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El color del mar por OlivierCash

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Notas del capitulo:

Antes que nada recordar que la obra original fue escrita y dibujada por Masami Kurumada y el Lost Canvas por Shiori Teshirogi

Poco a poco y sin que se dieran apenas cuenta, el Sol había ido descendiendo, dejándose hundir en el mar. Habían estado hablando de tantas cosas, que en su mayoría eran temas sin demasiada relevancia. Mas eso no quitaba que se lo hubiera pasado bien disfrutando el uno de la compañía del otro. Pero, poco a poco la brisa que corría por el lugar se iba volviendo más fría. No es que tuvieran frio, sino que la noche iba a llegar y era hora de volver a sus casas.


 


Debido a los árboles, el camino se encontraba más oscuro que el merendero por el que había pasado, pero todavía se veía y se podía caminar sin ningún problema por él.


 


—Como se nota que ya comienza el verano, los días alargan—comentó Defteros—Son como las diez de la noche y aún queda algo de luz.


 


A Asmita le sorprendió escuchar lo de la hora, se le había pasado el tiempo volando y se imaginaba que sería más pronto. Aun así, no quiso que Defteros notara eso.


 


—Recuerdo que cuando era niño solía ir a estar horas a una pequeña charca que se formaba cerca de la playa, a esas horas se estaba bastante bien y con una tranquilidad pasmosa—comentó sin saber muy bien a cuento de qué se había acordado se eso—Lo único malo eran los mosquitos.


 


Defteros intentó pensar en algún lugar que conociera que pudiera coincidir con la charca que le comentaba Asmita, no logro caer en ninguno ni remotamente parecido.


 


—Debía ser un lugar agradabe—comentó Defteros.


 


—Estaba bien, era uno de esos lugares que tienes delante de las narices, pero que nunca reparas en él.


 


—¿Cómo lo encontraste?


 


Esa era una buena pregunta. Asmita se quedó callado rememorando la primera vez que fue a ese sitio, sino pensara mucho, contestaría que acabó ahí escondiéndose de Shion porque se estaba poniendo muy pesado y no quería ni hacerle llorar, ni que se le enfadara, ni ambas. Pero si lo pensaba con detenimiento, aunque eso lo había hecho en muchas ocasiones, esa no era la razón por la que acabó ahí. La otra razón podría ser que intentaba que Manigoldo no lo encontrara para jugarle alguna broma pesaba. Mas al igual que lo de Shion, no era esa la razón.


 


Un fugaz recuerdo cruzó su mente. El de un día nublado, un día que estaba a punto de llover y el caminaba cerca de la playa, sin saber bien que hacer. De repente recordaba el miedo que le invadió y le hizo huir. ¿De qué huía? No conseguía recordarlo, solo sabía que de repente algo le dio miedo, miedo como jamás en su vida había sentido. Recordaba como algo intentó alcanzarlo, pero él se escapó. Y de casualidad, se percató de ese apartado lugar que le sirvió como escondite.


 


Recordó como temblaba, como cualquier sonido le daba miedo. Y de repente, nada, de repente no sentía miedo. De repente, se olvidó de todo. Hasta ese momento.


 


—No me acuerdo, eso pasó hace tiempo—mintió Asmita.


 


La aparente historia de como encontró ese lugar era demasiado extraña como para contársela. Se dijo que ya le daría vueltas a ver si lograba recordar algo más. Aunque sintió que todo podía ser un simple temor infantil y algo provocado por su imaginación cuando era un niño.


 


—¿Cuando eras pequeño, te imaginabas cosas estúpidas?—preguntó Asmita tras un pequeño tiempo de silencio.


 


Defteros le miró sin comprender a que venía esa pregunta, casi no comprendió la propia pregunta en si. Pero de todas maneras, se quedo algo pensativo intentando rememorar algún momento de su vida que pudiera encajar con eso.


 


—Lo típico de todos los niños con la oscuridad—comentó Defteros haciendo memoria—Cuando me iba a la cama me parecía que en las sombras de la ventana a un hombre alado con chistera—dijo Defteros rememorando esos momentos que de pequeño tanto miedo le daban.


 


Tenía pánico a irse a la cama por culpa de esa fantasía. Como la casa era grande, no dormía con Aspros, aunque a este le tocó en más de una ocasión abrir la ventana o incluso salir al jardín para asegurarse de que no había nadie. Si lo pensaba con detenimiento, molestó bastante a su hermano con esa chorrada.


 


—¿Con chistera?—preguntó Asmita extrañado.


 


Defteros se encogió de hombros ante eso, él no controlaba sus fantasías infantiles.


 


—Cosas de críos—aseguró Defteros.


 


Dejaron ese tema sin importancia a parte para charlar sobre otros tantos temas. Puesto que iban cuesta abajo, tardaron mucho menos en bajar de la colina y en seguida ya estaban en el camino que llevaba hasta el pueblo. Todavía no había oscurecido del todo, pero se podían escuchar a los grillos de fondo.


 


—En nada serán las fiestas—comentó Defteros, por hablar de algo.


 


—Llevo como un mes escuchando eso, a ver si son de una vez—dijo Asmita.


 


Aunque, a decir verdad, él no era de ir a las fiestas de la Isla. Solían juntarse muchas personas y a él las aglomeraciones de gente lo liaban y turbaban demasiado.


 


—Entonces no repetiré que queda poco para eso—dijo Defteros—Pero podríamos ir a algún lugar juntos.


 


Asmita puso una mueca de desagrado, no tenía demasiado ganas de ir semejante acumulación de gente. Mas si lo pensaba con calma, a lo mejor si iba con alguien más se entretenía más.


 


—Si es a algo medianamente tranquilo, por mi vale—cedió Asmita.


 


Lo que le hizo preguntarse que le había pasado para ceder tan rápidamente. A lo mejor a su mente le pareció que si iba con alguien, no se agobiaría tanto. O tal vez inconscientemente no quería pasarse las fiestas en casa como en otros años.


 


—Por mi perfecto, no me gustan las aglomeraciones de gente—afirmó Defteros alegre por la respuesta.


 


—¿Trabajas esos días?—preguntó Asmita.


 


—A las mañanas—le lamentó Defteros—Pero así por lo menos tengo toda la tarde para hacer lo que quiera—hizo una pequeña pausa—¿Tú?


 


— Igual, aunque seguramente algún día Hasgard me dirá que me vaya a divertirme un rato, lo hace todos los años.


 


De vez en cuando a Hasgard le daba por hacer eso, solían ser algunas mañanas en las que no se pasaba nadie. Hasgard lo hacía con toda su buena intención, a veces también se lo decía a Dohko. Aunque a decir verdad, Asmita se sentía mal cuando Hasgard prácticamente le echaba mientras él se quedaba trabajando todo el día. Bueno, cosas suyas.


 


Continuaron lo que quedaba de camino hablando tranquilamente. Cuando ya llegaron, las farolas de las calles se encontraban encendidas y el lugar había sido engullido por la oscuridad de la noche. Aun así, hacía una noche perfecta para pasear y se veía a algunas personas paseando. Defteros y Asmita caminaron hasta la entrada del puerto, donde se había reunido hace unas horas, esta vez para despedirse.


 


—Ha estado bien—comentó Defteros algo avergonzando—Espero que tú te lo hayas pasado bien.


 


—Si, ha sido divertido—aseguró Asmita—Tendremos que repetirlo más a menudo.


 


—Cuando te venga bien.


 


—¿El viernes a la misma hora en el mismo lugar?—propuso Asmita.


 


Defteros se quedó pensando en lo que tenía que hacer el viernes, ese día no tenía nada que hacer, el día que tenía ocupado era el jueves.


 


—Me viene bien—aseguró Defteros.


 


Asmita asintió antes eso. Luego se despidieron con un apretón de manos y cada cual continuó con por su lado. Asmita no se dio cuenta de hacía donde había ido Defteros, pero había desaparecido muy rápido. Él siguió caminando cerca del puerto, podía notarlo por el intenso olor a pescado que provenía de las aguas de este. De pronto, notó como Spica comenzó a tirar de la correa, como si hubiera visto algo.


 


—¿Qué te pasa?—preguntó Asmita, molesto por no saber hacía donde quería llevarle.


 


Spica soltó varios ladridos e insistió en tirar, al final, ya por cansancio, Asmita le hizo caso y camino hacía donde Spica quería ir. Volvieron sobre sus pasos hasta que llegaron a la puerta del pueblo, Spica quería entrar ahí. En un principio a Asmita no le hizo demasiada gracia, mas pensó que a lo mejor Spica estaba olisqueando algo sobre el ladrón y por si acaso, Asmita decidió como mínimo acercarse.


 


Conforme iban caminando por el puerta, Asmita notó algo que no encajaba, pero no lograba diferenciar el qué era. Todo parecía estar como siempre, se podía escuchar el suave sonido de los barcos que se movían lentamente por las pequeñas hondas que se formaban en el agua. También se escuchaba el viento mover algunos objetos mecánicos que se encontraban sobre los barcos. Podía sentir el fuerte olor a pescado que se incrementaba cuando era de día. De vez en cuando, notaba de refilón la luz de faro. Y aun así, había algo que no encajaba.


 


Unos pasos se escucharon de repente, en un principio Asmita se preguntó se sería algún ladrón. Pero ese olor a manzanas ya lo había olido, concretamente el día que se encontró con Manigoldo en el puerto. Por lo que el que se acercaba era Kardia.


 


Y efectivamente, Kardia le apuntó con su potente linterna que no afectaba a Asmita, pensando que por fin había encontrado al ladrón y para su desgracia, solo era Asmita.


 


—¿Otra vez tú?—preguntó incrédulo—¿Acaso te mola que te pille por el puerto?—preguntó intentando sonar algo amenazante.


 


Asmita se había quedado parado en cuanto se percató de que Kardia se le acerba. Por el contrario, Spica intentaba andar, aunque no pudiera avanzar por culpa de la fuerza que hacía Asmita para evitárselo.


 


—No se que le pasa—dijo Asmita echándole una mirada a Spica—Pero se ha empeñado en entrar aquí.


 


—¿Crees que a lo mejor ha podido notar algo extraño?—preguntó Kardia un poco ilusionado porque así fuera.


 


—Ni idea.


 


De repente, pudo notar que era aquello que le extrañaba, o más bien, pudo olerlo. Desde que había en ese lugar había habido una presencia que no debía haber estado ahí a esas horas y por fin, podía olerlo a la perfección.


 


—¿Por que huele tanto a gasolina a estas horas?


 


—¿Qué?—preguntó Kardia sin comprender e intentando oler lo que Asmita decía, de pronto, con el cambio de dirección de la brisa que soplaba, pudo olerlo—Lo huelo…


 


Algo le dijo a Asmita, que eso no era bueno. Y no lo fue, como si lo hubieran programado, después de quedarse mirando durante unos segundos, se escuchó una explosión a lo lejos. Ambos se encogieron por el susto. Una vez se les pasó, se quedaron mirándose de nuevo. Los ladridos de Spica se podían escuchar alto y claro.


 


—¿Dónde ha sido?—preguntó Asmita, con una sorprendente calma.


 


—¡En un almacén abandonado que hay al fondo del puerto!—contesto Kardia alarmado.


 


—¡Llama a los bomberos!


 


—Buena idea.


 


Ese rato fue un autentico dolor de cabeza para Asmita. Kardia llamó a los bomberos, los cuales no tardaron en llegar. Ya había recibido bastantes llamadas de varios habitantes del paseo marítimo y los alrededores. Después, por supuesto, llegó la policía. El que estaba al mando era un hombre inquietante de pelo largo y blanco, con una sonrisa que Kardia describió como la de “un pirado psicótico” cuyo nombre era Minos.


 


El rubio se encontraba sentado en un banco del paseo marítimo, hablando con el susodicho Minos, quien se encontraba de pie frente a él. Cuando le había contado todo por sexta vez y Minos aun parecía querer volver a preguntárselo, llegaron Manigoldo y Shion.


 


—¿Qué ha pasado?—preguntó Shion, se veía bastante nervioso y un tanto asustado.


 


—Por alguna razón, todavía desconocida—remarcó—Ha habido una explosión en un almacén abandonado del puerto, los bomberos se encuentran en este momento intentando controlar el fuego— lo escalofriante del asunto, es que todo eso lo dijo con una gran y sádica sonrisa.


 


Shion apretó fuertemente los puños y Manigoldo le puso una mano en el hombro, como para indicarle que se calmara. Asmita se dio cuenta de que esos dos, ya estaban más o menos de buenas.


 


—Gracias por informarnos—agradeció Manigoldo.


 


—De nada—Minos le echó una mirada a Shion, se veía claramente que disfrutaba de verlo así—Por cierto, el almacén estaba muy cercano a un barco que estaban reparando, me temo que se ha quemado entero.


 


Con esas palabras, Shion se quedó blanco como la leche, incluso más. No dijo ni una palabra en un rato. Minos por su parte se despidió, dijo que le tocaba preguntar a Kardia lo que había ocurrido. Por lo que esos tres y Spica, el cual se encontraba tumbado en el banco junto a Asmita, se quedaron solos invadidos por un grandísimo silencio.


 


—¿Tan importante era ese barco?—preguntó Asmita


 


No pudo ver las sutiles indicaciones de Manigoldo, quien intentó decirle que no era buena idea. El de pelo azul se encontraba muy callado para ser él.


 


—Si—aseguró Shion, conteniéndose muchísimo—Era un barco que llegó hace dos meses desde el continente y de un modelo que nunca había visto.


 


—¿Desde el continente?—preguntó Asmita sorprendido, eso era algo que nunca pasaba. Shion simplemente asintió, sin decir mucho más—Es sorprendente…


 


—No es tan extraño—aseguró Shion.


 


—Hay bastante distancia desde el continente hasta aquí—dijo Asmita.


 


—No es la distancia, es el tiempo.


 


Asmita no comprendió que quiso decir Shion con estas palabras. Y aun así, le resultaron familiares.


 


El rubio decidió que ya era hora de irse a casa, total, ya no podía hacer nada más y se sentía cansado. Se despidió de la pareja, quienes se veían un poco distantes. Aunque siendo como estaban a la mañana, el que compartieran el mismo espacio, ya se sentía como un grandísimo avance. Asmita querría haber hablado del tema al día siguiente como le había dicho Manigoldo, pero al día siguiente iba a estar con Aspros.


 


Hacía unas horas le había enviado un mensaje que había ignorado hasta que entró en su casa y no le quedó más que oírlo. Aspros quería comer con él día siguiente. Asmita sabía que no le quedaba otra, solo aceptó por eso.


 


No tardó en irse a dormir, en verdad se sentía cansado, ni le dio vueltas a las muchas cosas que habían pasado ese día. Lo único que le vino de refilón a la cabeza fue lo del tiempo y en seguida se le olvido. Ese día, durmió mientras una parte del cielo de la ciudad se encontraba alumbrado por una potente luz rojiza que poco a poco iba muriendo.


 


Entre sus sueños, se deslizó un pequeño sueño en forma de sombra que parecía volar de fondo en su oscuridad eterna. Y de repente, escuchó alto y claro esas palabras, esas palabras que le dijeron cuando era niño.


 


“Te preocupa mucho más el espacio, las distancias y el lugar, cuando eso no son lo más importante. Lo más importante y lo que protege de verdad a este lugar, es el tiempo”


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