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La Expansión del Universo por Naghi Tan

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Tercera Expansión

"Creo que me estoy ahogando,

Asfixiando.

Quiero romper el hechizo

Que tu haz creado.

Tú eres algo hermoso

una contradicción,

quiero jugar el juego,

quiero la ficción.

Tú vas a ser

mi muerte,

sí, tú vas a ser

mi muerte.

Time is running out— Muse.

Una de las cosas que Zoro odiaba, sobre todo, era que una de las mujeres del grupo de sus amistades se aprovechase de su persona —superado solo cuando era a Sanji al que se lo hacían—, así que ahí estaba, ayudando a Robin a mover unas cajas hacia el ático, por lo poco que había escuchado —prestar atención no era una de sus cualidades— las cajas contenían documentos de historia sobre diferentes culturas, todas escritas a mano.

Entendía muy bien el amor que se le tenía a algo que se gustaba hacer, amor que comprendía demasiado porque él mismo tenía un propio trabajo que hacer, uno donde se tenía que superar día a día, cumpliendo así una de las promesas que le había hecho a una amiga, promesa que constaba en ser uno de los mejores esgrimistas del mundo, pero también abarcando diferentes artes marciales, trabajaba con constancia, era dueño de un dojo y participaba en diferentes torneos saliendo de viaje con frecuencia.

A sus veinticuatro años de edad había recorrido la mitad del mundo, pero siempre regresaba a donde pertenecía, donde se había criado y el lugar donde había conocido a todos sus amigos, lugar donde el clima siempre era frío pero que se volvía cálido en verano, en el cual sabía que a donde fuese, al llegar siempre tendría una cálida bienvenida.

Había pasado tantas cosas, niñez un tanto tranquila que si no hubiese sido por la muerte de Kuina, toda su infancia hubiera resultado de lo más normal. En días como esos se ponía a pensar —sin querer— cómo hubiera sido su vida si la chica no hubiese muerto, quizás se hubiesen casado, porque reconocía que la había amado cuando era niño, no estuviera con Sanji, quizás ya hubiera en su vida un hijo y fuera el dueño de un dojo de lo más normal, sin motivación para superarse, dado que solo se centraría en Kuina.

Y eso le irritaba, porque esa vida sabía que le aburriría, no estaría satisfecho porque siempre viviría con un vacío en su interior.

—Deja las cajas en ese lugar— le señaló la arqueóloga, sacándolo de sus pensamientos.

—¿Son todas o faltan más?— gruñó irritado porque era idiota sentirse frustrado por algo que no había ocurrido, sin embargo no esperó respuesta, salió de esa casa para tomar un poco de aire, salió porque sentía que estaba perdiendo algo en ese momento y que le costaría trabajo hacer que volviese.

Caminó rápidamente, con la sensación de ahogo en su pecho, quería llegar al departamento, algo le decía que era el lugar a donde tenía que ir, pero solo había caminado unos cuantos metros y se había desubicado. Negó. Todo estaría bien, Sanji regresaría y ellos hablarían, porque eso era lo que ambos necesitaban: comunicación y promesas de cambio. Porque una relación era de dos personas, cuando una relación terminaba era porque ninguna de las partes pudo seguir adelante y ambos hombres odiaban perder y eso sería una perdida.

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Law maldijo por lo bajo, había recibido una llamada del hospital, donde le avisaban que su paciente estaba grave, cuando le dijeron eso no esperó que Basil le diera respuesta a su pregunta. Había tardado en estudiar a su paciente, le había hecho los estudios pertinentes y el que estuviese grave le había puesto de malas, porque con eso, significaba que algo había hecho mal, algo se le había pasado.

Pero al llegar recibió la noticia —por parte de una enfermera— de que su paciente estaba grave por tomar mucho alcohol, nada tenía que ver el tumor, la razón era ajena a sus preocupaciones iniciales, al recibir esa información había suspirado de alivio, para después tratar de no matar él mismo a su paciente, le había dado las indicaciones pertinentes: nada de agua, nada de alimentos, solo reposo. Pero el humano es terco y ese tipo decidió que debía de tomar como poseso, al punto de casi caer en un coma etílico.

Esplendido.

Ahora tenían que esperar dos días más para poder operarlo, y esos días se veían tan lejanos y pesados, trató de sentir empatía por el sujeto, pero no podía, así no era él, se preocupaba —muy a su manera—, pero si la persona no hacía de su parte por curarse, nada podía hacer. Quizás su paciente tuvo miedo, o lo más seguro es que quiso tomar para armarse de valor, o lo menos apto: todo le daba lo mismo.

Cualquiera que fuese el detonante, ya no importaba, había mandado a Sachi y Penguin a mantenerlo en observación, confiaba mucho en ese par como para dejar todo en sus manos, necesitaba revisar de nueva cuenta el expediente de su paciente, así que no requerría de más distracciones de las necesarias, entraría a su oficina, buscaría el expediente y se iría a su departamento, ahí era el lugar más tranquilo para poder revisar todo.

La búsqueda del expediente no fue extenuante, dado que ese caso no lo había dejado de lado y era su prioridad, el nombre de su paciente solo fue hojeado de pasada en la carpeta amarilla y Law salió sin mirar de nueva cuenta su oficina.

Hay ciertas cosas que pasan en el Universo y que son las más odiadas por casi la mayoría de las personas, uno que poco toleraba Law, era el que el mundo fuese tan pequeño, minúsculo y ridículamente estrecho —estaba consciente de que todas esas palabras eran sinónimos—, más en esa ocasión, donde dando la espalda se encontraba su padre adoptivo, junto a él un grupo de personas le hablaban con gran entusiasmo.

Y de nueva cuenta tuvo que darse la vuelta rápidamente, para salir del hospital en la parte trasera, donde diversos médicos y enfermeros se amontonaban para fumar un cigarro antes de volver a la extenuante rutina.

Así había estado por años, escondiéndose de aquel hombre, fue solo cuando se estableció como médico cirujano en aquel hospital que dejó de viajar por todas partes, eso y la constante preocupación por su tío adoptivo, que por mucho que no quisiese a su padre, el cariño que le tenía a su tío era demasiado.

Law no quería encontrarse frente a frente con su padre, era tonto pensar que ese hombre no conociese su paradero, cuando uno de los principales motivos del moreno era estar en el hospital en el que su tío estaba internado.

No era momento para distraerse en sus problemas personales, se reprendió internamente y apretó con fuerza el archivo que llevaba, su paciente estaba a unos días de ser operado y necesitaba hacer los estudios correspondientes porque aquel imprevisto les iba a acortar la esperanza de vida de aquel sujeto. Las negociaciones para que les cambiaran la fecha las haría Jean, en un hospital de alto prestigio era normal que las mayorías de las salas de operaciones estuvieran ocupadas casi todos los días, y apartar una requería tiempo, Jean sabría como hacerle para los cambios.

Había hecho que sus residentes estuvieran atentos a todo, no quería molestias de ningún tipo y mucho menos distracciones, el hospital en el que trabajaba se encontraba a tres cuadras del departamento y sólo le bastaba ir a pie para llegar a ambos lugares, esos lugares donde su vida estaba dividida. Pasó la mano libre por su cabello, y caminó más deprisa, sentía que algo grande iba a pasar, pero no sabía si era bueno o malo. Las cosas grandes bien podrían ser buenas para algunos, pero él ya no creía en la buena fortuna.

Miró el cielo, estaba atardeciendo y el naranja era el color que más deslumbraba, pronto, en un par de semanas, el cielo estaría cubierto de nubes, anunciando que el otoño se apoderaría de los cielos y que el frío aire sería el causante de varias heladas. Le gustaba el clima frío, donde la temperatura descendía bajo cero y el agua estaba más que helada, aquello le recordaba a su infancia en los países de Europa, más especifico: de Inglaterra.

Cuando estaba apunto de llegar al edificio donde vivía, su celular vibró, Law se tomó su tiempo para sacarlo de uno de los bolsillos del pantalón, deslizó el dedo en la pantalla con los patrones de seguridad que tenía y leyó el mensaje, Bonney le había mandado una serie de emoticones fluorescentes y sólo tenían sentido para las personas que la conocían, lastimosamente Law la conocía bien y sabía captar el mensaje "Mueve tu culo y reúnete con nosotros", por nosotros seguramente se refería a Kid, Killer, Apoo, Capone, Uruge y ella misma, Law no tenía ganas de ir con ellos, le era más importante estudiar a su paciente que escuchar las eternas discusiones que había entre todos ellos, porque era bien sabido que todos ellos no podían estar juntos sin tener una pelea en menos de dos minutos —y ese tiempo era el máximo estipulado— comenzó a teclear números que sólo Bonney entendería, ellos eran inteligentes a su manera, desde Luffy hasta Bonney, ellos once —si contaba a Basil, X Drake y Zoro—, eran dotados en diferentes ramas. Comenzó a escribir los números que sumados cada cual darían con un juego de palabras , Bonney era buena con los números y las sumas rápidas: 14, 16; 4, 5, 14, 9, 14, 7, 22, 14, 1; 13, 1, 14, 5, 19, 1. Pero en ese momento no tenía ganas de ningún juego de palabra y digitó los números y demás signos ortográficos necesarios para darle el mensaje y ser entendido. Lo envió, tan rápido y sencillo.

Pero la respuesta no le gustó, Bonney iba a ir a buscarlo si no iba y la última vez que lo había hecho la mujer casi lo había sacado arrastrándolo con todo y sofá.

No le quedaba de otra, ella junto con Luffy lo llegaban a exasperar de una manera tan brutal, que prefería evitar hacer que ellos se divirtiesen a su costa. Quizás y sí necesitase tomarse un respiro, su paciente era importante, claro estaba, él como médico debía de tener como prioridad la salud de otras personas, pero ¿Qué hacer con una persona que no quería ayudarse así misma? Law ponía todo de su parte, noches de desvelos para estudiar a ese hombre, mal comía y no despegaba los ojos de los libros nuevos de los modernos avances en la medicina, no era especialista sobre el tema del cáncer —oncólogo—, pero tenía que estudiarlo a pesar de ser cirujano especialista en el sistema nervioso. Si su paciente no se cuidaba, él nada podía hacer, sus internos y compañeros doctores, al igual que él, estaban haciendo lo posible, su grupo era de los pocos que no tomaban vacaciones, era extraño que alguno faltase, tenían que tener sus días de descanso porque era obligatorio, si no, ni siquiera irían a sus casas. Suspiró, confiaba en su grupo, lo único que había que hacer era drenar el exceso de alcohol de la sangre del hombre y volverían a esperar, mientras más estudios se realizaban. Dio media vuelta y respondió el mensaje, tecleó los números y siguió el camino que lo llevaría hacia el punto de reunión, la carpeta en su mano era importante, lo estudiaría, más tendría que tratar de balancear su trabajo y vida social.

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Sintió vibrar el teléfono celular, el hombre dio un suspiro pesado, había viajado por casi todo el mundo y por fin había llegado a su ciudad natal. Salir del aeropuerto había sido una odisea total, entre la seguridad que era aún más rigurosa y el que vestía ropas inadecuadas para la mayoría de los seres humanos ¿Qué? No era su culpa que los shorts hasta las rodillas y las botas estilo militar fueran tan cómodas, ni mucho menos que las camisas le causaran un calor terrible que prefería tenerlas desabrochadas, bajó el sombrero que traía y sacudió todo el cuerpo, le habían revisado hasta donde nadie debía de revisar. A su lado, uno de sus amigos se reía de él, los otros cuatros se quejaban de que por su culpa tenían que retrasarse aún más, todavía les quedaba una hora de viaje para llegar exactamente a su hogar.

—Ace— un rubio de ojos perezosos y más alto que él le llamó— tenemos que apurarnos.

El joven sonrió, causando que con las pecas que tenía en sus mejillas se viera más infantil. Asintió y se dispuso a aguardar el celular hasta que vio el nombre.

—Cariño— susurró angustiado, mirando el móvil y abriendo el mensaje— ¿Qué te ocurre?

La persona que le había mandado el mensaje era uno de sus más grandes y querido amigo, haría todo porque él estuviese con bien, sonrió cálidamente, porque llegaba en un buen momento.

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Basil suspiró y a la mente le vino que el alma se iba en cada uno de ellos, Drake se había marchado momentos después de que la puerta vecina había sido cerrada, ahora, solo, podía barajar y leer las cartas con mejor precisión y menos interrupciones. Lo que momentos antes había sido un inconveniente, parecía que ya estaba planeado, el destino era, con los allegados de Luffy, muy cambiante, siempre para mejorar, nunca para lastimarlos.

Los arcanos mayores auguraban problemas cercanos, problemas difíciles de llevar y que rodeaban a más de quince personas, incluyéndolo, estaban involucrados. El pasado de cada uno de ellos llegaría para absorverlos y ponerlos a prueba, muertes futuras imposibles de eludir, sentimientos de odio y traición, Basil dejó las cartas y se masajeó la frente, las cartas lo repelían, se rasgaron de las esquinas y una de ella se partió por la mitad. Posó sus orbes carmines hacia uno de los espejos del departamento y este se rompió en un estallido, seguido por un terrible dolor de cabeza, y supo enseguida que sus visiones no estarían con él por un largo tiempo, era malo apegarse a las personas e involucrarse emocionalmente con ellos. La última vez que había sucedido no había podido ver el futuro por más de seis meses —tiempo que le tomó para poner todo en orden— y su mundo se había hecho pedazos tan pequeños que Drake todavía tenía que recogerlos en cada uno de sus continuos ataques de pánico.

Sabía muy bien que ya no podía continuar con expansiones metafísicas, pero entonces, su camino o su destino era empujar... ayudar.

La frustración se hizo presente, estaba solo y debía controlarse, las paredes parecían quererlo aplastar, pero era ilógico, el departamento era lo suficientemente grande como para sentirse ahogado, pero estaba solo. Él, aunque solo trabajase en la enseñanza de idiomas por correspondencia, nunca estaba solo, en el departamento estaban Drake o Law, sabía que cruzando el pasillo estaban sus vecinos y que en la oficina en la que iba todos los días, sus compañeros de trabajo estaban pululando por todo el lugar, oliendo a tinta como él, a incienso y a mundos mágicos, pero ahora, cruzando el pasillo, ya no había nadie que le causase tranquilidad, el aroma a tabaco se estaba disipando y el olor a cerveza barata lo estaba sustituyendo, ya no tendrían al rubio que entraba a fisgonear al departamento, revisaba la nevera y les reprendía duramente por la escasa despensa que había, no tendrían a quien callar y decirle que continuase cocinando.

Basil buscó entre sus cosas, después de caminar rápidamente a su habitación y sacó tinta, plumas y hojas, y escribió, escribió con letra fina y en francés, escribió para un estudiante idiota y contó una vida creada de mentiras, dónde él era un chico de los años 80's y odiaba la represión, era un punk de cabellos negros y con inicio de neumonía, que luchaba para ser escuchado.

Dejó caer la pluma y cerró la puerta con seguro, el mundo no debía de colarse en sus letras de fantasía.

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Al llegar al punto de reunión, Law trató de dar media vuelta y escapar sin ser visto, lástima que la suerte le odiaba y de una manera extraordinaria el que lo vio fue Luffy y no alguien más.

—¡Torao!— Luffy balbuceó, ladeando la cabeza y sonriendo ante la molestia del ojeroso, ese chiquillo no sabía pronunciar su apellido y lo balbuceaba como si no importara.

—Law— chistó molesto— si no puedes pronunciar mi apellido, dime Law— buscó un asiento libre en la mesa que habían juntado para que todos estuvieran cerca, sólo había un espacio libre entre Bonney y Luffy, bendita suerte la suya, quiso mostrar el dedo mayor al cielo, pero se vería infantil y él ya era un adulto cerca de los treinta, había un limite ante el infantilismo.

—Hombre— Bonney le golpeó el hombro de manera brusca a modo de saludo, y Law pudo atrapar su gorra antes de cayera sobre la sopa de Capone, ese hombre era muy molesto cuando le interrumpían en medio de su comida. —Pensábamos que te habías perdido.

Iba a responder de una forma tan cortante e irónica que no era el descerebrado de Roronoa-ya, pero Uruge le interrumpió.

—Ordena Trafalgar— dijo con una sonrisa mientras le veía como si de un niño se tratase y le pasaba el menú, aquella cafetería también servía comida sencilla.

El ojeroso arqueó una ceja y con una rápida lectura pidió a la mesera un café y un plato de sopa de tomate, la mayoría del menú estaba basado en pan y el lo detestaba.

—¿De qué cosa importante tenemos que hablar?— Kid preguntó, se veía aburrido y con ganas de salir pitando del lugar, a su lado Killer estaba de mediador, porque Apoo parecía estar acercándose peligrosamente hacía el pelirrojo.

—Luffy fue el que pidió que los llamara a todos— el nombrado estaba tratando de robarle la comida a Uruge, Bonney señaló a Law— sabemos que a esta hora Basil y Drake están en sus trabajos, así que Capone me dijo que contigo era suficiente.

—Y Zoro ya sabe lo que voy a decir— el menor de todos ellos sonrió, había podido hacerse de una dona—, así que no es necesaria su presencia.

La curiosidad de todos fue palpable, Law debía admitir que de todos ellos, el único que hacía que en verdad prestaran absoluta atención era Luffy, aunque esperaba que lo que iba a anunciar no fuera ridículo, ese chico podía sorprenderlos de ambas maneras.

Y mientras esperaba su orden, incitó al menor a hablar.

—Mi hermano, Ace— todos asintieron, conocían a Ace, cada uno de ellos de una forma particular, Bonney en su momento había sido amante de este, pero sus personalidades chocaban demasiado, ella auto suficiente y él con la necesidad de saber cual era su destino, sumado a su necesidad de proteger algo, lo que fuese, por suerte, habían quedado como buenos amigos, el pecoso pudo lograr lo que la mayoría no de los ex amantes de la de cabellos rosas no, —regresa, no sé si se presente hoy o dentro de una semana, pero me ha dicho que hay un movimiento irregular proveniente de Francia que se ha extendido al sur de los Estados Unidos, comenzando con Nueva Orleans y deduce que seguirá su rumbo al Norte —Law podía apostar y se sabía ganador de que Luffy decía lo que su hermano le había dicho pero que no le había entendido ni un carajo.

—¿Y eso qué tiene que ver con nosotros?— Apoo se cruzó de brazos y suspiró —Si Ace ha hecho algo tan malo como para informarnos de esta manera —el propio Apoo echó la cabeza hacía atrás— me niego en sacarlo en el agujero en el que se ha metido. Whitebeard, su padre, como él dice, bien puede sacarlo de esos problemas. Cada uno de nosotros hemos aprovechado nuestras cualidades para sobresalir en algo. Decidimos estar entre las sombras, atacar por debajo —Apoo estaba en lo cierto—, estamos en un tiempo donde se nos puede localizar en el menor descuido. Tus peleas ilegales no han causado tanto daño como Drake con sus grandes desfalcos al banco Mundial, pero gracias que cada uno contamos con un equipo que cubre nuestras huellas no hemos caído. ¿Qué quiere Ace? ¿Qué lo ayudemos para que Whitebeard se enorgullezca de él? Olvidalo.

Cada palabra que Apoo había dicho era verdad, ninguno se movería para ayudar al hermano de Luffy, al contrario que este, Ace era demasiado obstinado y ponía su vida en constante peligro, Luffy era un poco más prudente —en lo que cabía— siempre pensaba en sus aliados y propio equipo, a tal grado que el menor los consideraba como miembros de su propia familia y hacía de todo para ayudarles.

—Sabo me ha dicho lo mismo— Luffy parecía triste, pero fue en un solo segundo —, él ya ha elegido la manera en que quiere vivir, no estoy pidiendo ayuda para salvarle. Quiero que si por alguna razón pasase algo en el norte de este país —Canadá era muy grande, dividido en territorios dado que Luffy era el encargado de la seguridad subterránea y el rastreo de las cadenas del mercado negro. Era sabido que el Norte era rastreado y resguardado por Blackleg, había días en el que se le mandaba de cacería y podían pasar meses hasta que se le viera de nuevo, antes de conocerlo en persona, había escuchado rumores de que este podía romper la seguridad del sistema bancario de todos los países, tanto al igual que localizar de manera rápida y eficaz la trata de personas y las bodegas de órganos humanos. —En realidad no quiero darle más vueltas— Luffy se levantó de su asiento y sacó unos pocos billetes colocandolos en la mesa, pagando así la totalidad de lo consumido por él— aquí anuncio el retiro de mi alianza, no puedo notificar la privacidad de mi propia familia —hablaba de sus subordinados más cercanos— y estoy de acuerdo con Nami ante esto, es mejor cortar todo y comenzar a trabajar solos.

Luffy no dio tiempo a replicas, el menor se marchó de forma rápida, dejando a todos consternados, Law parpadeó cuando la mesera le dejó su orden, uno de los Supernovas deshacía la alianza y no solo uno, con ello Roronoa se salía inequívocamente. Tragó saliva.

Todos ellos eran un grupo de cazadores de criminales, siendo de antaño cada uno un criminal de renombre, Basil antes de trabajar en enseñanza de idiomas por correspondencia, era un brujo contratado por diversas familias criminales. Y no era necesario decir que Basil lograba dar con los enemigos de sus clientes, fuera magia o no, nadie quería meterse con él. El mismo Law se encargaba en el pasado en la venta de órganos en el mercado negro, si no fuera porque Luffy lo había encontrado antes que Blackleg, no estaría ejerciendo ahora como médico cirujano.

—Esto es un sueño— Bonney fue la que habló primero, con el rostro pálido y viéndose desesperada —, es una jodida pesadilla.

—Nosotros no dependemos de Strawhat— Capone silenció a la mujer con un golpe en la mesa— si se va, habría que reforzar las medidas de seguridad de cada una de nuestros territorios.

—Empezando por marcharnos cada uno a nuestro lugar —Kid rechinó los dientes— Luffy podrá manejar todo Canadá, pero nosotros tenemos estados repartidos en Estados Unidos ¡Mierda! —gruñó fuertemente— tendré que hablar con mis subordinados de esto.

Cada uno se fue marchando de la cafetería, Law fue el único que se quedó, contemplando el plato de sopa, sin ver siquiera a quien le estaba escribiendo, mandó el mensaje, Nuevamente tenía que separarse de Corazon. Habían sido muchos años de calma y ahora se le recordaba que su vida era solo una ilusión de lo que quería.

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Basil en su momento le había comentado que, aunque todos ellos renaciesen, seguirían buscando algo que les motivase a vivir, no podían tener una historia tranquila, y si lo hacían, sería por un corto periodo de tiempo. Sus vidas se volverían a repetir una y otra vez. Drake confirmaba aquello, se había enterado que un político depositaba una cuantiosa suma de dinero en ese banco cada bimestre y lo confirmó al laborar ahí, toda esa cantidad de tiempo. Podía escuchar los susurros molestos de Basil, había prometido tratar de de controlar sus ansias de atrapar personas peligrosas, a detener el lavado de dinero y exponer a los directores bancarios, todo desde las sombras.

—Drake— el pelirrojo miró de reojo a su compañero de seguridad, cambiarían en ese momento de lugar, siendo su compañero el que se quedase tres horas parado en las puertas del edificio y él vigilaría las cámaras de seguridad de todo el lugar. Asintió y entregó el armar con el que debía de laborar.

La emoción era extraña, casi nostálgica, en pocos días haría que el hombre con el que tenía rencillas se diera cuenta que aunque X Drake ya no estuviese de caza, tampoco estaba oxidado, sin embargo con aquel golpe atraería la atención de cuatro de los grandes, uno de ellos era un líder de la rama bancaria y responsable de la compra-venta del dinero tan maldito.

Desde luego que tendría problemas, siempre los tenía, pero sabía que tenía como empuje y soporte a dos personas que de antaño no contaba, el mundo en el que vivía podía sacudirse y quedar tan roto, pero con ellos estaría siempre en pie.

Antes de estar seguro de algo, Basil le había enseñado que siempre había que estar pendiente de las pequeñas cosas, porque eso aunque se viera tan simple, podía causar grandes baches, y lo supo, supo lo que sería un gran bache, lo que sería la punta del iceberg.

Llegando a la cabina de seguridad vio al hombre que iba a mostrar ante el público, sonrió y sin pensarlo dos veces corrió hasta a las afueras del banco, pudo haber evitado el golpe, pero aquel sujeto ya estaba marcado. Drake caminó hacia callejones difíciles de encontrar y se quitó el uniforme del trabajo, Law le había dado cuatro meses a lo mucho, Basil no había dicho nada, pero se imaginaba que tal vez le había dado el mismo límite de tiempo, a veces, aunque uno fuese pareja de alguien, aun no se aprendía a leer las emociones de susodicho, pero no era momento de pensar sobre la poca fé que le tenían, no cuando era perseguido y casi acorralado.

Si lo atrapaban la noticia se correría de boca en boca, no estaría en las noticias, solo sería cuando hallarán su cadáver y eso si dejaban rastros de él. Sintió que alguien tiraba de él y fue fugaz lo último que se mentalizó fue: Basil se va a enfadar... y la oscuridad lo absorbió.

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Luffy sentía que algo grande iba a pasar, algo grande y peligroso, y no, no era hambre, porque la sensación no provenía del estómago, ni de cerca, los vellos que tenía erizado a lo largo de la nuca nunca le mentían, tampoco las ganas de tener aventura y saber que siempre las habría. En las visitas de su hermano mayor, había siempre un detonante, algo que venía arrastrando para poder llegar a casa y ponerse a salvo. Quizás Sabo tenía razón, esa vida que Ace tenía lo llegaría a matar algún día, pero pasaría porque el quería.

Se mentalizó el hecho de que la alianza con los demás había sido rota, era lo mejor, y aunque Nami no lo hubiese sugerido, ya tenía pensado hacerlo, tenía dos elementos débiles: su mano derecha y su preciada mano izquierda estaban separándose y aquello era una caída abismal, comparado cuando uno se tropieza y no da tiempo meter las manos para amortiguar la caída, tomó su móvil y releyó el mensaje de Sanji, no habría marcha atrás, no habría segundos pensamientos y observaciones, Luffy apoyaría la decisión de su mano izquierda, aún sabiendo que las razones estúpidas. Zoro era fuerte y terco, demasiado leal, por eso Luffy sabía que su mano derecha no necesitaría de ayuda para reponerse de lo que vendría, sin embargo, no estaría al pendiente de él, suspiró, que cansado era cuidar a sus nakama, porque el hacerse daño entre si él no podía cuidarlos, tenía las manos metafóricamente atadas y se vería mal apoyando a alguno pero eso eran los baches, él los quería a todos por igual, aunque aveces quería moler a golpes a uno que otro descarriado, pero entonces tenía que golpearse así mismo por lastimarlos. Guardó con lentitud su teléfono móvil y negó, quería volver a la casa con Nami, pero tenía que desviarse hacía un lugar conocido. Lo necesitaban.

Y él siempre estaría para sus amigos.

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La opresión en el pecho no se iba, al contrario, se acrecentaba por cada minuto que pasaba, la desesperación por llegar a su departamento estaba presente con fuerza y Zoro se preguntaba en silencio ¿Por qué? No es como si de antaño sintiera eso, como el apego emocional a su hogar, no, nunca, porque su hogar era donde Sanji, no importaba donde estuviera, sabía que el rubio siempre estaría para él. Pero esos meses no estaba y odiaba pensar que un día ya no le diera la bienvenida.

En ese momento sentía que el karma o cualquier cosa que gobernara el Universo, estaba haciendo difícil su llegada al departamento, juraría que ya había pasado el hospital más de diez veces, que el lago no era ni de cerca dónde vivía y que encontrase de vista a Law tampoco era la ruta que debía de tomar. Quiso calmarse, hacerse pensar que lo que sentía era paranoia injustificada, pero muy dentro se gritaba que estaba justificado el sentir morirse.

Años viviendo con el cocinero le habían pegado lo emocional, aunque no lo demostrase amaba a ese hombre hasta el tuétano de sus huesos, lo tenía presente y claramente era el hombre que podía igualarlo en todos los sentidos. Si nunca demostró afecto hacia él era porque consideraba que estar con Sanji ya significaba eso, pero al parecer eso no bastaba.

Divisó al fin un camino familiar, uno que recorría todas las noches después de caminar las horas que debía de hacerlo, sonrió y caminó con más rapidez subiría por las escaleras y al llegar al departamento se mostraría que nada había cambiado, que las cosas seguirían en orden, las latas de cerveza estarían regados en el suelo de la sala, las envolturas de comida rápida seguirían amontonados en la esquina de la cocina, el álbum de fotos estaría en el guardarropa, nada cambiaría.

Pero era mentira, fue simplemente poner su mano en el picaporte que notó que todo era anormal, su instinto decía que se preparase para algo que vería, pero quiso tener esperanzas.

Al abrir la puerta no se notaba nada diferente, nadie vería algo diferente, pero para Zoro si que lo había, la cocina estaba pulcra, cuando debería de estar tan sucia, por la falta de la persona que siempre arreglaba el lugar, con desespero entró y caminó hacía la habitación que compartían, abrió de par en par las puertas, pero no, no había nadie, el olor a tabaco ya no estaba, el guardarropa estaba semi vacío... estaba todo a mitades, las fotos en el álbum, la ropa, todo... al igual que su corazón.

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Lo que Law escribió en números fue: No, de ninguna manera.


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