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El color del mar por OlivierCash

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Notas del capitulo:

Quiero disculparme por haber tardado dos días en subir este capítulo, pero por alguna razón que desconozco, mi Internet ha ido como una patata y no me cargaba para actualizar. Hoy por fin ha vuelto a ir más o menos de una forma aceptable que me deja actualizar este fic :D


 


Saint Seiya pertenece y ha sido dibujado por Masami Kurumada y el Lost Canvas por Shiori Teshigori.

Cuando el sonido del timbre inundó su casa, Spica comenzó a ladrar. Asmita había notado que Spica últimamente ladraba cada vez que escuchaba el timbre, para luego acercarse a la puerta y tumbarse para restregarse un poco por el suelo y la propia puerta en un estado de continua felicidad. Por lo que Asmita concluyó que a Spica le gustaban las visitas.


 


El rubio dejó el libro que estaba leyendo, en Braille, sobre una mesilla junto al sofá y se levantó para preguntar quién era a su invitado. O mas bien para asegurarse de quien era, puesto que Aspros ya le había avisado de que ese día comerían juntos. Pese a que no tenía demasiadas ganas, por no decir ninguna.


 


Pulsó el botón del contestador automático para abrir a Aspros, después, colgó el portero automático. Y apartó a Spica con el pie para que se alejara de la puerta y así poder abrirla. Spica se levantó al notar que lo apartaban y se fue correteando por la casa.


 


Aspros subió en seguida las escaleras, sin embargo, a Asmita se le hizo una maldita eternidad. En esos momentos lo que menos le apetecía era pasar tiempo con Aspros. Ni en ese momento, ni nunca en general. Era paradójico, pero prefería mil veces la compañía de Defteros. Por eso de que no le había amenazado como una maldita rata y esos pequeños detalles.


 


Un olor muy agradable inundó el lugar, Asmita se concentró para saber que era. Se dio cuenta de que olía a flores, a muchas para ser más exacto. Algunas si que podía notarlas e identificarlas, mas otras era la primera vez que las olía. Era un olor agradable y la mezcla de todos los olores daba un resultado muy agradable.


 


—Buenos días—saludó Aspros radiante de felicidad cuando llego al umbral de la puerta.


 


—Hola—Asmita por el contrario, no estaba tan contento, mas no podía negar que ese aroma le producía bastante curiosidad.


 


Aspros extendió sus brazos hacía Asmita para darle el gigantesco ramo de flores, al hacerlo, el rubio notó por fin de donde provenía ese ahora. Por lo que estiró los brazos para agarrarlo. Realmente era un ramo grande, necesitó usar sus dos manos para poder sostenerlo sin que estuviera en peligro de caerse. La cantidad de olores que provenían de él le resultó asombrosa, sumado al hecho de que podía disfrutarlos por separado y que al unirse todos no producían un olor insoportable.


 


—¿Y esto?—preguntó Asmita, no tan de malas como acostumbraba.


 


El de pelo azul cerró la puerta, interiormente Asmita casi hasta se lo agradeció, se le había olvidado cerrarla, a veces Spica intentaba salir corriendo por el pasillo y no era precisamente fácil de pillar.


 


—¿No le puedo regalar nada a mi prometido?—cuestionó Aspros con una sonrisa radiante que Asmita no pudo ver, pero que se imaginó.


 


Y el que Aspros le tratara como si de verdad se hubieran prometido por amor y todo eso, solo lograba que el rubio quisiera partirle un poco la cara. Y eso que Asmita no era alguien violento, al contrario, si tenía que usar algo, prefería que fueran las palabras. Pero de verdad, le fastidiaba que Aspros le tratara así, cuando él estaba prometido con ese hombre porque le había amenazado. Y la verdad, no hacía nada por disimular la poca gracia que le hacía.


 


—Generalmente cuando dos personas se prometen en la actualidad, ambas tienden a estar de acuerdo—contestó Asmita mordaz— Así que lo de estar prometidos gracias a una amenaza, no es lo común.


 


—Asmita, yo de verdad te quiero—aseguró Aspros, realmente se veía como si lo dijera en serio y así era, solo que no lo demostraba de la mejor manera—. Y te aseguro que nunca te haré nada que te demuestre lo contrario—suspiró—.Se que nuestra relación no ha comenzado de la mejor manera, pero te aseguro que todo ira a mejor, de verdad, te lo prometo.


 


Lo peor de era que se notaba la sinceridad en cada una de sus palabras y eso hacía la situación mas inquietante. Por ello Asmita intentó pensar en otra cosa y caminó hacia una habitación para buscar un jarrón grande para las flores. No tenía ganas de responderle eso a Aspros.


 


Metió el ramo de flores en un jarrón grande que tenía de decoración en el cuarto de invitados, luego, fue a la cocina para coger una jarra de agua y volver a echarle agua a las flores. El jarrón pesaba como un muerto, por lo que le era más fácil apartar las flores y rellenarlo, que moverlo hasta el grifo más cercano.


 


El de pelo azul lo miró mientras hacía eso, sin meterse donde obviamente no lo llamaban. También se dedicó a acariciar un poco a Spica, este recibía las caricias con alegría, era un perro muy mimosos.


 


—Hoy cocino yo—dijo Aspros cuando vio a Asmita salir del cuarto. El rubio lo miró extrañado cuando se propuso para cocinar—. Me gusta cocinar.


 


—Como quieras—contestó Asmita con sequedad.


 


Aspros se lo tomó como un vale y fue hacía la cocina, dispuesto preparar la comida. Por su lado, Asmita lo escuchaba. A decir verdad le importaba poco que cocinase o dejase de hacerlo, por lo menos cocinaba bien y sabía que no tenía intención de envenenarlo ni nada raro. Aun así, se acercó a la cocina para ver como iba y por si necesitaba saber si necesitaba algún utensilio de cocina o algo por el estilo.


 


—Así que te gusta cocinar—comentó Asmita por el simple hecho de decir algo,aunque fuera por educación—.La verdad es que no me lo habría imaginado.


 


—Si, lo disfruto muchísimo—aseguró Aspros con una sonrisa—.No se, es que me relaja y me entretiene bastante. Es de ese tipo de cosas que jamás te habrías imaginado que serían para ti y te acaban encantado—se le veía realmente ilusionado al hablar de eso—. Aunque últimamente casi ni cocino mi comida, por no decir algo más complicado y divertido—se lamentó—.El trabajo me absorbe demasiado tiempo.


 


Tras esa pequeña conversación, el silencio volvió a reinar entre ellos, siendo roto por el sonido que Aspros hacía al cocinar, mas sin ser interrumpido en ningún momento por el sonido de sus voces. No se volvieron a dirigir la palabra hasta que estuvieron sentados el uno frente al otro comiendo en la mesa del salón.


 


—Mi hermano me ha contado que sacáis juntos a los perros—comentó Aspros de pronto, mientras comía.


 


—Solo ha sido una vez, pero vamos a repetirlo, así los perros se divierten y los paseos no son tan solitarios—dijo Asmita.


 


—Me alegra que os llevéis bien.


 


—Es lo que tiene que alguien te trate bien y no te amenace—escupió Asmita con toda la tranquilidad del mundo.


 


Aspros suspiró, debía haberse esperado alguna puñalada así, para su fortuna, ya se había acostumbrado a estas. Por lo que no le afectaban demasiado y decidió simplemente, cambiar de tema.


 


—También oí que estabas en el puerto cuando ocurrió la explosión


 


El rubio dejo de comer cuando Aspros dijo esas palabras, le sorprendía e inquietaba a partes iguales que el de pelo azul se hubiera enterado de eso. Mas al pensarlo con más detenimiento, el lugar era un pueblo grande y cabía la lógica posibilidad de que se hubiera hablado del tema y eso habría llegado a sus oídos. Pero Hasgard no se había enterado y él era el rey de los cotillas.


 


—Si, a Spica le dio por entrar—comentó, no quería dar muchos detalles sobre lo sucedido puesto que ni él mismo lo tenía del todo claro—. No me pasó nada, como puedes ver. Solo fue el pequeño susto del momento.


 


—Soy tu prometido y de verdad, me preocupo por ti—insistió Aspros—.Deberías habérmelo dicho aunque hayas salido intacto…


 


Asmita le volvió a mirar fijamente para después, continuar con su comida. Se las ponía demasiado fáciles.


 


—De todas maneras, te has enterado sin ningún problema—comentó molesto—. Podrías tener el detalle de contarme como.


 


Aspros continuó comiendo en vez de responderle a la primera, por lo que el rubio sospechó que seguramente la respuesta no le haría ni pizca de gracia. Así que o Aspros iba a pasar de responder, o estaba inventándose alguna excusa que no lo enfadara mucho.


 


—Soy el alcalde y muchos saben que tú eres mi prometido, así que Minos me contó sobre lo que ocurrió—habló por fin Aspros—. Pero no te dije nada porque quería que fueras tú el que sacara el tema—suspiró—Aunque ya he visto que no estabas muy por la labor—se lamentó.


 


Fue el turno de Asmita para quedarse callado, algo que decía que había gato encerrado y eso le mosqueaba demasiado. Mas prefirió no sacar el tema directamente, ya se enteraría, aunque le costara algo de tiempo.


 


—Como ya he dicho, no fue nada—afirmó Asmita cortante.


 


El silencio volvió a hacerse presente entre ellos hasta que comenzaron el postre. Aspros siempre calculaba al detalle cuando hablarle o cuando no a Asmita, no quería resultarle demasiado pesado. Por ello permitía esos largos ratos de silencio.


 


—Me gustaría que nos viéramos más...—comenzó aspros, pero antes de poder continuar la frase, Asmita le cortó.


 


—Soy ciego, nunca he podido verte y nunca lo haré.


 


Aspros suspiró, invocando a su paciencia. Se planteó en poner su mano sobre la de Asmita, pero sabía perfectamente que todavía no era el momento como para hacerlo, menos cuando llevaban tanto rato juntos y Asmita ya estaba realmente cansado de él.


 


—Me gustaría que pasáramos más tiempo juntos.


 


—A mí no.


 


De nuevo, Aspros ignoró a Asmita, pero esa vez de una manera mas descarada.


 


—Creo que estaría bien que nos comiéramos o cenáramos juntos como dos veces a la semana—propuso Aspros.


 


Había puesto una cifra pequeña para que Asmita se fuera acostumbrando a su presencia. Siempre que se trataba de Asmita, medía sus pasos y lo que tenía que hacer punto por punto, mil veces más de lo normal.


 


—Vale, cenemos juntos dos veces a la semana—accedió Asmita sin verse nada contento.


 


Solo decía que si porque no tenía ganas de que le amenazara.


 


—Me complace escuchar eso—afirmó Aspros con una sonrisa de autentica ilusión, casi parecía un niño al que le habían comprado su chuchería favorita—. Por cierto—habló Aspros con intención de cambiar el tema—En nada son las fiestas del pueblo, voy a estar un tanto ocupado, pero podríamos ir juntos a alguna actividad—propuso.


 


—Vale—fue la seca respuesta de Asmita.


 


No le hacía ninguna gracia que le vieran con Aspros en plan de: “estamos prometidos y todo es maravilloso” o algo por el estilo. Mas sabía a la perfección que ese momento iba a llegar tarde o temprano, sin embargo, para él cuanto más tardase, mejor.


 


Por el contrario, Aspros estaba que rebosaba felicidad porque Asmita le hubiera dicho que vale a aquellas propuestas. Sabía perfectamente que solo decía que si porque estaba vilmente amenazado, pero le hacía ilusión imaginarse que lo decía porque de verdad quería hacerlo.


 


—Ya verás como serán unas fiestas muy divertidas—aseguró Aspros.


 


El rubio asintió un poco por la cabeza, mas no tenía ni idea lo que tenía pensado Aspros hacer a partir de esas fiestas, incluso mientras las propias fiestas. Lo que si que sospechaba era que Aspros le ocultaba muchas cosas, la mayoría probablemente inquietantes. Y a decir verdad, tenía unas ganas inmensas de poder sonsacarle todo eso.


 


—Si, estoy seguro de eso—comentó Asmita con sarcasmo.


 


Esperaba que Aspros de verdad lo amara tanto como decía hacerlo, porque si eso era verdad, el poder sacarle todo lo que quería sería más sencillo. De todas maneras, si se sabía emplear, el amor podía ser una gran debilidad. Y Asmita tenía pensado sacarle provecho a eso como fuera. Podría acabar resignandose a casarse con ese hombre al que no soportaba, mas no iba a permitir que eso le saliera gratis a Aspros.


 


—Seguramente me pase también por las fiestas con tu hermano—comentó Asmita, total, si no se lo decía él, se lo diría Defteros.


 


—¡Me alegra escuchar eso!—afirmó Aspros contento.


 


La conversación volvió a diluirse en poco tiempo y el silencio reinó entre ellos. Finalmente, Aspros se marchó, alegando que tenía trabajo del que encargarse. Se despidió con un tierno beso en la mejilla de Asmita.


 


Mientras lo veía irse, Asmita se planteó seriamente si Aspros estaba relacionado con lo ocurrido en el puerto, no solo con la explosión, sino con todo, robos incluidos. Era alguien que obviamente ocultaba muchísimas cosas y el rubio tenía ganas de descubrirlas. A lo mejor así podía hundir un poco la reputación de Aspros.


 


Si lo pensaba con detenimiento, no sabía cuando pasó de un resignado enfado a querer aprovecharse de su situación para poder sacarle los trapos sucios a Aspros. Supuso que el tener que aguantar a alguien a quien no le tienes aprecio ninguno durante un tiempo, sumado a lo de aguantarlo como un supuesto novio. Hace que los sentimientos de uno no sean lo más inocentes y bien intencionados posibles.


 


Sintió como Spica comenzó a jugar entre sus pies y se relajó, ni se había dado cuenta de lo tenso que estaba. Por mucho resentimiento que tuviera pos Aspros, no quería darle la importancia de estar pensando en él todo el día. Por eso comenzó a jugar un rato con Spica, para pensar en otras cosas y estar algo más tranquilo. Algo le decía que en el futuro, extrañaría esa tranquilidad.


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