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Trescientas sesenta y cinco oportunidades por Daomine

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-Matsuoka, Rin-

Pega un pequeño respingón al oír su nombre, nervioso. Se levanta despacio, suspira un par de veces, encuadra los hombros y tararea para sí mismo, dándose ánimos.  Abre la puerta con cuidado, asomando la cabeza para echar una mirada rápida hacia el interior.

-Buenos días-un anciano le mira, le sonríe y le ofrece asiento-

-Buenas…-sonríe también y estrecha su mano con fuerza-

-Me alegra que hayas decidido venir, Rin- revisa un montón de hojas, sonriendo de veras- No esperaba que pidieras una cita tan pronto, muchas personas se niegan por un tiempo, hasta que lo aceptan y nos dejan hacer nuestro trabajo- comienza a escribir un montón de notas, concentrado-

-Mientras antes haga todo lo que tengo que hacer, mejor-suspira con cansancio, resignado-

-Bien dicho, chico. Ahora, ¿traes lo que te pedí?-le mira por sobre el marco de sus anteojos, alzando una ceja-

-Sí-rebusca en su bolso, entregándole en gran sobre blanco con su nombre escrito en una esquina-

-Muy bien-se levanta, saca el contenido y expone las radiografías hacia la venta, a contraluz- Mmmm, perfecto…-

Rin alza una ceja ante lo que acaba de escuchar, queriendo soltar una risotada por lo irónico de la situación… ¿cómo podía ser perfecto? El vejete tenía que estar tomándole el pelo de una manera bastante retorcida.

-Supongo que es el más lindo que ha visto, ¿cierto?- lo provoca, bromeando con la situación-

-Claro, deberías estar orgulloso-vuelve al escritorio, le devuelve las radiografías y comienza a escribir en el ordenador- Muy bien, ¿cuándo comenzamos?-

-Cuando me lo pida, la universidad ya me dio los permisos-

-¿Y los chicos?-

-Sobrevivirán…además, no es como si me largara mañana mismo, ¿verdad?-intenta mantener el tono bromista, pero con mucho más esfuerzo-

Está asustado de oír la respuesta,  por lo que tiene le tiritan las manos levemente mientras el corazón le rompe a latir con fuerza. Quiere seguir nadando todo lo posible, hasta que ya no puedas más…y para eso tenía que pasar al menos un par de meses, o al menos eso creía.

-Por supuesto que no, puedes seguir entrenando a los mocosos sin problema, Rin. Tú sabrás cuando debas parar y descansar. Tienes que realizar tu vida normalmente, no te límites ni te deprimas, eso es muy importante. Lo entiendes, ¿verdad?- le mira serio, muy serio-

-Sí, sí…-aprieta los labios, se siente vulnerable de pronto, muy frágil-

-Muchacho, no dejaré que esto salga mal, le prometí a tu padre que los cuidaría a todos, seré un viejo malhumorado y todo lo que quieras, pero jamás olvido una promesa-

-Lo sé-sonríe agradecido- Confío en usted, así que le haré en caso en todo lo que me diga, por lo estúpido que sea. Y por eso mismo, quiero que me diga la verdad, hasta el último detalle-

Ryouchiro frunce los labios ante esa petición, sin poder evitar que se le seque la garganta.

La verdad era dura, sobre todo para él. Conocía a ese muchacho desde que era un mocoso, un crío que se la pasaba revoloteando alrededor de ellos hablando sin parar, armando un alboroto para que nadaran con él, para que le enseñaran a pescar los días Domingo. Kei estaba orgullosísimo de sus hijos, sobretodo del dientudo.

Y ahora, en este momento, ese dientudo no estaba bien… su caso era complicado, todo dependía de…bueno, de su propia fortaleza y de la existencia de algo que permitiera un milagro. A pesar de eso, no descansaría hasta dejarle como antes, sano y ruidoso como siempre, obsesionado con el nado y con su vida intacta.

Aún tenía que ir a verle a las olimpiadas…

-Rin, empezaremos mañana mismo, a las 9:00 am-

-¿Ah?-voltea los ojos sin poderlo evitar, las mañanas eran sagradas, tenía que salir a correr-Pero…-

-A las 9:00 am, sin peros. Con respecto a tu pregunta, necesito que me escuches con atención y que seas fuerte, tal y como siempre lo has sido-

-Claro-el corazón palpita aún más rápido, y unas cuantas gotitas de sudor comienzan a correr por su espalda- Escúpalo-

-Te explicaré todo lo que haremos, y cómo te afectará-

Diez minutos.

Rin se queda estático.

Quince minutos.

Ya no es capaz de mirarle, esconde el rostro entre sus brazos, aprieta los dientes con mucha fuerza al igual que los puños, respira con dificultad.

Veinte minutos.

Se levanta, le abraza y se va sin decir una palabra, guardándose todo lo que está sintiendo. Cierra la puerta  suavemente, con cuidado. El vestíbulo se nubla y no entiende por qué, hasta que siente los ojos húmedos.

Apura el paso  e inconscientemente mete las manos en los bolsillos de su chaqueta negra. En cuanto sale al exterior, una pequeña ventisca roza su rostro, moviéndole los cabellos.

Tirita por unos segundos, y sonríe al sentirlos.

Los boletos se enredan entre sus dedos, recordándole el panorama del día. Arruga el ceño ante la idea de regresar al parque acuático, ya no sabe si tiene el ánimo suficiente para ir como si nada hubiera pasado…pero ya se lo había prometido a Gou. Además, luego de contarle todo, ella necesitaría distraerse de una manera.

Bueno, ambos lo necesitarían. Y nada era mejor que enfrentarse a alguien a quien no entendía, ese chico con rostro plano le hacía pensar con furia, entenderlo era complicado, y eso era justo lo que quería en esos momentos.

Pensar en cualquiera otra cosa, lo que fuera.

Y si él lograba distraerle tan solo un segundo, pues genial, porque eso significaba que había descubierto un fantástico antidepresivo y, también, un nuevo pasatiempo.

Rin sonríe con malicia mientras recuerda sus divertidas expresiones de enfado…ese Nanase era un amargado, y eso le hacía reír un montón.

-¡Onii- chaaaaaaaan!-

Sorprendido, gira en busca de su hermana. ¿Cuándo había llegado al lugar acordado? Ni siquiera se había dado cuenta del paso del tiempo, ni de su propio ritmo al caminar.

-No grites, enana-tira de su cabello, sonriéndole- Vamos a comer, me muero de hambre, yo invito por hoy-

- ¿Eh?-sorprendida y feliz, acepta el brazo que Rin le ofrece, comenzando a caminar junto a él-¿Estás seguro? Traje mi propio dinero-

-No seas tonta, te estoy invitando- desvía la vista, un poco avergonzado-¿Quieres o no?-

-¡Claro que sí!- sonríe a más no poder, contenta por las cariñosas atenciones de Rin-¿Qué me contarás hoy? Si es algo grande, me costará cubrirte con mamá, ya sabes que es más lista que diez de nosotros-le toma el pelo por unos segundos, mirándole con atención-

No es común que Rin sea tan cariñoso con ella. Bueno, no es como si nunca lo fuera, su hermano siempre la mimaba a su propia manera, ya sea con pequeños gestos, una palmadita en la espalda, un gruñido o un pequeño golpe en la frente para que se quedara quieta.

-¿De qué hablas? Soy yo el que te ha cubierto las espaldas todo este tiempo-se le descompone el rostro al recordar la cara del idiota que no le ha dejado en paz- Mikoshiba quiere verte, ¿Cuándo le responderás? No deja de perseguirme por todos lados-suspira cansado- Si no le quieres, tan solo dímelo y lo espanto lejos-

-Uhm… lo siento- un poco avergonzada, apoya la cabeza en su hombro- La verdad es que…uhm-duda por unos momentos, por lo que estudia con la mirada a Rin un rato-Yo…-

-Gou, no-se detiene, abriendo los ojos sorprendido-

-¿Eh?-sin poderlo evitar, se ruboriza-¿Por qué no?-

-Porque eres mi hermana, esa es razón suficiente-le toma por los hombros mientras arruga el ceño, serio-

-Ja…ja…-ríe nerviosa, armando el valor para decirle-Onii- chan…-desvíalos ojos un poco culpable, soltando la bomba- Tras mucho meditarlo, me di cuenta que no es tan solo por sus músculos y por su estilo de nado que quiero estar a su lado-siente que el rostro le quema por la vergüenza de reconocer eso en voz alta, sobre todo al descubrir sus sentimientos por Seijuuro hace poquísimo tiempo-

-Gou…-le suelta resignado porque sabe lo que eso significa, los ojos de su hermana lo reflejan de manera tan clara que cualquier ase daría cuenta- No puedo creer que hayas caído en sus redes…-vuelve a reanudar la marcha, mirándola con preocupación-

-Pues…es muy dulce conmigo, me hace feliz-esconde el rostro entre sus manos, agregando-Y sus músculos son tan…-

-Gou-Rin se queja, ahorrándose la imagen mental-

-¡Lo siento!-casi tan colorada como su cabello, le pide disculpas-

-Un metro-

-¿Qué?-abre los ojos sin comprender-

-Un metro de distancia entre ustedes dos mientras yo esté. Y que no crea que es tan fácil, debe hablar conmigo primero, debo advertirle un par de cosas-sus ojos se opacan por un momento-

-Gracias-le sonríe agradecida, contenta por haber recibido la aprobación de Rin- Lo verás de todos modos mañana en la universidad, ¿verdad?-

-Se supone, es el entrenador del equipo al igual que yo-

-Tus músculos son mejores onii- chan, dignos de un entrenador de tu nivel-sonríe orgullosa, con suficiencia- Aunque sus abdominales son mucho más fibrosos y…-

-¡HEY!- desesperado, la detiene- No quiero saberlo- tras pensarlo unos momentos, pega un respingo-Espera, ¿cuándo le viste semidesnudo?-comienza a sentir fuertes oleadas de instintos asesinos, por lo que muestra los dientes sin pretenderlo-

-¡Rin!- sumamente avergonzada, se apresura a aclarar la situación- Siempre le veo cuando te acompaño en los entrenamientos, se supone que debe usar un bañador-sus mejillas arden con furia-Tonto…-

-Ah-avergonzado también, siente cómo su rostro va adquiriendo el mismo color que el de su hermana-Iremos al parque acuático- desesperado por cambiar el tema, recuerda su promesa- Así que apresurémonos y veamos el espectáculo de los delfines, ¿quieres?-

Entran a su café favorito  bastante avergonzados, por lo que se transforman en el centro de las miradas, especialmente de las personas que se encontraban cerca.

Rin carraspea, dirigiéndose hacia el mostrador.

-Pediré lo de siempre, tú siéntate- con delicadeza, la empuja hacia su puesto habitual-

-Claro…-

Le mira con atención mientras comen, preguntándose cuándo sería el momento correcto para decirle. Su sonrisa, sus expresiones y sus historias le envuelven, lo distraen lo suficiente como para no atreverse a contarle absolutamente nada, al menos durante ese momento.

La ve tan feliz y emocionada que no quiere preocuparla…y también porque tiene un miedo horrible a verbalizar lo que tiene, lo que siente. Si lo hace, todo sería más real, más palpable y más doloroso.

No quiere ver a Gou llorar…

Decide disfrutar el momento, reír con ella, molestarla, darle su porción de galletas, advertirle que tenga cuidado con Seijuuro, porque si le hace daño o lo que sea, lo mata. Le pregunta cuándo va a verlo, le pide que no descuide sus estudios, que sea cuidadosa…sermón tras sermón.

Y así es como avanza la mañana; divertida, alegre y amena.

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-Haru-

Recorre las gradas con la mirada, de izquierda a derecha sin detenerse. Suspira y arruga el ceño cuando se da cuenta de que, luego de revisar por tercera vez, el muy maldito no está.

Y eso que le había regalado las entradas y todo.

¿Le habría pasado algo? Después de todo, tenía un rostro horrendo…en fin, no era asunto suyo.

-Haru…-habla un poco más fuerte, desde el centro de la piscina-

No es asunto suyo.

-¡Haru!-el espectáculo ha comenzado, y Rize espera un premio que no llega, sino que sigue ahí entre las manos de su mejor amigo-

No es…

El ruido de un silbido agudo lo distrae, volteando el rostro en dirección a Makoto. Con tan solo verle el rostro comprende la situación.

Ah, sí.

Debía premiar a Rize por su actuación, y llamar al resto de los delfines; Jin y Rin.

Lo hace mecánicamente, intranquilo. La verdad, es que está preocupado por Matsuoka. Sí, eso mismo. Está preocupado y un poco desilusionado al no poder verle, pero no porque le interese, sino porque le mosquea la sensación de indiferencia que siente en cuanto uno de los dos Rin lo ignora.

Era tan estúpido...

Suspira y se dirige hacia la parte de atrás del escenario, donde guarda los pescados más grandes. Rin no actúa si no se le premia antes, durante y después del espectáculo.

Delfín caprichoso.

En cuanto toma al menos tres de ellos, los mete en una cubeta y se va hacia la piscina rápidamente mientras Makoto  entretiene al público. Los gritos y las risas le calman un poco, mejorando su repentino ataque de mal humor.

En cuanto sale, los rayos del sol lo ciega, por lo que desvía la vista hacia otro lado, y lo ve.

Rin está ahí, sentado en primera fila junto a otra persona. Ambos respiran apenas, tal y como lo harían si hubieran corrido una buena cantidad de metros.

Sin pretenderlo, Haru sonríe.

Toca el silbato tres veces, y con la otra mano lanza el pescado más grande que tiene al centro de la piscina, donde está Rin. El pescado desaparece apenas ha tocado el agua, y es ahí cuando aparece una aleta sobre el agua, luego la cabeza, y finalmente de un salto Rin se muestra al público.

Dos silbidos, Jin comienza a saltar también, intercalando su ruta con la de su compañero.

Mientras están en eso, ladea el rostro para volver a mirarle.

Jin está en el aire, Rin y la otra chica sonríen.

Jin cae, ocupando Rin su lugar; algo ha pasado.

Rin se ha acercado a su acompañante, diciéndole algo al oído mientras toma su mano.

Los delfines comienzan a nadar rápidamente, saltando al mismo tiempo.

La chica se cubre el rostro con ambas manos, y Rin la abraza con fuerza, hundiendo el rostro en su cabello.

Ya no le importa el espectáculo, ni que los pescados hayan caído al suelo, mucho menos el alboroto que arman Jin y Rin al comerlos, justo entre sus piernas.

¿Qué pasaba?

En ese momento, Rin le mira por apenas unos segundos, no sonríe ni tampoco le dice nada; no tiene el tiempo. Gou lucha contra sus brazos, corriendo hacia la salida sin mirarle ni una sola vez.

Sin saber qué hacer, se queda estático, viéndola desaparecer.

Ya no oye los gritos y risas de las personas, ni los aplausos. No ve que el entrenador de los delfines le mira sin descanso, sin parpadear. Tan solo siente que le han roto el corazón, todo se vuelve borroso, por lo que esconde el rostro y se queda ahí, quieto.

Lo mejor es dejarla un momento, que lo asimile…o quizás, era él el que tenía que asimilarlo. Pero, no solo.

No solo.

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Haru mira a Makoto, disculpándose. Sale como puede del agua, dirigiéndose hacia la salida.

No sabe por qué lo hace, ni para qué. Solo sabe que tiene que ir allí, acompañarle, ofrecerle ayuda, un hombro donde llorar, lo que sea.

No lo soporta.

Tal y como había ocurrido el día anterior, no lo soporta. Ni sus lágrimas, ni su postura, ni el movimiento de sus hombros.

Lo odia.

El verle llorar, lo odia.

Mientras sube las escaleras, no deja de pensar en lo problemático de todo el asunto. No es asunto suyo, no lo es pero…

Ya no puede desligarse, no después de haber sido testigo de toda la escena.

En cuanto llega junto a Rin respirando apenas, goteando, apestando a pescado, descalzo y bastante molesto, le toma del brazo, obligándole a salir de allí.

-Odio entrometerme en asuntos que no son míos, es molesto-lo dice sin levantar el tono de su voz, pero mirándole con furia-No somos amigos, apenas te conozco de ayer, y ya tengo que hacer esto-lo suelta en cuanto salen del recinto-

¿Qué?

Sin entender nada de lo que ocurre, le mira como si estuviera loco. Su brazo está totalmente empapado, y no puede evitar arrugar la nariz ante el olor a pescado fresco que libera Nanase. Aun así, no se larga del lugar como pensó en un principio.

Porque, en serio, esto no pasaba todos los días.

 

Notas finales:

Gracias por sus comentarios preciosos!!

Un abrazito.


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