Capítulo tres
Jamás le digas que está gordo, ni que puede que le estén saliendo estrías
Estaba recostado en la cama, como siempre desde que tuvimos esa pequeña “conversación” sobre dejarme dormir. Desde entonces mi rubio ya no hacía tanto drama cuando me quedaba hasta tarde durmiendo o simplemente despatarrado en la cama, la cual, por cierto, luego tenía que ordenar hasta dejarla en perfecto estado. Eso era lo que estaba haciendo ahora mientras escuchaba el agua de la ducha correr; sabía que mi rubio estaba ahí y el solo pensar en él hacía que tuviera punzadas en la entrepierna. Demonios, quería ir a meterme al agua con él.
Me levanté deprisa y caminé con grandes zancadas al baño. El vapor inundaba la habitación y podía escuchar a Draco tarareando una canción. Me quité el pantalón del pijama y me metí a la ducha, sobresaltándolo un poco.
—Demonios, Harry, me asustaste —me dio un codazo en las costillas pero no le recriminé nada, últimamente estaba bastante violento.
—Lo siento —lo abracé por su desaparecida cintura y lo besé despacio.
— ¿No se supone que querías dormir hasta tarde? —Me dio un leve empujón para que me metiera bajo el agua—. Ten —me pasó el jabón y entonces entendí su “no me toques sin lavarte antes” que tenía impreso en la cara.
—Sí, pero es más tentador darme una ducha contigo —lo volví a abrazar, acariciando su panza. Me hinqué frente a él y deposité un suave beso en la piel extendida.
Me encantaba tocar su barriga, y más aun sentir al bebé moverse dentro de él. Continué jugando con el bebé por bastante tiempo, sacando risas y quejidos de mi rubio al sentir las fuertes pataditas, hasta que me fijé, ahí en la parte baja de su vientre, una pequeña cicatriz rosada. Abrí los ojos sorprendido. Supuse que Draco aún no se había dado cuenta de la pequeña estría que había aparecido en su cuerpo, no había hecho ningún escándalo, así que preferí mantener el secreto.
Después de hacer el amor en la ducha, salimos apresurados. Yo empezaba mi turno en menos de media hora y Draco iría a ver a mis adorables, nótese el sarcasmo, suegros. Unos minutos después nos despedimos y partí a un nuevo día de trabajo, pensando en la hecatombe que se armaría en casa cuando Draco viera a la desgraciada cicatriz.
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Ya era de noche, había tenido un largo día de trabajo y desde que llegué lo único que había hecho era consentir a mi rubio y comer, así que ahora me encontraba despatarrado en la cama, viendo a Draco parado frente al espejo de cuerpo entero.
—Cariño, deja de mirarte al espejo y ven aquí —palmeé la cama para darle énfasis.
—Estoy gordo, ¿verdad? —Se quejó, dando una media vuelta frente al espejo para mirarse por un costado.
—No estás gordo, estás embarazado —solté un suspiro que podría jurar, se escuchó hasta China.
—Esa es una excusa, estoy gordo. —Se puso de frente al espejo de nuevo—. Mi perfecta figura ya no volverá jamás —se pasó las manos por toda la barriga.
—Sigues siendo igual de lindo, sexy y deseable que antes —intenté detener su diatriba, de verdad estaba acabando con mi paciencia el verlo todas las noches frente al espejo quejándose de que estaba gordo—. Y creo que te lo demostré hoy en la ducha —le sonreí pícaramente, el me miro furioso.
—Para ti, cualquier culo donde puedas meterlo es deseable, Potter —fruncí el ceño, su actitud me estaba desesperando.
Preferí callarme antes de decirle algo hiriente, y lo dejé seguir con la inspección a su cuerpo. No duré mucho en silencio, después de escucharlo decir por décima vez que estaba gordo, mi paciencia se terminó.
—Draco, ¿quieres dejar de quejarte? —Alcé la voz, sentándome en la cama. El me miró sorprendido—. ¡Sí, estás gordo! —Sus grises ojos se estaban aguando, sabía que la había jodido, pero ya no me podía detener—. Y te están saliendo estrías, no volverás a tener tu cuerpo de antes, ni serás tan atractivo y, ¿adivina qué? ¡Estás embarazado! —Bueno, estaba decidido, era la persona con menos tacto que un embarazado podría conocer, peor aún, era la persona con menos tacto que un obsesivo y dramático embarazado podría conocer.
Draco me miró con su carita roja y no pude suprimir la risa que se me escapó. Siempre que lloraba se ponía rojito como un tomate y realmente no podía evitar reírme, pero creo que en esta situación mi carcajada no ayudó para nada, pues Draco comenzó a sollozar con fuerza.
Me acerqué a él corriendo y lo abracé. Se dejó hacer dócilmente, apoyado en mí pecho y mordiéndose los labios para no dejar salir sus pequeños quejidos.
—Eres malo —me dijo entre sollozos.
—Sí, lo sé, soy malo —le di la razón, no quería que se alterara más.
Siguió llorando en mi hombro por un rato. Cuando se tranquilizó un poco levantó su cara, que estaba muy roja, y me miró con infinita tristeza. En ese momento le tomé el peso a lo que le dije, realmente lo había dañado, sabía que estaba muy sensible y no fui muy lindo. ¡Soy un maldito desgraciado!.
— ¿Ya no me quieres? —Me preguntó despacito.
—Cariño, claro que te quiero —le besé la punta de la nariz. Por favor, por favor, ¡que se le pase pronto!—. Te amo, aún más que antes, porque llevas a nuestro bebé —puse una mano en su barriga.
—Pero ya no me vas a encontrar atractivo nunca más —hizo un puchero que me derritió por completo. Definitivamente, él siempre iba a ser mi debilidad.
—Claro que te encuentro atractivo, eres hermoso y sexy. —Lo besé con fuerza, intentando traspasarle todo lo que sentía por él—. Y aunque pases por mil embarazos, jamás vas a dejar de serlo.
Lo volví a besar, el me respondió la caricia por un momento, pero me separó luego con un empujón.
—Te he dicho que no me toques sin desinfectarte las manos —miré sorprendido su cambio de humor.
Definitivamente, él hacía que mi paciencia se terminara con solo una frase. Pero de algo estaba seguro, jamás me iba a aburrir, y mucho menos, lo dejaría de amar.
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