Capítulo cinco- PRELUDIO: Antes de actuar
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Su vida era normal y extraña…¿era eso posible?
Al parecer sí, la cosa era el porqué, bueno, tendremos que explicarlo.
Su nueva vida era maravillosa sin dudas, los Peverell eran personas muy buenas, lo amaban sin límites e incondicionalmente, su día a día era tan feliz y placentero que Harry se olvidó brevemente de su anterior vida, nuevos y maravillosos recuerdos empujaron los crueles y dolorosos al fondo de su memoria, no luchó por volver a recordar, permitió que los rostros de sus seres queridos se difuminaran, dibujando sobre esos borrones los gestos de Acube y Rasalhange. Casi rompió su promesa
Y se sintió como basura. Fue una noche en que tuvo una horrible pesadilla la que le recordó a qué venía y quién era realmente. Hogwarts en llamas, sus amigos y demás personas amadas yacían en un charco de su propia sangre y le preguntaban a gritos al joven mago porqué los había olvidado. Harry despertó gritando y llorando, rogándole a sus recuerdos que lo perdonaran por haber permitido que su mente casi los olvidara; escuchó el portazo que dio su padre al entrar corriendo con varita en mano a su habitación, buscando cualquier peligro que fuera responsable de la agitación de su heredero. Cuando vio que no había nadie más ahí, Acube se le acercó con cuidado, rodeándolo en un abrazo apretado y protector, el pequeño de apenas cinco años se aferraba a su cuerpo como si temiera quedarse solo, lo acomodó sobre su pecho mientras los arropaba a ambos en la gran cama cubierta de un edredón de color azul con estrellas amarillas que brillaban débilmente, volteó a ver a Evan para preguntarle por su alteración, pero el niño ya se había quedado dormido.
Al día siguiente, cuando su hijo bajó a desayunar, no besó la mejilla de Ras ni le permitió a Acube que lo besara en la frente como saludo, fue directamente a su asiento, en vez de eso les dedicó un saludo cortés y una sonrisa cálida antes de comenzar a comer. Ambos padres se voltearon a ver extrañados por la actitud del pequeño. Con el tiempo se dieron cuenta de que eso sería normal en él después de que tuviera una pesadilla, despertaba a mitad de la noche alterado, se dormía sin hablar de su sueño, se comportaba un poco distante al día siguiente y después volvía a ser su pequeño y dulce príncipe, que corría gustoso a los brazos de sus padres.
Cuando cumplió ocho años, su cerebro alcanzó la suficiente madurez como para usar de nuevo su magia sin problemas, sorprendiendo a su papá Ras cuando éste le vio arreglar el hermoso espejo de mano que la abuela Hydra le había regalado al adulto cuando salió del colegio, ya que Evan lo había tirado por accidente mientras practicaba con él el hechizo levitador. Rasalhange armó un alboroto, tomó a su hijo en brazos y lo llevó corriendo a la oficina de su esposo para hablarle sobre la proeza del niño, ese fue el empuje que Evan necesitaba para comenzar con su preparación y por ende, con sus planes. Inmediatamente después de que le mostrara de nuevo a ambos hombres cómo reparaba el espejo, fueron convocados decenas de profesores de cualquier materia que Evan pudiera imaginar, sus clases básicas de literatura, matemáticas, etiqueta, ciencias, geografía, etcétera fueron relevadas por las clases que un niño mágico común tomaba hasta que entraba a Hogwarts. Al año siguiente, para estupor total de sus padres y profesores, había terminado el programa completo de los siete años del colegio y al siguiente tenía con una calificación perfecta todos los cursos avanzados.
Cuando vieron esto, sus padres no supieron qué hacer, estaban orgullosos del genio que mostraba a tan temprana edad, pero también se preocupaban por su madurez, creyeron que era debido a la falta de compañía, se la vivía explorando el castillo, charlando con los retratos y las criaturas que habitaban dentro y fuera de él, pero cuando se lo comentaron al niño, éste les dijo que su soledad no era un problema, es más, les dijo que eso era algo que le gustaba mucho ya que los tenía a ambos solo para él mismo, comentando también que ser observado por la gente era algo que le desagradaba, en especial gente como reporteros y lame botas. Eso último los dejó perplejos, ¿Cuándo un reportero u otras personas se habían acercado al chico?
POV HARRY/EVAN
Abrí mis ojos lentamente, aun los sentía pesados; había pasado toda la tarde jugando Quidditch con padre, cerca de cuatro horas, y cuando por fin bajamos a tierra ambos estábamos exhaustos, comimos la merienda que papá nos preparó y nos duchamos juntos. Al terminar, padre se fue a atender sus asuntos mientras yo me iba a tomar una breve siesta.
Hice un tempus sin varita para saber la hora, la luz ya no entraba por el gran ventanal de mi habitación, eran la una y media de la mañana ¡valla! Había dormido demasiado, suspiré mientras me daba la vuelta sobre la cama, enredando las sábanas frías alrededor de mis piernas, observando mi alrededor: mi cuarto era muy grande, más grande que la casa completa de los Dursley, los muebles eran hermosos, estaban tallados en madera de cedro blanco cubiertos por una brillante capa de barniz egipcio; las alfombras persas, suaves bajo mis pies descalzos seguían como nuevas, impecables a pesar de las veces en que había tirado cosas como alimento y pintura sobre ellas cuando era más pequeño; las paredes estaban cubiertas por tapices de colores cálidos, los posters de equipos deportivos y los cuadros de marcos dorados los adornaban, haciendo juego con el bellísimo candelabro de cristal alemán que colgaba del techo junto a colgantes de hipogrifos y pegasos hechos de oro con incrustaciones de esmeraldas en sus ojos; posé mi mirada sobre la chimenea de mármol azul, cuyas llamas amarillas hacían que el cuarto brillara con luz verde, los retratos de mis padres estaban ahí, entre huevos Fabergé que papá había comprado por impulso y figuritas de papel que Toffy, mi elfa doméstica, me enseñó a hacer; la luz me distrajo cuando hiso brillar el espejo del tocador, junto con las delicadas botellitas de cristal que contenían perfumes exóticos que descansaban sobre él, los cepillos de marfil, las manijas de plata, la madera blanca, todo tenía un halo luminoso. ¿Quién habría de imaginar que el pobre huérfano Potter viviría algún día entre semejante riqueza? Nadie, eso era seguro, ni siquiera yo lo habría pensado.
Estiré mi cuerpo cual gato sobre las sábanas de seda, hundiendo mi cabeza en los almohadones de pluma que estaban enfundados en terciopelo; llevé dos de mis dedos al puente de mi nariz para masajearla y volver a abrir mis ojos, perdiéndolos entre las cortinas de lino de mi cama, me di un momento para pensar en todo lo que había ocurrido hasta ahora.
El último año había sido bastante interesante en cuanto a aprendizaje, ya que recibí clases avanzadas de lo que ya sabía y pude mejorar extraordinariamente en cuanto a defensa, artes oscuras y- para mi asombro- pociones; las pesadillas habían desaparecido casi por completo, aún tenía alguna de vez en cuando como recordatorio de aquello que no podía dejar atrás; mis padres siempre estaban ahí cuando los necesitaba, en realidad, rara vez salían de Peverell Manor, padre trabajaba casi todo el día dentro de su gran estudio en la torre este y papá gustaba de leer en la biblioteca o ayudaba en los negocios familiares cuando era necesario, esto me resultaba extraño al principio, si no mal recordaba, los Lores solían dejar a sus familias la mayoría del tiempo, acudiendo a comidas y reuniones políticas para adquirir influencias y más poder, justo como había visto hacerlo a Lucius Malfoy y a la mayoría de los padres de los Slytherin; pero revisando un día en los cajones del escritorio de padre, encontré un periódico de hace varios años, el encabezado decía “Los reyes del mundo mágico mueren, la familia Péndragon consumida por las llamas”, el artículo hablaba de un misterioso accidente que provocó el deceso de mi familia, fue entonces que entendí por qué jamás salíamos sin un hechizo glamour sobre nosotros, porqué yo había crecido tan aislado y porqué mis padres nunca salían, al parecer nuestra familia operaba varios negocios desde las sombras amparada en su falsa muerte.
Esto me dio una gran idea: según lo que me habían contado Acube y Rasalhange cuando se me aparecieron la noche en que me fui de mi tiempo, se suponía que mi muerte prematura desencadenaría el tenebroso futuro en el que tantos habían muerto y que había dejado al mundo mágico casi completamente destruido, pues bien, ya sabía cómo comenzar. La persona que había provocado ese incendio en el hospital me dio el anonimato que necesitaba para poder actuar en su contra, ¡qué ironía!, el pobre desgraciado no sabía con quién se estaba metiendo. Tantas muertes de seres que yo amaba, una infancia triste y dolorosa, caos, guerra, horror, dolor y sangre, todo me lo pagaría, quien fuera que fuese esa persona, pagaría por todo el daño que había hecho.
Me lo juré a mí mismo, no descansaré hasta ver al responsable de todo eso suplicando piedad a mis pies, yo ya no era solo Harry Potter, la vida que llevé me enseñó muchas cosas y la que llevo ahora las reforzó, llegué a pensar que Voldemort realmente tenía razón al decir que no existía el bien ni el mal, solo hay poder y personas demasiado débiles para buscarlo. Mi familia era oscura, pero no por eso era mala y, si no mal recordaba, en la luz había magos que no eran exactamente buenas personas. Volví al tiempo en el que se puede cambiar al mundo sin necesidad de sacrificios, ahora lo único que necesito es averiguar quiénes están aquí, debo hubicar el punto exacto del tiempo en el que me encuentro, sabiendo eso puedo organizarme e iniciar mi búsqueda de aquel que puede ayudarme, Tom Riddle.