Al día siguiente, en la Universidad de Konoha, todas las chicas y donceles hablaban del programa donde se leyó esa carta anónima. Algunos se jactaban de haber escrito esa carta, pero luego decían que en realidad les gustaría ser a quien se le dedico esa carta.
Por otro lado, el grupo de varones se hallaba distante del ajetreo.
- ¿Por qué se emocionan por una carta?
- ¿Qué no escuchaste el contenido? –hablo un pelirrojo- sea quien sea debe ser alguien muy enamorado, ya sea varón, doncel o chica, no teme expresar sus sentimientos
- No seas ridículo Sasori, ¿o acaso fuiste tú quien la escribió?
- No, pero si lo fuera no me importarían tus burlas Kisame
¿y tú que dices Itachi?
El mencionado estaba leyendo un libro, pero por más que se concentraba, no podía evitar escuchar a sus compañeros
- Concuerdo con Sasori
- ¿ah?, ¿será que lo dices porque tu hermano llamo a ese programa y lo escucho hasta que ese rubio carita de zorro le dio el sí?
- Si y no hables así de él
- Eh, Kisame….
- ¿de quién?, ¿de Sasuke o de tu inocente cuñado?
- Kisame…
- Espera Sasori
- Yo creo que no
Kisame volteo a ver a su compañero quien señalaba a alguien y en su rostro vio una expresión de terror. El “cara de tiburón” como lo apodaban, volteo asustado, viendo un rostro que hasta el mismo diablo se asustaría
- ¿Deidara?
- Hola Kisame -con voz “tranquila”- dime… ¿a quien llamaste “cara de zorro”?
- Bueno… yo… Sasori
Cuando volteo el susodicho ya no estaba, Kisame busco a Itachi, pero este tampoco estaba. Ambos, junto con el resto de la clase se encontraban en la entrada del salón, sabían que hacer enojar a Deidara era un pase directo al hospital o firma de muerte.
Si bien Deidara era tranquilo y amable, no toleraba que nadie hablara mal o se burlara de su hermano, después del bullyng que este sufrió. Kisame no sabía cómo zafarse, solo dio un suspiro, mientras Deidara tronaba sus nudillos. 5 minutos después, Kisame era llevado a la enfermería. Itachi como pudo lo llevo cargando hasta ahí.
- Ahh… -se quejaba Kisame- ¿Itachi?
- Menos mal que despertaste, sabes que no se debe provocar a Deidara
- Lo se… pero –comprobando que estaban solos- ¿de verdad que le vez?
Itachi dio un suspiro y se puso de pie, parándose frente a la ventana
- Sabes que nos conocemos desde niños y desde entonces…
- Lo sé, lo se… pero no entiendo porque tu hermano y Naruto no se conocieron.
- Ellos nacieron, mientras nosotros estábamos en 6to. Grado, después Dei y su familia se mudaron. Hasta hace poco que volvieron
- Espera… ¿entonces fuiste tú quien envió esa carta?
- Puede ser -volteo sonriendo
Kisame le devolvió la sonrisa. Mientras tanto en el salón, Sasori y Deidara seguían conversando
- Esta vez te pasaste
- Ese robalo se lo busco, nadie habla mal de mi padre o de mi hermano y vive para contarlo
- ¿no crees que estas siendo muy sobreprotector con Naruto?
- Tal vez -suspiro- pero le prometí a mamá que cuidaría de Naruto
- Hace ya dos años que murió
- Si, papá casi no tiene tiempo porque está estudiando para conseguir una de las plazas de maestros. Lo cual es bueno, para superar el luto y Naruto…
- ¿tiene a su novio?
- Si -sonriendo- más le vale a ese idiota no hacerlo llorar o lo mato
Sasori rio nervioso, conocía a su amigo y por supuesto conocía la historia de Itachi y Deidara. Por lo que para calmarlo, con esperanza de no arruinarlo
- Dei… entonces tú enviaste la carta de ayer, ¿verdad?
- Yo… -sonrojándose
- ¿si fuiste tú, cierto?
- No… pero… -dudando- me hubiese gustado que él me la hubiera dedicado
- Dei -insistió Sasori- vamos no le diré a nadie.
- Está bien, si, con ayuda de Naruto la escribí, ¿contento?
Sasori decidió ya no insistir, no quería provocarlo más. A la hora de salida, Itachi estaba en la puerta, cuando vio a Deidara, quien al verlo sonrió
- Te tardaste -dijo Itachi
- Lo siento, pero sabes que se acerca el festival y tengo que organizarme con los de preparatoria
- Lo sé, cuando se trata de arte nada te detiene
- Mira quien lo dice el “señor fanático de las katanas”
Ambos sonrieron para iniciar su camino. Ninguno lo admitía que se gustaban mutuamente, pero no se atrevían a decírselo, uno por orgulloso y otro por tímido. Pero en el fondo, uno era el escritor de la carta que Lúthien leyó en su programa. Y quizá, pronto se revelaría.