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Donde caben cinco por golddie

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“¿Qué estás haciendo?”, murmuró Youngjae, “hay que volver a casa”, objetó luego.

Daehyun se volvió para mirarle y soltó una sonrisa que calló al rubio, quien suspiró y salió de la tienda. A esperar afuera por su cuenta.

Últimamente, las cosas iban bien entre ellos. Se podía decir que ya estaban juntos, sin haberlo puesto en palabras, claro. Cuando salían Daehyun buscaba la mano del más bajo, o por el contrario, Youngjae buscaba la otra. Pasaban el mayor tiempo juntos, encontrando tiempo a solas en su habitación. Solo estando uno al lado del otro y hablando de todo y de nada.

(Youngjae estornudó. El clima ya se había empezado a poner más frío y debía admitir que quizás no había sido una idea del todo brillante esperar afuera.)

Daehyun podía ser una caja de sorpresas a veces: era muy detallista con lo que hacía para otras personas. Hacía cosas por el otro chico que quizás para otros no eran muy importante, pero Youngjae lo valoraba mucho. Cosas pequeñas, como comerse las galletas que a Youngjae no le gustaban y dejarle sus preferidas, o hacerle la cama cuando estaba en la universidad eran cosas que le hacían sonreír mucho.

Le estaba dando algo en qué creer, pensaba.

Pronto se escuchó como la puerta de la tienda se abría y cerraba, Youngjae levantó la vista para encontrarse con un vaso de café que el mayor le ofrecía. Soltó una sonrisa y susurró un gracias sin querer mirarlo mucho. Podía sentir como temblaba de nervios por la dulce acción, y no quería tirar la bebida.

“Hace mucho frío, a ver si entras en calor con eso”, explicó Daehyun, sonriéndole mientras iban avanzando por la calle principal llena de gente. Aprovechó eso para tomar la mano libre del otro muchacho.

Youngjae le miró dando un sorbo y sonrió.

“Esto sería más romántico si fuese de noche”, comentó en tono juguetón. Notó como al otro le brillaban los ojos ante la idea y rió levemente.

Habían salido solo a un paseo para hacer hora, Himchan había salido y aprovecharon de dar tiempo a solas a Jongup y Junhong en la casa mientras ellos salían. Al final, se habían tardado más de lo esperado, poniéndose a ver cada tienda de curiosidades que encontraban. Daehyun, se había perdido especialmente en un tienda de importaciones chinas, Youngjae lo recordaban porque estuvieron cerca de media hora insistiéndole en que llevaran algo.

Salir con él de compras era como salir con un niño.

“Ven un momento”, le pidió Daehyun después de un rato, observando una vía vacía entre dos edificios. Le mandó una sonrisa cómplice al menor y este solo negó con la cabeza, como rindiéndose.

Estaba oscuro en el callejón por la ausencia de sol, nubes bloqueado algunos rayos para dar lugar al frío pre-invernal. Daehyun pasó ambos brazos por los costados de Youngjae. Este seguía tomando su café bajo la atenta mirada del otro, con su espalda recargada en la pared.

“¿Ya es romántico?”, preguntó el mayor sonriendo un poco.

Youngjae optó por no responder y acercarse más al otro, escondiendo así una mano dentro del bolsillo trasero del otro.

Tras un momento de silencio, Daehyun observaba a la gente que pasaba sin que los mismos se percatasen de que ellos dos estaban ahí. Sentía el suave movimiento de Youngjae contra su cuerpo cuando respiraba, y por alguna razón le daba paz. Cerró sus ojos intentando guardar ese instante en su memoria: su corazón estaba latiendo más rápido de lo normal (o bien podía ser el del menor, no podía diferenciar correctamente) y ya no sentía el frío pre-invernal contra su piel, el calor en su interior se hacía sentir como si estuviera bajo un sol de verano.

Daehyun abrió los ojos y afirmó su mejilla sobre la cabeza de Youngjae, volviendo a mirar a las personas.

Pero de un momento a otro, Daehyun se separó. Youngjae se sorprendió por el violento movimiento y observó al otro muchacho que estaba petrificado mirando hasta la entrada del callejón.

“¿Qué sucede?”, cuestionó Youngjae, frunciendo el ceño en duda.

El mayor no contestó. Le vio negar la cabeza muy rápidamente y tomó la mano del otro, sin contestar a ninguna pregunta.

“Hay que ir a casa”, fue lo único que dijo Daehyun, antes de poner dirección a su hogar sin replicar a una sola pregunta del menor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Himchan suspiró por millonésima vez, ahora frente a la puerta del departamento de Yongguk.

Cual ladrón, afirmó su oreja contra la puerta para ver si oía algún ruido y poder deducir si había alguien en casa. Cerró sus ojos para prestar mayor atención, pero no escuchó nada.

El chico frunció sus labios, pensando que quizá podría volver después: no quería entrar a la casa de otro sin que el dueño estuviera dentro (quizás debí venir con Junhong, pensaba), además, algo dentro de él se deprimía: si Yongguk lo quisiera en su casa, le hubiera llamado.

Ya no le bastaban los mensajes de “estoy bien” o “solo ocupado” que recibía antes de que Junhong cayera en su casa, pues después de que eso ocurrió ya no tuvo más respuestas. Ni de llamadas o mensajes.

Y, a la vez que se deprimía, se enojaba. ¿Qué rayos le pasaba a Yongguk?

Fuera de lo que pensaba, sacó su llave de repuesto. No quería entrar sin permiso, pero tampoco quería quedarse con la duda de qué sucedía.

Abrió la puerta y la cerró con un suave sonido cuando ya estuvo dentro. Observó el lugar superficialmente: había pasado un buen tiempo desde la última vez que estuvo ahí, pero todo seguía como lo recordaba. Un corto corredor llevaba a la sala de estar, donde había un sofá enorme y un televisor igual de inmenso; para la derecha había una pequeña cocina y más allá las habitaciones.

Himchan pasó por la cocina y revisó, solo por instinto, la despensa, encontrándose con un par de ramen instantáneo y una que otra lata de atún. Frunció el ceño y miró hacia el refrigerador: abrió la pequeña puerta y suspiró al ver dos cajas de leche, un par de manzanas y una lata de fresco. Negó con la cabeza ante el poco cuidado de los abarrotes. Volvió a cerrar el refrigerador y se fijó en el lavaplatos. Se sorprendió al ver nada de loza acumulada. ¿Significaba eso que no estaba comiendo?

Más preocupado, decidió ir directamente a la habitación de Yongguk. Mientras que el chico no estuviera en casa, podría ordenar un poco el lugar y comprar víveres en modo de pedir disculpas por haber entrado así a su casa.

Abrió la puerta, y Himchan no cupo en su asombro.

El piso estaba ahí solo porque no podía estar toda esa basura flotando en la nada: hojas desparramadas, restos de cables, lapices, vasos y ropa cubrían la alfombra del piso. El escritorio amontonado en tanto libro, más hojas sueltas y notas, el ropero completamente vacío.

El chico se sintió triste, sin saber por qué. Entonces, observó hacia la cama, y notó como, contrario a lo que pensaba, había alguien ahí.

Se acercó al aposento intentando no pisar demasiadas cosas (lo cual parecía imposible), y se arrodilló frente a Yongguk.

Observó su rostro un momento, prestando especial atención a sus ojos. Notaba las marcas negras bajo los ojos, la hinchazón de los párpados y la humedad de las pestañas. Himchan pasó una mano suavemente por la mejilla del mayor; parecía recién afeitado y se dio cuenta de que su rostro estaba más delgado, sus pómulos resaltando en sus mejillas. La pérdida de color era obvia, y el sonido de su respiración, le hacía pensar que estaba en un sueño muy profundo.

Se levantó para no seguir observándolo, y se dispuso a ordenar la habitación.

Al recoger varias hojas, observó que algunas eran partituras, otras tenían notas de algún libro de texto, y otras en menos cantidad tenían garabatos o letras aleatorias. Himchan sabía que Yongguk tenía la buena costumbre de enumerar sus notas, y así no perder cual iba primero y cual después, así que se basó en el color de lápiz y en el contenido para ordenar todo en el escritorio.

Los libros estaban abiertos en hojas que para él no tenían sentido: entre libros de arte, de historia de Corea y otros de álgebra, otros con palabras destacadas y otros con uno que otro dibujo, solo tomó un papelillo adhesivo y lo usó para marcar las páginas, y no solo cerrarlos, puesto que quizás el contenido era importante.

La ropa fue totalmente recogida y llevada en un canasto a la lavandería. Y, la basura, toda dentro de una bolsa y al basurero. Himchan sonrió orgulloso de su trabajo cuando vio la habitación completamente limpia: fácilmente se había tardado una hora (o un poco más) pero para él valió la pena.

Yongguk seguía durmiendo cuando salió del recinto para ir por abarrotes: le haría algo de comer al mayor para que despertase con ganas.

Se tentó en comprar comida instantánea, pero al final tomó más verduras y algo de pollo para hacer un nutritivo guiso, o alguna sopa.

Cuando volvió, decidió no despertar a Yongguk hasta que estuviera por poner a cocinar todo, le daría mucho tiempo de descanso, sino, se sentiría mal consigo mismo.

Una vez que tuvo todo preparado, volvió a la habitación: no fue sorpresa que el mayor aún estuviera durmiendo.

Solo entonces, notó lo oscura que estaba la habitación, y abrió un poco las cortinas.

Se volvió hasta la cama y con una mano tomó el hombro de Yongguk.

“Bbang”, le llamó, suavemente, “Bbang, despierta”, susurró mientras le movía para que el otro reaccionara.

Le vio cerrar más lo ojos, para luego abrirlos. Tardó un momento en reaccionar donde estaba, quizás sorprendido por el orden del lugar habiéndose acostumbrado al desorden de antes. Levantó la mirada y observó por un momento a Himchan, frunciendo el ceño.

“¿Qué haces aquí?”, preguntó, y para el otro sonó un poco rudo. Se separó un poco, al tiempo que el mayor se incorporaba hasta quedar sentado.

“Vine a ver si estabas vivo”, soltó, con ojos de arrepentimiento, mirando ahora el suelo y mordiendo sus labios: a Yongguk nunca le gustaba que invadieran su espacio.

El mayor gruñó. “¿Ordenaste mi habitación?”, preguntó, y el aludido asintió con la cabeza, “yo no te lo pedí”, soltó secamente.

Volvió a asentir con la cabeza en entendimiento.

“Solo quería saber si estabas bien”, susurró, algo apenado porque su trabajo no fuera valorado como él creía que lo sería, “estaba preocupado”, contestó.

Yongguk suspiró y soltó sus hombros.

“No, está bien, gracias”, le miró y le ofreció una suave sonrisa.

Himchan, entonces, se sentó en la cama, mirando el piso.

“¿Dónde has estado?”, preguntó, sin poder soportarlo más, “¿qué pasó con Junhonggie?, ¿por qué ya no vas más a la casa? Youngjae te extraña”, soltó todo de una sola vez y el menor sabía que solo lo iba a agobiar con tantas preguntas, pero tenía que soltarse.

Yongguk bufó y se volvió a recostar. Cerrando los ojos como si así escapara de las preguntas.

“Yongguk, te estoy preguntando”, remarcó el otro, comenzando a desesperar.

“Es por esto que no quería verte”, respondió el mayor, sin medir sus palabras: “solo te preocupas por la falta que le hago a los chicos, no por mí”, acotó luego de un rato, volteándose hacia la pared.

Himchan frunció el ceño en verdadero enojo.

“¿Cómo puedes decir eso? Pensé que estaba claro que me preocupo por ti. Yo también te he extrañado mucho”, dijo, sintiendo como sus ojos comenzaban a aguarse. Simplemente, no sabía controlar bien las emociones fuertes, “no es lo mismo sin ti”, susurró y pasó ambas manos por sus ojos, luchando por no echar sus lágrimas.

Yongguk se removió un poco y le miró por sobre el hombro. Su corazón se agitó viendo al menor al borde del llanto, pero se mantuvo en silencio. Yongguk no podía ser tan egoísta.

Himchan aprovechó el tiempo para calmarse, no podía ser que por cruzar un par de palabras ya estaba que lloraba: sabía que solo siendo suave podía llegar a alguien como Yongguk, así que estaba tratando de controlar su propio enojo podría lograrlo.

Con un suspiro, Himchan subió sus piernas a la cama y se acostó al lado de Yongguk, por arriba de las sábanas. Afirmó su frente contra la nuca del otro y cerró los ojos, el olor del otro le hacía relajarse inmensamente.

“Solo quiero saber qué pasa, Bbang”, susurró, en control, “quiero saber qué pasa y ver si puedo ayudarte”, volvió a intentar, pero el silencio gobernó la situación por un buen rato más.

Yongguk mantenía sus ojos cerrados, esperando a que el menor se aburriera y le dejase en paz. Sin embargo, ante lo próximo que dijo, no pudo evitar reaccionar.

“¿Ya te cansaste de mí?”

Y en esa voz tan débil, indefensa, le hacía doler más su pecho.

El mayor se volteó, quedando de espaldas contra el colchón y su cabeza mirando fijamente a Himchan. Su lindo rostro sonrojado y a punto de volver a echarse a llorar. Yongguk no podía soportar mucho tiempo mirándolo así. No a él.

“Esto no tiene que ver contigo, Himchannie” soltó después de un rato, y con un dedo, acarició la mejilla del otro, en un gesto cariñoso, “no tiene que ver contigo, es por eso que quiero dejarte fuera de esto”, dijo con sinceridad, y el aludido podía notarlo en el brillo de los ojos ajenos.

Le escuchó removerse y pronto un brazo del menor estuvo sobre su estómago, rostro escondido entre el brazo y la almohada.

“Si es algo que te impide que estés conmigo, quiero saber qué es”, replicó, haciendo que de inmediato el mayor se sonrojase, fijando su mirada en cualquier otro punto de la habitación. Era perfectamente consciente de lo rápido que iba su corazón, y de lo nervioso que comenzaba a ponerse.

“Me prometí no involucrarte, no me hagas esto”, respondió el mayor, ojos cerrados, como si estuviera sufriendo.

Himchan se levantó en sus antebrazos y miró el rostro de Yongguk. Esos ojos le pedían decirle la verdad, y, simplemente, no podía negarse. Nuevamente, no a él.

Sus ojos se encontraron, por un largo tiempo, hasta que el mayor rompió la conexión, volviendo sus ojos hacia el interior de la habitación.

“De acuerdo, te diré. Ven acá”, soltó, palpando el lado vacío del colchón.

El aludido actuó rápidamente: luego no quería que Yongguk se arrepintiera. Perdió sus zapatos y entró a la cama, recostándose sobre su lado derecho para poder mirar al otro. Yongguk frunció el ceño ante eso, si le iba a decir qué le pasaba, no podía mirarle a los ojos. Sería demasiado.

Himchan sintió ambos brazos del mayor rodeando sus costados, y él extendió sus brazos también, sin querer ir en contra. El rostro de Yongguk se escondió en su pecho y su cabello le daba pequeñas cosquillas en su cuello. Himchan sonrió levemente, cerrado sus brazos por la espalda del otro y afirmando su mentón sobre la corona del cabello de Yongguk. No era la posición más cómoda para ninguno, pero en tal situación, era lo que menos importaba.

El mayor suspiró.

“Creo que ya es demasiado”, dijo, con voz rasposa y grave aún más de lo normal, pero con el deje del susurro.

“¿Qué es demasiado?”, inquirió, manteniendo el tono de voz baja al igual que el otro muchacho: era un secreto que no pasaría de esas cuatro paredes.

Le sintió removerse un poco, al parecer Yongguk había notado lo incómodo de la posición.

“Todo”, soltó, afligido, “llevar la casa, cuidar a Junhong, mis estudios y trabajo. Siento que voy a explotar”, terminó.

Himchan, nunca en toda su vida, había escuchado al mayor quejarse de sus responsabilidades. Él siempre pensó que el otro tenía mucha carga para sí, pero cuando se lo mencionaba Yongguk solía mirarle con una sonrisa y negar con la cabeza. Pero, claro, es por eso que Yongguk no lo quería involucrar: él tenía que ser una imagen de fortaleza. Himchan debía apoyarse en Yongguk y no en vice-versa. El impensable para Himchan, creer que el mayor realmente le hubiera estado mintiendo cuando le decía que no se preocupara.

Entonces, algo de culpa cayó sobre él. ¿Estaría aguantándose solo por mantener su imagen con él?

Y, aunque fuera así, ¿por qué?

El menor se preocupó, y entonces dijo:

“¿Es eso? Debiste decirme antes”. Al momento en que soltó esas palabras, Yongguk se levantó y le miró al rostro. Por alguna razón, Himchan se sintió nervioso. “Sabes que yo puedo ayudarte siempre que esté a mi alcance”, comentó luego.

Pero, contrario a la reacción que esperaba, el mayor negó con la cabeza con el ceño fruncido, obviamente no gustándole la respuesta que obtuvo.

“Es por eso que no quería decirte, Himchan”, cortó, luciendo más enfadado de lo que realmente estaba, “no quiero tu ayuda. Quiero hacer esto solo”, y, con eso, se separó y quedó observando el techo.

Sería poco decir que el aludido estaba sorprendido. ¿Desde cuándo a Yongguk le molestaba que él le ayudase con sus problemas? Y, eso le hacía pensar, ¿alguna vez, de verdad, había ayudado al mayor con algo? Su mente era un caos en ese momento y no podía realmente recordar alguna vez en que él le haya servido de apoyo en su totalidad.

Nunca era Yongguk apoyándose en Himchan.

“Creo que eres un idiota”, soltó el menor, solamente hablando su mente. “¿No quieres que te ayude?, ¿es que acaso no soy digno, eh?”, con su voz manchada de rabia, de un impulso se incorporó y quedó sentado en la cama.

Cerró sus ojos con mucha fuerza. Tenía miedo de echarse a llorar.

“¿No crees que tú ya cargas con mucho?”, escuchó venir a su lado, pero aun así no abrió los ojos. “Tú tienes tus problemas y yo los míos, no quiero hacer más”, voz suave y usual, entonces, ¿por qué era tan dolorosa?

Himchan le miró y frunció el ceño.

“¡¿Desde cuando eres tú un problema para mí?!”, gritó, de verdad enfadado. Notó como Yongguk se sorprendía, y luego ponía una expresión que no supo descifrar, “¡quiero ayudarte porque no quiero que estés mal!”, y, sin más, las lágrimas surcaron sus mejillas.

Se sentía tan débil llorar frente a alguien. Era aún peor que llorar a solas. Sin embargo, Yongguk era leal y no lo dejaría solo en eso.

Himchan le observó y notó como el otro también estaba llorando: a penas dejando que las lágrimas salieran de sus ojos, pero se sentía acompañado por tal hecho. Le hizo sonreír, y el otro sonrió de igual manera.

“Eres imposible, Himchan”, balbuceó, pasando una mano por su rostro.

Era la primera vez que lo veía llorar así, más bien: por algo que él haya dicho. Las circunstancias hacían que se pusieran más emotivos de lo que quisieran reconocer.

“Tú eres imposible”, le respondió y su llanto deteniéndose prograsivamente. “No intentes dejarme fuera de tus problemas, porque tus problemas son los míos, ¿oíste?”, preguntó y le sonrió.

Notó que Yongguk le mandaba una mirada extraña. Y él solo parpadeó ante eso: no era una mirada que hubiera visto antes. Fue poco consciente de lo que sucedía cuando el mayor se acercó lo suficiente para hacerle cuestionarse qué haría. Ni eso se pudo cuestionar más cuando sintió los labios del otro sobre los suyos.

En un principio, Himchan no supo qué hacer. Estaba tomado por sorpresa, luego, lentamente cedió, cerrando sus ojos y una de sus manos acarició el cuello del mayor; no pasó de un beso superficial, y tampoco lo iba a permitir. La verdad es que ni siquiera estaba seguro de por qué dejaba que algo así estuviese ocurriendo.

Sin embargo se sentía como lo más natural por hacer.

Pronto se separó y la mirada del menor se posó en los ojos del otro, duda adornando su mirada.

Yongguk le sonrió despreocupadamente antes de susurrar, aún a esa cercanía un gracias que Himchan no estuvo seguro de porqué hizo que su corazón latiese más rápido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“A mí no me engañas, algo pasó allá”, dijo Youngjae, ya de vuelta a su hogar.

Lo que decía no era solo porque lo pensara, estaba totalmente seguro de que algo había ocurrido allá afuera: Daehyun había estado comportándose extraño (más de lo acostumbrado) al momento en que regresaron.

El mayor se había acomodado en el sofá más grande, y Youngjae le habla desde la cocina, pues al notar que Himchan aún no había vuelto, decidió que sería una buena idea preparar él mismo la cena. Estaba seguro que el mayor volvería sin ganas de hacer nada.

“No fue nada”, respondió Daehyun, volteando hasta el pasillo de la entrada cuando escuchó que la puerta se cerraba. De inmediato apartó la mirada al ver a Jongup y Junhong entrando juntos.

Sintió como Jongup le observaba y rápidamente se incomodó ante la insistencia del menor: apenas habían hablado desde ese desafortunado hallazgo (afortunado para él, en parte, si no fuera por eso las cosas con Youngjae no estaría como ahora; por lo que el mayor les estaba ligeramente agradecido), y Jongup seguía insistiendo.

Tal vez tenía que actuar como si no lo recordara.

“Hey, chicos, ¿qué tal el parque?”, preguntó intentando sonar lo más natural posible. Escuchó cómo Youngjae soltaba una risita a sus espaldas por el tono incómodo, lo cual le hizo intuir que no había salido tan natural como había planeado.

Aun así, los menores no se lo hicieron resaltar como la risa burlesca del rubio.

“Terrible, pero ya terminó al menos”, respondió Junhong tirando su bolso en un sofá para ir a sentarse junto a Daehyun. “Estaba tan lleno de niños y mascotas que no pude practicar mucho en mi skate”, contó con voz irritada, ante lo cual el otro chico sonrió levemente.

Jongup tomó el bolso del menor y lo llevó junto con el suyo a su habitación: sabía que Himchan no estaba feliz cuando dejaban las cosas tiradas. Luego de eso, fue a la cocina y se extrañó de no ver a su hermano como siempre al volver de cualquier sitio.

“Youngjae-hyung, ¿donde está Himchannie-hyung?”, preguntó observando para todos lados, casi como si el mayor se estuviera escondiendo en algún rincón de la cocina.

El aludido le miró y soltó un suspiro cansado.

“Fue a ver a Yongguk-hyung”, le explicó, “debería estar por llegar”, dijo luego con una suave sonrisa.

Jongup se afirmó contra el mueble en el que Youngjae estaba trabajando y le dijo en voz baja: “¿ya solucionaron sus problemas?”. Y, la verdad es que el mayor también quería saber eso: extrañaba mucho a Yongguk. Solo quería que Himchan llegase y les dijera que estaba todo bien.

“No lo sé”. Pero justo cuando dijo eso, la puerta se abrió y los cuatro pares de ojos se fijaron en la puerta: Youngjae y Jongup desde la ventanilla de la cocina para poder mirar mejor.

Himchan cerró la puerta y caminó lentamente hasta el salón de estar: los cuatro chicos le observaron detenidamente al muchacho que parecía estar pensando en otra cosa y quizá actuando por pura inercia. Se quitó su chaqueta y suspiró. Y, solo entonces una leve sonrisita salió a flote, dejando a los cuatro menores algo perplejos.

Junhong se miró con Daehyun, y con los otros dos entre sí. Jongup fue el primero en hablar.

“¿Qué pasó, Himchannie-hyung?”, inquirió desde su posición y el mayor levantó la vista hacia los otros: apenas notando que estaba acompañado.

“Hola...”, balbuceó, como si recién captara dónde estaba o con quienes hablaba, “¿qué- qué pasó con qué?”, preguntó, agitando su cabeza en duda.

El menor de todos soltó un asombroso junto con una sonrisa igual a la de quien está entretenido por algún show de comedia. Daehyun a su lado asintió con la cabeza ante lo dicho y Youngjae frunció el ceño: odiaba cuando la gente se iba con rodeos.

“¿Qué pasó con Yongguk-hyung?”, preguntó el rubio en la cocina, intentando apurar la conversación.

Pero, Youngjae no sabía que eso desataría algo así en el mayor. Los cuatro menores fueron perfectamente conscientes de cómo Himchan se sonrojaba y abría la boca en asombro. Un montón de balbuceo le siguió y cuando fue consciente de lo que hacía, se detuvo en seco.

“¿Qué pasó?, no sé a qué te refieres, Youngjae-ah”, soltó con una risita nerviosa.

A esa altura, todos tenían claro que, claramente, algo había pasado. Youngjae estaba muy curioso.

“Se refiere a que si solucionaron su pelea”, dijo luego Daehyun.

Himchan pareció aliviado y sonrió como si nada.

“Nunca estuvimos peleados realmente”, murmuró mirando el piso, “pero, si ya está todo arreglado”, terminó sonriendo.

Esa sonrisa levantó sospechas. Y, cuando Himchan se dio cuenta de las miradas inquisitivas que recibía miró casi asustado a su alrededor y se excusó a su habitación.

Hubo un momento de silencio en la sala: todos digiriendo lo que había sucedido. Cada uno en sus propios pensamientos, pero todos realmente solo se centraban en una pregunta: ¿qué había pasado exactamente para que Himchan actuase de esa manera?

“Bien, chicos, no se emocionen”, soltó de inmediato Youngjae, captando todas las miradas en él, “pero creo que ya tenemos padres oficialmente casados”, dijo sonando más feliz de lo que expresaba su rostro.

De inmediato, Junhong se arrodilló sobre el sofá para mirar a los otros dos chicos.

“A puesto a que se confesaron”, exclamó el menor de todos, compartiendo la emoción de Youngjae, “¿qué crees Jonguppie-hyung?”, le preguntó luego.

El aludido solo movió sus hombros en signo de duda, para dejar a que Daehyun se hiciera notar al decir:

“Nada de eso”, imitando la posición del menor a su lado, “yo creo que se besaron”, intentó adivinar.

Youngjae soltó una risita ante esa posibilidad, al igual que Junhong.

“¿Y si fueron ambas?” preguntó luego el menor, una sonrisa enorme decorando su rostro.

Sin duda todos estaban contentos y cada uno con su especulación. La conversación terminó cuando Himchan regresó a la cocina y les regañó por estar secreteando a sus espaldas.

La cena fue relativamente normal, a pesar de lo que había sucedido anteriormente, decidieron no presionar al mayor de todos a contarles lo que había sucedido: sería cosa de ellos.

O, al menos eso pensaba Jongup, porque los otros tres seguían con sus miradas cómplices.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A la hora de dormir, Daehyun recordó lo que había visto en la calle esa tarde. Frunció levemente el ceño y se levantó de la cama, yendo hacia la de Youngjae.

“Oye”, le llamó bajito, moviéndolo a penas de su sueño, “hazme espacio”, ordenó más que pidió.

El otro solo se movió, sin dar señales de haber despertado, siquiera.

Daehyun lo rodeó con sus brazos y su frente encontró lugar en la nuca del rubio. Cerró los ojos, intentando no pensar en la posibilidad de que hubiera sido su padre al que vio a pocas calles de su hogar.

 

 

Notas finales:

 

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al fin actualicé, huehue. parece que más cosas estan pasado y para variar dejé el final en uno de suspenso, PERDON. me gusta hacer eso(?). 

y, eso, nos leemos en el siguiente capitulo, amor a todos<3


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