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The heart never lies por Kim Mika

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Notas del capitulo:

Aviso préviamente que el capítulo 6 no esta escrito, por lo que igual tardo más en actualizar e___e

No me odiéis por el final, si? :3

A pesar de que ya había amanecido, de que Leo había venido y se había vuelto a marchar, aún caían solitarias lágrimas de mis ojos cuando recordaba la conversación de hacía unas horas. El bofetón no me dolía físicamente, mi mejilla ya no estaba roja, pero algo sacudía mi corazón cada vez que recordaba el momento en que su mano había chocado contra mi rostro; entonces las lágrimas volvían a acudir a mis ojos y un llanto amargo decidía salir.

Eran cerca de las siete de la mañana, me había pasado toda la noche en la cama llorando como un niño sin poder conciliar el sueño. Sabía que el despertador estaba por sonar pero no tenía ganas de moverme de la cama, tan solo quería hacerme un ovillo y que nadie me viese… Pero el tiempo en que podía hacer aquellas cosas ya había terminado, ahora tenía un trabajo, unas responsabilidades a las que no podía faltar solo por sentir que el mundo se me venía encima.

Me levante juntando todo mi esfuerzo y entré a ducharme después de apagar la alarma. Me vestí, preparé el bolso con la ropa de ensayo y salí en dirección a mi trabajo.

Cuando pasé por la esquina donde estaba la cafetería, pude vislumbrar a Ken que rondaba por allí y a Leo que estaba sentado en uno de los cómodos sillones. El mayor de ellos llegó hasta mí y me abrazó.

—¿Has dormido algo? —vio como negaba con la cabeza y me dio un beso en la frente antes de ir a preparar un café.

Después de un rato de charla me dispuse a irme. Leo me miraba con cara de profunda preocupación y le sonreí para hacerle saber que todo estaba bien.

—Es posible que no me pasé por aquí en unos días. —comenté, pues no tenía ganas de encontrarme con WonSik.

—¿Y si pregunta? —cuestionó a sabiendas del porqué de mi decisión.

—Tan solo di que tenía mucho trabajo.

—No es tonto, se dará cuenta.

—Lo sé, pero bueno.

Me despedí y salí. Veinte minutos después llegaba a la empresa, algunos de los bailarines ya estaban allí y me saludaron animadamente. Daniel corrió a darme un abrazo y no pude evitar sonreír, su personalidad era muy parecida a la de Ken cuando era adolescente, juguetona y divertida. ¿Tan imposible era que apareciese un nuevo sentimiento en mi por él? Le veía y sentía que podía funcionar, pero luego me daba cuenta de que no era el tipo de persona que me gustaba… Podríamos ser grandes amigos pero nada más.

Los días pasaron volando, días en los que decidí no pasarme por la cafetería. En compensación, salía casi cada tarde con Daniel, después de que acabaran los ensayos. Al menos era una forma de no quedarme en casa dejándome carcomer por los remordimientos y otros sentimientos que pugnaban por salir.

Pronto dejé de ensayar con aquel grupo y sus bailarines, ya habían hecho su primera presentación y mi trabajo estaba finalizado, a menos hasta que me llamaran para preparar otra coreografía. Y para eso, mínimo, faltaba un mes. Aún así, las llamadas de Daniel en vez de menguar, aumentaron. Pasó de llamarme ocasionalmente para tomar un café, a mandarme varios mensajes al día. Por culpa del trabajo que tenía con otros dos grupos, me veía en la obligación de declinar muchas de las citas que me pedía. No es que me resultase agradable rechazarle continuamente, aunque en parte era tranquilizador tener una excusa para no verle, más que nada porque estaba claro que tenía unos sentimientos hacia mi que no podía corresponder en aquellos momentos.

Aquel día, sin embargo, iba a ser diferente. Salía de la empresa cuando el móvil empezó a sonar, supe que sería Daniel antes incluso de mirar la pantalla.

—Esta vez no te podrás negar.

Su voz sonaba emocionada y con eco, lo que demostraba que aún estaba en el salón de prácticas. ¿Qué plan se le habría ocurrido? Era jueves y ya había acabado mi jornada, ya que tenía el viernes y todo el fin de semana libres de trabajo.

—Sorprendeme. —dije mientras comenzaba a caminar hacia el metro.

—Este fin de semana. Algunos de los chicos vendrán a la casa que tengo a las afueras, ellos quieren que vengas y yo también.

Intentaba sonar firme cuando la verdad era que le escuchaba contener la risa y todas las carcajadas de fondo. Mi subconsciente me decía que no era buena idea, no dada la situación actual. Al mismo tiempo, yo me decía que eso era exactamente lo que necesitaba, evadirme y pensar las cosas tranquilamente. Aún debía decidir qué haría con WonSik, pues llevaba días llamándome y yo dejando que el teléfono sonara sin siquiera tocarlo.

—Vamos, será divertido, mi casa esta entre un espeso bosquesito, es muy apacible.

¿Qué podía salir mal? Si conseguía mantener a Daniel a distancia no sucedería nada de lo que pudiera arrepentirme. Por el contrario, si algo salía mal, podía ser una gran catástrofe con la que no sabría cómo lidiar. Otra de tantas.

—¿Me dejas pensármelo? —solicité.

—No, porque si no te negarás. Pasamos por tí mañana a las siete de la tarde, prepara lo indispensable y mándame un mensaje con tu dirección.

Luego colgó sin dejarme decir nada más, así que le mandé mi dirección mientras me ponía a escuchar música de camino a casa.

Pasé aquella noche y el día siguiente preparando un pequeño bolso y deambulando por casa sin saber qué hacer, empezaba a plantearme la posibilidad de pedirle a Leo que me consiguiese un gato, al menos para no estar tan solo.

El móvil volvió a sonar, esta vez con un número desconocido. Lo cogí sin pensar mientras iba a la cocina a por algo de comer. Debía dejar de comer por aburrimiento.

—HakYeon…

¿Para qué demonios había cogido el teléfono? Era obvio que Ravi acabaría dándose cuenta de que no le contestaba a propósito y que ya tenía su número agendado, era todo tan fácil como llamar de cualquier otro y yo había caído ante la primera llamada de un número desconocido. Suspiré mientras cerraba los ojos y ponía en orden mis pensamientos.

—¿HakYeon? —preguntó al no recibir respuesta.

—Dime.

Un largo silencio se instaló entre ambos. Oía la respiración acelerada de Ravi por el auricular, pero no me atrevía a colgar. ¿Realmente había tanto que decir? Lo hubiese o no, no era la mejor manera de hablarlo. Después de un largo rato le oí suspirar.

—Lo siento HakYeon… —un nudo me apretó la garganta— No tengo excusa para lo que hice, cualquiera que diese sonaría hueca y sin valor. Me gustaría decirte esto a la cara, pero por cómo me has evitado, puedo darme cuenta de que no quieres verme.

Nuevamente un silencio. Seguramente quería que yo dijese algo pero, ¿qué podía decir? ¿Qué no quería verle y al mismo tiempo solo quería abrazarle? ¿Qué estaba más dispuesto de lo que a simple vista daba a entender?  Nada tenía sentido. Todo había empezado con él sin querer verme ni hablarme y de pronto todo estaba al revés, yo huyendo cual personaje de manga y él buscando a todo costa que hablasemos de lo que había pasado. ¿Quién era el culpable? ¿O es que ya nada tenía que ver con eso? Parecía que ya no importaba lo pasado, que allí había algo más que no conseguía salir a la superfície. ¿Qué tan intacto podía seguir mi amor por él? ¿Él me querría? ¿Lo habría hecho en algún momento de nuestra triste historia? ¿O seguiría sin perdonarme aquel último desliz que tuve antes de irme?

—Yo… —apenas conseguí vocalizar.

—No hace falta que contestes, puedo notar que no quieres hablar conmigo.

—No es eso WonSik… Es sólo que…

Un nuevo silencio.

—Hablemos en persona mejor, ¿quieres? —propuso— ¿este fin de semana? —mierda.

—N-no puedo. No pienses que es una excusa, realmente estoy ocupado —escuché que sonaba el timbre en ese momento y supe que Daniel había llegado—. Tengo que irme. Yo… lo siento. —iba a colgar, ya había alejado un poco el teléfono de mi oreja cuando Ravi volvió a hablar.

—HakYeon— volví a acercar el teléfono a mi oreja— Nunca me molestó lo de aquella vez… Fui muy feliz a pesar de todo, a pesar de lo que vino después y de lo enfadado que estuve. Dudo que pudiese decirte esto a la cara, pero es algo que siempre he querido hacerte saber. Y si tuviera la oportunidad de volver atrás e impedirlo, si realmente pudiera… No impediría ese beso —me pareció escuchar un leve sollozo y quise pensar que había sido mi imaginación. Mis ojos, en cambio, no dejaba de lagrimear —. Llámame cuando quieras, estaré esperando.

Poco después oí el  tono del teléfono que señalaba que habían cortado. El timbre sonaba con insistencia y contesté con un escueto “ahora bajo” mientras cogía la mochila y cerraba toda la casa. Todos me saludaron muy animadamente e intenté corresponderles, pero acabé por dejarme caer en el asiento trasero de la furgoneta sintiendo que la vida se me escapaba por los poros. ¿Cómo un recuerdo podía doler tanto? Cerré los ojos y me dejé llevar por él.

 

Hacía cerca de dos semanas que me había llegado la carta confirmando la asignación de la beca de baile. Había estado esperando por ella toda mi maldita vida, y cuando ya había perdido toda esperanza, aquel dichoso sobre blanco había parecido en el buzón de mi edificio.

Estudiar en el extranjero, mejorar el baile, conseguir mi meta… Todo estaba al alcance de mi mano y no podía esperar por ello. Había corrido a la cafetería con el sobre en mis manos, emocionado y queriendo gritarle al mundo que mi mayor deseo se había cumplido.

Leo y Ken se habían alegrado tanto o más que yo, nada podía romper aquel momento de absoluto deleite. Nada, hasta que, a media tarde, WonSik cruzó el umbral de la puerta.

Mi mundo se vino abajo, toda alegría que pude haber sentido desapareció en el mismo instante en que sus ojos se encontraron con los míos y una sonrisa apareció en sus labios. ¿Cómo había podido olvidarlo? Llevaba meses en que nada era igual, en que sus sonrisas mejoraban mi día, en que acompañarlo a la estación era la mejor parte de mi noche… Cada minuto cerca de él era un remanso de paz que borraba todo lo malo de aquel día.

¿Y ahora? ¿Qué pasaría ahora? Alejarme de él parecía la pena más horrible a la que me podían destinar pero… ¿era tan fuerte como para renunciar a la única meta que me había planteado en la vida? Sentí un fuerte dolor en el pecho y tuve que alejar mi mirada de la suya, tuve que salir de ahí y me vi sentado en un de los bancos del vestuario. Una mano se apoyó en mi hombro, Leo me miraba con la compasión pintada en la cara y supe que él ya sabía la respuesta a la mayor pregunta que me planteaba en aquel instante. Debía irme. Debía alejarme de él.

—Lo entenderá. —dijo Leo.

Me sobrepuse aquel día y continué como si nada pasase. Ayudé y luego acompañé a WonSik a la estación, hablamos de infinidad de cosas aunque yo apenas y logré articular palabra. Aquel fue el primero de todo los intentos que vendrían. Apenas llegamos a la estación busqué sus ojos y la fuerza de voluntad para hablar. Pero no pude, el nudo de mi pecho era tan grande que sentía que me ahogaría allí mismo. Le abracé contra mi pecho y le vi marchar.

Cada día a partir de aquel fue igual o peor que el anterior. La fecha de mi ida se acercaba y WonSik seguía sin saber nada, yo seguía sin poder hablar.

Llegó el viernes, mi último viernes en Corea y me decidí a acompañar a WonSik a su casa, buscando tener tiempo en todo el trayecto. Pero nuevamente la conversación fluyó por otros temas y, cuando quise darme cuenta, ya estábamos frente a la puerta de su casa.

¿Por qué un simple “debo irme” era tan difícil de pronunciar? Sus ojos oscuros ya me miraba con preocupación, los “¿qué te pasa?” habían pasado a ser más frecuentes, mis negativas seguían allí.

Parados frente a su casa es que supe que nunca podría pronunciar aquellas palabras, no para él. Busqué su mirada, sintiendo que mi corazón se partía en mil pedazos, y al encontrarla hice lo único que no esperaba hacer. Sentí que, si debía irme, al menos quería hacerlo sabiendo que pude expresar mi sentir. Quizás no fuese la decisión más sabia, bien lo sabía yo, pero no me pude detener.

Tomé su rostro entre mis manos y junté nuestros labios en un casto beso, al separarme junté nuestras frentes y esperé que abriese los ojos.

—Lo siento WonSik, lo siento mucho.

Luego empecé a correr, no me percaté de las lágrimas que caían por mi rostro hasta que un ahogado sollozo escapó de mis labios. Había huído y no podría perdonármelo nunca. Y WonSik… WonSik no me perdonaría en la vida.



Y ahora es que sentía las lágrimas correr y el coche avanzar por las calles de Seúl. Todos reían y bromeaban, todos menos yo que sentía que a cada momento me hundía más en un agujero de desesperación y desaliento.

Él me había perdonado aquello, después de tantísimo tiempo, no me guardaba rencor por el momento más cobarde de mi miserable vida. Entonces… ¿Quién era yo para negarme a verle solo por darme el golpe que cualquier otro me hubiese dado antes? Él había sabido llevar mejor las cosas, yo… Yo me había limitado a vivir mi cobarde vida carcomiendome con la idea de perderlo para siempre.

No… WonSik no merecía nada de lo que yo le estaba haciendo. Merecía tener una vida feliz al margen de todo lo que había pasado entre nosotros, y yo debía dejar de interceder en su camino. ¿Debería volver a irme? ¿Huir? ¿Dejarle el camino libre para que rehiciera su vida sin tenerme molestando? ¿O quizás primero debía volver a hablar con él?

Miré por la ventana, ya habíamos salido de la ciudad. Aquel viaje había sido un error, yo no debía estar en ese coche, no merecía aquel momento de paz… Quería gritar, salir de allí corriendo pero, ¿qué lograría? Tan solo quedarme perdido en medio de una carretera. Llegamos media hora después. La casa no era nada humilde, construida en madera y con un gran balcón en el segundo piso, rodeada de un apacible bosque en el cual se oían algunos pájaros. Nos instalamos rápidamente, la casa era tan grande que casi cada uno de nosotros tenía habitación propia. Daniel y algunos chicos más se pusieron a preparar la cena y yo decidí escapar un momento. Me adentré un poco entre los árboles y me acomodé al pie de uno, con el móvil en mis manos y la pantalla encendida.

Quería llamarle pero… ¿Qué le podía decir? Un lo siento me parecía demasiado poco y un te quiero, demasiado arriesgado. Pero yo realmente le quería y, la sola idea de volver a separarme de él me dolía, a pesar de pensar que era lo mejor para él.

Cuando quise darme cuenta, la pantalla señalaba que estaba llamando. Su nombre en la pantalla. Su foto al fondo, sonriendo en aquellos tiempos en que todo eran sonrisas.

—¿Sí? —su voz había cambiado demasiado— ¿HakYeon?

—Ravi… —¿Qué se supone que debía decir? —WonSik… yo...

 

Notas finales:

Gracias a los que comentais *----*

y también a todos los que leeis :3


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