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Poder Femenino por LatexoHPo

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Notas del capitulo:

*Látex pasa de largo para no escuchar sus reclamos por la tardanza*

Bruce suspiró por enésima vez e intentó que los gritos y maldiciones que podía escuchar desde el laboratorio no siguieran distrayéndolo.

Sólo esperaba que Tony dejara el drama, que Steve dejara de gritar por todo, que Thor no volviera a intentar meterse en el refrigerador, que Loki dejara en paz las cortinas para intentar hacerse un vestido, y que Clint dejara de mirarle de esa manera refunfuñada.

“¿Por qué tenemos que hacer esto, Bruce? Tengo hambre, quiero pepinos…”

“Con chocolate, sí. Lo has dicho un millón de veces. Y estamos haciendo esto porque quiero saber qué hay aquí adentro. Tienes todos los síntomas de un embarazo real, tengo que estar seguro de que no hay un bebé real”, contestó Bruce seriamente mientras pasaba el trasductor  por el vientre todavía plano y lleno de gel de Clint para hacerle un ultrasonido.

“Eso se siente frío”, se quejó el arquero cruzándose de brazos sobre la camilla.

“Pues te aguantas”, respondió Bruce ya molesto por las quejas de su arquero. Lo amaba muchísimo, pero ya le estaba colmando la paciencia. Él y los otros cuatro que no paraban de pedirle cosas sin sentido.

Bruce esperaba la siguiente queja, pero no llegó. Frunciendo el ceño se atrevió a mirar a la cara a Clint. Y lo descubrió mirándolo con un adorable puchero (muy difícil de ver en el rudo hombre del que se había enamorado); las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

“Clint…”

“¡Ya no me quieres!”, exclamó el castaño. “Claro, me voy a poner como un barril. Y ni siquiera eres capaz de concederme mis pepinos con chocolate. Le pusiste más atención a Stark que a mí hace un rato…”

“Ya es suficiente”, advirtió Bruce con los dientes apretados. “¡Escucha lo que dices! Suenas como… una…”

“¿Qué quieres que haga?”, exclamó Clint limpiándose las lágrimas. “¡Tengo hormonas femeninas, y además en revolución!”

Bruce ya tenía media gota de paciencia, afortunadamente Steve (ya cubierto con una sábana al más puro estilo romano) entraba al laboratorio.

“Eh… lo siento, Bruce, pero Tony me está volviendo loco. Las chicas sellaron sus habitaciones, y JARVIS no contesta. Así que no podemos acceder a las pildoras contra el dolor menstrual ni las compresas,  y el pobre acaba de ensuciar el sillón”.

“¿Ya pobraron con la bolsa de agua caliente en su vientre?”, preguntó Bruce para no seguir mirando a Clint llorar.

“Sí. También el té de óregano, levantar las piernas… nada funciona; ibamos a probar lo del hielo en el ombligo, pero Thor se los acabó y el refrigerador dejó de funcionar definitivamente. Tony cree que va a morir y ya nombró a Babas como su único heredero. JARVIS no lo tomó muy bien”.

Bruce se masajeó las sienes y suspiró una vez más. Si sobrevivía a esto, se largaría a una isla desierta por lo que le restara de vida.

“Bien”, dijo a fin levántandose y dejando por la paz el ultrasonido. De todas formas no se veía nada concluyente y Clint seguía mirándolo de mal modo. Y esto era una fase, ¿cierto? Clint no podía estar embarazado de verdad. Sería una locura. “Tendré que salir a comprar varias cosas. Steve, si estás más calmado, ¿te encargarías un rato de todo esto?”

“Claro”, asintió el rubio con una angelical sonrisa que, francamente, aterró a Bruce.

“¿Me traerás un pastel?”, preguntó Clint sorbiendo por la nariz.

“¿No querías pepinos con chocolate?”

“¿Lo ves? ¡No puedes cumplirme un capricho!”, estalló otra vez el arquero.

“Suerte, Steve”, balbuceó Bruce antes de salir corriendo.

“¡Dormirás en el sillón esta noche, Robert Bruce Banner!”, fue lo último que escuchó antes de que el elevador cerrara sus puertas.

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“Sé que he sido un niño muy malo. Yo sé que haber tenido sexo con… ¿Está Steve por aquí?”, cuando Loki negó con la cabeza, Tony siguió con su perorata. “, tener sexo con 34576 personas suena como lujuría, pero… ¡Es tu culpa! Tú me hiciste así de bello y atractivo, irresistible para cualquiera en éste mundo…”

“¿A quién le habla?”, preguntó Loki a Thor, y es que Stark estaba encogido en el amplio sofá, frotándose el vientre bajo. De verdad parecía un moribundo.

“Creo que a dios”, respondió Thor que se abanicaba con una revista para caballeros. “Lo siento, amigo Tony, pero no creo que Odín te escuche”, le habló el rubio Asgardiano a Tony con una suave voz.

“Oh, no… Era mi última esperanza. Ya le recé a Buda, Confusio, Alá, Anubis, Jesús y Quetzálcoatl… ¡Voy a morir! Y lo peor es que será por un dolor de chica. ¡Es humillante!”

“No exageres, Tony”, habló Bruce apareciendo tras las puertas del elevador.

“Cierra la boca. Tú eres el único que no está sufriendo aquí”, le reclamó Tony mirándolo con los ojos nublados.

“¿En serio?”, replicó el científico enarcando una ceja. Pero no tenía tiempo de ponerse a discutir quién estaba sufriendo más. “Da igual. Te traeré unas pastillas para el dolor…”

“¡Oh, sí! Te amaré toda la vida si me quitas este infernal suplicio”, balbuceó Tony en medio de otro calambre.

“Sí… también te traeré… ¿prefieres compresas o tampones?”

“No sé de qué hablas, pero si me hará sentir más cómodo, lo que quieras”, resopló el millonario.

“Bueno. Thor, no puedo darte algo para tu malestar, porque son hormonas y no quiero incrementarlas, aunque no sé siquiera si un medicamento humano te haría efecto. Así que te sugiero que salgas a la terraza a tomar aire fresco”.

“Está bien, amigo Banner”, respondió Thor con una sonrisa. “Puedo soportarlo un poco más. Además, si quieres, puedo ayudarte a controlar aquí mientras vuelves de tu excursión a la tienda de medicamentos”.

“Oh, eso sería genial, Thor”, exclamó Bruce con alivio. Si sus cálculos eran correctos, sorprendentemente el rubio Asgardiano debía tener ahora una mentalidad más madura si lo que presentaba era la menopausia. “Entonces te pediré un favor… ¿podrías darle a Clint sus estúpidos pepinos con chocolate?”

“¡Claro! Suena delicioso”.

“Eso es asqueroso, Thor”, replicó Loki mirándolo con una mueca. Vaya, pensó Bruce, hasta haciendo muecas Loki era realmente guapa. “Doctor Banner, no pienso seguir vistiendo estos harapos. Estoy acostumbrado a los mejores tejidos, y estos hilos están provocándome escosor. Te acompañaré para elegir algo adecuado”.

“Loki, no creo que sea una buena idea que salgas con las cortinas encima”.

“Opino lo  mismo, Rodolfa, la fauna de allí afuera te comerá, y no en el mejor sentido a menos que tengas tendencias suicidas… o te guste la vida galante”, dijo Tony desde su rincón en el sofá.

“Tienen razón, Loki”, dijo  Steve de pronto. Él y Clint entraban a la sala desde el elevador (el rubio abrazando al castaño, que todavía hipaba). “Podrían devorarte. ¿Te han dicho que luces muy bien de chica?”

“Bruce, creo que es una buena idea que Loki te acompañe. Claro, si a mi querido novio no le molesta y quiere ser su guardaespaldas antes de acompañarme a mí en mi agonía”, gruñó Tony, y Bruce no supo si fue por un nuevo cólico o por un ataque de celos. “¡Mueve tus enormes cosas hasta aquí, Rogers!”. Ambas cosas.

“Bueno, usaré algo masculino. No puede ser peor que esta horrible tela”, dijo Loki antes de marchar a las habitaciones por su ropa midgardiana.

“¡Esa tela costó un dineral!”, le gritó Tony, que ya era acariciado por Steve. Aunque casi se ahoga cuando su cara quedó bajo los senos del rubio.

“Clint…”, habló Bruce para no seguir viendo el espectáculo, pero el arquero ni siquiera lo miró y caminó hasta dejarse caer en el sillón junto a Thor. “¿Y ahora qué hice?”

“Nada”, dijo Clint encendiendo el televisor. “Es obvio que prefieres la compañía de Loki. No te culpo. Él… ella no te avergonzará en público”.

“¿De qué estás…?”, se interrumpió Bruce. Era un caso perdido, mejor dejar las cosas como estaban.

“No sufras más, pequeño Clint”, le dijo Thor con dulzura. “Iré a prepararte tus pipenes con chocolate”.

“Son pepinos, Thor”, le aclaró Bruce.

“Al menos tiene la intención de hacer algo por mí”, le reclamó Clint.

Ok, no iba a soportar un segundo más con esa manada de lunáticos. Ni siquiera recordaba que las mujeres se comportaran así. Vale, que no había estado a lado de muchas mujeres, pero esto era absurdo.

“Listo, Doctor. ¿Crees que se verá mejor el negro o el verde en mí?”

Bruce rodó los ojos y casi corrió al elevador. Loki le siguió encogiéndose de hombros y meneando el trasero. Incluso con los pantalones de corte masculino y la camisa floja se veía bastante sexy. O eso fue lo que pensó Steve mientras Tony ya estaba morado bajo sus senos.

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“Bueno, básicamente éstos”, dijo la dependienta a un Bruce totalmente avergonzado, mostrando una caja de tampones “recogen el flujo menstrual desde dentro. Las compresas lo hacen una vez ya ha salido. Le recomiendo comprar ambos y de diferentes niveles de protección. Los tampones vienen en distintos grosores y las compresas en diferentes tamaños…”

Bruce intentaba poner atención, pero la verdad es que no le interesaba en lo más mínimo. Sólo quería salir de la farmacia cuanto antes. Podría ganar el premio de miradas raras dirigidas hacia él. Y lo peor es que no necesitaba ser grande y verde para lograrlo. Aunque si seguía así, lo más probable es que Hulk hiciera una aparición sorpresa. No. Cóntrolate Banner, los chicos te necesitan. Cuando esas mujeres regresen podrás desquitarte lo que quieras, pensó soltando una sonrisita nerviosa a la dependienta, que esperaba su decisión.

“Me llevaré todo”, dijo resignadamente. Los ojos de la dependienta brillaron de emoción. Era tan fácil convencer a un hombre.

Cuando Bruce ya estaba en la caja recibiendo el cambio de la obcena cantidad de dólares que costaron las compresas y tampones, más las píldoras, un grito se escuchó afuera.

¡Oh, no! ¡Loki!

Bruce cargó las bolsas sin importarle el cambio y corrió a la salida de la farmacia.

“¡Eres un cerdo asqueroso! ¡Tengo novio!”

Bruce se detuvo abruptamente cuando vio el espectáculo. Loki le gritaba a un hombre que estaba en el suelo, tomándose el adolorido rostro, dónde ya sangraba de la nariz.

“¿Qué sucedió aquí?”, inquirió el pobre científico acercándose a Loki.

Loki se abrazó a Bruce, haciéndolo tambalear con sus bolsas de las compras.

“¡Ese cerdo intentó violarme!”, exclamó Loki.

“¿Qué? ¡Maldita mujer demente! ¡Solamente te pregunté la hora!”, gritó el hombre herido que ya comenzaba a levantarse.

“¿Crees que no conozco los trucos baratos de los bárbaros midgardianos? ¡Ustedes, raza inferior! Preguntan la hora, luego invitan un café y al final del día quieren a las mujeres abiertas de piernas para ustedes!”

“Loki…”, advirtió Bruce en voz baja, Loki realmente había sonado como una demente. Pero se interrumpió porque ya estaban siendo rodeados por la gente, y para colmo, más de una mirada masculina ya estaba desnudando a Loki con lujuria. Vale, tal vez el príncipe… princesa tenía un poco de razón.

Así que Bruce, tomando una bocanada de aire para recordar que podía ser capaz de conseguir un poco más de paciencia, se soltó de Loki y ayudó al sujeto sangrante a levantarse. Afortunadamente el sujeto estaba aturdido por la fuerza del golpe que le propinó esa ‘delicada florecilla’. Y unos cuántos dólares más fueron gastados para comprar al tipo, que ya había exclamado que llamaría a la policía.

A este paso Tony se quedaría pobre. (¿Qué? Bruce no gastaría su sueldo en tampones. Tenía que ahorrar para biberones).

Después del susto, Bruce llevó a Loki a una boutique cerca de Central Park. Pensó que eso lo alegraría un poco, pero sobre todo, con ello dejaría de escuchar los insultos que Loki todavía murmuraba por lo bajo.

Error.

Loki llevaba más de una hora probándose vestidos, conjuntos, y toda clase de prenda femenina que le pareciera digna de él. De haber sabido eso, lo habría llevado al mercado de todo por 2 dólares, nada era de buena calidad. Miraba el reloj cada dos segundos, preocupado. Sabía que Thor sería capaz de controlar a los otros tres… o eso quería creer.

“¿Este me hace ver gorda?”, preguntó Loki mirándose al espejo.

“No”, dijo Bruce mecánicamente, agradeciendo internamente que Clint fuera un hombre. Esto era el infierno. Por supuesto, mientras durara la jodida fase femenina, haría que Clint no pisara una tienda por nada del mundo. Él no estaba hecho para esto. Ahora compadecía al pobre Steve después de un día de compras con Tony… y es que claro, Tony no era mujer, pero sí una diva.

“¿Sabes Doctor? No estás poniendo de tu parte”, le reclamó Loki con los brazos en jarra.

“Te ves hermosa con lo que te pongas, ¿está bien? Tú eres hermosa, hasta con las cortinas te veías bien”, respondió Bruce con una sonrisa contrahecha.

“Bueno, al menos eres un hombre inteligente”, le dijo desdeñosamente Loki. “Ahora sólo me probaré cinco blusas más”.

“¡No!”, exclamó Bruce, captando las miradas de lástima que no había dejado de recibir por parte de los otros hombres que babeaban en los asientos a su lado. “Escucha”, le dijo a Loki acercándolo para no hablar fuerte. “¿No te parecería mejor la opinión de Thor? Creo que él sería el más adecuado. Llévate lo que quieras ahora, pero te prometo que lo obligaré a venir contigo si nos vamos ya”.

Loki pareció pensarlo, pero accedió de inmediato. Podría torturar a otro troglodita, y qué mejor que Thor.

La cara de Bruce era de cansancio y frustración total cuando salieron al fin de la boutique. Pensó que debería esconder la factura de la tarjeta dorada de Tony cuando llegara. Loki, por el contrario, estaba más contento que unas pascuas, y ahora ya vestido con un coqueto conjunto femenino, parecía imán para las miradas de los hombres. Bruce rogaba que no provocara un accidente de tráfico mientras caminaban a donde habían dejado el auto. Por supuesto, él era todo un caballero, así que traía todas las bolsas y cajas sostenidas en sus brazos. Se maldijo internamente.

Y de pronto un estruendo rompió el cielo de la tarde que hacía dos segundos era despejado y bonito. La lluvia comenzó a caer a raudales y la tormenta eléctrica se intensificó en cuestión de segundos.

“¿Esto no es normal, verdad?”, preguntó Bruce acelerando el paso.

“Creo que Thor no se siente muy bien”, respondió Loki siguiéndole.

“¡Ay, no!”, gimió Bruce realmente preocupado. Pocas cosas podían romper la paciencia del buen Thor, esto no era buena señal.

Rompiendo un record de velocidad con bultos cargando, Bruce llegó al auto, pero un policía ya estaba junto a él, colocando una multa por exceso de tiempo que marcaba el parquímetro. ¡Maldición!

“¡Ahora no, oficial!, gritó Bruce lanzando los paquetes y bolsas al asiento trasero. En un segundo lanzó a Loki al asiento del copiloto, y él casi se patina para llegar al volante.

“¡Desafio a la autoridad!”, gritó el policía, indignado. “Esto le costará más que una multa. ¡No se atreva a arrancar el auto!”

“¡Escúcheme bien!”, rugió Bruce tomando por las solapas al oficial (que creyó tener un mal de la vista cuando vio que los ojos de ese hombre pasaban del marrón al verde). “Tengo en casa a una embarazada, a una con la regla, a una adolescente con pechos gigantes y a una menopaúsica molesta. NO ME ESTORBE”.

El oficial tragó en seco y sólo murmuró “Conduzca con cuidado”.

Loki sonrió muy complacido dentro del auto.

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Los paquetes fueron olvidados momentáneamente. Bruce y Loki corrieron al elevador, el primero rogando no encontrar ningún cadáver, y el segundo más que dispuesto a ver el espectáculo de primera mano. Y es que la lluvia ya era oficialmente un diluvio, y la tormenta eléctrica era ya alarmante.

Cuando al fin las puertas se abrieron, Bruce se detuvo en seco. Todo parecía estar tranquilo (excepto por los truenos que se escuchaban más sonoramente). Tragando saliva, él y Loki se adentraron al piso con cautela. La intensidad de la luz había sido disminuida, y Bruce de verdad temió que hubiera ocurrido una tragedia. ¡Malditas películas de horror!

“¡Bruce, Loki! ¡Por aquí!”

Ambos voltearon para ver a Steve escondido tras el sillón. Les había hablado casi en un susurro -desesperado, pero susurro al fin y al cabo-, y ahora les hacía señas con una mano para que se acercaran.

“¿Qué demonios sucede aquí?”, inquirió el científico preocupado, aunque también susurró.

“Creo que Thor perdió la paciencia”, explicó el super soldado, asustado.

“Yo lo calmaré”, terció Loki con convicción.

“Explicación. Ahora”, exigió Bruce una vez que Loki se enderezó cuan alta (y bonita) era, para salir a la terraza, que era claramente desde donde Thor estaba jugando con Mjolnir.

“¡Fue culpa de Clint!”, comenzó Steve. “Thor le preparó sus pepinos con chocolate, todo iba bien, hasta que Clint dijo que los había pedido en rodajitas, no en cubos. Y que quería chocolate amargo, no con leche”.

“Debe ser una broma”, comentó Bruce con tono lastimero. “¿Sólo por eso Thor será el culpable de la gran indundación del siglo XXI?”

“Bueno, tal vez Tony  y yo también colaboramos un poco con eso. Verás, comenzamos a discutir porque se puso muy pesado cuando tú y Loki se fueron; no entiendo qué le molestó tanto… En fin, el caso es que parecía un histérico, y una cosa llevó a la otra, comenzamos a gritarnos y finalmente comenzó a llorar como una Magadalena. ¡No lo entiendo! Un momento está furioso y al otro llora… El caso es que Thor se indignó porque no le hicimos el mínimo caso, y luego dijo que sólo incrementabamos el calor abrasador que lo estaba invadiendo. Salió a la terraza y lo siguiente que escuchamos fueron los truenos.”

“Steve, tal vez si fueras más comprensivo. El periodo en las mujeres es algo muy difícil para ellas, y tal parece que todos ustedes tienen las hormonas al tope. Estoy sospechando que los sintomas en una mujer normal, en ustedes está incrementado horriblemente. Tony debe sentirse muy mal, no sólo anímicamente, también físicamente”, intentó explicar Bruce para no echarse a reír del comportamiento tan tonto en sus amigos.

“Supongo que tienes razón. Pero no tengo idea de qué hacer. Yo también me siento mal, además éstas cosas me están frustrando demasiado”, respondió Steve señalándose sus enormes senos. “Ya me duele la espalda”.

“Bueno, creo que no tienes la suficiente madurez para sobrellevar lo que Tony está padeciendo. No, me refiero a tu fase: eres practicamente una adolescente, piensas como tal. Vas a querer hacer lo que se te pegue la gana sin pensar en los sentimientos de Tony. Sólo puedo aconsejarte que intentes ponerte en sus zapatos, o al menos no molestarlo; si es necesario no le hables”.

“Pero quiero estar cerca de él”, objetó Steve con carita de pena. Bruce resopló: tácticas de persuación.

“Está bien. Pero intenta no incordiar con él”. Demonios, sí funcionaban. “Creo que Thor ya se calmó”, agregó Bruce al notar que los truenos ya no se escuchaban.

“Iré por una toalla”, dijo Steve de pronto.

“¿Una toalla? ¿Para Tony?”

“No. Para Loki. Seguramente está empapada…”

“Steve. Una cosa más”, advirtió Bruce poniéndose de pie. “No te acerques a Loki. Está soltando feromonas como agua de mayo, y tú estás siendo atraído por ellas. Hazme caso si no quieres convertirte en una mujer de verdad, y me refiero a lo que Tony te puede cortar”, concluyó señalando la entrepierna del rubio. Rubio que hizo una mueca de disgusto. “Por cierto, ¿dónde están Tony y Clint?”

“Oh, pues resulta que se hicieron muuuuy amigos, y ahora mismo deben de estar apoyándose mutuamente en la habitación de Tony. Se largaron diciendo que ni tú ni yo los comprendiamos”, respondió Steve con un tono de envidia.

Bruce alzó una ceja divertido.

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Thor volvió a ser el mismo bonachón de siempre cuando volvió de la terraza. Bruce sospechaba que Loki le había ofrecido una buena noche de pasión a cambio de compostura, porque durante las últimas dos horas Loki se había meneado más de la cuenta, soltando sus feromonas hacía Thor. Bruce se dijo que tendría que estudiar el comportamiento sexual Asgardiano.

Por supuesto, había envíado a Steve lejos de Loki, convénciendolo de llevar a Tony las píldoras contra el dolor y las compresas y tampones. Y que lo hiciera con tacto.

Y él, Bruce, se había dedicado a preparar una tarta sencilla de chocolate amargo para Clint. Después de todo debía consentirlo un poco si no quería volverse completamente loco antes de tiempo.

Y así fue cómo terminó el primer día del mal llamado ‘poder femenino’:

“Tony, ¿podemos hablar?”, preguntó Steve con inocencia después de tocar la puerta de la habitación de Tony.

“¡Piérdete insensible!” gritó Tony desde adentro.

Steve resopló y ya iba a marcharse, pero recordó las palabras de Bruce. Tony se sentía mal en todos los aspectos, y él no debía comportarse egoístamente.

“Traigo tus píldoras y lo que debes ponerte… ahí abajo”, exclamó Steve un poco más seguro de sí mismo.

La puerta se abrió y Steve esperaba ver a Tony, pero quien lo recibió fue Clint.

“Bruce te preparó un pastel. Dice que quiere hacer las pases contigo”, habló Steve antes de que el arquero abriera la boca (que era claramente su intención).

El rostro de Clint se iluminó, y sólo giró el rostro dentro de la habitación para decirle a Tony que se contarían qué había pasado al otro día, y con un “Buenas noches”, se marchó corriendo.

Bien, monserga uno eliminada. Ahora la monserga número dos: la actitud de Tony.

“Hola”, se aventuró el rubio poniendo su mejor cara de conciliación.

“Deja las cosas y vete a… no sé, tal vez hacerle una visita a Loki”, dijo Tony desafiantemente.

“Tony, no quiero ver a Loki. Eres tú mi mayor preocupación”

“Eso sonó muy falso, Rogers. Y sé de lo que hablo, soy experto en eso”.

“Tony, no quiero seguir discutiendo. Esto es difícil para todos. Sé que lo es más para ti, con tu dolor y tu…”, el rubio se interrumpió cuando vio a Tony desnudo, salvo por las finas toallas color vino que tenía enredadas como pañales.

“Esto disimula un poco”, explicó Tony a algo que no requería explicación. “Ahora, antes de rebajarme más si aún es posible, ¿podrías darme las malditas compresas o lo que sea? No pienso seguir ensuciando mis blancos”.

Steve dejó caer los paquetes en la cama, y mientras Tony tomaba uno y se diriguía al baño, el rubio sirvió agua en un vaso que descansaba en la mesita de noche. Y entonces escuchó el grito de Tony. Steve despejó sus pensamientos, porque Tony semidesnudo de esa manera se le había antojado, literalmente, y corrió al auxilio del millonario.

“¿Cómo se supone que me pondré esto?”, exclamó Tony con un tampón en la mano. “¡Parece un enorme y deforme expermatozoide!”, agregó jalando el cordón.

Steve se apresuró a leer las instrucciones en la caja y casi se va de espaldas.

“Creo que… debes metértelo… ya sabes, por ahí”, le dijo colorado.

“¡Voy a matar a esas dos! ¡Aunque sea lo último que haga!”, rugió Tony.

Después de varios intentos frustrados, un montón de tampones desperdiciados de diferentes tamaños, dos veces que se lastimó porque no había sacado el tubo de protección, y chorromil maldiciones, Tony se dio por vencido.

“Creo que lo mejor será intentar con las compresas”, dijo Steve y pronto regresó con un paquete más. “Estas son más fáciles de poner. Pero tendrás que usar ropa interior para sostenerla”.

“¿Y no pudiste comenzar con esas? ¡Me he violado a mí mismo con los dichosos tampones!”

Al fin después de ponerse ropa interior, otras mil compresas desperdiciadas porque no podía ajustarlas ni decidirse si eran mejor las nocturnas con alas o las regulares sin ellas, Tony se tomó un par de píldoras y el dolor comenzó a remitir.

Steve, continuando con su deber como buen novio, se recostó a su lado y le acarició el cabello. Unos instantes después ya besaba su mandíbula, y pronto fue bajando con suavidad hacía el lóbulo de su oreja.

“No estás pensando lo que creo que estás pensando, ¿verdad?”, preguntó Tony agotado.

“Es que te veías tan sexy con las toallas enredadas en tu cintura”, respondió Steve con una sonrisa predadora.

“Sí, ya sé que soy muy sexy, es de nacimiento. Pero, Steve, parece que tengo una fuente inagotable allá abajo, y francamente tus pechos me dan escalofríos”.

“Nunca he probado con una mujer”, susurró Steve sin hacer caso de lo último que dijo Tony.

“¡No soy una mujer, Rogers!”, estalló Tony separándose abruptamente.

“Sólo quería…”

“Cállate y duermete. Y da gracias de que tengo frío, porque si no te mandaba a dormir al helipuerto. Tengo la esperanza de que al despertar esto no haya sido más que una pesadilla”.

Y Steve suspiró resignado. Además, el dolor en su espalda incrementaba, ¿cómo podían las mujeres voluptuosas soportar tanto peso?

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Clint comía sin reparo el pastel que Bruce le había cocinado, todavía ni se enfríaba completamente cuando él ya lo estaba atacando sin misericordia.

“Temía que no tuviera buen sabor”, comentó Bruce viéndolo comer, aliviado de que el enojo hubiera tomado vacaciones en el ánimo de su arquero.

“He probado mejores. Pero se agradece tu esfuerzo”, dijo Clint encogiéndose de hombros.

Bruce rodó los ojos. Paciencia, paciencia.

“Cuando termines podemos ir a dormir un poco. Francamente estoy agotado”.

“¿Te divertiste con Loki?”, preguntó Clint sacando el tema de quién sabe dónde.

“No, no me divertí. Pasé una enorme vergüenza al comprar las cosas que Tony necesita, y luego casi muero de aburrimiento cuando Loki se probó todo lo que había en una tienda de ropa”.

“¿La viste desnuda?”

Bruce tragó cuando vio los ojos entrecerrados de Clint, y el que dejara de comer como si no lo hubiera hecho en años no era buena señal.

“No. Hay algo que se llama probadores, Clint. Y en todo caso, no habría importado si la viera desnuda, porque no me atrae para nada”.

Clint pareció satisfecho y siguió comiendo.

“Lamento haberte gritado y haberme comportado como todo un imbécil, pero de verdad es complicado lidiar con todas estas emociones. ¿Sabes qué? Te lo voy a compensar”, dijo Clint cuando terminó su pastel, guiñándole un ojo al científico.

Media hora después:

“¡Oh sí! ¡Oh sí! ¡Bruce! ¡Muévete más! ¡Joder! ¡No te detengas!”

A Bruce no le importó que Clint gritara tanto, tampoco que estuviera agotado. El solo hecho de tener a Clint sobre él, cabalgándolo salvajemente compensaba el horror de las horas vividas. Clint se había esmerado, haciendo un juego previo bastante relajante, y luego se montó en Bruce sin un ápice de piedad.

Eso de que el embarazo aumentaba el deseo sexual era algo ventajoso, pensó Bruce antes de ver estrellitas mientras se follaba duro a su bipolar arquero.

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Loki tenía ganas. Estaba caliente. Sobre todo al escuchar los gritos desenfrenados de Barton (Stark debería pensar en poner paredes más gruesas). Quería a Thor entre sus piernas pero ya. Era la consecuencia de estar en su forma femenina, pero ello no le molestaba en lo más mínimo. Por atrás o por delante, por dónde fuera estaría bien.

Así que ya estaba devorando el cuello de Thor (al que había exigído una ducha antes de la acción, que el rubio había estado sudando todo el día como un marrano), estimulando su miembro con una mano, soltando palabras lascivas y jadeos excitantes…

“Espera, Loki…”, gimió Thor, y no de una manera lujuriosa.

“Tú adentro, ahora”, exigió Loki restregando sus bonitos, discretos y redondos pechos en el amplio torax de su amante.

“Es que… no tengo ganas”, respondió Thor compugido.

“¿Qué?”, inquirió Loki separandose para ver el miembro de Thor que seguía tan muerto como los habitantes de Helheim. “¿Es porque estoy en mi cuerpo femenino, verdad? Me deseas más como varón…”

“No. Siempre te he deseado como varón o como lady, es sólo que no tengo ganas. Tenía ganas hace un rato, pero ahora no. Es así de sencillo”, explicó Thor, que se sentía seco. Como una de esos frutos deshidratados que comía el amigo Stark. Como una uva pasa.

Y Loki refunfuñó, pero no se daría por vencido.

“Entonces tendré que convencerte”, le dijo alzando una perfecta y delineada ceja. Y procedió a bajar lentamente por el pecho de Thor, lamiendo cada centímetro de piel bronceada hasta llegar al poco poblado puvis, y después más abajo. Comenzó a estimular el poderoso miembro con su boca. Lámidas, besos, succiones… y nada parecía funcionar. Loki comenzaba a frustrarse.

Eso hasta que escuchó el escándaloso ronquido de Thor.

“¡Pero qué…!”, exclamó incorporándose lo suficiente para ver que su rubio amante ya tenía la boca torcida y los ojos cerrados. ¡Se había quedado dormido! ¡Era indigno!

Loki quiso arrancarle las pelotas ahí mismo, pero se detuvo. Bien, no conocía las consecuencias de lo que las hormonas femeninas hacían en los humanos. Y éste era definitivamente un hechizo humano. No importaba que Thor no fuera midgardiano, igualmente fue afectado. Lo cuál no fue una buena idea… porque él… ella… Loki, estaba en celo. ¡Quería sexo a todas horas! Y Thor parecía no querer nada de nada. ¡Maldición! ¡Esas mujeres debieron advertile las consecuencias!

Se recostó junto a Thor completamente frustrado. Pero bueno, pensó con una incipiente sonrisa, Thor no era el único macho en esa torre… Y ya había notado que el soldado sí era suceptible a sus encantos. Tal vez…

 

Notas finales:

Ok.

Si hay algún chico leyendo esto: ¡Las mujeres No somos así! Como sabiamente explicó Brucie, son síntomas incrementados en ellos. Así es más divertido.

¡Besitos a tod@s!

Látex.


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