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Un regalo inesperado. por Tomoyoka

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Notas del capitulo:

Hola mis pequeñas :,3 ¿Cómo están? de alguna forma, nuevamente estoy plagada de pruebas en el colegio. Me cuesta especialmente matemáticas... como las odio ;o; También odio a la profesora de lenguaje, no sabe nada ;o; por lo que mi mejor promedio se convirtió en historia .u. pero... ¿Qué tiene qué ver con el fic? xD

Me entusiamé, gracias por sus comentarios. Sinceramente, no culpo a algunos lectores frecuentes que había antes por no comentar, subo capítulo cada mil vidas kjhgj quiero decirle a esos lectores que en su momento, era lo que me motivaban a continuar, son lo mejor <3 Los de ahora too. Chicas, chicos, a un escritor -especialmente los de fic- le alegra la idea de recibir un comentario, saber que algo en lo que te esmeraste dejó un buen sabor de boca en tus lecores, así que gracias a todos. 

Me sigo desviando del tema: Aquí está el nuevo capítulo, espero les agrade. Cuenten con unos 10 capítulos más, y finalizaré el fic. Repito, auque me demore demasiado, prometo terminar esto.

Well, well. Me pregunto si alguien leerá esto xD muchos cariños, besos. Hasta el sgt cap <3

-¡Papá! ¡Shizuko nos está molestando otra vez!

Un muchacho de catorce años y desordenado cabello color castaño lagrimeaba ante su padre, Usagi-san.  El escritor suspiró y dirigió su mirada hasta una hermosa joven de sonrisa traviesa y pestañas coquetas. Le hizo señas con el dedo para indicarle que se acercara.

-Shizuko, ¿Qué hacías molestando a Keita y a Nagisa?

Usagi señaló a su hijo -de brillantes ojos verdes y muy parecido a  Misaki- y a su acompañante, Nagisa-kun, todo un adolescente hecho y derecho; su cabello rojizo crecía ondulado y salvaje, tal como lo había encontrado Ritsu el primer día en que se habían reunido. Parecía bastante guapo, y era muy buen amigo del chico que ahora fruncía el ceño y miraba con reproche a su hermana. A la chica no parecía importarle, y continuaba sonriendo como si hubiera triunfado en una discusión que aún no había comenzado. Después de todo, su padre la adoraba.

-Lucen tan bien juntos... es imposible no interferir, ¿Verdad?

El rostro de Keita enrojeció completamente, pero el de Nagisa se mantuvo impasible. Shizuko se hizo a un lado el cabello plateado -con puntas moradas- y abrazó a su hermano.

-¡Eres tan, tan adorable!

-¡Suéltame !

Keita empujó a la chica y miró a su padre, como si exigiera que le dijera algo a la impertinente adolescente. Pero éste sonrió con disimulo y fingió estar molesto con su pequeña niña.

-Shizuko, no hagas tales cosas...

-Está bien, papá. Me portaré como buena chica. De todas formas, Onodera-san y Takano-san vienen en camino a cenar con nosotros, ¿verdad? ¿Por qué Nagisa se ha venido antes?

El de cabellos rojizos se encogió de hombros, pero cuando los demás voltearon la mirada, le guiñó un ojo a su amiga y señaló a Keita. Shizuko dio un saltito de emoción y se llevó los dedos a los labios, demostrando que guardaría silencio.

 

Cerca de la habitación en que se encontraban los tres jóvenes y el adulto, Misaki Takahashi cortaba papas en la cocina. Por su cabeza, un mar de pensamientos navegaba sin control y entre ellos estaba el porqué el tiempo había transcurrido tan rápido. Catorce años... Sus hijos habían crecido sanamente, y nada lo alegraba más. Shizuko era muy parecida a su padre... de alguna forma, la niña siempre encontraba una excusa para que las situaciones salieran exactamente como deseaba, y había una mirada en sus ojos que le recordaba a Usagi-san en sus momentos de "Modo atacante" aunque eso no lo entusiasmaba mucho... de todas maneras, quizás lo imaginaba. Keita era todo lo contrario: tímido y callado. Le recordaban a su "yo" de niño. Nagisa-kun solía pasar mucho tiempo en su casa, por lo tanto Ritsu y Masamune también. El pasar de los años había fortalecido su amistad, y más por tener hijos de edades similares. Sin duda, llevaba una vida movida y resplandeciente.

Y estaba Usagi-san. Mientras más lo conocía, comprendía que no podía estar sin él. Lo había aceptado ya hacía mucho tiempo, era increíble de pensar. El escritor se había convertido en su cuota de vida, su respiración. Por unos momentos en que no estaban juntos, se volvía intranquilo y su corazón estaba inquieto. ¿Por qué tenía que ser así? Ah, pero cuando se reencontraban... todo cambiaba. ¿Algún día la timidez se escondería y podría revelar tales sentimientos? Usagi-san era capaz de comprender sus emociones a través de sus actos, pensaba. Pero eran tan pocas veces en las que había dicho "te amo" o "me gustas" que en algunos momentos poseía serias dudas sobre eso. Sin embargo, cuando miraba a sus dos hijos, de alguna forma, sabía que Akihiko entendía cuanto lo amaba.

-Mamá, ¿Cuándo estará lista la comida?-preguntó una dulce voz a sus espaldas. Misaki dejó el cuchillo con el que cortaba los vegetales de lado y arqueó una ceja hacia su hija.

-Te he dicho muchas veces que me llames papá, Shizuko-chan.

-¡Lo sé! Pero suena más lindo "mamá" ¿no es así? papá dijo que te llamáramos de esa manera.

-No eres de las que hacen caso, cariño. ¿Y obedeces a Usagi-san?

La niña sonrió y abrazó a Misaki fuertemente. El adulto sabía lo extremadamente guapa que era su hija -siempre iba a creer que la niña era hermosa, aún si vestía las peores ropas y tuviera un mal peinado- y también era consciente de que muchos chicos de su grado estaban tras de ella. Usagi-san afirmaba que era de esperarse, pues sus genes habían actuado. Aún así, no le hacía gracia que la adolescente de catorce años tuviera una vida escolar de ese tipo. Aunque -según los rumores traídos por Keita- ella no tomaba en cuenta a nadie, y los pasaba por alto.

-¡Ah! ¡Alguien está tocando la puerta! ¡debe ser Onodera-san y Takano-san!

La muchacha corrió hasta la puerta, radiante de felicidad. La pareja trabaja en su editorial de manga favorita, y siempre le llevaban algún que otro manga shoujo, su pasatiempo secreto. Saludó a ambos adultos como si fueran parte de su propia familia, y agradeció felizmente el nuevo volumen que había sido llevado a sus manos. Luego de eso, subió hasta su habitación para enfrascarse en su mundo. Estaba tan concentrada que no escuchó la voz de su hermano en la habitación contigua.

 

-Nagisa-kun, ¿qué quieres jugar ahora?

El de cabellos castaños miró tímidamente al pelirrojo, y éste sonrió tiernamente hacia él. A pesar de que Nagisa en un principio había sido un muchacho alegre y energético, su actitud se había vuelto reservada repentinamente. Como prácticamente se había criado con los Usami, mantenía aún su sonrisa para Shizuko y Keita. Aunque le tenía un especial cariño al último mencionado.

-Juguemos un poco más, entonces.

Estaban atentos a la televisión, apretando los botones del mando para ganarle al otro en el vídeo juego. Keita tenía un serio problema al jugar: cuando lo hacía, movía su cuerpo como si el personaje del juego lo fuera a hacer también. Era una reacción de inercia, que provocaba gracia a Nagi. Sin embargo, la partida pronto se fue animado más de lo común y por lo tanto los movimientos de Keita también. Llegó un punto en el que terminó levantándose de su silla por la emoción, y el de cabellos rojizos lo imitó. Cuando finalizaron, al de ojos verdes le dio una especie de ataque por haber perdido después de tanto esfuerzo.

-¡Cómo es posible...!

No pudo terminar la frase. Tropezó torpemente con los cables de la consola, y cayó sobre Nagisa. El dolor hubiera sido menos soportable si no hubiese aterrizado sobre el joven de dieciséis años, e intentó pararse enseguida. Pero fue retenido por dos fuertes brazos, que lo obligaron a quedarse quieto.

-¿Nagisa-kun?

-Keita... tienes un aroma cautivador.

Silencio. El rostro de Keita se tornó de un brillante color rojo, y sintió como su cuerpo entraba en un extraño calor. Levantó su rostro -que hasta el momento había estado oculto en el pecho de Nagi- y lo miró directamente a los ojos. El chico le miraba también, y sonreía amablemente. Una sonrisa cálida, pequeña... una sonrisa solo para él.

No le extrañaba, no era una situación de otro mundo. Sus padres eran dos hombres, los padres de Nagisa eran dos hombres. Pero, y aunque fuera algo cotidiano de ver -aunque Misaki y Usagi procuraban tener el mayor cuidado, algunas veces sus niños los habían encontrado en un modo cariñoso nivel leve- se sentía completamente extraño si lo vivía el mismo. ¿Era por ser Nagisa o simplemente su cuerpo reaccionaba así con todos?

-L-lo siento, Nagisa-kun.

-No es nada, Keita. De hecho, en realidad...

-¡Hermano!-la voz de Shizuko apareció de pronto-¡Nagisa! ¡A cenar!

Rápidamente Keita se levantó y fingió estar normal, cosa que le costó. Sus mejillas aún estaban teñidas rojas, y el corazón le palpitaba como si no hubiera mañana. Segundos después, la brillante cabellera plateada se asomó por la puerta.

-¿Chicos?

Su hermano salió enseguida, pero Nagisa permaneció ahí. Le dedicó una expresión de reproche a la chica, y esta arqueó las cejas.

-¿Interrumpí algo?

-De hecho, estaba a punto de confesármele a Keita.

-¡Mierda! Lo siento tanto, tanto, Nagisa...

El chico se encogió de hombros y sonrió levemente, indicando que todo iba bien.

-Debería agradecerte. No creo que ese haya sido el momento oportuno, después de todo.

-Aún así...

-Vamos, tú no eres de las que se preocupa por esas cosas, ¿verdad?-sonrió y su rostro se iluminó como si estuviera bajo el sol. Le revolvió el cabello a la joven, y luego le dio un pequeño empujoncito.

-Vamos, hay que comer.

Shizuko asintió. Le gustaba su familia; un hermano adorable a quien podía molestar, y el cual lo apoyaba siempre. Un "hermano mayor" que la cuidaba, y se preocupaba por ella. Dos maravillosos padres que demostraban su amor abiertamente, sin temor a ser ofendidos. Además de una grandiosa pareja, amigos de sus padres, que la mimaban como si fuera si propia niña.

Sin embargo, se sentía sola. Nagisa estaría con Keita, algo que ella anhelaba mucho. Pero entonces, ¿dónde quedarían sus conversaciones? su padre tenía a Misaki, Takano-san a Onodera-san... ¿Acaso ella estaba mal?

¿Por qué su corazón no podía amar a alguien como sus parientes se amaban entre ellos?

 

Notas finales:

yei


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