado un agudo sentido de la audición en aquellos casos le convenía, pero la mayoría del tiempo sufría un terrible dolor de cabeza con los sonidos tan fuertes y claros que podía escuchar de su entorno. Mientras avanza con suavidad, la expresión de dolor mezclada con sorpresa de Antonio le viene a la mente, sintiendo un desagradable sentimiento de culpa. "Tch, no debería estar sintiéndome culpable por ser directo... Es su culpa por querer acercase a mi". Se pone de cuclillas frente a la puerta de la sala de la que provenía el sonido, sube la mirada para poner su mano sobre la perilla y al hacerlo una socarrona sonrisa aparece en su rostro "Que casualidad ¡Ja! Tendré que agradecérselo más tarde a el estúpido de Antonio".

Repentinamente recuerda todo lo que le había dicho y compone una amarga expresión. Hablar con él español creía que desde ese momento en adelante ya iba a ser casi imposible, después de todo las personas normales son más sensibles y receptivas a las palabras que personas como él, que son entrenadas y acostumbradas a no mostrar sentimientos casi como a no tener.


Abre un poco la puerta dejando una pequeña rejilla para poder ver hacia dentro de la habitación. Oscuro, la oscuridad inunda la habitación excepto una esquina que era escasamente alumbrada con una pequeña lámpara a las espaldas de una figura sentada en el sillón ¿Quién es él? Se pregunta Romano, pero la repentina aparición de una segunda figura no le deja tiempo para razonar. La segunda figura le hace entrega de lo que aparenta ser un vaso, pero desde donde se encuentra Romano puede ser cualquier cosa, la oscuridad no lo deja ver bien y no tiene algo que pudiese usar como binoculares o algo parecido. La primera figura recibe pero más que recibir prácticamente se lo quita. Se abre, el objeto se abre "Evidentemente ya no es un vaso" Entonces, que? ¿Un teléfono? No, demasiado plano y curvo para ser uno ¿Un regalo? Regalo no sería exactamente la palabra que yo usaria, el otro casi se lanza por el objeto. La primera figura junta lo que posiblemente pueden ser sus manos y las mueve con nerviosismo "El director" Reconoce Romano, esa era la forma que le había visto hacer una vez cuando caminaba por los pasillos mirando a los alrededores con disimulado nerviosismo ¿Pero quién es la otra? Se ve que es un hombre, pero ¿Quién?. Quiere saberlo, quiere saber si acaso ese objeto puede ser la clave de la misión que le fue asignada a él y a Alfred.


Y para saberlo decide arriesgarse y abrir un poco más la puerta rezando para que con mucha suerte ninguna de las dos figuras se den cuenta del repentino aumento de luminosidad entrando en la habitación, pero antes de pode siquiera abrir un centímetro la puerta siente como su boca y sus ojos son tapados mientras que sus brazos son a sujetados.


Su pecho golpe contra la fría pared, sacándole algo de aire. Forcejea un momento pero se detiene cuando siente que la persona se acerca a su oído.


— Shhh, silencio Romano— Era Antonio, quien se suponía que estaba demasiado herido o demasiado molesto con Romano como para hablarle otra vez. Entonces, siente como sus brazos son liberados del agarre al igual que sus ojos y boca, rápidamente se da vuelta. Sorprendiéndose con encontrar al español frunciendo ligeramente el ceño y al Francés dirigiéndose a la puerta para echar un vistazo hacia el solitario pasillo y cerrar la puerta tras él, volviéndose hacia donde se encontraban ellos.


— ¿Qué se supone que estaban haciendo?— Pregunta Romano incrédulo ante el numero de secuestro.

— La pregunta es ¿Qué se supone que estaba haciendo tú?— Con voz enojada el español.

— Espiando, petite fleur. Eso está mal— Dice negando con la cabeza el Francés— Y más si al director.

— N-no estaba espiando...— Desvía la mirada de los chicos
Antonio se separa lo suficiente como para que Romano vea como se cruza de brazos.

— Entonces ¿Abrir la puerta de la sala del director y estar mirando a hurtadillas hacia dentro no es espiar y más cuando hay otra persona dentro?

Romano dirige su mirada hacia Antonio, sintiendo como las emociones que bien le enseñaron a dominar estaban pidiendo que las dejasen salir, pero Romano se resiste. Respira profundo, cerrando los ojos y cuando los vuelve a abrir. Todo rastro de sentimiento  ha desaparecido.

— Eso no les incumbe a ninguno— Fulmina con la mirada al par
Sorprendidos por el repentino cambio de expresión en el rostro, se quedan mirándolo sin comprender por unos cuantos segundos.

— Claro que nos incumbe— Dice finalmente el español.

— No. No les importa. Así que no se metan— Se aleja de donde estaba, dirigiéndose a la puerta.

— Nos incube porque somos amigos... ¿no?— Interrumpe Francis
— Claro que somos amigos, ¿verdad, Romano?

Romano se detiene frente a la puerta "¿Amigos ?...Tch, no somos amigos, ni tampoco podemos serlo..." Entrecierra los ojos pensando en un millón de respuestas mordaces que pudiera decir frente a ese comentario, pero no lo hace. Se muerde la lengua y en vez de eso se voltea y los mira, volviendo algo de humanidad en si y de esa forma ve paradas a dos personas que lo miraban con preocupación. Dos personas que lo consideraban un amigo, algo que Romano nunca pudo tener hasta que conoció a Alfred, pero lo podía llamar amigo porque los dos cargaban con pecados similares a sus espaldas. Pero ahora aquellos chicos, aquella escuela le estaba dando la oportunidad de poder tener algo nuevo para él.


— ¿Por qué piensan de mí como un amigo?— Alterna la mirada entre ambos chicos— ¿Por qué aún me siguen hablando luego de todas las cosas que les he dicho? Y eso que apenas hace dos semana que entre al instituto. Con la cantidad de cosas que les he dicho, estaba seguro que me odiarían...

— Oh, nada de eso petite poussin, es solo que entendemos que esa es tu forma de defenderte porque quizás aún no te hayas acostumbrado al instituto y a las personas, pero te entendemos. Cuando llegamos a este instituto éramos iguales a ti...— Hace una mueca recordando el pasado a la vez que cae una gotita por su nuca— Bueno, quizás no tan como tú , pero ya sabes— Le sonríe de forma comprensiva

Antonio asiente— Así es, aún recuerdo como era cuando apenas entre— Se ríe— Estaba siempre saltando de un grupo a otro, hablando con todo el mundo y comiendo muchos tomates, cualquier cosa con tomate estaba bien.


Francis lo mira con una media sonrisa— Creo que desde entonces no has cambiado mucho.

— Pero y que tiene que ver el que seamos amigos o no el hecho de que no me dejen estar viendo hacia la oficina del director— Serio.

Entonces como si hubiese preguntado algo prohibido, Antonio se calla y mira a Francis quien le devuelve la mirada y asiente.

— Pues verás Romano. El director de vez en cuando es visitado por una persona que es escoltada hasta las mismísimas puertas de la oficina del director valga la redundancia. Nadie sabe quién es, ni como luce, pero siempre es recibido en la oficina y llega en una camioneta de esas grandes a mi parecer blindada. Nadie sabe tampoco de que es lo que hablan adentro o lo que hacen, pero siempre que viene esa persona en los pasillos no puede haber nadie, fue una orden del director.

Romano no podia dar crédito a lo que escuchaba, sus sospechas de que el objeto que tenia la figura sentada en el sillón podía ser la clave de la misión aumentaban.

— Como dijo Antonio, pero hay más. Se cuenta por los patios, que una vez que vino esta persona de visita y que mientras todos estaban afuera, un chico entro al instituto sabiendo que no podía, se planto frente a la oficina del director a espiar lo que hacía con la persona tan misteriosa que lo visitaba, pero fue descubierto por la última y desde entonces nadie a sabido nunca nada más de él.

Mientras Romano procesaba la información unas cuantas piezas de su puzzle mental comienzan a encajar.


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