7.- ¡El gran regalo!
Sus manos recorren el marcado y malditamente perfecto cuerpo de Kise. Sentado a horcajadas sobre él, su cuerpo se mece de arriba abajo, buscando calmar el calor.
La mirada intensa por parte del rubio le provoca otro estremecimiento, es tan profunda y dorada, que lo atrapa de una manera exquisita. Otro gemido escapa de sus labios, pero este es el punto en que eso no le importa, su cuerpo está tan sensible y su mente tan aturdida, que todo se vuelve nada.
Sintiéndolo muy dentro de él, el rubio lo abraza por la cintura y lo gira, dejándolo sobre la cama. Kise se acuesta sobre Kasamatsu, ansioso por sentir su piel por todas artes, por embriagarse de él. El sudor ayuda con el desliz de sus cuerpos y la humedad entre sus sexos crea un sonido morboso que inunda la habitación.
Kise pasa su boca por la piel de su cuello, mordiendo y chupando, marcando. Siente el pulso desbocado de Kasamatsu contra sus labios, provocando que se excite aún más. Alzándose con los brazos a ambos lados del moreno, Kise lo mira fijamente, acelerando el movimiento y con unas embestidas más, se deleita con la expresión de su senpai en pleno orgasmo: cerrando sus ojos con fuerza, gritando hasta que la garganta le arda, pronunciando su nombre de la manera más erótica que puede existir y aprisionándolo con tanta fuerza que pronto acaba dentro de sus calientes entrañas.
Kasamatsu se lleva el antebrazo a la frente, tapando sus ojos mientras su pecho sube y baja intentando recuperar el aliento. Siente a Kise recostarse a su lado, pero no se queda quieto, se remueve sobre la cama y el chico se pregunta cómo es que puede hacerlo, cuando él apenas puede respirar después de tener sexo durante toda la tarde.
De pronto, el capitán de Kaijo siente algo sobre su duro abdomen. Se quita el brazo, alzando el rostro para ver de qué se trata. Una cajita de color azul marino descansa sobre su cuerpo, lo toma con curiosidad, sintiendo la suavidad del terciopelo que lo cubre mientras acomoda la almohada para alzarse un poco más, aun no listo para sentarse.
Sus ojos la estudian detenidamente, algo se remueve dentro de él haciéndolo tragar duro y sin saber exactamente el por qué, tiene miedo de mirar a Kise, que sigue recostado a su lado.
Respirando profundamente y tratando de alejar los malos pensamientos de su cabeza. Kasamatsu abre la cajita. Sus ojos se clavan en una argolla no muy delgada, de oro blanco, que brilla con intensidad. El chico siente un leve mareo, producto de las emociones que se atiborran en su pecho, saca el anillo y lee lo que está grabado en su interior.
“Te amo, Senpai”
Y por fin, se atreve a mirar a Kise, que le sonríe de esa manera dulce y ansiosa.
Kasamatsu no sabe qué decir, solo lo observa mientras Kise se sienta sobre la cama, tomando el anillo y alzando la mano del azabache.
— Yukio —En ese instante, Kasamatsu se da cuenta de lo bien que suena su nombre en esa boca—, ¿quieres estar conmigo para toda la vida?
Se pregunta cómo algo tan cursi y repetido lo ha derretido por completo. Siente sus ojos azules escocer mientras su corazón golpetea contra su pecho.
Asiente.
Con una sonrisa aún mas radiante, Kise coloca el anillo en el dedo anular de su mano derecha, en señal de “compromiso”.
— Te amo, Senpai.
— Yo también, idiota.
Sus bocas se vuelven a encontrar, Kasamatsu siente la vergüenza de la situación. Solo Kise logra ser tan cursi y tan masculino a la vez. Se deja devorar por esa boca, que arrasa con todo a su paso y se permite hacer lo mismo, compitiendo por sentir más, por ir más profundo y pronto se quedan sin aire.
Ambos se miran, transmitiéndose lo mucho que se aman. Sin duda, el mejor cumpleaños de Kasamatsu.