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Un regalo inesperado. por Tomoyoka

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Notas del capitulo:

Vale, sé que demoré demasiado. PERO DEMASIADO. por eso, quiero pedir una disculpa a todos mis lectores.

Ahora, este es el capítulo final de "el arco" de nuestros personajes. Ya desde el próximo capítulo, serán las nuevas generaciones y sus padres e.é. Aquí sabrán si Ritsu podrá conservar a Nagi-kun o no, y lo que sucede con Kisa-san y la perra de Rin Mori. de nuevo, mis más sinceras disculpas por la tardanza. Espero añadir un par de capítulos más, y dar por finalizado el fic. Eso será cuando pase mis pruebas. En fin, aquí está el fic.

<3

 

Había transcurrido un mes desde que Nagisa-kun había sido liberado de los brazos de su Ritsu.

Al hombre no le gustaba hablar de la situación. Prefería guardar silencio, y guardaba sus comentarios sólo para Takano-san, la persona que más lo comprendía. El juicio sobre la custodia del niño sería llevado a cabo esa semana, a pesar de que estaba planeada para antes. Procuraba mantener un rostro calmado para su madre, y sonreía diciendo que todo iría bien. Pero dolía, dolía demasiado.

No le dejaban ver a su sobrino, que ya era un hijo para él. Era su familia, y se la estaban quitando. ¿Cómo estaría el pequeño? ¿Lo extrañaría? Por supuesto que lo haría. No se acordaba de su padre, y menos de su madre. Para él, Ritsu y Masamune eran las únicas personas en el mundo que lo cuidaban. Solía temer a extraños si no estaban sus padres junto a él, por lo que ahora definitivamente estaría mal. Pensar en Nagi-kun sufriendo era algo insoportable para Ritsu.

-Onodera, he llegado.

La voz de Takano-san era música para sus oídos. Le indicaba tranquilidad, muy a su pesar. No era algo que admitiera, pero en momentos como ese, simplemente el abrazo cálido de su amado era la única manera de ser consolado.

-Lo siento por faltar de nuevo al trabajo.-murmuró Ritsu, acongojándose.

-No es necesario que me lo digas, genio. Sé claramente nuestra situación.

Eso era algo más que lo confortaba. El "Nuestra" le indicaba que no estaba sólo.

-Takano-san...

-¿Si? ¿Ritsu?

-Me han llamado. Mañana se decidirá de quién será la custodia de Nagisa-kun.

Silencio. Masamune no podía hablar, y menos decir algo inteligente. Por lo que se acercó a su pareja, y le tomó la mano con fuerza.

-Ya verás cómo lo recuperaremos, Ritsu.

Lo besó en la frente. Para el de cabellos castaños, no había mejor presagio que ese.

 

A un par de estaciones del departamento de Onodera, Kisa-san comía con entusiasmo  el Takoyaki casero que había comprado en la calle, con la urgencia de saciar su estómago vacío. Confundido por algún universitario, el hombre caminaba feliz de la vida, sin saber que la persona menos esperada -O tal vez si- estaba a punto de asaltarlo de la manera no más deseable. En cuanto lo vio, quiso dar la vuelta.

-¡Kisa-san! ¡Qué coincidencia!

Rin Mori le sonreía, mientras arrastraba a su hermana con él. Hana forzaba una mueca, y giraba sus ojos con irritación.

-Ah... Mori-san.

-Ya te he dicho que me llames por mi nombre, debemos familiarizarnos más.

-No es buena idea...

-Como sea.-el sonriente y guapo muchacho soltó a su hermana de golpe, y su expresión se tornó puramente seductora.-ven conmigo.

Repentinamente, fue agarrado del brazo y arrastrado por la fuerza. No lo pudo evitar, tampoco era como si tuviese un cuerpo muy fuerte. Lo único que pudo hacer fue forcejear, y gritar que lo soltaran.

-Si no es Yukina, no tiene sentido... aunque eso no suena muy bien-murmuró para sí mismo.

¿Cómo es que las cosas se había vuelto así? Él planeaba regresar a casa, para entregarle a Yukina los lápices que había conseguido para él. Además, le traía el nuevo tomo de su manga favorito, y esperaba con ansias el poder ver su rostro de felicidad... el pensar en eso, y en lo mal que se sentiría Yukina si fuese descubierto con Mori, lo hizo sacar fuerzas. No quería ver el rostro apenado de la persona que amaba.

-¡Escúchame!-se soltó del brazo que lo guiaba, y le dedicó una mirada airada a Rin Mori. Los transeúntes voltearon su mirada a los hombres, y Rin se horrorizó.-¡No me gustas, demonios! ¡Déjame sólo!

La respuesta de los que tenían su mirada posada en la particular pareja se agravó.  Kisa odiaba llamar la atención, pero no había evitado explotar. Por lo demás, las personas -creyendo que Kisa tenía menos edad de la que aparentaba- se enfurecieron.

-No puede ser que un hombre acose a un muchacho menor...-murmuraban las señoras, ladeando la cabeza.

-¡Suéltalo imbécil!-ladraban los hombres.

Esta vez, el editor no quiso corregir a los demás respecto a su edad. Le dedicó una última mirada de desprecio a Rin Mori, que intentaba alejar a los desorbitados ciudadanos, y siguió su camino. Cuando una conocida voz alteró su mundo.

-¡Shouta!

Yukina.

El hermoso hombre corría hasta él, con rostro desesperada. Pero el de cabellos negros no podía reaccionar, la sorpresa era demasiada.

-Hana me dio aviso... ¿Estás bien?

-Sí, si...

-Me alegra tanto.-exclamó Yukina, y lo abrazó con fuerza, sin importarle todo el espectáculo que estaban dando. Shouta sintió alivio, y se dejó abrazar. Amaba con demasiada fuerza a Yukina, lo necesitaba demasiado. En ningún momento había cruzado por su cabeza el abandonarlo.

-Debe ser su hermano mayor.-susurró la gente.

-Es tan tierno... y guapo...

Rin consiguió alejarse un poco, aprovechando la distracción que había creado el artista. Sin embargo, enseguida sintió como su camisa era agarrada, y obtuvo la odiosa y sombría mirada de Yukina.

-No se te ocurra acercarte a él de nuevo, ¿Entendido?

Rin asintió. Su hermana lo esperaba sonriendo irónicamente al otro lado de la calle, mientras movía su mano y lo saludaba. Chistando, se alejó de la pareja erótica, para nunca más volverlos a ver. Había aprendido su lección.

 

-Bien, ya es hora...

Ritsu vestía formalmente, y respiraba con dificultad. Takano sostenía su rostro con fuerza, y lo miraba seriamente.

-Da lo mejor de ti, Ritsu.

-Lo haré... Masamune.-murmuró, y su rostro enrojeció.

Ya era tiempo de ir al tribunal, para enfrentarse a la madre biológica de Nagisa. Su corazón latía de manera agitada, y le era imposible mantener la calma. Pero debía hacerlo, no podía fallar. Takano le estaría dando fuerzas desde los asientos del juzgado.

Una vez llegaron ahí, tuvo la suerte de encontrar a la mujer que dictaminaría si se podría quedar al niño o no. Cabello corto y oscuro, además de ojos capaz de ver a través de todo. Mantenía una mirada temple, honesta. El tipo de persona que le agradaba a Onodera.

-Oh... ¿Señora jueza?-habló el de cabellos castaños.

-Onodera Ritsu, ¿Verdad?-preguntó la mujer, y levantó su mano, para apretarla.-Mi nombre es Jhoane Pierce, soy extranjera. Espero que no le desagrade mi acento.

-¡Para nada! es un gusto conocerla...

-¡Jueza Jhoane! ¡Es hora de empezar!-escucharon una voz.

La mujer sonrió débilmente a Ritsu, y le hizo un gesto con la mano.

-Seré justa, no se preocupe.

 

El silencio era reinante en la habitación. Onodera esperaba en su sitio a que llegara la madre biológica de Nagisa, impaciente. Finalmente, y con diez minutos de retraso, hizo su aparición.

-¡Lo lamento tanto! el tráfico...

Sus ojos lucían cansados, y su aspecto desprolijo indicaba que no le había dedicado mucho tiempo a una presentación agradable. Su cabello rubio tinturado estaba desordenado, y aún se podía oler el tabaco que había rozado sus labios antes de venir al lugar. La jueza le dedicó una mirada desaprobadora, y Ritsu intercambió señas con Takano-san. Asintió, decidido.

-Pues bien... Daremos a comenzar el juicio para decidir la custodia de Nagisa-kun.

Fue un procedimiento bastante largo y agotador, en los que tuvieron que hablar del pasado del chiquillo y presente. Se habló sobre la muerte de su primo, y lo mala madre que había sido la mujer. Ritsu aclaró con entusiasmo todos los progresos que había hecho el niño en su hogar, y cuando le tocó a cada uno decir sus razones para mantener consigo a Nagisa, el hombre habló con aplomo.

-Nagi-kun me ha dado una familia. Es mi razón para vivir, para soñar. Desde que lo conozco, no ha hecho nada más que alegrar mi días. Su sonrisa traviesa me hace reír, sus carcajadas me provocan una ternura inexplicable, y solo sé que quiero continuar a su lado. Quiero que sea un buen chico gracias a mis enseñanzas, y hablarle sobre lo maravillosa que es la vida si uno se esfuerza. No quiero que sienta compasión por si mismo... quiero que sea feliz. ¿Es tan malo desear eso para un bebé?

La jueza sonrió, conmovida. La madre biológica de Ritsu frunció el ceño, sabía que la batalla estaba perdida. Había huido, y humillado a su marido. Su hijo estaba en penosas condiciones, y solo quería ayudarlo a seguir avanzando. Pero las acciones que había tomado no habían sido las correctas, y eso lo tenía claro. Por más que lo intentara, no podía dejar el tabaco. Si su voluntad no jactaba para realizar un acto como ese, ¿Podría cuidar del niño? No, sabía que no. Pero aún así, en un rinconcito de su corazón, sabía que era lo que más deseaba. Pero fuerzas no tenía, y ganas tampoco. Sólo deseaba cumplir el pequeño capricho que la había perseguido desde pequeña, el tener un hijo. Pero no estaba preparada, no podía. Y eso dolía. Había hecho cosas terribles, que no podía perdonarse. Era una mujer terrible, y lo sabía. Por eso, cuando fue su turno de hablar, las palabras no salieron de su boca.

Y así fue como se tomó la decisión de que Ritsu se quedaría con Nagisa.

En casa, sólo se podía celebrar. Nagi-kun no se quería despegar de sus padres, y los ojos brillaban en cada habitante de la habitación. Fue una noche bastante larga, en la que se quedaron junto a su pequeño hasta que este pudo descansar sin perturbaciones. La brisa corría lentamente, así que cerraron la ventana. Una vez solos, una fuerte sonrisa decoró el rostro de Ritsu, y entre lágrimas, se lanzó a los brazos de Takano.

-Gracias... Takano-san.

Masamune besó dulcemente a Ritsu en los labios, y le acarició el cabello. Mientras su rostro se acaloraba, y las suaves y conocidas palabras se deslizaban por sus oídos, se acurrucó con más fuerza contra el pecho del editor en jefe, de su sempai. Y susurró:

-Yo también a ti.

Porque lo amaba.

 

Trece años transcurrieron desde ese momento, años en que la felicidad solo podía perdurar. Momentos en los que la familia Usami y la Familia Onodera se conoció aún más, y lazos fuertes fueron creados entre ellos. Porque después de todo, algunas cosas son obras del destino.

Notas finales:

En el próximo capítulo será narrada la historia de la boda entre Hiro-san y Nowaki. ¿Será finalmente consumada, o el profesor cambiará repentinamente de opinión? Espero que lo esperen con ansias, y yo demorar lo menos posible en esto. Espero los comentarios de los lectores, son lo único que me anima a escribir. 

 

Gracias por leer, de verdad. Son los mejores lectores del mundo.


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